Rosas

sábado, 30 de septiembre de 2023
viernes, 29 de septiembre de 2023
Extinción de la deuda del Paraguay – Hipólito Yrigoyen (1922)
El Poder Ejecutivo Nacional
Buenos Aires, setiembre 19 de 1922
Al Honorable Congreso de la Nación:
Con el profundo convencimiento de que ha desaparecido para siempre toda posibilidad de vicisitudes entre nuestra Nación y cualquiera otra de America, creo que es imperativo borrar, cuando menos la materialidad de todo recuerdo doloroso, para vivir tan solo identificados en los ideales de mutuo engrandecimiento y de solidaridad hacia nuestros comunes destinos.
Existe pendiente con la Republica del Paraguay su deuda, emergente de la guerra, estipulada en el artículo 39 del Tratado de Paz de 3 de febrero de 1876.
Por los fundamentos que inspiran este mensaje, cuya sola enunciación basta para que sean debidamente consagrados, debe declararse extinguida esa deuda.
El Poder Ejecutivo seguro de interpretar el sentimiento nacional, somete a V. H. esta condigna solución histórica.
Dios guarde a V H.
Hipólito Yrigoyen – Honorio Pueyrredon
El Senado y Cámara de Diputados, etc., sancionan con fuerza de Ley:
Articulo 1° — Declarase extinguida la deuda publica que, por el tratado definitivo de Paz de 3 de febrero de 1876, la Republica del Paraguay reconoció y acepto abonar a la Republica Argentina, en concepto de las indemnizaciones por los gastos de guerra (art. 3°, inciso 1); por los daños causados a las propiedades publicas (inciso 2); como asimismo los intereses previstos en el articulo 49, inciso 4 del referido Tratado.
Art. 2°: Comuniquese, etc.
Honorio Pueyrredon
Fuentes:
Hipólito Yrigoyen Pueblo y Gobierno Tomo IV, Volumen I Americanismo,Recopilacion hecha por los señores José Nicolas Scala, Jorge Rodolfo Barilari, Germán Winox Berraondo y Luis A. Chicote, Editorial Raigal 1955
jueves, 28 de septiembre de 2023
Aeropuerto Ministro Pistarini: ¿Cambiar el nombre al aeropuerto o de cómo se cambia (otra vez) de color político? –
Por Juan Godoy

miércoles, 27 de septiembre de 2023
Sueños de Patriotas - Dr. Julio R. Otaño: Vuelta de Obligado
Programa de Educación producido y conducido por Marina y el Tamborcito de Tacuarí...Viernes 17 de noviembre de 2023
martes, 26 de septiembre de 2023
El libro de Fermín Chávez que la Academia no leyó (y van…)

Fermín Chávez y su Vida del Chacho

El libro de Chávez demuestra –siguiendo meticulosamente la vida y la trayectoria del “Chacho” Peñaloza– que, luego de la caída del gobierno federal de la Confederación Argentina en noviembre de 1861, la provincia de Buenos Aires con sus unitarios –porque también Buenos Aires tenía federales– comenzó de una forma violenta y brutal a exigir que las demás provincias le rindieran obediencia por su victoria militar en la Batalla de Pavón, en donde Mitre venció a la Confederación Argentina liderada por Urquiza. La victoria militar no se tradujo inmediatamente en victoria política de los unitarios ni de sus aliados en las provincias. Comenzó un largo periplo que incluyó batallas entre Buenos Aires y las provincias del interior, traiciones entre los aliados federales y una guerra infame que unió a los sectores liberales de las ciudades portuarias del Uruguay, el Imperio del Brasil y Buenos Aires, contra el Paraguay. El autor además demuestra cómo en los llamados “letrados” argentinos contemporáneos al “Chacho” –Mitre, Sarmiento, Fidel López, Echeverría– primó el desprecio por el gaucho y por el indio, secundado por una postura despectiva hacia la tradición católica y española. Los gauchos y los indios fueron rápidamente utilizados para llenar la línea evolutiva que estos académicos y científicos tomaban de Europa. Hacia fines del siglo XIX Sarmiento traía el darwinismo social decimonónico al Río de la Plata y juzgaba con la vara europea a los pobladores del territorio. La barbarie –expresada en el Facundo o civilización y barbarie (1845) y en la Historia de Belgrano (1857) de Mitre– caía sobre los gauchos y los indios que le dieron la independencia a estas tierras. Estas teorías llegaban como una fuente infinita de justificaciones, pero también como una fuerza puesta a motorizar un proceso ya iniciado de enajenación de tierras a los gauchos e indios, y de intervención militar y política de la ciudad puerto sobre el interior. Paradoja del tiempo quizás, los letrados modernos y posmodernos argentinos sostuvieron lo que decían estos letrados del siglo XIX. Muchos de ellos no pueden o no quieren aceptar que el pueblo haya podido elegir, seguir y luchar junto a líderes populares como Peñaloza, Quiroga o Varela. Se les hace un nudo en la garganta. Se les paralizan los dedos y parece que no pueden escribir cuando se cruzan con documentos que hablen sobre la relación que existía, existe y existirá entre la política y el pueblo. Siguiendo a Mitre, como hace más de cien años traducen en lenguaje liberal esta relación y hablan de manipulación, caudillismo o populismo. Para ellos, la política o la democracia pasaban por la ciudadanía. Ahora bien, ¿cómo era esa ciudadanía? Cuando se habla de los derechos políticos durante el siglo XIX estos autores en general se detienen en las elecciones. Pero estas elecciones se realizaban sin la existencia de derechos civiles –libertad de opinión, difusión, organización y manifestación– y sin derechos sociales –derecho a la educación, al trabajo, al salario justo, a la salud, a la jubilación, a la libre elección e igualdad, garantizando a todos un nivel aceptable de bienestar. En consecuencia, esas elecciones y esos derechos políticos tenían un alcance muy limitado: estaban vacíos en su contenido, sirviendo más para justificar a los gobiernos que para representar a sus ciudadanos. A pesar de todo, hace pocos años la historiografía académica comenzó a realizar estudios de los llamados “sectores populares”. ¿Cómo fue posible este giro? Porque tomaron la tradición de estudios populares surgida en Europa –sí, eso también lo vieron primero en Europa– con los estudios culturales de la escuela de los Annales de Lefebvre y Bloch; o de la historia popular de las revueltas y revoluciones en Gran Bretaña de los ingleses E.P. Thompson, Rodney Hilton y Christopher Hill; las investigaciones del historiador francés Roland Mousnier; o las microscópicas búsquedas del italiano Carlo Ginzburg. De estos trabajos rescato tan sólo a un puñado de interesantes exploraciones y estudios surgidos en la década del ochenta: hablo de Raúl Fradkin, Samuel Amaral, Carlos Mayo, Raúl Mandrini, Ricardo Salvatore, o de algunos de sus discípulos o autores y autoras que han realizado buenos trabajos, como el caso de Diego Santilli, Gabriel Di Meglio, Ana Frega, Beatriz Bragoni y Gustavo Paz. Subrayo: estos autores y autoras no reconocen la tradición de estudios de los sectores populares desarrollados por el revisionismo histórico ni por la izquierda nacional, sino que retoman la tradición de las escuelas de Francia y Gran Bretaña, con los problemas inevitables asociados a toda reproducción. En un siglo XIX marcado por las presiones de las potencias europeas, vale decir, atravesado por la conformación de un orden neocolonial –como lo señala uno de los intocables de los académicos, como Tulio Halperin Donghi–, resulta irrisorio desatender los efectos de los intereses de los imperios británico, francés u holandés sobre la política del Río de la Plata. Resulta incomprensible que no vinculen dichos intereses con las perspectivas de los líderes de las facciones en pugna, o que no se explore sobre los efectos causados en la economía de los sectores populares. En definitiva, que no se pregunten: ¿cuánto benefició –si es que benefició– la política económica liberal propuesta por las potencias europeas a los pobladores de la región del Rio de la Plata? Y estrechamente relacionada con esta pregunta: ¿qué relación tuvieron estas transformaciones con las luchas entre los diferentes sectores durante el siglo XIX? En la mayoría de estos trabajos no se profundiza sobre la ligazón –necesaria e imprescindible– con la política económica o, peor aún, no se excava sobre los distintos proyectos alternativos. En consecuencia, se hace imposible ligar la política con la historia política de los pueblos, con sus economías y efectos: comercio de artesanías, circuitos económicos legales e ilegales, tenencias de la tierra, etcétera. Observo que cuando en la historiografía se habla del pueblo, no se habla de economía o política, sino que se lo encasilla como “historia social”, “literatura criolla” o “vida cotidiana” del siglo XIX. En síntesis, cuando aparece el contenido político sólo se lo menciona ligado a los proyectos de los letrados (Mitre, Sarmiento, Alberdi), descartando los proyectos de los llamados “caudillos”. Con más de cien años de historia, es momento de reconocer que la historiografía académica tiene una tradición que ha afectado los modos de explorar, investigar o –como nos gusta decir a los historiadores– de “hacer historia”. No basta con cursar materias de grado y posgrado sobre la historia de nuestra historiografía. Encuentro la necesidad –más bien, la urgencia– de reconocer su tradición liberal, afrancesada y anticatólica. Una tradición que ha imposibilitado el acercamiento al folklore y a nuestro pasado católico, criollo, gaucho, negro e indígena. La historia ha dejado esa tarea al costado y con ello ha perdido la historia del pueblo que vivió el siglo XIX.
viernes, 15 de septiembre de 2023
Palabras del Prof. Julio R. Otaño en el Acto Oficial en Homenaje a José Rafael Hernández
Plaza Principal de General San Martín, 20 de octubre de 2023. Hicieron uso de la palabra la Sr. Secretaria para la Integración educativa, Cultural y Deportiva Prof. Nancy Katopodis y de la Presidenta del Instituto Sanmartiniano Prof. Nora de Fassani