Sir Woodbine Parish, primer cónsul británico en Buenos Aires (1824-1832), fue un entusiasta aficionado a las ciencias naturales. Durante su permanencia en el Río de la Plata, el funcionario inglés, al margen de sus tareas diplomáticas, trabajó activamente en la recolección de muestras minerales y de restos fósiles de la fauna prehistórica de las pampas, que envió posteriormente a su país, donde se conservan hoy en distintas sociedades científicas y museos.
Entre estos materiales se destacan un fragmento de 1.200 libras de peso (560 kilos) del célebre meteorito del Chaco —que le fuera obsequiado por el gobierno de Buenos Aires— y los restos de dos grandes mamíferos antidiluvianos, el gliptodonte y el megaterio. Reproducimos del libro biográfico Sir Woodbine Parish, K. C. H. and eariy days in Argentina, publicado en 1910 por una nieta del cónsul, la descripción de los trabajos que realizó Parish para obtener los huesos fósiles del megaterio. “Su más importante contribución a la ciencia fue la colección de huesos fósiles del megaterio y el gliptodonte, que fueron entregados al Real Colegio de Cirujanos, y atrajeron una gran atención a causa de sus dimensiones poco comunes y su buen estado de conservación. Se realizaron calcos de los huesos y fueron obsequiados, en cumplimiento de /os deseos de sir Woodbine, al Museo Británico, a la Sociedad Geológica y a las Universidades de Oxford y Cambridge... Varios años antes de que esto ocurriera, Parish había entregado a la Sociedad Geológica algunos grandes huesos fósiles de mamíferos que habían sido encontrados en el valle de Tarija, en los confines de Bolivia. Ansioso por obtener otros ejemplares, Parish realizó una serie de averiguaciones que le permitieron comprobar que en la provincia de Buenos Aires habían sido hallados frecuentemente huesos y dientes de cuadrúpedos, especialmente en las cercanías del río Salado, y en los lechos de sus lagos y ríos tributarios.
Otros huesos fueron también descubiertos en la vecina provincia de Entre Ríos, y en la Banda Oriental se encontró un esqueleto casi intacto. Entretanto, Parish recibió la información de que algunos huesos de tamaño extraordinario habían sido hallados en el lecho del río Salado, y se los había transportado a Buenos Aires desde la estancia de don Hilario Sosa. Al inspeccionarlos, el cónsul comprobó a primera vista su semejanza con los restos del megaterio que en el siglo pasado fuera enviado al Museo de Madrid por el marqués de Loreto, y que también fueron hallados en la provincia de Buenos Aires. Los nuevos huesos, que eran de propiedad de don Hilario Sosa, constituían en una pelvis, casi intacta, varias vértebras, cinco o seis costillas v cuatro dientes. Después de mucho solicitarlo, Parish consiguió finalmente apropiarse de ellos y, con la esperanza de obtener el resto del esqueleto, envió al señor Oakley, un caballero norteamericano, a realizar las investigaciones necesarias.
El señor Oakley pronto descubrió
que en el fango del fondo del río se encontraban enterrados otros huesos, y
mediante el desvío parcial de la corriente logró rescatar una escápula, un
fémur, cinco vértebras cervicales, varios dientes y muchos otros huesos que
estaban demasiado deteriorados como para conservarlos. Además de estos
valiosos restos, el señor Oakley obtuvo partes de otros dos esqueletos de
megaterios, uno de ellos de un arroyo próximo a Villanueva, y el otro de las
orillas del lago Las Averías.
Aunque esta colección de
huesos del megaterio era menos completa que la que existía en el Gabinete Real
de Madrid, el hecho de que varios de los huesos enviados por sir Woodbine
Parish eran los que faltaban en el ejemplar español, fue de una gran ayuda para
los zoólogos empeñados en reconstruir el monstruo.”
Woodbine Parish, primer
cónsul británico en Buenos Aires. Aficionado a las ciencias
naturales, coleccionó fósiles en las pampas argentinas
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