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miércoles, 31 de agosto de 2022
SARMIENTO CONTRA URQUIZA ¿PORQUE ASESINÓ A CHILAVERT?
Carta de YUNGAY....SARMIENTO SINCERO....LE PREGUNTA AL TRAIDOR ¿PORQUE ASESINÓ A URQUIZA? ¿PORQUE COLGÓ A CIENTOS DE SOLDADOS EN PALERMO DE SAN BENITO?
Sarmiento y sus Mujeres...
martes, 30 de agosto de 2022
Un retrato de Manuelita Rosas
Es acción "Santa" matar a Rosas: los Maza
Por el Dr. Julio R. Otaño
La “Comisión Argentina” de Montevideo obró en nombre de Lavalle. Buscó contactos con los antirrosistas de Buenos Aires para un desembarco sorpresivo, y trató de ganar el mayor número de jefes militares en actividad que se le plegarían. El enlace de la Comisión y Lavalle con Buenos Aires lo hacían los jóvenes Félix Frías y Avelino Balcarce. Su juventud (tenían alrededor de 20 años) los ponía a cubierto de toda sospecha. Tampoco la policía de Rosas era en 1839 tan eficiente como fue después. Las cartas iban a nombres ingleses: George H. Brougham. las destinadas a Montevideo, y John Percy las de Buenos Aires cuando se confiaban al correo. La logia de los Caballeros Liberales, de viejos unitarios, quedó desorganizada en 1838 cuando Alvear, su Venerable, aceptó, con desconcierto de sus correligionarios, la legación en Norteamérica. No eran los viejos unitarios los indicados porque les faltaba entusiasmo y convicción; la mayoría, aunque disconformes con el auge del pueblo, habían concluido por resignarse con el hecho Rosas, y casi todos creían que no era decorosa una revolución apoyada en los franceses. Los unitarios de Buenos Aires no eran hombres de arriesgarse; el deán Zavaleta, firme en sus convicciones (había votado contra Rosas en el plebiscito), era persona reposada; como el doctor Dalmacio Vélez Sarsfield y Echagüe lo tenía de candidato a gobernador para Córdoba. Con los militares no se podía contar: Lamadrid no salía de Palermo, usaba la divisa federal y hacía brindis por el ilustre Restaurador y el aplastamiento de los inmundos franceses, y Paz, en Luján rehuía las conversaciones políticas. Frías y Balcarce debieron dirigirse a los dispersos de la Asociación de Mayo: Rafael Jorge Corvalán, Carlos Tejedor, o Jacinto Rodríguez Peña, que trabajaron, gustosos. No consiguieron comprometer a los jefes del grupo, que no eran de temperamento revolucionario: ni Echeverría ni Juan María Gutiérrez. Además la prominente situación federal de sus padres (Corvalán era hijo del edecán de Rosas, Tejedor del alcaide de la cárcel e íntimo amigo del gobernador) les permitirían desenvolverse sin riesgo. Lavalle da instrucciones a Frías de acercarse a jefes militares. Tres jefes le interesan: los coroneles Lagos y Corvalán (hermano del general y edecán de Rosas) y teniente coronel Maza (hijo del presidente de la Junta), aunque no ‘‘esté seguro de la sinceridad” del último. El general Paz cuenta en sus Memorias que “se obraba con tan poca reserva que he oído en un estrado delante de dos señoras, hacer mención de los puntos más reservados sin la menor precaución” Entran los estancieros, cuya oposición era grande porque el bloqueo arruinaba la exportación dé cueros; los más enojados son los mismos amigos de Rosas que lo apoyaron en 1829 y 1835 como ‘hombre de orden” y les resultaba factor de desorden; Diego Arana, próximo pariente -del ministro de relaciones exteriores, Gervasio Rosas, hermano del gobernador, Félix de Álzaga, Mariano Lozano, apostólicos hasta ayer. Pero daban -una adhesión verbal a la conspiración o cuando más con unos cuantos pesos para gastos, porque no tenían pasta de revolucionarios. Pedro Castelli, estanciero de Dolores los apoyó. En mayo los jóvenes consiguen por José Lavalle, hermano del general, la adhesión de un militar en actividad: el teniente coronel Ramón Maza, hijo del presidente de la Junta y segundo jefe del regimiento que mandaba en Dolores el coronel Narciso del Valle. Maza ha llegado a Buenos Aires con licencia, y para prorrogarla adelanta su casamiento con Rosa Fuentes Arguibel, sobrina política de Rosas y cuñada de su hijo varón. Ramón Maza era un ingenuo. Como no quería saber nada con franceses, se le mintió que Lavalle vendría a Buenos Aires por sus propios medios. Habló con los jefes de guarniciones de la capital: el coronel Vidal de patricios y el coronel Rolón de la Guardia Argentina, les aseguró que Lavalle desembarcaría en Buenos Aires “sin franceses”. Los dos subordinaron su actitud a que se plegase el general Agustín de Pinedo, inspector general de armas. Maza tuvo contactos con el general Manuel Guillermo Pintos, que le prometió participar si Félix Álzaga los acompañaba, y el coronel Hilario Lagos que exigió el apoyo de 2.000 nombres para pronunciar su regimiento. Se limitarían a no entrar en acción cuando desembarcase Lavalle. De los regimientos de campaña suponía levantar el suyo a pesar del efectivo rosismo del coronel del Valle, e inmovilizar al coronel Granada, también muy adicto a Rosas. Faltaba una fuerza esencial para el desembarco de Lavalle: la artillería de marina al mando de su primo Mariano Maza, convencido federal. Sin saber que por su torpeza, Rosas estaba al tanto de la conspiración, a mediados de junio Balcarce y Maza creyeron terminados los trabajos. Maza sublevaría en la campaña los regimientos de del Valle y Granada apoyándose en los peones reclutados por Castelli y los estancieros; mientras los grupos de la ciudad matarían a Rosas y tratarían de pronunciar los regimientos urbanos. Manuel Vicente Maza, padre de Ramón, tomaría el gobierno como presidente de la junta. Entonces Lavalle desembarcaría en San Nicolás para asegurar y recoger la victoria.
El plan fue aprobado. Cuesta creer que el doctor Maza, que tanto le debía a Rosas y gozaba de su íntima amistad, se comprometiese en la aventura. Esto, negado por Vicente Fidel López, está afirmado por dos testigos de primera agua: Carlos Tejedor, en una carta escrita a Saldías, y el conspirador que firma en clave con la letra B., que al dar cuenta a Frías de su muerte el 27 de junio, dice “era uno de nuestros hermanos’. Por influencia de su hijo el presidente de la Junta se había prestado a la conspiración. A mediados de junio, por cartas de Alsina a su suegro que la policía consiguió interceptar, el gobernador estaba al tanto del complot. Quiso salvar al doctor Maza, suponiendo que la debilidad con su hijo lo había arrastrado: escribe a su socio y amigo Juan Nepomuceno Terrero una reservadísima*. “Vuelvo a repetirte lo que ya te he manifestado, que es absolutamente necesario que el doctor Maza salga del país. Tremendos cargos pesan sobre él... y el gobierno no puede salvarlo. Que no insista en una vindicación inútil.. ..Dile que hoy, con su presencia, provoca; y que es preciso que se aleje. Este es mi consejo y quizá muy pronto sea tarde”, Ramón no quiso suspender los trabajos, por encontrarse seguro del éxito y suponer próximo el arribo de Lavalle. Manuel Vicente le creyó. Ya no pudieron salvarse el padre y el hijo. El Dr. Maza no tomó contacto directamente con los civiles, fuera de Alsina: “Interrogado Ramón por mí —dice Tejedor en carta a Saldías— si su padre el doctor Maza conocía nuestros trabajos, contestó que sí; y que se pondría a la cabeza de una revolución análoga en la legislatura luego que el movimiento hubiese tomado formas”. ’ Nicolás Martínez Fontes resolvió delatar la conspiración. Lo hizo Martínez Fontes (padre) al general Corvalán revelando los nombres de Ramón Maza y de un Jacinto Rodríguez Peña. Corvalán, sin saber que su hijo Rafael Jorge era uno de los completados, dio estado público a la denuncia y procedió personalmente al arresto de Ramón Maza que fue a la cárcel bajo la custodia de Antonio Tejedor, el padre de Carlos.
Ramón se confesó único culpable y no dijo los nombres de sus cómplices. trascendido el descubrimiento del "complot” los federales exaltados se lanzaron a la calle. Fue agredida por civiles la casa del doctor Maza. Maza se había refugiado en lo de Juan Nepomuceno Terrero, que le había hecho llegar el consejo de Rosas de abandonar el país. Maza temió presentarse- ante el amigo traicionado, y pidió que Terrero se adelantase, esperando sus noticias en la legislatura. Pediría por la vida de Ramón y la suya. Terrero vio a Rosas, que se negó a salvar la vida de Ramón, pero aceptó que el doctor Maza se fuese al extranjero inmediatamente para salvarlo del furor de la multitud. Estaban hablando Rosas y Terrero, cuando supieron que Manuel Vicente Maza había sido asesinado por unos emponchados al entrar a su despacho de la junta. El crimen se atribuyó, en un primer momento, a los comprometidos en la conjura que temieron ser delatados por el doctor Maza para salvar la vida de su hijo. Rosas escribió a Juan Pablo López que el doctor Maza fue víctima de la exaltación de unos federales que lo vieron entrar a la legislatura. Ramón fue fusilado al amanecer del día siguiente a pesar de los ruegos de Manuelita y la nuera de Rosas (cuñada del sentenciado). “Hubieron muchas lágrimas en casa —dirá Rosas años después— pero si veinte veces se presentara el mismo caso, lo haría; no me arrepiento”. Era que, por orden de Rosas, se había ejecutado al teniente coronel Ramón Maza. Pocas horas después, los cadáveres de padre e hijo recibían sepultura en el Cementerio del Norte, sin ninguna solemnidad. Es una leyenda haberse conducido los cadáveres de padre e hijo en “un carro de basura” y arrojarse al foso común. Fueron entregados a su familia, que los hizo inhumar recatadamente para evitar posibles agravios en esos momentos tumultuosos. Como lo dice Manuel Gálvez, estuvieron en la bóveda de la familia de Alsina y fueron incinerados en 1926. No pasaron muchos días sin que la justicia individualizara a uno de los asesinos del doctor Maza. Al mismo tiempo se levantaba el sumario sobre el complot del que resultó que estaban implicados en la tentativa de sublevación algunos funcionarios públicos, altos empleados administrativos, militares y sacerdotes principales y federales y unitarios de significación. A esta altura de las actuaciones, Rosas hizo suspender el proceso, archivar el sumario y fusilar al asesino del doctor Maza, sin tomar ninguna medida contra los implicados en la revuelta, ni siquiera la separación de sus cargos. No podía pensarse en el impulso personal de los ejecutores materiales, porque éstos, según estableció la policía, eran delincuentes profesionales varias veces procesados y en el hecho que perpetraron no hubo propósitos de robo ni de venganza, pues no conocian al doctor Maza sino de lejos. El mismo Rosas, años después y desde el destierro, confirma esta interpretación, diciendo en una carta: “Los autores del asesinato del doctor Manuel Maza fueron de los primeros hombres del partido unitario. Cuando supieron se preparaba a descubrirme, con los documentos que tenia, todo el plan de la revolución, sus autores y cómplices se creyeron perdidos si no hacían desaparecer al doctor Maza”. Por su parte, los unitarios culparon a Rosas del crimen, afirmando que, en ocasión de la declaración de los Martínez Fontes y Medina Camargo. había exclamado en presencia de varios federales, refiriéndose al doctor Maza: “iTraidor! Merecía que lo matasen”, y que de esto se valieron los más fanáticos para matarlo en seguida. Una tercera interpretación, menos apasionada que las otras, pero Igualmente conjetural. atribuye el crimen a la voluntad, fanatismo y responsabilidad de la Sociedad Popular Restauradora, mejor conocida por “La Mazorca” que, ansiosa de librar a Rosas del conflicto de conciencia entre la seguridad del Gobierno y el recuerdo de una amistad afectuosa y temiendo, quizá, que el Restaurador cediese a los sentimientos antes que a la satisfacción de sus partidarios, se apresuraron a dar muerte al doctor Maza. Tejedor fue soltado con una nota infamante para un conspirador; “Póngase en libertad al joven Carlos Tejedor, entregándoselo a su padre a quien se le prevendrá cuíde que su hijo no se relacione con salvajes unitarios.
Bibliografía:
Gálvez Manuel "Vida de Don Juan Manuel de Rosas"
Ibarguren Carlos, "Rosas, su vida, su drama, su tiempo"
Irazusta Julio "Vida Política de Juan Manuel de Rosas a traves de su correspondencia"
Levene Ricardo, "Historia Argentina"
Pelliza Mariano "La Dictadura de Rosas"
Pérez Amuchástegui A. J. "Crónica Histórica Argentina"
Rosa José María "Historia Argentina"
Sierra Vicente, "Historia Argentina"
varios "32 escritores a favor y contra Rosas" autores varios
sábado, 27 de agosto de 2022
Rosas frente al magnicidio de Facundo Quiroga
Por Julio R. Otaño
Facundo había sido muerto por una partida de las milicias de Tulumba mandada por el capitán Santas Pérez. Éste fue llamado a Córdoba por el coronel Francisco y José Antonio Reínafé para reiterarle la orden de matar a Quiroga. Le dieron dinero para decidirlo. Éste llamó a la gente (treinta y dos hombres: 28 soldados y 4 oficiales) para ejecutar lo que se le había ordenado. Estaba instruido de simular un asalto a la diligencia por ladrones: de allí el innecesario saqueo y la masacre de los acompañantes. Al saber en Córdoba la muerte de Quiroga, el gobernador, José Vicente, delegó el mando y partió a la Villa del Rosario. “Esperemos el bostezo de los pueblos sobre el acontecimiento del finado general Quiroga, el que creo que quede en papeles”. Las comunicaciones decían que Quiroga había- sido atacado y muerto por bandoleros. Pero el correo de Quiroga, Agustín Marín, que había galopado con retraso detrás de la galera y visto lo ocurrido, denunciaba lo realmente ocurrido al juez de paz de Sinsacate. Guillermo Reinafé tuvo el cinismo de encomendar la investigación y persecución al mismo Santos Pérez, que lo hace con la partida asesina. Acusan a milicianos santiagueños; Ibarra indignado escribe “antes de la salida-del finado general se supo que en la de Córdoba lo esperaban para matarlo, estando la ejecución encargada al llamado Santos Pérez .. ”, y agrega que “trabajará hasta descubrir a los verdaderos culpables y arrastrarlos a un tribunal nacional cuyo fallo, no será impotente”. Para cubrir las formas, y ante la denuncia de Ibarra, se ordena un rápido juicio a Santos Pérez “acusado injustamente por el Excmo. señor gobernador de Santiago del Estero”. Se lo absuelve de culpa y cargo declarándolo “benemérito de la patria en grado heroico”. La impresión era que se echaba tierra y todo quedaría en el olvido. Juan Manuel de Rosas con la suma de poderes, toma en sus enérgicas manos el esclarecimiento del crimen. Se precipitan las cosas. El fraile Aldao, comandante de armas de Mendoza, informa a Rosas una propuesta de Francisco Reinafé para una alianza de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, el Estado Oriental y los descontentos de Buenos Aires”, que desencadenaría la guerra civil si “Buenos Aires movía fuerzas contra Córdoba”. – Rosas ''la hace saber a López, al tiempo de preguntarle si" es “de mi propia opinión respecto a que los unitarios -son los autores y los Reinafé los ejecutores” de la muerte de Quiroga. López guarda silencio, y Rosas lo conmina el 23 de junio que ha de anunciar públicamente “hallamos usted y yo conformes en que los unitarios son los autores y los Reinafé; los ejecutores de: la muerte de Quiroga”. Si López estuvo complicado en la muerte de Quiroga, fue un secreto que Rosas no quiso ni dejó revelar. O creyó en la inocencia de López, o simuló: creerla ofreciéndole la impunidad si abandonaba a los Reinafé. Otra cosa hubiera significado una guerra civil contra la mitad de la Confederación (Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y Comentes), donde López era fuerte, y desde luego contra los unitarios y lomonegros. Este proceder, si era López partícipe de la muerte de Quiroga, no sería de estricta justicia pero otra cosa no se podía hacer. No procedió contra López y Cullen, pero los separó de sus aliados de Montevideo, que desconfiarán de ellos en adelante. Rosas conminó al “gobierno de Córdoba” a entregar antes de los treinta días a los cuatro hermanos Reinafé, para ser juzgados ‘por el tribunal que designen las provincias confederadas”. Pasan los treinta días, y como nada se hace, cierra las fronteras con Córdoba y obliga a las demás provincias, incluso Santa Fe, a tomar igual medida." Él “cierre, de las fronteras” exteriorizaba la ruptura con el gobierno de una provincia confederada, previa a la guerra que todas debían. llevarle: no habría correos, ni se permitiría el cruce de pasajeros, no reconocerían los actos y documentos de su gobierno. La legislatura de Córdóba elige gobernador provisorio a Pedro Nolasco Rodríguez (hijo dé Victoriano Rodríguez, fusilado junto a Liniers en Cabeza del Tigre.), de antecedentes unitarios y suegro de José Antonio Reinafé. Santiago Derqui, ligado con los Reinafé y presidente de la nueva legislatura cordobesa, informa a Buenos Aires la deposición de José Vicente y haberse nombrado conjueces “para Juzgar a los cuatro hermanos acusados. Rodríguez ordena su captura; pero Francisco escapa a Montevideo, José Antonio a Bolivia y Guillermo se esconde en -la sierra. Santos Pérez, será incitado a huir. El único detenido es José Vicente, que cuenta con la coartada de haber delegado, el gobierno, el día posterior a la muerte de Quiroga. Rosas monta en cólera. Pide que las cosas se lleven seriamente, quejándose a López que el nuevo gobierno cordobés “está lleno de unitarios”. Rodríguez mete presos a los componentes de, la partida secuestrándoles la ropa de los asesinados que se habían repartido. Encuentra a Guillermo cerca de Barranca Yaco, en un refugio silvestre de troncos y ramas; -que, abatido, confiesa él crimen ordenado por su hermano Francisco. Días después se entrega Santos Pérez: no se tiene por culpable porque ha matado a Quiroga en misión y orden oficial. José Antonio ha escapado por a Bolivia y Alejandro Heredia (puntal de Rosas) sin preocuparle trámites procesales, ni invasión de territorio extranjero, lo saca con una partida tucumana entregándolo al gobierno-de Córdoba. Francisco ha sido recibido en Montevideo por los unitarios como un exilado político. Rosas, con la anuencia de López, pide al congreso provincial que elija gobernador al comandante de Pampayasta Manuel López. Manuel López (alias Quebracho) es caudillo rural de Pampayasta. Se lo tiene por amigo de Estanislao López. Rosas lo sabe un federal íntegro, no ligado con los Reinafé. Como el nombre de Quebracho ha salido de Santa Fe, se reserva indicar al ministro y señala al Dr. Calixto María González, hombre, —según sus palabras a Santa Fe— de “fidelidad, de firmeza y de aversión a nuestros enemigos”. Rodríguez y Santiago Derqui buscan rechazar la candidatura de Quebracho. No resulta porque los hombres fuertes del interior —Ibarra en Santiago, Heredia en Tucumán, Aldao en Mendoza— ya giran en la órbita de Rosas. Este ordena a Quebracho adelantar sus milicias desdé Río Tercero y asumir el mando desbaratando a todos. A Buenos Aires han ido presos los tres Reinafé habidos, Aguirre, Santos Pérez y la gente de la partida ejecutora. Por resolución de las provincias, Rosas debe juzgarlos. Delega el sumario y la sentencia en Manuel Vicente Maza, reservándose “revisarla". Pérez confiesa la autoría de “la ejecución” ordenada por Francisco, José Antonio y Guillermo Reinafé que le garantizaron era “cosa convenida con los señores López y Rosas”. Guillermo niega y asegura que “son cosas de Francisco”; lo mismo dicen José Vicente y José Antonio. Pero los tres aceptan que supieron el crimen y nada hicieron por evitarlo. Se da al juicio las apariencias legales: los 'procesados nombran sus defensores. Uno de ellos, Marcelo Gamboa, presenta un largo escrito: no hace una defensa de fondo sino una requisitoria contra la falta de constitución escrita. Los Reinafé, a su entender, no podían ser juzgados por una delegación de los gobernadores provinciales en el de Buenos Aires: sería necesario una constitución escrita y las leyes que creasen el fuero federal. Impugna como juez a Rosas que ha prejuzgado la culpabilidad de sus defendidos en las comunicaciones cursadas a las provincias. Pide al mismo Rosas que le conceda autorización para publicar la defensa,
Rosas se molesta con duro lenguaje: “Sólo un atrevido,
insolente, picaro, impío, legista y unitario” ha podido presentarle, bajo la
apariencia de ejercer el derecho de defensa, un pedido de' publicar un escrito
de propaganda política”. Lo condenaba a “no cargar la divisa federal, ni
ponerse, ni usar en público los colores federales”. Si no cumpliese, sería
“paseado por las calles de Buenos Aires en un burro celeste”. Maza se pronuncia aconsejando el
fusilamiento de Santos Pérez y los cuatro oficiales de la partida por autores
materiales, de Guillermo y Francisco (ausente) por ordenar el crimen y de José
Vicente y José Antonio (éste acaba de morir en la prisión) por cómplices;
también debería fusilarse a 17 de los 28 soldados de la partida eligiéndolos
por sorteo. A distintas penas, a los, demás y considera exentos el ex gobernador
Rodríguez. y José Roque Funes. Pasa la sentencia a Rosas que pide dictamen al
asesor de Estado, doctor Lahitte, quien solicita su confirmación. Rosas lo hace el 27 de mayo. Los defensores (entre ellos
Gamboa, a quien se ha levantado la inhibición) piden que se conmuten las penas.
Rosas solicita 'informes a Maza y Lahitte, que se pronuncian por el
cumplimiento de la sentencia, pero aconsejan. que el gobernador rebaje los soldados
sorteados. En la sentencia definitiva, del 9 de octubre, se reducen éstos a
tres. El juicio duró dos años; fueron
condenados a muerte y sus bienes confiscados. José Antonio murió en la cárcel,
pero Pérez y los dos hermanos restantes sufrieron la sentencia el 25 de octubre
de 1837. El último hermano, Francisco, murió en 1840, luchando contra el
hermano y sucesor de Estanislao López, Juan Pablo López, en el mismo combate en
que también murió el antecesor de don Estanislao, Mariano Vera.
Andrienne Macaire, Ejecución de Vicente y Guillermo Reynafé
y de Santos Pérez, 1837, litografía, 46 x 41 cm, Museo Histórico Nacional, Buenos
Aires. Escasos días antes, precisamente
el día 25 de octubre, Vicente y Guillermo Reynafé, junto con Santos Pérez
habían sido colgados en la Plaza de la Victoria. La litografía de Macaire es
posiblemente la imagen más compleja que nos ha llegado de su vasta producción. En
la semiesfera ubicada en la parte superior del eje central se desarrolla el
fusilamiento de los acusados. Es una escena cargada de tensión, dinamizada por
el ritmo de las figuras de los soldados y sus armas. Los cuerpos de los acusados
se presentan vendados y sumisos frente a los arcos del Cabildo. El otro
espacio, el principal, es el verdadero núcleo de la imagen, dividido de la
viñeta del fusilamiento por una cadena que remite de modo claro a la condena y
el castigo. Es un espacio heterogéneo, con escalas divergentes, donde se
desarrolla el desenlace de la primera acción: la sentencia indicaba que debían
" suspenderse sus cadáveres por seis horas, en la misma plaza " (La
Gaceta Mercantil, 1837).
Bibliografía
Busaniche José Luis "Historia Argentina"
Crónica Argentina, dirigida por A. J. Pérez Amuchástegui
Gálvez Manuel "El General Quiroga"
Levene Ricardo "Historia Argentina"
Palacio Ernesto "Historia Argentina"
Revista Todo es Historia Nro 3 Proceso a los asesinos de Quiroga
Rosa José María "Historia Argentina" tomo 4
Sierra Vicente "Historia Argentina"
martes, 23 de agosto de 2022
El Libertador, mas allá del bronce...un Héroe de carne y hueso
POR EL DR. JULIO R. OTAÑO
A 172 años de la desaparición física de José Francisco de San Martín y Matorras, el mito se agiganta y la denominación de Padre de la Patria está muy lejos de ser un anacronismo o una glorificación instalada en el bronce. No voy a hablar del Libertador Militar de América, ni del forjador de nuestra independencia, ni del líder junto con Belgrano, Guemes o Rosas. José de San Martín fue lo que quiso ser: un hombre común, Sus modos de comunicarse con la comunidad lo convirtieron en un líder cercano a las necesidades de su gente. Sus características fueron: El esfuerzo: y en su caso fue doble, por el estado de su salud, en particular, sus malestares gástricos que lo desangraron desde España; La generosidad y sentido de la solidaridad social que se manifiesta permanentemente en su vida; La modestia: Acordémonos de su vestimenta escasa y sencilla, que manda componer y remendar cuantas veces sea necesario, huía permanentemente de los homenajes; La honestidad transparente. Ya que sin honestidad no hay proyecto posible para el futuro y su vida limpia y honesta es modelo de futuro; la educación: Enamorado de los libros, fundó tres Bibliotecas y en el decreto de creación de la de Lima, dijo que los libros son letales para los malos gobernantes; defensa de los derechos del hombre sustentados por sus decretos terminando con la esclavitud y la servidumbre en los pueblos originarios; La defensa y unión nacional: San Martín vivía preocupado por la disolución y la disgregación nacional, apoyando a Rosas en sus enfrentamientos con el imperialismo anglofrancés; Unidad Latinoamericana: su gesta fue la causa de América, compartida con Simón Bolívar; Renunciamiento: a los honores y acompañado del silencio en su camino al ostracismo.
En Cuyo, específicamente en Mendoza, se mostró como un Gobernante honesto y progresista: fomento la actividad agrícola con la venta de tierras estatales que no habían sido cultivadas, siguió la tradición de los huarpes (pueblos originarios) mandando construir canales de riego, apoyó la industria vitivinícola, adoptó medidas destinadas a mejorar la salud pública, además de la creación de caminos y postales de correo que multiplicaban la comunicación. Además, los trabajadores rurales y peones también recibieron mejores condiciones laborales y salariales. A nivel personal al General le gustaban las flores, su comida preferida era el asado, que comía con un sólo cubierto: el cuchillo. No le gustaba el mate, pero era un apasionado del café. Y como conocía el alma del soldado y su amor por el mate, tomaba café con mate y bombilla. Conocía mucho de vinos. Y podía reconocer su origen con sólo saborearlo. Era fumador de tabaco negro, y el mismo se preparaba sus cigarros. Era muy buen jugador de ajedrez, y difícil ganarle. Se remendaba su propia ropa. Era habitual verlo sentado con aguja e hilo, cosiendo sus botones y Usaba sus botas hasta casi dejarlas inservibles. Predicaba con el ejemplo.. Y jamás, daba una orden a sus subordinados, que él mismo no pudiera cumplir. Su palabra era santa, y para sus hombres era ley. Hablaba inglés, francés, italiano, y obviamente español, con un pronunciado acento andaluz. Tenía la costumbre de aparecerse por el rancho, y pedirle al cocinero que le diera de probar la comida que luego comería la tropa. Siempre buscó economizar la sangre de los pueblos y buscaba como lo dice en una carta “Tenemos la responsabilidad de la gloria mayor a que puede aspirar un hombre: asegurar la felicidad de nuestros países, sin sangre y sin lágrimas". En Buenos Aires a los 34 años conoció a Remedios de Escalada con quien se casó y cuyo fruto de amor fue Mercedes Tomasa, nacida el 24 de agosto de 1816 en Mendoza (en Mendoza se recuerda como el Día del padre y se lo tendría que recordar en todo el país). Realiza sus grandes hazañas, libertador de 3 naciones, regresa a su patria y sufre la partida de su “Esposa y amiga” fallecida de tuberculosis a los 26 años…Recoge a su niña y parte al exilio europeo. “Un hijo es un don del cielo, que sólo los padres pueden valorar y que tan poderosamente contribuye a la felicidad de nuestra vejez”, sostuvo en carta a Guido. Redacta sus “Máximas a Merceditas” donde le aconseja: Humanizar el carácter y hacerlo sensible; amor a la verdad y odio a la mentira; culto a la amistad y ayudar a los que lo necesitan; respetar todas las religiones y los pensamientos; ser dulce con niños y ancianos: desprecio al lujo y amor por la patria y la libertad. La “infanta mendocina” casó con Mariano Balcarce y fueron padres de dos niñitas que fueron el amor de su orgulloso abuelo, quien les daba sus medallas para que jueguen….Un 17 de agosto de 1850, el viejo guerrero entrega su corazón a Dios, tomando la mano de su hija.. escribió días antes: “El constante cariño y esmero que siempre me ha manifestado mi hija, ha recompensado con usura todos mis desvelos, haciendo mi vejez feliz: yo le ruego continuar con el mismo cuidado y contracción la educación de sus hijas (a las que abrazo con todo mi corazón) si es que a su vez quiere tener la misma feliz suerte que yo he tenido”. Y así terminó sus días el Padre de la Patria: ejemplo de patriota, de hombre de Estado y de ser humano en todas sus manifestaciones.