Rosas

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viernes, 31 de diciembre de 2010

LA POSTRIMERÍA DE JUAN MANUEL

Por Ricardo Geraci del Campo Ríos

De los últimos dias de Rosas en su chacra del Burgess en Southampton poco se sabe ya que es poca la información que puede conseguirse. En sus últimos años es ya harto conocido, de su pobreza y ostracismo debido por un lado a la pequeña lejanía que tenía con Manuelita Rosas y su yerno Máximo Terrero. Algunas visitas de la feliz pareja a la chacra con los nietos del caudillo le generaban el consuelo necesario a un hombre cansado y desgastado por su apremiante situación económica. La otra razón de su posible depresión, fue la muerte de su amiga y leal Josefa Gómez hacia 1874, con él que da fin a las suscripciones que le aseguraban un dinero de allegados y amigos. Algunos historiadores hacen especulaciones o conjeturas sobre los últimos dias sin basarse en documentos o hechos comprobables. Algunos con una zorna lamentable, relatan los últimos dias del gran américano, envuelto en pesares de todo tipo. Está comprobado que economicamente estaba muy mal, pero con el orgullo indómito de siempre, buscó hasta el último instante de vida, valerse por si mismo y es lógico que a su edad (84 años) el trajín que conllevaba el mantenimiento de la pequeña estanzuela, le "comiera" lo que le quedaba de salud. Los pesares a los que aluden algunos historiadores, van por los carriles del arrepentimiento debido a los actos de gobierno donde tuvo que tomar decisiones difíciles. Si el análisis de este hombre está emplazado en teorías o interpretaciones equivocadas, lo más probable sea, que en la retorcida imaginación de ciertos historiadores, aparezcan razonamientos totalmente falsos y tendenciosos sobre lo que pudo pensar don Juan Manuel hacia su postrimería.
Se dice que fue un tirano y que sus últimos años los pasó entre el desconsuelo por el arrepetimiento de sus acciones y con los fantasmas que lo perseguían por tantos fusilamientos y muerte. La única manera de evitar conjeturas subjetivas sobre como vivió su último tiempo de vida, es consultar las cartas de Rosas con sus íntimos y aquellas declaraciones de principios, donde se hace cargo del error que significó dar la orden de fusilar a Camila, y también deja traslucir, un enojo por como era tratada su figura en la patria que tanto había defendido y que desde el exilio, aportando documentos ( por ejemplo en el conflicto por el estrecho de Magallanes con Chile ) seguía ayudando como cuando desinteresadamente lo hacía en el rol o lugar que le tocó ocupar. Rosas estaba fatigado por su apremiante situación y no por el remordimiento de sus actos. Creer que el Restaurador sintió remordimientos es no comprender lo que sus propias palabras (en sus cartas se aprecian) manifestaban. No había de que arrepentirse, más si se analiza que país dejó Rosas a sus vencedores y que dirección tomaron los respectivos gobiernos a su caída, logrando la vuelva de la inestabilidad y la anarquía de las luchas civiles. Lo único que a Rosas lo afligía era la lejanía con su hija y con Máximo. Pero sobre todo, con Manuelita quien era su gran amada hija y la extensión terrenal de su gran y amada compañera, doña Encarnación Ezcurra, fallecida en 1838.
Independiente de mi propia interpretación acerca de como se sintió Rosas al final de su vida (que por supuesto puede ser rechazada o aprobada según cada uno) lo que busco en este posteo, es hacerles llegar datos fidedignos del estado económico y de salud en que se encontraba Juan Manuel hacia ese 14 de marzo de 1877.
Ya, a finales de 1876 el "Principe de las Pampas" se vio obligado a vender algunas pertenencias y elementos de la chacra, para poder cubrir el sueldo de su peonada en el Burgess. Cualquiera creería que un hombre pobre no podía tener ni peones ni sirvientes, pero era de estilarse en una época y más en los tipos de caserones que se hacían, donde generalmente vivia mucha gente, tener servidumbre y Rosas más allá de su pobreza económica los necesitó por su senectud y por un sentido práctico a la hora de cubrir todas las labores. Uno también podría creer que ante la falta de recursos, pagarle el jornal a un peón, sería imposible, pues en Rosas cumplir con su palabra era un modo de vida aprendido desde su juventud, siendo uno de los valores morales que mejor resaltó su figura política.
En carta a Manuelita, advertimos su situación desesperante en función de su economía:
"...siento decirte que las vacas ya no están en este Farm. Dios sabe lo que dispone, y el placer que sentía al verlas en el field, llamarme, ir a mi carruaje a recibir algun ración cariñosa por mis manos, y el enviar a Vds. la manteca. Las he vendido por veintisiete libras, y si más hubiera esperado, menos hubieran ofrecido".
Curioso es que un par de vacas le rumiaran y lo seguieran como cual mascota doméstica lo haría con cualquiera de nosotros, pero fue Rosas desde el vientre de su querida madre, un hombre formado en la tierra. La mirada del caudillo al horizonte en las tipicas estancias argentinas, era el contacto genuino y mistico que sintió cada vez que la naturaleza lo abrazaba, haciéndolo hijo de esta tierra.
No era una mera cuestión de sobrevivir al dia a dia. Rosas debía dinero de prestamos, de doctores y otros allegados, lo cual lo deprimía profundamente por no poder cumplir con sus responsabilidades. Fue un hombre íntegro y muy moral con ello de no quedarse con lo ajeno. Ya de joven y luego de adulto, todo lo anotaba y lo copiaba. El orden y la disciplina fue un rasgo fundamental en sus acciones y pensamientos. Otra cuestión que lo preocupaba, eran las confiscaciones por parte de la Legislatura bonaerense de los bienes de Manuelita por parte materna. Cuestión escandalosa por pecar de una absoluta ilegalidad, lo que llevó a Rosas a pedirle a su hija, que le escriba en su nombre a la viuda de Urquiza, con el objetivo de poder gestionar una revocación justa y necesaria. Máximo terminó viajando a Buenos Aires para gestionar personalmente este asunto y es por ello que a la muerte de Rosas, Manuelita quedó sola en Inglaterra con su hijo Manuel, mientras Rodrigo acompaño a su padre, y en una carta a su marido, le expresa una vez que Rosas falleció, su pesar, tristeza y desconsuelo por la situación.
La mejor descripción del deterioro de la salud de Rosas en sus últimos días, las ofrece su hija Manuelita, en una esquela que envia a Máximo poco después de la muerte del caudillo. Allí se aprecia, como evolucionó la pulmonía que lo llevára al deceso. Rosas en uno de esos típicos días humedos y frios de las campiñas inglesas, salió de recorrida por el farm y al caer de su bayo, tuvo la necesidad de recostarse y tomar reposo. El cuadro de a poco se iba manifestando y su agravamiento una cuestión lógica, para una persona de 84 años. De la carta de Manuelita a Máximo, tomaré aquello que explica la evolución del mal que lo aquejaba:
".... El lunes 12 fuí llamada por el doctor Wibblin, quién me pedía venir sin demora. El telegrama me llegó a las cinco y media y yo estuve aquí a las diez y media, acompañada por Elizabeth. El doctor me esperaba para explicarme el estado del pobre tatita. Sin desesperar del caso, me aseguró ser muy grave, pues que, siendo una fuerte congestión al pulmón, en su avanzada edad era de temerse que le faltase la fuerza una vez debilitado el sistema. Al día siguiente (martes) el pulso había bajado de 120 a 100 pulsaciones pero la tos y la fatiga le molestaban mucho, a más de surgir un fuerte dolor en el pulmón derecho. Este desapareció completamente en la tarde; la expectoración, cada vez que tosía, era con sangre, y éste, para mí, era un síntoma terrible, como también la fatiga. Esa noche del martes (13) supliqué al doctor hablarme sin ocultarme nada, si él lo creía en peligro inmediato; me contestó que no me ocultaba su gravedad y que temía no pudiera levantarse más, pero que no creía el peligro inmediato, ni ser necesario consultar otros médicos, y como su cabeza estaba tan despejada y con una fuerza de espíritu que ocultaba su sufrimiento, embromando con el doctor hasta la noche misma del martes, en que hablábamos, víspera de su muerte" (....)
"... El doctor, como yo, convinimos no ser prudente ni necesario Todavía hacer venir al sacerdote, pues su presencia pudiera
hacerle creer estar próximo su fin y esperaríamos hasta ver como seguia el miércoles (14). Esa noche estuve con él hasta las dos de la mañana con Kate, pues Mary Ann me reemplazaba con Alice, haciendo turnos para no fatigarnos. Antes de retirarme, estuvo haciendo varias preguntas, entre otras cuando recibiría tu carta de San Vicente y me recomendo irme a acostar, para que viniera a reponer a Mary en la mañana Todo esto, Máximo, dicho con fatiga, pero con tanto despejo
que, cuando lo recuerdo, creo soñarlo. Cuando a las seis de la mañana entró Alice porque Mary Ann creía al general muy malo, salté de la cama, y cuando me allegué a él lo besé tantas veces como tú sabes lo hacía siempre, y al besarle la mano la sentí ya fría. Le pregunté "¿cómo te va, tatita?", su contestación fue, mirándome con la mayor ternura: "no sé, niña". Salté del cuarto para decir que inmediatamente fueran por el médico y el confesor, sólo tardaría un minuto pues Atche estaba en el corredor, cuando entré al cuarto había dejado de existir!!!..."
Ricardo Geraci 🇦🇷

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