La historiografía liberal juzga su personalidad por los bufones que tuvo, o por sus hábitos gauchescos, o por su literatura. Todos esos aspectos deben ser considerados en su historia. Pero específicamente nada tienen que ver con la política, donde se debe radicar el juicio de un estadista. Juzgar a Rosas por aquellos detalles de su vida es como juzgar a Luis IV por sus amantes, o a Isabel de Inglaterra por su promiscuidad o a Victoria por su germanismo sentimental o a Federico el Grande por sus versos franceses.
La obra de Rosas es política y debe ser juzgada políticamente. Fue el primer organizador de la Nación. No la organizó por medio de un congreso constituyente, procedimiento que había fracasado reiteradamente en el país sino por el método tradicional que había presidido la formación de las grandes comunidades nacionales de Europa, como Francia y España y que presidiría los procesos unificadores de Italia y Alemania inmediatamente después de la caída de Rosas. Este método consistía en nuclear, alrededor del Estado provincial más vigoroso y privilegiado, las provincias pertenecientes a la región unida por lazos geográficos, raciales, históricos y políticos que la destinaban a ser una nación. La POLÍTICA INTERNACIONAL DE ROSAS, LO MÁS IMPORTANTE DE SU ACCIÓN ES DIFÍCIL DE RESUMIR.
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