Por Fermín Chávez
Más allá de toda
interpretación sociológica y de cualquier visión ideológica, y antes que lo
concerniente a sus realizaciones materiales, podemos decir que este hecho nuevo
de nuestra historia que es el peronismo dio a la sociedad argentina una
conciencia nueva, una nueva concepción del Estado y nuevos instrumentos
orientados a generar poder nacional, a partir de la integración de componentes
sociales heterogéneos. Lo hizo interesando de entrada a las masas en la
cuestión nacional. Para dar respuesta
precisa a la pregunta planteada cabe separar todo lo que atañe a los orígenes y
a la formación del peronismo y de su doctrina, el justicialismo, pero resulta
imposible prescindir de esta última. Precisamente, la definición del término
Justizialismus que dio la enciclopedia alemana Der Grosse Brockhaus (1955)
contiene sus aportes principales: conciliación de la Justicia Social, la
Independencia Económica y la Soberanía Política en orden al bienestar general,
con una relación armónica entre los derechos individuales y los de la
comunidad. 
Sin duda, el primer
aporte del peronismo es de carácter social. En algún libro hemos hablado de su
recuperación de lo social, esto es, de derechos que el Estado liberal-burgués negaba
o reducía, especialmente en el ámbito de los trabajadores y de sectores de la
comunidad no integrados al proyecto común. Digo lo social como valor anterior a
lo político en su versión moderna. Y a esa recuperación el peronismo la realiza
mediante el nuevo rol que otorga al Estado. En este sentido vuelvo a señalar,
en forma muy condensada, que el peronismo, todavía naciente, vino a ser una
sólida encarnadura de la idea del Estado subsidiario (principium
subsidiaiioffcii), explícita en la encíclica Quadragesimo Anno, de 1931, en
confluencia con otras propuestas doctrinarias locales (José Figuerola,
Scalabrini Ortiz, Alejandro E. Bunge). La primera expresión de aquel principio
cristiano fue la Secretaría de Trabajo y Previsión, pero no sería la única. Podríamos
agregar simplemente la Secretaría de Salud Pública, creada a fines de mayo de
1946.
Resulta inomitible
consignar que, en la señalada recuperación de lo social, opera un impulso nuevo
como elemento inseparable: la colaboración de clases en lugar de la lucha de
clases del socialismo, principio que se traduciría en numerosos decretos-leyes
y luego leyes, durante el período constitucional, que abarcan el conjunto de la
comunidad, de la ciudad al campo. Como mero ejemplo de esta nueva política
social citaré el Estatuto del Peón, dictado en noviembre de 1944, un año
después de creada la Secretaría de Trabajo y Previsión.

La política
sanitaria del peronismo, delineada y ejecutada por Ramón Carrillo, constituye
un aporte innegable al progreso social y marca un camino que no puede ser
abandonado; dicho ésto sin detenernos en las obras de infraestructura material
que consumó.
Tiene que ver con
el proyecto social peronista lo realizado en el campo económico-financiero,
donde hubo novedades que han sido reconocidas por observadores y estudiosos de
prestigio. El peronismo estructuró un sistema económico que, a partir de la
nacionalización del Banco Central y de los depósitos bancarios, respondió a la
misma concepción del Estado subsidiario de la que venimos hablando. Recuerdo
que Pierre Mendes-France y Gabriel Ardant, en La ciencia económica y la acción
(1955), destacaron el valor de tales realizaciones en cuanto a la dirección del
crédito por él Estado. Y Peter Waldmann, en un libro conocido, ha remarcado a
su vez la importancia de los Planes Quinquenales y sus características
novedosas en el proceso histórico de la Argentina moderna. Los programas
industrialistas desarrollados con el franco apoyo del Estado dieron resultados
que no han podido ser omitidos ni siquiera por los estudiosos más críticos del
peronismo. Así el norteamericano Arthur P. Whitaker acepta que hubo un
considerable impulso industrial y logros en productos químicos, cemento, papel,
acero y motores eléctricos. (Cfr. La Argentina y los Estados Unidos, 1956).
Bastaría, por nuestra parte, señalar los notables avances logrados en el rubro
de textiles, en automotores, en locomotoras y aviones. La conciencia
industrialista que se generó constituye un aporte duradero, diríamos
estratégico, de Juan Perón y su proyecto de país.
En política
internacional también el peronismo dejó aportes que no pueden ser negados, aún
discutidos. La idea de la ‘‘tercera posición’’, otro de los componentes
estratégicos del pensamiento peronista, está siendo hoy reivindicada, al
contrario de lo que sucedía en la década de 1940. Volviendo al citado Waldmann,
transcribo este párrafo suyo: “Su mérito consiste en que en una etapa muy
temprana del proceso internacional de descolonización reconoció y formuló con
bastante claridad los problemas más importantes y los principales objetivos de
los países menos desarrollados”. Otro autor europeo, Rudolf Knoblauch, acota:
“Perón se consideraba, en parte con razón, como el precursor del movimiento del
tercer mundo...” (Der Peronismus, 1980). A su vez, el ya nombrado Whitaker
concluye que la política exterior del peronismo “fue en esencia una política de
manos libres”.
En esta misma área
internacional, la sociedad argentina visualizó un rumbo de integración con
América Latina que tuvo diversas expresiones concretas: puente internacional de
comunicación con el Brasil, convenios de aprovechamiento hidroeléctrico de
Salto Grande (1947), terminación del ferrocarril trasandino del Norte (1948),
actas de Santiago de Chile y posterior unión aduanera (1953), abierta a otros
países del continente. Es bastante si se tienen en cuenta las condiciones
adversas en el marco internacional de la década de 1940, en la posguerra, hasta
aproximadamente 1953. Ese rumbo fue nuevamente visible durante tercer gobierno
peronista, en 1973.
En materia de
educación y cultura, al margen de las limitaciones que puedan indicarse, el
peronismo incorporó hasta donde pudo el concepto de cultura popular; abrió las
puertas de la Universidad a los sectores no tradicionales mediante la supresión
de aranceles (1949); renovó la infraestructura de escuelas existente y la
acrecentó en toda la República; e impulsó la industria cultural mediante su
política crediticia.
En cuanto al
desarrollo material del país, consignamos las siguientes realizaciones de larga
duración: Plan Siderúrgico Argentino convertido en ley el 13 de junio de 1947;
aprovechamiento del gas natural y en su variante de licuado (1949); creación de
la Comisión Nacional de Energía Atómica: y obras diversas de aprovechamiento
hidroeléctrico.
En fin: el
peronismo de su primera década dio a Eva Perón con el voto femenino, y el de la
década de 1970, al Modelo Argentino para el proyecto nacional, en el que el
líder justicialista volcó toda su experiencia y toda su ciencia de veterano, a
imitación de Martín Fierro en los consejos, al final del Libro.
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