Pero después sucede que el ejército del Norte es vencido en Sipe-Sipe, y
el ejército de los chilenos es vencido en San Carlos. Entonces sí, a fines del
´14 comienzos del ´15 las cosas cambian totalmente, porque un lugar tranquilo
como era Mendoza se convierte ahora en un lugar clave, ya que lo chilenos que
habían combatido se asilan en Mendoza; y es posible que los realistas que están
instalados en Chile crucen la cordillera, e invadan el antiguo territorio de
las Provincias Unidas. Entonces sí, ya empieza a haber una correspondencia de San
Martín con Álvarez Thomas, el Director Supremo, donde va enviando tropas a
Mendoza para armar una defensa, una pequeña guarnición, y empieza a ver los
boquetes de la cordillera por dónde mejor pasar. San Martín tiene una actitud
defensiva, no está pensando en invadir Chile, sino en que desde Chile no nos
invadan a nosotros, y durante todo el año 1815 la cosa es así. Pero él empieza
a armar, y ahí se ve otra virtud del héroe, casi de cero una defensa de la
nación. Una nación no necesita ser tan poderosa para defenderse si tiene a su
frente hombres de bien, hombres valientes, héroes. Por ejemplo:
España, en tiempo de la reina Isabel I, la Católica, se encontraba en una situación difícil y apremiante. Ella heredó el trono de Castilla, y Castilla era una región donde habían estado los reinos de taifas. Cada uno de estos nobles ordenados por su cuenta, no obedecían al rey; las ciudades estaban llenas de bandidos y no se podía ir de una ciudad a otra porque los bandidos estaban en los bosques; la gente estaba alzada contra los judíos; los moros estaban cerca; el clero estaba corrompido, infiltrado de herejías; el ejército corrupto y los nobles también. Ése es el gobierno que recibe Isabel, y en quince años ella (realmente Dios la tenga en la gloria), hace el Imperio Español, da vuelta a todos: limpia el clero, limpia el ejército, limpia los bosques, termina con los moros, ataca a los musulmanes en el África, facilita la empresa de Colón y mil cosas más. Es decir: un país se puede dar vuelta perfectamente, si hay un héroe a su frente. La reina era una heroína. San Martín también en Cuyo demuestra que se podían hacer de cero las cosas, si había esa voluntad de bien.
España, en tiempo de la reina Isabel I, la Católica, se encontraba en una situación difícil y apremiante. Ella heredó el trono de Castilla, y Castilla era una región donde habían estado los reinos de taifas. Cada uno de estos nobles ordenados por su cuenta, no obedecían al rey; las ciudades estaban llenas de bandidos y no se podía ir de una ciudad a otra porque los bandidos estaban en los bosques; la gente estaba alzada contra los judíos; los moros estaban cerca; el clero estaba corrompido, infiltrado de herejías; el ejército corrupto y los nobles también. Ése es el gobierno que recibe Isabel, y en quince años ella (realmente Dios la tenga en la gloria), hace el Imperio Español, da vuelta a todos: limpia el clero, limpia el ejército, limpia los bosques, termina con los moros, ataca a los musulmanes en el África, facilita la empresa de Colón y mil cosas más. Es decir: un país se puede dar vuelta perfectamente, si hay un héroe a su frente. La reina era una heroína. San Martín también en Cuyo demuestra que se podían hacer de cero las cosas, si había esa voluntad de bien.
En Mendoza no se fabricaban ni clavos, pero él consigue un fraile
franciscano, fray Luis Beltrán, y lo pone al frente de su yunque, a hacer desde
clavos a cañones, fusiles, bayonetas. En La Rioja se buscó el salitre. En
Colonia Caroya otros nitratos para armar los explosivos; se consiguieron de
Catamarca, San Juan y San Luis las telas con las cuales se elaboraron los
uniformes, se los tiñeron, las botas, las mulas, los caballos, y sobre todo los
cuatro mil hombres como mínimo que tenían que tener para poder hacer la empresa
que va a ser el ejército de los Andes. Eso recién en 1816. En esos dos años San
Martín, como dicen, “ha trabajado a lo macho”. A pesar de ser un hombre enfermo
(porque la enfermedad ya no lo va a dejar nunca) va a organizar esto desde
cero, con jóvenes oficiales que había traído de Buenos Aires, del Regimiento de
Granaderos (jóvenes aristócratas, criollos, estancieros). Consiguió de esos,
unos quince, los trajo y esos fueron sus jóvenes oficiales. De ellos, el más
notable, fue Mariano Necochea. San Martín, estaba casado con Remedios de
Escalada, y tuvo una niña, Mercedes, a pesar de que él hubiera querido tener un
varón; no pudo y Mariano Necochea fue como su hijo varón.

Lo que no consiguió fueron jefes de importancia que lo secundaran, y eso fue un déficit para el ejército de los Andes siempre. Lo suplió como pudo con estos oficiales. Y la tropa ¿de dónde? La tropa la puso Cuyo. De los cuatro mil soldados, tres mil setecientos fueron cuyanos: de San Luis, de San Juan y de Mendoza.

Lo que no consiguió fueron jefes de importancia que lo secundaran, y eso fue un déficit para el ejército de los Andes siempre. Lo suplió como pudo con estos oficiales. Y la tropa ¿de dónde? La tropa la puso Cuyo. De los cuatro mil soldados, tres mil setecientos fueron cuyanos: de San Luis, de San Juan y de Mendoza.
Esa es la primera tanda, la que parte en el año ´16 y ´17. Pero luego
cuando, después de Chacabuco y de Maipú, él tiene que reorganizar su ejército
si quiere seguir, porque ha tenido muchísimas bajas, y manda a los principales
regimientos a rearmarse en Cuyo. Hay otros tres mil cuyanos que pasan a
integrarse al ejército. Es decir, que en total, se podría decir que Cuyo puso
siete mil soldados. Y esta es una causa que los cuyanos tenemos que hacer
valer. Yo la hice valer hasta donde pude, hasta que un gobernador de la
provincia me trajo a uno de estos grandes sinvergüenzas, Ignacio García
Hamilton a hablar contra San Martín en la casa de San Martín, en la biblioteca
de San Martín. Entonces le dije al gobernador:
-¡Mire, que hable lo que quiera, pero no en la casa de San Martín; es
muy feo venir a la casa de alguien a hablar en contra del dueño de casa!
¡Además, nosotros pusimos, 7000 mil soldados! ¿Saben cuántos regresaron? Siete,
que formaron en la plaza de Mayo en 1826 al mando del Coronel Bogado. Por esos
muertos, este sinvergüenza de José Ignacio García Hamilton, no
debe hablar. Habló naturalmente, además estos chicos que no sabían nada de
historia fueron a tirarle huevos podridos -una venganza adecuada.
Bueno, en 1816 se reúne en Tucumán el Congreso para la declaración de la
independencia el 9 de Julio. Ese congreso se reúne a instancias de los dos generales:
el del ejército del Norte, Manuel Belgrano, y el del ejército que se está
formando en Mendoza, el de los Andes, José de San Martín. Y naturalmente los
dos jefes son los que van a ir dando las indicaciones.
Se declara la independencia del rey de España, de Fernando VII,
sucesores y metrópolis, y de toda otra dominación extranjera. Y se declara la
independencia -y esto es muy importante- de las Provincias Unidas de América
del Sur. Ahí sí, aparece el americanismo de San Martín: no es en las Provincias
Unidas del Río de la Plata, como se llamaba el antiguo Virreinato del Río de la
Plata, la futura Argentina (aunque también ya era llamada Argentina), sino la
América del Sur. San Martín va a comandar la independencia de la América
Meridional, y eso nos muestra que ya hay un plan allí, pero no es el plan
Maitland, para nada. Es un plan que se va a ir esbozando con la experiencia:
San Martín en el Sur, Bolívar en el centro, e Iturbide en el Norte: estos son
los tres libertadores de América que van a coincidir en casi todo, estos tres
héroes americanos. Y San Martín lo va a decir veinte veces: “Mi patria es
América”.
Vino a Buenos Aires porque era su terruño, su patria pequeña, su patria
chica, pero él podría haber ido a cualquier otra parte de América porque era
americano, y lo que quería fundar, lo va a decir Bolívar que era el mejor de
ellos como escritor, era la más grande nación del mundo: América; la América de
Américo Vespucio. Que no es, como dicen ahora, la América de los
norteamericanos; esos son “usanos”, no tienen nada que ver con nosotros, ni con
Américo Vespucio, ni con nada; lo que pasa es que nosotros somos tributarios de
cuanta estupidez anda dando vueltas por el mundo . Nosotros somos los
americanos, no ellos, y San Martín era un americano en el sentido cabal, de los
hijos de Américo Vespucio.
También hace declarar algo que lo han ocultado con veinte toneladas de
tierra, y es que santa Rosa de Lima sea la patrona de esta América. Eso lo va a
reafirmar en Lima después, y va a hacerla proclamar ante santa Rosa; acá de
santa Rosa, lo único que sabemos es que hay una tormenta, pero otra cosa no.
San Martín sí sabía quién era santa Rosa, y con eso ya les estoy adelantando de
que sí tuvo una política religiosa. No sé si iba a misa temprano, sí sé que el
reglamento militar estableció el rezo del Rosario. No sé si él (ni me
corresponde saberlo) lo hacía por razones de cálculo o porque realmente era un
creyente. Sí sé que, por ejemplo, al reglamento del ejército de los Andes en el
Plumerillo, le pone una cláusula donde dice que el que blasfeme del nombre de
Dios o de su amada Madre, la primera vez se le aplicarán treinta azotes en
público, y la segunda vez, se le atravesará la lengua con un fierro caliente, y
la tercera, será ejecutado directamente. Esas eran las sanciones que preveía el
reglamento militar para el Plumerillo. Y yo atribuyo a esto de atravesar la
lengua con un fierro caliente (que no nos vendría nada de mal hoy), que los
argentinos, que entre tantas miserias que tenemos, no seamos blasfemos, como
los gallegos que son muy blasfemos, y los italianos que también son blasfemos:
nosotros que somos herederos técnicamente de españoles e italianos no somos
blasfemos, tal vez porque San Martín nos dijo: “Ojo que les atravieso la lengua
con un fierro caliente”. Cuando le pregunta Godoy Cruz qué sistema de gobierno había que adoptar
en Tucumán le dice “Cualquiera”; no importaba mucho, pero “Cualquiera que no
atente contra nuestra Santa Religión”, que eso es lo que importa. Porque nos
van a ir diciendo “Bueno, ya se acuerdan que era masón allá en Londres, acá
también la logia Lautaro que la fundó allá en Buenos Aires, la refundó en Cuyo,
la volvió a fundar en Chile”. Organismo masónico que defiende el santo nombre
de la Virgen; Virgen a la que proclama generala del ejército de los Andes, le
entrega el bastón de mando, a toda esta ceremonia famosa que hay que, por
supuesto, recordarla.


Y entonces sí viene la campaña de Chile. Este plan tiene una proeza, que
es la de cruzar la Cordillera con un ejército que se enfrentará a otro superior
que estaba esperándolo allá. Entonces la astucia, no solamente el arrojo, el
valor, al engañar al enemigo. Saben ustedes, los mendocinos, que hay varios
pasos por la Cordillera, unos más altos, otros más bajos; frente a San Rafael,
está uno que es muy bajo que se llama El Planchón, que como es tan bajo nunca
lo usamos, en eso es lo único en que somos sanmartinianos los mendocinos,
seguimos pasando por el lugar más alto, ¿por qué? Porque él tenía que engañar.
Entonces viene y hace un parlamento con los indios (ahora se han escrito libros
enteros sobre San Martín indigenófilo por este parlamento que tuvo con los
indios en San Carlos), donde él les dice que es como ellos y les pide que
guarden un secreto: les pide permiso para pasar por estas tierras, para pasar
por El Planchón. Dice el general Espejo, que entonces era un cadete, que San
Martín le dijo esto: “Pérfidos, estos malditos van a salir inmediatamente a
decirle a Marcó del Pont que yo voy a pasar por el Sur, por El Planchón”. Por
El Planchón iba a mandar no más que un grupito, unos treinta. Él pasó por el
lugar más alto de la cordillera de los Andes, por el paso de Los Patos, donde
no ha vuelto a pasar nadie, porque los que andan haciendo estos homenajes más o
menos (no sé cómo llamarlos), no pasan por Los Patos, porque es una locura, es
de una altura de 5.500 m., donde uno se apuna, donde no hay leña, no hay agua,
de un frío terrible, Diez mil mulas llevaban, llegaron cuatro mil, las otras al
precipicio. Eso es una proeza extraordinaria, de valor, porque él comandó el
grueso del ejército por el paso de Los Patos. La artillería fue por el
Aconcagua, (Uspallata), pero mandó por diversos pasos que desembocaban en
Coquimbo, en Copiapó, por Tunuyán, todo para desorientar al enemigo. De modo
que cuando él bajó no estaban las tropas realistas esperándolo, y él pudo
reorganizarse, avanzar junto con Las Heras, que también salió con la artillería
y atacar en Chacabuco, pero necesitaba eso de poder bajar la cordillera
tranquilo, y lo consiguió gracias a su astucia.
Venció en Chacabuco, y le costó mucho vencer en el Sur las resistencias
realistas. Allí murió un pariente mío, un chico de trece años (entonces no
habían chicos en la guerra), porque de cualquier edad que fueran les decía:
“Usted entra a los trece al ejército”, “Todo bicho que camina va al cuartel”, y
en Mendoza a todos les pareció bien. Porque cuando hay un héroe mandando, los
gobernados siguen y de buena voluntad. ¿De dónde sacó el dinero? Pues expropió
todo, confiscó todo, desde las joyas de las damas hasta las mulas, los
caballos; todo, todo lo sacó de la gente de acá que no era rica, y todos
contentos con eso, porque él les mostraba un fin bueno que era construir una
Patria, o construir una nación sobre la Patria dada.
Venció en Chile, sobre todo en la batalla de Maipú, que es la más grande
batalla que se libró en América, y que éstos malditos de hoy dicen que la libró
borracho. Se han olvidado que había por lo menos tres testigos ahí, dos
ingleses y un norteamericano que estaban al lado de él y dijeron que estaba,
por supuesto, perfectamente lúcido dirigiendo la batalla. ¿Cómo se va a ganar
una gran batalla como esa, ganarla, no librarla si uno está borracho? Todo eso,
porque cuando estaba enfermo en Cauquenes le mandó a pedir a su amigo Guido que
le mandara un cajón de vino mendocino, entonces así “era un borrachín”. Tomaba
alguna copita de vez en cuando, pero en general con su úlcera no podía, tenía
que tomar agua de San Carlos de Apoquindo. Pero, ¿para qué? Dicen esa ignominia
de que era borracho, como dicen que era opiómano, porque en Mendoza su médico,
Zapata le había recetado una poción que tenía láudano para los dolores
terribles que le daban sus úlceras tan grandes, y poder así seguir. Sus amigos
más íntimos, Pueyrredón y Guido, le decían que no tomara tanto de eso, pero era
imposible andar a caballo vomitando sangre. Independiza Chile y entonces viene el plan de ir al Perú, y aparecen ahí
de nuevo nuestros amigos anglófilos que se admiran nuevamente de cómo se cumple
el plan inglés. Y aún más, afirman que quería ir a Lima para abrir el comercio
de Lima a las empresas inglesas, porque todo de lo que se trata era de la
mercadería inglesa, pues los sinvergüenzas que hoy nos gobiernan sólo ven esas
cosas materiales y no creen en la independencia del país. Lamentablemente para
ellos San Martín hace lo contrario en Lima: cierra las puertas del comercio al
inglés, y les hace perder, dicen hoy los historiadores económicos, un millón de
libras esterlinas a los ingleses con este cierre; perfectamente anti-británico
el general. Y antes de eso ha hecho una
maniobra increíble, propia de su astucia, de su elevadísima inteligencia. Tiene
que armar una escuadra para ir de Chile al Perú, ¿cómo lo va a hacer si no hay
un buque, si no hay un peso? Le escribe a Pueyrredón que le organice un
préstamo de quinientos mil pesos fuertes (plata), pero Pueyrredón le contesta
que no tiene de donde sacarlo, a lo que San Martín retruca: “Sáqueselo al
comercio inglés”. Le contesta Pueyrredón que sólo han puesto tres mil
setecientos pesos de los quinientos mil. San Martín tenía espías, entre los
comerciantes ingleses, un tal Twain, que le informaba que éstos tenían para
poner más. Entonces San Martín le tira la renuncia a Pueyrredón, “¡Renuncio!,
debe conseguir el dinero o yo renuncio”. Entonces al final le saca no los
quinientos mil, sino a lo menos doscientos cincuenta mil pesos fuertes al
comercio inglés de Buenos Aires, que era muy grande. Con eso paga él la compra
que hace de buques en Inglaterra y los Estados Unidos; manda un comisionado
para que compre dos buques en cada lado. Y con esos buques y los marinos que
vienen y compran, apresan a los buques españoles de Lima, y pueden
tranquilamente después salir desde Valparaíso, en el año ´20, a Lima, o a Perú
al menos, a intentar dar presa al libertador. ¡Qué maniobra de una gran
astucia! Les ha hecho pagar a los comerciantes ingleses los buques para cerrar
el comercio inglés en Lima. Los ingleses, realmente, por algo no le han hecho
nunca una estatua en Inglaterra, a pesar de lo que digan los calumniadores de
aquí. Los ingleses sabes muy bien que no trabajó para ellos.
Llega a Lima sobre todo por el apoyo de las órdenes regulares, porque en
España, todos estos desde Mitre en adelante, dicen que se apoyaba en el
constitucionalismo liberal de España, en los liberales españoles. Lo primero
que hace es derogar la constitución de 1812 en Perú; pero además, aprovecha que
ha habido triduo neoliberal de 1821 a 1823, donde gobiernan los liberales en
España, que están persiguiendo a la Iglesia para que los religiosos que están
en América -y muchos de ellos son de origen español- se vuelvan contra el
régimen central y monárquico de España. Entonces son ellos los principales que
abren las puertas de Lima, lo que hoy está demostrado: los mercedarios, los
dominicos, o los franciscanos, es decir los que estaban en Lima, son los que
sublevaron la población y permitieron la entrada. Es decir, todo lo contrario a
lo que se ha dicho, nada liberal. Es más, le escribe el arzobispo de Lima,
monseñor Las Heras, y le dice que sus principios son contrarios a la revolución
francesa. ¡Lindo masón!
Pero además este masonazo que presentan hoy, dicta al entrar en Lima un
reglamento provisorio con el que se va a gobernar el Perú independiente. Con el
artículo primero dice que la religión Católica Apostólica Romana es la religión
única y exclusiva del Perú. Él ya había hecho dictar algo similar en Chile.
Pero ahora le agrega una cosita, al final del artículo primero y fin, que es
bastante interesante: que para ser funcionario en el Perú hay que profesar la
religión católica. Nunca, ni en América ni en Europa se ha hecho un artículo
constitucional semejante: el que no es católico no puede ser empleado público,
¿qué tipo de masón era éste? Y no les preguntó a los peruanos si lo querían o
no, se los impuso y listo. También dice que aquel que trafique con los
extranjeros y con los ingleses pierde la ciudadanía. Establece que la
ciudadanía del Perú es una ciudadanía americana: en Perú son peruanos todos los
americanos. Este artículo del estatuto provisorio es una maravilla, deberíamos
copiarlo y establecerlo en la Argentina ahora, pero claro, “sería un poco
preconciliar”. Pero estaba peleando con
cuatro mil soldados que en el campamento de guarda, donde él estaba, se le
enfermaron de fiebres tercianas, es decir la fiebre amarilla: la mitad quedó de
baja entre muertos y desvalidos, ¿qué es lo que podía hacer? Liberó a los
esclavos, ya lo había hecho en Mendoza, a quienes pasó todos al regimiento 11
de infantería. Decía que los criollos eran muy buenos a caballo, pero malos
como infantes, pero no los negros. A ellos los puso a todos de infantes,
quienes murieron en Chacabuco, en su mayoría. En Mendoza no hay negros debido a
que San Martín los enroló, y en el Perú lo mismo, liberó a todos los negros de
las estancias de los fundos peruanos, los pasó al ejército, pero éstos no eran
buenos soldados, cuatro mil de los cuales apenas dos mil serían combatientes, y
enfrente el virrey Pezuela primero y después el virrey La Serna, tenían
veintiocho mil veteranos.
Y aquí es donde vienen todos los sinvergüenzas y dicen ¿por qué no
atacó, por qué no libró una batalla grande? Que estas pequeñas batallas, que
los juegos que hizo Arenales por la sierra, desembarco aquí, desembarco allá,
juego de ajedrez, pero ¿por qué no libró una gran batalla como Maipú, con sus
dos mil vehementes soldados, contra los veintiocho mil de los españoles? Hay
que ser idiota, como son estos criticastros para proponer semejante cosa. Su
explicación es que estaba dedicado al opio.
Hay un libro de un muchacho de la F.U.A. (Federación Universitaria
Argentina) que ha escrito “Los amores secretos de San Martín”. Los secretos
¡nada!, porque se basa en una mentira de Ricardo Palma, de que él tuvo amoríos
con Rosita Campusano, son cuatro líneas en el libro de los recuerdos de Palma,
Tradiciones peruanas. Después Palma dijo que eran todas mentiras, pero de eso
ya nadie quiere acordarse, y entonces éste con esas cuatro líneas hace un libro
entero, diciendo que San Martín estaría ahí en Lima, nada más que dedicado a
vivir con la Rosita, y a fumar, dice él, cigarros de opio. Quizás el muchachón
éste le dé a los porros de marihuana, y entonces cree que San Martín podía
hacerlo con el opio, pero con el opio no se puede, porque quema los labios; se
fuma en una pipa larga, lejos de los labios. No estaba dedicado al opio, ni a
Rosita Campusano: estaba simplemente maniobrando frente a un enemigo
inmensamente superior, y maniobrando bien, pero los enemigos esos sí contaban
con fuerzas secretas muy superiores a las de él, no solamente en número de
tropas. Se crearon tres logias masónicas contra él, y ahí viene el argumento
final contra la masonería: no sólo había que ser católico para ser empleado,
sino que la masonería en el Perú luchó contra él a través de tres grandes
logias:
La Logia provincial de Buenos Aires, que dirigía Bernardino Rivadavia,
“el peor hombre de América”, va a decir San Martín; Mitre va a decir “el más
grande hombre civil de la tierra de los argentinos”, por eso que el menos
indicado para hacer la historia de San Martín era Mitre, porque admiraba al
hombre más enemigo de San Martín que fue Rivadavia. Esta logia que estaba en
Buenos Aires infiltró al ejército de San Martín, y consiguió que, por ejemplo,
uno de sus jefes, el general Las Heras, se adhiriera a ellos. En frente estaba la Logia Republicana, de los
republicanos peruanos, democráticos, liberales y demás. Como sabían que San
Martín no era nada de eso, fueron sus enemigos. Estaban dirigidos por Sánchez
Carrión; ellos hicieron asesinar a Monteagudo que era el ministro de gobierno
de San Martín. Y sobre todo estaba la
Logia central de la Paz Americana que organizaba a los masones del ejército
realista, mandado por el general Gerónimo Valdés. De esto tenemos un testimonio
extraordinario que es el del coronel Tomás Iriarte, que perteneció a esta
logia, que había venido de España con ellos, y esa sí se había formado en Cádiz
por militares españoles, no americanos, sino nacidos en la península, que se
pusieron al servicio de Inglaterra. En España se los llamó, después, los
Ayacuchos, porque ellos son los que perdieron la batalla de Ayacucho, y por la
cual se terminó la guerra de América. Pero eran liberales y pro ingleses; ellos
querían que hubiera una guerra permanente en América. Se llamaba “de la paz”
pero en sentido opuesto, porque ellos lo que querían era la guerra.
San Martín no quería la guerra con España, y ahí voy derecho contra la
tesis de Mitre: no es un anti hispánico como nos lo presentó Mitre, y siguen
diciendo todos los liberales y todos los enemigos, sino que buscó la paz con
España, pero quería la independencia de América y entonces en Miraflores,
primero, con el virrey Pezuela, y en Punchauca después con el virrey La Serna
trata de establecer la paz mediante el reconocimiento de la independencia de
América, y que venga un príncipe de la monarquía española como rey. El se
declara monárquico. Entonces Mitre dice: “ahí quedó sin salida, porque rompió
con el democratismo de él”, es decir el de Mitre. En realidad, el estúpido de Fernando VII, por
segunda vez (la primera es cuando habían acordaron en el año ´16 rendirle
pleito, homenaje, reconocerlo como rey, y éste se negó a recibir al legado) se
negó a aceptar estas paces en el Perú, como se negó a aceptar las paces en el
tratado de Córdoba, de Iturbide con O’Donoj, que ponían fin a la guerra a
cambio de la independencia, y con un monarca que podía ser su hermano menor,
Francisco de Paula, o algún otro de la casa real española. Ese es precisamente el punto de debate que tuvo San Martín con Bolívar
en Guayaquil. Uno de los dos puntos: el primero era que San Martín se negaba a
comandar sus tropas (sólo tenía 4.000 hombres, 8.000 colombianos a lo sumo) por
estar en evidente minoría y proponía que Bolívar las comandase junto con las
suyas. Bolívar no quería eso, o no pudo entregar todo su ejército, o comandarlo
todo hasta pasados dos años, y entonces San Martín se retiró. Pero también
consta además, porque no es tan secreto lo de Guayaquil, que él pidió que el
sistema de gobierno de América fuera el monárquico, y Bolívar quería gobernar
él; quería gobernar bajo su sistema autocrático, sistema dictatorial. Se va de Perú por eso, y pasa por Chile, llega a Mendoza y acá está un
tiempo. Ahí vienen de nuevo los infundios, las injurias, la calumnia. Dice
Mitre, que se queda acá muy tranquilamente en Los Barriales, en el departamento
que hoy se denomina San Martín, mientras que su mujer está muriéndose en Buenos
Aires, y no va a verla, porque era un desamorado, porque le había sido infiel
con la Rosita, porque ella también le había sido infiel con dos oficiales del
ejército; era un muy mal matrimonio… ¡Todo mentira! Lo de Rosita el propio
Palma admitió que era mentira; lo de ella, también. La señorita Grosso ha
demostrado que esos oficiales cuando llegaron a Mendoza hacía ya unos meses que
Remedios había retornado a Buenos Aires. Pero todas esas infamias se siguen
lanzando, a ver si así se embadurna la estatua. Pero ¿por qué no fue a verla,
por cierto, no fue a tiempo allá a Buenos Aires? Porque no podía, no porque no
quería, porque no podía, porque le avisa Estanislao López, caudillo de Santa
Fe, que si va a Buenos Aires lo van a juzgar y lo van a sentenciar a muerte. Y
él le va a decir a Guido: “Acuérdese que en ese año, si yo iba a Buenos Aires,
me iban a prender como a un facineroso, por eso no pude ir a darle el último
adiós a mi esposa”. No pudo, no es que no quiso.

Y ¿por qué esa inquina de los unitarios con él? Los unitarios (así se
llamaban los del partido de Rivadavia) creían que lo que estaba armando aquí
San Martín era nuevamente una fuerza militar para pelear contra ellos. San
Martín los tenía sin cuidado a éstos: él había mandado a pedir un apoyo para
crear un nuevo ejército del Norte, que fuera como una pinza allá en Perú.
Mientras él mandaba a Alvarado, desde Bolivia se iba a tratar de acercar al
ejército realista. Para eso mandó a un coronel peruano, Gutiérrez de la Fuente,
a quién Rivadavia despachó. Entonces cuando él vuelve a Mendoza, con el
gobernador militar de San Juan, Urdinenea, arman una pequeña unidad con
quinientos hombres que vayan al Norte a hacer, por lo menos, acto de presencia
para disuadir al ejército realista. Como está armando eso (no está tampoco
plantando melones o zapallos acá en la chacra) le dice en cartas a Guido y a
Rosas: “Me interferían la correspondencia, me abrían las cartas”. Entonces
creen que está armando un ejército contra ellos, por eso querían prenderlo como
un facineroso. Al final, ¿qué es lo que hace? Planea él también una táctica
para poder ir a Buenos Aires. Redactó una carta, que sabía que también se la
iban a abrir, donde decía que el gobierno de Rivadavia era lo mejor que había
tenido la Argentina, y entonces pararon el ataque, lo recibieron en Buenos
Aires y le dieron el pasaporte porque no lo querían en su tierra: lo querían
echar. Hablan de ostracismo, palabra que inventó Mitre, pero no hay ostracismo:
es exilio, es destierro, lo mandan afuera, y él aprovecha para colaborar con
Bolívar. En Londres se encuentra con Iturbide, ambos echados de sus países, los
dos libertadores.
Y ¿qué es lo que hacen? Contratan dos buques para Bolívar. Ahí se ve que
hay un plan americano real, que no hay esas peleas que han inventado de San
Martín con Bolívar (el hijo de Iturbide pasó a ser edecán de Bolívar). Hay un
acuerdo entre ellos. Iturbide regresa a México, aunque San Martín le había
dicho que no lo hiciera, porque estaba en riesgo su vida. Efectivamente: lo
fusilan. Aún en México todavía no se lo reconoce como su libertador, a
Iturbide, porque han gobernado y siguen gobernando en México los socialistas,
en el nido de todos los cristianos. Iturbide era el más cristiano de los tres;
los tres buscaron declarar a la Virgen como patrona de América, pero Iturbide
más, porque iba con la Virgen de Guadalupe, la tri-garantía, ya que una de las
tres bases de México era la religión católica; por eso lo fusilaron y por eso
lo niegan hasta el día de hoy.
Ahí viene este exilio donde él pasa años. Primero quiere volver porque
ha caído Rivadavia por la guerra con Brasil, y Dorrego lo invita a venir.
Cuando vuelve, viaja de incógnito. En el año ´28 se entera en Río de Janeiro
que había una revolución decembrista encabezada por Juan Lavalle. Cuando el
buque toca puerto en Montevideo se entera que lo han fusilado a Dorrego;
entonces el buque después va al Pontón de Recalada en Buenos Aires y él no
desembarca. ¿Por qué él no desembarca? Porque él no había venido para apoyar a
los gobiernos militares, sino que llamado por Dorrego iba a encabezar la guerra
contra Brasil. Es el último servicio que él le presta a América; cuando se
vuelve le dice ¡Adiós! a América.
Queda la Argentina, a la que seguirá prestando este servicio, pero el
proyecto americano desapareció. Al mismo tiempo Bolívar le dice al presidente
del Perú, “Gobierne como peruano, porque América ya no existe más”. Y
efectivamente San Martín va a defender a la Argentina, a la Confederación
Argentina, cuando los ataques, francés de 1838 y anglo-francés de 1845,
apoyando al encargado de las relaciones exteriores de la Confederación, Juan
Manuel de Rosas –otro punto inaceptable para los enemigos-. No lo pueden
admitir, porque Rosas es el conjunto de las cosas que ellos más odian: es el
gobernante fuerte, vigoroso, católico, es el restaurador de las tradiciones
argentinas. A éste San Martín, por la cláusula cuarta de su testamento, le dona
el sable, es decir, lo proclama su heredero universal, y ese es el odio que
muestran ellos (Sarmiento, Alberdi, Varela). Todos los que lo entrevistan y
discuten con San Martín esto, dicen que estaba viejo, senil. ¡Estaba nada menos
que en el centro de la contienda, en París! Tan viejo como Sarmiento cuando
asumió la presidencia, es decir, estaba perfectamente en su lucidez y la
mantuvo hasta el final de sus días.
Y ahí como se había definido monárquico en el Perú, antes de volverse
desde Montevideo, le manda a decir a Lavalle que mientras no haya aquí una
dinastía que gobierne, esto no va a tener solución. En 1846 le escribe a un
militar chileno, el general Pinto: “Ustedes han establecido un gobierno
republicano en el que yo no creí; no creí que se pudiera ser republicano
hablando con la lengua española. Pero su gobierno, el régimen de Portales, ha
demostrado que puede establecer una república vigorosa”. Es el único caso en
América, y efectivamente Chile, de 1830 a 1890, no tuvo revoluciones gracias a
este sistema que San Martín elogió, como elogió el de Rosas. Todo eso no lo
pueden tragar los liberales, porque es lo contrario de lo que ellos piensan de
cómo debe gobernarse.
Para mejor, en 1848, se produce la revolución socialista en París. San
Martín se va con su familia a Boulogne-sur-Mer, para poder llegar al ocaso de
su vida. Y allí transcurren sus últimos años, hasta que finalmente muere en
1850. Pero antes le escribe al mariscal Ramón Castilla del Perú, describiendo
lo que ha pasado en Francia, diciendo que son estos malvados de los
socialistas, anarquistas y comunistas, los culpables de todo lo que está
pasando en Europa. Esas cartas al mariscal Castilla están prohibidas hoy en la
Argentina.
El 17 de agosto de 1850 muere, de sus antiguas afecciones, porque se le
habían complicado con un reuma; tenía muchas enfermedades, que había
sobrellevado con esa paciencia estoica que tenía. Y muere, y entonces hay dos
actos que ya escapan al plano natural que yo les he tratado hasta aquí. Un
argentino que lo visitaba a diario, Félix Frías, llega después, a poco de morir
San Martín, y habla ahí con su hija Mercedes y con su yerno Mariano Balcarce.
Al pasar donde lo están velando las monjas, mira el reloj de la pared que está
en la habitación de San Martín, y lo ve parado a las tres de la tarde, le saca
el reloj al general (de bolsillo), y también se ha detenido a las tres de la
tarde, le pregunta a la hija: “¿A qué hora murió?”. “A las tres de la tarde”.
Esto, racionalmente no tiene explicación, y lo que les voy a decir ahora menos.
Le dijo a la hija antes de morir: “Esta es la tormenta que nos lleva al puerto
antes de morir”. Es decir, él se había visto como un buque que iba hacia un
puerto, y ese buque y el puerto, es lo que está en el estandarte de Pizarro. Es
un lábaro pequeño, cuadradito, que había hecho bordar Carlos V, por su madre
Juana la Loca, para entregarlo a Francisco Pizarro como símbolo de la autoridad
de Pizarro en América del Sur, y se había perdido. Cuando San Martín sale de
Cádiz, y se presenta al Concejo de Regencia le dice: “Voy a ir a Lima para
encontrar mis intereses perdidos o abandonados”. Hoy los historiadores dicen:
“¿no ve que era un mentiroso profesional? No fue a Lima, ni en Lima tenía nada
perdido ni abandonado”. Cuando él fue a Lima por vía de aproximación indirecta,
lo primero que hizo fue nombrar una comisión para que buscara el estandarte de
Pizarro que estaba perdido o abandonado. Lo encontraron, se lo hizo donar, y
cuando se retira del Perú, en su proclama de despedida a los peruanos les dice:
“Diez años de lucha están de sobra pagados con el estandarte de Pizarro.” ¿Está
loco este hombre?, ¿cómo todos sus esfuerzos, todo por ese pedacito de tela? Él
lo explica: cuando vuelve del Perú, en Valparaíso, va a la tertulia de Mary
Graham, que era la amante de lord Cochrane, y ella, enemiga suya, cuenta –como
repetía las mentiras de Cochrane, de que San Martín se había envilecido– que le
dijo: “Usted se trajo muchas cosas del Perú, ¿no?”, “Lo único que me traje del Perú
–lo dice Mary Graham- fue el estandarte de Pizarro”, sigue la dueña de casa, “
Y entonces se puso de pie, cuan alto era para aclarar, que ese estandarte es el
símbolo de la autoridad moral en América, y se sentó”.
Antes de morir le dijo a Mariano Balcarce, su yerno, que él no quería
ser enterrado con la bandera argentina, ni la peruana, ni la chilena, ni la de
Ecuador, que quería ser enterrado con el estandarte de Pizarro al que había
tenido toda la vida en su pieza. Así es enterrado, y después ordenó a sus
parientes que se lo devolvieran al gobierno del Perú. Ellos lo hicieron,
mandaron el estandarte al Perú, llegó y está otra vez perdido o abandonado.
Nadie sabe más dónde está, porque con San Martín se terminó la autoridad moral
en América.
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