Por Julio R. Otaño
Rosas

miércoles, 30 de junio de 2021
Un gran Patriota, no tan conocido: General Tomás Guido 1788 - 1866 -
Rosas frente a Gran Bretaña y Francia
Por Julio Irazusta
La paz con Francia
no puso término a la guerra civil desencadenada por la intervención de ese
país, ya que no resultó más que una tregua. Lavalle fue derrotado en Quebracho
Herrado antes de reunirse con sus correligionarios del interior y los unitarios
no pudieron sostenerse en Córdoba; desencontrados los jefes, se retiraron, los
unos hacia el oeste y los otros hacia el norte. Los primeros, dirigidos por
Lamadrid, fueron perseguidos por Pacheco y los segundos, comandados por
Lavalle, lo fueron por Oribe, el que, como aliado de la Argentina, fue
designado por Rosas general en jefe interino del ejército unido de vanguardia.
Ambos jefes unitarios fueron derrotados a fines de 1841, en las batallas de
Rodeo del Medio y de Famaillá, respectivamente. Lejos de terminarse, la
contienda rebrotó en la Mesopotamia. El general Paz fue llamado a Corrientes,
después de un nuevo pronunciamiento antirrosista y triunfo de Echagüe en la
batalla de Caaguazú, el 28 de noviembre de 1841. Rosas ordena a sus fuerzas
vencedoras en el interior regresar al litoral para hacer frente al peligro
incesantemente renovado por la libertad que Rivera daba a los emigrados para
seguir sus agresiones contra la Argentina. El Entre Ríos queda a medias ocupado
por los ejércitos de Paz y de Rivera. Las ambiciones territoriales de éste
alejan al general cordobés. Y el usurpador del Uruguay
es derrotado por su rival Oribe, presidente legal, en Arroyo Grande, al sur de
Concordia.
Golpe de teatro: los agentes de Francia e
Inglaterra, hasta entonces al parecer desacordes, se unen para intimar al
gobierno argentino la orden de que el ejército unido de vanguardia no pasara el
río Uruguay en persecución del anarquista Rivera. Rosas hace caso omiso de la
intimación, pero no publica el documento y da por inexistente la pretensión
europea. Al cabo de largas correspondencias diplomáticas entre Londres y Buenos
Aires, Lord Aberdeen dice a Manuel Moreno que da la intimación de 1842 como non
avenue. De todos modos, la coalición anglo-francesa contra la Argentina puede
considerarse en formación desde aquel entonces. Se concretó en 1845, por las
rivalidades que, en medio de un llamado acuerdo cordial, desgarraban a las dos
grandes potencias conquistadoras que se repartieron el mundo ultramarino en el
siglo XIX.
Oribe dominó la mayor parte de la campaña uruguaya y puso sitio a Montevideo. Cuando la escuadra de Brown iba a sellar la suerte de la plaza, se interpone el comodoro inglés Purvis, quien, reincidiendo en las pretensiones europeas, niega “a los puertos de Sud América el ejercicio de un derecho tan importante como el del bloqueo”. Purvis reabastece a Montevideo y, mientras sirve los planes de su gobierno, hace buenos negocios. Rosas se contenta con protestar ante Mandeville, sin enfrentar a las potencias marítimas a su medio. Pero mantiene en el Uruguay a los diez mil argentinos que eran auxiliares de Oribe, durante diez años. La declaración del bloqueo anglo-francés de 1845, la expedición de ambas potencias al Paraná, la derrota honorable que fue la Vuelta de Obligado seguida por un triunfal desquite al regreso de la expedición, las misiones Ouseley-Deffaudis, Hood, Howden-Walescki, Gore-Gros, se empeñan vanamente en lograr que Rosas retire aquel ejército de diez mil argentinos que, según los europeos y satélites locales, constituían amenaza para la independencia uruguaya, cuando en realidad la defendían de la codicia imperialista. Impotentes para alcanzar ese resultado, los europeos nos reconocen todos los derechos de soberanía que nos habían negado. Caso único en la época: la agresión conjunta anglo-francesa, no resistida en ningún punto del globo y que permitió a las potencias coaligadas abrir el África, la China, el Japón y crear dos de los mayores imperios conocidos, fracasó en el Plata. Bajo la dirección de Rosas, la Argentina mostró una fuerza sorprendente. La epopeya de la emancipación, sin ayuda de nadie, se repitió en la quinta década del siglo. Y San Martín escribió al caudillo que su lucha era de tanta trascendencia como la que se había librado contra los españoles.
En el fondo de la
cuestión estaba el intento europeo por rehacer “por el comercio y la
emigración, los lazos que sujetaban antes a la América del Sud bajo la
exclusiva dominación de España”. Francia Quería participar urgentemente de tal
empresa ya -que, hacia 1850, según Brossard (secretario de Walescki uno de los
diplomáticos franceses) su país necesitaba del Plata como lugar para ubicar el
excedente de su población sin trabajo, manteniéndolo bajo su jurisdicción
política. Por eso dice claramente que su país era “arrastrado cada vez más
hacia el Plata por la necesidad de expansión que trabaja a los pueblos en los
períodos críticos de su vida social.
En
definitiva, lo que las grandes potencias marítimas ambicionaban era retacear la
soberanía argentina, tanto moralmente en la aplicación de las leyes como
materialmente, y si podían en algo de lo material que era el territorio. El
tono de la música lo había dado Purvis al negarnos el derecho de bloqueo. Las
restantes misiones pretendían negamos el derecho de beligerancia contra un
enemigo que nos había declarado la guerra.
“Bajo Rosas, en sus 17 años de dictadura, con un ejército al que Sarmiento consideraba capaz de conquistar el subcontinente, la Argentina ganó el pleito que le plantearon los anglo-franceses. A las generaciones posteriores les quedaba la tarea de sacar para el país los beneficios consiguientes”
*
La Estrella Federal
Por Facundo Di Vincenzo
En 1933 y en un libro del historiador, docente y escritor Juan Cobos Daract, titulado justamente: La Estrella Federal, publicado en Buenos Aires por Tor, editorial que conservaba desde su creación en 1916, la sana costumbre de publicar libros a precios “populares”. ¿Quién era Juan Cobos Daract? Dejemos que nos lo explique Juan Domingo Perón:
A 200 años de la muerte del General Francisco "Pancho" Ramírez
Por el Prof. Jbismarck
Francisco Ramírez nació en 1786, en Concepción del Uruguay (Entre Ríos). No hay retrato del Supremo Entrerriano. Algunos dicen que era achinado y bajo; otros, que blanco y rubio. Todos coinciden, en cambio, en reconocer que era simpático y muy enamorado. Sólo tres escasos años duró, su deslumbrante carrera: tres años que difundieron el nombre de Pancho Ramírez en las Provincias Unidas. Cuando ejerció el poder supremo de la “República de Entre Ríos”, se preocupó de crear escuelas, montó las bases de una administración pública que duraría muchos años y fue prolijo y reglamentarista en el manejo de las cosas oficiales. Pasó como una deslumbrante estrella en la noche de las guerras civiles y cayó a los 34 años de edad, defendiendo a su mujer, en el momento más alto de su ambición y su gloria.
Era hijo de un comerciante
paraguayo y de una dama de apellido Jordán, que después volvería a casarse
teniendo entre otros hijos a Ricardo López Jordán, militar de importante
actuación junto a su hermanastro y padre del general del mismo nombre; En Arroyo
de la China recibió Francisco Ramírez una regular educación. Fue correísta de
Artigas, en los primeros momentos del levantamiento de la campaña oriental. Ramírez estuvo con el Protector en el campo de
Ayuí. en ocasión del Éxodo del Pueblo Oriental; y sin duda lo frecuentó cuando
Artigas instaló su sede en Arroyo de la China por breve tiempo. Cuando el
Directorio lanzó contra esta provincia un ejército mandado por el Barón de
Holmberg, Ramírez los sitió en un islote sobre el Ibicuy y les infligió una
tremenda derrota, obligándolos a refugiarse cerca de Gualeguay, desde donde los
invasores pidieron refuerzos a. Buenos Aires.
Poco más tarde habría de defender su pueblo natal contra un ataque de
los portugueses, que no contentos con ocupar el territorio de la Banda Oriental
avanzaban en incursiones aisladas sobre la margen derecha del río Uruguay. Pronto
tomaría Ramírez la ofensiva en esa larga guerra contra el Directorio. El
régimen cuyas intrigas monarquistas, cuyo centralismo y permanente alianza con
el portugués repudiaban los pueblos, estaba llegando al límite de su
desprestigio. La sanción de la Constitución —abril de 1819— determinó el
rompimiento: su estructura, preparada para el advenimiento de algún príncipe
europeo, resultaba odiosa a las provincias. Santa Fe —es decir, Estanislao
López— y Entre Ríos —Francisco Ramírez— asumirán tácitamente la representación
de los pueblos interiores en esta confrontación con el poder porteño. Faltará
Artigas a la lucha, acosado como está por los invasores portugueses; pero es
con el espíritu e instrucciones de Artigas con que los caudillos avanzarán
sobre la orgullosa Buenos Aires. Ramírez,
como lugarteniente del Protector, asumirá la función de jefe supremo del
ejército federal; En octubre de 1819 se reúnen Ramírez y López en Coronda
para establecer los planes comunes. El oscuro capitanejo de Artigas está ahora
a punto de ingresar a la historia al frente de los Dragones santafecinos, los
guaraníes de misiones, los mocobíes del Chaco y los montoneros de las selvas
entrerrianas.
El Director Rondeau llamó en su auxilio al Ejército del Norte. Pero esta fuerza se niega a participar de la guerra civil, en Arequito (7 de enero de 1820), y esa sublevación deja al Directorio casi en estado de indefensión. Sólo faltaba el empujón final. El 1 de febrero de 1820, en la cañada de Cepeda, el régimen directorial se derrumba. Diego Luis Molinari ha llamado a este encuentro ‘la batalla de un minuto” porque bastó una gran atropellada federal para que. las fuerzas de Rondeau se dispersaran. Ante la noticia de Cepeda se viven en Buenos Aires horas de terror. Pero la actitud de estos bárbaros criollos fue magnánima. En los veinte días que mediaron entre la batalla de Cepeda y el tratado del Pilar, un desfile de increíbles intrigas y personajes se sucedió. En su campamento, Ramírez y López asistían serenamente a estas fantasmagorías. Exigían que el poder nacional (Congreso y Directorio) se disolviera definitivamente; que Buenos Aires eligiera sus propios gobernantes para tratar en igualdad de posición con Santa Fe y Entre Ríos las bases de la futura organización federal del país y que se levantara un proceso público a los responsables de las intrigas monarquistas. Omitían, en cambio, hablar de un punto, la guerra contra los portugueses, el obsesivo tema de Artigas. Sin embargo, meses antes, Ramírez había escrito al Protector que “no admitiré otra paz que la que tenga como base la declaración, de guerra al rey don Juan, como V.E. lo quiere...” Asume como gobernador interino Manuel Sarratea —el viejo enemigo de Artigas— los caudillos firmaron el Tratado del Pilar, cuyos dos grandes principios eran los de nacionalidad y federación. Luego entraron a Buenos Aires. El pueblo porteño vio con alivio esa pacífica entrada. Pero no perdonó este agravio: que los montoneros ataran sus fletes en la reja de la Pirámide de Mayo...Ramírez regresa a Entre Ríos. En los días que precedieron se produce la derrota de Artigas en Tacuarembó y el pasaje del jefe vencido a Entre Ríos y ya en pie de guerra. El caudillo entrerriano cuenta con los auxilios de armas y dinero que le ha provisto Sarratea, en cumplimiento de las cláusulas secretas del Tratado del Pilar. Es difícil determinar quién estaba en la verdad. El Protector hacía una cuestión fundamental de la guerra contra los portugueses; Ramírez, en cambio, veía en la guerra un problema que exigía condiciones previas, para su solución. La lucha contra el portugués suponía la constitución de una nueva autoridad nacional, asistida por la confianza de los pueblos y apta para enfrentar el poder de los invasores.
Artigas fue derrotado por su antiguo lugarteniente y se
libraba Buenos Aires de su peor adversario.
Mansilla jugó un papel decisivo en la derrota final de Artigas, en Las
Tunas, cuando su pequeña y disciplinada fuerza llevó adelante el ataque
definitivo contra; el jefe oriental quien se exilia en el Paraguay los últimos
30 años de su vida. El 30 de noviembre
de 1820, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, en la localidad del,
Tala, el caudillo proclama el nacimiento de la República de Entre Ríos que
comprende Entre Ríos, Corrientes y Misiones, pronto tendrá una bandera propia
—con cuarteles blancos, azules y encamados— y un escudo cuyo signo heráldico es
una pluma de avestruz: signo indescifrable, de inspiración campera —los
montoneros de Ramírez y López solían usar una pluma de avestruz en el sombrero—
Sanciona reglamentos para el orden militar, político, económico y tributario.
Declara abolidos los derechos a la introducción de efectos del interior del
país, prohíbe la matanza de vacunos, manda practicar el primer censo del
territorio, promueve la cría de ganado y la plantación de árboles. Crea la
administración judicial y el servicio de correos. Determina procedimientos para
el ingreso y egreso de los fondos públicos, organiza oficinas recaudadoras y
fija el valor del papel sellado. Impone la enseñanza obligatoria hasta “saber
leer, escribir y contar”. Pero la ambición del Supremo no estaba limitada por
las fluviales fronteras de su territorio. Aspiraba a una gloria más vasta:
continuar la obra de Artigas expulsando a los portugueses de la provincia;
oriental y reintegrar la virtualmente segregada provincia del Paraguay a la
comunidad nacional.
En Buenos Aires, Sarratea debió ceder el poder a un
gobernador surgido de elecciones, produciéndose el resurgimiento del partido
directorial: fueron los días de ‘los tres gobernadores” y del caos civil en la
orgullosa provincia porteña. En setiembre, después de la batalla del Gamonal,
desastrosa para Buenos Aires, la mediación del cordobés Bustos y la garantía de
un joven estanciero del sur llamado Juan Manuel de Rosas, consiguieron
establecer la "paz perpetua” entre Buenos Aires y Santa Fe mediante el
convenio de Benegas. Martín Rodríguez, el nuevo gobernador bonaerense,
significaba el predominio de la facción moderada de los antiguos directoriales,
ahora entendidos con López y Bustos —cada uno jugando su juego de ambiciones
particulares en torno a la futura organización nacional. La nueva entente
porteña-cordobesa-santafecina apuntaba a asfixiar al Supremo Entrerriano;
Ramírez, enterado ya del Convenio de Benegas, vuelve a
oficiar a Martín Rodríguez insistiendo ahora en la necesidad de declarar la
guerra a Portugal. Ni él ni su antiguo amigo López le contestan….Dice Ernesto
Palacio: “Los mediocres intereses localistas se sobreponen en el ánimo del
mediocre personaje, a los grandes objetivos nacionales; sacrificaba a su aliado
en los principios, por las pingües achuras de las vacas de Rosas”.
Pancho Ramírez decide enfrentarse con todos. Buenos Aires que
ha armado dos ejércitos formales al mando del coronel Gregorio Aráoz de
Lamadrid el uno, y del gobernador Martín Rodríguez el otro. Los temibles
Dragones de López constituyen otra fuerza respetable. Y desde - Córdoba, Bustos
se apresta también a enfrentar al entrerriano. Ramírez sólo contaba con sus propias fuerzas y
quizás el chileno Carreras, que después del Convenio de Benegas se había
lanzado a convulsionar el sur de Buenos Aires, y de Córdoba, esperando engrosar
sus fuerzas con indios y desesperados como él, para pasar a Chile. Envía al coronel Anacleto Medina para que se
alce con toda la caballada de López, concentrada en el Rincón de Coronda. La
operación tiene pleno éxito y de un día para otro el santafecino queda
desmontado. Ramírez avanza rápidamente hacia el sur, hacia Rosario. El 8 de
mayo de 1821 las fuerzas del Supremo topan con la columna de Lamadrid, y lo
vence, pero poco más tarde su pequeña flotilla era destruida por la escuadra
porteña y sus comunicaciones con Entre Ríos quedaban definitivamente cortadas,
dejándolo en territorio enemigo acosado por distintas fuerzas, cada una de
ellas superiores en número a su columna. Pero no sería fácil vencerlo.
Desgastada su fuerza por la ruda campaña —apenas contaba ya con 700 hombres— y
sin poder recibir la menor ayuda de Paraná, Ramírez acampa por unos días en
Coronda. Cada refriega, aunque llevara el signo del triunfo significaba un
deterioro en hombres; y en Santa Fe sólo era dueño del terreno que pisaba.
López, en cambio, estaba al frente de un ejército intacto; le quedaban 400
soldados entre ellos, el coronel Medina y su mujer, la bella Delfina, serena en
medio de la derrota. El Supremo la había tomado como botín en una de sus
batallas contra los portugueses y desde entonces la llevaba en todas sus
campañas: era una riograndesa blanca y pelirroja. Ramírez rumbeó a Córdoba. Allí encuentran un refuerzo inesperado:
Carreras con 700 hombres, que había desistido de cruzar a Chile al saber que su
amigo estaba peleando contra Buenos Aires. Carreras se había acercado hacia el
litoral en una carrera vertiginosa desde San Luis; había llegado tarde para
auxiliar a Ramírez en el momento decisivo pero todavía podían componer entre los
dos una fuerza respetable. Lo demostraron días después, el 16 de junio, cuando
atacaron a Bustos, gobernador de Córdoba, en una acción indecisa en su
resultado. Pero Ramírez y Carreras eran
caracteres fuertes y sus intereses no eran coincidentes. El chileno insistía en
volver a su patria, teniendo en cuenta la persecución de López y Lamadrid,
sumada ahora a la de Bustos. Ramírez quería continuar con su itinerario y
ofrecía seguro asilo en Entre Ríos. Resolvieron
separarse. Cada uno marchó hacia su trágico destino. Carreras fue interceptado
en Mendoza: lo ultrajaron prolijamente antes de fusilarlo y Godoy Cruz hizo
trinchar sus despojos para ser exhibidos en diversos puntos de la provincia de
su mando. En cuanto a Ramírez, su fin era cuestión de días. El 10 de julio
(hace justo 200 años), cerca de Río Seco una fuerza cordobesa alcanza a Ramírez
y lo derrota. Ahora apenas tenía una docena de hombres a su lado. Sin darle respiro lo persiguen. Y es entonces
cuando el Supremo Entrerriano cae herido en el cuello, cubierto con su poncho
rojo, para salvar a su amante rezagada. Una bella muerte para este joven
caudillo que siempre jugó su destino sin retáceos, sin reserva...
Medina rescató del lance a la Delfina mientras su jefe
agonizaba prendido del cogote de su flete, y llevó a la muchacha hasta Entre
Ríos cruzando los páramos santiagueños y los montes fangosos del Chaco. Durante
muchos días Estanislao López recibió a sus amigos en su campamento, al lado de
una mesa de tijera donde se exhibía la degollada cabeza de Francisco Ramírez. Porque
señalemos que para que el espectáculo pudiera durar más tiempo había encargado
a un sangrador habilidoso la tarea de embalsamar esa carroña.
RELACION DEL GASTO OCASIONADO PARA PRESERVAR DE CORRUPCION
LA CAVEZA DEL FINADO SUPREMO DE ENTRE RIOS FRANCO. RAMIREZ, EL QUE HE
VERIFICADO POR MANDATO DEL SOR. COMANDANTE DEL 2P ESCUADRON DE DRAGONES DE LA
INDEPENDENCIA, DN. JOSE RAMON MENDEZ, GOBERNADOR SUBSTITUTO DE ESTA PROVINCIA.
Por veinte pesos de mi trabajo personal por las operaciones
que he executado con la expresada Caveza, como son la del Trépano y demás
Cirúrgicas cuyo valor es sumamente ínfimo como lo descontará qualesquiera
Facultativo en el dicho Ramo
IMPORTA PESOS 42
Por manera que según la Cuenta que precede asciende esta a la
cantidad de cuarenta y dos pesos y por ser asi firmo el presente documento en
la'Ciudad de Santa Fe a 23 de Julio de 1821. .
Manuel Rodríguez.
(Fuente: ANIBAL VAZQUEZ, Ramírez. El original obra en el
Archivo de la Provincia)
lunes, 28 de junio de 2021
Ramón Doll, vicepresidente de los pensadores argentinos
POR SEBASTIAN SANCHEZ
Es cierto que se graduó en Leyes y que durante un breve período fue juez penal pero nunca tuvo demasiado fervor por la tribuna litigante. Aún más, "conocedor del paño" como era, no escatimó críticas a la "clase abogadil" y en su día escribió que "los abogados han llevado a la política argentina el abominable aire, superficialmente agitado, de los negocios". Del mismo modo supo describir el antiguo vicio de nuestra política (que conserva perfecta actualidad, por otro lado), denominado "curialismo" o "gobierno de los abogados": "He aquí el triángulo de la oligarquía curialesca, he aquí el cuerpo trifacetado del más poderoso organismo destructor que acaso forma el grueso de las fuerzas plutocráticas lanzadas contra el país desde el extranjero: bufete, estrado, Facultad."
Hacia medidos de los años "30 Doll era un consolidado escritor y crítico literario que gozaba de la gloria mundi, pero para su fortuna -y la nuestra- a sus maduros 40 años se mudó al nacionalismo con armas y bagajes y de éste, con toda naturalidad, a la Iglesia. Y en esa trascendente filiación se mantuvo hasta el fin de sus días. Si bien sobresalió en el ensayo, su auténtica vocación fue el periodismo. Escribió en diarios y revistas como Claridad, (en su etapa socialista), Nuevo Orden (dirigida por Ernesto Palacio), La Voz del Plata (de otro grande, Julio Irazusta), El Pampero y, por supuesto, Cabildo.
A fuerza de polémicas e invectivas, sus artículos -esos lúcidos mandoblazos verbales- no tardaron en volverlo persona non grata para la progresía vernácula. No era para menos: a Lisandro de la Torre lo definió como "hombre impermeable a toda gracia política"; y apostrofó a Aníbal Ponce -precursor del psicologismo marxista argentino- como "hombrecillo en toda la extensión del diminutivo, con la desgracia para él de haber caído en su adolescencia en manos de aquél napolitano fumista y corrosivo que se llamó José Ingenieros". También arremetió contra José Luis Romero, el infladísimo pope de "historiografía legítima", al juzgar el libro.
Las ideas políticas en Argentina como "un refrito de la historia oficial... con un planteo empírico y antihistórico". Y en los "40 escribió que Borges hacía "literatura parasitaria" por su inveterada costumbre de "copiar y pegar".
En 1937 Doll se afilió a la Alianza de la Juventud Nacionalista, que poco después se llamó Alianza Libertadora Nacionalista. Al año siguiente fue miembro fundador del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, a la sazón el órgano principal del Revisionismo Histórico. "Se pasó al fascismo", sentenció un académico poco lúcido. "Miró la Argentina con ojos mejores", decimos nosotros con Lugones. A propósito, cuenta el P. Castellani que Doll solía repetir una frase que hoy nos viene de perlas: "¡Cuidado con enjuiciar al país por enjuiciar a un Presidente del país!".
Publicó unos cuantos libros, sobre todo recopilaciones de sus artículos: Las mentiras de Sarmiento (1925); Ensayos y Críticas (1929); El caso Radowitzky (1929); Crítica (1930); Reconocimientos (1931); Policía Intelectual (1933); Liberalismo en la literatura y la política (1934); Acerca de una política nacional (1939). Mucho después Peña Lillo editó Lugones, el apolítico y otros ensayos (1966). Una de sus obras más interesantes es Itinerario de la Revolución Rusa (1943), escrita en su madurez intelectual, donde con sencilla sapiencia explica el derrotero ruso desde Catalina la Grande hasta Lenin y Trotski, sin olvidar a los demonios nihilistas y anarquistas que tan bien retrató Dostoievski. Esta obra, valiosa para introducirse en el fabulario ideológico marxista, no tuvo como destinatarios a eruditos de la historia o la ciencia política -mucho menos a "políticos profesionales"- sino al "sencillo hombre argentino" (que no es lo mismo que el hombre común). En efecto, esas luminosas páginas se dirigen al obrero y al peón rural, al padre de familia, al maestro de escuela, al trabajador humilde, es decir a quienes constituyen la presa preferida de la soflama marxista. Este magnífico Itinerario, escrito en clave argentina, no olvida a los comunistas vernáculos -como Juan B. Justo- ni a los turistas de la enriquecida burguesía que, tras los tours de rigor por la URSS o Cuba, nos trajeron de regalo la Revolución y sus tropelías.
Una hermosa anécdota, que nos llega gracias a ese gran periodista del nacionalismo que fue Roque Raúl Aragón, retrata a Doll a pie juntillas. Debe haber ocurrido a mediados de los "30 y se produjo a partir de la crítica que nuestro autor escribió sobre el célebre libro de Raúl Scalabrini Ortiz, El hombre que está sólo y espera. Doll fue impiadoso: "Biblia para el zonzaje", apellidó al escrito, y Scalabrini -que además de ingeniero y escritor era boxeador- se sulfuró lo suficiente como para retarlo a duelo. Doll aceptó sin trepidar.
Aquellos duelos nada tenían que ver con las actuales puestas en escena para las cámaras. Eran lides en solitario, con el obligado testimonio de los padrinos, entabladas entre quienes conocían "el gusto varón que pone el peligro en la boca de los hombres", como dijo Jauretche, otro connotado duelista. Se trataba de algo hoy casi inhallable: resguardar la honra.
Por eso -por la honra- ninguno de los escritores se arredró y se batieron nomás, a espada, a primera sangre. Finalmente Doll, que no por obeso escatimó la esgrima, resultó herido en un brazo con lo que se dio por finalizado el lance, para impotencia de Scalabrini que no podía calmar su sed de revancha. Años después, honrosamente deshecho el entuerto, los duelistas se convirtieron en grandes amigos.
Ya en los años "50 desapareció Doll de la escena político-cultural del país y a principios de los "60 le fue diagnosticado Alzheimer. Se recluyó entonces por completo, con la sola compañía de una hija. Dejó la política y las letras y evitó todo contacto con sus antiguos camaradas. Partió en el verano de 1970 este prolífico periodista, escritor patriota y hombre cabal. Esta sencilla página aspira a rescatarlo del olvido.
sábado, 26 de junio de 2021
Angel Pacheco según Ernesto Quesada....
Ernesto Quesada
Pacheco era el primer oficial de la confederación, y Rosas lo sabía muy bien: era el único tal vez a quien este mandatario respetaba. Pacheco era, ante todo, un oficial de escuela y de una disciplina férrea; procedía según su conciencia y estaba convencido de que, en esas circunstancias, su deber era sostener la autoridad y la patria; era soldado hasta la médula de los huesos, y de una de esas lealtades rayanas en lo quijotesco; conocedor profundo del país, anatematizó el crimen de los decembristas y la hoguera que encendiera el sacrificio inaudito de Dorrego; Rosas representaba a sus ojos el gobierno legal y constituido, aspiraba a la organización de la nación y veía que los continuos esfuerzos del bando unitario tendían a arruinar al país y que cometían actos de barbarie, fomentando represalias peores a su turno: sobre todo, a sus ojos tenían la mancha indeleble de la traición a la patria, por estar aliados a los franceses en su intervención militar al Río de la Plata y el bloqueo de sus puertos, aceptando su dinero y sus armas para combatir a los gobiernos argentinos existentes. Cuando la campaña de Cuyo, tenía el general Pacheco 49 años : se encontraba en todo el vigor de la edad. Era una figura singularmente severa, de estatura mediana, tieso el cuerpo, erguida la cabeza: siempre irreprochablemente vestido de uniforme, parecía como si éste hubiese sido cosido por el sastre sobre su persona misma, tal era la absoluta corrección y la ideal falta del más mínimo pliegue. Educado en la rígida disciplina de los famosos granaderos a caballo, oficial favorito de San Martín, había cimentado no tengo intervención alguna en las tropas del ejército ni en sus distribuciones, me ha parecido oportuno hacerlo presente a V. E.”.
Pacheco se dió perfecta cuenta de la importancia de su misión. “El general en jefe — le escribía a Rosas — me ha autorizado para obrar con absoluta libertad, atendiendo a la distancia que debe separarnos y a los peligros que corren las comunicaciones ; por primera vez me encuentro en esta campaña en actitud de responder a la confianza con que me honró Y. E.”. Llevaba a sus órdenes jefes prácticos : bastará citar, entre ellos, a Costa, Flores, Lasala, Granada, Rincón, Sosa y otros. En la división predominaba un pronunciado espíritu marcial, y las mismas canciones que se oían en el campamento, así lo demuestran. La marcha del ejército fué verdaderamente heroica. El camino de la provincia de Córdoba a la Rioja lo obligaba a cruzar serranías y esos característicos eriales llamados “travesías”. Era el desierto y los mil peligros de un país montañoso. Si hoy día son allí mismo desconocidas las carreteras, fácil es imaginarse lo que sería entonces, cuando no había caminos, sino senderos casi impracticables, que requerían “rastreadores” para no extraviarse y perecer por la falta absoluta de agua. “La celeridad de mis marchas—dice Pacheco a Rosas — está en razón de seis cuadras por hora, por las dificultades de los desfiladeros montuosos y escabrosos de este país, que es preciso allanar y abrir a hacha con trabajadores, para facilitar el paso a las carretas y artillería”. Y agrega: “Mi caballería, en su mayor parte, va tirando los caballos, habiéndose dado otra dirección por el general Oribe a los 800 caballos gordos con que contaba, de las remesas de Buenos Aires”.
Pacheco no se arredró ante tantos inconvenientes: la intuición de que Oribe deseaba íntimamente su fracaso, le estimuló aun más. Los medios de conducción eran inadecuados, malos e insuficientes los de movilidad, los caminos eran desconocidos y resultaban impracticables por lo fragosos: la “impedimenta” del ejército era grande. En una palabra, la marcha era lentísima y, para un oficial como Pacheco, aquello era cometer una falta militar grave. Se decide entonces a sacrificar todo a la, rapidez de su marcha, pues en acelerar ésta estribaba él la condición fundamental de la victoria: era sensible dejar a la tropa casi sin bagajes, pero las dificultades insuperables del transporte, por carretas de bueyes y arrias de mulas, imposibilitaban resolver el problema de otro modo, sobre todo en regiones que carecían en absoluto de caminos y, aun, de simples senderos... Esa actitud de Pacheco era diametralmente opuesta a la de Lamadrid en esos mismos días y, contra su costumbre, mientras Pacheco aligeraba su marcha, abandonando sin titubear lo pesado y llevando sólo lo indispensable, Lamadrid marchaba con una lentitud increíble, arreando a toda la población por delante y sin querer abandonar la carretas, los bagajes y mil cosas inútiles. El error de Lamadrid era evidente.
Aldao y Benavides, cerrando el paso de San Juan y Mendoza, al frente del ejército combinado de Cuyo ; Lagos y Maza, con una división, impedían el regreso por Catamarca y, por lo tanto, la salida al norte; Pacheco avanzaba a su encuentro en plena Rioja
Derrota y muerte de Juan Bautista Bustos.....recién en el año 2009 hallan sus restos...
Por el Prof. Jbismarck
Sobre las últimas semanas de 1828, el Ejército a cuya formación había contribuido el pueblo de todas las provincias para la guerra con un Imperio esclavista, manejado por la oficialidad adicta a los cenáculos sombríos del unitarismo, derroca al gobernador legal de Buenos Aires y le fusila, por orden de Juan Lavalle a instigación de Juan Cruz Varela y Salvador M. del Carril. Los agobiados cuadros de ese Ejército triunfador en Ituzaingó, y derrotado por las intrigas y las presiones internacionales, son fácil pasto de los designios revanchistas de aquella que José Luis Busaniche llama “la camarilla pelucona”. Bustos, que es probablemente el más odiado por los unitarios, parece conocer la extracción histórica de los golpistas de diciembre y así les denuncia desde Córdoba: ‘‘Compatriotas: La libertad, ese don precioso de que hemos sido dotados los americanos y que tanta sangre ha costado, se halla amenazada por una facción que ha creído es a quien exclusivamente le corresponde mandar o vendernos... Si cuando en octubre de 1811, botó por tierra esta misma facción al gobierno que en medio del placer y del entusiasmo habíais formado en 1810, Un castigo ejemplar les hubiera enseñado a estos malvados que no se podían hollar los sagrados derechos de los pueblos, no hollaran hoy la América con tantas desgracias. Aquel es el manantial fecundo de tantos males! nuestra inconstitución en 18 años de oscilaciones trae aquel origen".
Separándose de Lavalle, José María Paz marcha al frente de
su división fogueada en la Banda Oriental, para concretar su vieja aspiración
de apoderarse de su provincia natal. Militarmente hablando, la superioridad de
Paz sobre Bustos es indiscutible. Hay en las fuerzas que defienden la provincia
una mezcla de desentrenamiento y apatía que favorece el rápido avance de los
golpistas. Pero en cambio la población civil en general, a lo largo de la
campaña que Paz atraviesa, muestra una firme lealtad hacia Bustos. Nadie
se acerca a Paz, nadie lo recibe o se le incorpora. Un helado ambiente
acompaña sus movimientos. Y sólo a fuerza de dinero desparramado en profusión
logra algunos informes. Bien claro lo dice en sus Memorias: “Los semblantes
todos de los pocos habitantes que encontrábamos, nos manifestaban bien a las
claras que no acogían bien nuestra llegada, y su taciturnidad parecía el
presagio de una sublevación en masa, a que se dirigían todos los conatos del
gobierno”.
Resistencia en los sectores populares y adhesión callada en las clases altas. Tal el cuadro social que recibe a las tropas de Paz. El plan político del “manco de Venta y Media” viene cargado de segundas intenciones. Al pasar por la frontera santafesina ha comunicado a López ofertas y garantías de paz, violando las directivas del comando unitario de Buenos Aires. Luego, en las tratativas con Bustos, hace Paz uso de toda su astucia. El caudillo cordobés, que se ha retirado de la capital hacia San Roque, recibe a emisarios de aquél para convenir las bases de acuerdo y reconocimiento de la autoridad del jefe invasor, que se ha apoderado de la capital cordobesa. Cuando llegan personalmente ambos adversarios a concretar esas bases de acuerdo, Paz ataca sorpresivamente a Bustos, sospechando que éste trata de ganar tiempo para recibir refuerzos de otras provincias. En los alrededores de la hacienda de “San Roque” las tropas de Bustos son derrotadas casi sin pelear, evidenciando una carencia casi total de moral combativa y una deficiencia operativa en el comando. El ejército de Paz, rebelado contra la autoridad constituida, triunfa en un semi-combate sin importancia táctica pero de gran valor estratégico, pues entrega a la facción unitaria el manejo de la provincia llave para el dominio del interior. Así acaban los nueve años de gobierno de Bustos. Ha concluido el ciclo “bustista”. Llega entonces la hora de apelar al aliado ya transformado en socio mayor, y con ese objetivo el caudillo derrotado toma el camino de La Rioja, en busca del apoyo de Facundo. Así hasta La Tablada. En los dos días de encarnizado combate, donde poco cuartel hubo, Bustos pese a su edad (50 años), grado y rango, pelea al frente de sus milicias cordobesas y sale del combate con tres heridas (en los brazos, en las piernas y en la cabeza), debiendo escapar solo —¡general sin un soldado!— para salvar la vida. Galopa hacia el oeste, bordeando el río durante la noche. Estando cerca del “Molino de las Huérfanas”, le sorprende una patrulla enemiga que viene batiendo esos lugares. En ese paraje la barranca del rio se alza a bastante altura, cortándose verticalmente sin ofrecer ningún paso de descenso. narra Ramón J. Cárcano:
“La partida rodeó inmediatamente al jefe desconocido que encontraba a su paso; el oficial que la mandaba le intimó rendición, y todos tomaron una actitud «preventiva». “Pretendió defenderse, pero su brazo no pudo levantar el arma ofensiva, y entonces en ese terrible momento, estando cubierta su fuga en la llanura, por una desesperada inspiración de valor impotente, dio vuelta a su caballo, le cubrió la cabeza con el poncho, clavóle las espuelas en los ijares y el noble animal se lanza a la carrera, y desaparece al borde de la barranca profunda. La débil resistencia que opuso la poca profundidad del agua, fracturó horriblemente el caballo al chocar en el lecho del río, y sobre la cabeza de la montura, el general Bustos recibió un fuerte golpe en el pecho impulsado por la velocidad adquirida en la caída. Haciendo extraordinarios esfuerzos salió a la ribera, caminó trabajosamente para llegar a la quinta que hasta ahora lleva su hombre, hízose en ella la primera cura, y huyó después al Litoral”.
Semanas después de La Tablada, entra Bustos en la ciudad de
Santa Fe arrastrado en una carretilla. Allí le recibe con su amistosa lealtad
Estanislao López, prodigándole alojamiento y cuidados médicos. Las contusiones
del pecho se complican produciendo una grave afección, que agrega su angustia
al ya amargo trance de la derrota. Ya está en su agonía política. Desde julio
de 1830 intenta, pese a todo, iniciar operaciones contra Paz, aprovechando que
toda la campaña se halla insurreccionada a su favor. En esos planes tiene la
ayuda de López, ya desengañado de toda perspectiva de acuerdo con Paz, a quien
ha descubierto en su doble juego de ofrecer alianzas mientras prepara el
derrocamiento de los mismos gobiernos del Litoral con quienes coquetea.
La enfermedad de Bustos empeora, transformándose en mortal.
Sólo la compañía de su esposa, doña Juliana, y de los amigos mitiga en algo los
duros momentos. Fallece en la capital santafesina el 19 de setiembre.
Facundo, solidario por sobre diferencias y temperamentos, va a visitarle y no llega a tiempo de verle vivo. Bustos es enterrado en el cementerio de Santo Domingo, en ceremonia mayor y cantada recibiendo antes de expirar todos los Sacramentos de manos de don José de Amenábar. Cuando años después sus descendientes trataron de trasladar sus restos a Córdoba, se encontraron con que un incendio había destruido la necrópolis y los archivos, haciendo imposible la ubicación. Así es cómo Bustos, el cordobés que no olvidó a San Martín, el federal provinciano, no tiene tumba. Hasta que en el 2009 se lograron hallar sus restos. Con su muerte termina una etapa del federalismo y del país, a la que sigue otra en la que la figura de Juan Manuel de Rosas opera como eje central.
Los restos de Juan Bautista Bustos tienen su reposo final en la Catedral de Córdoba
El gobernador Juan Schiaretti, acompañado por el arzobispo Monseñor Carlos Ñañez, presidió esta tarde la ceremonia de traslado y reposo final de los restos del primer mandatario constitucional de la Provincia de Córdoba, brigadier general Juan Bautista Bustos. El acto solemne se realizó en el nártex de la Iglesia Catedral de esta ciudad, que desde ahora recibe el mausoleo que contiene la urna con los restos de Bustos y que será la morada definitiva en la que descansará en paz. Cabe resaltar que desde el 2009 sus restos estaban depositados en la cripta de la misma basílica. En su mensaje, Schiaretti se refirió al lúcido estadista y heroico militar nacido en Santa María de Punilla. Y lo hizo repasando algunos hitos de la participación de Bustos en los trascendentes roles que asumió para la historia de Córdoba y de Argentina. Así, recordó que se trata del primer gobernador electo por el pueblo de Córdoba, creador de moneda y luchador de la causa independentista nacional. Mencionó también la participación de Bustos en la segunda invasión inglesa, cuando al frente de un cuerpo de sólo 30 hombres logró rendir al varias veces heroico Batallón 88 de Infantería británico. “Coronel Mayor del Ejército del Alto Perú Juan Bautista Bustos, oficial de Belgrano, uno de los pocos que no le dieron la espalda a San Martín y su sueño libertador. Tengo el placer de ser quien te reciba y te dé la bienvenida para siempre”. “Te pidieron que levantaras los sables de la Independencia contra tu propio pueblo y no te tembló la mano para retobarte. El motín de Arequito no te abrió las puertas de la gloria pero nos ilumina con tu ejemplo. Sólo los valientes se plantan. Sólo los nobles”, destacó Schiaretti. Schiaretti expresó su orgullo al saber que su Gobierno fue quien rescató la figura de este hombre heroico y la destaca con lugares de honor en nuestra provincia. Ejemplo de ello es la conmemoración a la bandera de Córdoba, que coincide con la fecha del fallecimiento de Juan Bautista Bustos, cada 18 de septiembre. “Vos nos diste nuestra primera Constitución, vos abriste el camino para que nuestra Universidad fuera nacional, libre y gratuita. Vos levantaste bien altas las banderas federales. Vos le dijiste a Rivadavia: ‘no somos caciques, somos amantes de la libertad, de nuestra patria y de nuestros pueblos’”. “Cordobés Juan Bautista Bustos, amigo de Quiroga, enemigo de los centralismos. Llevo orgulloso tu bandera, me precio de ser mediterráneo y federal como vos. Hoy te vamos a rendir el homenaje que la historia te negó durante más de un siglo y medio. Desde hoy vas a descansar por toda la eternidad bajo el mismo techo que José María Paz. Los fuegos de aquella batalla de San Roque yacen en el fondo de un lago. Hoy es tiempo de encuentros y diálogos. Es tiempo de que toda nuestra historia se sepa, se enseñe, se celebre y se preserve para el futuro. Brigadier Juan Bautista Bustos, descanse en paz en nuestra Catedral, que expresa el alma de la ciudad de Córdoba; los cordobeses te queremos y llevaremos como siempre tu nombre hasta la victoria”, concluyó Schiaretti.
Por su parte, Monseñor Ñañez expresó que adhirió entusiasta la iniciativa del gobernador Schiaretti cuando le acercó la propuesta del reposo final de los restos del Brigadier Bustos en la Catedral. «Me pareció entonces un reconocimiento justo -expresó Ñañez- y además un hecho emblemático: va a descansar cerca de los restos de aquel compañero de armas con el cual después se enfrentó, especialmente en San Roque y La Tablada. Descansan ahora juntos en esta iglesia, y es un hecho emblemático para todos los argentinos en el sentido que tenemos que superar las diferencias que hace enfrentarnos, para que desde la diversidad, colaborar todos juntos para la construcción de una Patria grande». Participaron de la ceremonia, familiares descendientes del Brigadier; la directora de la Junta Provincial de Historia; autoridades de la Comisión de Nacional de Monumentos; autoridades provinciales y militares.
viernes, 18 de junio de 2021
Nicolás Avellaneda
Por el Prof. Jbismarck
Segundo presidente argentino graduado en aulas universitarias (el primero fue Derqui). Llegó a la presidencia de la República en medio de una revolución —la mitrista—, y entregó el mando a su sucesor después de otro alzamiento, el de Tejedor. Era de físico pequeño, pero sus decisiones tenían grandeza de auténtico estadista. Como definición de lo primero, ha quedado la observación del famoso matrero entrerriano Calandria, gaucho jordanista que lo conoció allá por 1875; "¡Tan chiquito!, ¿no?, ¡y tan ladeadito!”. Sobre lo segundo, se conserva su frase de la proclama contra Tejedor: 'Voy a mover los hombres y las armas de la Nación a fin de hacer cumplir y respetar las leyes” Nació en Tucumán el 3 de octubre de 1837, pero descendía de antigua progenie catamarqueña. El mismo día que cumplió cuatro años de edad, su padre, Marco Avellaneda, era ejecutado por el ejército federal, después de la victoria de Oribe en Famaillá. Conoció por eso el destierro desde muy pequeño, al establecerse su madre, Dolores Silva y Zavaleta, en Tupiza (Bolivia).
En 1850 regresó al país y estudió derecho en la Universidad de Córdoba y terminó en la de Buenos Aires, en 1858. Ejerció el periodismo, como redactor de El Nacional y El Pueblo, y trabajó en su profesión asociado al estudio del doctor José Roque Pérez, uno de los abogados más prestigiosos de esos tiempos. En 1862 casó con Carmen Nóbrega y ese mismo año fue elegido diputado para la Legislatura de la provincia de Buenos Aires. Posteriormente, en 1866, el gobernador Adolfo AIsina lo designó ministro de Gobierno, cargo que desempeñó hasta 1868, en que Sarmiento lo nombró para la cartera de Justicia e Instrucción Pública.
Desempeñó este ministerio con gran eficacia y con una visión esclarecida, de tal suerte que dio un extraordinario impulso a la educación popular. Contó para ello con el apoyo del presidente Sarmiento, y gran parte de la obra que generalmente se atribuye a este último fue realización directa de Avellaneda. En tres años diversas provincias duplicaron el número de sus escuelas. Durante su gestión como Ministro, se agregaron 800 escuelas a las 1000 ya existentes antes de 1868. La cantidad de alumnos pasó de 30 000 a 100 000 chicos en todo el país.Fomentó la formación de personal docente capacitado; otorgó subvenciones a las provincias y premios especiales a las que llegaron a tener un 10 por ciento de alumnos en aulas con relación a la población. Creó bibliotecas escolares y dotó a las escuelas de mobiliario adecuado.
Fue el primer presidente civil, no pertenecía a ninguna de las fuerzas armadas. Como le dice Sarmiento al entregarle la banda presidencial: "Es usted el primer presidente que no sabe usar una pistola". Políticamente opuesto a las aspiraciones autonomistas de la provincia de Buenos Aires, asumió la presidencia el 12 de octubre de 1874, a la edad de 37 años.
Dijo en su primer mensaje: “Tendremos pronto, señores senadores, señores diputados, otro espectáculo: el espectáculo de la vida normal que proseguirá su curso, marcando cada día con un nuevo adelanto. Continuaremos contando los kilómetros de las vías férreas, los vapores y los millares de hombres que llegan a nuestros puertos; extenderemos las líneas telegráficas por las fronteras lejanas, que han podido encubrir motines de cuartel, porque las hemos dejado fuera de nuestra inspección cotidiana”.
Durante su mandato permitió que se reintegraran a la vida política del país miles de emigrados y perseguidos políticos, especialmente los jordanistas, gestión que aparece claramente reflejada en el poema La Vuelta de Martín Fierro de Hernández, aparecido en 1879. También en el curso de su mandato culminó la conquista del desierto, empezada por Adolfo Alsina y terminada por el general Julio A. Roca.
La política de conciliación nacional por él desarrollada, si bien debió superar difíciles tropiezos, fue constructiva para la Nación. Tuvo que enfrentar una crisis financiera singularmente grave desde los comienzos de su gobierno y en gran parte heredada. Y antes de finalizar su presidencia pudo todavía poner término a la cuestión capital, federalizando la ciudad de Buenos Aires. Fue rector de la Universidad de Buenos Aires y senador nacional; en estas funciones proyectó una ley de educación e hizo mucho positivo. Se distinguió como hombre de letras, de gran cultura literaria, y como orador brillante, acaso el más completo que haya tenido el país. Fue autor de una importante obra sobre el régimen de la tierra pública, tema de su tesis de doctor en leyes.
Desde los días de su presidencia se lo notaba avejentado, frágil y endeble físicamente. Pero en sus últimos años su salud empezó a empeorar, fue diagnosticado con la enfermedad de Bright, mal que lo acarrearía hasta su muerte. Con la esperanza de poder tratar para la nefritis que lo afectaba, Avellaneda viajó a Francia a consultar a un grupo de médicos especialistas.
Sin embargo, el diagnóstico no era bueno, no había nada que pudieran hacer. Luego de tres meses, Avellaneda decidió volver para morir en su patria. Pero su último deseo no pudo ser cumplido, murió en alta mar, a los 48 años, el 25 de noviembre de 1885 en los brazos de su compañera de toda la vida. a bordo del vapor Congo.
Fue bajado de la embarcación en un ataúd cubierto con la bandera argentina. El presidente Julio Argentino Roca decretó ocho días de duelo nacional, y sus restos fueron despedidos con todos los honores. Sus restos descansan en el Cementerio de la Recoleta.
jueves, 3 de junio de 2021
Unico retrato fidedigno del General Manuel Belgrano...¿donde se encuentra?
Por Julio R. Otaño
Retrato de Manuel Belgrano realizado en Londres (1815) por el artista francés Francois Casimir Carbonnier, para quien posó Belgrano durante su misión diplomática en la capital inglesa.
Dice Bonifacio del Carril de esta obra de gran valor histórico-artístico: “En 1815, el prócer se encontraba en Londres en el desempeño de su misión diplomática con Rivadavia. Allí, posó ante uno de los mejores retratistas, entonces en boga en la capital británica, el francés Francois Carbonnier, discípulo de David y de Ingres".
El retrato de Belgrano es verdaderamente magnífico. Este retrato fue copiado varias veces en el siglo XIX, entre otros, por Prilidiano Pueyrredón”. La obra llegó a Buenos Aires en abril de 1822; pasó al poder de Miguel Belgrano, hermano del prócer, y luego a sus descendientes. Es la figura más popularizada del prócer.
Según la familia Belgrano es el único retrato fidedigno del General
¿Y cómo probar que el autor era Carbonnier, si está sin firma alguna? La prueba, un tanto endeble, es un soneto anónimo y manuscrito que guardaban los Belgrano.
El cuadro actualmente se conserva en el Museo Municipal de Artes Plásticas Dámaso Arce de Olavarría. La obra, un clásico de todos los manuales de historia, fue declarada Patrimonio Municipal en esa localidad de Buenos Aires, en 1996. Donde aún hoy se conserva.
Un cuadro codiciado
por su valor. Una obra única, el
original frente a tantas copias. Retrata a un hombre humilde, honrado y
patriota, que pese a haber tenido una cuna de oro murió en la pobreza
miércoles, 2 de junio de 2021
Falleció el Dr. Arturo Pellet Lastra
Por Julio R. Otaño
El Dr. Arturo Pellet Lastra, Historiador, Abogado, Politòlogo, Docente Universitario, Jurista y sociòlogo fue un intelectual y luchador del pensamiento nacionalista. Hombre de amplísima cultura, Pellet ha publicado decenas de Libros que hoy dia, son materia de consulta de miles de estudiantes Universitarios. Ameno y lúcido conferencista, sus charlas son seguidas por muchísimo entusiasmo y afán de aprender. Tuve el honor de ser su alumno en varias materias de UBA-DERECHO y su ayudante de cátedra durante varios años. Fuí recibido varias veces en su casa, me ha obsequiado muchas de sus obras. Realmente Arturo fue un ejemplo de vida. Y uno de mis maestros, además él me entrego mi diploma de abogado. Muchas gracias Arturo por todo... QEPD y mucha fuerza y resignación a su querida esposa Susana y su gran familia.