Rosas

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jueves, 30 de abril de 2020

Correspondencia entre Manuelita Rosas y Antonino Reyes: contra las infamias de la Historia Oficial

Por el Prof. Jbismarck
La casa de la familia Terrero - Rosas en el barrio de Hampstead (50, Belsize Park Gardens, London, N.W., dirección que lucía en letras rojas de relieve en el papel de carta que empleaba Manuelita) era una sólida construcción de tres pisos que no sabemos si sigue existiendo; la planta baja muestra en las fotografías un porche con escalinata a la izquierda y una "bow-window" a la derecha, mientras que cada uno de los pisos superiores parece revelar en su frente una habitación pequeña con una sola ventana y otra mayor con tres ventanas juntas. Ese era el reino casero desde donde "la duquesa", como la llamaba su padre, mantuvo fielmente su correspondencia con el otro exiliado en su casa montevideana de la calle Agraciada N° 45 (numeración antigua),Antonino Reyes.                            Manuelita Rosas sobre reclinatorio. 1877. Toma de W.E. Debenham, Londres. Colección Museo Histórico Cornelio Saavedra.
    En el diario "La Razón" de Montevideo (11 y 13 de agosto de 1892), el historiador argentino Mariano Pelliza publicó unos artículos en que repetía los infundios de José Rivera Indarte sobre las relaciones incestuosas entre Rosas y su hija. A ello se refiere Manuelita en carta a Reyes del 15 de noviembre: "mi honor tan infamemente calumniado".          Reyes contestó, por lo cual "el señor Pelliza juzgó prudente batirse en retirada, en una carta que el señor Reyes no ha querido publicar íntegra por exquisita hidalguía, dice "La Razón" ("Historicus" en "El Siglo" de Montevideo, 13 de enero de 1893). Pero en el mismo artículo el desconocido "Historicus" - que acaso fuera el joven Daniel Martínez Vigil -, aunque toma distancia en lo referente a la vida privada de Manuelita, insiste en atribuirle un rol político.   Tal fue el origen del desmedido de la hija del Restaurador en carta destinada a la publicidad y fechada el 16 de noviembre.                              Esta polémica, en la que echaron su cuarto a espadas "Martín de Chacabuco" en defensa de Reyes y de Rosas y un cierto Victorino José Cabral en contra ("La Razón" de 15 y 17 de enero de 1893, respectivamente), se cerró el 2 de febrero con la carta de Reyes que transcribimos a continuación CUESTION HISTORICA. 
Señor Director de LA RAZON.- Muy señor mío.- A causa de mis ocupaciones retardaba la contestación que me había propuesto dar a un señor "Históricus" que publicó un largo artículo en El Siglo del 13 del mes ppdo., en defensa de don Mariano Pelliza, a quien comuniqué yo por intermedio de La Razón una carta de la señora doña Manuela de Rozas de Terrero, negando su participación oficial en la despedida hecha al general don Manuel Oribe cuando marchó de Buenos Aires en expedición a las provincias del interior. Pronta ya mi respuesta, recibí una carta del doctor Saldías, opinión autorizadísima, que sintetiza nuestra idea. Por esta razón la echo al cesto de los papeles viejos, no crea el anónimo "Históricus" que por prudencia, sino porque no es mi ánimo entrar en aclaraciones respecto a su elucubración, sino sobre lo que el distinguido historiador don Mariano Pelliza tomó de los panfletos de Rivera Indarte.   La carta del doctor Saldías dice así: "Buenos Aires, Enero de 1893.- Señor don Antonino Reyes.- Distinguido señor y amigo.-......Entre los diarios que he recibido de Montevideo, he visto una rectificación muy larga y muy deshilachada de un señor "Historicus" y referente a la participación oficial que este señor se empeña en darle a doña Manuela de Rozas de Terrero en los actos del gobierno de Rozas. "Entre los comprobantes que aduce entran algunos párrafos de la antigua edición de mi libro sobre esa época. "Lo curioso es que la propia cita condena al Sr. "Historicus" porque allí se muestra como Rozas puso en ridículo la intentona de gobierno hereditario.  "Si condujera a algo yo le mostraría al Sr. "Historicus", cuya hilacha creo conocer, como no se puede ni se debe tomar truncos párrafos de un libro para pretender acreditar extremos históricos con espíritu preconcebido; es una mala acción, una ligereza, bien que a la larga comulguen con esos extremos los tontos de solemnidad. "Pero a nada conduce discutir historia nacional con el señor "Historicus" "Las cosas han de quedar en su lugar aunque él quiera tergiversarlas valiéndose de cartas que se contienen en "la Historia de las Repúblicas del Plata" y en la "Efemeridografía" que son sus autores favoritos. "Soy de opinión que los deje usted en paz en el consorcio híbrido con las preocupaciones estériles que ya no hacen camino" "Queda de usted affmo. amigo". - Adolfo Saldías. Hasta aquí la carta y repito, aceptando sus juiciosas indicaciones que dejo en paz al señor "Historicus". Saludo al señor Director.- Antonio (sic) Reyes. 
UNSAM - UNIVERSIDAD NACIONAL DE SAN MARTÍN
En 1895 otro amigo de la causa federal, el coronel Prudencio Arnold, recopilo y editó en Rosario varios artículos que Reyes había escrito para el periódico "El Argentino".   En respuesta a los "Apuntes de otro tiempo", de Vicente Fidel López, trata sobre las relaciones de Rosas con Facundo Quiroga y Estanislao López y la expedición del desierto, con una reivindicación global del gobierno del Restaurador y de quienes sirvieron bajo su mando. Mereció las felicitaciones de Manuelita (carta del 18 de julio de 1895): "la buena tunda que has dado a don Vicente con tus explícitos desmentidos". Como dice la hija de Rosas en una de sus cartas a Reyes, una íntima amistad los había "ligado desde nuestros primeros años". 
Hay una carta que se encuentra en el tomo 1854 del Museo Histórico Nacional de Montevideo  de Manuelita a su amiga Petrona Villegas, en copia mecanografiada remitida a Reyes Thévenet en 1926 por Carlos Ibarguren (que no la incluyó en el apéndice de su "Manuelita Rosas"). Esa carta está fechada en Southampton el 6 de julio de 1852, o sea antes de la boda de Manuelita con Máximo Terrero, que se efectuó el 22 de octubre. En hoja separada decía lo siguiente. "Reservado ¿Y Reyes? ¿Cree Ud. que piensa aún en mí? De veras: es la única persona que deseo saber si me quiere siempre, y cuya amistad sentiré muy de veras perder. Dígame Ud. algo de ese amigo mío tan querido en mi época pasada, y jamás olvidado en mi futuro. Por Máximo supe algo de él, pues fue el primer hombre por quien le pregunté. Después nada he sabido, y aunque no dudo de sus buenos sentimientos hacia mí, quiero tener la certitud.   Dirigiéndose a la misma corresponsal el 3 de noviembre le encarga: "Si lo ves salúdalo con un abrazo por mí, y asegúrale mi constante amistad". De aquí cabe deducir que las primeras cartas entre ambos cruzaron el océano en fechas posteriores, e indudablemente por iniciativa directa o indirecta de Manuelita. 
De su matrimonio con Máximo Terrero, Manuelita tuvo dos hijos nacidos en Londres: Manuel Máximo Juan Nepomuceno (20/ V/1856), casado con Janie Thompson, de nacionalidad inglesa, y Rodrigo Tomás (22/IX/1858), que contrajo enlace con Ina Michalovsky, de origen ruso (su madre murió en ese país y una hermana vivía en Dresden, Alemania). De esta pareja nació el 17 de agosto de 1890 la primera nieta de Manuelita, Vera Manuela Helena Terrero.  Una presencia muy destacada en este epistolario es la de Agustina de Rozas de Mansilla, hermana del Restaurador y viuda del general Lucio Mansilla (1792-1871); nacida en 1816, era apenas un año mayor que su sobrina Manuelita, que siempre la nombra con el apodo de "Tinita". En lo que se refiere a Antonino Reyes, hacía ya años había perdido a su esposa Carmen Olivera
Prácticamente en todas las cartas dirigidas por la hija de don Juan Manuel a su amigo Reyes aparece, a veces extensamente,  el ilustre historiador Adolfo Saldías; los datos de que ellas surgen acerca de las fuentes de la Historia de la Confederación Argentina son de positivo interés. Lo mismo ocurre con el fidelísimo subordinado de Rosas coronel Prudencio Arnold, a quien ha devuelto notoriedad la reedición de su obra "Un soldado argentino" realizada por EUDEBA en 1970. La correspondencia directa de Manuelita con Saldías y Arnold parece haber sido copiosa; no así con "Don Pedrito", a quien permanentemente enviaba sus recuerdos. Se trata de Pedro Regalado Rodríguez (1818-1903), que fue secretario de despacho de Rosas entre el 12 de setiembre de 1835 y el 3 de febrero de 1852. Estaba junto a Rosas, Manuelita y la amiga de ésta Telésfora Sánchez el 28 de marzo de 1841, cuando a todos pudo costarles la vida la apertura de la famosa "máquina infernal" enviada por los unitarios al Restaurador. Pedro Rodríguez, que durante el juicio contra Reyes testimonió en su defensa, había quedado ciego en 1870.

bibliografía:  Manuela Rosas y Antonino Reyes: olvidado epistolario

Antonino Reyes (1813-1897)

Por el Profesor Jbismarck
Nació en Buenos Aires en 1813.  Empleado en la Inspección de Campaña acompañó a Juan Manuel de Rosas en su famosa expedición al desierto, figurando como “ciudadano” en la Plana Mayor de la “División Izquierda”.   Posteriormente estuvo  bajo el mando del Dr. Manuel Vicente Maza y seguidamente con los después coroneles Garretón y Pedro Rosas y Belgrano.  
Se cree que fue el escribiente de la “Carta de la Hacienda de Figueroa”, dirigida al Brigadier General Juan Facundo Quiroga y que resumía las ideas del Restaurador respecto de la organización política de país.    En mayo de 1836 fue incorporado a la Secretaría de S. E. el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, revistando en la Plana Mayor de Edecanes, en la que figuró hasta la batalla de Caseros.   
 El 16 de noviembre de 1838 le fue conferido el grado de sargento mayor de caballería de línea.  Desde 1840 fue Jefe de la Secretaría establecida en el campamento de Santos Lugares, pero conservando la calidad de edecán de Juan Manuel de Rosas; causa ésta por la cual el último se dirigía directamente a Reyes para dar órdenes, que éste las transmitía al Jefe del campamento, que era el general Agustín de Pinedo en su carácter de Inspector y Comandante General de Armas.   El 3 de marzo de 1840 fue nombrado Juez de Paz de San Fernando.  
 
Durante el gobierno de Rosas, el territorio de los Santos Lugares fue asiento de varias dependencias de su administración: el Cuartel General y Arsenal, que llegó a contar con 5.000 hombres, la cárcel de La Crujía, donde entre otros fueron fusilados Camila O´Gorman y el padre Uladislao Gutiérrez,  y la Secretaría General,  establecida en Santos Lugares desde 1840.; desde allí y de acuerdo a las circunstancias imperantes, salían para los distintos frentes de batalla que se libraban. Desde Santos Lugares partieron, por ejemplo, los ‘Patricios’ de Buenos Aires el 31 de octubre de 1845 con rumbo a Vuelta de Obligado, para defender la soberanía nacional contra los anglo-franceses.A Don Antonino Reyes, que poseía una chacra en Santos Lugares, fue, con el cargo de Sargento Mayor de Caballería, Jefe de la Secretaría y Despacho en el Cuartel General de Santos Lugares, con amplias facultades. Tanto es así que se señala en un escrito del 3-11-1843 que “en sus funciones representa a la persona misma de S. E. (el General Rosas) en su ausencia, en cuya virtud las órdenes que comunicase por disposición de S. E. deben ser tan respetadas y cumplidas como si S.E. las diera en persona o bajo su firma”.
 Reyes acompañó a Rosas en la noche del 2 de febrero, cuando personalmente revistó la ubicación de sus tropas.  Asistió a la traición de Caseros combatiendo con decisión, y pronunciada la derrota, debió retirarse del lugar de la batalla.  Fue Reyes el hombre en el cual Rosas depositó su mayor confianza, y aquél le mantuvo su lealtad hasta el último instante de su gobierno.
Tiene un breve exilio en Montevideo de donde regresa para tomar parte en la rebelión del coronel Hilario Lagos en diciembre de 1852.  Posteriormente fue detenido en Luján y procesado como “criminal famoso” por su actuación en Santos Lugares. Las innumerables irregularidades de forma y de fondo en el proceso concluyeron en su condena a muerte en mayo de 1854. Nada se encontraba en el sumario que autorizase la acusación y los procedimientos irregulares que se seguían; y sin embargo, en aquella época de “garantías y libertades” que reemplazaba la “tiranía” de Rosas, los miembros del gobierno, los jueces y otros funcionarios, acompañados por la prensa, querían a todo tranco infamar y fusilar a un hombre, sin encontrarle culpa. 
 
Un mes más tarde Reyes logra fugar de prisión auxiliado por varios oficiales y soldados de su custodia que habían sido subordinados suyos y conservaban de él el mejor recuerdo. Con su familia se expatrió definitivamente en Montevideo. En junio de 1855, la Cámara de Justicia de Buenos Aires absuelve a Reyes declarando su inocencia y desembargando sus bienes.
Falleció en Montevideo el 6 de febrero de 1897.
Fue un hombre honesto, patriota, fiel a sus convicciones y sobre todo leal.

sábado, 18 de abril de 2020

Repatriación de los restos del Restaurador y Reivindicación Histórica

por Gonzalo V. Montoro Gil 
Contaba mi abuela Malvina Raquel, “Cota” (tataranieta de J.M, bisnieta de J. Bautista y nieta de J.M. León) que su padre, Rodolfo Molina Salas, tenía PROHIBIDO EN LA FAMILIA HABLAR DE J.M. de ROSAS, NI SIQUIERA PODIAN NOMBRARLO En la propia casa, y en honor a la verdad, continuaba diciendo mi abuela, no se hablaba ni a favor ni en contra de J.M. Su vida y obra era un tema tabú que no se tocaba. Esto me fue confirmado por mis familiares mayores: en nuestros hogares no se hablaba de J.M, en ese sentido reinaba un silencio absoluto.  Seguramente la familia debe haberse debatido en una contradicción afectiva y cultural. Por un lado, como descendientes directos del Restaurador sentirían cierto grado de afecto, pero, por otro lado, la educación recibida desde el ingreso escolar les inculcaba una mirada negativa. Su nombre era sinónimo de “tirano” y y su régimen se calificaba como una feroz “dictadura“, dando a entender con tal término que su gobierno era ilegal. Evidentemente no se conocía lo que significan los términos “tiranía” y “dictadura“.  El tirano, es una persona que es un intruso en el ejercicio del gobierno y que no ordena al bien común la multitud que le está sometida sino al bien privado de él mismo” (Santo Tomas de Aquino).
Quedó ratificado en los hechos y no sólo en las palabras, que J.M. de Rosas no ha sido tirano. Accedió al gobierno luego de haberse negado a ello en más de una oportunidad, y finalmente lo hizo ante el ruego de la gente de todo el país. Es dable destacar que, durante su gestión, las finanzas públicas fueron tan ordenadas, que hubo superávit en su último año de gobierno. Algo inédito en nuestra historia, como lo aceptan, aun a disgusto, sus propios enemigos.  La “dictadura” , la “tiranía” de Rosas fue elegida por la Legislatura antes de ser nombrado Gobernador y ratificada por un plebiscito los días 26, 27 y 28 de Marzo de 1835, cuyo resultado fue contundente: 9.324 votos y solo hubo 4 en contra, algo que fue reconocido hasta por el propio Sarmiento (“No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar al plebiscito del 26, 27 y 28 de marzo de 1835 en Buenos Aires por el cual la ciudadanía se pronunció en concederle la Suma del Poder Público a Rosas” ).  Yo mismo, como autor de este trabajo, para comprender y conocer la historia, debí transitar la época de Rosas con mis propias ideas y recursos investigativos, lo que supuso luchar contra un ambiente cultural y social algo adverso en algún sentido.
Volviendo a los relatos familiares, contaba mi tía abuela María (“Mima“) que una vez, siendo ella muy pequeña, le preguntó a su abuelo J.M. León, si J.M. había sido un tirano, y éste le contestó con ternura “El tiempo lo dirá, m’hija…el tiempo lo dirá”.  Esta anécdota nos demuestra indirectamente que en la sociedad de entonces estaba incorporada férrea y dogmáticamente en el imaginario social la creencia que Rosas era un tirano. Con seguridad, esos términos los habría oído la entonces niña María, y de allí surgió la necesidad de consultar a su abuelo.  Podemos afirmar que el tiempo respondió a la pregunta que ‘Mima’ le hizo a su abuelo J. M. León. La figura del Restaurador fue reivindicada y cuando sus restos fueron repatriados desde Inglaterra, se les brindó una espontánea recepción nunca antes –ni después- vista. En Rosario, primero, el 30 de septiembre y luego en Buenos Aires, el 1 de octubre de 1989. Acompañada por sus hijos, “Mima“, ya con 86 años, siendo la mayor descendiente en ese momento, pudo ser testigo, gracias a Dios, de este acontecimiento histórico. Presenció la repatriación y el amor desbordante del pueblo que festejaba en las calles, en los balcones, en las plazas, con unción el regreso con honra del que consideraban su padre.  No tengo presente que el pueblo se haya manifestado con tanto entusiasmo (en realidad con ningún entusiasmo) por figuras como Mitre, Sarmiento, Urquiza o Roca a quienes se les han erigido muchos monumentos en su honor. A pesar de intentar dar una imagen falsa sobre J.M. y su gobierno durante años y años; a pesar de bombardear culturalmente a través de libros, diarios y textos escolares denostando la figura del Restaurador de las Leyes, no pudieron apagar el amor de su pueblo por él. Amor dormido que, como un volcán, subió a la superficie con la repatriación de sus restos. Para el pueblo, quien volvía no era un cadáver en un ataúd, era la personificación viva de Don J.M. de Rosas.   Podemos afirmar que la presión por parte de los unitarios con su intento de “lavar” (sic) la cabeza de los argentinos durante décadas inculcando el odio a J.M. hasta en nuestros días, han sido en vano. Pretendieron borrar de nuestra historia sus actos heroicos y hasta su nombre, pero como puede verse, la verdad finalmente salió a la luz.  Todo el pueblo, a pesar de la educación falseada de la historia con que lo martirizaron desde el 3 de febrero de 1852 (a las 15 horas), llevó siempre internamente en su alma una cintilla punzó.  Esto puede graficarse con la anécdota de un político y escritor inglés quien comentaba que muchísimos años después de Caseros, había oído a los gauchos en la frontera de Bahía Blanca y en otros lugares del interior entrar a las pulperías, clavar su facón en el mostrador, beber aguardiente o caña y luego de mirar al gringo de reojo y en modo desafiante gritar ¡¡VIVA ROSAS!! (R.B. Cunningham Graham “El Río de La Plata”-editorial Wertheimer, Lea y Cía., Londres 1914 -pag.5).
Esto también ha sido vislumbrado por Manuel Gálvez: “Don Juan Manuel de Rosas no ha muerto. Vive en el espíritu del pueblo, al que apasiona con su alma gaucha, su obra por los pobres, su defensa de nuestra independencia, la honradez ejemplar de su gobierno y el saber que es una de las más fuertes expresiones de la argentinidad.” (Manuel Gálvez).
También fue reivindicado por Ernesto Quesada, que había sido educado en el odio a Rosas por su padre el “antirrosista” Vicente Quesada y quien cuando era ministro de Buenos Aires en 1877 fue promotor de declarar a J.M. “reo de lesa patria“.
Ernesto conoció a Rosas en Inglaterra cuando lo visitó junto a su padre –Vicente- siendo un niño. En esa oportunidad tomó nota escrita de las conversaciones entre ambos (Vicente y J.M.) Ya de adulto las recuerda, y vistas a la distancia con el correr de los años, le permitieron tomar conciencia de la real dimensión de la figura del Restaurador y su importancia política.  Podemos dar algunas precisiones poco conocidas respecto al momento en que la historia finalmente le hizo justicia a Rosas, es decir cuando se realizó la repatriación de sus restos.  Los trámites a tales fines comenzaron muchos años antes de que ese acontecimiento histórico se concretara.Los restos de J.M. salieron de Inglaterra, pasaron por París para llegar finalmente a nuestro país el 30 de septiembre de 1989 a la ciudad de Rosario. Antes de partir del lugar de su exilio, se tomaron fotos de su residencia en Southampton: Rockstone House que se encontraba en un barrio bastante elegante llamado ‘Carlton Crescent’.
Carlos Ortiz de Rozas se ocupó tanto de restaurar y cuidar la bóveda en Inglaterra como de mantener el Mausoleo en el cementerio de la Recoleta en Buenos Aires.  Finalmente, llega el día en que el cuerpo del Ilustre Restaurador de las Leyes, Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, regresa con todos los honores primero a Rosario y luego a Buenos Aires. La vida puso las cosas en su lugar:
J.M. no quiso ser enterrado en su patria HASTA que se reconociera –ya que en vida no pudo obtenerlo- “…la justicia debida a mis servicios. Entonces será enviado a ella previo permiso de su Gobierno y colocado en una sepultura moderada, sin lujo ni aparato alguno, pero sólida, segura y decente” (testamento del 22 de Abril de 1876).  
Llegará el día en que desapareciendo las sombras sólo queden las verdades, que no dejarán de conocerse por más que quieran ocultarse entre el torrente oscuro de las injusticias.” (Juan Manuel de Rosas. 1857).
Los restos mortales de Don Juan Manuel tuvieron que aguardar hasta 1989 para que pudieran descansar en la tierra que lo vio nacer, cumpliéndose así su última voluntad.   Rosas recuperó su honor y su lugar en nuestra historia: descansa en nuestra tierra, bendecido por su pueblo. Tiene sus monumentos, y su nombre está en sus calles, sus edificios y escuelas, sus barrios…
Ese merecido recibimiento que no pudo ser hecho en vida, fue concretado después de muerto. La nación, el pueblo interiormente y con plena consciencia nunca lo olvidó, a pesar de los esfuerzos de aquellos miopes que intentaron en vano que así lo hicieran.
Al recuperar la faz humana de J.M., con sus fortalezas y debilidades, lo enaltecemos. Recordemos que, en aquellos tiempos del destierro, tuvo que sobreponerse ante muchas adversidades prácticamente solo, sosteniendo sobre su alma el dolor de haber dado tanto por su nación. ¿Qué le devolvió ésta en pago? El rechazo y desprecio de las clases políticas desde su caída, pero no el de su pueblo, que con silencio resignado lo guardó en su corazón y su mente, y transmitió dichos sentimientos a sus descendientes, hecho que posibilitó que hoy día El Restaurador sea fielmente reivindicado por los herederos de aquellos.
Recordemos la idea expuesta al respecto por el músico y escritor argentino contemporáneo Litto Nebbia, en una de sus obras: “Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia: la verdadera historia, quien quiera oír que oiga.”
Hoy los restos de Rosas descansan en paz y tal como lo quiso, con el reconocimiento de su pueblo. Se encuentran en la cripta familiar del Cementerio de la Recoleta, según consta en el certificado de titularidad.

extraido de "Revisionistas"

viernes, 17 de abril de 2020

Rosas frente al Imperio Francés y sus aliados Santa Cruz y Fructuoso Rivera

Por Julio Irazusta
Con motivo de las incesantes intrigas del gobierno boliviano para anarquizar el norte argentino y favorecer a los unitarios separatistas partidarios de anexar la región a la Confederación Peruano-Boliviana creada por el general Santa Cruz, el Restaurador, Encargado de las Relaciones Exteriores decidió aprovechar la ocasión que le ofrecía un conflicto chileno-peruano-boliviano para cortar el peligro de una nueva desmembración. Firmó una alianza con el gobierno trasandino y le declaró la guerra a Santa Cruz en magnifico manifiesto que enrostraba al caudillo del Altiplano su tardía incorporación a la causa de la independencia americana y la violación de los principios del derecho público establecido por los libertadores. 
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En la oportunidad, pasó una circular a las provincias diciendo a sus colegas que si ya tenía por su encargo las facultades necesidades para declarar la guerra y hacer la paz, convenía que ellos le refirmaran la delegación de poderes, para hacer patente ante el mundo la unidad argentina consolidada definitivamente al cabo de tanto desorden institucional. Y su pedido fue satisfecho por todos los gobiernos provinciales. 
Entonces fue cuando asumió otra función de la soberanía nacional, al dictar un decreto prohibiendo la exportación del oro y la plata, facultad que hasta entonces había ejercido en su jurisdicción provincial, pero que en adelante se incorporaba al Encargo de las Relaciones Exteriores. Y más adelante, en respuesta a una mediación ofrecida por la Gran Bretaña, que como Francia apoyaba al caudillo boliviano (por su condescendencia con los capitales europeos) estableció una doctrina argentina de derecho internacional, admirablemente expresada por su redactor, el general Guido, según la cual pugnaría con el buen sentido que la renuncia hecha en 1824 a una parte opulenta del territorio patrio fuese a engrosar el poderío de un ambicioso cuyas usurpaciones podían alterar el equilibrio del continente.
La guerra entre la Confederación Peruano- Boliviana y la Argentina y Chile, ofreció a los europeos una ocasión dorada para el cumplimiento de sus designios sobre la América Hispana. Los desafueros cometidos por los agentes de todo el cuerpo diplomático contra los Estados de la América Austral a favor de Santa Cruz fueron enormes e hicieron todo lo posible para estorbar la acción chileno-argentina. Uno de ellos llegó a acusar a los soldados chilenos de asesinos y ladrones. 
Las escuadras europeas estaban al servicio de las fuerzas de Santa Cruz como si le obedecieran legalmente. Así le pagaban todas las concesiones que el Protector de Bolivia concedía a los capitalistas extranjeros y el increíble vasallaje con que el triste personaje negó a sus hermanas de América la cláusula de la nación más favorecida mientras, beneficiaba al comercio europeo con la exclusividad de ese derecho
Fue asimismo entonces cuando Inglaterra propuso a la Argentina negociar sobre la trata de negros:  Inglaterra sufría las consecuencias de la revolución industrial, creadora de la desocupación y el empobrecimiento de las clases obreras, según lo expuso Federico Engels en un libro publicado en 1844 sobre la situación social de las islas británicas en aquel año, enjuiciamiento confirmado por Carlyle cuando escribió: “A mi ver, rara vez se mostró bajo el sol un país en estado más lamentable que el nuestro en la actualidad. Me parece que estamos cerca de la anarquía, de cosas sin nombre…”. Movido por ese horror, redactó su obra Pasado y presente, en la que comentó los asilos de pobres, en donde se albergaban millones de seres humanos, prisiones: según el autor donde se desarrollaban “escenas de amargura, abandono y desolación, tales como seguramente nunca vio el sol en las más bárbaras regiones del orbe”. Como la ley de pobres se votó cuando se limitaba la trata de negros, Chesterton dijo, en su libro sobre Cobbett, que se libertaba a los negros mientras se encarcelaba a los blancos. Por eso desplegaba Inglaterra una acción expansionista que le dio un imperio colosal, que vimos desaparecer en nuestro tiempo.
La situación era más acuciante para Francia. Al mismo fenómeno social, aunque en menor escala, debíase sumar un belicismo reprimido desde la derrota de Napoleón l.
La opinión ilustrada quería una guerra en Europa. El rey Luis Felipe –“el Napoleón de la paz” lo llamó Heine– no deseaba, en el aislamiento de sus primeros años de reinado, alarmar a Europa con bravatas para evitar que se coaligara de nuevo ante la recuperación francesa, lograda por Borbones y Orleáns en las dos décadas transcurridas desde 1815.  Luis Felipe era demasiado listo para no comprender que aquel belicismo de los súbditos haría explosión en el interior si no se le daba alguna válvula de escape en una acción hacia ultramar. Distrajo a la opinión europea con la promesa de expediciones de conquista en tierras lejanas. Mignet, historiador y vocero oficioso de esa política, decía que para afianzar el establecimiento de los franceses “en la costa opuesta del Atlántico” y su “inmenso desarrollo útil para nuestros intereses y ventajoso a la vez para nuestra gloria”, convendría “una ostentación más frecuente de nuestras fuerzas navales que nos eximirá en muchos casos de tener que emprender una acción efectiva”.   Añadía creer que Hispanoamérica era civilizable, pese al retroceso de esos “gauchos que viven a caballo y sin camisa, hijos degenerados de los héroes de la conquista española, que casi ya no tienen de cristianos sino el nombre y de hombres, la forma únicamente”; para esa regeneración, nuestro continente necesitaba “una continua infusión de las luces y de la actividad de la vieja Europa”, que Francia se prestaba generosamente a procuramos. Por las buenas, si nos allanábamos a sus menores exigencias, o a cañonazos, si tomábamos en serio la independencia que los europeos nos habían reconocido.
Con instrucciones escritas en tal sentido llegó a Buenos Aires Aimé Roger, sucesor como cónsul de Vins de Payssac, en momentos en que el dictador Rosas se hallaba rodeado de dificultades: guerra con Bolivia, rozamientos con Brasil, divergencias entre los aliados contra Santa Cruz, sorda disconformidad de los constitucionales del partido federal contra el Encargado de las Relaciones Exteriores por su política dilatoria de una convocatoria a constituyente.  En su protesta reclama por el juicio seguido a algunos compatriotas por la justicia bonaerense, con la evidente pretensión de sustraerlos a su fuero y llevarlos a tales efectos al consulado francés. El propio Vicente Fidel López, nada sospechoso de parcialidad hacia el régimen dictatorial, dice que ninguno de los casos por los que reclamaba Roger era defendible.
La respuesta argentina no sólo rechazaba esas pretensiones, sino que se negaba, además, a tratar una cuestión diplomática con un simple agente consular, no facultado especialmente por su gobierno para tal negociación. Roger, frente a la negativa, recurrió al almirante Leblanc, jefe de la estación naval en el Atlántico sur, quien no tardó en apoyar esas demandas con medidas de fuerza. El éxito debió parecerle aún más fácil debido a las gestiones del cónsul inglés MandevilIe, quien hizo lo posible para que Rosas cediera a las exigencias de Roger. El bloqueo del puerto de Buenos Aires y de todo el litoral argentino fue decretado el 28 de marzo de 1838. Sin ceder un ápice en su posición, el caudillo aceptó entablar correspondencia con Leblanc. En una de las numerosas cartas que Rosas escribió a Berón de Astrada para retenerlo al borde del abismo, decía: “Ya debe usted reconocer la firme resolución en que estoy de no retrogradar una sola línea de lo que ya se ha visto en mi correspondencia. Más fácil será que perezca, que suscribir a la ignominia y baldón que recibiría nuestra cara Patria después de tan heroicos esfuerzos en la honrosa lucha de nuestra independencia”. Y se manifiesta encantado de que el cónsul y el almirante franceses le den al país la ocasión “de inmortalizar el nombre argentino”.
Así ocurrió y la Argentina demostró su fuerza durante la larga década siguiente de conflicto con las potencias marítimas. Para hacer pie en el Plata y tener un punto desde el cual continuar el bloqueo (según lo confesó más tarde Thiers en el parlamento francés), los agresores hostilizaron al presidente uruguayo Oribe y, en combinación con el rebelde Rivera, lo derrocaron para sustituirlo por el aventurero que después de figurar en las filas de los libertadores de su país, no le molestó en lo más mínimo sentarse en el senado imperial brasilero y recibir de Pedro I el título de barón de Tacuarembó. Desde ese cuartel general en Montevideo, tramaron en el litoral y en el interior de la Argentina una vasta sublevación que levantó a medio país. Cullen, ministro de Estanislao López y pariente político de la esposa del caudillo, se hizo dar por su jefe una misión en Buenos Aires, en la que trató con los bloqueadores, pasando por encima del Encargado de las Relaciones Exteriores. Que sobrepasó sus instrucciones quedó hace poco probado por una investigación de Guillermo Saraví, de la que resulta que el caudillo santafesino, pese a lo que lo preocupaba el conflicto franco-argentino, nunca pensó separar la Causa de su provincia de la causa nacional, representada por Rosas.
Historia Argentina - Período de Juan Manuel de Rosas - 2º ...
En suma, la intromisión francesa, que en un comienzo alarmó a todos los emigrados en el Uruguay -Lavalle y los hermanos Juan Cruz y Florencio Varela, entre otros-, los arrastró a todos. Para anarquizar a la Confederación, contaban con una carta de triunfo: un tratado uruguayo-correntino por el cual Berón de Astrada, gobernador de Corrientes, se comprometió a pronunciarse contra Rosas en cuanto Rivera le declarase la guerra a la Confederación Argentina. Y así, a poco de instalado Rivera en su presidencia usurpada, decreta aquella declaración que precipitará al correntino a la lucha que le resultó fatal. Entretanto, Rosas había reconocido a Oribe como presidente legal del Uruguay, no sólo como protesta al atentado al derecho internacional, sino por lo que él afectaba los intereses de la Confederación. Berón de Astrada es derrotado por Echagüe, gobernador de Entre Ríos, en Pago Largo y muere peleando el 31 de marzo de 1839. Cullen, entregado por Ibarra, es fusilado en junio siguiente, después de una fugaz gobernación en Santa Fe, a la muerte de López.
En el ínterin, Santa Cruz había sido derrotado a principios de 1839. Pero la noticia no llegó a la capital argentina sino hacia la misma época de Pago Largo. La derrota del protector boliviano en Yungay y la de los correntinos en Pago Largo afianzaron la posición de Rosas, aunque sus enemigos en el Norte incubaban otra liga, a raíz del asesinato de Heredia, gobernador de Tucumán y de la instalación en esa provincia y en Salta de gobiernos que trataron con Bolivia, dejando de lado al Encargado de las Relaciones Exteriores.
 Por su parte Lavalle desconcierta a los conspiradores porteños y a los conjurados del sur de Buenos Aires, pues, vacilante, opta por embarcarse con la escuadra francesa e intentar una campaña en Entre Ríos. Esa diversión mesopotámica de Lavalle resultó fatal para el coronel Maza (del círculo íntimo del dictador) descubierto y ejecutado el 28 de junio de 1839, mientras su padre era asesinado; y para los estancieros del sur, derrotados el 7 de noviembre siguiente en Chascomús. Lavalle es obligado, después de Sauce Grande, a partir hacia Buenos Aires, y desembarcado por los franceses en San Pedro. Este acto de la nueva escuadra francesa cuyos objetivos podían considerarse hostiles, crea una situación que pudo ser la más crítica para Rosas; el caudillo exclama al enterarse de la entrada de Lavalle: “el hombre se nos viene y lo peor es que se nos viene sin que podamos detenerlo”, pero no se amilana. Organiza la resistencia, apelando a medidas extremas. Es entonces que se desencadena el “terror”, el que según Manuel Gálvez no cobró más de veinte víctimas, pero que para sus detractores sirvió de base a una leyenda roja, sobre una tiranía sanguinaria que habría durado tres lustros largos por mero impulso de locura homicida en el gobernante, tolerada por un pueblo salvaje.
Historia Argentina - Unitarios y Federales - Gobernacion de ...
Ante la sorpresa de los unitarios de adentro y de afuera, Lavalle se había retirado a Santa Fe un mes antes de estos sucesos. Tal vez dudó del éxito, ante el descabezamiento de las conspiraciones que lo aguardaban el año anterior, o tal vez abrigaba el propósito de unir sus fuerzas con las de la Liga del Norte, que ya para entonces habían llegado hasta Córdoba. Días más tarde, el almirante Mackau, que mandaba la escuadra recién llegada al Plata, traía poderes para tratar diplomáticamente el asunto promovido por Roger y Leblanc, que no los tenían. El 19 de octubre se firmaba con nuestro ministro Arana el tratado que lleva su nombre y el de Mackau, ministros contratantes. Ambos cedían parte de sus pretensiones. El francés lograba compensaciones económicas y la cláusula de la nación más favorecida, antes negada, pero abandonaba la pretensión de un fuero especial para sus compatriotas, residentes o transeúntes. El argentino cedía en tales puntos, pero retaceaba la concesión más importante, logrando que la citada cláusula no se extendiera a las ventajas que el gobierno argentino otorgara a algunos o a todos los países hermanos de América. Por lo demás, en términos generales, las ventajas que se concedían ambas naciones para el futuro eran de reciprocidad perfecta. Un historiador norteamericano nada favorable al caudillo comenta: “Aunque Mackau estaba entusiasmado con su obra, es perfectamente evidente que el arreglo fue una victoria de Rosas. El gobernador había desafiado durante más de dos años a una potencia europea y hecho la paz voluntariamente en términos considerablemente menos desfavorables que las exigencias originales de Roger” Por otra parte, sus enemigos locales quedaban desacreditados por su alianza con el extranjero y “él en libertad de acción para determinar hasta qué punto intervendría en el Uruguay. El art. 6º sugería una intención definida por su parte de atraer a aquel Estado a una relación política más o menos directa con la República Argentina. Era algo más: el derecho a esbozar una especie de Zollverein de la América Austral. La paz con Francia no puso término a la guerra civil desencadenada por la intervención de ese país, ya que no resultó más que una tregua. 
Lavalle fue derrotado en Quebracho Herrado antes de reunirse con sus correligionarios del interior y los unitarios no pudieron sostenerse en Córdoba; desencontrados los jefes, se retiraron, los unos hacia el oeste y los otros hacia el norte. Los primeros, dirigidos por Lamadrid, fueron perseguidos por Pacheco y los segundos, comandados por Lavalle, lo fueron por Oribe, el que, como aliado de la Argentina, fue designado por Rosas general en jefe interino del ejército unido de vanguardia. Ambos jefes unitarios fueron derrotados a fines de 1841, en las batallas de Rodeo del Medio y de Famaillá, respectivamente. 

miércoles, 15 de abril de 2020

Documentos sobre el Restaurador

Por Gonzalo V. Montoro Gil
-DOCUMENTACIÓN ENCONTRADA EN LA ACTUALIDAD- LUGAR DONDE SE ENCUENTRA-
En estos últimos años se ha conocido fehacientemente que Rosas tenía en el exilio un enorme archivo con documentación que había tenido la precaución de llevarse a Inglaterra. Incluía tanto documentos personales propios y de Encarnación Ezcurra y su familia, como otros relativos a su gestión de gobierno.
Parte de dicha documentación había quedado en Buenos Aires. Existe una carta manuscrita de Máximo Terrero que explica el derrotero la misma.
Según consta en la esquela, en el año 1857 el Gobierno del Escribano Victorino Cabral retiró todos los expedientes, sin conocerse su localización hasta 1883 cuando llegaron sin saber cómo a manos de Terrero, quien los conservó en su propia oficina.  En 1881, Manuelita le envió una parte de la documentación que estaba en Inglaterra a Adolfo Saldías, que se la había solicitado para su enjundiosa obra sobre la Confederación Argentina.
Ese material incluía no solo la documentación original producida en las épocas en que Rosas estaba en el país, sino también la que se acumuló durante los 25 años del exilio (cartas, órdenes políticas y de manejo administrativo de sus propiedades, los títulos que acreditan la propiedad de J.M. de sus bienes y sobre todo del predio de Palermo, que le había sido entregado por el Virrey Liniers. Propiedades que fueron confiscadas vilmente por el Estado Gobernado por el Odio de Mitre, Avellaneda, Sarmiento... a lo largo de los años.
Cuando murió Manuelita, su marido Máximo Terrero remitió a Saldías todos los baúles, que contenían 20 cajas con los documentos faltantes del Archivo de J.M.   Posteriormente, toda la documentación quedó en manos de J. M. León Ortiz de Rozas, nieto de Rosas.   Al fallecer J. M. León, todo recayó en sus hijos: primero en Ricardo Ortiz de Rozas; luego en Sara Ortiz de Rozas (casada con Alejandro Cesar Fernández Sáenz). Después, llegó a manos de la hija mayor de ésta, Ana Rosa Fernández Sáenz de Abriani y posteriormente a sus descendientes Alejandro Fernández Sáenz Ortiz de Rozas y Arturo Abriani.
Todos ellos vivieron en departamentos ubicados en el edificio de la calle Juncal 2100/70 en la ciudad de Buenos Aires

Entre los años 2000 y 2002 al conocerse donde se encontraba toda esa voluminosa documentación, tomó intervención una comisión ad-hoc presidida por el Gral. Oscar R. Chinni, que procedió a evaluarla y contabilizarla. Asimismo, sugirió dónde entregar todo, sin tener en cuenta que se trataba de documentación privada y no pública.    Entre otros documentos, allí se encuentran, tal como se adelantó, el testamento de Encarnación Ezcurra, cartas públicas y privadas de J.M. de Rosas y de su familia, detalles precisos de la rendición de cuentas durante su gestión de gobierno, entre otros escritos personales.
La familia Abriani, sin autorización del resto de los herederos de Rosas, procedieron a fin del año 2016 a donar inconsultamente a la Academia Nacional de Historia, todo el material en cuestión. De este modo, se perdió irremediablemente la posibilidad de hacer visible, en forma documentada, los derechos y los actos de J.M. tanto en el país como en el exilio.
Otro elemento que influyó en contra de la exposición al público de ese gigantesco material, por calidad y volumen, y de altísimo valor histórico, fue la postura contraria a la persona y la actuación de Rosas y la Confederación, que siempre ha mantenido la Academia.
Ese error o desinterés por parte de los Abriani al elegir esa institución como depositaria, ha imposibilitado ver o estudiar los documentos tanto antes como después de su entrega. Situación que sigue vigente actualmente en el año 2018.
La citada Academia ha informado en Julio de 2019 que hasta que no se “pongan en orden” (sic) todos esos documentos, el público-ni siquiera su familia- podrá acceder a su lectura y estudio. Culminada la organización y ordenamiento del material, no habría inconvenientes para exponerlos.
Con el tiempo se sabrá si esto es verdad….
“Y LA HISTORIA JUZGÓ”…(G.V.M.G.) 
Si la historia es la que juzga
pues que juzgue como es debido:
quienes nos inculcaron
el renegar de nuestro hispanismo
y quien elevó ese valor íntimo
que a nuestros hijos ha ennoblecido!
Quienes quisieron con parricida instinto
que fuera de Bs.As. no hubiera argentinos
y quien unió a las provincias
y dio a la patria, su digno sentido!
Para quienes juego de salón era
con reglas de afuera, patria y destino
y quien venció a los anglo-franceses
a fuerza de sangre y diez cañoncitos!
Quien se unió al extranjero
allá en Caseros, mi amigo
y quien luchó junto a un criollo
que solo a traición pudo ser vencido!

Así es que la historia juzgó
Juzgó como era debido
a un Brigadier General, y a su sable
que heredó con honor altísimo
con el que restauró a la bandera, el sol
y su orgullo de haber nacido!”

extraido de "Revisionistas"

lunes, 13 de abril de 2020

Bloqueo Francés y conquista de la Isla Martín García: Gerónimo Costa y Juan Bautista Thorne Héroes de la Patria

Por el Prof. Jbismarck
A fines de mayo de 1836, fallecía súbitamente en Buenos Aires el marqués Carlos María José de Vins de Peyssac, encargado de negocios y cónsul general de Francia.   El 30 de noviembre de 1837 el vicecónsul francés en Buenos Aires, Aimé Roger, presentaba por orden de su gobierno una insolente reclamación al gobierno argentino: inmediata libertad al litógrafo suizo César Hipólito Bacle, detenido, en su casa particular, por haber vendido pianos del Estado Mayor argentino al gobierno de Bolivia, con el que se estaba en guerra; y que no se llamase a los franceses residentes en el país al servicio de milicias, como lo disponía la ley para los extranjeros con propiedades y familia aquí. Invocaba, para esto último, que los ingleses estaban exceptuados del servicio de milicias por su tratado con Rivadavia. 
Después agregaría otros cargos, amenazando con "tomar las medidas consiguientes al honor de Francia”, si no se le satisfacía “con urgencia". Roger obraba en cumplimiento de instrucciones del gobierno francés quién envió al contralmirante Leblanc a que  "apoyase coercitivamente” las reclamaciones del vicecónsul. El gobierno argentino no se negó a darle a los franceses "el mismo trato que a los ingleses", pero siempre que se concluyese un tratado de obligaciones recíprocas como con aquellos; de ninguna manera a titulo de imposición (8 de enero de 1838).  Roger pidió, entonces, audiencia a Rosas, quien con firmeza insistió en “no aceptar imposiciones”, Como Roger habló de que Francia "desataría la lucha de partidos, imponiéndose a los enemigos del federalismo", Rosas lo trató a los gritos (el ministro inglés Mandeville, en antesalas, oyó los gritos y “malas palabras”), asegurando que "los argentinos no se unirían al extranjero”, y si la escuadra de Leblanc pretendía imponerse por la fuerza, tal vez lo conseguiría pero "debería contenerse con un montón de ruinas”.  
Juan Bautista Thorne 1800-1885
 Sobrevino entonces la ruptura. Leblanc quiso dar "una última oportunidad" a Rosas para, que "reflexionase sobre las consecuencias"  Rosas le contestó que "exigir sobre la boca del cañón privilegios que sólo pueden concederse por tratados, es a lo que este gobierno, tan insignificante como se quiera, nunca se someterá”   En consecuencia el contralmirante declaró el riguroso bloqueo al Río de la Plata.     ¿Qué buscaban en 1838 los franceses con sus pretensiones? Ningún provecho importante; apenas una victoria diplomática "que pusiese bien en alto el prestigio de Francia aunque fuese contra un país pequeño e indefenso como era la Confederación Argentina.    No ocurrió así y una palabra poco usada hasta entonces – “soberanía” – se oyó en las calles porteñas y leyó en los documentos oficiales. No todos entendieron lo que era la "soberanía", como no todos la comprenden ahora. Muchos de los legisladores que habían dado a Rosas la suma de poderes se extrañaron de la tozudez del rústico gobernador. ¿Qué costaba aceptarle lo que pedían los franceses?: la libertad de unos cuantos malandras que se indemnizarían con chirolas, y decir que la ley de milicias no se aplicaría a los franceses.
                               
El bloqueo fue tremendo. No hubo recursos públicos, y no pudieron pagarse los sueldos.  Los profesores no cobraron, pero no obstante la universidad no se cerró: los maestros fueron pagados por las familias de los alumnos, y hubo que repartir los huérfanos del Asilo entre las señoras de la Sociedad de Beneficencia. No había pan, y tampoco mercaderías extranjeras. Pese a todo el pueblo aguantó estoicamente junto a su jefe, pero la “clase principal" puso el grito en el cielo. Mariquita Sánchez, hasta entonces amiga de Rosas, se distanció de éste porque "no hay jabones de olor en Buenos Aires"; en cambio los humildes, sin pan y con poca yerba, se sintieron cada vez más solidarios con el Restaurador.
Leblanc quiso disponer de Montevideo como base de operaciones, y así lo pidió al presidente Oribe que se entonces los franceses financiaron una revolución de Fructuoso Rivera, y Oribe fue sustituido por éste; Montevideo quedó convertida en base de operaciones contra la Argentina, y don Fructuoso, muy seriamente, firmó una declaración de guerra contra Rosas, que le llevó Aimé Roger;  éste 23 de setiembre se dirigía un nuevo ultimátum a Rosas, acordándole el plazo perentorio de cuarenta y ocho horas para resolver.
En consecuencia y como vamos a verlo, el contraalmirante Leblanc se preparó a llevar sus armas contra una de las posiciones militares del Restaurador.   El comandante Daguenet encargado de la línea bloqueadora delante de Buenos Aires, recibió la comisión de posesionarse de la isla Martín García con una fuerza de desembarco.
A la bombarda Bordelaise armada con artillería, a la Paixhans y estacionada al frente de dicha isla, se unieron en los primeros días de octubre los buques siguientes: El Vigilant, con la insignia del capitán de corbeta Daguenet, comandante de la expedición; la Expeditive, chalupa Ana (presa) y diez lanchones, como también las goletas Eiberistas o constitucionales procedentes de la Colonia a las órdenes de don Santiago Soriano (a) Chentopé Loba, Eufrasia, Estrella del Sud, falucho Despacho y siete lanchones, sumando un total de ocho embarcaciones mayores y diez y siete menores, que fondearon en el canal al S. O. de la isla, y a tiro de fusil de sus fuegos. El 11 a las ocho de la mañana se aproximaba a tierra un parlamentario con esta intimación:

«Vigilante, en el fondeadero de Martín García,» octubre 10 de 1838.
«Señor Comandante:
»Tengo el honor de informaros que el señor almirante comandante en jefe de la estación del Brasil y de los mares del Sud, me ha impartido la orden de venir a apoderarme de la isla de Martín García. Siendo las fuerzas puestas a mi mando para esta empresa, muy superiores a las del vuestro, y no pudiendo por esta razón dudarse del éxito, mi deber en tales circunstancias me prescribe declararos, señor comandante, que no recurriré a la decisión de las armas, sino en el caso que no querrais entregar la isla que órdenes terminantes me obligan a ocupar.
»Os concedo una hora para enviarme vuestra contestación, y si ella no fuese conforme con las intenciones expresadas, la consideraré como señal de las hostilidades que comenzarán inmediatamente entre nosotros.
»Aceptad os ruego, señor comandante, la seguridad de mi más distinguida consideración.
»El capitán de corbeta comandante de la expedición.
(f.) Hipólito Daguenet. “
                                   Biografía de Jerónimo Costa
El teniente coronel de infantería don Jerónimo Costa era el jefe del punto, teniendo por segundo accidentalmente al sargento mayor (graduado) de marina don Juan Bautista Thorne, ambos veteranos de la guerra con el Brasil. Contaba para su defensa con una batería compuesta de un cañón de a 24 y dos de a 12; siete artilleros, 21 infantes de línea, 63 milicianos del batallón Restaurador, 15 presos armados de lanza y 21 vecinos Canarios con garrote; con los tenientes Benito Argerich, Antonio Miranda y Juan Rosas, y los subtenientes Domingo Turreiro y Francisco Molina.
A pesar de lo menguado de sus medios de resistencia (133 hombres), no creyó Costa deber arriar su bandera, sin mostrar antes, como lo había hecho con los súbditos de otro monarca, que era digno de combatir a su sombra.
De manera que no demoró su respuesta concebida en estos términos:

«¡Viva la Federación!
»El comandante de Martín García—
»Martín García, octubre 11 de 1838.
»Año 29 de la Libertad, 23 de la Independencia y 9 de la Confederación Argentina.
»Al señor Comandante de las fuerzas bloqueadoras de esta isla
»Tengo a la vista el oficio del señor comandante de las fuerzas navales francesas frente a esta isla, por el que me intima la orden de entregar el destino que tengo el honor de mandar.   En contestación a ella sólo tengo que decirle, que estoy dispuesto a sostener según es de mi deber, el honor de la nación a que pertenezco.
»Dios guarde al señor comandante muchos años».
(f.) Gerónimo Costa.

Firme en su resolución, se preparó a recibir el ataque, destacando para observar los movimientos del enemigo, tres guerrillas de infantería y una de caballería en dirección al Sud, muelle viejo y barrancas que miran al O., avanzando la última compuesta de diez hombres, por la costa del N. E. En seguida dirigió algunas palabras de aliento a sus subordinados y mandó que se levantaran en el asta bandera los retratos de Rosas y Quiroga para inflamar su entusiasmo.
                                          180° aniversario del encuentro entre Rosas y Quiroga en la Posta ...
Los aliados a su vez desprendían sobre el muelle viejo cuarenta y cinco embarcaciones menores con gente de desembarco.
Allí se trabó un tiroteo de guerrilla que fué la señal del ataque.
»Señor comandante de la isla de Martín García».  Los buques abrieron un fuego nutrido sobre el reducto que coronaba la isla, que lo devolvió con vigor no habiéndolo hecho antes en cumplimiento de órdenes expresas «de permanecer a la defensiva y no provocar hostilidades».
Eran las diez y media cuando ya en tierra los aliados en número de 542 franceses y  182 riveristas, y organizándose en tres columnas de ataque y una de reserva emprendieron su marcha sobre él reducto, llevando a su frente a los jefes orientales Santiago Soriano y José Susviela.     Una de ellas avanzó por el camino, pero guareciéndose lo posible con las grandes cercas de nopales o tunas, mientras que las restantes y la reserva lo hacían a la sombra de las barrancas en dirección del S. O. al N. E.    La guerrilla de siete hombres que molestó su desembarco, tuvo que replegarse escopeteando a los agresores, pero sin que pudiera proteger la de caballería que fué cortada por haberse alejado demasiado.
Costa pidió a Thorne dirigiera la artillería que se abocó entonces a los asaltantes, en tanto que con la pieza de mayor calibre contrarrestaba el fuego de a bordo, consiguiendo alojar en el costado de la Expeditive una de sus primeras balas.
Las descargas de mosquetería y cañón, no podían ser más violentas, y las bombas a la Paixhans de la Bordelaise, disparadas a tiro de fusil del objetivo, levantaban nubes de polvo en los terraplenes o espaldones de la batería causando estragos en sus defensores, hasta que después de hora y cinco minutos de lucha, fué tomado el reducto a la bayoneta, con pérdida de 14 hombres, incluso el subteniente Molina y el sargento de artillería Juan Sauco que recibió una cuchillada al clavar el cañón que mandaba; pasando de veinte los heridos.
La fuerza imperialista y sus aliados riveristas sufrió 50 bajas.
La defensa no pudo ser más bizarra, y los franceses justos apreciadores del coraje desplegado, devolvieron sus espadas a los prisioneros cuyos heridos atendieron a la par de los propios, izando la bandera tricolor que flameó custodiada por una guardia de honor compuesta de un capitán y veinte hombres, hasta el 13 al salir el sol, que fué sustituida por el pabellón oriental.
Daguenet trató a los vencidos con la cortesía debida al valor desgraciado, y accediendo a sus deseos los trasladó a Buenos Aires, donde fueron desembarcados el 15 de octubre en número de noventa y siete plazas.  El comandante de la Bordelaise, Lalande de Calán, tan intrépido como caballeresco, no sólo ofreció su bote a los jefes y oficiales prisioneros, sino que los acompañó a tierra izando en él los colores franceses y argentinos.  Los vencidos fueron recibidos con todos los honores por el Restaurador y fueron objeto de la viva simpatía de sus conciudadanos, tanto más justificada, cuanto que el comandante del bloqueo dirigió un pliego al gobierno, concebido en estos términos:
«Al Señor Gobernador General de la República Argentina.
»Excmo. Señor. »Encargado por el señor almirante Le Blanc comandante en jefe de la estación del Brasil y de los mares del Sud, de apoderarme de la isla de Martín García con las fuerzas puestas a mi disposición para tal objeto, desempeñé el 11 de este mes la misión que me había sido confiada. Ella me ha presentado la oportunidad de apreciar los talentos militares del bravo coronel Costa, gobernador de esa isla, y de su animosa lealtad hacia su país. Esta opinión tan francamente manifestada es también la de los capitanes de las corbetas francesas la Expeditive y la Bordelaise, testigos de la increíble actividad del señor coronel Costa, como de las acertadas disposiciones tomadas por este oficial superior, para la defensa de la importante posición que estaba encargado de conservar. Lleno de estimación por él, he creído que no podría darle una prueba mejor de los sentimientos que me ha inspirado, que manifestando a V. E. su bizarra conducta durante el ataque, dirigido contra él, el 11 del corriente por fuerzas muy superiores a las de su mando.  Soy con el más profundo respeto, señor Gobernador General, de V. E. muy humilde y obediente servidor.
»El comandante del bloqueo y jefe de la expedición sobre Martín García.
(f.) Hipólito Daguenet.
»A bordo del D’Assas, delante de Buenos Aires, el 14 de octubre de 1838».
Pero él marino Thorne, hijo de Nueva York y uno de los defensores de Patagones en 1827, fué el alma de tan desigual y honroso combate, recibiendo a su vez esta prueba inequívoca de respeto del jefe oriental que le abrazó en la brecha después de rendirlo.
«Escuadra Constitucional.—
»Rada de Martín García, octubre 12 de 1838.
»El que firma jefe de la Escuadra Constitucional bajo la dirección del señor brigadier general don Fructuoso Rivera, tiene el honor de poner en conocimiento del Excmo. Gobierno de Buenos Aires, que habiendo tomado la isla de Martín García el día 11 del corriente, y deseando el señor sargento mayor graduado don Juan Bautista Thorne marchar a esa capital, se encuentra en el deber de decir a V. E. que ha sido uno de los que con denuedo ha defendido el pabellón argentino en esta ocasión; y para librarlo de la infamia de algunos que quieran dar algún informe contrario, no trepido en darle ésta en obsequio de la verdad, siendo acreedor a ella por la bravura que demostró en el combate.
»(f.) Santiago Soriano».
Rosas aprovechó la oportunidad de exaltar y atraerse el sentimiento patriótico de las masas vociferando que la independencia nacional peligraba, para arraigar así su influencia fascinadora sobre la multitud.
«… Ya no hay que dudarlo (exclamaba la Gaceta del 17 de octubre), el plan que concibió la Santa Alianza y que tan vigorosamente contrastó la Gran Bretaña se encamina hoy a su realización por el gobierno de la Francia de Julio, por el Rey ciudadano Luis Felipe de Orleans. Los vastagos de su familia o las hechuras de su favor vendrán a coronarse en la América, abriendo a la Francia la época de una pujante colonización y de gigantescas ventajas comerciales y políticas… y ya que se nos fuerza a la guerra, corramos a las armas para no dejarlas sino cuando hayamos asegurado nuestra independencia y libertad. — ¡Argentinos! ¡Americanos! llegó la gran crisis de nuestros destinos políticos. Cada uno de los hijos de la libertad sabrá llenar sus deberes…»