Rosas

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viernes, 31 de julio de 2015

La tumba de Don Juan Manuel....


Por Damián González
Mi cadáver será sepultado en el cementerio católico de
Southampton hasta que en mi Patria se reconozca y
acuerde por el Gobierno la justicia debida a mis servicios.
Entonces será enviado a ella previo permiso de su
Gobierno y colocado en una sepultura moderada, sin lujo
ni aparato alguno, pero sólida, segura y decente, si es que
haya como hacerlo así con mis bienes, sin perjuicio
de mis herederos.
En ella se pondrá a la par del mío, el de mi compañera
Encarnación, el de mi Padre y el de mi Madre.
Testamento del Brigadier General don Juan Manuel
Ortiz de Rozas y López, Burgess Farm, 22 de abril de 1876

Homenaje al Libertador Gral José de San Martín

se realizo en la Plaza Central de Gral San Martín, un acto presidido por el Intendente Gabriel Katopodis.  Hicieron uso de la palabra las profesoras Nora de Fasani y Pina Poggi.

 






Prólogo de "Política británica en el Río de la Plata"

Por Raúl Scalabrini Ortiz

La economía es un método de auscultación de los pueblos. Ella nos da palabras específicas, experiencias anteriores resumidas, normas de orientación y procedimientos para palpar los órganos de esa entidad viva que se llama sociedad humana. En puridad, la economía se refiere exclusivamente a las cosas materiales de la vida: pesa y mide la producción de alimentos de materia prima, tasa las posibilidades adquisitivas, coteja los niveles de vida y capacidad productiva, enumera y determina los cauces de los intercambios y, en momentos de fatuidad, pretende pronosticar las alternativas futuras de la actividad humana. Pero la economía bien entendida es algo más. En sus síntesis numéricas laten, perfectamente presentes, las influencias más sutiles: las confluentes étnicas, las configuraciones geográficas, las variaciones climatéricas, las características psicológicas y hasta esa casi inasible pulsación que los pueblos tienen en su esperanza cuando menos.

El alma de los pueblos brota de entre sus materialidades, así como el espíritu del hombre se enciende entre las inmundicias de sus vísceras. No hay posibilidad de un espíritu humano incorpóreo. Tampoco hay posibilidad de un espíritu nacional en una colectividad de hombres cuyos lazos económicos no están trenzados en u destino común. Todo hombre humano es el punto final de un fragmento de historia que termina en él, pero es al mismo tiempo una molécula inseparable del organismo económico de que forma parte. Y así enfocada, la economía se confunde con la realidad misma.

Temas para extraviar son todos los de la realidad americana. Esa realidad nos contiene, su calidad condiciona la nuestra. Somos un instante de su tiempo, un segmento de su espacio histórico. Ella delimita constantemente la posibilidad del esfuerzo individual. No podemos ser más inteligentes que nuestro medio sin ser perjudiciales a los que quisiéramos servir y a nosotros mismos. Valemos cuanto vale la realidad que nos circunda.

La realidad se anecdotiza incesantemente en nuestros actos y en nuestros pensamientos sin que la inteligencia americana se preocupe de consignarlos. Solemos referirnos a los pasados de América que se anotaron con trascendencia histórica, solemos hilvanar imaginerías sobre su porvenir, pero el instante vivo en que la historia se confecciona, sólo ha merecido desdén de la inteligencia americana que podía haberlos descrito. Y ésa es una de las grandes traiciones que la inteligencia americana cometió con América.

Cuatro siglos hacen ya que la sangre europea fue injertada en tierra americana. Tres siglos, por lo menos, que hay inteligencias americanas nacidas en América y alimentadas con sentimientos americanos, pero los documentos que narran la intimidad de la vida que esos hombres convivieron no se encontrarán, sino ocasionalmente, por ninguna parte.

Razas enteras fueron exterminadas, las praderas se poblaron. Las selvas vírgenes se explotaron y muchas se talaron criminalmente para siempre. La llamada civilización entró a sangre y fuego o en lentas tropas de carretas cantoras. El aborígen fue sustituído por inmigrantes. ëstos eran hechos enormes, objetivos, claros. La inteligencia americana nada vió, nada oyó, nada supo. Los americanos con facultades escribían tragedias al modo griego op disputaban sobre los exactos términos de las últimas doctrinas europeas. El hecho americano pasaba ignorado para todos. No tenía relatores, menos aún podía te´er intérpretes y todavía menos conductores instruídos en los problemas que debían encarar.


Mayo de 1933. Cena de homenaje en celebración de la quinta edición de El hombre que está solo y espera. Están presentes, entre otros, Macedonio Fernández (conversando con Arturo Capdevila) y Alfonsina Storni (a su izquierda). Foto del álbum familiar, gentileza de su nieto Martín Scalabrini Ortiz.
Sin un contenido vital, las palabras que en Europa determinan una realidad, en América fueron una entelequia, cuando no una traición. El conocimiento preciso de la realidad fue suplantado por cuerpos de doctrina, parcialmente sabidos, que no habían nacidop en nuestro suelo y dentro e los cuales nuestro medio no calzaba, ni por aptitudes, ni por posibilidades, ni por voluntad. La deliberación de las conveniencias prácticas fue reemplazada por antagonismos tan sin sentido que más parían antagonismos religiosos que políticos o intelectuales. En esas luchas personales o absurdamente doctrinarias se disipó la energía más viva y pura que hubiera podido animar a estasnacientes sociedades.

Los revolucionarios de 1810, por ejemplo, con exclusión de Mariano Moreno, adoptaron sin análisis las doctrinas corrientes en Europa y se adscribieron a un libre cambio suicida. No percibieron siquiera, esta idea tan simple: si España, que era una nación poderosa, recurrió a medidas restrictivas para mantener el dominio comercial del continente ¿cómo se defenderían de los riesgos de la excesiva libretad comercial estas inermes y balbuceantes repúblicas sudamericanas? Pero el manchesterismo estaba en auge y a su adopción ciega se le sacrificó todas las industrias locales.

América no estaba aislada. Fuerzas terriblemente pujantes, astutas y codiciosas nos rodeaban. Ellas sabían amenazar y tentar, intimidar y sobornar, simultáneamente. El imperialismo económico encontró aquí campo franco. Bajo su perniciosa influencia estamos en un marasmo que puede ser letal. Todo lo que nos rodea es falso o irreal. Es falsa la historia que nos enseñaron. Falsas las creencias económicas con que nos imbuyeron. Falsas las perspectivas mundiales que nos presentan y las disyuntivas políticas que nos ofrecen. Irreales las libertades que los textos aseguran. Este libro no es más que un ejemplo de alguna de esas falsías.

Volver a la realidad es el imperativo inexcusable. Para ello es preciso exigirse una virginidad mental a toda costa y una resolución inquebrantable de querer saber exactamente cómo somos. Bajo espejismos tentadores y frases que acarician nuestra vanidad para adormecernos, se oculta la penosa realidad americana. Ella es a veces dolorosa, pero es el único cimiento incorruptible en que pueden fundarse pensamientos sólidos y esperanzas capaces de resistir a las más enervantes tentaciones. Desgraciadamente, es difícil aprehender con seguridad a nuestro país. Hay que darlo por presente en las meras palabras que lo denominan o en los símbolos que lo alegorizan. O ser extremadamente sutil para asir entre lo ajeno y lo corrompido esa materia finísima, impalpable casi e incorruptible que es nuestro espíritu, el espíritu de la muchedumbre argentina: venero único de nuestra probabilidad.

Todo lo material, todo lo venal, transmisible o reproductivo es extranjero o está sometido a la hegemonía financiera extranjera. Extranjeros son los medios de transportes y de movilidad. Extranjeras las organizaciones de comercialización y de industrialización de los productos del país. Extranjeros los productores de energía, las usinas de luz y gas. Bajo el dominio extranjero están los medios internos de cambio, la distribución del crédito, el régimen bancario. Extranjero es una gran parte del capital hipotecario y extranjeros son en increíble proporción los accionistas de las sociedades anónimas.

Hay quienes dicen que es patriótico disimular esa lacra fundamental de la patria, que denunciar esa conformidad monstruosa es difundir el desaliento y corroer la ligazón espiritual de los argentinos, que para subsistir requiere el sostén del optimismo.

Rechazamos ese optimismo como una complicidad más, tramada en contra del país. El disimulo de los males que nos asuelan es una puerta de escape que se abre a una vía que termina en la prevariación, porque ese optimismo falaz oculta un descreimiento que es criminal en los hombres dirigentes: el descreimiento en las reservas intelectuales, morales y espirituales del pueblo argentino.

No es un impulso moral el que anima estas palabras. Es un impulso político. Cuando los estados Unidos de Norte América se erigieron en nación independiente, Inglaterra, vencida, parecía hundirse en la categoría oscura de una nación de segundo orden, y fue la energía ejemplar de William Pitt la salvadora de su prestigio y de su temple. Decía Pitt: "Examinemos lo que aún nos queda con un coraje viril y resoluto. Los quebrantos de los individuos y de los reinos quedan reparados en más de la mitad cuando se los enfrenta abiertamnete y se los estudia con decidida verdad". Ésa es la norma de este libro.
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El artiguismo


  Por Federico Ibarguren 

Independencia - República - Federación ¡La hermandad rioplatense soñada por Artigas! El artiguismo aportaba a la acción política, según se ha dicho, el concurso de grandes masas humanas fanatizadas y enroladas por un caudillo decidido a todo. Fue el maduro ex-capitán de Blandengues quien, en este orden de ideas, aglutinó poblaciones enteras en pos de una voluntad revolucionaria de hermandad frente al exterior y de autodeterminación en lo interno. No sólo por oposición a un régimen (el español en vigor) decadente y anárquico que desvirtuaba nuestra convivencia, sino también contra la amenaza de invasión extranjera, atenta siempre a fomentar rivalidades y rencores entre vecinos para empequeñecerlos y dominarlos con más facilidad.  Estos peligros nos amenazaban concretamente desde dos direcciones o centros de irradiación: el continental propiamente dicho (Brasil), y el extracontinental (Estados europeos).  En ocasión de abandonar Artigas el sitio de Montevideo, emigrando con su pueblo al Ayuí (donde estableció su campamento como un Moisés del siglo XIX), se vio en el Río de la Plata un espectáculo de heroísmo y resolución colectivos que no tenía paralelo en hispanoamérica. Los epígonos porteños de Sobremonte habían transigido —el 20 de octubre de 1811— con la írrita autoridad del virrey Elío, Y la respuesta de la multitud victoriosa y así sojuzgada de pronto por presión de los intereses británicos, fue unánime: ¡autodeterminación o muerte!  Es con Artigas que se cumple, pues, la verdadera emancipación política y social de estos pueblos ubicados al sur de Río Grande. Con Artigas en el Este y con San Martín en el Oeste. Sin ellos, el 25 de Mayo de 1810 habría quedado en episodio intrascendente y desgraciado luego de la vuelta del rey Femando. El encumbramiento de otro jefe popular, igualmente obedecido (don Juan Manuel de Rosas), hará posible más tarde la reestructuración, desde Buenos Aires, de la secular heredad, rota años atrás por la ceguera de las “élites” criollas.  Y bien ¿cómo fue posible —nos preguntamos ahora nosotros— el milagro (en plena crisis y sin ayuda forastera) de hacer frente “con palos, con las uñas y con los dientes”, según la frase de Artigas, a la defección de unos elencos gobernantes que habían renunciado a la Independencia, cansados de fracasos y de derrotas? Cierto que era muy seria la situación en aquél ambiente de derrotismo psicológico y moral reinante en 1814. Femando VII, lleno de prepotencia inferior, acababa de recuperar el trono español, acéfalo luego de la evacuación bonapartista. Los directoriales porteños, aterrados en el ínterin, suplicaban de Inglaterra la media palabra para volver a someterse, siempre a la rastra de los sucesos europeos, a otro monarca títere que se buscaba, desde luego, con el apoyo de la Santa Alianza. En tanto Artigas, digno émulo de Hernán Cortés y de Francisco Pizarro, proclamaba el deber de resistir hasta la muerte, alzando intransigente la bandera tricolor (la popular bandera), símbolo de sacrificio, fraternidad y autodeterminación, en las ciudades y llanuras de Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba y en el corazón de la selva misionera. Le estaba dando así, el jefe de los orientales, la razón a San Martín, el brillante oficial de caballería de Buenos Aires, toda vez que operaba, en la emergencia, bajo el mismo lema revolucionario del fundador de la Lautaro: Independencia y Constitución. Ahora bien, el “protectorado” del prócer en nuestras provincias ribereñas del Paraná y Uruguay, no tuvo en ningún momento la finalidad separatista que le atribuyen sus detractores. No fue Artigas el enemigo arbitrario de la Unión; ni mucho menos un vulgar bandolero, fomentador de la anarquía argentina, según lo sentencia Vicente Fidel López. Tampoco es cierto que hiciera fracasar, por ambiciones inconfesables —como lo ha fallado Mitre—, el sueño de Independencia proclamado por los congresales de Tucumán y jurado por el Directorio porteño. ¡Qué esperanzas! La historia nos prueba, precisamente, todo lo contrario.  Artigas oponíase —eso sí— a la homogeneidad racionalista e inhumana, perseguida por las logias en estas tierras. Combatió con todas sus fuerzas, los avances avasalladores del régimen metropolitano, implantado primero en Francia y más tarde en España por los Borbones, bajo el rótulo de “despotismo ilustrado”, lo que llamaríamos en nuestros días “mutatis mutandis”, un Super-estado Continental regulado, pero a contrapelo de los pueblos. Y bien, Buenos Aires habíase transformado a partir de 1813 —a las órdenes de una camarilla apoyada por Gran Bretaña desde Río de Janeiro—, en una sucursal vergonzante de aquél Superestado regulado (con carácter de factoría) cuya orientación efectiva estaba en manos de la Santa Alianza. Por ello Artigas fue un decidido republicano; pero sin liturgias liberales perturbadoras y atento siempre al rumbo que iban tomando los hechos en hispanoamérica. La monarquía, en el instante lleno de posibilidades porque atravesábamos, representaba para las masas el dócil acatamiento a la media palabra de los vencedores de Napoleón, el cúmplase resignado de los dictados foráneos del Congreso de Viena. Y tal cosa resultaba suicida, por ser contraria a la autodeterminación real perseguida por los rioplatenses, después del triunfo de Las Piedras. “Es cómodo para los directoriales haber desarrollado la política de la cobardía, de la indignidad y de la traición, y escribir después la historia de la calumnia —señala, en página notable como todas las suyas, el historiador Carlos Pereyra 15—. Para el criterio directorial, la anarquía es del pueblo y sale de abajo, como la fetidez de un pantano. La gente decente está obligada ante todo a defenderse de la canalla, pactando con el extranjero. Ahora bien, esto es no sólo infame, sino falso y absurdo. La anarquía no es producto popular. La anarquía es siempre una falta o un crimen de los directores. ¿Quiénes eran los caudillos y qué representaban? —añade Pereyra—. Entendámonos al hablar de caudillos, y no permitamos una confusión de mala fe. Los caudillos fuertes y primitivos —no los derivados perversos, pequeños y estúpidos que vienen después —, los caudillos hacen frente al enemigo mientras la sabiduría de las clases elevadas capitula miserablemente. ¿Quién salva a Buenos Aires? Güemes, mientras Buenos Aires, paga negociadores llenos de torpeza y abyección en Europa y Río de Janeiro. Salta arroja a los soldados del virrey mientras Rivadavia recibe en Europa, un puntapié de Femando VII. ¿Quién impide que el Río de la Plata se pierda y quede señoreado por un enemigo? Artigas.  
Sin embargo. Artigas es un criminal. ¡Un criminal porque no trata con los portugueses! Un criminal porque el instinto y el sentimiento le indican el camino de la organización que ha de realizar la historia. Para que Artigas pudiera ser considerado como un criminal se necesitaría que los “hombres de la civilización” hubieran intentado previamente utilizar la fuerza explosiva de la gente de los campos, comprendiendo que esa tenacidad indomable representa un factor del que no podían prescindir los gobernantes. Sí éstos se hubiesen dado cuenta que toda política debía fundarse en la afirmación positiva de la Independencia, y que la Independencia requería un ejército numeroso, bastante para hacer frente a todos los enemigos, en todos los territorios amenazados, bajo una dirección común —termina el pensador mejicano—, Artigas habría tenido que ser un general del ejército regular [y no un San Martín declarado bandolero], y San Martín habría sido el generalísimo de ese mismo ejército [y no un Artigas de gran estilo que expedicionaba en el Pacífico], mientras Artigas defendía el territorio de Misiones, cuna de San Martín, la diplomacia de Buenos Aires se hallaba dispuesta a tratar con todos los enemigos y a inutilizar el esfuerzo de todos sus defensores considerando como delincuencia el patriotismo”. Y es que las huestes federales seguían entendiendo el patriotismo como un llamado de la “tierra de los padres”. Permanecían fieles al concepto clásico y tradicionalista de cosa recibida en herencia; de legado acrecentado por las generaciones con independencia de toda abstracción política o institucional que desdibujara su entrañable realidad. La minoría directorial urbana, de espaldas a la tierra, confundía el patriotismo con el esplendor de unas recetas aprendidas sobre “formas de gobierno” o “libertades mercantiles”, más o menos bien pergeñadas por la filosofía liberal, inteligible apenas para una “élite” de egresados de Chuquisaca. Para Artigas, cada provincia —en el concierto confederativo de su sistema— no representaba un ente aislado, sinónimo de individualismo; sino más bien la unidad menor en el conjunto de una patria común organizada desde abajo. Para los epígonos de Sarratea, Rivadavia y Alvear, lo único importante seguía siendo el puerto y sus intereses, que era necesario centralizar desde arriba, pues la riqueza y las teorías de moda —equivalentes, según ellos, a la “civilización”— entraban, en definitiva, por allí, vía atlántica, procedentes de Europa. El Protector de los Pueblos Libres había luchado por la integridad territorial del Río de la Plata, tal cual existió durante el virreinato, pero con un agregado nuevo: el respeto a las autonomías locales. Sus enemigos de Buenos Aires ¿no pelearon en verdad, por todo lo contrario? Así lo afirman, unánimemente y con razón, reputados estudiosos de la vecina orilla: todos ellos compatriotas del prócer cisplatino. Eduardo Acevedo escribe, por ejemplo, lo siguiente 16: “Una sola cosa no hizo Artigas: estimular entre sus compatriotas la idea de segregarse de las Provincias Unidas para organizar una república independiente... Artigas, que era una gran cabeza, a la par que una gran voluntad, quería una patria amplia y poderosa, compuesta de todos los pueblos del Río de la Plata”. Y Juan Zorrilla de San Martín anota, a su vez 17: “¡Reconocimiento de la Independencia de la Banda Oriental!... Eso, como lo veis, y como lo veréis más claro después, tiene todo el carácter de un sarcasmo. Esa independencia de sus hermanos (ofrecida por Alvear y Alvarez Thomas a Artigas) no es tal independencia para la Banda Oriental, es su abandono en ese momento; la soledad de que antes os he hablado como contraria a la esencia misma de la Revolución americana (y por eso fue rechazada de plano por el jefe de los orientales). Artigas no sabía en ese momento, a ciencia cierta, que el Directorio de Buenos Aires (el verdadero precursor del separatismo) estaba concertando en Río de Janeiro, la entrega de la Provincia Oriental a Portugal; pero lo presentía”. Por fin, otro prestigioso historiador uruguayo, Hugo Barbagelata, se expresa así refiriéndose a la política entreguista de nuestros directoriales 18: “Fueron esos mismos pordioseros de vástagos reales quienes ofrecieron al vencedor [Artigas] como vea mendrugo, para que se quedara tranquilo, la independencia de la Provincia Oriental, su patria. Parecían ignorar que el título de Protector de los pueblos libres, bastaba y sobraba para quien sólo quería la paz y la Unión Federativa de todas las provincias del ex-virreinato del Río de la Plata”. Y a mayor abundamiento, un investigador contemporáneo — Daniel Hammerly Dupuy— en su interesantísimo y documentado libro, «San Martín y Artigas», consigna en este orden de ideas: “Los que, desconociendo el verdadero sentido de la ideología artiguista, inculpan a Artigas de una actitud separatista irreductible olvidan que fue el prócer que más se interesó en persuadir al Paraguay para que se incorporara a las Provincias Unidas, a tal extremo que los paraguayos llegaron a considerarlo como agente de Buenos Aires. La separación de la Banda Oriental como país totalmente independiente tampoco fue la obra de Artigas siendo que el prócer cuyo concepto de la Patria abarcara todo el territorio del Virreinato del Río de la Plata, fomentó la incorporación de esa provincia a las demás como una de las tantas que formarían una gran República Federal”. Y es que la vieja hermandad histórica en tomo a la cuenca fluvial que nos une, obstaculizada, hoy como ayer, por la presión y la intriga anglosajona, contó entre los uruguayos de la otra Banda con grandes partidarios en el siglo pasado, Y acaso continúa habiéndolos también en el presente. Los auténticos orientales de la gesta emancipadora —aún los de la leyenda antiargentina— la quisieron, como hemos visto, contra la propia tendencia desaprensiva (en el mejor de los casos) de nuestros gobiernos liberales.   Unión tradicional y fe católica La tradición de un pueblo vivo no es cosa de archivos. Actúa en las entrañas, imperceptiblemente a veces, como la sangre que va irrigando las vísceras de un organismo en estado de salud. Desconocida y aún falsificada por pedagogos o gobernantes, la tradición sin embargo se resiste a ser enterrada como una momia en el sarcófago de sus aburridas rutinas. Ella responde siempre a necesidades reales de los pueblos y está, en cualquier caso, por sobre las ideologías y sistemas con que pretenden suplantarla los teóricos de la política, o los testaferros —nada teóricos, por lo demás—de la hegemonía económica mundial por ellos perseguida. Por eso, apremiados más que nunca por el hecho concreto y por la humana libertad que lo determina, hemos de volver a juntarnos en día no lejano —a pesar de las defecciones de ayer y de las inercias de hoy—, argentinos, uruguayos, paraguayos y bolivianos. Nuestros intereses regionales nada tienen que ver con el panamericanismo al servicio de Washington, ni con los regímenes de esclavitud forzada propuestos por el mesiánico cesarismo de Moscú. Sin antifaces exóticos habremos de reconocernos al fin de la larga jornada, en el claro espejo del propio pasado de cada pueblo al que pertenecemos. Porque la hermandad rioplatense soñada por Artigas y ensayada por Rosas, no es convencional, ni artificial, ni utilitaria; sino que es sencillamente HISTORICA.  Y bien, José Gervasio Artigas, refugiado en el Paraguay después de Tacuarembó, vernáculo precursor del Federalismo —en cuyo ejemplo habría de inspirarse don Juan Manuel—, tenía 86 años cuando entregó su alma a Dios, en la tarde del 23 de septiembre de 1850. El mejor de sus apologistas, el más talentoso de sus biógrafos, don Juan Zorrilla de San Martín1', nos relata con palabra veraz y emocionada los últimos momentos del anciano, tomados de la versión directa de un testigo presencial, relato éste que hace varias décadas le dejara escrito el Obispo en Asunción, Monseñor Fogarín. He aquí, en escueto resumen, la transcripción de que hago referencia: “Cuando la enfermedad de Artigas se agravó, manifestó deseos de recibir los últimos sacramentos... En los momentos en que el sacerdote iba a administrarle el Santo Viático, Artigas quiso levantarse. La encargada del aderezo del Altar le dijo que su estado de debilidad le permitía recibir la comunión en la cama a lo que el General respondió: «Quiero levantarme para recibir a Su Majestad». Y ayudado de los presentes, se levantó, y recibió la comunión, quedando los muchos circunstantes edificados de la piedad de aquel grande hombre... El General, después de recibir el Viático, había quedado tendido en su pequeño catre de tijera y lonjas de cuero; en la semi-obscuridad se distinguía el crucifijo colgado en la pared sobre su cabeza blanca, tan blanca como los lienzos del pequeño altar en que brillaban los dos cirios inmóviles... El silencio se prolongaba, el silencio de la enorme proximidad. Las respiraciones se contenían: las miradas estaban concentradas en aquella cara aguileña, no muerta todavía. Artigas, que tenía los ojos cerrados, los abrió de pronto desmesuradamente. Causaba espanto; parecía muy grande. Se incorporó, miró a su alrededor... ¿Y mi caballo?, gritó con voz fuerte e imperiosa. ¡Tráiganme mi caballo!... Y volvió a acostarse... Sus huesos, ya sin alma, quedaron tendidos a lo largo del catre”. Nosotros debemos estar unidos y dispuestos todos, solidarios con la historia común, a servir bajo la fraternal bandera de la Confederación Rioplatense, por cuya empresa tanto lucharon los verdaderos próceres de MAYO, ya fueran orientales o argentinos, en el pasado.

Enrique Angelelli: pastor y profeta

Por Juan Carlos Pisano 

 Enrique Angelelli nació en la ciudad de Córdoba el 17 de julio de 1923. Fue ordenado sacerdote en Roma el 9 de octubre de 1949. El Papa Juan XXIII lo eligió como obispo auxiliar de Córdoba y fue consagrado el 12 de marzo de 1961. Luego el Papa Pablo VI lo designó Obispo de La Rioja y tomó posesión de esa diócesis el 20 de agosto de 1968.
Mons. Angelelli llevó a la vida del pueblo de La Rioja las enseñanzas del Concilio Vaticano II, de Medellín y del documento de San Miguel del Episcopado argentino. Su acción pastoral, inspirada por estos documentos, fue objeto de duras polémicas. Fue un hombre que se dejó tomar por el Espíritu y apasionar por el evangelio.

Vivió intensamente la amistad y estrechó lazos de unión y de afecto con la gente de manera bastante inusual en su ambiente. Siempre manifestó con gestos y palabras su amor por la Iglesia; un amor serio, crítico y absolutamente fiel al evangelio. Creyó en la Iglesia como comunidad y favoreció el encuentro fraternal entre sus miembros.
Tuvo una enorme comprensión por los más humildes, y fue capaz de elevar la voz en la denuncia frente a las opresiones desde sus homilías, cartas pastorales y la radio. Desde la experiencia de su tierra y de su pueblo, constantemente se esforzó por romper las estructuras de injusticia para que la tierra, el trabajo, el pan y el agua fuera para todos.

Los títulos de sus homilías son más que significativos para mostrarnos por donde iba su reflexión. Veamos algunos ejemplos: "Pacificar el corazón, mirar al futuro, preparar los hombres del mañana" (1 de enero de 1969).

"El obispo, hombre crucificado; en su corazón deben encontrar cabida las alegrías y los dolores de su pueblo" (1970).

"Con alma de niños, dar acogida en nuestro corazón al don de la paz" Mensaje de Navidad (1970).

"Colecta Más por Menos, toma de conciencia nacional, un comienzo para aplicar en cristiano la distribución de los bienes" (1971).

"Urge escuchar la voz de Cristo y llegar incluso a opciones y rupturas interiores si queremos cambiar nuestra manera de vivir" Carta pastoral de Cuaresma (1972).

"En nuestras madres encontramos un eco de la grandeza y del amor de Dios" Mensaje en el Día de la Madre (1973).

"Quiero manifestar un amor grande al pueblo riojano que el Señor me confió; un amor grande a esta hora histórica que nos toca vivir y que juntos vamos tejiendo dolorosamente; amor grande a Cristo y a su Iglesia" (1973).

"Somos obispos y pastores de un Concilio que debe ser llevado a la práctica" (1974).

"Ser hombres de la luz es no evadimos de nuestra realidad y construir nuestra historia con los demás" (1975).

"Seguimos mirando nuestro presente y nuestro futuro con esperanza, aunque sea dolorosa nuestra realidad" (1975).

El 18 de julio de 1976 en Chamical, ciudad pequeña de la región de Los Llanos riojanos, fray Carlos de Dios Murias, uno de los primeros franciscanos conventuales argentinos, y el padre Gabriel Longueville, sacerdote francés a cargo de la parroquia de esa ciudad, en una fría noche de invierno, fueron cruelmente asesinados por ser fieles a Cristo y a la Iglesia.

El padre obispo Enrique Angelelli en la homilía del entierro dijo:

"También hay en este presbiterio muchachos que están estudiando, todavía no son sacerdotes, están preparándose, experimentando a Cristo, descubriéndolo con la inteligencia y fundamentalmente descubriéndolo en la vida y asimilándolo para que puedan ser presbíteros. Yo creo que ellos hoy deben recibir la mejor lección de teología de la vida. Porque un muchacho de 30 años y presbítero ha muerto, por ser fiel a las bienaventuranzas de Jesús, mártir. Hermanos seminaristas, a ustedes también les deja una lección, un mensaje".

Una semana más tarde, en la puerta de su casa le quitaron la vida a Wenceslao Pedernera, un hombre apostólico, trabajador rural, esposo fiel y padre de familia. Pocos días después, el 4 de agosto (día del párroco), caía en el camino, en Punta de los Llanos, el obispo de la diócesis, el pastor y profeta Enrique Angelelli.

"La vida y la muerte de Monseñor Angelelli son fuente fecunda de inspiración para quienes seguimos a Jesús de Nazaret y también para aquellos que sueñan y luchan por un tiempo nuevo de justicia y de paz.
Sus huellas de profeta y de pastor nos llevan "tierra adentro" al encuentro de los pobres y olvidados. Quienes van detrás de sus pasos, descubrirán un camino de fidelidad creativa, de entrega radical, de amor sin reservas. Hallarán el corazón del pastor habitado por el clamor de los pobres y la pasión del Evangelio.
Hoy, quizás más que nunca, necesitamos volver a oír sus palabras; en ellas, el testimonio de su vida nos convocará, a ser también nosotros sembradores de una época nueva que haga posible la vida plena para todos"




Un 4 de agosto de 1976, el Obispo Enrique Angelelli aparecía muerto sobre la ruta que llevaba a la ciudad de La Rioja. A fines de julio de ese año, se había formado el "grupo de tareas" encargado de eliminar a Angelelli. El 4 de agosto, después del mediodía, Angelelli salió de la localidad de Chamical hacia la ciudad de La Rioja, conduciendo la camioneta del obispado.Iba acompañado por el padre Arturo Pinto, llevando consigo una carpeta con pruebas y testimonios del secuestro, tortura y asesinato de los curas Gabriel Longeville y Carlos de Dios Murías. Fueron perseguidos por un coche de color claro, quizás blanco, que los alcanzó en Punta de los Llanos, donde se les fue encima a gran velocidad y los encerró, provocando el vuelco de la camioneta. Angelelli fue sacado del vehículo, la nuca molida a golpes, lo dejaron tirado sobre el asfalto. Su reloj, roto, marcaba las 3 de la tarde

Entrevista a Perón


Por Pino Solanas y Octavio Getino  Revista Crisis, 1974

A mediados de 1971 Fernando "Pino" Solanas y Octavio Getino realizaron para el grupo Cine Liberación un largo reportaje a Juan Perón. Se trataba de una singular experiencia cinematográfica: un trabajo para que las bases del movimiento justicialista pudieran elaborar y discutir con su máximo dirigente, una actualización política y doctrinaria para la toma del poder. La película, de dos horas cuarenta minutos, incluye fragmentos musicales y fotomontaje en las primeras secuencias. De allí en adelante, sólo el general Perón explicitando la doctrina y la práctica del movimiento justicialista. Este material fue exhibido, legal o clandestinamente, en sindicatos, reuniones de militantes, agrupaciones estudiantiles. Incluye dos cortes para posibilitar la discusión entre los espectadores. CRISIS ofrece fragmentos del guión en la convicción de que tanto la experiencia cinematográfica como la palabra del dirigente justicialista son de singular importancia. En particular hoy, a casi tres años de realizado el film. Hoy, en los días siguientes que Perón anunciaba.

El justicialismo, la unidad y la identificación del enemigo   SOLANAS: Nuestra liberación es inseparable de la Liberación Continental. ¿Debemos coordinar también esta lucha con la de Asia y África? ¿Es esta lucha del Tercer Mundo la que puede universalizar la liberación del hombre?

PERÓN: ¡Natural! Es el Tercer Mundo, y hoy nosotros, los que trabajamos dentro de esta línea, estamos en el Tercer Mundo, y estamos conectados con la idea de la Liberación del Continente, trabajamos para eso. Y creemos que la juventud, la gente del futuro, debe aferrarse a esa posición, porque esa será la posición del futuro.

SOLANAS: Esta concepción, digamos, esta vocación independentista y liberadora, ¿es también continuidad de las viejas vocaciones nacionales, la "Guerra Patria"?
En nuestro país no es un secreto para nadie que el imperio inglés se fundó sobre los despojos del imperio español. Nosotros, colonia española, pasamos a ser colonia inglesa.  Por eso en la Argentina ha habido una línea anglosajona y una línea hispánica. La línea hispánica ha sido la que siguió con la idea independentista, la otra es la línea colonial.    Y en nuestro país, la línea nuestra es la línea de, diremos, de la Primera Junta, que era independentista. Rosas, que defendió eso: Irigoyen, que fue otro hombre que defendió también. Y Perón. Todos los demás gobiernos argentinos han pertenecido a la línea anglosajona y la han servido, de una manera directa e indirecta. De manera que todo esto tiene una continuidad histórica en el mundo. Pero tiene también, en cada país, una continuidad histórica, porque los países están viviendo el reflejo del resto del mundo.
Ya en el año 1949 dije, con motivo del Tratado de Complementación Económica -que tenía por finalidad constituir una comunidad económica latinoamericana con fines de integración continental-, que el año 2000 nos encontrará unidos o dominados. Pero han pasado los años. Y hoy vemos auspiciosamente surgir revoluciones salvadoras en varios países hermanos del continente: Cuba, Chile, Perú, son dignos espejos en los que han de mirarse muchos otros latinoamericanos que luchan por la liberación. Ahora es preciso que, sin pérdida de tiempo, se unan férreamente para conformar una integración que nos lleve de una buena vez a constituir la Patria Grande que la historia está demandando desde hace casi dos siglos. Y por la que debemos luchar todos los que anhelamos que nuestros actuales países dejen de ser factorías del imperialismo y tomen de una vez el camino de grandeza que nos corresponde por derecho propio.
El futuro de un mundo superpoblado y superindustrializado será de los que dispongan de mayores reservas de comida y de materia prima. Pero la historia prueba que tales reservas son solución sólo si se las sabe y se las quiere defender contra el atropello abierto o disimulado de los imperialistas.
GETINO: ¿Qué es lo que define, hoy, en la Argentina, a una persona como peronista?

PERÓN: Peronista, para mí, como conductor del Movimiento, es todo aquel que cumple la ideología y la doctrina peronista. Por otra parte nosotros esto lo hemos aclarado bien en el Movimiento: hay un decálogo peronista, donde dice cuáles son las diez condiciones básicas que debe llenar un hombre para ser, sentir y poderse decir peronista.   En ese sentido, con todo lo que ha pasado en el país, yo pienso que habrá un sector malintencionado, pero más que nada ha sido un sector desaprensivo e ignorante. Y el bruto es siempre peor que el malo, porque el malo suele tener remedio, el bruto no. He visto malos que se han vuelto buenos, jamás un bruto que se haya vuelto inteligente. De manera que todo esto que uno va echando a la balanza, en la apreciación de los hombres, debe servirle para calificar y para compensar; eso es conducción. Los hombres son útiles en la medida de su capacidad y su buena intención. El hombre bien intencionado, aun cuando no sea muy capaz, suele servir.
Es indudable que el hombre no puede ser perfecto, entonces tiene sus pasiones y tiene sus intereses. Las pasiones y los intereses individuales son los que desvían y deforman la actuación peronista. Porque no podemos pedir que en cada peronista haya un santo o un héroe, ésos no salen todos los días. Es bastante con que sea un hombre, con que sea un hombre con sentido y con sentimientos peronistas. Es lo más que podemos exigir.   Un hombre de nuestro Movimiento podrá tener cualquier defecto, pero el más grave de todos será no ser un hombre del pueblo.
El Movimiento Peronista es de todos los que lo formamos y dependemos. Y allí radica el derecho que cada peronista tiene de sentir y de pensar para el beneficio común, como lo establece un viejo apotegma peronista: "Que todos sean artífices del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie". Los hombres que vengan al peronismo deben hacerlo con la voluntad decidida de poner todos los días algo de su parte para ennoblecerlo y dignificarlo.
Eso es, en pocas palabras, y en síntesis, el Movimiento Justicialista.
El Movimiento tiene enemigos de afuera y enemigos de adentro: quien no lucha contra el enemigo ni por la causa del pueblo es un traidor. Quien lucha contra el enemigo y por la causa del pueblo es un compañero. Y quien lucha contra un compañero es un enemigo o un traidor.
Dice Mao Tsé-Tung que el que lucha contra un compañero es que se ha pasado al bando contrario. Esto lo hemos observado todos, no hay peronista que no haya observado este tipo de disidencia sospechosa, pero más que nada negativa, para el trabajo de conjunto que demos realizar.   Ahora, hay que tener en cuenta que cuando aparece un hombre de nuestro Movimiento que lucha contra otro hombre de nuestro Movimiento puede ser lo que dice Mao, "que se haya pasado al bando contrario". Pero generalmente defiende un interés, no un ideal, porque el que defiende un ideal no puede tener controversias con otro que defiende el mismo ideal. Es que en la política, además de los ideales, juegan los intereses, desgraciadamente. Y hay horas distintas en la política: en 1955 fue la hora de los enanos; 1971 es la hora de los logreros. Entonces, naturalmente, son esos intereses los que han venido y siguen jugando. Pero el peronismo debe darse cuenta de que cualesquiera que sean sus intereses no deben estar sobre el ideal que todos defendemos y por el cual todos debemos luchar, porque el Justicialismo creó un apotegma que dice que "para un peronista no puede ni debe haber nada mejor que otro peronista". Entonces, ¡Cómo es posible que está en la misma lucha esté luchando contra otro peronista, cuando tiene un enemigo contra quien naturalmente debe luchar!

SOLANAS: ¿Cómo identificamos al aliado y al enemigo? Usted definió al compañero y al traidor; ¿Puede definir al aliado?

PERÓN: Bueno, un aliado es el que trabaja por la misma causa que trabajamos nosotros. También lo dice Mao: "Lo primero que el hombre ha de discernir cuando conduce es establecer claramente cuáles son sus amigos y cuáles sus enemigos", y dedicarse después, esto ya no lo dice Mao, lo digo yo, al amigo; al amigo, todo; al enemigo, ni justicia. Porque en esto no se puede tener dualidades. Todo el que lucha por la misma causa que luchamos nosotros es un compañero de lucha, piense como piense. Y sobre todo, nosotros no tenemos que tener suspicacias en este sentido, porque ninguno de los grupos que se incorporan al peronismo, con buenas y otras veces peligrosas intenciones, nos harán peligrar a nosotros. Porque todavía nadie ha conseguido teñir el océano con un frasco de tinta. En toda la marcha de nuestro Movimiento hemos demostrado que no ah habido fuerza política capaz de enfrentarse con nosotros, y en el futuro habrá menos, porque hoy ya esas cosas se están esclareciendo convenientemente como para que cada argentino pueda pensar lo que le conviene al país. Ahora, indudablemente quizá eso no sea lo que le convenga a él. Por la, diremos, compartimentación de intereses. Pero lo que le interesa y conviene al país es indudablemente la realización de nuestras ideas, y no las que acaban de fracasar a través de esta dura, amarga y triste experiencia de dieciséis años de desorganización, de desgobierno, de injusticia y de arbitrariedad.   Los enemigos de la patria son los enemigos del pueblo. La Argentina actual es un satélite del imperialismo yanqui y su gobierno está al servicio de la oligarquía y de la burguesía. Su pueblo, lógicamente, está tan en contra del imperialismo como de la oligarquía y de la burguesía. Pero especialmente opuesto al gobierno que les sirve, y a las fuerzas de ocupación, que lo hacen posible.   Cuando nosotros decimos que para un peronista no debe haber nada mejor que otro peronista estamos levantando la bandera de la solidaridad dentro de nuestras fuerzas: esa conciencia colectiva y esa conciencia social por la que nosotros luchamos. Lo importante es comprender que todo este espíritu de solidaridad hay que imponerlo. Hay que ir persuadiendo, si es preciso de a uno, para que cada uno sepa sacrificar un poco de lo suyo en bien del conjunto. Predicamos con el ejemplo, que es la mejor de todas las prédicas.   Nuestra solidaridad no ha sido jamás ni sectaria ni excluyente. Para nosotros, todos los que luchan contra los enemigos de nuestro país son nuestros amigos y, en el carácter de tales, les hago llegar mi saludo emocionado y cariñoso.  Somos solidarios con todos los pueblos del mundo que están luchando contra los enemigos de la patria grande.
Parte II

Conducción política y guerra integral.
PERÓN: Lo que necesita nuestra juventud es organizarse. En otras palabras, las masas no valen ni por el número ni por la capacidad de sus componentes: valen por la clase dirigente que tienen a su frente. De ahí la importancia de los dirigentes de conducción y de los dirigentes de encuadramiento, de la ejecución de la lucha táctica. Pero todo esto necesita una unidad de concepción y una unidad de acción. La unidad de concepción pertenece al comando estratégico y la unidad de acción pertenece a todos los comandos de lucha táctica. Así debe ser, desde un punto de vista ideal, la organización de las fuerzas. Indudablemente, que de la clase de conductor que se tenga depende en gran medida el éxito al que debe aspirarse.   Siempre he pensado en este tipo de técnica de la conducción. Yo digo siempre que si Dios bajara todos los días a la Tierra a resolver el problema planteado entre los hombres, ya le habríamos perdido el respeto. Y no habría faltado un tonto que quisiera reemplazarlo a Dios, porque el hombre es así. Entonces, hay que copiar en eso a la naturaleza, que es en la naturaleza donde está inspirada esta técnica. Lo demás, bueno, los demás procedimientos son similares a esto. En política no hay nada directo, no hay nada violento, no hay nada que llegue a forzar la voluntad de los hombres, sino a promover esa voluntad, concebirla y lanzarla. El conductor político es un hombre, que hace por reflejo lo que el pueblo quiere. El recibe la inspiración del pueblo, él la ejecuta y entonces pueden tener la absoluta seguridad que lo va a realizar mejor, porque los pueblos difícilmente se equivocan.   Para conducir un pueblo la primera condición es que uno haya salido del pueblo, que sienta y piense como el pueblo. Quien se dedica a la conducción debe ser profundamente humanista. El conductor siempre trabaja para los demás. Jamás para él. Hay que vivir junto a la masa, sentir sus reacciones, y entonces recién se podrá unir lo teórico y lo real: lo ideal a lo empírico.
Bien, la conducción política tiene un sin número de características que llevan a comprenderla. La política no se aprende, la política se comprende, y solamente comprendiéndola es como es posible realizarla racionalmente. Decía el Mariscal se Sajonia que él tenía una mula que lo había acompañado en más de diez campañas, pero decía también:"La pobre mula no sabe todavía nada de estrategia". Lo peor es que él pensaba que muchos generales que también lo habían acompañado sabían lo mismo que la mula. En la política pasa más o menos lo mismo: hay hombres que toda su vida han hecho la política, pero nunca la han comprendido. Y otros que , sin han haberla hecho, la han comprendido. El éxito será siempre para este que la haya comprendido, no para el otro que pretendió aprenderla. Porque la política es una sucesión de hechos concretos, en cada uno de los cuales las circunstancias varían diametralmente. Hay cosas que son semejantes y que pueden dar inspiración: pero igual no hay nada.   El deber de vencer es indispensable en la conducción; aquel conductor que no sienta el deber de vencer, difícilmente va a vencer en cualquier acción. El que quiere conducir con éxito tiene que exponerse. El que quiere éxitos mediocres que no se exponga nunca; y si no quiere cometer ningún error, lo mejor es que nunca haga nada.

SOLANAS: ¿Cuál es la misión de la conducción estratégica y cuál la de la conducción táctica y cómo se articulan, General?
PERÓN: Lo estratégico toma el conjunto de las operaciones. Yo, en este momento, soy el conductor estratégico; tengo cuatro misiones: mantener la unidad del Movimiento; mantener la unidad de doctrina; encargarme de las relaciones internacionales y revisar las grandes decisiones tácticas que puedan tener influencia en la situación de conjunto. El comando estratégico maneja el conjunto, sin detallar. La conducción táctica maneja la lucha en el teatro de operaciones. Por eso yo puedo ser el conductor estratégico a quince mil kilómetros, no podría ser el conductor táctico. El conductor táctico es el Consejo Superior que está allá, dirigiendo el conjunto de operaciones de la lucha en el propio terreno de operaciones y él debe estar conectado con todas las fuerzas que accionan en cualquiera de las formas que esta acción táctica se realiza. Táctica es la lucha directa, estrategia la conducción de conjunto.   La lucha electoral es táctica. Ahora la orientación de eso la da la estrategia. No se puede decir cuándo termina la estrategia y cuándo termina la táctica, están ensambladas una con otra.   Es indudable que la articulación, tanto del dispositivo estratégico como del dispositivo táctico para la lucha, trae, en algunos sectores, un cierto grado de confusión, porque no todos pueden comprender ni conocer lo que se está realizando a su lado, lo que indica que cuando uno está en una lucha de esa naturaleza y está conduciendo una lucha de conjunto, cada uno debe mirar al frente, no mirar al costado; el compañero está también en una tarea y en una acción. ¿Cuáles son las fuerzas que en este momento, por ejemplo, están en acción? Hay fuerzas sociales, fuerzas económicas y fuerzas políticas, cada una de ellas tiene una misión, están coordinadas y están conducidas. Eso es lo que da el dispositivo. El dispositivo aquí no es esquemático, los dispositivos políticos son de acuerdo a las circunstancias como surgen las articulaciones.   La sabiduría está en poderlas encaminar coordinadamente hacia un objetivo y una acción común. Es lo que se está haciendo actualmente en la conducción de nuestro Movimiento. En este momento, dentro del panorama nacional y frente a la dictadura, hay tres acciones: una es la guerra revolucionaria, otra es una insurrección que parece proliferar en el ejército, con los generales y todas esas cosas, y otra es la línea pacífica de la normalización institucional. Son las tres acciones que se están realizando.   Quizás el camino mejor fuera la normalización institucional. ¿Por qué? Y, es la que se puede alcanzar en menor tiempo. Ahora, tiene un inconveniente: la mala intención. E indudablemente se pretende hacer una trampa como nos han venido haciendo en los dieciséis años de guerra que llevamos, porque piensen que estos son dieciséis años de guerra de los cuales hemos ganado nosotros cinco o seis batallas, la última ganada es posiblemente la decisiva. Este enemigo se siente vencido y comienza retirarse. Nosotros, ¿qué tenemos que hacer
frente a un enemigo que se retira? ¡Perseguirlo! No dejarle levantar cabeza. Es lo que hacemos en esta conducción. Pero siempre que un enemigo se siente vencido busca la negociación, busca la mesa de negociaciones. En la negociación cada uno quiere sacar ventaja, y algunos, como nos pasa a nosotros allá en nuestra guerra, quieren hacer trampa. Pero para que se pueda hacer trampa en una mesa negociadora tiene que haber un tramposo, pero tiene que haber un tonto que le haga el juego, ¿no?... El secreto está en que ese tonto no exista. Nosotros tenemos una larga experiencia que ha venido pasando en el país durante dieciséis años. Cada vez que han hecho una acción nos han querido meter la mula, digan que nosotros no los hemos dejado y seguimos en la lucha. Bueno, pero ahora esto puede ser un intento más, porque ya tenemos esa experiencia. Los hombres que están negociando ahora del otro lado -enfrente nuestro- son los mismos que antes nos hicieron trampa. Le hicieron trampa al Pueblo, no a nosotros, con los gobiernos pseudoconstitucionales y las dictaduras que los sucedieron. Pero, ¿qué es lo que ocurrió? El país estaba en una economía de abundancia, ellos llegaron y lo condujeron a una economía de miseria. Ahora, nosotros, si llegamos, tenemos que volver a una economía de abundancia, y eso es lo que pondrá en evidencia las consecuencias de esta lucha.
Hay sectores activistas que hacen la guerra revolucionaria: ésos están luchando a su manera. Pero todos están luchando por un mismo objetivo. Ahora, eso en el orden político; en el orden económico, ¡también!; existen, con el orden económico, enfrentadas, dos grandes fuerzas: una la Confederación General Económica que está con la causa nuestra. Frente a eso está la Unión Industrial Argentina, que no es ni unión, ni es industrial, ni es argentina. Porque entre ellos andan a las patadas, no solamente no son industriales, sino que hay de todo allá adentro... y además, no es argentina, porque son todos los gerentes de las compañías extranjeras que han tomado a nuestro país. Entonces, esas fuerzas también juegan. Por otro lado está la Confederación General del Trabajo, que es la fuerza social, que es la fuerza de toda la organización sindical, ellos también están haciendo su lucha en su faja. Ahora, por ejemplo, allí, dentro de eso hay algunos que defeccionan; bueno..., donde hay muchos dirigentes algunos defeccionan... Hay otros, en cambio, que son firmes: la lucha que se está librando dentro del organismo es la misma lucha que libramos nosotros en todos los terrenos, no es que allí haya una cosa diferente, ¡no!, es lo mismo.
Los peronistas han de hacerse a la idea de que son ellos y solamente ellos los que han de poner el esfuerzo y, si es preciso, el sacrificio. La peor de todas las actitudes es permanecer inactivo cuando el destino del país está en juego.

Parte III

Transvasamiento, organización y socialismo nacional.
Ello emerge de la necesidad insoslayable de mantener el estado juvenil del Movimiento. Se trabaja normal mente para el futuro, y ese futuro por fatalismo histórico y biológico, diremos así, corresponde a las generaciones jóvenes. Un movimiento que sea, o que represente, una revolución trascendente, difícilmente puede ser realizado por una generación, sino por varias de ellas. La historia es bien clara en esto: la Revolución Francesa tuvo casi treinta años de preparación a través de los enciclopedistas. Bien, ya treinta años es una generación; la Revolución Rusa tuvo como sesenta; el pobre Lenin fue el que preparó todo eso y no pudo alcanzar sino una pequeña parte de la revolución y quedó marginado. ¿Por qué? Y, porque la generación que lo sucedió lo reemplazó. Es indudable que esto da un derecho a la juventud, es el derecho de intervenir en el quehacer actual, preparando el cambio generacional. Si no, los movimientos envejecen y mueren; lo que se trata es precisamente; de hacer ese cambio generacional a fin de que se remoce el movimiento, se perfeccione y se adapte a las nuevas etapas. Las revoluciones cumplen normalmente cuatro etapas: la primera que es la doctrinaria -son los enciclopedistas de los franceses y es Lenin en Rusia, en la Revolución Rusa; la segunda etapa es normalmente la toma del poder, o el Golpe de Estado, -es Napoleón del 18 de Brumario y es Trozky con los Mil en Moscú-; la tercera etapa es, diremos, la etapa que da verdaderamente la ideología, que inculca eso, esa ideología -es Napoleón en el Imperio, y es Stalin en la Revolución Rusa. O sea la Etapa Dogmática, donde se mete el dogma; se mete en la forma que hay que meterlo, el dogma no se puede meter digamos ... solamente con lindas palabras, sino también es con otra acción que hay que meterlo, y la cuarta, definitiva, es la institucionalización de la Revolución, y es la primera República Francesa después de la Revolución, y es Kruschev que anula el culto a la personalidad a fin de reemplazarlo por la institucionalización. Claro, cada una de estas etapas lleva un largo, largo recorrido en la Historia. Y los mismos hombres difícilmente llegan. Entonces esa preparación -diremos así- para las nuevas generaciones, es lo que hemos llamado nosotros el transvasamiento. Es decir, que es necesario ir preparando los dirigentes, porque las masas evolucionan solas ... y cuando están imbuidas de una ideología y puestas en marcha por una doctrina, las masas continúan, pero los dirigentes son los que deben ir evolucionando en sí y preparándose para las nuevas circunstancias. Normalmente las ideologías no cambian, sino en largos períodos de la historia. Ha habido ideología para la Edad Media, ha habido para la etapa capitalista, hay ahora una para la etapa socialista, en fin, pero duran siglos las ideologías. En cambio las doctrinas -que son la forma de ejecución de esa ideología-, esas varían con las circunstancias de la aplicación. A medida que se va aplicando esa ideología, la circunstancias, el tiempo, el espacio, en fin ... cambian. A ese cambio es al que nosotros debemos ir acostumbrando a las nuevas generaciones. Esos dirigentes que se forman para las nuevas generaciones deben ir bien en claro, a través de una preparación humana acabada, que permita dar continuidad; es decir ... que una generación pueda entregar sus banderas a la que le sigue, para que ella las haga triunfar, aplicándolas de acuerdo con las circunstancias y el lugar en que eso ha de realizarse. Nuestras banderas de Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política son inamovibles: por lo menos por un largo período de nuestra historia serán inamovibles.   Naturalmente que el capitalismo con su ... diremos, su fuerza, que es el liberalismo, está luchando por no ceder, como los señores feudales lucharon con la Revolución Francesa; también para no ceder. Pero indudablemente los acontecimientos históricos del mundo nos están llevando a esa evolución que ya es insoslayable y que en las tres cuartas partes del mundo ya las han aceptado.  Ese es el transvasamiento generacional del que nosotros hablamos. Yo siempre les digo que le metan nomás. Porque peor que nosotros los viejos no lo van a hacer. Vea el mundo que les dejamos: por macanas que hagan, peor de lo que nosotros hemos hecho, no lo van hacer.   SOLANAS: General, hoy el justicialismo explicita que su objetivo de gobierno es realizar el socialismo nacional. Como la palabra socialista ha sido usada también para denominar proyectos antirrevolucionarios o reformistas, o social-demócratas como los europeos, e incluso social-imperialista, ¿qué sería para nosotros el justicialismo?

PERÓN: Bien, efectivamente, la determinación del término socialista, hoy en el mundo es muy difícil, porque toma una enorme gama de extensión, que va desde, diremos, un movimiento internacional dogmático hasta uno abiertamente democrático. Dentro de eso hay miles de gradaciones y uno puede observar en los cinco continentes los distintos sistemas, todos basados en un socialismo.  Ahora, existen las monarquías con gobiernos socialista, existen los movimientos marxistas, también socialistas pero del otro extremo. Entre la extrema izquierda y la extrema derecha se escalonan todos los socialismos habidos y por haber. Nuestro Movimiento en ese sentido es mucho más simple, es indudablemente de base socialista. ¿Por qué? Porque pivotea sobre la justicia social, que es la base de toda nuestra promoción revolucionaria. El socialismo nuestro puede caracterizarse así: en estos dos siglos, como ya he dicho anteriormente, se ha producido un avance extraordinario que supera a los diez siglos precedentes. Esto ha estado en la máquina, la empresa, la ciencia, la técnica y el hombre.

SOLANAS: El capitalismo.

PERÓN: Es el capitalismo, nacido en la Revolución Francesa, que en estos dos siglos, desde la Revolución Francesa hasta ahora, ha hecho un sistema que, no podemos negar, ha hecho avanzar el mundo de una manera extraordinaria. Especialmente en el aspecto científico y técnico. Pero los pueblos con esos medios técnicos se han esclarecido por la facilidad de la dispersión de las noticias, del conocimiento, y esos pueblos se dan cuenta de que se ha avanzado estos dos siglos extraordinariamente, pero a costa de un tremendo sacrificio de los pueblos. Entonces los pueblos piensan hoy, ese mismo avance podrá ser más lento quizá, pero se puede hacer sin necesidad de sacrificar a los pueblos. El justicialismo lo que anhela es eso, seguir luchando por un progreso, quizá no tan rápido como ha sido el de estos dos siglos, pero sí más justo.   Nosotros queremos que ese sacrificio desaparezca, y que se realice el mismo trabajo sin sacrificio, sólo con esfuerzo. Eso es el justicialismo. Ahora que es socialista, natural que es socialista, porque busca esas formas de convivencia con gran acento en el aspecto social. Es decir, que el hombre sea de la comunidad, pero la comunidad también sea del hombre. Es decir, para nosotros el gobierno justicialista es aquel que sirve al pueblo, que no sirve otro interés que el del pueblo, y hace l o que el pueblo quiere. Y dentro de esas formas, él va luchando por la grandeza de la comunidad en que vive. Congeniar lo individual con lo colectivo, ése es el proceso revolucionario nuestro, y el hacerlo es una de las formas de socialismo.

SOLANAS: ¿Y, al mismo tiempo esto sería el proyecto socialista del justicialismo, un socialismo argentino para los argentinos, autónomo, General?

PERÓN: Natural, porque cada comunidad tiene su propia idiosincrasia y sus propios valores intrínsecos que es necesario respetar. No son iguales dos comunidades, son las características distintas en las que influye hasta la situación geográfica absoluta, la situación geográfica relativa, la raza, en fin ... un sinnúmero de circunstancias que gravitan sobre la formación de esa comunidad.  En consecuencia lo que queremos es una cosa para argentinos realizada por los argentinos. Y si en eso es necesario sacrificar algunas cosas, será necesario sacrificar otras. Ese es el proceso de pesos y contrapesos que no toda comunidad establece, el verdadero equilibrio de realizaciones. Eso es lo que nosotros aspiramos a hacer con el justicialismo.   El hombre podrá independizarse, solamente, en una comunidad organizada. Donde cada uno haga lo suyo, realizándose dentro de la comunidad que también se realiza. Ya que es muy difícil que un hombre pueda realizarse en una comunidad que no se realiza. La comunidad organizada tiende hacia ese fin, y por eso nosotros a nuestro proceso ideológico anunciado, lo hemos llamado la COMUNIDAD ORGANIZADA. Porque es la comunidad organizada, precisamente, aquella donde el hombre puede realizarse mientras se realizan todos los hombres de esa comunidad en conjunto.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar