Por Agenda de Reflexión
A principios del siglo XX, Comodoro Rivadavia, puerto de entrada y
salida de los productos de Colonia Sarmiento, un puerto natural de aguas
profundas pegado a las playas de Rada Tilly, una antiquísima zona de
solaz y descanso veraniego tehuelche hace 9.000 años, recién empezaba a
ser un pueblo pequeño, apenas un grupo de casitas, algún almacén de
ramos generales y un hotel-fonda para alojamiento de los arriesgados
viajantes que se animaban a llegar hasta aquellas lejanas y desoladas
zonas del Sur argentino. Pero tenía una dificultad seria: no había agua
dulce.
A comienzos de 1907, cuadrillas de obreros, dirigidas por ingenieros,
habían comenzado a perforar la tierra en busca del líquido
indispensable. Con aparatos adecuados se auscultaba el suelo en procura
del más mínimo rumor que pudiera anunciar la presencia de agua. En enero
se llevó al lugar una perforadora Fauck. Se apelaba a los elementos más
modernos de la época, pero todo parecía inútil. Se llegó a cavar hasta a
400 metros de profundidad, siempre sin resultado. Los sufridos
pobladores vivían pendientes de la torre de perforar, que en más de una
oportunidad cayó por efecto del implacable viento patagónico, y que
obligaba a iniciar nuevamente los trabajos. Los ingenieros no se daban
por vencidos. La tarea continuaba. Pero el resultado era siempre el
mismo: absolutamente negativo.
En noviembre ya dominaba el desaliento. Se perdían las esperanzas de
poder dotar de agua a la floreciente población, donde muchos se habían
radicado plenos de ilusiones y confiados en la potencial riqueza de la
zona. La decepción seguía en aumento. El gobernador propuso que se
traiga el agua desde un lejano manantial, mediante la instalación de
cañerías; y la población apoyó la idea como una salvación. Ya no quería
ni oír hablar de la torre perforadora que durante muchos meses había
engañado sus esperanzas con renovadas promesas incumplidas. Claro que
trayendo agua de otro lado habría que pagarla como artículo de lujo…
Para diciembre nadie confiaba en la torre –que para su funcionamiento
insumía la escasa cantidad de agua disponible que el pueblo necesitaba
para consumo-. El ingeniero Krausse, jefe de la misión, había autorizado
perforar hasta el máximo de 500 metros hacía unos 20 días, cuando se
había llegado a 481. Pero un viernes, superado ese máximo, se fue y
ordenó: “¡Basta! ¡No se perfora más!”. Sin embargo, el administrador de
la obra, señor Beguin, y el ingeniero José Fuchs que dirigía la
perforadora Fauck, deciden no entregarse y continuar con los trabajos.
Ese mismo día la perforadora llega a 540 metros de profundidad y, de
pronto, se advierte una fuerte corriente ascendente. Sorprendidos, Fuchs
y Beguin se miran atónitos: no era agua; ¡era kerosene! ¡El petróleo
salía casi refinado! Era el 13 de diciembre de 1907.
Mantienen en secreto el descubrimiento y telegrafían a Buenos Aires, a
la Dirección de Minas: “Aquí no hay agua, pero hay petróleo”. La
noticia se conoce en la capital antes que en Comodoro, que se entera
cinco días después, y engalana sus calles en espontáneo feriado. La
prensa porteña acoge la nueva con frialdad, apenas si le dan importancia
los grandes rotativos; no advertían la trascendencia del
descubrimiento: lo que se buscaba allí era agua. Pero el gobierno
nacional resuelve al día siguiente del descubrimiento dictar un decreto
tomando posesión del yacimiento, prohibiendo “la denuncia de
pertenencias mineras y la concesión de permisos de cateo en el puerto de
Comodoro Rivadavia, en un radio de cinco leguas kilométricas a todo
rumbo, contándose desde el centro de la población”. Se evitaba así la
posible aparición de aventureros y la eventual explotación del suelo en
beneficio de particulares. De allí partió el progreso de una vasta
región patagónica. La explotación del petróleo, descubierto de esa
manera milagrosa, se constituyó desde entonces en una fuente de
incalculable valor para acrecentar la economía nacional, y en una de las
bases de su riqueza. El 13 de diciembre sería evocado como el Día
nacional del Petróleo.
Desde la época colonial se conocían algunas afloraciones petrolíferas
en nuestro país. Se les llamaba betún o brea, chapapote y en algunos
casos kerosene. Cabe recordar que el general Arenales, en 1826, siendo
gobernador de Salta, firmó un decreto de estímulo y protección al
hallazgo y aprovechamiento de la maravillosa sustancia. Luego, en 1856,
se fundó la Compañía Jujeña de Kerosene, con el propósito de reemplazar
la importación de ese producto, que entonces alcanzaba a los 20 millones
de litros anuales.
Poco tiempo después del descubrimiento patagónico aparecía un decreto
por el que se creaba la primera repartición oficial que debía
administrar la nueva riqueza nacional, y que se denominó Dirección
General de la Explotación del Petróleo de Comodoro Rivadavia,
integrándola entre otros los ingenieros Luis A. Huergo y Enrique M.
Hermitte y el doctor Pedro N. Arata. En los largos considerandos se
advierte de la importancia de su empleo en ferrocarriles y Armada, y se
admite la posibilidad de que el sobrante pueda satisfacer en
“condiciones económicas, las necesidades industriales del país”, y que
“los estudios y experiencias realizados por las oficinas técnicas
permiten adelantar que los yacimientos petrolíferos deben extenderse a
grandes distancias al norte y al sur de Comodoro Rivadavia, y que el
petróleo de ese lugar es un excelente combustible”.
Apenas comenzado el gobierno radical de Alvear, se crea mediante un
escueto decreto una Dirección Nacional en el ámbito del Ministerio de
Agricultura con un nombre de tres palabras largas y por entonces poco
conocidas: Yacimientos Petrolíferos Fiscales, a las cuales el tiempo
simplificaría en tres iniciales famosas. El 17 de octubre de 1922 asume
su primer director general, un coronel en actividad del arma de
ingenieros, íntimo amigo de Jorge Newbery, graduado a su vez de
ingeniero civil en la Universidad de Buenos Aires y de ingeniero militar
en la Academia Técnica de Prusia, de notables virtudes y cualidades
empresarias, y que desempañaría el cargo durante ocho años: Enrique Mosconi
(1877-1940). El fue el genio organizador de la explotación integral del
petróleo en la Argentina y en América Latina. De inmediato promovió la
construcción de la monumental destilería de La Plata, inaugurada en
1925, la más grande del continente, financiada con fondos propios de la
empresa; llevó adelante la electrificación de Comodoro Rivadavia y echó
las bases (con 10 unidades iniciales y un total de 25.000 toneladas) de
una fenomenal flota de buques tanque (la cual llegó a formar parte en su
momento de la tercera Marina Mercante del mundo).
En 1924, a solicitud de Mosconi, el Poder Ejecutivo dictó un decreto
mediante el cual se ampliaba la reserva petrolífera fiscal al Sur y
creaba nuevas reservas de exploración oficial en todos los territorios
nacionales patagónicos.
El coronel Enrique Mosconi, contra la terrible oposición de las
empresas extranjeras, desarrolló la más importante industria de América
Latina. Su plan original era el del nacionalismo integral en materia de
petróleo. Modificó esa opinión en 1925 y propuso, en consonancia con el
sistema de la Anglo Persian, la sociedad mixta del Estado con las
empresas extranjeras. Pero volvió a su proyecto inicial en 1928, al
expresar que “no queda otro camino que el monopolio del Estado pero en
forma integral, es decir, en todas las actividades de esta industria: la
producción, la elaboración, el transporte y el comercio. [...] Sin
monopolio del petróleo es difícil, diré más, es imposible para un
organismo del Estado vencer en la lucha comercial las organizaciones del
capital privado”.
Mosconi, hombre sencillo con leve tendencia a la obesidad, no
necesitaba disfrazar una reconocida inteligencia, nada de bigotes, gran
sentido del humor, enjundiosa biblioteca y esa envidiable demanda
académica y mundial para sus conferencias. La admiración por este hombre
llegó a los más relevantes estamentos internacionales, traducida en
invitaciones de universidades, gobiernos, empresas y foros
jerarquizados.
Pero entre 1928 y 1929 Mosconi realizó un atrevido y fructífero viaje
continental, atacando a las petroleras internacionales e impulsando una
política petrolera latinoamericana soberana y coordinada. Así nacieron,
a imagen y semejanza de YPF, ANCAP (Administración Nacional de
Combustibles, Alcohol y Portland) en Uruguay, Yacimientos Petrolíferos
Fiscales Bolivianos (YPFB), Petrobras de Brasil y Pemex de Méjico. En un
famoso discurso en la capital mejicana, todavía vigente, Enrique
Mosconi dijo: “Observamos que en torno del petróleo se han entablado las
más tenaces luchas económicas y armadas, y presenciamos a diario, como
métodos de posesión, de acaparamiento y de dominio, torrentes de oro
destinados a obtener la complacencia, la infidelidad, el soborno y la
alta traición de los encargados de custodiarlo. [...] El petróleo tiene
una importancia fundamental e irremplazable, y el crecimiento y progreso
de la nación será tanto más grande cuanto más firme mantenga ésta en
sus manos el control de sus yacimientos petrolíferos, es decir, cuanto
más sometidos a su fiscalización efectiva estén los grandes sindicatos o
trusts que explotan en el país el combustible líquido, pues si esa
fiscalización fuera difícil o imposible de efectuar, más conveniente
sería para la tranquilidad económica y política del país renunciar a la
cooperación del capital extranjero”. En 1938, cuando se firman los
históricos decretos de nacionalización del presidente Lázaro Cárdenas,
se señala que, si bien el nacionalismo petrolero mexicano se asentaba en
las profundas raíces del período revolucionario de 1910-17, la idea del
monopolio de una empresa estatal le correspondía a Mosconi y seguía el
ejemplo argentino.
Como bien señala Federico Bernal, de Reconquista Popular, mientras
Mosconi difundía la tesis de la nacionalización y monopolización del
petróleo en América latina, primer gran antecedente de integración en
esta materia, durante el segundo gobierno de Yrigoyen la explotación
exclusiva por el Estado era defendida por los legisladores personalistas
(yrigoyenistas), enfrentando la postura antinacional de los
antipersonalistas y los conservadores, que planteaban la formación de
compañías mixtas de YPF con trusts extranjeros. Triunfó la tesis de
Mosconi, con el respaldo de la tendencia nacionalista e industrialista
del ejército, capitaneada por el general Alonso Baldrich. En efecto, en
la aprobación de la ley de nacionalización del petróleo tuvo gran
influencia el memorial que Baldrich dio a publicidad con los siguientes
puntos:
- nacionalización de todo el combustible
- monopolio estatal de la explotación
- control estatal de la exploración
- monopolio estatal del transporte del combustible
- autonomía de YPF
- Prohibición de transferir las concesiones
Semejante obra de nacionalismo económico no podía ser aceptada. El
contubernio acrecentaba su poder en el parlamento y en el ejército con
la ayuda invisible del herido capital extranjero. El viejo caudillo, el
primer presidente realmente elegido por mandato popular, concitaba el
odio del imperialismo. Había reducido de 132 mil a 35 mil hectáreas las
tierras en poder de las empresas petroleras extranjeras, resuelto la
explotación estatal en Salta, impedido que las fuentes hidroeléctricas
en Córdoba pasaran a un sindicato norteamericano, aprobado por la Cámara
de Diputados un proyecto de régimen legal del petróleo (rechazado por
el Senado y declarado inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia)
y negado a las empresas de tranvías de la Capital Federal y del puerto
de Rosario sus pretensiones en materia de tarifas y fletes. Un proyecto
de convenio con la Unión Soviética rebasó la medida de la tolerancia de
los monopolios anglo-norteamericanos. Por primera vez, la Argentina
hacía una negociación de esa índole de Estado a Estado. La empresa
soviética Iuyamtorg, instalada en Buenos Aires, se comprometía a
entregar 250 mil toneladas de petróleo a cambio de cueros, lana,
extracto de quebracho, ovejas y caseína. En cuanto a la nafta, se fijaba
su precio a 10 centavos por litro, lo que suponía una rebaja para el
mercado interno.
Hacia 1930 la doctrina nacional petrolera quedaba perfectamente
estipulada con hechos y palabras. El monopolio estatal en todas las
etapas: exploración, extracción, transporte, destilación y
comercialización; el rechazo a la empresa mixta y la nacionalización de
todas las etapas de la industria petrolera, golpeaban con furor las
puertas de la cámara alta. De esta manera, la ley de nacionalización del
petróleo -que no pudo ser concretada producto de la oposición en el
Senado-, fue quizás la gota que rebalsó el vaso, propiciando, entre
otras muchas causas, el golpe militar de septiembre. Pocos años después,
el presidente Uriburu, preso de unos estúpidos celos histéricos por
Mosconi, lo designó, ya siendo general de división, Director General de
Tiro y Gimnasia del Ejército. Después de una larga enfermedad, Mosconi
falleció el 4 de junio de 1940.
Claro, no es lo más importante, pero ejemplifica la magnitud de lo
que hemos perdido. Desde la privatización de YPF, su archivo, el archivo
empresario más importante de Latinoamérica, esa monumental fuente de
memoria que contiene la historia de la industria petrolera argentina,
permanece vedado al público y a los investigadores. Se encuentra en
Comodoro Rivadavia, en un inmenso galpón situado entre el colegio Deán
Funes y la administración de Repsol donde funcionara hasta el último
día, en condiciones que inquietan. Pertenece al Estado nacional, pero
está dentro de un edificio de Repsol. Aseguran que su seguridad y su
permanencia depende de una decisión política que no llega. Concluido el
proceso privatizador, el archivo de la empresa quedó en poder del
Archivo General de la Nación, en Comodoro, pero dentro de instalaciones
pertenecientes a Repsol, cerradas al público. Desde entonces nadie puede
visitarlo.
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lunes, 31 de octubre de 2011
Simón Bolívar
Por Pablo Neruda
El 17 diciembre de 1830, en marcha hacia el exilio, perseguido, abatido, abandonado, en bancarrota, “viejo, enfermo, cansado, desengañado, hostigado, calumniado y mal pagado” (como él mismo escribiría días antes), murió el inmenso Libertador Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar [
Había nacido en Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela, provincia del imperio español, el 24 de julio de 1783. Después recorrió 123.000 kilómetros, más que lo que hicieron Colón y Vasco da Gama juntos. Fue presidente de la República de cinco países americanos. Llevó la antorcha de la libertad a una distancia de 65.000 kilómetros, una vuelta y media a la Tierra. Diez veces más que Aníbal y el triple que Alejandro Magno.
Su legado político está más vigente que nunca.
El chileno Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral hace un siglo, en 1904, pero su infancia y primeros estudios trascurrieron en Temuco. Desde 1917 adoptó el seudónimo de Pablo Neruda.
Escritor, diplomático, político, premio Nobel de Literatura, premio Lenin de la Paz y doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford, está considerado como uno de los grandes poetas americanos del siglo XX. Militó siempre en el Partido Comunista chileno y en la ortodoxia pro-soviética, a cuya ideología cantó sin eufemismos. Fue Cónsul General de su país en España durante la guerra civil del 36, cuando escribió en Madrid su Homenaje al Libertador, en el que presenta esa dramática conflagración como una continuación de la guerra civil del imperio español en tiempos de la independencia americana. Antes de morir en 1973 apoyó en forma muy decidida a Salvador Allende.
Homenaje al Libertador. Canto a Bolívar
de Pablo Neruda
Padre nuestro
Que estás en la tierra
En el agua, en el aire
De toda nuestra extensa
Latitud silenciosa
Todo lleva tu nombre Padre
En nuestra morada
Tu apellido
La caña levanta a la dulzura.
El estaño Bolívar
Tiene un fulgor Bolívar
El pájaro Bolívar
Sobre el volcán Bolívar
La patata, el salitre,
Las sombras especiales
Las corrientes, las vetas
De fosfórica piedra,
Todo lo nuestro
Viene de tu vida apagada.
Tu herencia fueron ríos,
Llanuras, campanarios,
Tu herencia
Es el pan nuestro de cada día
Padre.
Tu pequeño cadáver
De capitán valiente
Ha extendido en lo inmenso
Su metálica forma,
De pronto salen dedos tuyos
Entre la nieve
Y el austral pescador
Saca la luz de pronto
Tu sonrisa, tu voz,
Palpitando en las redes
De qué color la rosa
Que junto a tu alma alcancemos
Roja será la rosa
Que recuerde tu paso
Cómo serán las manos
Que toquen tus cenizas
Rojas serán las manos
Que en tu ceniza nacen
Y cómo es la semilla
De tu corazón muerto
Es roja la semilla de tu
Corazón vivo
Por eso, es hoy la ronda de manos
Junto a ti,
Junto a mi mano hay otra
Y hay otra junto a ella
Otra más hasta el fondo
Del Continente oscuro
Y otra mano
Que tú no conociste entonces
Viene también Bolívar
A estrechar a la tuya
De Teruel, de Madrid,
Del Jarana, del Ebro,
De la cárcel, del aire,
De los muertos de España
Llega esta mano roja
Que es hija de la tuya,
Capitán combatiente,
Donde una boca grita libertad
Donde un oído escucha
Donde un soldado rojo
Rompe una frente tarda
Donde un laurel de libres brota
Donde una nueva bandera
Se adorna con sangre
De nuestra nueva tierra.
Bolívar, Capitán,
Se divisa tu rostro
Otra vez entre pólvora y humo
Tu espada está naciendo
Otra vez tu bandera
Con sangre se ha bordado
Los malvados atacan
Tu semilla de nuevo
Clavado en otra cruz
Está el hijo del hombre
Pero hacia la esperanza
Nos conduce tu sombra,
El laurel y la luz
De tu ejército rojo
A través de la noche
De América,
Con tu mirada mira
Tus ojos que vigilan
Más allá de los mares
Más allá de los pueblos oprimidos
Y heridos,
Más allá de las negras
Ciudades incendiadas
Tu voz nace de nuevo
Tu voz otra vez nace,
Tu ejército defiende
Las banderas sagradas
La libertad sacude
Las campanas sangrientas
Y un sonido terrible
De sonidos parece,
La aurora enrojecida
Por la sangre del hombre.
Libertadores,
Un mundo de paz
Nació en tus brazos,
La paz, el pan, el trigo
De tu sangre nacieron
De nuestra joven sangre
De Nilo de tu sangre
Saldrá paz, pan, trigo
Para el mundo que haremos.
Yo conocí a Bolívar
Una mañana larga
En Madrid,
En la Boca del Quinto Regimiento.
Padre, le dije,
¿Eres o no eres o quién eres?
Y mirando al Cuartel de la Montaña
Dijo: Despierto cada cien años
Cuando despierta el pueblo.
El 17 diciembre de 1830, en marcha hacia el exilio, perseguido, abatido, abandonado, en bancarrota, “viejo, enfermo, cansado, desengañado, hostigado, calumniado y mal pagado” (como él mismo escribiría días antes), murió el inmenso Libertador Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar [
Había nacido en Caracas, capital de la Capitanía General de Venezuela, provincia del imperio español, el 24 de julio de 1783. Después recorrió 123.000 kilómetros, más que lo que hicieron Colón y Vasco da Gama juntos. Fue presidente de la República de cinco países americanos. Llevó la antorcha de la libertad a una distancia de 65.000 kilómetros, una vuelta y media a la Tierra. Diez veces más que Aníbal y el triple que Alejandro Magno.
Su legado político está más vigente que nunca.
El chileno Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral hace un siglo, en 1904, pero su infancia y primeros estudios trascurrieron en Temuco. Desde 1917 adoptó el seudónimo de Pablo Neruda.
Escritor, diplomático, político, premio Nobel de Literatura, premio Lenin de la Paz y doctor Honoris Causa de la Universidad de Oxford, está considerado como uno de los grandes poetas americanos del siglo XX. Militó siempre en el Partido Comunista chileno y en la ortodoxia pro-soviética, a cuya ideología cantó sin eufemismos. Fue Cónsul General de su país en España durante la guerra civil del 36, cuando escribió en Madrid su Homenaje al Libertador, en el que presenta esa dramática conflagración como una continuación de la guerra civil del imperio español en tiempos de la independencia americana. Antes de morir en 1973 apoyó en forma muy decidida a Salvador Allende.
Homenaje al Libertador. Canto a Bolívar
de Pablo Neruda
Padre nuestro
Que estás en la tierra
En el agua, en el aire
De toda nuestra extensa
Latitud silenciosa
Todo lleva tu nombre Padre
En nuestra morada
Tu apellido
La caña levanta a la dulzura.
El estaño Bolívar
Tiene un fulgor Bolívar
El pájaro Bolívar
Sobre el volcán Bolívar
La patata, el salitre,
Las sombras especiales
Las corrientes, las vetas
De fosfórica piedra,
Todo lo nuestro
Viene de tu vida apagada.
Tu herencia fueron ríos,
Llanuras, campanarios,
Tu herencia
Es el pan nuestro de cada día
Padre.
Tu pequeño cadáver
De capitán valiente
Ha extendido en lo inmenso
Su metálica forma,
De pronto salen dedos tuyos
Entre la nieve
Y el austral pescador
Saca la luz de pronto
Tu sonrisa, tu voz,
Palpitando en las redes
De qué color la rosa
Que junto a tu alma alcancemos
Roja será la rosa
Que recuerde tu paso
Cómo serán las manos
Que toquen tus cenizas
Rojas serán las manos
Que en tu ceniza nacen
Y cómo es la semilla
De tu corazón muerto
Es roja la semilla de tu
Corazón vivo
Por eso, es hoy la ronda de manos
Junto a ti,
Junto a mi mano hay otra
Y hay otra junto a ella
Otra más hasta el fondo
Del Continente oscuro
Y otra mano
Que tú no conociste entonces
Viene también Bolívar
A estrechar a la tuya
De Teruel, de Madrid,
Del Jarana, del Ebro,
De la cárcel, del aire,
De los muertos de España
Llega esta mano roja
Que es hija de la tuya,
Capitán combatiente,
Donde una boca grita libertad
Donde un oído escucha
Donde un soldado rojo
Rompe una frente tarda
Donde un laurel de libres brota
Donde una nueva bandera
Se adorna con sangre
De nuestra nueva tierra.
Bolívar, Capitán,
Se divisa tu rostro
Otra vez entre pólvora y humo
Tu espada está naciendo
Otra vez tu bandera
Con sangre se ha bordado
Los malvados atacan
Tu semilla de nuevo
Clavado en otra cruz
Está el hijo del hombre
Pero hacia la esperanza
Nos conduce tu sombra,
El laurel y la luz
De tu ejército rojo
A través de la noche
De América,
Con tu mirada mira
Tus ojos que vigilan
Más allá de los mares
Más allá de los pueblos oprimidos
Y heridos,
Más allá de las negras
Ciudades incendiadas
Tu voz nace de nuevo
Tu voz otra vez nace,
Tu ejército defiende
Las banderas sagradas
La libertad sacude
Las campanas sangrientas
Y un sonido terrible
De sonidos parece,
La aurora enrojecida
Por la sangre del hombre.
Libertadores,
Un mundo de paz
Nació en tus brazos,
La paz, el pan, el trigo
De tu sangre nacieron
De nuestra joven sangre
De Nilo de tu sangre
Saldrá paz, pan, trigo
Para el mundo que haremos.
Yo conocí a Bolívar
Una mañana larga
En Madrid,
En la Boca del Quinto Regimiento.
Padre, le dije,
¿Eres o no eres o quién eres?
Y mirando al Cuartel de la Montaña
Dijo: Despierto cada cien años
Cuando despierta el pueblo.
viernes, 28 de octubre de 2011
Cayetano Bruno
Por el Dr. Sandro Olaza Pallero
Cayetano Bruno, SDB, sacerdote, historiador, docente y jurista argentino. El padre Cayetano Bruno no sólo ha prestigiado a las letras nacionales. Fue uno de los artífices de la nación culta y próspera que hizo del nuestro uno de los pueblos más elevados del continente. Pero sobre todo fue un ejemplar galardón de la Iglesia Católica en la Congregación Salesiana. Nació en la ciudad de Córdoba el 23 de julio de 1912, en el seno de un hogar de inmigrantes italianos conformado por sus padres Gaetano y Epifanía Bruno y otros siete hermanos. Bautizado en la parroquia del Pilar y confirmado en el Colegio Salesiano “San Pío X” de la misma ciudad, hizo allí el ciclo primario.
Ingresó al aspirantado Vignaud de su provincia natal en 1924, haciendo profesión perpetua en 1933. Estudiante de Teología y Filosofía del Instituto Villada, se ordenó en la iglesia cordobesa de María Auxiliadora el 29 en noviembre de 1936 y al año siguiente viajó a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Lateranense de esa ciudad. Catequista y profesor de Derecho y Liturgia en el Instituto Teológico Internacional Villada del que había sido alumno, en 1953 se hizo cargo de la cátedra de Derecho Canónico en la Universidad Salesiana de Turín, de la que fue decano en 1957 cuando aquella se trasladó a Roma. De regreso en la Argentina pasó a integrar la Editorial Salesiana Don Bosco, que publicaría la mayoría de sus trabajos. Efectuó varios viajes de investigación para consultar archivos en el exterior, especialmente en Roma, a la que se trasladó en 1978 y 1982, siendo asiduo consultor del “Archivo Secreto del Vaticano” abierto por S. S. Juan Pablo II. En 1975 el padre Bruno fue incorporado como miembro de número a la Academia Nacional de la Historia y ese mismo año pasó a integrar también la Junta de Historia Eclesiástica. En 1978 recibió el premio “Consagración Nacional” por la amplia difusión de su obra. Historiador e investigador fecundo, el padre Bruno sacó a la luz trabajos de notable trascendencia, dieciocho de los cuales fueron publicados por Ediciones Didascalia entre 1991 y 2000, dedicadas a la acción evangelizadora de la Iglesia Católica en tierras de Hispanoamérica. Sus libros más importantes fueron: Bases y concordato entre la Santa Sede y la Argentina (1947), La Virgen Generala. Estudio fundamental (1954), Para una reforma católica de la Constitución Argentina (1956), Historia Argentina (1976), Las florecillas de San Francisco Solano (1976), Las florecillas de San Martín de Porres (1981), Historia de las manifestaciones de la Virgen, Los salesianos y las Hijas de María Auxiliadora en la Argentina (1981), La religiosidad del General San Martín (1978), Iglesia y Estado en las Indias (póstumo) y su monumental Historia de la Iglesia en la Argentina, doce tomos editados por los salesianos en 1981. Si a ellos agregamos sus estudios especializados, es de observar que estamos frente a un eminente erudito que mereció haber tenido una trascendencia universal, digno de ser comparada con los célebres Teodoro Mommsen o Ludwig Von Pastor [1].
El Padre Cayetano Bruno no solo ha prestigiado a las letras nacionales. Fue uno de los artífices de la nación culta y civilizada que hizo del nuestro uno de los pueblos más elevadosdel continente. Pero sobre todo fue un ejemplar galardón de la Iglesia Católica en la Congregación Salesiana.
Poseyó el don de ciencia y la sabiduría de aquellos que, fieles al Señor y su Santísima Madre, Auxilio de los Cristianos, creen para entender y entienden para creer aún más firmemente. El notable salesiano encontró en la meditación de los sagrados misterios trinitarios “la Verdad, el Camino y la Vida”, lo que demostró en cada instante de su vida sacerdotal.
Su piadosa devoción al Santísimo Sacramento y al Santo Rosario le permitieron ahondar en la complejidad de los problemas del alma, lo que supo aprovechar en el sacramento de la Reconciliación durante sus incontables años como confesor en la Basílica de María Auxiliadora.
Su negro talante, desteñido por los años de infatigable celo apostólico, pastoral y docente, fue su más preciada condecoración. Partió de estas tierras a engrosar las huestes de su único Rey y Caudillo, bajo la maternal mirada de su Madre y Señora, el 13 de julio del año 2000.
Notas
1- Recordamos, entre otras, su tesis De caucis maioribus et præcipue de causis episcoporum, histórico-jurídica disquisitio, (1941); Lectura de los libros prohibidos (1954), El Derecho Público de la Iglesia en la Argentina (1956), El derecho de los salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora (1957), Prontuario di diritto salesiano (1962), La suora di vita attiva nello spirito di San Giovanni Bosco (1966) y El Derecho Público de la Iglesia en Indias. Estudio histórico-jurídico (1967).
Cayetano Bruno, SDB, sacerdote, historiador, docente y jurista argentino. El padre Cayetano Bruno no sólo ha prestigiado a las letras nacionales. Fue uno de los artífices de la nación culta y próspera que hizo del nuestro uno de los pueblos más elevados del continente. Pero sobre todo fue un ejemplar galardón de la Iglesia Católica en la Congregación Salesiana. Nació en la ciudad de Córdoba el 23 de julio de 1912, en el seno de un hogar de inmigrantes italianos conformado por sus padres Gaetano y Epifanía Bruno y otros siete hermanos. Bautizado en la parroquia del Pilar y confirmado en el Colegio Salesiano “San Pío X” de la misma ciudad, hizo allí el ciclo primario.
Ingresó al aspirantado Vignaud de su provincia natal en 1924, haciendo profesión perpetua en 1933. Estudiante de Teología y Filosofía del Instituto Villada, se ordenó en la iglesia cordobesa de María Auxiliadora el 29 en noviembre de 1936 y al año siguiente viajó a Roma para estudiar Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Lateranense de esa ciudad. Catequista y profesor de Derecho y Liturgia en el Instituto Teológico Internacional Villada del que había sido alumno, en 1953 se hizo cargo de la cátedra de Derecho Canónico en la Universidad Salesiana de Turín, de la que fue decano en 1957 cuando aquella se trasladó a Roma. De regreso en la Argentina pasó a integrar la Editorial Salesiana Don Bosco, que publicaría la mayoría de sus trabajos. Efectuó varios viajes de investigación para consultar archivos en el exterior, especialmente en Roma, a la que se trasladó en 1978 y 1982, siendo asiduo consultor del “Archivo Secreto del Vaticano” abierto por S. S. Juan Pablo II. En 1975 el padre Bruno fue incorporado como miembro de número a la Academia Nacional de la Historia y ese mismo año pasó a integrar también la Junta de Historia Eclesiástica. En 1978 recibió el premio “Consagración Nacional” por la amplia difusión de su obra. Historiador e investigador fecundo, el padre Bruno sacó a la luz trabajos de notable trascendencia, dieciocho de los cuales fueron publicados por Ediciones Didascalia entre 1991 y 2000, dedicadas a la acción evangelizadora de la Iglesia Católica en tierras de Hispanoamérica. Sus libros más importantes fueron: Bases y concordato entre la Santa Sede y la Argentina (1947), La Virgen Generala. Estudio fundamental (1954), Para una reforma católica de la Constitución Argentina (1956), Historia Argentina (1976), Las florecillas de San Francisco Solano (1976), Las florecillas de San Martín de Porres (1981), Historia de las manifestaciones de la Virgen, Los salesianos y las Hijas de María Auxiliadora en la Argentina (1981), La religiosidad del General San Martín (1978), Iglesia y Estado en las Indias (póstumo) y su monumental Historia de la Iglesia en la Argentina, doce tomos editados por los salesianos en 1981. Si a ellos agregamos sus estudios especializados, es de observar que estamos frente a un eminente erudito que mereció haber tenido una trascendencia universal, digno de ser comparada con los célebres Teodoro Mommsen o Ludwig Von Pastor [1].
El Padre Cayetano Bruno no solo ha prestigiado a las letras nacionales. Fue uno de los artífices de la nación culta y civilizada que hizo del nuestro uno de los pueblos más elevadosdel continente. Pero sobre todo fue un ejemplar galardón de la Iglesia Católica en la Congregación Salesiana.
Poseyó el don de ciencia y la sabiduría de aquellos que, fieles al Señor y su Santísima Madre, Auxilio de los Cristianos, creen para entender y entienden para creer aún más firmemente. El notable salesiano encontró en la meditación de los sagrados misterios trinitarios “la Verdad, el Camino y la Vida”, lo que demostró en cada instante de su vida sacerdotal.
Su piadosa devoción al Santísimo Sacramento y al Santo Rosario le permitieron ahondar en la complejidad de los problemas del alma, lo que supo aprovechar en el sacramento de la Reconciliación durante sus incontables años como confesor en la Basílica de María Auxiliadora.
Su negro talante, desteñido por los años de infatigable celo apostólico, pastoral y docente, fue su más preciada condecoración. Partió de estas tierras a engrosar las huestes de su único Rey y Caudillo, bajo la maternal mirada de su Madre y Señora, el 13 de julio del año 2000.
Notas
1- Recordamos, entre otras, su tesis De caucis maioribus et præcipue de causis episcoporum, histórico-jurídica disquisitio, (1941); Lectura de los libros prohibidos (1954), El Derecho Público de la Iglesia en la Argentina (1956), El derecho de los salesianos y de las Hijas de María Auxiliadora (1957), Prontuario di diritto salesiano (1962), La suora di vita attiva nello spirito di San Giovanni Bosco (1966) y El Derecho Público de la Iglesia en Indias. Estudio histórico-jurídico (1967).
Eva Perón (1919-1952) 68 años sin ella.....
Por el Prof. Julio R. Otaño
Evita Perón nació en el año 1919 en un pequeño pueblo bonaerense denominado Los Toldos Hija de Juana Ibarguren Núñez y de su pareja Juan Duarte, quien nunca legitimó la relación. Juan Duarte, hacendado y concubino de Juana Ibarguren, muere en 1925 dejando a ésta y a sus cinco pequeños hijos -la menor Evita-en el desamparo más absoluto. No obstante ello, Juana con su máquina de coser, trabajando día y noche y guardando la dignidad, logra mantenerlos y educarlos.
Evita comienza a manifestar su vocación artística y viaja a Buenos Aires, la gran ciudad cosmopolita, en donde se instala a partir de l934.Trabaja asiduamente en la radio e interviene en algunas películas.
Evita siempre soñó y logró dañar los intereses privilegiados y beneficiar a los más humildes. Pero nunca hizo "clasismo", ni al estilo demócrata cristiano ni al modo marxista. Ella fue simplemente peronista. A los “descamisados” se refiere Evita en su libro más divulgado “La razón de mi vida”. Si bien no fue la redactora directa, se sabe que la obra fue escrita por el periodista español Manuel Penella de Silva, luego de infinitos encuentros en los que ella seguía letra por letra la evolución de su autobiografía...A medida que el periodista iba leyéndole el manuscrito, Evita asentía emocionada: “Así fue, así mismo ocurrió”, repetía entre lágrimas. Poco antes de morir le dijo “Gracias por el libro, es el hijo que no tuve”
El pensamiento más extenso de Evita se encuentra en su obra póstuma y poco divulgada “Mi mensaje”. Sus páginas fueron dictadas al sindicalista Juan Jiménez Domínguez, fundador de la Unión de Docentes Argentinos. Según el historiador Fermín Chávez “Mi mensaje” fue dictado entre los meses de marzo y junio de 1952, cuando apenabas pesaba 38 kilos, es decir en los últimos meses de su vida, ya que murió el 26 de julio de 1952.
Estaba convencida que el proyecto político de su esposo, el general Perón, de una "Argentina socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana" era posible y por su instauración luchó hasta el fin. Su mítica “Fundación Eva Perón” llegó no solo a los confines de los necesitados del país sino tambien a algunos países necesitados como la España destruida de la década de 1940-1950.
Fue Evita quien con voluntad y esfuerzo logró la aprobación del voto femenino, apasionadamente enamorada de su esposo, volcada hacia los más desprotegidos y amante de su patria. La quisieron convertir en Vicepresidenta por iniciativa de la Confederación General del Trabajo: se realizó el cabildo abierto del justicialismo, en un palco levantado en la avenida 9 de julio, frente al ministerio de Obras Públicas, para proclamar la formula Perón-Eva Perón por el periodo 1952-1958. Evita no aceptó en principio y rogó que no la obligaran a hacer lo que no queria hacer. Luego de una larga charla con la multitud Evita dijo: "como dijo el general perón, yo haré lo que diga el pueblo". 31 de agosto: En la noche y por la cadena de radiodifusión el país conoció oficialmente la respuesta de Evita. Comunicó su "decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor....". "y que esa resolución surgía de lo mas intimo de su conciencia".
Párrafos de 'MI MENSAJE': “Muchas veces, sobre todo en los años de la revolución, oía como los altos jefes militares trataban de disuadir al Coronel de su amor por el pueblo. Ellos no concebían que un oficial superior pudiese entregarse así a "la chusma". Al principio creían que el Coronel hacia demagogia para conquistar el poder. Fue entonces cuando, envidiosos del éxito de Perón, le hicieron la primera revolución, le exigieron su renuncia y lo encarcelaron en Martín García. Pero felizmente el pueblo ya lo había conocido a Perón, y ya no veía en él al jefe militar con vocación de dictador; sino al compañero cuyo corazón había sentido el dolor de nuestra raza. Y el pueblo se lanzó a la calle dispuesto a todo. Los jefes militares de la reacción huyeron asustados y la oligarquía se escondió con ellos. Fue el 17 de octubre de 1945. Después, las cosas cambiaron. El Coronel, ya Presidente, siguió fiel a sus descamisados. Ya no podía ser que fuese demagogo, como decían. Era cierto entonces aquello de que Perón, un jefe militar; concedía importancia fundamental a los trabajadores de su pueblo. Y a medida que los trabajadores se organizaban constituyendo la más poderosa fuerza del país, la oligarquía infiltrada también en las fuerzas armadas preparaba la reacción. Ellos, cobardes como todos los traidores, nunca lo atacaron de frente, lo atacaron por mí... ¡Yo fui el gran pretexto! Cumplí mi tarea gozosa y feliz, parando los golpes que iban dirigidos a Perón. Sin embargo los que no me querían a mí, siempre terminaron por alejarse de Perón. De alguna manera se fueron... ¡Y muchos lo traicionaron! La verdad, la auténtica y pura verdad, es que la gran mayoría de los que no quisieron a Perón por mi, tampoco lo quieren sin mi.
En cambio el pueblo, los descamisados, los obreros, las mujeres, que me quieren a mí más de lo que merezco, son fanáticos de Perón hasta la muerte. En el pueblo reside la fuerza de Perón, no en el ejército. Solamente el pueblo lo quiere a Perón con fanatismo y sinceridad. Porque Perón al "entregarse" a la voluntad del pueblo, luchando y trabajando por la felicidad de los humildes y en contra de la prepotencia y de la confabulación de todos los privilegios con todas las fuerzas de la antipatria.
¡Este es el gran delito de Perón! El gran delito que yo bendigo desde el fondo de mi corazón descamisado. En mí, no tiene importancia ni tiene valor todo lo que yo siento de amor y de cariño por mi pueblo, porque yo vine del pueblo, yo sufrí con el pueblo.
En cambio, el amor de Perón por los descamisados vale infinitamente más, porque dada su condición de coronel, el camino más fácil de su vida era el de la oligarquía y sus privilegios. En cambio se decidió por el pueblo, contra toda probabilidad, venciendo las resistencias de muchos compañeros y abrazó nuestra causa definitivamente. ¡Cometió el gran delito!
Eva Perón”
En su libro "Del poder al exilio. Cómo y quiénes me derrocaron", Juan Domingo Perón contó su historia de amor con Evita. "Eva entró en mi vida como el destino. Fue un trágico terremoto que sacudió la provincia de San Juan, en la cordillera, y destruyó casi enteramente la ciudad, el que me hizo encontrar mi mujer. En aquella época yo era ministro de Trabajo y Asistencia Social. La tragedia de San Juan era una calamidad nacional (...). Para socorrer a la población movilicé al país entero; llamé a hombres y mujeres a fin de que todos tendiesen la mano a aquella pobre gente de aquella provincia remota (...). Entre los tantos que en aquellos días pasaron por mi despacho, había una joven dama de aspecto frágil, pero de voz resuelta, con los cabellos rubios y largos cayéndoles a la espalda, los ojos encendidos como por la fiebre. Dijo llamarse Eva Duarte, ser una actriz de teatro y de la radio y querer concurrir, a toda costa, a la obra de socorro para la infeliz población de San Juan". Yo la miraba y sentía que sus palabras me conquistaban; estaba casi subyugado por el calor de su voz y de su mirada. Eva estaba pálida pero mientras hablaba su rostro se encendía. Tenía las manos escuálidas y los dedos ahuesados; era un manojo de nervios. Discutimos largo rato. Era la época en que en mí se abría camino la idea de dar vida a un movimiento político que transformase radicalmente la vida de la Argentina" "Vi en Eva una mujer excepcional, una auténtica ''pasionaria'' animada de una voluntad y de una fe que se podía parangonar con la de los primeros creyentes. Al principio, aquella frágil mujer rubia no hizo hablar de ella. Me seguía como una sombra, me escuchaba atentamente, asimilaba mis ideas, las elaboraba en su cerebro férvido e infatigable y seguía mis directivas con una precisión excepcional. En dos o tres meses, Eva Duarte había sido capaz de transformarse en una colaboradora indispensable. Nos casamos en el otoño de 1945 en la iglesia de San Francisco en La Plata". "Trabajábamos día y noche; con frecuencia, durante semanas no nos veíamos y cada encuentro desde el punto de vista sentimental, era una novedad, una sorpresa. El 4 de junio de 1946 fui nombrado Presidente. Los primeros seis meses fueron los únicos que pasamos tranquilos, en una casa verdaderamente nuestra. Habitábamos en la calle Teodoro García, en la casa de Evita, pequeña, aislada, hecha a propósito para pasar una luna de miel que nos habíamos visto obligados a aplazar". "Los primeros síntomas de su enfermedad se manifestaron hacia fines de 1949. El primero de mayo de 1952 habló por última vez en público desde un balcón de la Casa Rosada. Le costó gran fatiga, tanto que al terminar el discurso se desvaneció entre mis brazos. El día antes de morir me mandó llamar y quiso permanecer sola conmigo, su voz era apenas un susurro...''No abandones a la gente pobre...Es la única que sabe ser fiel'' Durante la noche, Evita tuvo un colapso y entró en coma. Antes de expirar, Eva me había recomendado no dejarla enterrar; quería ser embalsamada". "De ella me quedan una fotografía, su carnet cívico y la última carta que me mandó el 4 de junio de 1952. Las pocas palabras que escribió son casi ilegibles, la escritura es irregular, incierta y fatigada. Se parece a su respiración, como la sentí aquella mañana inolvidable, pocos instantes antes de morir."
Murió en Buenos Aires el 26 de julio de 1952. La república se oscureció bajo un luto sofocante; el dolor de las grandes masas se mezclo con el servilismo de los eternos adulones. José Espejo, secretario de la CGT propuso cuando el pobre cadáver embalsamado ya pedía reposo, velarla por turno en todas las capitales de provincia. Perón ordenó sepultarla. Eva tuvo paz por fin…
La Escritora María Elena Walsh (para nada sospechosa de peronismo) la recordó en su poesía “Eva” así…
Calle Florida, túnel de flores podridas
Y el pobrerío se queda sin madre
Llorando entre faroles sin crespones
Llorando en cueros para siempre solos
La cola interminable para verla
Y los que maldecían por sí acaso
No vayan esos cabecitas negras
A bienaventurar a una cualquiera
El siglo nunca vio muerte más muerte
Y el amor y el dolor que eran de veras
Lagrimas enjuagadas con harapos
Madrecita de los desamparados
Se pinto la república de negro
Mientras te maquillaban y enlodaban
En los altares populares santa
Hiena de hielo para los gorilas
Pero eso sí, sola en la muerte
Y el pueblo que lloraba para siempre
Sin prever tu atroz peregrinaje
Quizás un día nos juntemos
Para invocar tu insólito coraje
Cuando juntas las reas y las monjas
Y huyas de las estampas y el ultraje
Empezaremos a saber quien fuiste
Unica reina que tuvimos, loca
Que arrebato el poder a los soldados
Flores podridas para cleopatra
Y los grasitas con el corazón rajado
Rajado en serio. Huérfanos. Silencio
Y Antonio Tormo calla “amémonos”
Silencio que hasta el tango se murió
Orden de arriba y lagrimas de abajo
En plena juventud no somos nada
No somos nada mas que un castigo
No descanses en paz, alza los brazos
Para juntarte a las mujeres, con tu bandera redentora
No sé quien fuiste, pero te jugaste
Metiste a las mujeres en la historia
De prepo, arrebatando los micrófonos
Repartiendo venganzas y limosnas
Bruta como un diamante en un chiquero
Quién va a tirarte la ultima piedra?
Tener agallas como vos tuviste
Fanática, leal, desenfrenada
Pero la única que se dio el lujo
De coronarse por los sumergidos
Agallas para defender a muerte
Agallas para hacer de nuevo el mundo
Tener agallas para gritar basta
Aunque nos amordacen con cañones
martes, 18 de octubre de 2011
Conferencia sobre el "Descubrimiento de América", causas y consecuencias
El Dr. Julio R. Otaño realizao una conferencia sobre este interesante tema a traves de la "Comisión de Historia del Colegio de Abogados de Gral San Martín. COMISION QUE SURGE POR INSPIRACION DEL DR. JULIO CESAR SORRENTINO Y QUE ESTA INTEGRADA POR LA DRA TERESA SANGUINETTI Y LOS DRES JULIO R. OTAÑO Y RAÚL ZALDÚA.
El video lo pueden ver en internet:
http://www.youtube.com/watch?v=mzCROZ100y8"
Algunas fotos:
La conferencia intento darle un enfoque objetivo en medio de las distintas posiciones sobre el tema, haciendo hincapié en la necesidad de mejorar las condiciones de vida de las comunidades indígenas de América en general pero tambien resaltando la importancia de la colonizacion española: con su principal consecuencia: la raíz social mestiza que predomina en el continente, ademas del sentido misional y religioso y de la importancia de la lengua. Fue la presentacion en sociedad de la COMISION DE HISTORIA DEL COLEGIO DE ABOGADOS DE GRAL SAN MARTÍN
El video lo pueden ver en internet:
http://www.youtube.com/watch?v=mzCROZ100y8"
Algunas fotos:
La conferencia intento darle un enfoque objetivo en medio de las distintas posiciones sobre el tema, haciendo hincapié en la necesidad de mejorar las condiciones de vida de las comunidades indígenas de América en general pero tambien resaltando la importancia de la colonizacion española: con su principal consecuencia: la raíz social mestiza que predomina en el continente, ademas del sentido misional y religioso y de la importancia de la lengua. Fue la presentacion en sociedad de la COMISION DE HISTORIA DEL COLEGIO DE ABOGADOS DE GRAL SAN MARTÍN
viernes, 14 de octubre de 2011
Carta del General Valle antes de ser asesinado.
En el año 1956 un grupo de civiles y militares de origen peronistas se levantaron en armas contra la dictadura que gobernaba la Argentina, en el marco de la persecución al peronismo que se estaba llevando a cabo.Entonces los gobernantes desataron una ola de fusilamientos contra los que se habían sublevado a tal punto era su odio que llevaron a un grupo de civiles y los masacraron en un basural en la localidad de José León Suárez, el Jefe del levantamiento General Juan José Valle le envió una carta al presidente general Aramburu horas antes de ser fusilado.
CARTA DEL GENERAL J.J.VALLE A ARAMBURU ANTES DE SER FUSILADO
Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado.
Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.
Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.
Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus victimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.
La palabra "monstruos" brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.
Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias es sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria."
Juan José Valle. Buenos Aires, 12 de junio de 1956.
CARTA DEL GENERAL J.J.VALLE A ARAMBURU ANTES DE SER FUSILADO
Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado.
Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.
Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.
Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.
Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus victimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.
La palabra "monstruos" brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.
Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las Instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.
Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.
Como cristiano me presento ante Dios que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conocerá un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias es sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria."
Juan José Valle. Buenos Aires, 12 de junio de 1956.
lunes, 10 de octubre de 2011
domingo, 9 de octubre de 2011
martes, 4 de octubre de 2011
El Revisionismo Histórico
Por PACHO O´DONNELL
Alguien que tiene una clara idea de la historia verdadera, como la doctora. Cristina Fernández de Kirchner, ha avanzado en la senda del revisionismo: la reivindicación de la gesta de la Vuelta de Obligado, el ascenso a Generala de Juana Azurduy, la puesta en relieve de Manuel Dorrego, también el guión historiográfico de la celebración del Bicentenario que tanto escozor provocó en sectores del liberalismo conservador.
Los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX escribieron la historia oficial, la que siempre nos contaron y nos enseñaron, y su espíritu no pudo sino reproducir la ideología oligárquica, porteñista, liberal en lo económico y autoritaria en lo político, antiprovincial y anticriolla de aquellos cuyo proyecto de país estaba resumido en el dilema sarmientino entre “civilización”, lo europeísta-porteño, y “barbarie”, lo criollo-provincial.
Estaban convencidos del país que querían y lo llevaron adelante sin reparar en medios. Guiados por un abstracto “progreso”, diseñaron una sociedad a la imagen y semejanza de las naciones poderosas de la época y copiaron sus instituciones y sus cartas magnas sin importar que ellas respondiesen a circunstancias e idiosincrasias ajenas a las raigalmente nuestras. Para ellos, civilizar fue desnacionalizar. De allí nuestras costumbres, nuestros gustos, nuestra arquitectura, nuestros deportes, nuestros vicios. Nuestra historia.
Para llevar a buen puerto ese proyecto de organización nacional consideraron imprescindible renunciar a lo criollo y a lo popular que constituían la identidad medular de lo argentino. Comenzar de cero, imaginando haber nacido del otro lado del océano. O en el hemisferio norte. Sus ideólogos, en especial Sarmiento y Alberdi (este antes de su conversión y de su conflicto con el sanjuanino), bregaron por la transformación de la Argentina en lo que no era, pero que ellos consideraron que debía ser.
Debieron entonces enfrentar una dificultad supina: sus mayorías, la plebe, “no servían” para el proyecto “civilizador”. No olvidaban que era contra ellos que habían combatido a lo largo de los años de guerras civiles, pues los criollos, los indios, los gauchos, los mulatos, los orilleros habían sido leales, en su inmensa mayoría, a quienes representaron sus intereses ante el extranjerizante despotismo porteño: Artigas, Dorrego, San Martín (sí, San Martín) , Rosas, Ramírez, López, Peñaloza, Felipe Varela. Todos ellos, vale apuntar, de finales trágicos.
Porque no se trataba de hacer un país confortable para las grandes mayorías, sino de acomodarlo a las necesidades de los poderosos: “Hemos de componer la población para el sistema de gobierno, no el sistema de gobierno para la población (...) Necesitamos cambiar nuestras gentes incapaces para la libertad” (Sarmiento).
Luego del asesinato de Dorrego se desencadenó un genocidio de gauchos federales, matanza que se repitió, amplificada, luego de que Urquiza entregase a Mitre el triunfo en Pavón. Los porteños organizaron entonces el Ejército Nacional, que fue lanzado a las provincias para ocuparlas y desalojar a sus gobernantes federales. En los años posteriores a Pavón murieron la mitad de los gauchos de la campaña.
La propuesta fue más allá del aniquilamiento físico y apuntó a la extirpación cultural, también psicológica, de todo aquello que oliera a plebeyo y nacional, identificado con barbarie, y lo hispánico, homologado a decadencia. Se estableció así una condición esencial de la dependencia argentina de intereses ajenos a los patrióticos en complicidad con su dirigencia política y económica. Mecanismo automático que funciona a nivel colectivo, en cada argentina y argentino, y se activa sin que se tenga conciencia de ello, pues está muy arraigada en nuestra cultura −más aun: en nuestro psiquismo− la idea de que lo culto, lo civilizado, lo deseable es lo exógeno. Ese diseño es el que se prolonga hasta nuestros días, con las variaciones impuestas por épocas y circunstancias, y a su calor se desarrolló la historiografía que le era funcional, sustentada por ceremonias escolares, marchas patrióticas, libros de texto, cátedras universitarias, academias y el dominio de los mecanismos de prestigio y de financiación.
Contra esa versión tendenciosa surgió en el pasado el “revisionismo histórico”, cuyo primer antecedente puede encontrarse en el Juan B. Alberdi que había regresado del elitismo: “En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento o Cía. han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras, ellos tienen un alcorán que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje” (Escritos póstumos).
Desde sus inicios pueden detectarse un “revisionismo de derecha” y un “revisionismo progresista”. El primero pondrá el énfasis, por ejemplo, en el Rosas amante del orden, defensor de la soberanía nacional, aferrado al catolicismo en contra de la difundida masonería de su época. El segundo es representado por quienes compartían la opinión de la columna vertebral del revisionismo progresista, José María Rosa: “El gobierno de Rosas puede llamarse socialista. La Confederación Argentina con su sufragio universal, igualdad de clases, fuerte nacionalismo y equitativa distribución de la riqueza era tenida como una verdadera y sólida república “socialista” adelantada al tiempo y nacida lejos de Europa.”
La historia oficial se recicló rebautizándose como “historia social”, dominante en las universidades argentinas, que incorporó criterios y tecnologías actualizadas en un cambio cosmético sincerado por uno de sus principal ideólogos, Halperín Donghi (Ensayos de historiografía): “Nos proponemos ilustrar y enriquecer, pero cuidando de no ponerla en crisis, a la línea tradicional.” Es decir que se trata de una historia oficial modernizada.
Cabe aclarar que ningún prejuicio existe contra las serias y honestas investigaciones historiográficas llevadas a cabo por quienes no se identifican con el revisionismo; lo que cava la diferencia entre las corrientes en disputa es la interpretación que de ellas se hace.
Algunas acciones del gobierno nacional presidido por alguien que tiene una clara idea de la historia verdadera, como la doctora. Cristina Fernández de Kirchner, han avanzado en la senda del revisionismo: la reivindicación de la gesta de la Vuelta de Obligado, el ascenso a Generala de Juana Azurduy, la puesta en relieve de Manuel Dorrego, también el guión historiográfico de la celebración del Bicentenario que tanto escozor provocó en sectores del liberalismo conservador.
Araceli Bellota, Hernán Brienza, Eduardo Rosa, Pancho Pestanha, Luis Launay, Víctor Ramos, Leticia Manauta, Leonardo Castagnino, Eduardo Luis Duhalde, Hugo Chumbita, González Arzac, Oscar Denovi, Enrique Manson, Vergara Bertiche, Pablo Hernández, Roberto Surra, Marcelo Gullo, Muñoz Azpiri, García Pérez, Caro Figueroa, los recientemente fallecidos Ernesto Ríos y Enrique Oliva, son algunos de los declarados revisionistas actuales del campo nacional y popular, mayoritariamente peronistas, a los que vale agregar también a Felipe Pigna, Jorge Lanata, Daniel Balmaceda y a aquellos que se han ocupado de reescribir la historia más reciente como Ceferino Reato, Roberto Caballero, Marcelo Larraquy, Vicente Muleiro, María Seoane, Eduardo Anguita y otros. También cabe consignar a los revisionistas marxistas como Norberto Galasso.
Lo que unía y une a los revisionistas es lo que expresó Arturo Jauretche: “Véase entonces la importancia política del conocimiento de una historia auténtica; sin ella no es posible el conocimiento del presente y el desconocimiento del presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro, porque el hecho cotidiano es un complejo amasado con el barro de lo que fue y el fluido de lo que será, que no por difuso es inaccesible e inaprensible.”
Es que no puede construirse un futuro venturoso sobre la base de un pasado falsificado.
Alguien que tiene una clara idea de la historia verdadera, como la doctora. Cristina Fernández de Kirchner, ha avanzado en la senda del revisionismo: la reivindicación de la gesta de la Vuelta de Obligado, el ascenso a Generala de Juana Azurduy, la puesta en relieve de Manuel Dorrego, también el guión historiográfico de la celebración del Bicentenario que tanto escozor provocó en sectores del liberalismo conservador.
Los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX escribieron la historia oficial, la que siempre nos contaron y nos enseñaron, y su espíritu no pudo sino reproducir la ideología oligárquica, porteñista, liberal en lo económico y autoritaria en lo político, antiprovincial y anticriolla de aquellos cuyo proyecto de país estaba resumido en el dilema sarmientino entre “civilización”, lo europeísta-porteño, y “barbarie”, lo criollo-provincial.
Estaban convencidos del país que querían y lo llevaron adelante sin reparar en medios. Guiados por un abstracto “progreso”, diseñaron una sociedad a la imagen y semejanza de las naciones poderosas de la época y copiaron sus instituciones y sus cartas magnas sin importar que ellas respondiesen a circunstancias e idiosincrasias ajenas a las raigalmente nuestras. Para ellos, civilizar fue desnacionalizar. De allí nuestras costumbres, nuestros gustos, nuestra arquitectura, nuestros deportes, nuestros vicios. Nuestra historia.
Para llevar a buen puerto ese proyecto de organización nacional consideraron imprescindible renunciar a lo criollo y a lo popular que constituían la identidad medular de lo argentino. Comenzar de cero, imaginando haber nacido del otro lado del océano. O en el hemisferio norte. Sus ideólogos, en especial Sarmiento y Alberdi (este antes de su conversión y de su conflicto con el sanjuanino), bregaron por la transformación de la Argentina en lo que no era, pero que ellos consideraron que debía ser.
Debieron entonces enfrentar una dificultad supina: sus mayorías, la plebe, “no servían” para el proyecto “civilizador”. No olvidaban que era contra ellos que habían combatido a lo largo de los años de guerras civiles, pues los criollos, los indios, los gauchos, los mulatos, los orilleros habían sido leales, en su inmensa mayoría, a quienes representaron sus intereses ante el extranjerizante despotismo porteño: Artigas, Dorrego, San Martín (sí, San Martín) , Rosas, Ramírez, López, Peñaloza, Felipe Varela. Todos ellos, vale apuntar, de finales trágicos.
Porque no se trataba de hacer un país confortable para las grandes mayorías, sino de acomodarlo a las necesidades de los poderosos: “Hemos de componer la población para el sistema de gobierno, no el sistema de gobierno para la población (...) Necesitamos cambiar nuestras gentes incapaces para la libertad” (Sarmiento).
Luego del asesinato de Dorrego se desencadenó un genocidio de gauchos federales, matanza que se repitió, amplificada, luego de que Urquiza entregase a Mitre el triunfo en Pavón. Los porteños organizaron entonces el Ejército Nacional, que fue lanzado a las provincias para ocuparlas y desalojar a sus gobernantes federales. En los años posteriores a Pavón murieron la mitad de los gauchos de la campaña.
La propuesta fue más allá del aniquilamiento físico y apuntó a la extirpación cultural, también psicológica, de todo aquello que oliera a plebeyo y nacional, identificado con barbarie, y lo hispánico, homologado a decadencia. Se estableció así una condición esencial de la dependencia argentina de intereses ajenos a los patrióticos en complicidad con su dirigencia política y económica. Mecanismo automático que funciona a nivel colectivo, en cada argentina y argentino, y se activa sin que se tenga conciencia de ello, pues está muy arraigada en nuestra cultura −más aun: en nuestro psiquismo− la idea de que lo culto, lo civilizado, lo deseable es lo exógeno. Ese diseño es el que se prolonga hasta nuestros días, con las variaciones impuestas por épocas y circunstancias, y a su calor se desarrolló la historiografía que le era funcional, sustentada por ceremonias escolares, marchas patrióticas, libros de texto, cátedras universitarias, academias y el dominio de los mecanismos de prestigio y de financiación.
Contra esa versión tendenciosa surgió en el pasado el “revisionismo histórico”, cuyo primer antecedente puede encontrarse en el Juan B. Alberdi que había regresado del elitismo: “En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento o Cía. han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras, ellos tienen un alcorán que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie y caudillaje” (Escritos póstumos).
Desde sus inicios pueden detectarse un “revisionismo de derecha” y un “revisionismo progresista”. El primero pondrá el énfasis, por ejemplo, en el Rosas amante del orden, defensor de la soberanía nacional, aferrado al catolicismo en contra de la difundida masonería de su época. El segundo es representado por quienes compartían la opinión de la columna vertebral del revisionismo progresista, José María Rosa: “El gobierno de Rosas puede llamarse socialista. La Confederación Argentina con su sufragio universal, igualdad de clases, fuerte nacionalismo y equitativa distribución de la riqueza era tenida como una verdadera y sólida república “socialista” adelantada al tiempo y nacida lejos de Europa.”
La historia oficial se recicló rebautizándose como “historia social”, dominante en las universidades argentinas, que incorporó criterios y tecnologías actualizadas en un cambio cosmético sincerado por uno de sus principal ideólogos, Halperín Donghi (Ensayos de historiografía): “Nos proponemos ilustrar y enriquecer, pero cuidando de no ponerla en crisis, a la línea tradicional.” Es decir que se trata de una historia oficial modernizada.
Cabe aclarar que ningún prejuicio existe contra las serias y honestas investigaciones historiográficas llevadas a cabo por quienes no se identifican con el revisionismo; lo que cava la diferencia entre las corrientes en disputa es la interpretación que de ellas se hace.
Algunas acciones del gobierno nacional presidido por alguien que tiene una clara idea de la historia verdadera, como la doctora. Cristina Fernández de Kirchner, han avanzado en la senda del revisionismo: la reivindicación de la gesta de la Vuelta de Obligado, el ascenso a Generala de Juana Azurduy, la puesta en relieve de Manuel Dorrego, también el guión historiográfico de la celebración del Bicentenario que tanto escozor provocó en sectores del liberalismo conservador.
Araceli Bellota, Hernán Brienza, Eduardo Rosa, Pancho Pestanha, Luis Launay, Víctor Ramos, Leticia Manauta, Leonardo Castagnino, Eduardo Luis Duhalde, Hugo Chumbita, González Arzac, Oscar Denovi, Enrique Manson, Vergara Bertiche, Pablo Hernández, Roberto Surra, Marcelo Gullo, Muñoz Azpiri, García Pérez, Caro Figueroa, los recientemente fallecidos Ernesto Ríos y Enrique Oliva, son algunos de los declarados revisionistas actuales del campo nacional y popular, mayoritariamente peronistas, a los que vale agregar también a Felipe Pigna, Jorge Lanata, Daniel Balmaceda y a aquellos que se han ocupado de reescribir la historia más reciente como Ceferino Reato, Roberto Caballero, Marcelo Larraquy, Vicente Muleiro, María Seoane, Eduardo Anguita y otros. También cabe consignar a los revisionistas marxistas como Norberto Galasso.
Lo que unía y une a los revisionistas es lo que expresó Arturo Jauretche: “Véase entonces la importancia política del conocimiento de una historia auténtica; sin ella no es posible el conocimiento del presente y el desconocimiento del presente lleva implícita la imposibilidad de calcular el futuro, porque el hecho cotidiano es un complejo amasado con el barro de lo que fue y el fluido de lo que será, que no por difuso es inaccesible e inaprensible.”
Es que no puede construirse un futuro venturoso sobre la base de un pasado falsificado.