Por Jorge Sulé
Ante
las referencias vertidas por Felipe Pigna en un artículo de la Revista
“Viva”, se nos hace imperioso señalar
sus errores, omisiones y tendenciosidad ideológica cuando emite juicios y
comentarios sobre uno de los mayores próceres de la historia argentina. En el subtítulo “Tiempos de cambio” afirma que “con la instalación de
los saladeros la necesidad de sal y tierras para las pasturas fueron
apartando a la burguesía del recuerdo de los ideales de hermandad
expresados por los hombres de Mayo”, desconociendo, o aparentando
desconocer que antes de la Revolución de Mayo ya se habían instalados
saladeros. Entre 1792 y 1796 se exportaron desde Buenos Aires, según
Azara, más de cuarenta mil quintales de tasajo. Este florecimiento
económico, justamente, fue uno de los factores que incrementó los
ideales independentistas y contribuyó a solventar las guerras de la
independencia. Sería aconsejable que Pigna investigue las publicaciones de “El
Telégrafo Mercantil” del 3 de septiembre de 1802 que dan cuenta del
negocio del tasajo que ya venía desarrollándose desde finales del siglo
XVIII (1). No hay cambio sino desarrollo de una actividad que procuró
mucha mano de obra a los sectores más desprotegidos de la población
además de estimular y originar otras actividades como la carpintería,
talleres de cerrajería y tafiletes necesarios para construcción de
barriles etc, etc.
Por otra parte el concepto de “burguesía”, taxonomía liberal o
marxista a la que Pigna recurre, es inválida para designar al segmento
dirigencial que se pronunció contra la autoridad española en mayo de
1810. Pero entrando en su territorio liberal-marxista, la burguesía
sería el sector que vive en la ciudad (el burgo). Se dedica a comprar y
vender sin incorporar valor agregado al circuito económico. El pulpero,
el tendero, el de la casa de Ramos Generales, los que se desempeñan en
la profesiones liberales, etc, pueden incluirse dentro de esa
simplificación sociológica. Rosas por el contrario, vive en la frontera
muchos años, es fronterizo y no burgués. Hay que saber el tiempo del
destete de un ternero, de “marcar”, saber el porcentaje de caballos
enteros que debe haber en una manada y por lo tanto saber capar los
restantes, convertir un novillo en buey etc, etc. Cosa bien diferente es
saber criar hacienda, “hacerla” adaptando a ella la vida que limitarse a
vender en las tiendas los géneros importados comprados en Europa.
Pero además, al transformar la materia prima, la carne, en tasajo,
incorporando valor agregado a dicha materia prima y exportándola con
flete propio, estamos en presencia de un emprendimiento industrial.
Rosas, por lo tanto, como hacendado, es productor y como saladerista es
un empresario, expresión temprana del capitalismo naciente del siglo
XIX.
Cuando Pigna se refiere a Martín Rodríguez como gobernador
estanciero, ignora que los ingresos económicos de este gobernador
proceden en su mayoría del almacén de Ramos Generales y pulpería de la
que es dueño y no de su estancia.
Con el subtítulo “Rosas y sus aliados” Pigna recuerda que el saldo de
esa campaña al desierto fue de 3.200 indios muertos, 1.200 prisioneros y
1.000 cautivos liberados. Omite puntualizar las bajas sufridas en el
ejército expedicionario: salieron de Buenos Aires más de 2.000 efectivos
y sólo regresaron 1.000. Al parecer los muertos indios son más
importantes que los muertos cristianos. Además omite otros saldos: los
geopolíticos, económicos, sociales, políticos, etc, etc.
Estos escamoteos abundan en los trabajos de Pigna, distorsionando la
realidad histórica. Afirma que Rosas “pactó” con los pampas y se
enfrentó con los ranqueles y la Confederación liderada por Calfucurá.
Acá no solamente
hay escamoteos, sino exactitudes de bulto. Rosas no “pactó” sino que
informó con antelación a los distintos grupos indígenas de la
realización de una expedición invitándolos a que se sumaran a la columna
y no solamente a los pampas sino a los vorogas de Guaminí y Carhué. Ya
estando en Médano Redondo los tehuelches con sus caciques Niquiñile y
Quellecó, aceptaron las sugerencias de Rosas; el reconocimiento a las
autoridades nacionales recomendándoles que se constituyesen en
defensores del fortín Carmen de Patagones (2) autorizando su ubicación
en las zonas aledañas al fortín exhortanado al intercambio comercial con
esta guarnición. Casi todas las comunidades aceptaron las indicaciones
de Rosas, menos los ranqueles que se negaban a entregar los soldados de
los ejércitos unitarios que derrotados por Quiroga se fueron a proteger
en los aduares ranquelinos de Yanquetruz. Hacia estos, Rosas mandó una
columna pero no enfrentó a “la confederación liderada por Calfucurá”
porque sencillamente en esa época no existía. Usted confunde los
tiempos. La confederación de Calfucurá aparece tiempo después de la
campaña al desierto.
La expedición no se proponía el exterminio indígena como Pigna lo
afirma, ni sería una correría de carácter filibustero. Otra cosa era
Chocorí, asentado transitoriamente en Choele Choel. Allí recibía la
hacienda sustraída por ranqueles y vorogas rebeldes de las estancias del
sur de Córdoba, San Luis y Buenos Aires llevándo las haciendas a los
intermediarios y hacendados chilenos.
Chocorí no comandaba un pueblo, no era un “Gulmen” sino que conducía,
a grupos indios soldados y suboficiales alzados. En Choele-Choel
trataba con Rondeau, Cañiuquir y Yanquetruz la compra de vacas arreadas
del sur de las provincias citadas para negociarlas en Chile. Por eso era
considerado un simple bandolero que se servía de renegados, mantenía
cautivas blancas que pagaba con alcohol a sus opresores ranquelinos y
vorogas rebeldes, para servicio y serallo de los suyos. Hacia ese punto,
dirigió Rosas sus mejores efectivos hasta desarticular ese centro de
intermediación comercial.
Desbaratadas esas bandas y fracasadas las columnas del Centro y de la
Derecha para seguir al Neuquén Rosas dio por finalizada la expedición.
Chocorí no murió en la refriega de Choele Choel y hacia 1840 pidió las
paces y someterse al gobierno de Rosas quién las aceptará sin rendición
de cuentras pasadas siendo racionados él y sus hijos Cheuqueta, Antiglif
y Sayhueque en Bahía Blanca y Tandil.
El juzgar que unitarios y federales coincidían en exterminar al
habitante “originario” y quedarse con sus tierras, es una falsa e
ideologizada simplificación judicial de un juez que sentado en un
estrado impoluto y atemporal arroja condenas salomónicas en abstracto.
Preguntado un indio si era el dueño de esa tierra que pisaba contestó
que no, que él era el hijo de la tierra y no su dueño. El indio fue
nómade por necesidad. En el toldo cuadrado o triangular vivían 20 o 25
personas: tres o cuatro parejas con sus hijos y agregados. Alrededor del
toldo, el espacio donde la hacienda pastaba. A cincuenta metros o más
distanciado se levantaba otro toldo con su hacienda, cuando el talaje de
la hacienda agotaba las pasturas aledañas del toldo buscaban otro
paraje con pasturas vírgenes.
Pero antes de recordar las relaciones de Rosas con los indios
aclaremos lo que Pigna llama “habitante originario”. No existe habitante
originario en América. El indio procede de Asia en sus desplazamientos a
través del Estrecho de Bering o del corredor de Beringia después de la
última glaciación o por arribadas desde el Océano Pacífico, procedente
del sudeste asiático. El “habitante originario” lo encontramos en las
zonas de Kenia y Etiopía con el homo habilis datado en 1 millón
ochocientos mil años, el homo erectus datado en 1 millón 540 mil años
datado por el potaso argón, el homo 1470 también descubierto por la
familia Leakey con más antigüedad que los anteriores. El homo Sapiens
Sapiens entre los 200.000 y 140.000 otro homo llamado Neadertal entre
100.000 y 30.000 años.
Hacia el 80.000 (circa) comienzan las emigraciones a otros
continentes. Los registros fósiles en América del Norte no superan los
24.000 años de antigüedad. En Argentina las dataciones con el carbono 14
no superan hasta ahora los 11.000 años. Los indios son los más antiguos
inmigrantes, pero no originarios.
En cuanto al trato y las relaciones que tuvo Rosas con los indios le recordaré algunas:
1.- Rosas no supo de actitudes discriminatorias o de rechazo hacia los indios por su condición de tales.
2.- Desaconsejó la guerra como método de sometimiento al indio y rechazó su exterminio como sistema (3).
3.- La conducta y luego la política tuvo como método la negociación y
la integración como objetivo ya sea reconociéndoles asentamientos y
espacios propios con frecuencia cercanos a los fortines incorporándolos
como mano de obra para las tareas agropecuarias, como soldados de
milicias rurales o exhortando a las prácticas de la actividad comercial
(4).
4.- El racionamiento de alimentos y suministro de haciendas para la
formación de sus propias majadas (El llamado Negocio Pacífico) fue una
práctica sistemática y puntualmente efectivizada. (5).
5.- El estimularlos o iniciarlos en las prácticas de la agricultura
suministrándoles arados, bueyes, semillas y otros implementos,
colocándolos en un escalón superior al que tenían en el nivel
civilizatorio, constituye la demostración más fehaciente que Rosas
apostó a la integración del indio en el mundo cristiano. (6).
6.- Introdujo por primera vez la vacuna antivariólica en las
distintas comunidades indígenas que lo frecuentaban, gesto que le valió a
Rosas ser considerado un benefactor de la humanidad y ser incorporado
como Miembro Honorario al Instituto Jenneriano en Londres. (7) (8).
7.- Prohibió el arresto de indios por deudas de dinero (9).
8.- Los hizo votar a los que estaban bajo bandera “de sargento para arriba” (10).
La integración estaba en marcha. Caseros la interrumpió. No hubo más
“Negocio Pacífico” como política sistemática, no hubo más arados, no
hubo más vacuna antivariólica.
Llegó el progreso, el remington, una constitución, el ferrocarril, la
alfabetización, el habeas corpus, que escribieron su propia historia.
Pigna debería recorrer los archivos oficiales o privados para
documentarse. “Sin oro no se hace oro, sin documento no se hace
historia”. Repite la tradición liberal que por razones políticas
aborreció a Rosas y repite la tradición marxista que analiza a Rosas a
través del corset ideológico que acollara el pensamiento a través de sus
mecanismos deterministas. El discurso que ofrece es el mismo postre
liberal pero recubierto con la crema de la fraseología marxista que
legitima o moderniza todo. A este engendro, Arturo Jauretche lo llamó
“mitromarxismo”. Sr. Pigna: recorra los archivos para documentarse, no
“recorte”, no “cartonee” la historia. ¡Investigue Sr. Pigna!
Nunca mejor dicho.
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