Por el Prof. Jbismarck1
¿Por qué Rosas fue bien recibido por los ingleses, contra quienes combatió durante años?
Rosas, durante su gobierno, había tratado bien a los súbditos
ingleses que vivían en la Argentina, quienes siempre tuvieron un buen
concepto sobre él porque les permitió vivir en paz, crecer
económicamente en el país y gozar de la seguridad jurídica que brindaba
la Confederación, respetándoseles sus propiedades y sin ser molestados
ni en el período del bloqueo. Más aun, ellos mismos estaban en contra
de dicho bloqueo porque los perjudicaba en sus actividades comerciales.
Esta posición la expresaba el Ministro Gore al gobierno inglés antes
de Caseros. Sostenía que, si bien era contrario al régimen de Rosas, a
Inglaterra no le convenía que derrocaran su gobierno pues protegía la
vida y los bienes de los extranjeros, manteniendo el orden jurídico en
el país.
Gilbert K. Chesterton decía que “El verdadero soldado no lucha porque
odie lo que hay frente a él sino por amor a lo que tiene detrás”. Más
claro y sintético, imposible.
Podemos decir que Rosas no era enemigo de los ingleses, sólo defendía
los derechos de la Confederación Argentina. Cuando fuimos respetados
por ellos, se los respetó.
Obsérvese que, en el certificado de defunción donde debe completarse la ocupación, dice “EX PRESIDENTE OF ARGENTINIA CONFEDERATION”.
Lo que nos demuestra que más allá de todo, J.M. fue visto y tratado,
aun en el exilio, no sólo como Gobernador de una Provincia, sino como
Jefe de Estado.
Tal vez su único enemigo declarado era el Imperio del Brasil. Es
discutible si ello se extendía a los franceses dado que durante muchos
años se estampaba la frase “Mueran los Salvajes Unitarios” y luego “Mueran los asquerosos Inmundos Franceses“.
Seguramente por una cuestión ideológica ya que todas las doctrinas
libertarias e iluministas venían de Francia y chocaban con el hispanismo
tradicional de Rosas quien privilegiaba el orden y las jerarquías. A
pesar de todo esto, los franceses, incluido Napoleón III, respetaban a
J.M. por el ahínco y nobleza con los que defendía la independencia de su
nación.
Era y es muy común en los ingleses el hecho de tender una especie de “puente de plata”
a aquellos que hayan combatido y caído contra ellos lealmente sin
traicionar a sus patrias, dejándoles huir de batallas o establecerse en
posteriormente Inglaterra. No sabemos cuáles serían los motivos
encubiertos de tales medidas. Puede ser el brindar una imagen de
magnanimidad frente al mundo, de supuesta liberalidad, de pretendida y
falsa civilización.
La única duda que no hemos podido disipar es por qué J. M .de Rosas,
luego de llegar a Inglaterra donde fue tratado con la reciprocidad que
él tuvo para con los ingleses inmigrantes y comerciantes del Plata y al
que se le dio trato de Jefe de Estado, se quedó allí en vez de tentar ir
a otras tierras tal vez más benignas con él, en cuanto al clima e
idioma como España, donde además tenía parientes en Burgos de donde
procedía su familia.
Lo mismo se preguntó Juan Nepomuceno Terrero al escribirle a J.M. el
30 de diciembre de 1853 sobre los motivos por los cuales permanecía en
Inglaterra cuando podía radicarse en Italia, Francia o España. Debemos mencionar que Rosas nunca salió de Inglaterra. No visitó
ningún país de Europa mientras vivió en el destierro. Tal vez la razón
estribe en el carácter de J.M. Remitiéndonos a su análisis, intentaremos
develar los motivos. J.M. tenía como característica básica de su personalidad EL ORDEN. En todos los aspectos de su vida.
Era ordenado en su ámbito privado, en sus actividades cotidianas y
sus labores diarias en el campo. Era meticuloso al extremo en su vida
pública, conocido por su puntillosidad en las cuentas del erario público
y privado. Amaba el orden más allá de cualquier idea política y le
irritaba de sobremanera todo lo que pudiese entenderse como anarquía y
revolución contra la estabilidad institucional legalmente establecida.
Ese rasgo de personalidad, tan conocido y difundido en sus escritos
era visible y, en tiempos del destierro, Inglaterra, en plena época
victoriana representaba estabilidad en sus instituciones y era ajena a
revoluciones y guerras.
Seguramente esta particularidad le atraía a J. M., ya que el contexto
de Francia y España era totalmente opuesto debido a su inestabilidad
política. A esta situación debemos agregar un dato no menor
anteriormente citado: en Inglaterra fue respetado y tratado con honores
de Jefe de Estado.
Todo lo expuesto es sólo una interpretación deductiva extraída de su
carácter y modo de ser para identificar algunas de las razones in pectore que
pudo haber tenido Rosas para tomar la decisión de quedarse afincado en
Inglaterra. También debemos tener presentes las ideas y formación
política de J.M., que se asemejaba mucho al modo inglés de
representación.
En 1873 Ernesto Quesada visitó a J.M, en sus conversaciones, éste, le
decía que se había negado durante mucho tiempo a ello, por más que
deseara los mismo. Consideraba que en esos momentos la nación estaba en
anarquía permanente y hasta que no existiese orden en toda la
República, y se arraigase al pueblo en hábitos de vida democrática no
era posible. Requería tareas largas y penosas y un simple “cuadernito”
como solía decir Facundo Quiroga, no iba a cambiar nada sino por el
contrario iban a aumentar la desintegración de nuestra Confederación.
Tal cual sucedió después de Caseros. Ya en el exilio, llegó a conocer las ideas y actividades socialistas y
revolucionarias que se expandían por Europa que tanto le disgustaban.
Le preocupaba que llegase a hacerse del poder en algún estado.
¿Era este el modo real de pensar de Rosas?
El tiempo le dio la razón en el sentido que una Constitución,
supuestamente Federal, no logró pacificar ni organizar al país. Al
contrario, debido a las luchas fratricidas que comenzaron con la derrota
en Caseros y que la Constitución deseada o declamada, no pudo detener
las revoluciones que le siguieron. Aún más, la supuesta Constitución Nacional declaraba que se instituía
el sistema Federal de Gobierno, lo cual en la práctica y hasta el día
de hoy, es aparente, ya que en realidad es Unitaria y centralista, como
comentamos anteriormente.
En el fondo, más allá de sus justificaciones, suponemos que Rosas
abominaba el sistema electoral producto de una supuesta organización
bajo una Constitución y que él creía en un sistema absolutista de
gobierno. Comenta un anécdota al respecto citada por Roberto D.Müller: Rosas
conversaba con el Capitán del buque que lo llevaba a su destierro y éste
le habría preguntado por qué no había organizado constitucionalmente el
país, a lo cual J.M. le contestó:
“no había más sistema de gobierno eficaz que el absoluto, y que
convencido de esto, jamás pensó llamar a los pueblos a que se dieran una
constitución. El coronel Costa interrumpió a Rosas, diciéndole: .-¿De
modo, señor General que para eso nos ha hecho Vd. pelear veinte años?”- Y
qué?, recién lo conoce Vd?”, contestó el ex- Restaurador lo cual
generó aparentemente un altercado y el Coronel Costa se trasladó a otro
buque y en poco tiempo volvió a la Argentina“.
Sea verdad o no, éste diálogo deja en claro que el pensamiento de
Rosas se acercaba más a un régimen autocrático y con tintes absolutistas
que a uno democrático y jacobino. Como afirmamos precedentemente,
parecería que el tiempo le dio la razón puesto que ni la Constitución
sancionada con posterioridad a Caseros, ni los partidos políticos
sirvieron para pacificar al país; al contrario, nos envolvieron en una
anarquía sin fin.
Rosas seguía la evolución de la política europea. Durante los últimos
años en Inglaterra pudo conocer las ideas políticas revolucionarias,
socialistas y comunistas. Estas ideologías lo irritaban porque causaban
la insolencia de la plebe y el avance de ideas extremistas cuyo
liberalismo iba a ser el prolegómeno de la anarquía. Auguraba, por
tanto, épocas difíciles para los países europeos, criticando a Mazzini,
Víctor Hugo, entre otros pensadores.
Rosas tuvo tiempo de expresar sus ideas respecto a la llamada
democracia y los partidos políticos, y pudo declarar cuál era a su
entender el mejor sistema de gobierno. Esto no ha sido una opinión
aislada, sino algo que ha sostenido en toda su vida y su pensamiento
político, mínimamente desde 1832 a 1872.
“Es necesario desengañarse de una vez con esa falsa fusión con
ciertos partidos, sugerida y propagada con astucia por las logias, para
adormecer a los federales, que no conocen todo el fundo de perversidad y
obstinación de que están poseídos nuestros enemigos. Es muy triste y
degradante que el crédito de la República y la reputación de sus hijos
más ilustres esté a merced de los caprichos y perversidad de ambulantes
aventureros que, sin dar la cara, tienen libertad para ultrajar y
difamar impunemente” … (carta a Facundo Quiroga, del 28 de febrero de 1832);
“Formas constitucionales considero que son aquellas más conformes
al estado y posición de las cosas y que por lo mismo son las más a
propósito para preservar de males al cuerpo político y hacer que se
conserve en tranquilidad y orden del mejor modo posible. Si ellas no
fuesen de esta naturaleza ni produjeran estos saludables efectos, no
pueden llamarse constitucionales, porque no tienen ninguna relación con
la salud del Estado. En tal caso, o estarían de más, sin producir bien
alguno y se llamarían formas superfluas, o si producen o abren la puerta
a grandes males, más bien que constitucionales deberían denominarse
formas anárquicas” … (carta a Pascual Echagüe, del 23 de julio de 1836);
“Es que se quiere vivir en la clase de licenciosa tiranía que
llaman libertad, invocando derechos primordiales del hombre, sin hacer
caso del derecho de la sociedad a no ser ofendida… Las elecciones son
farsas inicuas de las que se sirven las camarillas de entretelones, con
escarnio de los demás y de sí mismos, fomentando la corrupción y la
villanía, quebrando el carácter y manoseándolo todo” … (carta a Josefa Gómez, del 17 de diciembre de 1865);
“Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto escrito de una
constitución, que no se quiere buscar en la vida práctica sino en el
gabinete de los doctrinarios; si tal constitución no responde a la vida
real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier
asamblea o decrete cualquier gobierno. El grito de constitución,
prescindiendo del estado del país, es una palabra hueca. Y a trueque de
escandalizarlo a usted, le diré que para mí el ideal del gobierno feliz
será el autócrata paternal, inteligente, desinteresado e infalible,
enérgico y resuelto a hacer la felicidad de su pueblo, sin favoritismos.
Por eso busqué yo solo realizar el ideal de gobierno paternal en la
época de transición que me tocó gobernar” … “He despreciado siempre a
los tiranuelos inferiores y a los caudillejos de barrio, escondidos en
la sombra; he admirado siempre a los dictadores autócratas, que han sido
los primeros servidores de sus pueblos” (entrevista con Vicente Quesada. (1873). Más claro, imposible.
Rosas llegó a leer textos de Karl Marx, pero –y esto es lo curioso-
Marx aparentemente conocía quien era J.M de Rosas: Existiría un libro
escrito por Karl Marx y prologado por J.Raed Spalla llamado “Palmerston, Rosas y El Río de La Plata”,
(https://www.marxists.org/espanol/m-e/1853/lord_palmerston.pdf) que
hasta la fecha, no he podido encontrar. No se debe confundir con otro
anterior sobre Lord Palmerston: “Historia de Vida de Lord Palmerston” escrito en 1853, también con el prólogo de J.Raed Spalla, que puede leerse en el sitio recién mencionado.
J.M. en su exilio, además de escribir sobre temas variados, llegó a
escribir un cuento. Solamente uno. Si, uno solo, a lo largo de toda
su vida. Se llamaba “Desespera y Muere”. Si bien no se sabe con
certeza la fecha exacta en que lo escribió, se supone que fue escrito
después de 1858. El historiador Dardo Corvalán Mendilaharzu lo
encontró en el Museo Histórico Nacional, escrito en una libretita en la
cual Rosas solía garabatear ideas. En sus páginas, en letra manuscrita y
con la buena caligrafía de J.M. pudo leer este cuento.
Lo curioso del tema es que EL protagonista es en verdad, LA
protagonista. Es decir, una mujer: María, que habla sobre su hombre
amado y sus desgracias. Si invirtiéramos los géneros de los personajes, y
fuese un hombre el que le hablase a su mujer, aparecerían, como por
encanto, muchos de los pensamientos tristes y melancólicos que tenía
Rosas en su vida real en esos momentos de destierro y penurias
económicas. ¿Una especie de Alter Ego, tal vez? No lo sabemos.
No podemos omitir el hecho que J. M. en sus repetidas cartas e
incluso en su testamento, registró con puntilloso orden todo el dinero
que le había sido entregado por pocos amigos y familiares para subsistir
durante esos aciagos años. Rosas siempre consideró ese dinero como un
préstamo, dato que se refleja en su testamento cuando dispuso que el
mismo fuera devuelto con un 3% de interés (correspondiente al interés
fijado por los bancos ingleses). “Cuando se le devuelvan los bienes injustamente confiscados“.
Juan Manuel de Rosas murió pobre y prácticamente solo, puesto que en
ese momento estaban su médico, su consecuente empleada Mary Ann, su hija
Manuelita y los hijos de ésta, Rodrigo Tomás y Manuel Máximo Terrero.
Su yerno, estaba en Buenos Aires tramitando la devolución de los bienes
maternos de Manuelita.
Rosas murió el miércoles 14 de marzo de 1877 a las 7 de la mañana.
Fue enterrado en el Cementerio de Southampton, en la capilla católica de
Buglestreet, con la sola presencia de las personas citadas
anteriormente.
Se acompañan. Certificados de Defunción (tomadas en 1914):
un plano original del cementerio y la ciudad
y una foto original del sepulcro tomada en el año 1914:
Cabe señalar que antes de traer de vuelta al país los restos del
Restaurador, debió abrirse el ataúd para verificar la existencia de su
cuerpo.
Además de dicha certificación ‘in visu’, se encontraron en su interior:
. Una cruz de madera muy deteriorada, con cuatro pequeñisimas rosas
confeccionadas en tela que por su estado fue difícil saber de qué tipo
de material se trataba.
. Un plato de fondo blanco con dibujos azules, típicamente inglés, que era el plato en el que comía habitualmente J.M.
. Su dentadura postiza que por ser una de las primeras que existían
en el mundo, recordemos la época en que se hizo, fue solicitada, dada su
importancia histórica, por nuestra Facultad de Odontología para
estudiar el material y la forma de realización. Sin embargo, la familia
se negó a donarla por cuestiones de pudor e intimidad.
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