Rosas

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sábado, 31 de marzo de 2018

Los enemigos de Bolívar

Por Britto García
No hay grandeza sin enemigos. El camino de todo héroe está sembrado de sabandijas. Bolívar desafió las más aguerridas legiones de un Imperio global. Peleó 472 batallas y perdió sólo seis. Casi invencible cara a cara, sus adversarios buscaron herirlo a traición. Recordemos a Vinoni, que entrega Puerto Cabello; al infeliz negrito Pío que intenta matar al Libertador y sólo acuchilla a Amestoy, que reposaba en la hamaca de aquél; a los magnicidas del atentado del 25 de septiembre de 1828 en Bogotá. Tampoco pudieron con él. Tuvieron que asesinarlo en el alma, balaceando a su más dilecto amigo y posible sucesor: Antonio José de Sucre, mariscal de Ayacucho.  Pues no hay adversario más leal que el abierto. El Pacificador Pablo Morillo era de cuidado. Venía con sesenta navíos, inmensos pertrechos y 15.000 hombres a sofocar la rebelión del Nuevo Mundo. Había peleado victoriosamente contra Bonaparte. El Pacificador batalló fieramente contra los patriotas, pero también les reconoció gallardamente la valentía. En la entrevista de Santa Ana pudo capturar a Bolívar, que compareció a parlamentar solo y sin escolta, y no lo hizo. No calzan esos puntos los virreyes a quienes Bolívar o sus generales pusieron en fuga. Ninguno fue hijo de sus obras; ni uno solo tenía un proyecto distinto de la eternización del privilegio, ninguno debió sacar ejércitos de la nada para defender instituciones aún por crear.
 201 años del nombramiento de Simón Bolívar como Libertador
No hay enemigos más dolorosos que los hermanos a quienes la circunstancia enfrenta. Miranda capitula teniendo bajo su mando veinte mil hombres; Bolívar y los patriotas lo detienen para juzgarlo, y en eso los realistas se apoderan de los patriotas y de Miranda. Mucho debió pesar a Simón José Antonio verse enfrentado a aquél hombre deslumbrante, y como él desventurado. Bolívar reconoce que la batalla de San Félix es el más brillante triunfo obtenido hasta ese momento por las armas patriotas, y sin embargo hace ejecutar a Piar, quien intenta dividir las fuerzas o reavivar la Guerra de Colores. El catire Páez quiere separarse de la Gran Colombia, y Bolívar lo aplaca dándose en 1826 un paseo por Caracas acompañado de numerosos batallones. El zamarro llanero espera hasta la muerte física del Libertador para deshacer su obra. Sin embargo, respetuosamente preside la repatriación de los restos del Prócer. Y al final de su autobiografía confiesa que concluye ésta donde debió terminar su carrera política: con la Independencia. Historiadores oficiosos han querido inventar una enemistad entre Bolívar y San Martín; pero éste hasta el fin de sus días en el doloroso ostracismo conserva ante su vista un retrato de Simón José Antonio, quien fallece camino a destierro.    Nada de esta grandeza compartieron quienes fingieron estar de su parte para venderlo más fácilmente. Francisco de Paula Santander, general que jamás ganó una batalla, negocia fatales empréstitos que arruinarán la Gran Colombia, niega al Libertador fondos para la Campaña del Sur, e intenta asesinarlo. El infame Pedro Carujo se une a esta conjura, y luego pretende acabar con la Gran Colombia en la conspiración de la Cosiata. Antonio Leocadio Guzmán viaja a la Nueva Granada para incitar a Bolívar a coronarse, y como éste rechaza el proyecto, deviene su acérrimo enemigo. Así como la gloria del héroe crece, disminuye la talla de sus adversarios. Esta enumeración podría seguir indefinidamente en orden decreciente, de no interrumpirla la repugnancia o la lástima.
“He sido víctima de mis perseguidores, que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono”, escribe Simón José Antonio en su última proclama. Desaparecido físicamente el héroe, quienes lo odiaron detestan su obra. Es adversario de Bolívar quien rechaza la Independencia de América Latina y el Caribe, su integración, la liberación de esclavos e indígenas, la soberanía popular, la democracia, la atribución a la República de la riqueza del subsuelo, la confiscación de bienes de potencias extranjeras, la inmunidad frente a decisiones de tribunales foráneos, la educación abierta a todos, el ejército popular. Es tarea para emperadores o nulidades. Bolívar los perdonó. Olvidémoslos.
Exigente empresa es hoy odiar a Bolívar Advirtió Neruda que “estás en la tierra, en el agua, en el aire de toda nuestra extensa latitud silenciosa”. Añadió que­: “todo lleva tu nombre, padre, en nuestra morada:/tu apellido la caña levanta a la dulzura,/ el estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,/ el pájaro bolívar sobre el volcán bolívar,/la patata, el salitre, las sombras especiales,/las corrientes, las vetas de fosfórica piedra,/todo lo nuestro viene de tu vida apagada,/ tu herencia fueron ríos, llanuras, campanarios,/ tu herencia es el pan nuestro de cada día, padre”. Bolívar es ese legado titánico. ¿Cómo borrar a quien está en todo y es todo? A ver quién nos deshereda.

jueves, 29 de marzo de 2018

José Espejo, un obrero leal a Evita y a Perón

Por Pablo Vázquez

Nacido en Jáchal, San Juan, en 1911, José Gerónimo Espejo aún no había terminado el secundario cuando empezó su actividad gremial. Fue chofer de la compañía Bagley y, con el tiempo, “dirigente en el Sindicato Obrero de la Industria de la Alimentación (SOIA) y en la Federación Obrera de la Industria de la Alimentación (FOA), de orientación comunista.
Con simpatías por las ideas socialista, fue elegido como vocal del SOIA en 1939 y reelegido en 1943, siendo su secretario de prensa entre 1945 y 1947”.  Luis Gay y Cipriano Reyes fueron los principales organizadores del partido Laborista, herramienta electoral que le permitió a Perón presentarse en las elecciones del 24 de febrero de 1946 y  resultando elegido presidente de la Nación.  Gay fue elegido secretario general de la CGT y designado presidente de la Caja Nacional de Ahorro Postal, hecho que aparentemente entró en confrontación con Ángel Borlenghi, ministro del Interior y secretario general de Empleados de Comercio,  ya que éste se había opuesto a Perón para disolver el Partido Laborista con el fin de fusionarlo con los otros partidos que lo apoyaban
En 1947 con la excusa del acercamiento de Gay a la central sindical estadounidense, la AFL, Gay fue desplazado de la conducción de la CGT y reemplazado por Aurelio Hernández, quien ejerce por muy poco tiempo esa función, para dar paso a José Espejo como secretario general.
El 3 de diciembre de 1947 fue elegido Espejo como nuevo secretario general de la CGT. Fue vicepresidente de la Convención Nacional Constituyente de 1949, vicepresidente de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional, director de la Caja de Industria, titular de la Caja de Préstamos para la Vivienda, y presidente del directorio del diario La Prensa, cuando paso a manos de la CGT.
La labor del nuevo secretario general estuvo ligada a acompañar estrechamente no sólo las medidas gubernamentales sino en plantear una fuerte adhesión a las figuras de Perón y Evita.  La imagen de Espejo, junto a Santín, Soto y Cabo, junto a la pareja presidencial sea coronando a la Reina del Trabajo o inaugurando un establecimiento industrial fue constante en la representación sindical de apoyo oficial durante el primer peronismo. La CGT formó parte del movimiento peronista como una de sus ramas, a la vez que es el puntal de las movilizaciones de los 1º de mayo y 17 de octubre de cada año, junto a aquellas movilizaciones especiales en apoyo al justicialismo. Se ejemplificó dicha posición en el Congreso Extraordinario de la CGT del 17 al 19 de 1950, con la reforma de sus estatutos y el apoyo explícito a Perón.  Pero también motoriza la labor sindical al lograr que la CGT cuente con 707 organizaciones adheridas, 92 delegaciones regionales y 167 organizaciones, contando con un números cercano a 5.000.000 de afiliados.
Hay una participación activa en el desarrollo de la legislación laboral de la época, no sólo por los diputados de extracción obrera y la labor de José María Freire, ministro de Trabajo y Previsión, sino por el impulso dado por Espejo y sus compañeros de la CGT.
El decálogo de los Derechos del Trabajador, luego incluidos en la constitución de 1949, ejemplifica como nada la imbricación entre identidad obrera y ciudadanía, planteando un nuevo modelo de pueblo “trabajador”.
En 1950 Espejo, delegado en la reunión anual de la Organización Internacional del Trabajo, acusó a la Federación Internacional de Obreros del Transporte de “interferir en la política gremial argentina”. Semanas después, Perón, en un acto organizado por la CGT que es buena política no adherirse a la Confederación Internacional de Sindicatos Libres ni a la Federación Sindical Mundial, pues responden, respectivamente, a la influencia capitalista y comunista. Para profundizar los lazos internacionales entre centrales obreras del continente se impulsó la Agrupación de Trabajadores Latinoamericanos (ATLAS).
El cenit de su carrera fue el impulso al Cabildo Abierto del 22 de agosto de 1951 postulando a “Perón – Eva Perón, La fórmula de la Patria”. Allí se iba a iba a legalizar el poder de Evita con la demostración que el pueblo todo la legitimaba.Y otro golpe más duro que el cáncer se produjo. La presión militar y de la oposición impuso su posterior Renunciamiento, siendo la primera derrota del campo popular. Luego – tras el intento de golpe del general Menéndez – el supuesto suministro secreto de Evita a la CGT de armas y el intento de milicias obreras fue abortado, paradójicamente por quienes luego volvieron esas armas contra Perón.
El 17 de octubre, dedicado a ella, fue una despedida al pueblo y a su hombre.
Siendo las 20.25 hrs. del 26 de julio de 1952 Evita murió y con ella morían muchas esperanzas. La revolución estaba herida de muerte….
Espejo, aquel que escoltó con otros secretarios generales la cureña que llevó los restos de Evita al edificio de la CGT, también inició la recta final a su labor al frente de la CGT.
Producido el golpe de la autodenominada “Revolución Libertadora” fue encarcelado y llevado al penal de Rio Gallegos junto a Guillermo Patricio Kelly, Pedro Gomis, Héctor J. Cámpora, Jorge Antonio y John William Cooke, donde al tiempo escapan de forma cinematográfica en marzo d e1957. Tras su fuga permaneció en Chile hasta que la amnistía dictada por Frondizi le permite retornar a su patria.  Aunque ocupa un lugar en el Comando Táctico e intercambia correspondencia con Perón ya no tendría la misma trascendencia que años atrás.  Murió el 19 de diciembre de 1980, paradójicamente el mismo día que Cámpora, uno exiliado en México, el otro en un exilio interior…
El diario Crónica en su necrológica del domingo 21 consignó sobre José Espejo: “Ante la carencia de recursos económicos trabajó como corredor de galletitas y vinos de mesa. Tuvo que encara esa actividad por cuenta propia porque las empresas al conocer su identidad lo despedían. Al momento de morir percibía una modesta jubilación como trabajador de la alimentación”.  Salvo un trabajo de Bosoer y Senen González en una obra compilada por Rein y Panella, poco y nada se ha investigado sobre él. Recientemente la familia Espejo a suministrado material de archivo al Instituto Nacional Eva Perón para empezar a profundizar sobre aquel que simbolizó la lealtad absoluta a Perón y Evita en épocas fundacionales del peronismo.  

Sobre las Malvinas: dos opiniones no muy conocidas

Por Mario Rapoport

El aporte de textos históricos sobre las islas Malvinas contribuye con antecedentes que ayudan a argumentar mejor la defensa de nuestra soberanía sobre las islas, tanto en los foros internacionales, como directamente con los británicos cuando éstos se vean suficientemente presionados para sentarse a la mesa de las negociaciones.A continuación reproduzco dos de ellos. El primero pertenece a un diplomático ruso, Alexander Semionovich Ionin, que estuvo por estas tierras y visitó las Malvinas a fines del siglo XIX, reflejándolo en la publicación de un texto del que tomamos un par de citas significativas (se trata de una traducción al inglés de su libro, originalmente editado en ruso, Mi viaje por América del Sur, San Petersburgo, 1889). 
 
En una primera parte de consideraciones generales dice el autor:
“La presencia cada vez más acusada en Sudamérica de las principales potencias marítimas europeas dotará a este continente de un significado político totalmente nuevo, a la vez que la ruta por el estrecho de Magallanes puede convertirse en una ruta militar de suma importancia […] es posible que se produzca una guerra entre las potencias marítimas y que peligren sus ya muy considerables intereses comerciales en América […] las Falkland representan desde luego un envidiable punto de apoyo y la potencia que las posea podrá esperar todos esos conflictos con la mayor tranquilidad, segura de poder salvaguardar sus intereses comerciales en el Hemisferio Sur, aun en el caso de guerra […]”
Ionin agrega luego su opinión sobre la posesión de las islas por parte de los ingleses y sus posibles consecuencias: “Lo atractivo de este archipiélago para Inglaterra radica sobre todo en consideraciones políticas que en más de una ocasión le han llamado la atención a una que otra potencia marítima europea […] Por cierto, ofrecen las Falkland una cantidad de anclajes estupendos que podrían ser utilizados por una escuadra de observación naval, dominando así una ruta de comunicación muy importante del Atlántico al Pacífico […] Las Falkland son el único lugar en el Atlántico donde se puede pisar tierra firme, aunque hasta ahora no ha resultado tan firme la que pisa allí Inglaterra, pues sólo mantiene a un gobernador y no tiene ni un solo cañón, ni considera necesario establecer comunicaciones con la metrópoli. Por ahora, parece que esto le es suficiente […] Sudamérica dividida como está en débiles organismos estatales aún no representa ninguna fuerza seria, independiente, que se deba tomar en cuenta, aunque pueden cambiar las circunstancias y es probable que cambien. Sin embargo, estando segura de sus derechos jurídicos nadie puede ignorar las protestas del gobierno argentino y en cualquier momento éste tiene la posibilidad de enviar allí fácilmente cañones, soldados y naves. Por consiguiente, yo aconsejaría a las potencias marítimas que prestaran más atención a las protestas anuales del ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aíres, pues no son éstas tan carentes de razón como a primera vista parecen”.
Estas líneas no sólo resumen los intereses ingleses, sino también señalan otras cosas. Como aquello de que Inglaterra, que consideraba este sitio por su importancia estratégica, tanta aparentemente no le daba, ya que después de más de medio siglo de ocupación no tenía ni un cañón en las islas, ni se comunicaba con la metrópoli. ¿Donde estaban los ascendientes de aquellos que hoy proclaman la autodeterminación de sus habitantes? ¿Por qué las islas se hallaban, según esa narración, casi en el mismo estado en que las había dejado el gobernador argentino Vernet?
Muchas preguntas sin respuesta. Pero, además, Ionin acepta los derechos jurídicos argentinos y, casi como un visionario, anticipa una posible guerra entre los dos países involucrados en la disputa, así como la relevancia que podría tener en el futuro en este tema la formación de un bloque sudamericano.
En otro libro, publicado originalmente en inglés y traducido recientemente al español, que data de 1944, El enigma argentino, Félix J. Weil, un argentino de origen alemán, millonario y de izquierda, que con su dinero había ayudado a crear la famosa Escuela de Frankfurt y en ese entonces residía en los Estados Unidos, da su interpretación de los orígenes históricos de la ocupación de las islas, que se remonta no a los británicos sino a los norteamericanos, quienes abrieron la puerta para una ocupación posterior.
Se sabe bien que en diciembre de 1831, el capitán Silas Duncan, al mando de la corbeta “Lexington” de la armada de los Estados Unidos entró en las islas, las ocupó, arrestó a sus autoridades y voló el depósito de pólvora que encontró allí. Pero se conoce menos que esta acción fue reprobada como contraria a ley por una corte federal de Massachusetts (ver Francis Wharton [ed.], A Digest of the International Law of the United States, Washington, 1887). Weil, además de revelar este histórico fallo, donde se reafirma indirectamente la soberanía argentina sobre las islas, no concuerda con la tesis de Paul Groussac, que en un libro de 1936 sobre el tema, de mucha repercusión en su época, sostiene que este incidente nada tiene que ver con la posterior acción del buque “Clio”, que en 1833 tomó posesión de ellas en nombre de Su Majestad británica. Dice Weil que aunque no existía evidencia documental de un arreglo en tal sentido, los argentinos estaban convencidos de que esto había ocurrido. Resulta extraño, en todo caso, que insólitamente Washington dejase a un lado la Doctrina Monroe, que tenía por lema principal “América para los americanos”, expuesta en 1823 por el presidente James Monroe, para rechazar cualquier injerencia europea en el nuevo continente.Por eso, Weil daba a entender que se debía haber llegado a un acuerdo entre los dos países anglosajones, porque el gobierno de Washington reconoció de inmediato la soberanía británica, a pesar de esa doctrina y del fallo de su propia Justicia con respecto a la primera ocupación. Ese fallo significaba un cierto reconocimiento a la pertenencia del lugar por parte de la Argentina, que lo había heredado de la corona española. Es decir que en el momento en que se produjo la ocupación británica se contraponía a una ley estadounidense. Sin embargo, desde esa misma ocupación, los Estados Unidos se negaron a aceptar los derechos argentinos mientras defendían la posición de Londres.
Es interesante señalar también que durante la Primera Guerra Mundial, el padre de Weil, un gran comerciante de granos de la Argentina, que tenía trato directo por su origen alemán con el emperador Guillermo II, le sugirió que en un gesto de buena voluntad los alemanes ocupasen las islas para devolvérselas a los argentinos, lo que iba a favorecer su posición frente al gobierno de Buenos Aires, en ese entonces neutral ante el conflicto bélico.
En síntesis, una opinión rusa y un fallo de la Justicia norteamericana que sería bueno tener en cuenta en la futura discusión sobre la soberanía.