por Jorge Ramos y Daniel Schávelzon
Las obras del Caserón de Rosas y de su entorno han sido descritas en muchas oportunidades: han habido críticos, apologistas, historiadores, curiosos e interesados que echaron una ojeada más o menos minuciosa; pese a eso y a todo lo que se ha avanzado desde el inicio de su excavación arqueológica en 1985, aún quedan temas poco comprendidos, lagunas de conocimiento que nos indican lo complejo de la urbanización en su época y sus transformaciones posteriores. Es objeto de este artículo aportar mayor información sobre el estanque o lago artificial -el primero de Palermo y de la ciudad-, y de su ubicación actual. Este último tema resulta importante en la medida en que han habido artículos de divulgación que difundieron información errónea, la que ha cobrado estado público. Ya hemos descrito en artículos anteriores la historia del área ocupada por el Caserón de Rosas y la planificación de sus alrededores, y para este lago artificial nos han sido de utilidad algunas fotografías ya conocidas como las de Witcomb, algunas no publicadas como las que aquí incluimos y en especial las acuarelas de Sívori de 1850 y la de Caamaña de 1852. El sitio fue un lugar de esparcimiento y solaz, un hito importante en el conjunto y eje compositivo de la urbanización de la zona.
La obra se hizo aprovechando una depresión en el terreno
original incrementada por excavaciones para el relleno del sector donde se
construyó el Caserón mismo y que servía de colector natural para el
escurrimiento del agua de superficie de la zona. Quedó ubicado en un extenso
prado limitado por el camino carretero público, los edificios de La Maestranza
-actual plaza Intendente Seeber-, el edificio del Caserón y la calle que
llevaba al Camino del Alto. Estaba dispuesto a lo largo el frente suroeste del
Caserón y doblando a éste en longitud. Sin embargo es común observar en la
cartografía urbana del siglo XIX que el largo del estanque coincide con el
edificio, es decir casi 53 metros y así se lo ve en !as fotos de Witcomb. Esto
lo atribuimos a que en la época de la creación del Parque 3 de Febrero, al
trazarse la Avenida de las Palmeras -actual Sarmiento, se suprimió la mitad del
piletón o lago artificial para continuar con la avenida hacia la actual Plaza
Italia.
El conjunto del estanque estaba formado por: 1) el espejo de agua, 2) la terraza-mirador, 3) el muelle, 4) el balneario, 5) el baño de Manuelita y 6) el prado de paseo. Esta variedad de instalaciones aseguraba diversos usos y actividades como la natación, el baño, el paseo, el descanso, la navegación a remo y a vapor; es decir que estamos frente a un planteo de diseño no habitual en nuestro país hasta esa fecha. Desde el extremo del muelle que penetraba casi 40 metros en el estanque descendía una escalera hacia un mini-balneario que era “un recinto cerrado con varillas de madera que servían para semiocultar al bañista”6, a tono con el recato de la época, en especial para las mujeres. Parte del conjunto era el llamado baño de Manuelita, que conectado por un pequeño canal aparecía como un apéndice del conjunto principal. Allí el follaje trepaba por la estructura de madera rematada en cúpula que cubría ese estanque circular pequeño, rodeado de gradas. Debió tener unos 20 metros de diámetro aproximadamente. En realidad se trata de una interesante solución arquitectónica que permitía una relación indirecta, aunque no diferencial, con las personas que usaban el resto del conjunto.
La navegación del estanque fue descrita por varios viajeros:
se extendía por el canal central del Camino de Palermo hasta su encuentro con
el arroyo Manso (actual Austria). Para ello existían unos botes de remo y un
pequeño buque de vapor -novedad absoluta en su época- con su tripulación
incluida. Parece haber sido éste uno de los paseos preferidos de Don Juan
Manuel. El muelle al igual que las paredes de contención eran de
mampostería de ladrillos sin revocar y tenía el largo suficiente para que
varias embarcaciones amarraran al mismo tiempo, ofreciendo a su vez un
excelente punto panorámico sobre el conjunto. Aun Witcomb, eligió ese lugar
para varias de sus fotografías.
La terraza – mirador era un área reservada, dispuesta sobre el costado orientada hacia el río, lo suficientemente ancha como para un paseo a pie sombreada por una hilera de sauces llorones que la separaba del camino y del edificio y el pretil formado por muretes de mampostería y verjas de hierro dispuestas en forma alternada, detalle típico en la arquitectura de la época. A lo largo había bancos con apoyabrazos en forma de voluta probablemente de mármol. Debía por cierto ser magnífica la vista contemplada desde esa amplia terraza, extendida por sobre el espejo de agua con su fauna acuática. En cierta forma se mantenía el diseño adaptado por Felipe Senillosa para la Alameda en el centro de la ciudad, construida en la misma época que el estanque.
Otro uso que algunos autores le atribuyeron al estanque fue el de ser un decantador para purificar agua. De ésto no estamos seguros y, si bien es cierto que el agua decantaba por sí sola, no había procesos técnicos más complejos como purificación o decantación química, o filtración. Lo que sí es factible es su uso como jagüel o reserva de agua relativamente limpia y reciclada con un sistema de compuertas; éstas permitían contener el líquido en las bajantes y desaguar en las lluvias. Eso se lograba mediante el control del afluente principal (arroyo Manso) y los zanjones trabajando como reguladores. Aun hoy esa función la cumple el arroyo Manuelita respecto al lago ubicado en esa plaza, que desagua parte en superficie y cruza la avenida Alcorta y de alli hasta el río mediante un canal entubado. Desconocemos la profundidad del fondo. Lamentablemente el estanque y todos sus anexos quedaron destruidos con la campaña edilicia de la modernización de fin de siglo, existiendo la posibilidad que parte de todo eso se halle aún bajo los terrenos del Jardín Zoológico, cerca de la reja perimetral, y bajo la calle y las veredas de avenida Libertador. Por lo menos la experiencia de haber encontrado los restos del Caserón en tan buen estado así lo indican.
1. Las
excavaciones que permitieron encontrar los restos del Caserón fueron iniciadas
en junio de 1985, a partir de allí una larga serie de publicaciones diversas
hicieron aportes reviviendo así el tema en la historia de la arquitectura.
Véase como ejemplo a Daniel Schávelzon y Jorge Ramos, “Excavaciones
arqueológicas en el Caserón de Rosas en Palermo: informe de la segunda
temporada de excavación (1983)”, Revista del Instituto de Investigaciones
Históricas Juan Manuel de Rosas no. 26, pp. 71-92, Buenos Aires 1991; “El
Caserón de Rosas en Palermo, las primeras excavaciones”, Historia no. 20, pp.
13-29, Buenos Aires, 1985; “El Estanque de Rosas, primer lago de Palermo”, La
Gaceta de Palermo no. 14, pp. 16-20, Buenos Aires, 1988, etc.
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