Belgrano no esciste! Y este nombre Venerable a todo corazón Argentino reclama a los ojos de sus conciudadanos algunos rasgos que recogerá la historia para adornarse con el recuerdo de uno de los hombres más ilustres que han figurado en la grande escena del continente Americano.
Cuando en 1806 la Guerra con los Ingleses se hizo sentir en el Río de la Plata, voló al llamamiento de la Autoridad que formó Cuerpos de Voluntarios para la defensa, enrolándose en el más numeroso que llevaba el nombre de Patricios, condecorado con el rango de Mayor, en cuya clase asistió a la espléndida Victoria alcanzada sobre el Ejercito Británico al mando del general Waitelock (sic) en 807. Los varios acontecimientos de aquella época, empezaron a despertar en los naturales del país el espíritu guerrero; y el conocimiento de sus fuerzas, que los disponía para entrar después en una lucha que a costa de sangre y sacrificios generosos. los elevaría a la condición de hombres Libres.
Belgrano hacía parte del movimiento popular que se agitaba en las sociedades patrióticas, aunque secretas, en el tiempo en que derribada del trono la dinastía reinante de España por el poder de Napoleón, empezaba la Nación a armarse para resistir al Conquistador de media Europa. Un bastago (sic) de aquella (la Señora Carlota Joaquina de Borbón) que los mismos sucesos habían trasplantado con la Corte de Portugal a sus dominios del Brasil, entablo relaciones privadas para abrirse un camino a la Regencia de los países de su cautivo hermano; y fue entonces que así Belgrano, como muchos otros patriotas estimables, juzgaron oportuno el alimentar tales esperanzas, para comenzar por este medio, la grande obra de la regeneración Americana. Algunos sin buen criterio, han pretendido hallar poco Republicanos estos primeros pasos de la infancia revolucionaria.
No tardaron los sucesos políticos en amontonarse para poner en acción al partido demócrata. La dispersión del Gobierno Central por los franceses en principios de 810 que se trasladó eléctricamente al Nuevo Mundo, dió la señal del Combate. En Buenos Aires, la Asamblea de notables declaró caduca la representación del Virrey Cisneros, asociándole en el mando dos ciudadanos, en cuya forma mixta de Gobierno ocupó Belgrano la Secretaría General. Mas la desconfianza de los patriotas era inmensa y esta armazón gubernativa, solo contó horas de existencia, y tuvo que ceder el puesto el memorable 25 de Mayo, a una Junta de nueve individuos, presidida por Saavedra, entre cuyos Vocales fue contado Belgrano. Las tareas de este Cuerpo, aunque llevando por escudo el nombre del Monarca destronado, eran encaminadas a uniformar la opinión de todas las provincias comprendidas en la demarcación del Virreinato, hacia un punto de vista de que bien pronto se apercibieron los mandatarios españoles, oponiéndose al reconocimiento del nuevo Gobierno.
Entonces fue que empezaron a tomarse medidas enérgicas para sofocar la resistencia, que consagran los actos públicos de aquella época. Los más marcados son: el cambio de tropas auxiliares para favorecer el libre pronunciamiento de los pueblos, tanto al Oeste, como al Norte de la Capital. Las que tomaron esta dirección eran mandadas por Belgrano, nombrado Coronel, y revestido del alto carácter de Representante. Su marcha fue triunfal hasta pisar el territorio del Paraguay en donde le esperaban peligros y dificultades que vencer. El Jefe español puso sobre las armas un número prodigioso de hombres que Belgrano deshizo en los primeros encuentros con su pequeño Ejército de bravos, casi a las puertas de la misma Capital. Más forzado a reconcentrar sus recursos para acometer de nuevo, se halló cortado en su retirada, en el preciso paso del Río Tacuarí por fuerzas todavía mayores, y que se aumentaban por instantes. Tuvo que combatirse sin tardanza de un modo heroico para obtener el tratado que salvando al Ejército entero, cubrió su nombre de una gloria que lo asemeja a Carlos XII, no solo en valor y pericia, sino también en afrontar las duras privaciones de que dió repetidas pruebas en esta memorable Campaña, la primera en que se ensayaba un hombre acostumbrado a los goces de la vida pasiva1 a quien sostenía el mas noble patriotismo. No fueron efímeras las ventajas que se reportaron, porque la sagacidad de Belgrano supo al tiempo de combatir, abrirse comunicaciones, con los jefes y personas influyentes del país, que más tarde derrocaron al Partido Europeo sirviendo así a la causa pública.
Llamado a la Capital, se le confirió el mando del Regimiento I de Línea, que era el antiguo Cuerpo de Patricios en que sirvió, y como el estado de su disciplina pidiese mejoras, Belgrano las emprendió con el tezón infatigable en llenar sus deberes que tanto le distinguía, más cuando se lisonjeaba de haberlas alcanzado, un tumulto inesperado en la mayor parte de estos valientes soldados, puso en alarma toda la población (Diciembre 811) que la autoridad, con acuerdo del mismo Jefe, reprimió pronto y severamente. Ya entonces, la forma de la Administración había cambiado en un Poder Ejecutivo de tres personas que se encontraba envuelto en dificu1tades para atender a la defensa común del territorio de la Unión. La plaza de Montevideo, enarbolaba el pendón de Castilla mientras que un Ejército portugués penetraba hasta la margen izquierda del Uruguay, en ademán hostil.
Las fuerzas enviadas al interior de las Provincias Peruanas habían arrollado al principio todas las resistencias que los jefes españoles le opusieron hasta situarse en los confines. Más las organizadas al otro lado del Desaguadero, las asaltaron alevosamente, y desbarataron. Los restos se concentraron en Tucumán, mientras que el enemigo ocupando hasta Salta amenazaba caer sobre ellos. Jamás el peligro de la Patria se mostró tan de cerca. La misma Capital inspiraba cuidados, en donde acababa de sofocarse una terrible conspiración de los Europeos domiciliados en ella.
En tan difíciles circunstancias, Belgrano fue mandado a hacerse cargo de las reliquias del Ejército en Tucumán, llevando consigo algunos destacamentos. Su ya restablecida reputación, su celo y constancia, reanimaron el espíritu marcial como por encanto, y cuando todos esperaban con temor el éxito de una acción tan desigual, la admiración sucedió al común abatimiento, al recibir la noticia del triunfo alcanzado sobre el enemigo el 24 de Septiembre de 812, en los arrabales de la misma Ciudad. Tan luego como remontó el Ejército llamado Auxiliar del Perú, busco al enemigo, que reforzado con nuevas tropas le aguardaba orgulloso en Salta.
Mientras que el General Belgrano se aparejaba para penetrar al Alto Perú (hoy Bolivia), con su victorioso Ejército, en Buenos Aires, se celebraban sus triunfos con entusiasmo. El Ejecutivo presentó al Congreso, en gran ceremonia, las Banderas y Estandartes arrancados L enemigo que hoy adornan los Templos para su eterna gloria. La Soberanía Nacional declaró que el General Belgrano había merecido la gratitud de la Patria, y le decretó un premio de “cuarenta” mil pesos sobre el Tesoro, además de los honores acordados al Ejército. Empero este, con un desprendimiento sin ejemplo, a pesar de su escasa fortuna, los adjudicó por entero al establecimiento de Escuelas de educación en las Ciudades de Tarija, Jujuy, y Santiago del Estero, que llevan su nombre. La Municipalidad también le ofreció un magnifico bastón, y dos riquísimas pistolas con los emblemas e inscripciones que realzan su mérito. La autoridad del General Belgrano era tan marcada era todos sus actos, que jamás quiso emplear su influjo para mejorar la condición de sus deudos. Así fue que, despojados de sus empleos dos de sus cuñados, en consecuencia de la Ley que exigía a los Españoles la Carta de Naturaleza pan continuarlos, se negó a los clamores de ambas hermanas, aunque bien convencido del carácter pacífico y honrado de sus esposos.
Al emprender su nueva Campaña Belgrano, vióse con cuanto anhelo recibían los Peruanos a sus libertadores auxiliares. El enemigo abandonó la mayor parte de las Provincias, concentrándose en Oruro, mientras que el Ejército patriota disciplinaba numerosos cuadros para atacarlo. El orden y la conducta de los Vencedores, era admirable. Belgrano incansable, velaba personalmente en todos los detalles. Era el ídolo del Soldado, y el amor de los Pueblos. Aún el fanatismo respetó su persona, porque supo acomodar las prácticas religiosas con el deber de la espada. Quizá antes de tiempo se vio precisado a arriesgar un combate. La impaciencia democrática ha malogrado muchas empresas. Cediendo a ellas, el General Belgrano buscó y atacó a los Realistas en la Pampa de Vilcapujio (Octubre 1º 813). Había éste ya abandonado el campo de batalla, cuando un accidente inútil de referir, arrancoles el laurel de la victoria que empezaban a recoger, después de la más sangrienta pelea. impertérrito Belgrano tomó á dar frente al enemigo a los “43” días, en los altos de Vilhuma, en donde, aunque se combatió con el mismo denuedo, la fortuna le volvió a ser adversa. El elogio de ambas acciones lo consignaron en sus partes oficiales los Jefes realistas. Siendo imposible ya el mantenerse en el Alto Perú, sin arriesgar los restos y el material del Ejército, que había de contribuir algún día a sacarle de extraña dominación, fue necesario evacuarlo, trayendo en pos de sí una numerosa emigración comprometida, y dejando organizados Cuerpos francos que hostilizasen al enemigo. Las gargantas del Perú se guarnecieron debidamente, y para remontarse el Ejército, se estableció el cuartel general en Tucumán. El Poder Ejecutivo, a solicitud de Belgrano, nombró un nuevo General en Jefe, baja cuyas órdenes, tuvo la modestia de ponerse a la Cabeza de su Regimiento de Patricios, y presidir á su instrucción como un simple Coronel.
Al año siguiente (814) fue llamado a la Capital, y enviado á Inglaterra con carácter público, en consorcio de Rivadavia, de donde regresó en principios de 816. Esta misión diplomática le causó grandes y penosos sinsabores.
Aún no había descansado en su Patria, de la que casi siempre estuvo ausente, cuando el Directorio le nombró General de las fuerzas de Observasión en Santa Fé, que en aquella sazón eran atacadas por instigación del Caudillo Artigas, que en disidencia del Gobierno Central, despotizaba las Provincias, al otro lado del Paraná.
La repugnancia de Belgrano en tomar parte en la guerra civil, se templó con la esperanza de contribuir a un advenimiento que cortase este escándalo, que tantos males aparejaba á la causa del orden, y para lo que iba ampliamente autorizado.
Por este mismo tiempo se reunía en la Ciudad del Tucumán, el Segundo Congreso de las Provincias Unidas, que firmó el 9 de Julio la siempre inmortal Acta de la Independencia de España y de todo poder extranjero, llenando así, los votos de los buenos patriotas que por un sentimiento uniforme habían ya adoptado las armas y colores, que los diferenciaban de sus antiguos Señores. Aun antes de este paso Varonil, los Diputados sentían la urgencia con que el bien público pedía que el General Belgrano reasumiese de nuevo el mando en Jefe del Ejército Auxiliar, á que el Directorio subscribió convencido de su importancia. Tomaba á su cargo esta responsabilidad, en circunstancias de que en el año anterior, había sido dehecho aquél en la desgraciada jornada de Sipe-Sipe dirigido por otro General. Empeñado Belgrano en corresponder, á tal muestra de estimación, puso en ejercicio su celo para remontarlo, mientras que su nombre inspiraba temores al enemigo, y alentaba á las “montoneras” que le hostilizaban en el mismo país que ocupaba. A favor de la disposición de los naturales, Belgrano destacando Jefes hábiles con fuerzas volantes, y proclamaciones enérgicas, obligaba a los realistas á no desmembrar sus tropas para operaciones en que estaban empeñados por Chile, y el Ecuador; y aún hizo circular la idea de que se trataba de establecer una Monarquía en los vástagos dispersos de los Incas. Esto tendía, evidentemente á propagar la deserción en las filas enemigas, cuya gran mayoría era compuesta de infelices Indígenas arrancados con violencia de sus hogares.
En el año 819 estaba ya el Ejército en aptitud de empreender la restauración del Perú, por su moral y disciplina, más el genio del mal había renovado la discordia intestina, y la Provincia de Santa Fé era el teatro de nuevos escándalos. Para reprimirlos, el Directorio, quizá indiscretamente, mandó bajar un Ejército que tenía que llenar una misión más elevada. Verdad es que él sirvió para sofocar, aunque momentáneamente, la rebelión administrativa, Belgrano, incapaz de plegarse á ninguno de los partidos políticos, era poco favorecido de ellos. Así fué que, al contramarchar se detuvo en la Cruz Alta para esperar los auxilios que la Autoridad Suprema le tenía prometidos. El tiempo pasaba sin recibirlos, y tan beneméritos Soldados, se encontraban desnudos, impagos, y muchas veces, sin alimento. En vano los reclamaba con instancia, y aún despachó para apresurarlos, á su Mayor General. Los padecimientos del Ejército que Belgrano miraba con el cariño de Padre, debilitaron su físico, harto delicado ya con las penurias de una existencia tan agitada, hasta el punto de postrarle. Los facultativos, sus oficiales, y desde la Capital, su familia, sus amigos, le rogaron para que viniese a reparar su salud, antes de que el mal tomase mayor incremento. Todo fue en vano. Miraba Belgrano como una fé de su creencia política, el no apartarse de sus Soldados en la hora de la común amargura. Este es el más bello episodio de una vida tan pura. En tal estado de cosas, el Congreso, y el Poder Ejecutivo, fueron disueltos por el vértigo revolucionario que extendió su maléfico influjo hasta el mismo Ejército, dechado de tantas virtudes. Los principales Jefes conspiraron para apropiarse las tropas y parques, bajo pretextos especiosos (año 820). Así quedaron rotos los vínculos de la subordinación militar, mientras que la República ofrecía los fragmentos de un cuerpo despedazado. El espectáculo de tamaños males agravó los que ya sufría el General Belgrano, física y moralmente.
Así desapareció de entre los mortales, un nombre inmaculado que es la admiración del Suelo Argentino, y el ornamento de la República por sus virtudes cívicas, por su moral severa, y por el desinterés más patriótico. De Belgrano no queda sino un Vástago ilustre, en una virgen educada en el seno de su familia, que lleva sus facciones y que tanto recomendó en su agonía. Sus restos fueron depositados, sin pompa, baja sencilla loza, en el atrio de la Iglesia más cercana á su morada. Allí reposan como en depósito sagrado, hasta que llegue el día en que la gratitud de su patria los coloque en el Panteón destinado para los grandes hombres. Desde su celestial descanso. mira con ternura la suerte desastrosa de la Ciudad - Cautiva, que gime bajo el peso de la más brutal tiranía, e interpone sus ruegos para que sus buenos hijos la saquen de la desolación en que está sumergida por tan largo tiempo; y éstos entonan en sus fervorosos anhelos, la estrofa con que lloró la muerte del héroe, el malogrado Poeta Don Juan Cruz Varela, a quien recientemente ha arrebatado también la Parca.
“¡Ven ó grande Belgrano!”
“¡Ven ó Sombra Sublime!”
“Del llanto nos redime”
“Del luto y del dolor”
Ofrecido a la Señorita Doña Manuela Belgrano como presente de familia, su afectísimo Primo, el Redactor.
I.Az. (Ignacio Alvarez)
Quiritón, Setiembre 12/1839. En la República Oriental del Uruguay.
Sin animo de quitarle merito al general Ignacio Alvarez, cabe señalar que en algunos temas, refleja exclusivamente el punto de vista unitario:
ResponderEliminar1. La "ciudad que gime bajo la brutal tirania", o sea Buenos Aires bajo Rosas, estaba en ese año 1839 en estado de guerra no declarada con una potencia, Francia, que habia bloqueado su puerto y financiaba un poderoso ejercito -el de Lavalle- que se dirigia contra ella.
2. El "poeta que arrebato la parca", era el mismo que en 1828 le escribio a Lavalle aconsejandole la rapida muerte del gobernador Dorrego, terminando con el poco heroico pedido que rompiera su carta, cosa que no hizo el heroe de Riobamba.
3. No era doña Manuela la unica vastago del ilustre general Belgrano, porque tambien estaba Pedro, hijo de Maria Jose Ezcurra. El que habia sido adoptado como hijo por Don Juan Manuel, motivo por el cual quizas es omitido por el autor.
Recordemos querido Vicente González que las "Memorias" son subjetivas..expresan claramente la opinión del autor...son importantes dentro de un contexto historico y valoradas con documentacion. Pero es un documento histórico valioso.
ResponderEliminarEn este caso Alvarez Thomas era sobrino politico de manuel Belgrano
Tiene Ud. razon amigo Julio. No obstante seria interesante rescatar del olvido a Pedro Rosas y Belgrano.
ResponderEliminarComo bien dicen los mensajes que anteceden, Ignacio era unitario y éste bosquejo fue escrito por él en la estancia del Quintón, en Colonia la cual le fue dada en préstamo por su amigo Brown, durante su exilio para no caer en la miseria. Quiero aclarar que no soy profesor,solo un amante de la historia.Gracias.Marcelo Álvarez Herrera
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