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jueves, 21 de diciembre de 2017

Rosas y "las relaciones pacíficas con los indios"

Por el Prof. Jbismarck
Las "relaciones pacíficas con los indios" fundamentalmente en la zona Arauco-pampeana-norpatagónica. Constituyó un complejo entramado de vínculos, alianzas y lealtades que sostuvo los vínculos diplomáticos entre el despliegue de dispositivos de poder estatales y las políticas de alianza con comunidades indígenas, tanto al interior como al exterior de la frontera bonaerense durante la primera mitad del siglo XIX.  Rosas se encargó de ofrecer beneficios en compensación por los auxilios prestados, sin que ello significara la total desaparición de dificultades en estos vínculos. Ahora bien, la política del Negocio Pacífico con los Indios se fue configurando a lo largo de los años en complejos entramados de autoridades que, en tanto política estatal, asumió la forma de un tejido en el cual los funcionarios se encargaban de subordinar y atender a los indios amigos. 
 
Se trata de una red que entrecruza figuras e instituciones gestadas durante las primeras décadas del siglo XIX e incluso otras heredadas de la época colonial, entre los que se pueden destacar comandantes, lenguaraces, oficiales de milicia, capataces, encargados de estancias, jueces de paz,comisarios, alcaldes y tenientes alcaldes.  La lealtad y la aceptación de las reglas del juego ante la subordinación al orden provincial fueron alcanzadas mediante diversas tácticas y estrategias que contribuyeron a su éxito, al darle unidad y legitimidad a la política del gobierno rosista. El establecimiento de vínculos personales con cada cacique, la construcción práctica y discursiva de vínculos parentales entre los indios amigos y la sociedad criolla, y el dominio parcial del territorio, fueron algunas de las claves con las que Rosas mantuvo el orden y el control de la frontera. “Rosas-padre” entregaba regalos, pero cuya retribución no se traducía en un equivalente del valor de lo otorgado, pues el aspecto material de la transacción era menos importante que el social. Si las raciones y regalos hicieron al Negocio Pacífico, solo fue así porque crearon vínculos. Detrás del complejo sistema de provisión de bienes y animales con el quealgunos pudieron beneficiarse más que otros, lo verdaderamente importante eran los lazos que se habían creado yque era menester reelaborar cotidianamente. El mantenimiento diario de estas relaciones se lograba gracias a la estructura de autoridades previamente señalada, verdaderos nudos informativos de la política indígena de Rosas, encargados de asegurar la recepción de las órdenes del gobernador, procurando que llegaran sin errores y fueran comprendidas. Del otro lado de la cadena, se debe poner en consideración la voluntad participativa de los “indios amigos”, caciques que permitieron el establecimiento de esta red pacífica.  Rosas intervino en la organización política nativa creando “caciques mayores”, en virtud de ciertas cualidades reconocidas en la comunidad, pero siempre funcionales a los intereses del gobierno provincial
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Los criterios de selección de caciques fue variando a lo largo de los gobiernos rosistas, aunque sin generar cambios en las bases indígenas: la aceptación, el consenso y la autoridad se mantuvieron en todo el período, en un plano de mediación siempre complejo y condicionado por las intervenciones provinciales.  En el mundo rural,el establecimiento del orden demandó la reorganización de instituciones de control y el despliegue del entramado de autoridades controladas desde la capital. En uno de los extremos de este tejido se hallaban los caciques, piezasimprescindibles para el proyecto del gobierno, que buscaba disciplinar las prácticas de los habitantes rurales, eliminando los robos de las estancias. Si los indígenas entendían el robo como un “daño” que requería una reparación, las autoridades provinciales lo asociaban a un delito que requería un castigo. Esta dinámica fue alterada por las políticas implementadas por Rosas, tendientes a modificar las concepciones tradicionales sobre el delito en la sociedad indígena, procurando reemplazar la idea de “daño” por la de “castigo”. En este contexto, la justicia rosista contaba con una dimensión invisible: la situación carcelaria y los espacios transitados, que se asemejaban a los de las guerras, pero con la diferencia de que los indígenas “enemigos” apresados no estaban en guerra con el gobierno. Así, los recorridos transitados por los prisioneros indígenas no distaban mucho de aquellosseguidos por los criollos destinados a la cárcel.  Los indios amigos participaban en la guerra, cuyo auxilio militar fue clave para enfrentar al“enemigo”. Se encuentran aquí las dinámicas prácticas y discursivas del gobierno rosista, en las que se demoniza a los indígenas enemigos y a los unitarios en tanto amenazan a la gran familia que cobijaba Rosas, los indios, los cristianos y los criollos que vivían como hermanos en la tierra provincial. En este marco, el establecimiento del esquema de reciprocidad con los caciques amigos fue la clave para defender la frontera, quienes lentamente fueron perdiendo laposibilidad de elegir con quien ir y contra quien pelear. Algunos cambios se fueron dando paulatinamente en cuanto a la forma de combate, las peleas autónomas y las adhesiones al gobierno. A lo largo de los años, comenzaron a jerarquizarse los roles de los caciques, utilizadas por éstos para aumentar su prestigio. El resto de los indios amigos fueron los que contribuyeron en la protección de la frontera a cambio de raciones, como en la primera década de gobierno rosista. En todo este proceso, la amenaza de que los líderes abandonaran las fuerzas criollas y se incorporaran tierra adentro difundiendo los saberes aprendidos entre los cristianos se mantuvo latente, y fue motivo de disputa. Las alteraciones al interior de la lógica indígena en las comunidades “amigas” provocadas por las políticas del gobierno de Rosas afectó en ámbitos disímiles, como el caso de las concepciones sobre las enfermedades, los males ylos gualichos. Las costumbres ancestrales de losindígenas de Pampa y Patagonia no concebían al tema de la muerte como algo natural, sino que se lo atribuía a un gualicho, así como el asesinato se entendida como un “daño grave” que requería ser vengado. Estas prácticas podían alterar la vigilancia y el control en las fronteras, en que los caciques amigos tenían un rol protagónico, y generaba resquemor en las autoridades porteñas. Tales cuestiones se veían agravadas en contextos de conflictividad bélica, producidas a lo largo de la década del treinta, que daba cuenta del clima de tensión presente en los territorios ocupados y de cuán inestable podía resultar la lealtad de los “indios amigos”. Para responder a estos conflictos, la política de Rosas se centraba en atribuirse la facultad de castigo en tanto cabeza de familia que trasmite sus propias enseñanzas a la comunidad. Así, según la autora, los caciques fueron abandonando paulatinamente la costumbre ancestral vinculada con la creencia de que nadie moría naturalmente y a la idea de daño cometido. En este contexto, otras problemáticas complejizaban el panorama: la epidemia de la viruela, que sumada a las guerras y las “venganzas” generó un marco de caída demográfica y dispersión. A pesar de los intentos de introducir la lógica medicinal criolla al interior de las comunidades, no se logró corroer a las costumbres indígenas. Rosas procuró tolerar estas situaciones,en las cuales la disciplina y el control se ponían en riesgo.  Finalmente, el epílogo intenta dar un cierre a las políticas sobre el problema del indio, que tras la batalla de Caseros comenzó a mostrar mayores fisuras, hasta 1855 cuando los “indios amigos” devinieron en enemigos y comenzaron a malonear los establecimientos rurales. Los conflictos que se abrieron entre Buenos Aires y la Confederación configuraron un marco de intranquilidad e inestabilidad que, aunque se fue intensificando a lo largo de los años, no era novedoso. En ese contexto, se pusieron en evidencia las contradicciones y los desacuerdos que giraban en torno a la política de Rosas con los indios, cuyas lealtades podían aparentar solidez y estabilidad, pero siempre fueron efímeras. Así, luego de veinte años, el Negocio Pacífico con los Indios comenzó a derrumbarse.

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