Rosas

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miércoles, 27 de abril de 2011

Teniente 1ro Estévez: un Héroe de Malvinas

Nació en Misiones 24 Febrero de 1957 Ingresó al CMN 27 Feb 75 y egresó como Subt I en el año 1978. Participó como Teniente, en el desembarco del 02 de Abril de 1982 con el RI 25, siendo desplegado con la Ca I “C” del Regimiento en la localidad de Darwin.
Durante la guerra de Malvinas, el teniente Roberto Estévez estaba posicionado en con sus hombres en Pradera del Ganso, cuando recibió la orden de atacar la Colinas de Boca House.
Considerando Estévez que aquella era una misión sin retorno, agradeció a su superior la oportunidad que le daba de llevar acabo esta misión. Arengó su tropa y al frente de ella se dirigió al objetivo bajo un intenso fuego de artillería, llegando al mismo en la madrugada siguiente.
- "Teniente Estévez, como último esfuerzo posible, para evitar la caída de la Posición Darwin-Goose Green, su Sección contraatacará en dirección NO, para aliviar la presión del enemigo sobre la Compañía "A", del Regimiento 12 de Infantería. Tratará de recomponer, a toda costa la primera línea. Sé que la misión que le imparto sobrepasa sus posibilidades, pero no me queda otro camino".
Luego, lo despidió con un fuerte abrazo. La difícil y crítica situación no le permitió agregarle ningún otro tipo de detalle a la orden; además, tratándose de Estévez, eran innecesarios.
-"Soldados, en nuestras capacidades están las posibilidades para ejecutar este esfuerzo final, y tratar de recomponer esta difícil situación. Estoy seguro de que el desempeño de todos será acorde a la calidad humana de cada uno de ustedes y a la preparación militar de que disponen" ...así fue la rápida arenga de Estévez.
Finalmente, todos los integrantes de la fracción, escucharon la mejor y más hermosa orden que puede dar un Jefe: "Seguirme!". Pronto estarían inmersos en el combate.
- "Para la Sección, sobre las fracciones enemigas que se encuentran detrás del montículo, ¡fuego! Artilleros, sobre el lugar, deriva 20 grados, alza 400 metros, ¡fuego! Esté atento Cabo Castro, en dirección a su flanco derecho, puede surgir alguna nueva amenaza..." -diversas órdenes se entrecruzaban en medio del fragor y la ferocidad de la lucha; finalmente, se logra bloquear el avance, y aliviar en parte la presión ejercida por los ingleses.
- Cabo Castro, me hirieron en la pierna, pero no se preocupe, continuaré reglando el tiro de la artillería -gritó, sin titubear, el Teniente Estévez.
- Enfermero, ¡rápido, atienda al Teniente! -ordenó Castro, con un grito.
- Me pegaron de nuevo, esta vez en el hombro. Cabo Castro no abandone el equipo de comunicaciones y continúe dirigiendo el fuego de artillería...- fue su última orden; un certero impacto en la cara, quizás de un tirador especial, lo desplomó sin vida.
- "Soldados, el Teniente está muerto, me hago cargo" - gritó Castro y continuó con la misión ordenada, hasta que fue alcanzado por una ráfaga de proyectiles trazantes, que llegaron a quemar su cuerpo."
- "Camaradas, me hago cargo del mando de la Sección, nadie se mueve de su puesto, economicen la munición, apunten bien a los blancos que aparezcan". - el Soldado Fabricio Carrascul, llevado por el ejemplo heroico de sus Jefes que yacen inermes en el glorioso campo de la guerra, impartió con firmeza su primera orden.
- Los ingleses se repliegan, bien, los hemos detenido y los obligamos a retirarse. ¡Viva la Patria! - gritó con alegría, Carrascul, al ver la maniobra inglesa. En ese momento, un preciso disparo, quizás del mismo tirador especial que eliminó a sus Jefes, le quitó la vida.
Sin Jefes, agotadas las municiones y transportando sus muertos y heridos, la veterana y gloriosa Primera Sección de Tiradores Especiales se retiró hacia sus posiciones iniciales, habiendo cumplido con la Misión.


El teniente Estévez dejó a sus padres esta conmovedora carta:
Querido papá:
Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo mis acciones a Dios Nuestro Señor. Él, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en cumplimiento de la misión. Pero fijate vos ¡que misión! ¿ Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo destinado a recuperar la islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre Generoso, ha querido que éste, tu hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a Nuestra Patria.
Lo único que a todos quiero pedirles es:
1) Que restaures una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo.
2) Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea apertura a la tristeza, y muy importante,
3) Que recen por mi.
Papá, hay cosas que, en un día cualquiera no se dicen entre hombres pero que hoy debo decírtelas. Gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor, gracias por tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar en que vos sos el pilar.
Hasta el reencuentro, si Dios lo permite.
Un fuerte abrazo. Dios y Patria ¡ O muerte ! Roberto.


Fuente: La Gazeta.com

jueves, 21 de abril de 2011

Rosas no ha muerto....

Por Manuel Gálvez

Don Juan Manuel de Rosas no ha muerto. Vive en el espíritu del pueblo, al que apasiona con su alma gaucha, su obra por los pobres, su defensa de nuestra independencia, la honradez ejemplar de su gobierno y el saber que es una de las más fuertes expresiones de la argentinidad.
Vive en los viejos papeles, que cobran vida y pasión en las manos de los modernos historiadores y que convierten en defensores de Rosas a cuantos en ellos sumergen honradamente en busca de la verdad, extraños a esa miseria de la historia dirigida, desdeñosos de los ficticios honores oficiales.
Y vive, sobre todo, en el rosismo, que no es el culto de la violencia, como quieren sus enemigos o como, acaso, lo desean algunos rosistas equivocados. Cuando alguien hoy vitorea a Rosas, no piensa en el que ordenó los fusilamientos de San Nicolás, sino en el hombre que durante doce años defendió, con talento, energía, tenacidad y patriotismo, la soberanía y la independencia de la Patria contra las dos más grandes potencias del mundo.
El rosismo, ferviente movimiento espiritual, es la aspiración a la verdad en nuestra Historia y en nuestra vida política, la protesta contra la entrega la Patria al extranjero, el odio a lo convencional, a la mentira que todo lo envenena.

El nombre don Juan Manuel de Rosas ha llegado a ser hoy, lo que fue en 1840: la encarnación y el símbolo de la conciencia nacional, de la Argentina independiente y autárquica, de la Argentina que está dispuesta a desangrarse antes que se estado vasallo de ninguna gran potencia.
Frente a los imperialismos que nos amenazan, sea en lo político o en lo económico, el nombre Rosas debe unir a los argentinos.
Estudiemos su obra y juzguémosla sin prejuicios. Y amémosla, no en lo que tuvo de injusta, excesiva y violenta, sino en lo que tuvo de típicamente argentina y de patriótica.

jueves, 14 de abril de 2011

La pobreza del exilio.....

Por Leonardo Castagnino

Don Juan Manuel, ya octogenario y siempre pobre en su chacra de Burgess Farm, tan pobre, que se ve obligado a comerse sus últimas gallinas... Su situación es de extremo desabrimiento:
"Sigo en tal malestar escribe a su yerno que ni yo mismo puedo sufrirme. Sería, así, por ello y por todo, una locura pensar ustedes en venir. Les suplico, pues, del modo más encarecido, que no lo hagan. Iré a verlos cuando regresen a Londres...”
"Las gallinas se acabaron, las he comido... Aún he conservado tres lecheras. La mora, que decían no daba suficiente leche... Y la otra que parecía flaca y ahora está más gorda, nunca ha dado más leche... Es que a la mora la querían comprar"'. Don Juan Manuel dueño en otros años de rodeos inmensos tiene ahora... tres vacas... y tendrá que venderlas también poco antes de su muerte.
Mi muy querida hija Manuelita: Triste siento decirte que las vacas ya no están en este Farm. Dios sabe lo que dispone; y el placer que sentía al verlas en el field, llamarme, ir a mi carruaje a recibir alguna ración cariñosa por mis manos, y el enviar a ustedes la manteca. Las he vendido por veintisiete libras y si más hubiera esperado, menos hubieran ofrecido..."
Pasan pocos meses. El invierno es muy crudo. Manuela Rosas recibe en Londres un telegrama del doctor John Wiblin, médico de su padre desde años atrás, en que la llama con urgencia a Burgess Farm.
Máximo Terrero se ha marchado poco tiempo antes a Buenos Aires. Acude Manuela al llamado presurosa, y dos días después, el 14 de marzo de 1877 a las seis de la mañana muere don Juan Manuel...

sábado, 9 de abril de 2011

Juan Manuel de Rosas y la Defensa de la Soberanía

Por Alberto Gelly Cantilo

En 1838 Francia impone el bloqueo a la Confederación Argentina manifestando su intención de “infligir a la invencible Buenos Aires un castigo ejemplar que será una lección saludable a todos los demás Estados Americanos”.
Es el momento de su expansión imperialista que se había iniciado años antes con la conquista de Argelia, la intervención en Tahití y en Egipto y se había extendido al nuevo mundo con el bloqueo del puerto de Veracruz y la destrucción del fuerte de San Juan de Ulúa en Méjico y las presiones sobre Chile, Ecuador y Venezuela.
Los resultados del bloqueo eran tremendamente ruinosos y se hicieron sentir fuertemente. Perjudicaban a nuestros pueblos que no podían embarcar sus cueros, crines y carnes; los saladeros y fábricas de aceite debieron cerrar o disminuir su trabajo; faltó la leña que venía por los ríos o en buques; faltaban productos y alimentos europeos.
Sin embargo en nuestra patria aparece la palabra “soberanía”. Pese a las penurias el pueblo comprende este concepto nuevo. Una patria que no se hiciese respetar no era una patria. La patria eran ellos, sus hijos, algo concreto que todos comprendían y sentían.
Indignado por la conducta de los franceses, San Martín desde Grand Bourg, escribe a Rosas por primera vez. Después de explicarle las persecuciones sufridas que le obligaron a exilarse en 1824 y su deseo de no mezclarse en la guerra civil en 1829 que le hiciera volver a Europa sin desembarcar, señala: "He visto en los papeles públicos de ésta el bloqueo que el gobierno francés ha establecido contra nuestro país. Ignoro los resultados de esta medida. Si son los de la guerra yo sé lo que mi deber me impone como americano... si usted me cree de alguna utilidad espero sus órdenes. Tres días después de haberlas recibido me pondré en marcha para servir a mi patria honradamente en cualquier clase que se me destine".
En 1839 el Libertador escribe a Rosas: “Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su patria a una condición peor que la que sufrimos en tiempo de la dominación española. Una tal felonía, ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”.
Los franceses se apoderan de la isla Martín García defendida por una pequeña guarnición de 110 hombres mandada por el Teniente Coronel Jerónimo Costa, apoyada en una batería de 4 cañones a cargo del mayor Juan Bautista Thorne.
Amparados por el fuego de los 40 cañones de su escuadra, desembarcan 450 soldados enemigos que vencieron la enérgica resistencia argentina. Costa entregó su espada al jefe francés quién se la devolvió por su heroísmo ya que habían muerto la mitad de sus soldados y él mismo había sido herido. En tanto, con el transcurso de los meses, el bloqueo era burlado mediante las balleneras, pequeños botes a vela, rápidos y de escaso calado que se deslizaban por los bancos del río y evitaban las fragatas y las corbetas de la poderosa escuadra del Almirante Leblanc, ancladas en los canales. Su capacidad de carga era escasa, pero la suplían ampliamente con su gran número. Se encontraban en Punta Indio, en la desembocadura del Salado y en el Tuyú. El 9 de Mayo de 1839 es atacada Atalaya cerca de Magdalena donde desembarcan 500 marineros franceses que entran en combate con la pequeña guarnición a cargo del Mayor Miguel Valle, destruyendo las mercaderías, incendiando los depósitos y embarcaciones.
Finalmente los sitiadores viendo la inutilidad de sus esfuerzos - al no poder doblegar a nuestro pueblo - deben firmar el Tratado Arana-Mackau el 29 de Octubre de 1840 que pone fin a las hostilidades y la escuadra francesa saluda a la bandera argentina con 21 cañonazos, poniendo fin al bloqueo que había durado 30 meses. Sin embargo entusiasmadas por el éxito de uso de la fuerza en Asia y por la guerra contra China de 1840 a 1842, se intenta una nueva agresión, esta vez anglo-francesa con las escuadras más modernas y mejor armadas del momento.
Se produce la Guerra del Paraná donde el 20 de Noviembre de 1845 en la Vuelta de Obligado el río fue cruzado con gruesas cadenas y defendido por baterías al mando de Eduardo Brown, el hijo del almirante y por Thorne, junto con el Regimiento Patricios y las milicias de Facundo Quiroga, el hijo del Tigre de los Llanos. Se lucha desde bien temprano y a las tres de la tarde apenas quedaban municiones. Thorne a las cinco de la tarde hace su último disparo siendo volteado por una granada enemiga.
"No ha sido nada" dice al levantarse, pero ha quedado sordo para siempre. Cerca de las seis desembarcan los infantes de marina franceses que son repelidos por los defensores con armas blancas. Su jefe el General Lucio Norberto Mansilla al frente del Regimiento de Patricios, de las milicias de San Nicolás y del batallón del Norte carga a bayoneta consiguiendo arrollar a los ingleses corriéndolos hasta sus botes, pero es herido por un casco de metralla.
Se sigue combatiendo hasta las ocho de la noche y finalmente son rechazados debiendo volver a sus buques.
El campo estaba sembrado de cadáveres y heridos graves. Los cañones estaban destruidos e inservibles. La bandera de guerra no cayó en su poder porque quedó destruida por el fuego, pero tuvimos 250 muertos y 400 heridos.
Los anglofranceses debieron quedarse en Obligado 40 días para reparar sus buques. Jamás habían supuesto una resistencia.
Las dos escuadras más poderosas del mundo no pudieron desembarcar en ningún punto de la costa argentina sin recibir un fuerte escarmiento.
La navegación de los ríos interiores era para los invasores un riesgo permanente, pues desde las costas recibían metralla desde los puntos más inesperados.
Al cruzar frente a Obligado con sólo la mitad de los buques fueron nuevamente atacados por Thorne con pequeños cañones llevados a cincha de caballo y debieron desembarcar 300 infantes de marina para atacar a esa artillería volante y a los 50 lanceros de caballería que la protegían.
Mansilla ya restablecido los ataca desde las barrancas de Tonelero a la altura de Ramallo y Acevedo a la altura de San Nicolás.
Al pasar por San Lorenzo ocho cañones ocultos en la maleza causan grandes daños a la escuadra en un feroz ataque que duró cuatro horas. En su parte Mansilla se muestra orgulloso de haber combatido en el mismo paraje regado por la sangre de los granaderos de San Martín.
La intervención anglofrancesa fue un fracaso y al regresar fueron repetidamente atacados en el Quebracho, situado a una legua al norte de San Lorenzo donde la barranca es alta y el río se angosta. El 4 de junio Mansilla con tres baterías con 17 cañones al grito de “¡Viva la soberana independencia nacional!”, atacó a la escuadra desde las 11 de la mañana hasta las dos de la tarde con un fuego intenso que les causó más muertos que en Obligado. Los argentinos apenas tuvieron un muerto y cuatro heridos, entre ellos nuevamente el bravo Thorne.
Finalmente el Tratado Arana-Southern desde 24 de Noviembre de 1849 pone fin a la intervención extranjera.
José de San Martín en la cláusula tercera de su testamento estableció: “El sable que me ha acompañado en toda la Guerra de la Independencia le será entregado al General de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la república frente a las injustas pretensiones extranjeras que trataban de humillarla".
Recordar los fuertes lazos que el amor a la patria y la defensa de nuestro territorio unieran a San Martín y Rosas a partir de 1838 y años subsiguientes implica un compromiso ciudadano.
Por ello cuando el Doctor Adolfo P. Carranza funda el Museo Histórico Nacional le solicita a Manuelita Rosas la donación del sable corvo que acompañara al Libertador de América y que su padre Don Juan Manuel conservara hasta su muerte en el cofre original en cuya tapa había una chapa de bronce en la que estaba escrita la citada cláusula 38 como el reconocimiento del más grande de los argentinos.
Manuelita y su esposo Máximo Terrero deciden acceder al pedido y donar el sable al pueblo argentino, para lo cual encomiendan a Juan Manuel Ortiz de Rozas, el nieto del Restaurador, que lo traiga y lo entregue al Presidente de la República Argentina, el Doctor José Evaristo Uriburu. Ese símbolo de gloria, de soberanía y de libertad pertenece hoy a todos los argentinos y se encuentra dignamente custodiado en este Regimiento de Granaderos a Caballo que fundara el General San Martín.
El sable, la espada, es símbolo de los valores esenciales de la vida militar, del pasado heroico y de lo que debemos ser.
Representa un estilo de vida digno y austero propio de hombres viriles y auténticos. Nos recuerda a nuestros próceres luchando contra las invasiones inglesas en la Reconquista y la Defensa de 1806 y 1807, a los guerreros de la independencia, a los soldados de los ejércitos libertadores, a los gauchos, a los combatientes de Malvinas, a todos los que luchan por la dignidad.
El Ejército Argentino orgulloso de nuestro pasado histórico ha impuesto el 26 de Noviembre de 2007 el nombre de Juan Manuel de Rosas a la Brigada Mecanizada XI de Río Gallegos, de Gerónimo Costa al Regimiento de Infantería Mecanizado 24 y de Juan Bautista Thorne al Grupo de Artillería Blindada 11 de dicha brigada.
Se trata del reconocimiento a los protagonistas de una lucha honrosa que expresaron un rostro de la patria que merece respeto y consideración. Fueron hombres de su tiempo con todas las virtudes de esa época valiente.
He tenido el alto honor y el gran privilegio de integrar la comitiva que acompañó al Señor Jefe del Estado Mayor General del Ejército a esas lejanas tierras de nuestra Patagonia donde se realizaron las ceremonias de imposición de nombre histórico y cambio de la Bandera Nacional de Guerra, así como a la colocación de la piedra fundamental de los nuevos cuarteles en la Guarnición de Ejército Piedrabuena y a la formación por el 25 aniversario de la Gesta de Malvinas.
Con profunda emoción fui testigo presencial y directo de una de las páginas más trascendentales de nuestra historia puesto que se rindió un solemne reconocimiento a aquellos próceres que tantos servicios habían prestado a la patria.

Fuente:

GELLY CANTILO, Alberto, “Juan Manuel de Rosas y la defensa de la soberanía”. Conferencia pronunciada el 2 de abril de 2008 en el Regimiento de Granaderos a Caballo.

viernes, 8 de abril de 2011

Gibelino de las Pampas

Por Teofano

En estos días se celebra el nacimiento del mayor caudillo que existió en la historia de las Provincias Unidad del Río de la Plata: Don Juan Manuel de Rosas (Buenos Aires, 30 de marzo de 1793 – Southampton, Hampshire, 14 de marzo de 1877).
De su tiempo quedo el recuerdo de un gran defensor de la religión Católica Apostólica Romana, pero con un elemento distintivo: su rechazo al guelfismo, al antiguo partido papal, que propugnaba la separación estricta entre Estado e Iglesia, la doctrina de las dos espadas del Romano Pontífice Gelasio I, que sucesivos gobiernos liberales y pro-masónicos profundizarían generándose una política estatal anticristiana que hasta el presente se vive en la Argentina y en el mundo que ha llevado a gobiernos a retirar las Cruces de lugares "públicos".
La vigilia con la bandera de la Santa Federación y el cuadro del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas
La postura de Don Juan Manuel de Rosas era la gibelina, o sea: la unidad entre Estado e Iglesia, la armonía entre la autoridad temporal y la espiritual. Ciertamente dicha postura era la ideal para los grandes Imperios que reunían pueblos de diferentes etnias y tradiciones culturales. Emperador y Patriarca gobernaban de la mano los destinos de millones. A pesar que la armonía no estaba garantizada, habiendo diferencias en las funciones de cada uno , injerencias jurisdiccionales, administrativas y hasta teológicas, sin embargo, no existía la terrible realidad del presente, donde la pelea persiste entre el poder temporal y espiritual en un grado donde los Estados garantizan a veces conscientemente el ateísmo de sus ciudadanos al no sostener ninguna religión, a quitarle todo espacio de difusión, al convertirla en un simple grupo de presión como cualquier entidad social que busca intereses económicos. El guelfismo triunfo, y paradojalmente, en lugar de fortalecer la Iglesia termina lacerandose por dentro al intentar reconquistar la Sociedad y Estado sumergido en el materialismo ateo.
Durante el periodo del Caudillo Gibelino, Don Juan Manuel de Rosas, hizo que la Confederación Argentina un proyecto no solo soberano, sino también religioso. Durante su periodo se consolida la Santa Federación de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Permite el regreso de la Orden de los Dominicos y Jesuitas que habían sido expulsadas por la Casa Real de los Borbones y por los “iluministas” del partido Unitario que terminaron aliandose con potencias extranjeras para someter a los caudillos de la Santa Federación.
Estas políticas le valieron al “Restaurador de las Leyes” –como se le denomino a Don Juan Manuel- el apoyo del clero católico romano en el país. Para Rosas, la iglesia era una de las más importantes instituciones que garantizaban el orden social y político, y la educación de los ciudadanos tan necesaria para consolidar la Santa Federación. Sin embargo, la orden de los Jesuitas terminó por realizar intrigas contra el proyecto federal, aliándose con sus enemigos: el partido unitario y las potencias extranjeras de Francia e Inglaterra que no gustaban de una nación libre, soberana y católica.
En aquellos tiempos donde existió armonía entre la Iglesia y el Estado, el cuadro del “Restaurador de las Leyes” estaba presente en las Misas, como antiguamente lo eran el de los Emperadores de Bizancio, los Zares de Rusia, los Reyes de España y tantos otros lugares del mundo donde el gibelinismo imperaba.
Rosas asumió la función simbólica del Teocrator al ejercer el derecho de patronato en lo relativo al nombramiento de los sacerdotes, manteniendo a distancia la jurisdicción papal, de forma respetuosa pero marcando su concepción gibelina.
El cuadro del "Restaurador de las Leyes" en la Capilla de Piedra de San Jorge, en el aniversario de su nacimiento.
La Iglesia y sus fieles celebraban en la Misa los triunfos militares de la Santa Federación. La Divisa Rojo punzó brillaba en todos lados, hasta en las imágenes de los Santos.
Durante su gobierno debió afrontar una crisis religiosa donde la sociedad, la Iglesia y hasta sus enemigos esperaron su decisión al respecto: en 1847, el presbítero Ladislao Gutiérrez se fugo junto con la hija de una importante familia patricia porteña, Camila O´Gorman, enamorada del presbítero. Huyeron robando bienes de la Iglesia y terminaron siendo capturados por las fuerzas policiales en la provincia de Corrientes. Llevados cautivos a Buenos Aires, estaba el dilema sobre la resolución del delito moral y legal. Algunos a favor del castigo, otros –los enemigos- burlándose de la afrenta religiosa de los fugitivos. El gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con poderes absolutos, responsable de la defensa de la Fe católica en tu tierra, Don Juan Manuel de Rosas, ordenó el fusilamiento de ambos.
Hasta el presente se presenta tal drama como un crimen del “Restaurador de las Leyes”. Nunca se desligo del hecho. Por el contrario, asumió la absoluta responsabilidad del mismo: “Soy, pues, el único responsable de todos mis actos; de los hechos buenos como de los malos; de mis errores y de mis aciertos” (Copia testimoniada por el señor Máximo Terrero y en el archivo de Adolfo Saldías.)
Muchos hipócritas que lo criticaron, terminaron destruyendo el proyecto de la Santa Federación, haciendo ingresar a la Argentina en las tinieblas: sucesivas crisis económicas, sociales y espirituales; destrucción de la soberanía nacional y de la cultura gaucha. El fin de una Argentina libre y profundamente religiosa dio paso a una nación que en el Siglo XXI padece una crisis que a pesar de la anestesia suministrada por los medios de comunicación, esta se sumerge en la ruina.
Este 30 de marzo de 2011, el cuadro del Caudillo Don Juan Manuel de Rosas retorno silenciosamente a un Altar, a la espera que el espíritu gibelino vuelva a soplar sobre las tierras de Argentum.
Xristos Anesti!

lunes, 4 de abril de 2011

Libro Recomendado

Invitamos a la presentación del libro

GUERRA DEL PARAGUAY.
La Triple Alianza contra los países del Plata.

Martes 5 de abril de 2011, 18 hs.

Manzana de la Luces
Perú 272 (Bs.As)


Presentación a cargo de:

Dr. Alberto Gelly Cantilo

José Luis Muñoz Azpiri



En esta obra se dan a conocer opiniones sobre las causas y consecuencias de la llamada Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza y se incluye el relato de las principales acciones bélicas. El autor trascribe documentos de distintos autores y fuentes que cita, para avalar su opinión sobre esa guerra, a la que considera parte de las luchas civiles entre unitarios y federales, las agresiones de las potencias europeas de la época, y el constante avance del imperio brasileño sobre la cuenca del Río de la Plata, hasta desembocar en los hechos de Caseros, las luchas civiles posteriores y la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.

El autor hace suyas también las palabras del historiador francés Hipólito Taine, que en 1891 expresara: “Para mayor certeza, he transcripto, tan frecuentemente como he podido, las propias palabras. De esta manera, el lector, colocado en presencia de los textos, podrá interpretarlos por si mismo y formar su opinión personal; tendrá las mismas piezas que yo para deducir conclusiones, y lo hará, si le parece bien, en distinta manera que yo”. (H.Taine. Paris 1891)

Compartiendo la opinión de Juan Bautista Alberdi, que la calificó como “una guerra civil de nuestros pueblos contra la triple oligarquía antinacional de Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro”, el autor ha titulado la obra “Guerra de la Triple Alianza contra los países del Plata”.

(*)
El autor es Oriundo de la provincia de la Pampa. Ingeniero Civil. Pensador independiente del campo federal. Su pasión por conocer, estudiar, recopilar y difundir la historia argentina (particularmente del siglo XIX), nace al descubrir una versión que en sus diversos matices, difiere de la historia oficial.
Colabora en la difusión histórica en distintos medios. Funda y edita el sitio de Internet
La Gazeta Federal, (La Gazeta Federal ), donde redacta y recopila información histórica.
En el año 2009 publica la obra “Juan Manuel de Rosas, Sombras y Verdades”.

viernes, 1 de abril de 2011

La Argentina en las Islas Malvinas

por Diego Luciano Mazzella

Antecedentes
El Tratado de las Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494, protegía los dominios de España al oeste de una línea situada a 370 leguas de las islas de Cabo Verde, meridiano que cruza prácticamente por la zona de la ciudad de San Pablo, Brasil. Es incuestionable, entonces, que Fernando de Magallanes, que se encontraba al servicio de España, fue el que explorando esas tierras le dio el nombre al Estrecho que se encuentra al extremo sur del continente sudamericano allá por 1520; y el que sin dudas descubrió las islas Malvinas en sus viajes de exploración. Algo más adelante, en 1578, los ingleses atribuirán a Sir Francis Drake el descubrimiento del Cabo de Hornos mientras que los holandeses dirán que fue descubierto por el holandés Le Maire en 1616. La segunda afirmación es la más aceptada: los holandeses fueron los que dieron con el cabo bautizándolo con el nombre de Hoorn, un pequeño pueblo de Holanda. En cuanto a las islas Malvinas, dirán los ingleses que en 1594 fue visitada por sir Richard Hawkins, y les dio el nombre de Maidenland en honor de su soberana. De haber sido así, esto habrá sido muy fugaz, porque los holandeses referirán que en 1598 ellos fueron quienes descubrieron las islas bautizándolas con el nombre de Sabal de West, en memoria del almirante que dirigió esa exploración. Y aún más, serán también los franceses los que se atribuirán el descubrimiento del archipiélago aludiendo que fueron unos buques que habían partido del puerto de San Maló, en los primeros años del siglo XVII, de donde parece que proviene el nombre de Malouinas o Malvinas.
No obstante el debate sobre el descubrimiento de las Malvinas, la primera ocupación es obra de los franceses. Luis Antonio de Bougainville, capitán de navío de la marina francesa, fue el primer fundador de una colonia en las islas por orden del rey Luis XV. La expedición partió del puerto de San Maló el 15 de septiembre de 1763, y llegó a las Malvinas el 4 de febrero de 1764, hallándolas completamente desabitadas y vírgenes. En la isla más oriental, a la que llamó Isla de la Soledad o Puerto Luis, hizo construir varias casas para los colonos, un pequeño fuerte y un obelisco debajo del cual enterró una medalla de oro en cuyo anverso llevaba la esfige de Luis XV. Tiempo después, el capitán Bougainville volvió a Francia en busca de recursos, y al regresar en 1765 encontró una colonia en funcionamiento. Cuando España tuvo conocimiento de esto, reclamó las islas Malvinas como suyas. Francia aceptó gracias a la alianza de sangre que había entre la corona de España y la de Francia, ya que ambos monarcas –borbones- eran primos entre sí. Inmediatamente se le dio la orden a Bougainville de realizar el traspaso del mando formal de las islas, el cual se hizo efectivo en 1767, tomando el control de las islas el brigadier Felipe Ruiz Puente, primer gobernador español de Malvinas. Pero he aquí que después de instalados los españoles en el dominio y posesión de Malvinas, mediante el reconocimiento más explícito y con la legalidad de una nación que acababa de concluir un arreglo perfecto, recibieron una intimación del comandante de un buque inglés de que desalojasen la isla por pertenecer ésta a la Gran Bretaña. A consecuencia de esos sucesos el gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Buccarelli, envió de Buenos Aires una expedición al mando del comandante de marina don Juan Ignacio Madariaga, para desalojar a los ingleses que habían desembarcado en las islas, en un asentamiento que habían fundado llamándolo Puerto Egmont. El 10 de junio de 1770, Madariaga vence a los ingleses y éstos firman una capitulación por la cual deberían abandonar el archipiélago, hecho que se hizo efectivo recién en 1774 luego de idas y venidas diplomáticas entre España e Inglaterra. Sin embargo, los ocupantes dejarían en Puerto Egmont un placa en la que decían: “Sepan todas la naciones, que las islas Falklands, con su puerto, los almacenes, desembarcaderos, puertos naturales, habías y caletas a ellas pertenecientes, son de exclusivo derecho y propiedad de su más sagrada Majestad Jorge III, Rey de Gran Bretaña. En testimonio de lo cual, es colocada esta placa y los colores de Su Majestad Británica dejados flameando como signo de posesión por S. W. Clayton Oficial Comandante de las Islas Falklands. A.D. 1774”.
Ya entrando en el siglo XIX, con los sucesos revolucionarios en el Río de la Plata, una junta celebrada en Montevideo resolvió reagrupar sus fuerzas y evacuar la lejana población de Malvinas. Para ello se envió al bergantín Gálvez, al mando del piloto Manuel Moreno. Pablo Guillén, último gobernador español de las islas, dio cumplimiento a sus órdenes para evacuar los 45 hombres de la dotación, embarcar cañones, armas, papeles de archivo, etc. También y como cosa a destacar, se construyó una placa de plomo que se colocó en el campanario de la Real Capilla de Malvinas, con la inscripción siguiente: “Esta isla con sus Puertos, Edificios, Dependencias y quanto contiene pertenece a la Soberanía del Sr. D. Fernando VII Rey de España y sus Indias, Soledad de Malvinas 7 de febrero de 1811 siendo gobernador Pablo Guillén”. Se colocó la misma leyenda en treintena de edificios. De todo esto se labró un acta firmada por el gobernador de las islas el 13 de febrero de 1811 en la Colonia de la Soledad de Malvinas. Ese mismo día, o el siguiente, zarparon las naves y abandonaron las islas. Esta herencia pasó a pertenecer a la Argentina. Desde 1767 hasta 1811, las islas Malvinas fueron españolas, con autoridades que gobernaron en forma continua. En la última fecha aquí nombrada, se las evacuó, pero sin renunciar a ellas. En esta dura misión histórica de poseer las Malvinas, los españoles tuvieron 20 ininterrumpidos gobernadores, los cuales cumplieron 32 períodos de gobierno; en ese mantenimiento del presidio, colonia y puerto, se basan nuestros derechos soberanos a las islas. Como vemos, nunca las Malvinas fueron inglesas.
El periodo argentino (1811-1833)
Nuestro país heredó de España sus derechos sobre todo el territorio del Virreinato del Río de la Plata, del cual formaban parte las islas Malvinas. Cuando los españoles evacuaron Malvinas, dejando a salvo los derechos de Fernando VII, los argentinos ya habían iniciado el camino de la Independencia, ejerciéndola de facto desde 1810. La guerra que este proceso provocó contra España y los problemas derivados de las luchas interiores impidieron hacer efectiva la ocupación de las islas, que permanecieron sin autoridades hasta fines de 1820. Durante ese prolongado período de tiempo los únicos visitantes fueron loberos y balleneros ingleses y norteamericanos, que visitaban las costas para cazar lobos marinos, hacer aguada o matar ganado vacuno que crecía libre en las islas.
Desde mayo de 1810, gravísimos problemas aquejaban a nuestros gobiernos: la guerra de Independencia, la búsqueda del rumbo político y de la forma de gobierno, los desencuentros entre Buenos Aires y el Interior. Era una lucha por la supervivencia y recién cuando las campañas sanmartinianas alejaron algo el intento de recuperación hispánica, cuando la revolución de Riego anuló la última y grande expedición a América, es cuando se pudo mirar el territorio con su integridad y pensar en Malvinas.
El izamiento del pabellón nacional en las islas Malvinas fue realizado por la fragata Heroína al mando del coronel David Jewett (marinero nacido en Estados Unidos que sirvió meritoriamente como corsario en las guerras de Independencia) y representó un acto de voluntad soberana sobre las islas que fue aceptado en su momento por las naciones del mundo, pues no hubo actos de protesta, ni reclamaciones. En este acto que tuvo lugar a fines de octubre de 1820, la fragata Heroína entró en la Bahía de la Anunciación de la isla Soledad y fondeó frente a las ruinas de la ex-capital española; en los alrededores se encontraban cincuenta cazadores de lobos marinos con sus naves. De esta manera, el 6 de noviembre, el coronel Jewett izó el pabellón celeste y blanco en las ruinas del Puerto Soledad (ex-Puerto Luis). Como se puede apreciar, la ocupación de las islas Malvinas se hizo con toda seriedad y precedida de una comunicación que Jewett remitió a los loberos y pescadores ingleses y norteamericanos, que usufructuaban de las islas en forma indiscriminada. Dicha comunicación decía: “Fragata del Estado Heroína, en Puerto Soledad, noviembre 2 de 1820. Señor, tengo el honor de informarle que he llegado a este puerto comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Sud América para tomar posesión de las islas en nombre del país a que éstas pertenecen por la Ley Natural. Al desempeñar esta misión deseo proceder con la mayor corrección y cortesía para con todas las naciones amigas; uno de los objetos de mi cometido es evitar la destrucción de las fuentes de recursos necesarios para los buques de paso, que, en recalada forzosa, arriban a las islas, y hacer de modo que puedan aprovisionarse con los mínimos gastos y molestias, dado que los propósitos de Usted no están en pugna y en competencia con estas instituciones y en la creencia de que una entrevista personal resultará de provecho para ambos, invito a usted a visitarme a bordo de mi barco, donde me será grato brindarle acomodo mientras le plazca; he de agradecerle –a si mismo- que tenga a bien, en lo que esté a su alcance, hacer extensiva mi invitación a cualquier otro súbdito británico que se hallare en estas inmediaciones; tengo el honor de suscribirme señor, su más atento y seguro servidor, firmado Jewett, coronel de la Marina de las Provincias Unidas de Sudamérica y comandante de la fragata Heroína”. La toma de posesión de las islas fue conocida en el exterior y la noticia fue publicada en varios medios europeos, de modo que todo el mundo ya sea por estos periódicos o por la información de los loberos que presenciaron la ceremonia, estaba enterado del acontecimiento. En 1823 el gobierno concedió a Jorge Pacheco (militar que se había destacado en el cuerpo de blandengues en las fronteras con los indios y luego como capitán de milicias en las épocas de independencia) una concesión para aprovechar el ganado vacuno y los lobos marinos de la isla Soledad; el mismo fue con un socio que tomará protagonismo más adelante, Luis Vernet.
Luis Vernet, de ascendencia francesa, había nacido en Hamburgo el 6 de marzo de 1791. A los 14 años fue enviado por su padre a los Estados Unidos donde entró a prestar servicios comerciales a una casa alemana, donde se distinguió por su natural inteligencia y capacidad para el comercio. Después de viajar por Europa vino a Buenos Aires en 1817, donde empezó sus actividades comerciales, aunque con éxito variable, dedicándose entonces a comisionista, para lo que aprovechaba sus relaciones europeas. Vernet, llegado a las islas de la mano de su amigo Pacheco, realiza una acción colonizadora de primer orden al tiempo que establecía una tarea científica para el reconocimiento de las islas. Los estudios e informes de Vernet incluían noticias sobre los indígenas, posibles lugares de colonización y producciones, etc. Era el pionero que se interesaba en la exploración de la Patagonia, especialmente de la isla de los Estados.
El gobierno argentino, representado por el de Buenos Aires, que se encargaba de los asuntos patagónicos y de las islas, como lo habían hecho antes de la independencia, no podría ser ajeno a la acción colonizadora de Vernet, que al mismo tiempo que activaba zonas comerciales nunca utilizadas, confirmaba la soberanía argentina en esos territorios. En consecuencia resolvió perfeccionar los títulos de Vernet sobre las islas, nombrándolo Primer Comandante Político y Militar, reuniendo todas las atribuciones civiles y militares. El 10 de junio de 1829 se expide el siguiente documento oficial: “Cuando por la gloriosa revolución del 25 de mayo de 1810 se separaron estas provincias de la dominación de la Metrópoli, la España tenía una posesión material en las islas Malvinas, y de todas las demás que rodean al Cabo de Hornos, incluso la que se conoce bajo la denominación de Tierra del Fuego, hallándose justificada aquella posesión por el derecho del primer ocupante (...). Por esta razón, habiendo el Gobierno de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre estas Provincias la antigua Metrópoli (...), siendo necesario no demorar por más tiempo las medidas que se pueden poner a cubierto de los derechos de la República (...); el Gobierno ha acordado y decreta:
Artículo 1º.- Las islas Malvinas y las adyacencias al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, serán regidas por un Comandante Político y Militar, nombrado inmediatamente por el Gobierno de la República.
Artículo 2º.- La residencia del Comandante Político y Militar será en la isla de la Soledad, y en ella se establecerá una batería, bajo el pabellón de la República.
Artículo 3º.- El Comandante Político y Militar hará observar por la población de dichas islas las Leyes de la República, y cuidará en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios.
Artículo 4º.- Comuníquese y publíquese
Firmado: Martín Rodríguez (Gobernador interino de Buenos Aires). Salvador M. del Carril. Esto es una demostración de que la República Argentina no tenía ninguna duda de sus derechos soberanos, no sólo sobre las islas Malvinas, sino sobre las adyacentes al Cabo de Hornos, es decir la isla de los Estados, Nueva, Picton, Lennox y demás archipiélagos australes. El mismo día, el gobierno de Buenos Aires nombra a Luis Vernet gobernador de las islas Malvinas. Entre los primeros actos de Vernet, éste demanda al gobierno la construcción de un fuerte en las islas solicitando cañones para fortificarlo. También consideró necesaria la presencia de un buque de guerra para hacer respetar la Ley de Protección de pesca, y además un buque chico con un cañón para traer madera desde el Estrecho de Magallanes y para comunicarse con el río Negro y Buenos Aires en forma permanente. El gobierno aceptó darle lo solicitado, además de algunos instrumentos de herrería para instalar la herrería en la isla Soledad. Inglaterra, a pesar de todo esto, se llamó al silencio hasta 1829, cuando el Foreing Office comunicó al representante inglés en Buenos Aires, Woodbine Parish, que los actos del Gobierno de Buenos Aires afectaban la validez de los derechos de soberanía inglesa sobre las islas, los cuales resultaban de importancia creciente como punto de apoyo para el comercio, donde se abastecían los buques y lugar de carenado de las naves de guerra inglesas en el “Hemisferio Occidental” (sic). Parecía que Inglaterra desconocía o había olvidado qué: se había desentendido de las islas desde 1774; que había reconocido la soberanía española en 1771; que había abandonado Puerto Egmont en 1774; que Buenos Aires había sucedido a España en el dominio desde 1810; que había reconocido la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816) y firmado un tratado de amistad y comercio con éstas (1826); y por último que desde 1820 tres comandantes militares argentinos y un gobernador representaban a las islas en el gobierno de Buenos Aires.
Volviendo a Malvinas, la isla se convirtió en una especie de factoría cuya capital es Puerto Luis, en la isla Soledad. La producción era fundamentalmente ganadera aprovechando el ganado que vagaba salvajemente; para estas tareas cumplían un rol importante los gauchos y criollos. Las otras actividades se referían a la pesca y la caza de lobos marinos y de focas en todo el archipiélago, incluyendo la isla de los Estados. En cuanto a la población, ésta no era fija, pues aunque parte de la misma se había instalado en el lugar, había pescadores, cazadores, científicos y comerciantes que vivían por temporadas o cortos espacios de tiempo. Por aquellos años ya la población pasaba del centenar y A. Gómez Lengenheim cita a más de 120 personas. Los productos de las islas no sólo iban a Buenos Aires, por donde se vendían bien y consistían en cueros vacunos, carne salada, grasa, cueros de lobos marinos y hasta cueros de conejos. Otros productos eran también maderas y pescados en salmuera. Esto es un indicador del espíritu progresista de la colonia que había asentado Vernet. Algunos diarios de la época reproducían reportes de las islas como estos: “Domingo 25 de mayo de 1828 – Buen tiempo con algunos chubascos de granizo y viento S.O. Al salir el sol tiramos tres cañonazos y a la noche otros tres. Después de almorzar carne con cuero y tortas que se habían hecho a propósito, tiramos al blanco hasta entrar el sol, cuando la gente hicieron baile en el rancho del Tonelero, el cual duró hasta el día”; “Miércoles 9 de Julio. Nublado y lluvioso con viento del S.E moderado. Nuestra gente celebró la jura de la Independencia de Buenos Aires”. Como podemos comprobar por los testimonios y por los registros históricos, la colonia se desenvolvía feliz y progresista, hasta que la intervención extranjera desató la ruina y la desolación.
El control de la depredación y la destrucción de la riqueza lobera fue la causa que desató los acontecimientos de fines de 1831. Vernet recibía todo el tiempo informes sobre las acciones depredadoras de los loberos y había solicitado al gobierno un buque de guerra; igualmente, era casi imposible detener a las docenas de loberos que pululaban entre las islas, los puertos y los canales de la accidentada geografía malvinera. No pudiendo hacer otra cosa, Vernet le hacia llegar, no bien se arrimaban a las islas, una circular donde se informaba: “a todos los Capitanes de los buques ocupados en la pesquería en cualquier parte de la costa (...) les he de inducir a desistir, pues la resistencia los expondrá a ser presa de cualquier buque de guerra perteneciente a la República de Buenos Ayres (…)”. Ante el caso omiso, Vernet decidió actuar. De esta manera ordenó detener a tres naves que eran la Harriet, capitán Gilberto Davidson; la Brukwater, capitán Daniel Careu y la Superior al mando de Esteban Congar. Luego Vernet se embarcó junto con su familia rumbo a Buenos Aires para defender su proceder. El 21 de noviembre de 1831 Jorge Slacum, cónsul de los Estados Unidos, reclamó al Gobierno sobre el apresamiento de la Harriet, en base a las declaraciones de su capitán Davidson. El Ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires, Tomás de Anchorena, le contestó que el asunto estaba a consideración del Ministerio de Guerra y Marina. En nota posterior, el cónsul norteamericano negaba el derecho de Vernet a apresar a los loberos y pescadores de su país en las adyacencias al Cabo de Hornos. En respuesta a esto Anchorena contesta a Slacum que no le reconoce, en su calidad de cónsul, capacidad ni poderes para tratar el asunto que correspondía a ambos gobiernos. Para agravar la situación, el capitán de Fragata Silas Duncan, comandante de la corbeta de guerra Lexington resolvió “proteger los intereses de los norteamericanos”; así, el 9 de diciembre de 1831 la corbeta zarpaba rumbo a las Malvinas, lo cual hizo que Anchorena alertara a Slacum que el gobierno haría respetarse ante cualquier atropello llevado adelante por la corbeta Lexington.
El 27 de diciembre de 1831, a media noche, entraba en la Bahía Anunciación y al día siguiente aparecía anclada frente a Puerto Luis. Pero la nave de guerra lo hizo no con su pabellón, sino con bandera francesa, un claro acto corsario para engañar a las autoridades. Desde tierra se le contestó con el pabellón argentino y en ese momento comenzó el atropello. Apresaron la goleta Águila y con la bandera norteamericana procedieron a desembarcar, ocupan los edificios, clavan los cañones, queman la pólvora y se apoderan de todo lo que el capitán Davidson cree suyo. Sus hombres destruyen barracas, rompen puertas, toman a 25 pobladores como prisioneros, los cuales luego liberan menos a 6 que consideraban los más importantes. El 21 de enero de 1831 la Lexington abandona dejando en ruinas y semidespoblada la colonia argentina rumbo a Montevideo. Llegada la nave al puerto oriental, el Gobierno Argentino toma conocimiento del ultraje. La indignación fue unánime calificando el hecho de “infracción al derecho de gentes” y “ultraje al pabellón argentino”. Nuestro gobierno suspendió toda relación con Slacum por considerarlo principal causante del atropello. Desde entonces la Confederación Argentina protestó enérgicamente contra los EEUU, protesta tomada también por algunos medios norteamericanos como el diario “El Redactor” de Nueva York que proclamó que la acción de la Lexington era una infracción al derecho de gentes. Vernet, como veremos, nunca volverá a las islas Malvinas y jamás fue repuesto en su cargo, así sería el triste final del hombre al cual le debemos un reconocimiento por el intento magnífico de colonizar y desarrollar las Malvinas.
El gobierno envió un nuevo gobernador, el mayor Esteban Francisco Mestivier, con 25 soldados a bordo de la goleta Sarandí, heroica nave comandada por el almirante Guillermo Brown durante la guerra contra el Imperio del Brasil. La Sarandí llegó con el nuevo gobernador y lo desembarcó y 9 días después, el 24 de noviembre de 1832, zarpó para hacer una inspección. El 2 de enero de 1833, apareció fondada en Puerto Soledad la corbeta inglesa Clio, al mando del capitán Onslow. Como correspondía, se envió a un oficial en visita de cortesía a la nave inglesa y a cambio recibió una intimación para arriar el pabellón argentino y desocupar las islas, remarquemos que entre Argentina e Inglaterra no había estado de guerra. Se intentó organizar una resistencia, pero fue en vano.
A las 9 de la mañana del 3 de enero de 1833 los ingleses desembarcaron, primero izaron en un mástil que traían la bandera inglesa y luego arriaron la nuestra, la cual fue enviada al gobernador para que se la llevase. El 5 de enero el gobernador, con unos cuantos habitantes a bordo, abandonó las islas y puso proa a Buenos Aires. Antes de zarpar se nombró a Juan Simón, capataz de Vernet, Comandante Político y Militar de las islas. A partir de entonces comenzaron las reclamaciones argentinas, a las cuales los ingleses contestaron que “nunca habían renunciado a su soberanía a las islas Malvinas”. La autoridad real quedó en manos del capitán Onslow, de la Marina Real Británica y el nombramiento de Simón sólo tuvo un carácter nominal. Onslow, antes de zarpar nombró al escocés y hombre de Vernet, Guillermo Dickson, como encargado político y militar británico de las islas. Durante 1833, las Malvinas estuvieron la mayor parte del tiempo sin gobierno efectivo. Si no hubiese sido por las convulsiones que en esa época asolaban a la República, quizás algo podría haberse hecho para recuperarlas.
Debido a esta falta de gobierno, el 26 de agosto de 1833, dos gauchos y cinco indios charrúas mandados por Antonio Rivero, que trabajaban el ganado en el campo, llegaron a Puerto Soledad y porque Juan Simón les había negado el cambio de dinero metálico, en lugar de los vales que cobraban, realizaron un asesinato a mansalva de los hombres de Vernet, a saber: Juan Simón, encargado del gobierno argentino, Brisbane, hombre de confianza de Vernet, un alemán, un español y hasta el escocés Dickson cayó en la volteada. Tal fue el terror que se apoderó de Puerto Soledad que el resto de los habitantes criollos, loberos argentinos, ingleses, etc. huyó a un islote cercano para refugiarse. Desde allí se solicitó auxilio y una nave inglesa llegó, al mando del teniente de la Marina Henry Smith a poner orden, logrando rendir a los hombres de Rivero y por último a éste. Rivero fue llevado a Inglaterra y absuelto para luego terminar libre en Montevideo.
Inglaterra reconoció nuestra independencia en 1825 y firmó un tratado de amistad, navegación y comercio con nuestro país, el cual le traía ventajosas ganancias. Sin embargo, aprovechando las convulsiones internas que en ese momento atravesaba nuestra nación, atacó a un país amigo y le usurpó sus islas Malvinas. A partir de ese momento, en lo que fue la segunda gobernación de Juan Manuel de Rosas, Argentina se quejó año tras año en Londres por la ocupación de las islas a lo que estos contestaban que las “Falklands” eran inglesas; dichos reclamos cesaron luego de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros. Durante casi 40 años el país no presentó reclamos formales, sólo recién cuando reorganizado definitivamente en 1880, a pedido del presidente Julio Argentino Roca se le solicitó al Instituto Geográfico Argentino un mapa donde figuraban las islas Malvinas como argentinas. Inglaterra protestó y el ministro Ortiz le aclaró que el archipiélago pertenecía a la República Argentina, y no a Inglaterra, que se las había usurpado ilegalmente a nuestro país, hecho que hasta el día de hoy ningún argentino olvida.

Fuentes:
Saldías, A. (1945). Cap. XIX «Las islas Malvinas (1832)». Historia de la Confederación Argentina, Tomo II La Guerra y la Política Internacional, Buenos Aires: Editorial Americana.
Destefani, Laurio H. (1982), Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, ante el conflicto con Gran Bretaña, Buenos Aires: Editorial Edipress S.A.

El lenguaje del Padre Castellani

Por José María Iraburu

–Primero el lenguaje de Cristo, luego el de San Pablo, ¿y ahora el de Castellani? Pero bueno…
–Los dos posts anteriores, con tantas citas bíblicas, me dieron mucho trabajo. Éste de ahora es un descanso para mí y espero que también para los lectores.
El padre Leonardo Castellani, argentino (1899-1981) fue uno de los más grandes escritores del siglo XX en lengua hispana. Al analizar yo aquí su lenguaje, siempre lúcido y lleno de humor, me limitaré a destacar su ortodoxia y su valentía para combatir a los más venerados ídolos de su tiempo. Elijo como ejemplo la crítica que Castellani hizo de Teilhard de Chardin (1881-1955), admirado entonces por la mayoría de la intelligentsia católica, no solo la progresista.
Los errores teilhardianos. Ya en 1950 –parece increíble– se atreve Castellani a escribir en su obra ¿Cristo vuelve o no vuelve?: «quien dudare (de que se está formando ante nuestros ojos una nueva y vasta religión herética) puede leer las obras de […] o recorrer los numerosos opúsculos a mimeógrafo y sin imprimatur del P. Teilhard de Chardin, […] mezcla detonante que constituye un vasto y complejo programa de neocatolicismo profundamente heterodoxo y “modernista”». Y cinco años más tarde ofrece una lista de los principales errores de ese autor, presentes en sus obras de modo implícito o explícito:
«1.- El transformismo darwiniano dado como verdad cierta. 2.- La negación de la Parusía o Segunda Venida de Cristo tal como la entiende la Iglesia. 3.- La negación de la Redención por la obra personal de Cristo. 4.- La negación del pecado original, a la manera de Pelagius. 5.- Monismo materialista evolucionista parecido al de Spencer y Haeckel. 6.- Panteísmo sutil a la manera de Bergson. 7.- Interpretación modernista de todos los Sacramentos, empezando por la Eucaristía, a la manera de Guenther. 8.- Negación del fin primario del Matrimonio y constitución del fin primario del matrimonio en la “ayuda espiritual mutua de los esposos”. 9.- Aprobación de los medios contraconcepcionistas en el matrimonio, a la manera de Malthus. 10.- Negativa implícita de la autoridad de la Iglesia para definir, a la manera de Loisy, Tyrrel y otros» (Dinámica Social, nº 63, Buenos Aires, noviembre 1955).

La Iglesia reprobó los errores de Teilhard poco tiempo después:
–la Sagrada Congregación del Santo Oficio (6-12-1957), en tiempos de Pío XII, ordena en un decreto que «los libros del Padre Teilhard de Chardin, S. J., deben ser retirados de las bibliotecas de los Seminarios y de Instituciones religiosas; no deben ser puestos a la venta en Librerías Católicas y no es lícito traducirlos a otras lenguas». De hecho, sin embargo, sus escritos, mimeografiados, se difundieron ampliamente traducidos a muchas lenguas.
–la misma Congregación del Santo Oficio (30-6-1962), ya en tiempos del Bto. Juan XXIII, publicó un Monitum muy severo:
«Varias obras del P. Pierre Teilhard de Chardin, algunas de las cuales fueron publicadas en forma póstuma, están siendo editadas y están obteniendo mucha difusión. Prescindiendo de un juicio sobre aquellos puntos que conciernen a las ciencias positivas, es suficientemente claro que las obras arriba mencionadas abundan en tales ambigüedades e incluso errores serios, que ofenden a la doctrina católica.
«Por esta razón, los eminentísimos y reverendísimos Padres del Santo Oficio exhortan a todos los Ordinarios, así como a los superiores de institutos religiosos, rectores de seminarios y presidentes de universidades, a proteger eficazmente las mentes, particularmente de los jóvenes, contra los peligros presentados por las obras del P. Teilhard de Chardin y de sus seguidores» (AAA 54, 1962,526).
En el mismo número de L’Osservatore Romano (30-6-1962) se publicó el Monitum acompañado de un estudio muy amplio. En éste se describían y reprobaban detalladamente graves errores y ambigüedades, la mayor parte de ellas ya señaladas por Castellani. La Creación del mundo no es para Teilhard un acto libre de Dios, y la evolución mundana, infaliblemente progresiva, en la que, de alguna manera, Dios se va perfeccionando, conduce necesariamente hacia el Punto Omega. Por eso, «el Cristo de la Revelación no es otro que el Omega de la Evolución»… «Cristo salva. Pero ¿no es preciso añadir inmediatamente que él es también salvado por la Evolución?» (Le Christique, ensayo inédito 1955). Ese mismo texto afirma que hay en Cristo, «en sens vrai», una «tercera naturaleza», no humana, no divina, sino «cósmica».
La gnosis de Teilhard, su teología-evolutiva, rinde al Mundo una veneración suprema. En 1934 (Comment je crois) confesaba: «si se diera el caso de que yo sufriera una revolución interior (renversement), si llegara yo a perder sucesivamente mi fe en Cristo, mi fe en un Dios personal, mi fe en el Espíritu, pienso que continuaría creyendo en el Mundo. El Mundo (el valor, la infalibilidad y la bondad del Mundo), tal es, en último análisis, la primera y la única cosa en la que yo creo».
La rehabilitación de Teilhard de Chardin es imposible, considerando la enorme gravedad de sus errores. Puede darse en alguna ocasión una expresión, dicha al paso, de admiración en alusión a una expresión feliz de su pensamiento. Pero no más que eso. Pondré un ejemplo al contrario. La Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por el Cardenal Ratzinger, con muchas precisiones y explicaciones, reconoció que el sistema filosófico-teológico de Antonio Rosmini es compatible con la fe católica, teniendo en cuenta tanto las investigaciones más recientes, como el cambio histórico-contextual en el que aquellas «cuarenta proposiciones» suyas reprobadas se formularon (Nota 1-7-2001). Pues bien, una rehabilitación análoga nunca podrá darse en referencia a Teilhard, y nunca, concretamente, el Cardenal Ratzinger, en sus 23 años al frente de la Doctrina de la Fe, la ha realizado.
La anécdota siguiente es significativa. Una carta del Cardenal Casaroli al rector del Instituto Católico de París, que celebraba el centenario del nacimiento de Chardin (L’Osservatore Romano, 10-6-1981), produjo tantas y tales protestas, que la Oficina de Prensa de la Santa Sede hubo de publicar un mes después una nota aclaratoria, asegurando que el Monitum de 1962 seguía vigente, «después de haber consultado al Cardenal Secretario de Estado [Card. Casaroli] y al Cardenal Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, quienes, por orden del Santo Padre [Juan Pablo II], habían sido debidamente consultados de antemano acerca de la carta en cuestión» (L’Osservatore Romano 20-7-1981).

Escuchemos de nuevo al P. Castellani. El teilhardiano P. Luzzi, S. J. –ignorando el Monitum de 1962 y algunas obras críticas excelentes, como la del sacerdote argentino P. Julio Meinvielle (1965)–, canta la gloria de Teilhard en un artículo ¿Mundo y Dios en controversia? Y lo publica nada menos que en la revista paolina, de grandísima difusión popular, Familia cristiana (abril 1968). Poco después, el bueno de Castellani comenta adecuadamente el artículo. Pero antes de cederle la palabra, hago notar que con frecuencia él habla de Telar de Chardon, alegando que «éste es su nombre español, créanme, así lo hubieran llamado Cervantes y Luis de Granada»:
«El trabajo de este profesor constituye un intento de presentar a Telar en forma sinóptica y panegírica, para uso de la familia cristiana indefensa; a la cual la parta un rayo, si se fía de las “paolinas” […] Si Luzzi dijera palmariamente: “Nuestro Dios es un dios que se hace”, saltaría a los ojos una herejía patente […] Pero no lo dicen así: lo dicen amontonando la Cristogénesis, la centreidad, la morfología, la superconciencia, el punto Omega, el espacio-tiempo de forma cónica, la noosfera y cien más. Así, que te entienda Las Vargas.
«Las “ambigüedades” hormiguean en este escrito. Tomemos un ejemplo: Telar y su heraldo [el P. Luzzi] llaman conciencia a la afinidad química de los minerales, a los tropismos de las plantas, a la percepción del animal y a la conciencia del hombre; y por si fuera poco, también al hecho –si es hecho– de que “el portuario de Londres, el de Buenos Aires, el de Santa Fe reaccionan del mismo modo [?]. Hay algo que los hace manifestarse así, hay una conciencia común… ¿No notamos en esto una unificación de las conciencias?”. O sea una “superconciencia” destinada a unificarse en un bloque e ir a parar al Punto Omega en forma cónica.
«Esto pasa ya de la ambigüedad; es un bruto sofisma. El profesor dice que es “analogía”. Nones. Es un bruto equívoco, es equivocación. Nos toma por memos.
«Y así se podrían traer seis “ambigüedades” más. Como la que el espacio-tiempo-energía (Trinidad chardoniana) tiene necesariamente forma de cono. Risum tenete, amici! [amigos, aguanten la risa].
«Ellas [las ambigüedades] tiran a persuadir que en la Iglesia hay y había muchas cosas mal, que una buena inyección de Telar curaría como por ensalmo. Los que se opongan a eso, el Luzzi los amenaza con una cantidad de males que resumiremos en esto: se quedarán atrasados en las tinieblas de la Edad Media y no podrán convertir obreros –de los cuales Telar y el Luzzi deben haber convertido millares–; mientras los que se incorporan al movimiento gozarán de una cantidad de bienes tal que recuerdan el aria Ciarlatano en L’elisir d’amore de Donizzeti» (Jauja, nº 18, Buenos Aires, junio 1968).
Reconozcan ustedes, por favor, que hoy estamos urgentemente necesitados de la irreverencia bien documentada del lenguaje del P. Leonardo Castellani ante la manga de sabiazos elevados en nuestro tiempo, frente al Magisterio apostólico, como grandes ídolos teológicos.
Los admiradores actuales de Teilhard de Chardin siguen siendo en la Iglesia, por supuesto, los modernistas y progresistas supervivientes, cada vez más viejos y desencantados –y cada vez más fuera de la Iglesia–. Pero no deja de ser significativo que los principales enemigos actuales de la Iglesia rinden especial culto al P. Pierre Teilhard de Chardin. Por ejemplo:
–La New Age admira a Teilhard de Chardin.El Pontificio Consejo de la Cultura y el Pontificio Consejo para el Diálogo interreligioso, colaborando con otros altos organismos de la Santa Sede, elaboraron un amplio documento sobre la New Age, titulado «Gesù Cristo, portatore dell’acqua viva. Una riflexione cristiana sul “New Age”» (2-3-2003). El documento analiza el conjunto de tendencias gnósticas, panteístas, evolucionistas, naturalistas, esotéricas, etc. que confluyen en la New Age, y señala también su afinidad con el pensamiento de Teilhard, cuando dice en la nota [15] del documento:
«A fines de 1977, Marilyn Ferguson [una de las principales teóricas de la New Age], envió un cuestionario a 210 “personas empeñadas en la transformación social”, que ella llamó “Aquarian Conspirators” […] Cuando se solicitó a los encuestados que dieran el nombre de los individuos cuyas ideas les habían influido, bien a través del contacto personal, bien por medio de sus escritos, los más nombrados, por orden de frecuencia fueron éstos: Pierre Teilhard de Chardin, C. G.. Yung, Abraham Maslow, Carl Rogers, Aldous Huxley, Roberto Assagioli y J. Krishnamurti». A estos siete nombres principales, añade el documento otros 30 nombres significativos (The Aquarian Conspiracy. Personal and Social Transformation in Our Time, Tarcher, Los Ángeles 1980, pg. 50, nota 1 y pg. 434).

–La masonería admira a Teilhard de Chardin. Jacques Mitterrand, Gran Maestre de la Masonería, declaró en la Asamblea General del Gran Oriente de Francia (3/7-9-1962):
Teilhard de Chardin, «quizá sin que se diese cuenta de ello, ha cometido el crimen de Lucifer de que la Iglesia de Roma con frecuencia ha acusado a los masones: él ha afirmado que en el fenómeno de la hominización […] es el hombre quien tiene la precedencia y no Dios y es el artículo principal de este proceso. Cuando esta conciencia colectiva alcance su apogeo en el punto Omega –como dice Teilhard–, entonces habremos producido el nuevo tipo de hombre, como lo deseamos: libre en su carne y sin trabas en su mente» (Roca, XV, nº 171, 3-1982). Probablemente el Gran Maestro masónico no interpreta bien a Teilhard, pero sí es cierto que la masonería halla una afinidad profunda entre su visión y la gnosis teilhardiana. Y en todo caso, sí queda claro que tenía razón Castellani cuando entre los errores principales de Teilhard señalaba «la negación de la Parusía». Si Teilhard «profetiza» la eclosión final histórica y triunfante de la Evolución, la Iglesia católica, enseñada por Dios, muy por el contrario, nos asegura que ese advenimiento glorioso del Reino no se dará «en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal» (Catecismo 677).
Actualidad de Castellani. El lenguaje que Castellani, estando él muy solo, emplea contra tantos falsos profetas venerados en su tiempo, y concretamente, como hemos visto, contra la gnosis panteísta-evolucionista de Teilhard, es semejante al lenguaje de Cristo y de San Pablo contra letrados y fariseos. Y ése es el lenguaje que hoy queremos recuperar en la Iglesia católica. Tiene razón Castellani: nos toman por memos.

Esquema del desarrollo filosófico argentino

Por Alberto Buela

Se distinguen en la historia de la filosofía en Argentina varios períodos claramente definidos. Hay que señalar que en todas estas etapas, si bien se destaca el tono de cada uno (escolástico, ilustrado, romántico, positivista, espiritualista, etc.), la hacienda siempre viene mezclada.

1) El del predomino escolástico que va de 1536 a 1773, aunque ya a partir de 1710 se nota la influencia del pensamiento de Descartes. En 1613 el paraguayo fray Fernando de Trejo funda la Universidad de Córdoba y el primer profesor de filosofía fue el madrileño Juan de Albiz, quien, se cuenta, poseía un ingenio agudo que alegraba a los presentes.
En este largo período con primacía de la escolástica, aunque existe casi un siglo de influencia del racionalismo cartesiano, se destacan: Domingo Muriel(1718-1795) y sus meditaciones sobre Hispanoamérica, José Peramás (1732-1793) con sus trabajos sobre la ciudad platónica y la ciudad cristiana en el Nuevo Mundo y fray de San Alberto (1727-1804) con sus meditaciones sobre pedagogía, política y vida espiritual.

2) Introducción de las ideas modernas con la ilustración y la radicalización de su ideología de 1773 a 1830.
Las generaciones de1810 (Saavedra, Castelli, Belgrano, deán Funes, Moreno, Monteagudo) y la de 1821 (Lafinur, Fernández de Agüero y Diego Alcorta como los ideólogos y Antonio Sáenz, Castro Barros y el padre Castañeda por el pensamiento tradicional). Esta experiencia dual recorre todo el pensamiento argentino hasta nuestros días: los ideólogos intentando poner en nuestro tiempo lo pensado por los europeos y los tradicionalistas rescatando para nuestra tierra y sangre nuestra compleja historia.

3) Introducción de historicismo romántico con la generación de 1837 (Echeverría, Alberdi, Sastre, Sarmiento, Mármol, Vicente Fidel López, Florencia Varela). Del espiritualismo ecléctico con las generaciones de 1853 y 1866: en la primera se destacan Mitre, Mansilla, Bilbao, destacándose aparte Mamerto Esquiú. Y en la segunda, José Hernández, Estanislao del Campo, Manuel Sáenz.
El historicismo romántico caló fuerte en la joven generación del 37. Quizás se pueda observar que dicha influencia quedó relegada al mundo social y político, dejando al racionalismo ilustrado el resto de los temas. Puede señalarse, como ejemplo, los dos textos del joven Alberdi: el “Fragmento…” de 1842, y “Las Bases” de 1848.
4) La introducción del positivismo se produce en la generación de 1880 y se prolonga hasta la de 1896. (Ramos Mejía, Ameghino, Pirovano, y sigue en la del 96 con Carlos Bunge e Ingenieros). Al mismo tiempo se destacan Estrada, Goyena, Cambaceres en el pensamiento tradicional. Y nace el pensamiento sobre nosotros mismos con autores como Juan Agustín García, Joaquín V. González y Ernesto Quesada. En la generación del 96 se ubica el primer filósofo profesional argentino Alejandro Korn (1860-1936) quien encabeza la reacción antipositivista, pero su producción intelectual es tardía por eso se lo ubica en la generación de 1910.
Es conocida la interpretación que a menudo se ha realizado sobre el positivismo argentino, tanto por sus defensores como detractores. Quizás no se haya prestado la suficiente atención, punto que Nimio de Anquín ha enfatizado, acerca del carácter originario que puede poseer para nosotros el positivismo en tanto se centre en la cognición de las individualidades entitativas. En tal sentido podría indicarse al positivismo como un primer bosquejo de pensamiento iberoamericano con algunos rasgos propios.

5) Crítica y superación del cientificismo. Surgimiento de un nuevo espiritualismo con la generación del centenario. Primera llegada de Ortega (1916) y de D`Ors (1918). Se inicia la profesión de filósofo.(Korn, Rougès, Alberini, Franceschi, J.B.Terán, Macedonio y desde el ensayo, Rojas, Lugones, Ugarte).
Su continuación y profundización se da en con los hombres de la generación del 25 que junto con la de 1940 realizan la mayor, mejor y más profunda producción filosófica argentina. Se ubican en la primera: Romero, Guerrero, de Anquín, Astrada, Fatone, Vasallo, Miguel A. Virasoro, Sixto Terán, Cossio, Taborda, y desde el ensayo Canals Feijoo, Borges, Mallea, Scalabrini, Battistessa. Y en la del 40 Sepich, T.Casares, Castellani, Meinvielle, desde el ensayo Marechal, Jauretche, J.L. Torres.

6) 1955: la quiebra y el vaciamiento de la universidad argentina con la expulsión de los grandes filósofos: Nimio de Anquín, Miguel A.Virasoro, Carlos Astrada, Carlos Cossio, Diego Pró, Eugenio Pucciarelli, Luis Juan Guerrero, Leonardo Castellani. Imposición del “normalismo filosófico” de Francisco Romero por sobre la propuesta de Coriolano Alberini de “florecimiento de genios filosóficos ajenos a la enseñanza oficial”.

7) Retroceso y repliegue de la actividad filosófica en la generación del 60 (Murena, Masotta, Caturelli, Eggers Lan, Kusch, Maliandi), reducida en el mejor de los casos a buenos e incansables investigadores.

8) 1972: II Congreso Nacional de Filosofía, surgimiento, tanto de la filosofía de la liberación (Dussel, Casalla, Fornari, Scannone, De Zan) con anclaje en Astrada, como del pensamiento de la disidencia y la identidad (Caparro, Buela, Maresca con anclaje en de Anquín), que tiene un desarrollo posterior en el tiempo a la anterior.

9) La loza de plomo en la filosofía argentina (1976-2011). Investigadores rentados (Vigo, Crespo, Ruiz Pesce, García Bazán, Walton) y algunos filósofos aislados (Maresca, del Barco, Fornari, Buela, Feinmann, Zanotti), que mejor sería denominar arkeguetas, esto es, aprendices constantes.

El secreto más guardado de la filosofía argentina
Cuando Gustavo Bueno, el más significativo, por lo inconformista, filósofo español vivo me preguntó acerca de la filosofía en Argentina para agregar en su página de “filosofía en español”, le recomendé el mamotreto de 1500 paginas del querido y eximio profesor y tocayo Caturelli: Historia de la filosofía en la Argentina 1600-2000 que cuenta además con 550 páginas de bibliografía filosófica argentina que supone un trabajo de enanos el haberla realizado por un solo hombre. El libro comenta 1400 autores y se detiene en unos 200(ojo que me puso dentro de estos). De estos doscientos en mi criterio se destacan por su originalidad y penetración el 10%:
Virasoro, Miguel Angel; Vasallo, Ángel; Terán, Sixto; Taborda, Saúl; Sepich, Juan; Rougés, Alberto; Romero, Francisco; Pró, Diego; Murena, Héctor; Meinvielle, Julio
Massuh, Víctor; Kusch, Rodolfo; Guerrero, Luis; Casas, Manuel; Castellani, Leonardo
Aybar, Benjamín; Anquín, Nimio de; Astrada, Carlos y Alberini, Coriolano. Y que si me veo obligado a reducir a dos, ellos serían Astrada y de Anquín.
El secreto mejor guardado de la filosofía argentina es el que han realizado los pseudos filósofos de la autodenominada filosofía de la liberación cuando se autotitulan discípulos de Carlos Astrada (marxista-maoista) y borran la influencia de Nimio de Anquín, por considerarlo nipo-nazi-facho-falanjo- peronista.

La vida de estos dos filósofos corre paralela: nacen en Córdoba en 1894 y 1896, estudian en la misma universidad con los mismos profesores. Parten en 1926 con una beca para Alemania donde uno va a estudiar con Heidegger y otro con Cassirer. Los dos participan activamente en el I Congreso de filosofía de 1949. De Anquín con una sólida formación clásica en Aristóteles y Santo Tomás termina volcándose a Hegel y Astrada con una débil formación clásica pero una basta información contemporánea, también termina arropándose en el filósofo de Berlín.
Durante el primer peronismo Astrada dirige desde la Universidad de Buenos Aires los Cuadernos de filosofía mientras que de Anquín desde la Universidad de Córdoba edita por su cuenta y riesgo Arkhé (revista americana de filosofía sistemática y de historia de la filosofía).
La adopción por parte de ambos de Hegel y su Volkgeist (espíritu del pueblo) hace que Astrada por su pertenencia maoísta-marxista lo vea encarnado en “el proletariado” y de Anquín su pertenencia al peronismo en los trabajadores y en “la tradición nacional” expresada por Lugones como “poeta óntico”. Los dos son antiimperialistas pero mientras que Astrada lo es al estilo marxista, de Anquín nos habla de un “imperialismo situado” y como se manifiesta aquí y ahora, al estilo de ese gran denunciante que fue José Luis Torres, el fiscal de la Década Infame.

Enrique Dussel en su publicitada obra Filosofía de la liberación (ver pp.50 a 56) ve el problema pero escamotea la verdad. Y así afirma que la filosofía de la liberación le debe su paternidad de Carlos Astrada y su Mito gaucho (1948) ignorando adrede, silenciando a propósito (lo mismo ha hecho Arturo Roig en su Pensamiento latinoamericano) la extra-ordinaria meditación de Nimio de Anquín El ser visto desde América (1953), que es la que realmente funda un genuino pensamiento americano de las identidades y de la disidencia al pensamiento único y políticamente correcto.
Así Dussel en sus infinitas “agachadas” al régimen de poder constituido y al statu quo reinante de los diferentes países donde ha vivido como “turista filosófico”, cuando habla de los crímenes sobre la filosofía corre rápido al ejemplo de Husserl y su expulsión por los nazis pero nada dice del asesinato de Jan Patocka por parte del gobierno comunista checo.
Tendría que aprender de la valentía del filósofo argentino Oscar del Barco quien reclamó igual juicio que a los milicos de la dictadura, a sus antiguos compañeros los montoneros, y lo ralearon de todos lados.
Hace ya muchos años otro muy buen filósofo argentino, Máximo Chaparro, me comentaba que había que desarmar la gran mentira en torno a don Nimio, porque fue él, el auténtico y genuino fundador de la filosofía popular de la liberación con el rescate “el Ser singular (que es el ser visto desde América) en su discontinuidad fantasmagórica. El americano es un elemental, y sus pensadores representativos se asemejan a los físicos presocráticos.., para quien filosofe genuinamente como americano, no tiene otra salida que el pensamiento elemental dirigido al Ser objetivo-existencial…y este pre socratismo americano será, al cabo, una contribución efectiva a la recuperación del sentido greco-medieval del ser”.
Y sobre esto me observa el mismo Chaparro que: “Esta recuperación tiene un hondo significado. Por un lado, la ubicación del filosofar americano dentro de la tradición europea, rescatando su y nuestra originalidad, y por otro, en el desarrollo de la autoconciencia, el encuentro con las cosas en su individuación y potencial universalidad. A menudo algunos repetidores se refieren a de Anquín como prototipo de un filosofar regresivo y ahistórico, no comprendiendo ni la ontología del filósofo y menos aún su imponente hermenéutica de la tradición europea”.
Y así como Hernández pintó en Martín Fierro al pueblo argentino, análogamente de Anquín, hablando desde Lugones como poeta óntico, ve que ese Ser singular está encarnado también en el pueblo argentino. Es por ello que todo el pensamiento post anquiniano es un pensamiento sobre la identidad o sobre las identidades. Es un pensamiento sobre la cultura de síntesis que somos nosotros y la interculturalidad y no el multiculturalismo como han postulado muchos pensadores de la filosofía marxista de la liberación. Esa interculturalidad se manifiesta en la religiosidad popular que es católica hasta el tuétano, cargada con todas las manifestaciones heterodoxas que nuestro pueblo le ha adherido (Gauchito Gil, Difunta Correa, etc.).
Nosotros nos inscribimos en esta tradición de pensamiento como hombres del campo nacional, como pensadores populares católicos y como nacionalistas de Patria Grande. Y ante el one word, el mundo uno, no nos queda más salida que el ejercicio del disenso y el rescate de las identidades y las diferencias, en el marco de una tradición cultural tan específica como la de nuestra ecúmene hispanoamericana.

Patricios de Obligado

En la Comandancia de los Santos Lugares (Gral San Martín, 26 de marzo de 2011)