Un nuevo 17 de octubre
“…Creo firmemente que ya llega en el mundo la hora de los pueblos. Las instituciones que quieran mantener el cerco de sus antiguos privilegios y niegan la realidad del pueblo impidiéndole que penetre en sus cuadros directivos, serán destruidos por la avalancha de las masas que surgen desde el principio de la historia por caminos de sangre y de dolor, pero como una marea incontenible de libertad y de justicia.Nuestra única gran virtud ha sido adelantarnos al tiempo en su evolución irreversible y organizar la marea, para que el paso de esta edad a otra edad de nuestra historia se realice sin grandes inconvenientes y sin mayores sacrificios. La hora de los pueblos ya no es una palabra de la jerga demagógica en las mentidas democracias de nuestro tiempo. Los pueblos están abriéndose camino entre la maraña de redes y de sombras que lo aprisionaban.
Ninguna fuerza los podrá detener en ese camino de liberación, la sed de justicia que llena la boca y el corazón de la humanidad ya no podrá ser apagada ni con palabras ni con dinero.
En nuestros tiempos se cumplirán inexorablemente las palabras de Cristo y serán bienaventurados los que tengan sed de justicia porque ellos serán saciados y saciados de justicia en la plenitud de su realidad!
Juan Domingo Perón
En 1955 la incomprensión política en la dirigencia del movimiento nacional había provocado el congelamiento de la revolución justicialista. Los objetivos estratégicos del peronismo debían poner en marcha un proceso de autodeterminación política donde el pueblo pudiera discutir y construir un proyecto de nación. Esto provocaría la maduración política de la comunidad aumentando los grados de solidaridad entre sus integrantes hasta lograr la ansiada Unidad Nacional. Para ello se necesitaba incorporar orgánicamente a los sectores de la comunidad que sumados a los trabajadores podrían definir el modelo de comunidad que el país necesitaba.
Esto impactaba profundamente en los aspectos metodológicos del accionar político, donde se verían graves deficiencias de apreciación entre los dirigentes y el líder. Es justo reconocer que en la resistencia no habría lugar ya para burócratas y advenedizos, era una discusión entre militantes probos y valientes que pese a la persecución de la “canalla dictatorial” se atrevían a la lucha. Al hablar de conceptos organizativos Perón hablaba en términos funcionales. Las organizaciones debían respetar el principio orgánico de concepción centralizada y una ejecución descentralizada. Era una concepción aplicada al enorme dinamismo y libertad que debía regir la conformación de una “libre organización” popular, donde absolutamente todos, sin importar su inserción en la comunidad debía participar orgánicamente de la acción política.
De acuerdo a su inserción en el tramado político, ya sea partidario, de base o sindical, las maniobras de Perón ser verían muy a la izquierda en algunos casos, muy dialoguistas en otros, muy retardatarias o muy apresuradas, muy a la derecha o muy a la izquierda. En realidad en el fondo había un problema de comprensión y también de autoridad.
A un líder revolucionario se lo debe de tratar de comprender en términos estratégicos buscando dilucidar el sentido último de su acción. El camino para la recuperación del poder que planteaba Perón era sencillo: se trataba de una insurrección popular permanente, desarticulando el frente oligárquico de la revolución libertadora hasta aislar al grupo gorila, enfrentando en cada coyuntura las distintas políticas que el enemigo planteara.
Algunas veces la lucha sería de dura resistencia confrontativa, en otras sería por medio de pactos políticos para lograr la división y desarticulación de algún partido, otras por medio del voto en blanco o la abstención, algunas veces con candidatos propios, otras veces con algún frente con otras fuerzas políticas. Todo serviría para el debilitamiento del poder del enemigo y el crecimiento del propio. El objetivo
Perón consideraba además fundamental la institucionalización del movimiento y para eso era necesario construir autoridad sobre una nueva capa dirigencial. La actitud del líder en ese sentido fue la de una permanente búsqueda de delegación de poder especialmente en los aspectos tácticos del accionar político. Fue contundente la cantidad de delegados que nombró, así como distintos comandos estratégicos o tácticos. Lamentablemente esta delegación de poder sólo se podía transformar en autoridad real si el pueblo (el único que la otorga) aprobaba la capacidad de conducción en los nuevos dirigentes. La falta de comprensión metodológica respecto del proyecto político de Perón haría fracasar la maduración dirigencial. Los compañeros que estaban más ligados a los aspectos partidarios sólo
El sentido orgánico del justicialismo se encontraba en todos sus militantes, unidos por sus concepciones doctrinarias y detrás de un objetivo común. Era absolutamente secundario el ámbito donde se trabajaba ya que todos tenían una misión individual que cumplir allí donde estuviesen. El sentido de pertenencia a una organización revolucionaria que les permitiría nutrirse de la mística necesaria para la acción así como su sentido de unidad, sólo se lograría entendiendo el sentido estratégico de la lucha del movimiento. Comprender esa dinámica daría a cada militante, a cada organización, la posibilidad de unir sus intereses particulares al interés común.
En mayo de 1968 un espíritu de rebelión contra los sistemas políticos y las autoridades vigentes se expandió desde Francia hacia el resto del mundo. Lo novedoso de estos sucesos era la unión de los trabajadores con los estudiantes de clase media que marchaban por primera vez juntos por las calles de París.
En la primer semana de 1972 Perón publica una solicitada en los diarios del país donde anuncia al pueblo su regreso el 17 de noviembre de 1972. La inminencia del regreso resulta conmocionante. El 9 de Noviembre, Rodolfo Galimberti convoca a la juventud a concurrir masivamente a Ezeiza a dar la bienvenida a Perón: “El que tenga piedras que lleve piedras, el que tenga algo más que lleve algo más”, dice.
Perón conocía los riesgos de su viaje y los peligros que había sobre su vida. Sus dirigencias tradicionales se encontraban en pleno proceso de recambio (cuando no!), las filas sindicales todavía se encontraban digiriendo la enorme claudicación del vandorismo y el participacionismo de Coria y la nueva dirigencia gremial con Ignacio Rucci a la cabeza no tenía todavía un peso decisivo. En las filas partidarias continuaba el desfile de Comandos Tácticos y delegados que caían como fusibles viejos, y las nuevas generaciones todavía no habían brindado una estructura de dirigentes representativos ni estables.
Pero como siempre, Perón contaba con su pueblo, que había resistido heroicamente todas las maniobras de proscripción y represión. Sin dirigentes nacionales que los representaran se expresaban como una ola de insurrección permanente e inmanejable para los enemigos de la nación. Además, se sumaban a los trabajadores las nuevas generaciones de clase media que comenzaba a demostrar su coraje y su valor. A ellos apelaría Perón para romper el cerco gorila que sus enemigos emplazarían en Ezeiza, para intentar controlarlo y algunos de ellos para asesinarlo si podían.
Ante el llamado del líder su pueblo se movilizó hacia Ezeiza en un día gris y lluvioso. Miles de militantes anónimos comenzaron a rodear al aeropuerto sitiado por el ejército que había desplegado a miles de soldados y tanques. A pesar de la gran cantidad de efectivos de seguridad afectados al operativo, se hace difícil impedir el paso de las columnas de militantes que se acercaban. Ni las armas ni la lluvia alcanzanzaron para persuadir a la gente. Al cerco militar a Perón, el pueblo respondió con un cerco popular. Si algo le pasaba al líder la dictadura debería enfrentar una insurrección indescriptible.
Pero por la mañana, el sol que comienza a abrirse paso tras la lluvia y las vocingleras columnas juveniles que vienen a saludar a Perón, parecen disipar los temores. Sin embargo el pueblo cercará la casa de Gaspar Campos para garantizar que nada pueda intentarse contra el hombre que, tras diecisiete años de ausencia, está de nuevo en su patria.
Extraido de la página Web "Villa Manuelita"
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