Por el Prof. Julio R. Otaño
Hoy estamos nuevamente reunidos, como lo
hacemos año a año, para rendir homenaje a los “Navegantes de la Guerra de
Malvinas” del Crucero General Belgrano, del submarino “Santa Fe”, del Aviso ARA
“Alférez Sobral”, de la Corbeta “Guerrico”, y demás unidades de la Flota de Mar
que participaron en el conflicto del Atlántico Sur. El Belgrano, llamado USS Phoenix, fue el
tercero en llevar ese nombre en la armada estadounidense. Fue botado el 12 de
marzo de 1938. Durante la Segunda Guerra Mundial operó en la costa oeste y se
encontraba en el interior de Pearl Harbor durante el ataque japonés del 7 de diciembre
de 1941. Fue vendido a la Argentina con otro de su
clase, el USS Boise, en octubre de 1951. Fue bautizado ARA 17 de Octubre y
luego la “Revolución Libertadora” lo rebautizó como General Belgrano. Sobrevivió al ataque japonés a Pearl Harbor,
pero un 2 de mayo de 1982 y a las 4 de la tarde, fue atacado por el submarino
nuclear Conqueror fuera de la zona de exclusión y, de sus 1092 tripulantes, se
llevó la vida de 323 Héroes de nuestra patria.
Dos torpedos impactaron en el crucero Belgrano, iniciando una rápida escora a su babor y comenzaba a hundirse, partiendo a su apostadero definitivo, dando tiempo a que gran parte de su dotación pudiera abandonarlo, llevando consigo 323 marinos convertidos en su más leal guardia de honor, acompañándolo en el lecho del mar para su reposo final. Su Comandante, Capitán de Navio Héctor Bonzo, dió órdenes para salvar al Crucero ya herido de muerte. Firme, inquebrantable, con absoluto control de sí mismo, mientras se vivían momentos trágicos que, sin duda, destrozaban su corazón. Finalmente ordenó abandonar el buque. Dando ánimo y apoyo, recorriendo las cubiertas, donde permaneció hasta último momento, no sin antes asegurarse que todos los sobrevivientes hubiesen abordado su correspondiente balsa. No hubo lugar para titubeos, actitudes egoístas o pérdidas de control por la situación tensa que se estaba viviendo; todo lo contrario: liderazgo, disciplina, asistencia al compañero en dificultades, Y en el último adiós al guerrero herido, cuando su figura desaparecía hundiéndose en la inmensidad del océano, un solo grito se escuchó desde todas las balsas que comenzaban su largo periplo en el mar: “¡Viva la Patria, Viva el crucero Belgrano!”. También hay que rendir homenaje a los cientos de marinos que desde el mar y el aire, se comprometieron en la operación de rescate más ardua y exitosa de la historia naval Argentina, acudiendo con altísimo riesgo. Como aquella aeronave Neptuno que localizó las primeras balsas, y cuya dotación aceptó continuar la búsqueda a pesar de no contar con combustible suficiente para aterrizar. Todo queda resumido en la respuesta que dio el entonces Comandante del aviso ARA Gurruchaga, bastión en esta operación, ante la pregunta de un integrante de su dotación, ya agotado después de tanto esfuerzo, y conociendo el enorme riesgo al que estaban expuestos, sobre hasta cuanto más iban a permanecer en el área de operaciones. La respuesta fue clara y contundente: “Hasta la última balsa”. Hoy 323 voces nos hablan de patria e ideales, resuenan como un eco profundo en nuestras almas, humedecen nuestros ojos, nos marcan una ruta y un destino. 323 tripulantes continúan, en esas bravas y heladas aguas, custodiando nuestra soberanía y nuestro pabellón, que seguramente continúa ondeando en lo alto del palo mayor, y en fechas como estas, nos recuerdan que hay una misión no concluida. Trescientas veintitrés voces que nos gritan Que todavía queda abierta una herida Todos los días nos recuerdan que Malvinas Fueron son y serán Argentinas.
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