Los orígenes de esta familia se remontan a las tierras situadas en el Señorío de Vizcaya (Reino de España), y más precisamente de Mendata, de donde fueron oriundos los primeros Uruburu. Allí contrajeron matrimonio don Francisco de Uruburu y Ajuria Auxocoa con María Cruz de Lamiquiz Beterrechea y Goira, cuoyo primer vástago se llamó Joseph, quien vino al mundo en septiembre de 1757, y a partir de él se trocará la denominación del apellido de Uruburu en Uriburu.
Tanto Uriburu como Benguria, a medida
que se integraron y construyeron sus incipientes patrimonios, de manera
gradual, procuraron entablar vínculos con damas pertenecientes a las
viejas familias salteñas, y ambos hechos serán determinantes -- en
particular para el joven Joseph -- para fundar, quizás sin pensarlo una
familia que hizo historia y tuvo profunda gravitación en la vida de
Salta y de nuestra República.
Joseph contrajo matrimonio con doña
Manuela de Hoyos y Aguirre, y tuvieron por hijos a: Manuela, Dámaso,
Evaristo, Vicente, Pedro, Juan Nepomuceno, Casimiro, Camilo, José María,
y Juana.
A medida que evolucionaron
favorablemente sus ingresos pecuniarios, y presencia social, don Joshep,
adquirió su hogar. Como describe el historiador salteño, doctor
Bernardo Frías “levantó su morada con el lujo de entonces, que era
colocarle el altillo con grande balcón sobre la calle, defendido por
baranda de hierro vizcaíno y alero sostenido por férreas columnas para
resguardo de la lluvias, a pocos pasos del convento de San Francisco,
donde acomodó tienda y familia”. Por entonces, a fines del siglo XVIII,
Salta, contaba con una población de aproximadamente cinco mil
habitantes.
¿Por qué se la denominó como "la familia
afortunada"? Fue el doctor Frías, quien le acordó ese apelativo, porque
a su juicio, no se hacía referencia sólo a sus logros pecuniarios,
“Redondeando, redondeando se ha ido esta familia, hasta llegar a la
cumbre de la perfección de la Fortuna” y concluyó a modo de definición:
"Y agarraderas vienen para sostenerla en las alturas a que ha trepado,
no diremos por años y años, sino por siglos; cosa que la caprichosa
Fortuna no lo ha realizado tan grande ni tan sólidamente con ninguna
otra familia que sepamos. Habrá pues, razón para llamarla: “La Familia
Afortunada”."
En enero de 1831, falleció don Joseph
Uriburu, contando tan sólo con 64 años de edad, y al momento de su
partida iba acrecentándose su numerosa familia, cuya mayor gravitación
la alcanzaría, durante un extenso período del siglo XX.
Los Uriburu, fueron actores de procesos
político-militares, que dejaron su impronta hasta nuestros días,
participaron en ambos grupos, unos apoyaron la Revolución de Mayo en
Salta, y otros miembros de la familia, encabezados por don Joshep, se
unieron al grupo que respondía al depuesto Rey de España, luego se
enfrentaron con el estilo político implementado por el General don
Martín Miguel de Güemes, primordialmente cuestionaron medidas
implementadas por su gobierno.
En mayo de 1821, encontrándose ausente
el Gral. Martín Miguel de Güemes, la oposición depuso al mandatario
mediante una mera disposición del Cabildo, rubricada por todos los
miembros del grupo opositor. En junio de 1821, fallece el caudillo
salteño, y sus contendientes deciden dar término a las hostilidades,
entre ellos se destacó el novel abogado Facundo de Zuviría, don Baltasar
Usandivaras, Juan F. Valdez, y Dámaso Uriburu. Entre medio de estas
escaramuzas, Dámaso contrajo matrimonio con doña Teresa de Póveda e
Isasmendi, de cuyo retoño nació su hijo José.
Cuando arriba a Bolivia, exiliado por
primera vez, se abocó a formalizar una sociedad minera, y viudo de
Teresa Póveda, y en virtud de los numerosos vínculos sociales, casó
nuevamente con doña María Rita Cabero, hija de una tradicional familia
de La Paz. Al tiempo, que conformó con don Gregorio Beeche y Máximo
Zamudio, una sociedad para la explotación minera. Frías, los describe
risueñamente: “Ahora los de la Patria Nueva llamábanse Unitarios.
Seguían a Rivadavia como la modista al patrón para cortar sus trapos.”
Fueron recurrentes ausencias de don Dámaso de Salta, en virtud de luchas
políticas locales, y llegó o¿a permanecer exiliado por un lapso de
nueve años, residiendo en Bolivia. Desde allí, y en virtud de de sus
dotes diplomáticas, el presidente del vecino país, el Mariscal Sucre, lo
envío como representante de Bolivia para oficiar como negociador ante
el gobierno chileno, para poner término a un diferendo entre ambas
naciones.
Luego
de sus incruentos intentos por el ambiente comercial, la fecunda y
controvertida existencia de don Dámaso, se extinguió en la localidad de
Cinti, Bolivia, el 1º de mayo de 1857.
Al abordar a los hermanos Evaristo y
Juan de Uriburu, se aprecia en ambos, una afinidad sobre las
motivaciones a las que fueron afectos, vale el acrecentamiento de su
poder político y económico. Don Evaristo, se volcó al bando unitario, al
parecer, tal postura la adoptó, por ser yerno del Brigadier General don
José Antonio Álvarez de Arenales, su mujer fue doña Josefa Arenales,
más conocida por su apodo, doña Pepa.
Pese a la influencia de su cónyuge, don
Evaristo, nunca disimuló sus simpatías por el bando federal, dicho en
buenos términos, mantuvo al principio una posición ambivalente desde
1830, (Rosas, accedió al poder en 1829), pero cuando recién se
comenzaban las contiendas, hasta que llegó la ocasión de manifestarse
como federal de pura cepa.
Fue gobernador interino de Salta en
1837. Fue en aquella ocasión en que designó, según lo expresó el
historiador Frías, “que el Señor y la Virgen del Milagro serían, de ahí
en adelante, patronos de la Santa Causa de la Federación”, por entonces
se desarrollaba la guerra peruano-boliviana, y su rango militar le fue
reconocido primero por el brigadier don Juan Manuel de Rosas y luego por
el general Justo José de Urquiza.
Entre exilios, intrigas y luchas por
mantener intacta la hegemonía uriburista en Salta, el coronel Evaristo
Uriburu, se mostró decidido a derrocar al gobernador salteño don Manuel
Antonio Saravia, a quien su antecesor don Miguel Otero, le hizo entrega
del mando, hasta su regreso, pero como don Miguel no regresó, y la Sala
de Representantes, hubo de renovarle su confianza para un nuevo
período, “así seguidito, sin intervalo ni para respirar” afirmó
irónicamente Frías.
El coronel Uriburu, por su temperamento
severo, si bien aliado de Rosas, en más de una oportunidad, produjo
importantes divisiones en el seno de partido federal, y cuando esto
ocurría, Rosas no trepidaba en retacearle su apoyo, así lo atestigua la
correspondencia entre ambos. En la fracción unitaria, la figura de mayor
predicamento, fue el general don Manuel Solá, hombre respetado por su
trayectoria militar, como también, por la seriedad con que desarrolló
sus actividades comerciales
Ya sexagenario el don Evaristo, que hubo
de servir a los generales Belgrano y San Martín, tomó parte de la
llamada “Revolución de los Uriburu”, que se inició por 1864, junto a
hijos, nietos y sobrinos y a sus hermanos, particularmente don Juan
Nepomuceno, para luego radicarse en Buenos Aires, junto a doña Pepa
Arenales. Falleció el 28 de julio de 1885.
La acción de gobierno de Uriburu, se
basó por la adopción de medidas administrativas que propendieron al
crecimiento de la provincia de Salta, y por otro lado, en 1864, próximo a
concluir con su mandato, su sobrino José Uriburu, se levantó en armas
con miras a derrocarlo y así llegar a la primera magistratura salteña.
Esta lucha político-familiar, generó un sinfín de contiendas en donde
hubo muertos y heridos. Lo cierto es que la llamada “farsa de los
Uriburu”, diezmó el poder y presencia de la Diosa Fortuna, que en pocos
años más, los volvería a acompañar. Por entonces, se comunicó a Salta,
que el doctor José Evaristo Uriburu, había sido electo como diputado
nacional.
Don José Evaristo Uriburu, comenzó sus
lides parlamentarias con un proyecto sobre la federalización de Buenos
Aires. En 1867, es convocado por el Presidente Mitre, para desempañarse
como Ministro de Justicia e Instrucción Pública, con el presidente
Sarmiento, colaboró como Procurador del Tesoro de la Nación, luego fue
Juez Federal de Salta, hasta que es designado Ministro Plenipotenciario
en Bolivia.
De la vecina República fue comisionado a
Chile en análogas funciones, y al culminar la guerra del Pacífico,
ambas naciones en disputa, le solicitaron su arbitraje, el fallo del
doctor Uriburu, fue acatado por las naciones en litigio. También
representó a nuestra nación, ante el gobierno del Perú, en donde residió
viudo, de su primera mujer Virginia Uriburu Cabero, para luego contraer
matrimonio con la peruana Leonor de Tezanos Pinto y Segovia.
Proclamada la fórmula presidencial Luis
Sáenz Peña- José Evaristo Uriburu, en Asamblea legislativa, y reunidos
los colegios electorales, el flamante Presidente, presentó su dimisión,
como prenda de paz, por las múltiples luchas que estallaban en
diferentes lugares del país, y ello dio lugar a que lo sucediera su
Vicepresidente.
Su persona continúa siendo hasta el
presente, motivo de opiniones controvertidas, a tal punto, que su sola
mención se transformó en un estigma, para gran parte de los
historiadores, por haber sido él, quien rompió con casi sesenta años de
vida institucional argentina, al derrocar en connivencia con grupos
civiles, al presidente constitucional don Hipólito Yrigoyen el 6 de
septiembre de 1930. Pero este episodio que marca un antes y un después
en la vida de los argentinos, no es materia de estas líneas.
Es de justicia evocar la estampas, de
otros Uriburu, que descollaron en diferentes ámbitos de la vida
argentina, como a don Pío Uriburu, senador nacional y gobernador de
Salta, a los doctores Francisco Uriburu Gómez, legislador y defensor del
petróleo en la Argentina, otro homónimo Francisco Uriburu, hombre de
gran fortuna que residió en Buenos Aires, a toda su existencia, quien
junto a su mujer Dolores Uriburu, donaron el dinero necesario para la
construcción del viejo Hospital de Niños de Salta. Al
doctor Carlos Ibarguren Uriburu, político, escritor, jurista,
académico, Francisco “Pancho” Uriburu, periodista y escritor de fuste,
cuyo periódico La Fronda, signó una etapa en la prensa nacional, a
Oliverio Girondo Uriburu, poeta y escritor, al doctor Julio Cornejo
Uriburu, legislador y gobernador salteño, la lista sería interminable, y
al enumerarla, sin duda se incurría en omisiones no deseadas.
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