Por Prudencio Martínez Zuviría
Querido Juan Manuel, en el día en que se cumplen 137 años de tu entrada
al cielo, te recuerdo con cariño y veneración por todo lo que le has
dado a nuestra querida Patria.
La patria, la tierra en que
naciste y en la que descansan tus venerados y queridos restos, a pesar
del mal augurio de aquel pésimo poeta unitario, siempre te recuerda.
El cielo pampeano y los verdes campos, no se olvidan de vos mi querido
Restaurador, lo mismo que cuando eras Gobernador de Buenos Aires y Jefe
Supremo de la Confederación Argentina.
Nuestra patria no te olvida,
los hombres como vos no se olvidan, se recuerdan y se viven, con la
esperanza siempre puesta en el horizonte de una Argentina mejor, como
vos la soñaste y por la cual vos luchaste.
En este día te recuerdo en mi oración al Buen Dios Nuestro Señor y a su dulce y querida Madre, mi querido Juan Manuel.
Tu misma sangre te rinde hoy este querido homenaje.
Brigadier General don Juan Manuel de Rozas. Presente por Dios y por la Patria.
BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROZAS
1877 – 14 DE MARZO – 2014
Vivió librado al trabajo diario en su retiro de Sothampton; en vida
modestísima, frugal y severa; resignado con suerte, sin hacer vanos
alardes, pero con indómito orgullo hasta el fin de sus días. Muy pocos
extraños sorprendieron su soledad; que sólo sus íntimos lo alegraban con
su presencia. Y la montaña informe del tiempo que solo vierte nieve en
la cabeza y plomo en las piernas, parecía que no lo abrumaba a Rozas.
Octogenario, sano y activo, se ganaba su pan de cada día. Pero éste se
hacía cada día más difícil. Sus ganancias las había insumido en el
ensanche de su establecimiento o en mejoras de la localidad.
A su
costa se acababa de construir un templo católico y una escuela. Algunos
compatriotas amigos le tenían asignada una anualidad que lo ayudaba a
vivir. Pero esta ayuda estaba de suyo sujeta a contingencias tan
factibles como su pobreza que arreciaría. Algunos de estos ecos se
registran en las cartas con que respondía las atenciones de los que lo
favorecían, Y como si se culpase de ver su situación peor de lo que
ella era, cuando él se sentía con fuerza y disposiciones para el
trabajo., en su último tiempo redobló su actividad, atacando
personalmente faenas rudas y pesadas y dirigiendo al mismo tiempo el
movimiento en todos y en cada uno de los detalles de su establecimiento.
En este sentido ni perdía momento, ni lo contenía la hora ni el tiempo
por malo que fuese. El invierno en Inglaterra es singularmente cruel. El
sol, como en letargo estupendo, apenas vierte a intervalos su amorosa
esencia en el seno de la tierra. Los vapores acuosos de la atmósfera se
dilatan como arabescos sobre un inconmensurable manto gris que vela el
azul del cielo. Las tardes abaten el espíritu a través de una semi
claridad tejida de hilos de nieve sutil que penetra hasta los huesos.
Pero nada de ello podría contener al octogenario; que más inclemente
que el tiempo era su suerte. Si alguno de su servicio se refería al frío
que lo había tomado fuera, Rozas se decía que ello era prenda ganada
para el verano, bien que la tarea fuese siempre la misma.
Una
tarde del mes de marzo de 1877 que regresara más temprano que de
costumbre, tuvo que montar nuevamente a caballo para ir a ver cómo se
encerraban unos animales. Cuando volvió a casa empezó a toser.
Esa
noche tuvo fiebre. Su amigo el Doctor Wibbling constató una congestión
en los pulmones, gravísima en su edad. Su amorosa hija se trasladó
inmediatamente a su lado. Al día siguiente, esto es el 13 de marzo,
aumentó la tos, espectoró bastante sangre y lo acometió sin cesar la
fatiga.
En la mañana del 14 de marzo su hija le preguntó cómo se sentía:
Rozas la miró tiernamente.. No sé niña, le dijo y murió..
Conforme en un todo a lo que dispuso Rozas, su cadáver fue transportado
de su chacra de Swathling a la capilla católica de Southampton, y al
día siguiente conducido sin pompa alguna al cementerio de esa ciudad.
El féretro de roble , llevaba en su parte anterior, y como trofeo, una
bandera Argentina y el sable que el general San Martín usó en sus
campañas de la Independencia de América y que regaló al general Rozas.
Un solo coche acompañaba al féretro.
La prensa de Inglaterra y Francia se ocupó de la muerte de Rozas
Fte: Adolfo Saldías. HISTORIA DE ROZAS Y DE SU ÉPOCA. T° III. Biblioteca Sudamericana. Félix Lajouane. Editor. Preú 51.
Buenos Aires. 1887.
CARTA DE DOÑA MANUELITA ROZAS A SU MARIDO MÁXIMO TERRERO, FECHADA EN
LONDRES EL 16 DE MARZO DE 1877, ANUNCIANDOLE LA TRISTE NOTICIA DE LA
MUERTE DE SU PADRE EL BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROZAS.
Southampton, marzo 16 de 1877
Cuando recibas ésta estarás ya impuesto de que mi pobre y desgraciado
padre nos dejó por mejor vida el miércoles 14 del corriente.
¡Cuál es mi amargura tú lo alcanzarás, pues sabes cuánto le amaba, y
haber ocurrido esta desgracia en tu ausencia hace mi situación
doblemente dolorosa! Es realmente terrible que tan pronto como nos hemos
separado, desgracia semejante haya venido a aumentar el pesar de estar
tan lejos uno del otro, pero queda seguro, no me abandona la energía tan
necesaria en estos momentos que tanta cosa hay que disponer y atender,
todo con mi consentimiento, y que sobrellevo tan severa prueba con
religiosa resignación acompañándome el consuelo de haber estado a su
lado en sus últimos días, sin separarme de él.
El lunes 12 fui
llamada por el doctor Wibblin, quien me pedía venir sin demora. El
telegrama me llegó a las cinco y media y yo estuve aquí a las diez y
media, acompañada por Elizabeth. El doctor me esperaba para explicarme
el estado del pobre tatita. Sin desesperar del caso, me aseguró ser muy
grave, pues que, siendo una fuerte congestión al pulmón, en su avanzada
edad era de temerse que le faltase la fuerza, una vez debilitado el
sistema. Al día siguiente (martes) el pulso había bajado de 120 a 100
pulsaciones, pero la tos y la fatiga le molestaban mucho, a más de
sufrir un fuerte dolor en el pulmón derecho. Este desapareció
completamente en la tarde… La expectoración, cada vez que tosía, era con
sangre, y éste, para mí, era un síntoma terrible, como también la
fatiga. Esa noche del martes supliqué al doctor hablarme sin ocultarme
nada, si él lo creía en peligro inmediato; me contestó que no me
ocultaba su gravedad y que temía no pudiera levantarse más, pero que no
creía el peligro inmediato, ni ser necesario consultar otros médicos, y
como su cabeza estaba tan despejada y con una fuerza de espíritu que
ocultaba su sufrimiento, embromando con el doctor, hasta la noche misma
del martes, en que hablábamos, víspera de su muerte. El doctor, como yo,
convinimos no ser prudente ni necesario todavía hacer venir al
sacerdote, pues su presencia pudiera hacerle creer estar próximo su fin y
que esperaríamos hasta ver cómo seguía el miércoles.
Esa noche
estuve con él hasta las dos de la mañana con Kate, pues Mary Ann me
reemplazaba con Alice haciendo turnos para no fatigarnos. Antes de
retirarme, estuvo haciendo varias preguntas, entre otras cuándo
recibiría tu carta de San Vicente y me recomendó irme a acostar, para
que viniera a reponer a Mary en la mañana. Todo esto, Máximo, dicho con
fatiga, pero con tanto despejo que, cuando lo recuerdo, creo soñarlo!
Cuando a las seis de la mañana entró Alice a llamarme porque Mary Ann
creía al general muy malo, salté de la cama, y cuando me allegué a él lo
besé tantas veces como tú sabes lo hacía siempre, y al besarle la mano
la sentí ya fría. Le pregunté “¿cómo te va tatita?; su contestación fue,
mirándome con la mayor ternura: “no se, niña”. Salí del cuarto para
decir que inmediatamente fueran por el médico y el confesor; sólo
tardaría un minuto, pues Atche estaba en el corredor; cuando entré al
cuarto había dejado de existir!!! Así, tú ves, Máximo mío, que sus
últimas palabras y miradas fueron para mí, para su hija tan amante y
afectuosa. Con esta última demostración está compensado mi cariño y
constante devoción. ¡Ah, Máximo, que falta me haces! ¡Si tú estuvieras
aquí yo sólo me ocuparía de llorar mi pérdida, pero no te tengo, y es
preciso que yo tome tu lugar, lo que hago con una fuerza de espíritu que
a mi misma me sorprende, desde que he estado acostumbrada que, en mis
trabajos y los de mi padre, tú hicieras todo por nosotros! Pero Dios
Todopoderoso, al mismo tiempo que nos da los sufrimientos, nos acuerda
fuerza y conformidad para sobrellevarlos. ¡Te aseguro que ha muerto como
un justo! ¡No ha tenido agonía, exhaló su alma tan luego que me dirigió
su última mirada! ¡Ni un quejido, ni un ronquido, ni más que entregar
quietamente su alma grande al Divino Creador! ¡Que El lo tenga en su
santa gracia! ¡Mary estaba a su lado cuando murió, y esta pobre mujer se
ha conducido con él, hasta su última hora, con la fidelidad que tú
conoces siempre le ha servido! ¡Pobre tatita, estuvo tan feliz cuando me
vio llegar el lunes! Las dos muchachas están desoladas.
Madre e
hija demuestran el cariño que tenían a su patrón. Tus predicciones y las
mías se cumplieron desgraciadamente, cuando le decíamos a tatita que
esas salidas con humedad en el rigor del frío le habían de traer una
pulmonía. Pero su pasión por el campo ha abreviado sus días, pues por su
fortaleza pudo vivir muchos años más.
En uno de los días de frío
espantoso que hemos tenido, anduvo afuera, como de costumbre, hasta
tarde; le tomó un resfrío y las consecuencias tú las sabes. ¡Pobre
tatita! Estoy cierta que tu le sentirás como a tu mismo padre, pues tus
bondades para él bien probaban cuánto le amabas! A Rodrigo que ruegue a
Dios por el alma de su abuelito, que tanta predilección hacía de él, y
que no le escribo porque no me siento con fuerzas, ni tengo más tiempo
que el que te dedico.
El doctor Wibblin es mi paño de lágrimas en
estos momentos en que necesitaba una persona, a quien encargar las
diligencias del funeral. Kate, con Manuel, fueron a ver al Undertarker,
al padre y demás, y todo está arreglado para que tenga lugar el martes
20 y como el pobre tatita ordenara en su testamento que sólo se diga en
su funeral una misa rezada, y que sus restos sean conducidos a su última
morada sin pompa ni apariencias, y que el coche fúnebre sea seguido por
un fúnebre con tres o cuatro personas, los preparativos no tienen mucho
que arreglar y su voluntad será cumplida, y en éste último irán el
doctor, Manuel y el sacerdote, y tal vez venga el esposo de Eduardita
García, pues he tenido un telegrama preguntándome cuándo tendría lugar
el funeral, porque quiere asistir a él. Eduarda me ha dirigido otro,
diciéndome pone a mi disposición dos mil francos, si necesito dinero.
Esto es un consuelo en mi aflicción.
Por supuesto que se lo he
agradecido, contestando que, si necesito algo, a ella mejor que a nadie
recurriría, pero que, al presente, no lo necesito.
También ordena
tatita que su cadáver sea enterrado dos días después de su muerte, pero
esto ha sido imposible cumplirlo, pues el undertarker dijo que no tenía
tiempo, porque siendo el pobre tatita tan alto era preciso hacer el
cajón y el de plomo, donde está ya hoy colocado, mañana vendrá el de
caoba, decente solamente, y aunque deseaba fuese el funeral el lunes, no
puede ser, por ser día de San José, y así será el martes 20. ¡Dios
nuestro Señor le acuerde descanso eterno!
En fin, no serán las cosas
dispuestas como si tú estuvieras ocupado de ellas, pero haremos cuanto
podamos, yo por llenar mi deber filial y el doctor el tan sagrado de
amistad. Pobre Manuel no sabe lo que le pasa, ni cómo complacerme y
consolarme. Tuya
Manuela de Rosas de Terrero
ROZAS EN EL DESTIERRO
Copia y traducción de una Crónica de un diario ingles el “The Hmpshire
Advertiser” de Southampton correspondientes al sábado 17 de marzo de
1877 y del miércoles 21 de marzo de 1877, en los que se informa el
fallecimiento y funeral del General Don Juan Manuel de Rosas. Este
documento realizado en Southampton por Liborio Justo hijo del Presidente
Agustín P. Justo y que fue de su pertenencia lleva fecha diciembre de
1930.
Con motivo de su estadía en Inglaterra, Liborio Justo
decide viajar a Southapton para visitar el cementerio donde descansaban
los restos del General Juan Manuel de Rosas, su espiritu curioso e
inquieto lo llevo a investigar y encontrar este diario de la época, lo
copia y traduce.
THE HAMPSHIRE ADVERTISE – SOUTHAMPTON – SATURDAY MARCH 17 1877 -
MUERTE DEL GENERAL ROSAS.
Su excelencia General Juan Manuel de Rosas, ex Gobernador y Dictador
de la Confederación Argentina, murió a las 7 del miércoles, en su
casa-quinta en Swathling alrededor de tres millas de Southamton. Había
nacido el 30 de marzo de 1793 y por consiguiente dentro de una semana
hubiera alcanzado los 84 años de edad. El fallecido que había residido
en y cerca de Southamton en los últimos 25 años, fue atacado por una
inflamación a los pulmones el sábado pasado después de haberse expuesto
imprudentemente a la inclemencia del tiempo y, no obstante lo sabia y
constante atención del Dr. John Wiblin, F.R.C.S., quien había sido su
medico y amigo confidencial durante todo el periodo de su residencia en
este país, sucumbió al ataque a la hora nombrada. Doña Manuelita de
Rosas de Terrero, la devota hija y compañera del ex Gobernador, llego de
Londres el lunes y estuvo en constante cuidado de su padre durante sus
últimas horas. Su esposo, Don Máximo Terrero dejo Southampton hace
apenas unas semanas el 24 de febrero, en el vapor “Minho” de la Royal
Mail Company, para Buenos Ayres, con documentos auténticos y todo lo
necesario para recuperar las propiedades de su esposa y las del General
las cuales ellos heredaron. El difunto tenía un hijo (Coronel Rosas)
quien en un tiempo residió en Southampton y que murió en Buenos Ayres
hace algunos años. Tenia también una hija (Doña Manuelita de Rosas de
Terrero) y esta señora tiene dos hijos de 18 y 20 años respectivamente,
el mayor de los cuales ha completado el miércoles sus exámenes en la
Escuela de Minas de Londres. El General Rosas fue derrocado de la
dictadura el 3 de Febrero de 1852, por un ejercito bajo la dirección del
General Urquiza; Su ejercito fue completamente derrotado, y el general
y su hija Manuelita tuvieron que refugiarse en la ciudad de Palermo de
donde escaparon durante la noche llegando a bordo del H.M.S. “Locust” en
seguridad, y al día siguiente fueron transbordados al H.M.S. “Centaur”,
Almirante Henderson, Se dijo entonces que se trasladaría a los Estados
Unidos, pero el General Rosas llego a este país en el mes de abril
siguiente habiendo sido traído en un barco de guerra ingles comandado
por el capitán Day miembro de una familia de Souuthanpton. Cuando llego a
esta ciudad el general tomo departamento en el Windsor Hotel hasta que
pudo obtener una residencia conveniente. Esta fue encontrada en
Rocketone-place, Carlton-terrace, donde residió por muchos años.
Mientras estuvo en la ciudad el general acostumbraba a cabalgar por las
calles casi diariamente en un hermoso caballo negro y su majestuosa
forma y porte militar, junto con los arneses de su cabalgadura, siempre
atraía mucha atención y admiración. Más tarde se traslado a la quinta
en que ha permanecido hasta su muerte. Este lugar llamado quinta de
Burgués-street, de una extensión de 300 o 400 acres rentado al difunto
Mr. Jhon Fleming, de Stonchan Park, y en el invirtió mucho dinero,
encontrando su mayor diversión y placer en cuidarla personalmente. El
general había estado enfermo de gota por algunos años pero se lo podía
ver constantemente cabalgando por los campos y su mayor satisfacción
parecía ser montar a caballo y dar ordenes a los que el ocupaba. Su
pasión de comando era tan grande que a nadie le era permitido hablar una
palabra excepto para dar a comprender que había entendido una orden
dada o para hacer preguntas. El general Rosas siempre pago a los
empleados y peones de su quinta alrededor de un tercio más de los
salarios corrientes en el distrito pero tenía la peculiaridad de
tomarlos únicamente día por día. Cada hombre era pagado diariamente e
informado si se le necesitaba o no al día siguiente. Este aspecto
extraño de su carácter surgía de una determinación de no encontrase
atado nunca por compromisos permanentes pero en el resultado los hombres
se encontraban en empleo regular y pocos cambios eran hechos. Tan
estrictamente disciplinarios fueron sus hábitos que el tiempo de
trabajo de cada hombre era calculado hora por hora. Tenía siempre un
sereno especialmente empleado invierno y verano para que tocase cada
media hora durante la noche una gran campana colocada bajo la ventana
de su dormitorio. Fue siempre una característica del fallecido pagar
bien el trabajo que contrataba, pero era rígido en controlar que el
trabajo se cumpliera. El general Rosas huyo de su país sin nada en
forma de propiedad, pero poco tiempo después de su huida, el general
Urquiza, uno de los generales de Rosas y quien habiase vuelto traidor el
mismo en el curso del tiempo, sitio con éxito la cuidad de Buenos Ayers
y levanto entonces la confiscación sobre las propiedades de Rosas lo
cual le permitió al refugiado obtener por la venta de una de sus
estancias libras 16.000 o libras 20.000. Urquiza fue subsiguientemente
expulsado de Buenos Ayres a las provincias y las propiedades del general
Rosas fueron nuevamente confiscadas. Su mano fue en general extendida a
todos los que estuvieron en contacto con el, y sus actos de generosidad
fueron ilimitados mientras duro su fortuna. En los últimos años de su
vida el ex Gobernador dependía enteramente de los amigos de su familia y
del esposo de su hija. Por muchos años el general Rosas y el difunto
Lord Palmerston cambiaron visitas frecuentemente en Rockatone-place, en
la quinta de Swathling y en el “manor” de Broadlands, y la más
amistosa correspondencia fue mantenida entre ellos. Por voluntad del
difunto general sus estados y propiedades en la Confederación Argentina
han sido dejadas a su hija y su yerno, quienes son también los
ejecutores de su última voluntad y testamento. El muerto era católico
romano. Su funeral será estrictamente privado, tendrá lugar en el
Cementerio de Southampton en el próximo martes habiendo sido confiados
los arreglos pertinentes a los Sres. Hayes e hijo, de la calle Hign.
The Hampshire Advertisr” Southampton, Wednesday March 21, 1877
FUNERAL DEL GENERAL ROSAS
El funeral de Su Excelencia General Juan Manuel de Rosas, ex
Gobernador y Dictador de la Confederación Argentina, cuya muerte es su
casa-quinta de Swarthling, el miércoles pasado, fue anunciada en le
Advertiser del sábado, tuvo lugar ayer (martes) sus restos habiendo,
sido enterrados en una bóveda en el Cementerio de Southamton. El
difunto era católico romano y el lunes a la tarde entre las 7 las 8, el
féretro fue trasladado de la casa-quinta a la Capilla Católica de la
calle Bugle, Southampton donde se verificaron las ceremonias usuales de
la Iglesia Romana y donde permaneció hasta ayer por la mañana. Al
rededor de las 11 se celebro un servicio completo, conducido por el
Rev. Padre Gabriel, en ausencia del Rev. Padre Mount, el párroco, quien
se encuentra actualmente en el Continente. A la conclusión del servicio,
el cual fue de carácter más impresionante, el féretro (cubierto con un
paño negro con una gran cruz blanca) fue colocado a una carroza tirada
por cuatro caballos con mantas de terciopelo. El resto del cortejo
consistía en dos coches fúnebres y el carruaje del Dr. Wiblin, F.R.C.S.,
quien había sido el médico y amigo confidencial del General en todo el
periodo de su residencia en este país. En el primer coche iba el Barón
de Lagatinerie (Capitán de Estado Mayor, Agregado al Estado Mayor
General del 2° Cuerpo de Ejercito, Amiens, y sobrino del fallecido), Sr.
Manuel Terrero (nieto del fallecido) y el Rev. Padre Gabriel. En el
segundo coche iban los sirvientes del difunto general y de la Sra.
Terrero y en el carruaje del Dr. Wiblin, este y Mr Fleming, procurador
de Londres. El servicio en el cementerio fue muy corto y como el
funeral era de naturaleza estrictamente privada, la concurrencia a la
tumba no fue tan numerosa como sin duda hubiera sido de otra manera. El
féretro era de roble ingles, lustre francés y con esplendidos
ornamentos de bronce. En la tapa llevaba una placa de bronce con la
siguiente inscripción hermosamente iluminada
Juan Manuel de Rosas
Born 30th March 1793
Died 14th March 1877
Los arreglos del funeral fueron confiados a los Sres. E.Mayer e Hijo de
la calle High y conducidos bajo vigilancia personal de una forma
enteramente satisfactoria.
Fte: Documento que pertenece a la colección del Señor Diego Lo Tártaro.