Rosas

Rosas

lunes, 28 de febrero de 2011

Libro Recomendado



En esta obra se dan a conocer opiniones sobre las causas y consecuencias de la llamada Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza y se incluye el relato de las principales acciones bélicas. El autor trascribe documentos de distintos autores y fuentes que cita, para avalar su opinión sobre esa guerra, a la que considera parte de las luchas civiles entre unitarios y federales, las agresiones de las potencias europeas de la época, y el constante avance del imperio brasileño sobre la cuenca del Río de la Plata, hasta desembocar en los hechos de Caseros, las luchas civiles posteriores y la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay.

El autor hace suyas también las palabras del historiador francés Hipólito Taine, que en 1891 expresara: “Para mayor certeza, he transcripto, tan frecuentemente como he podido, las propias palabras. De esta manera, el lector, colocado en presencia de los textos, podrá interpretarlos por si mismo y formar su opinión personal; tendrá las mismas piezas que yo para deducir conclusiones, y lo hará, si le parece bien, en distinta manera que yo”. (H.Taine. Paris 1891)

Compartiendo la opinión de Juan Bautista Alberdi, que la calificó como “una guerra civil de nuestros pueblos contra la triple oligarquía antinacional de Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro”, el autor ha titulado la obra “Guerra de la Triple Alianza contra los países del Plata”.

viernes, 25 de febrero de 2011

La Historia Oficial y la Historia

Por Ernesto Palacio 
Los profesores de historia argentina en los establecimientos oficiales advierten desde hace años, un fenómeno perturbador: la indiferencia cada vez mayor de los alumnos ante las nociones que se le imparten. Es inútil que aquellos engolen la voz, es inútil que apelen al patriotismo y pretendan comunicar a los oyentes un entusiasmo que juzgan saludable por las virtudes de Rivadavia y de Sarmiento: consiguen, a los sumo, un “succés d’ estime”. La historia que dictan NO INTERESA, interesa cada vez menos a la población escolar. 
Este es el hecho indiscutible, que suele atribuirse corrientemente a la influencia de doctrinas exóticas o al origen extranjero de gran parte de los estudiantes. “¡Hay que apretarles las clavijas a estos hijos de gringos!” he oído exclamar de buena fe a un pedagogo, mientras aplicaba la represalia del aplazo. Esto no mejora las cosas. El fenómeno no sólo subsiste, sino que se agrava. Si se tiene en cuenta que los estudiantes de historia argentina cursan el cuarto año y son ya adolescentes con capacidad para razonar; si se tiene en cuenta que esa es la edad en que la personalidad se forma y se definen las vocaciones, dicha indiferencia adquiere importancia excepcional. La interpretación xenófoba, con sus consecuencias de solapada guerra civil, no puede satisfacernos. No es verdad que nuestros muchachos, cualquiera sea su origen, se desinteresen por las cosas que atañen a la patria. Están, por el contrario, ávidos de verdades útiles y son sensibles a todas las influencias inteligentes y generosas. ¡Hay que ver la atención apasionada con que siguen, por ejemplo, cualquier explicación leal sobre nuestros problemas vitales de nuestro comercio exterior! Aquí toda indiferencia desaparece y la preocupación patriótica se advierte en la expresión reconcentrada, en la contracción de los músculos, en los gestos nerviosos, alusivos a la urgencia de los grandes remedios. Si dicha indiferencia no puede atribuirse a la causa alegada, es indudable que debe achacarse a la materia misma, tal como hoy se dicta. Sabido es que, aparte de la guerra de la independencia, enseñada con acento antiespañolista, los motivos de exaltación que ofrecen nuestros manuales son la Asamblea del año XIII, con sus reformas ¡liberales!, el gobierno de Martín Rodríguez, la Asociación de Mayo ¡tan intelectual!, las campañas “libertadoras” de Lavalle, Caseros y –gloriosa coronación- las presidencias de Sarmiento y Avellaneda. Cuestiones de límites, no las hemos tenido; somos pacifistas. Guerra con Bolivia; pero ¿hubo tal guerra? En cuanto a la frontera oriental, es obvio que el Brasil sólo se ha ocupado de favorecernos, y que si alguna dificultad tuvimos, fue por culpa del “bárbaro” Artigas…Los alumnos se aburren mortalmente; no “le encuentran la vuelta a todo eso”. La historia. argentina, “telle qu’on la parte”, no conserva ningún elemento estimulante, ninguna enseñanza actual. Los argumentos heredados para exaltar a unos y condenar a otros han perdido toda eficacia. Nada nos dicen frente a los problemas urgentes que la actualidad nos plantea. Historia convencional, escrita para servir propósitos políticos ya perimidos, huele a cosa muerta para la inteligencia de las nuevas generaciones. El trabajo de restauración de la verdad, proseguido con entusiasmo por un grupo cada vez mayor de estudiosos, no ha llegado a conmover la versión oficial, que pronto se solemnizará en una veintena de volúmenes bajo la dirección del doctor Ricardo Levene. Será sin duda un monumento; pero un monumento sepulcral que encerrará un cadáver. No es posible obstinarse contra el espíritu de los tiempos. Ante el empeño de enseñar una historia dogmática, fundada en dogmas que ya nadie acepta, las nuevas generaciones han resuelto no estudiar historia, simplemente. Con lo que ya llevamos algo ganado. Nadie sabe historia, ni 1a verdadera ni la oficial. No hay un abogado, un médico, un ingeniero que (salvo casos de vocación especial) sepan historia. Y es porque, en las lecciones que recibieron, sospechan confusamente la existencia de una enorme mistificación. No entraré a considerar las causas que dieron origen a lo que llamo versión oficial de nuestra historia ni la legitimidad de la misma, porque ello nos llevaría a enfrentarnos con los problemas fundamentales del conocimiento histórico. Diré solamente que dicha versión no se ha independizado, que sigue siendo tributaria de la escrita por los vencedores de Caseros, en una época en que se creía que el mundo marchaba, sin perturbaciones, hacia la felicidad universal bajo la égida del liberalismo y en que no sospechaban los conflictos que acarrearía la revolución industrial, ni la expansión del capitalismo, ni la lucha de clases, ni el fascismo, ni el comunismo. Impuesta por Mitre y por López tiene ahora por paladín al arriba citado doctor Levene, lo que, en mi entender, es altamente significativo. Fraguada para servir los intereses de un partido dentro del país, llenó la misión a que se la destinaba; fué el antecedente y la justificación de la acción política de nuestras oligarquías gobernantes, o sea, el partido de la “civilización”. No se trataba de ser independientes, fuertes y dignos; se trataba de ser civilizados. No se trataba de hacernos, en cualquier forma, dueños de nuestro destino, sino de seguir dócilmente las huellas de Europa. No de imponernos, sino de someternos. No de ser heroicos, sino de ser ricos. No de ser una gran nación sino una colonia próspera. No de crear una cultura propia, sino de copiar la ajena. No de poseer nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros navíos, sino entregarlo todo al extranjero y fundar, en cambio, muchas escuelas primarias donde se enseñara, precisamente que había que recurrir a ese expediente para suplir nuestra propia incapacidad. Y muchas Universidades, donde se profesara como dogma que el capital es intangible y que el Estado (sobre todo, el argentino) es “mal administrador”. Era natural que, para imponer esas doctrinas, no bastara con falsificar los hechos históricos. Fue necesario subvertir también la jerarquía de los valores morales y políticos . Se sostuvo, con Alberdi, que no precisábamos héroes, por ser éstos un resabio de barbarie, y que nos serían más útiles los industriales y hasta los caballeros de industria; y que la libertad interna (¡sobre todo para el comercio!) era un bien superior a 1a independencia con respecto al extranjero. Se exaltó al prócer de levita frente a1 caudillo de lanza; al civilizador frente al “bárbaro”. Y todo esto se tradujo a la larga en la veneración del abogado como tipo representativo, y en la dominación efectiva de quienes contrataban al abogado. 
Con este bagaje y sus consecuencias –un pacifismo sentimental y quimérico, un acentuado complejo de inferioridad nacional- nos encontramos ante un mundo en que todos estos principios han fracasado. La solidaridad universal por el intercambio, que postulaba el liberalismo, se ha roto definitivamente. Vivimos tiempos duros. El imperialismo del soborno ha sido suplantado por el imperialismo de presa. Hay que ser, o perecer. ¿Cómo no van a sonar a hueco los dogmas oficiales? ¿Cómo pretender que nuestros jóvenes se entusiasmen con una “enfiteusis” u otra genialidad por el estilo, cuando les está golpeando los ojos 1a realidad política de una crisis mundial, con surgimiento y caída de imperios? Es la angustia por nuestro destino inmediato lo que explica el actual renacimiento de los estudios históricos en nuestro país, con su consecuencia natural: la exaltación de Rosas. Frente a las doctrinas de descastamiento, un anhelo de autenticidad; frente a las doctrinas de entrega, una voluntad de autonomía; frente al escepticismo, que niega las propias virtudes para simular las ajenas, una gran fe en nuestro pueblo y en sus posibilidades. Las condiciones del mundo actual demuestran que Rosas tenía razón y que las soluciones de nuestro futuro se encontrarán en los principios que él defendió hasta el heroísmo, y no en los principios de sus adversarios, que nos han traído al pantano moral en que hoy estamos hundidos hasta el eje. Basta lo dicho para expresar que la nuestra no es una posición simplemente “historiográfica” y que nos interesan muy poco los pleitos por galletita más o menos que puede plantear un doctor Dellepiane. Los hechos son conocidos y en este terreno la batalla ha sido totalmente ganada con los trabajos de Saldías, Quesada, Ibarguren, Molinari, Font Ezcurra etc., que han puesto en descubierto la mistificación unitaria. Lo más importante, reside hoy, a mi entender, en la interpretación y valorización de los hechos ciertos, en la forma realizada por algunos de los citados y, principalmente, por Julio Irazusta en su breve pero admirable “Ensayo”. Nadie niega que Rosas defendió la integridad y la independencia de la República. Nadie niega que esa lucha fue una lucha desigual y heroica y que terminó con un triunfo para 1a patria. Nadie niega que durante las dos décadas de su dominación, debió resistir a la presión externa aliada con la traición interna y que, cuando cayó, había ya una nación argentina. Contra estos altos méritos sólo se invocan objeciones “ideológcas”, promovidas por los “speculatists" que, al decir de Burke, pretenden adecuar la realidad a sus teorías y cuyas objeciones son tan válidas contra el peor como contra el mejor gobierno, “porque no hacen cuestión de eficacia, sino de competencia y de título”. (1). Frente a tal actitud, que implica -repito- una subversión de valores, se impone previamente una restauración de los valores menospreciados. Si fuera mejor, como opinaba Alberdi, la libertad interna que 1a independencia nacional; si fuera moralmente más sana la codicia que el heroísmo; si fuera más deseable la utilidad que el honor; si fuera más glorioso fundar escuelas que fundar una patria, tendría razón la historia oficial. Pero la filosofía política y la experiencia secular nos enseñan que los pueblos que pierden la independencia pierden también las libertades; que los pueblos que pierden el honor pierden también el provecho. Esto lo sabemos bien los argentinos. ¿Cómo no habríamos de volver los ojos angustiados al recuerdo del Restaurador? Rosas representa el honor, la unidad, la independencia de la patria.
Mirada a la luz de principios razonables, la historia argentina nos muestra tres fechas crucia1es: 1810; el año 20 que vió la reacción armada contra la tentativa colonizadora a base del príncipe de Luca, y la resistencia de Rosas contra una empresa análoga, pero mas peligrosa. Si después del 53 seguimos siendo una nación, a Rosas se lo debemos, a la unión que se remachó durante su dictadura y que la ulterior tentativa secesionista no logro quebrar. Esto lo han reconocido hasta sus peones enemigos, empezando por el mismo Sarmiento. Siendo así ¿cómo no guardarle gratitud, cómo no admirar su grandeza? Yo creo que ésta es evidente y que quienes no la perciben padecen de incapacidad para percibir la grandeza en general y permanecerían igualmente impasibles -salvo su sometimiento pasivo al juicio heredado- ante la de un Bismarck o un Cronwell. Prueba de ello es que no pasa inadvertida a los observadores extranjeros que se asoman a nuestra historia, como ocurre con el mejicano Carlos Pereyra y con el alemán Oswald Spengler. La grandeza de Rosas pertenece al mismo orden que la reconocida por Carlyle a Federico II de Prusia, quien “ahorrando sus hombres y su pólvora, defendió a una pequeña Prusia contra toda Europa, año tras año durante siete años, hasta que Europa se cansó y abandonó la empresa como imposible” (2). Alemania le levanta estatuas a su héroe en todas las ciudades. Por eso es grande Alemania. Nosotros lo proscribimos al nuestro y tratamos de proscribir también su memoria, mientras les erigimos monumentos a quienes entregaron fracciones del territorio nacional y nos impusieron un estatuto de factoría. Porque era ¡un tirano!... Es decir, porque tuvo que sacrificar toda su energía y desplegar el máximo de su autoridad para salvar a la patria en el momento más crítico de su historia; porque persiguió como debía a quienes se empeñaban en fraccionar el territorio, y no obtuvo otro premio que la satisfacción de haber cumplido con su deber. Era, como dice Goethe, “el que DEBIA mandar y que en el mando mismo entra su felicidad”. Wer befehlem soll Muss im befehlem Seligkeit empfinlem. La primera obligación de la inteligencia argentina hoy en la glorificación -no ya rehabilitación- del gran caudillo que decidió nuestro destino. Esta glorificación señalará el despertar definitivo de la conciencia nacional. Los tiempos están maduros para la restauración de la verdad, que será fecunda en consecuencias, porque entonces la historia volverá a despertar un eco en las almas, explicará los nuevos problemas y comunicará al corazón de nuestros adolescentes un legítimo orgullo patriótico. Esto es lo que hoy, trágicamente, falta. Los próceres de la historia heredada, los próceres CIVILES representan y hacen amar (cuando lo consiguen) conceptos abstractos: la civilización, la instrucción pública, el régimen constitucional. Rosas, en cambio, nos hace amar la patria misma, que podría prescindir de esas ventajas, pero no de su integridad ni de su honor. (1) Reflexions on French Revolution, pág. 164. (2) Frederick the. Great. T. I, pág. 21. (3) Fausto. 2a parte, 4º acto. Artículo publicado en la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, Año I, Número I. Enero de 1939.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Brigadier General Juan Facundo Quiroga ¡Presente!

Por Leonardo Castagnino

“Artigas, López, Güemes, Quiroga, Rosas, Peñalosa, como jefes, como cabezas y autoridades, son obra del pueblo, su personificación más espontánea y genuina. Sin más título que ese, sin finanzas, sin recursos, ellos han arrastrado o guiado al pueblo con más poder que los gobiernos. Aparecen con la revolución: son sus primeros soldados” (Alberdi, Juan Bautista. Los Caudillos. Colección Grandes Escritores Argentinos, 3; W. Jackson, Inc. Buenos Aires) (AGM-PLA.p.165)

“No teniendo militares en regla, se daban jefes nuevos, sacados de su seno. Como todos los jefes populares, eran simples paisanos las maás veces. Ni ellos ni sus soldados, improvisados como ellos, conocían ni podían practicar la disciplina. Al contrario, triunfar de la disciplina, que era el fuerte del enemigo, por la guerra a discreción y sin regla, debía ser el fuerte de los caudillos de la independencia. De ahí la guerra de recursos, la montonera y sus jefes, los caudillos: elementos de la guerra del pueblo: guerra de democracia, de libertad, de independencia”. (Alberdi, Juan Bautista. Grandes y pequeños hombres del Plata. Edit. Garnier Hnos. Bibl. de Grandes Autores Americanos, París).(AGM-PLA.p.173)

Entre la correspondencia cruzada entre Rosas y Quiroga, se definen sus posiciones políticas:

“Ud sabe– le decía Quiroga -, porque se lo he dicho muchas veces, que no soy federal, soy unitario por convencimiento; pero sí con la diferencia de que mi opinión es muy humilde y yo respeto demasiado la voluntad de los pueblos, constantemente pronunciada por el sistema de Gobierno Federal, por cuya causa he combatido con constancia contra los que han querido hacer prevalecer por las bayonetas la opinión a que yo pertenezco, sofocando la general de la República…” y agrega “…es justo que ellos obren con plena libertad, porque todo lo que se quiera, o pretenda en contrario será violentarlos, y aún cando se consiguiese por el momento lo que se quiere, no tendría consistencia, porque nadie duda que lo que se hace por al fuerza, o arrastrado de su influjo, no puede tener duración, siempre que sean contra el sentimiento general de los pueblos” (Carta de Quiroga a Rosas. Tucumán 12 de enero de 1832. Enrique M. Barba. Correspondencia de Rosas y Quiroga en torno a la organización nacional. La Plata 1945)

Rosas le responde: “…cuando veo el respeto que ha consagrado a la voluntad de los pueblos pronunciados por el sistema federal, me es Ud. más apreciable. Por ese respeto, que creo la más fuerte razón de convencimiento, yo soy federal y lo soy con tanta más razón, cuando estoy persuadido de que la federación es la forma de gobierno más conforme a los principios democráticos con que fuimos educados en el estado colonial…” (Carta de Rosas a Quiroga. Borrador de Maza con correcciones y adiciones de Rosas. Arch. Gral. de la Nación, S.5,c.28,A a, A 1) (AGM. Proceso al liberalismo Argentino. p.219)


Reseña

Juan Facundo Quiroga, caudillo y militar, fue uno de los máximos exponentes del federalismo argentino, nació en San Antonio de los Llanos (La Rioja) en 1788.

Sus padres fueron José Prudencio Quiroga (sanjuanino) y Juana Rosa de Argañaraz (riojana), criollos de ilustre abolengo hispano, siendo descendiente por los Quiroga (casa con solar originario de Galicia) de los reyes visigodos Reciario II y Recaredo I “el Católico” y de varios guerreros que participaron en la conquista del Nuevo Mundo.

Por línea materna descendía de los Argañaraz, familia de alta estirpe establecida en La Rioja, descendiente del conquistador Francisco de Argañaraz y Murguía quien fundó San Salvador de Jujuy en 1593 y que fue también antepasado del general Martín Miguel de Güemes.

A los 20 años, Facundo es encargado por su padre de la administración y conducción de sus arrias de ganado, viajando por Mendoza, San Luis, Córdoba y otras provincias. En 1812 pierde el ganado de su padre en el juego y para lavar esta afrenta decide enrolarse en el ejército junto al coronel Manuel Corvalán, quien reclutaba soldados para el Ejército Grande del general San Martín en Buenos Aires.

Facundo ya alistado en la compañía de infantería que estaba al mando del capitán Juan Bautista Morón, permaneció un mes recibiendo instrucción militar, hasta que el comandante Corvalán consigue que se le dé la baja por pedido de Prudencio Quiroga, quien perdona a su hijo de ese error de juventud.

En 1814 se casa con María de los Dolores Fernández y Sánchez, señorita de la sociedad riojana, pero sigue viviendo en casa de sus padres en San Antonio.

Los generales Belgrano y San Martín reciben grandes colaboraciones de Quiroga, quien le remite ganado e insumos destinados a la guerra emancipadora, obteniendo el riojano el título de “Benemérito de la Patria”.

El 31 de enero de 1818 es nombrado Comandante Militar de los Llanos, reemplazando a Fulgencio Peñaloza. Por esos tiempos el prestigio de Quiroga es inmenso en toda la región. A él acuden todos los paisanos que necesitan algo de cualquier especie que sea: ayuda pecuniaria, protección contra una injusticia, recomendación para el gobierno, certificación de hombría de bien.

En ese escenario, en su condición de hombre más rico de Los Llanos y de Comandante Militar de las Milicias, pronto comenzará a actuar Facundo Quiroga, cuyo nombre y cuyas hazañas no han de tardar en recorrer todos los caminos de la República, llenándolos de admiradores y de asombro.

En el mes de diciembre de 1818, recibe orden del gobierno riojano de marchar a Córdoba por asuntos de su cargo militar y también por sus negocios de hacendado.

A fines de enero de 1819, regresa a La Rioja cruzando la provincia de San Luis. Cuando llega a esta ciudad, es detenido por el gobernador Dupuy por causa de desconfianza y recelos hacia su persona. Allí permanece alojado en el cuartel. Mientras dura su detención, el 8 de febrero se produce la sublevación de los prisioneros realistas presos en San Luis. Son todos oficiales y altos jefes del ejército hispano vencidos en Salta, Chacabuco y Maipú. Facundo ayuda a reprimir este movimiento y se lo manda poner en libertad.

En esos tiempos es felicitado por Tomás Godoy Cruz por su participación en la lucha contra la banda de los Carrera, y en carta del 24 de noviembre de 1820 le expresa:

“Puede usted gloriarse del haber merecido esta distinción en el suceso de San Antonio en que, según instruido por el señor gobernador de La Rioja, ha tenido usted una parte principal, cortando las alas a los muchos Carrera de la provincia de Cuyo y excusando, a más de cien mil habitantes el consecuente sobresalto por tal banda de salteadores y asesinos, pues a tales extremos habrá necesariamente conducido a la tropa el frenesí y perversidad de su desnaturalizado y execrable jefe”.

En 1823 es elegido gobernador de su provincia y extendió su influencia a las provincias vecinas.

Con la llegada de Bernardino Rivadavia a la Presidencia en 1826, se establece un sistema unitario que viola las autonomías provinciales. Con empresarios londinenses ha creado varias entidades comerciales, industriales y de fomento. Una de ellas es la “River Plate Agricultural Association” y la otra es la “River Plate Mining Association”. La primera tendrá a cargo la explotación agrícola de las feraces tierras de la provincia de Buenos Aires, que por la ley de enfiteusis se cederán gratuitamente a la “River Plate Agricultural Association” para colonos ingleses. Mientras que la segunda se apoderará, también gratuitamente de las minas de plata de la Rioja, explotada por los riojanos con bastante éxito.

La oligarquía porteña apoya al nuevo gobernante y se mandan expediciones a reprimir a las provincias federales. En La Rioja el presbítero Castro Barros denuncia en la Sala de Representantes al gobierno de Rivadavia y a la persona misma del Presidente por su persecución a la Iglesia Católica. La Sala riojana resuelve no reconocer en esa provincia a Rivadavia como Presidente de la República, ni ley alguna emanada del Congreso General Constituyente, “hasta la sanción general de la Nación”, y declarar la guerra a toda provincia e individuo que atentase contra la religión católica.

El Congreso General era solamente “Constituyente”, y por lo mismo no podía tener la facultad ejecutiva de nombrar Presidente de la República. Además, de acuerdo con lo resuelto por el mismo Congreso, la Constitución debía ser previamente aprobada por las provincias, y ésta que se hacía regir había sido rechazada.

La Constitución unitaria de 1826 era centralista y establecía: “La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representativa republicana, consolidada en unidad de régimen” (art. 7°); “en cada provincia habrá un gobernador que la rija, bajo la inmediata dependencia del Presidente de la República” (art. 130); “el Presidente nombra los gobernadores de las provincias” (art. 132).

Fue por indicación de Castro Barros, quien pasaba largas temporadas en casa de Facundo, y de cuya familia era una especie de capellán, que éste levantó su pendón con la inscripción de “Religión o Muerte”, que por otra parte se avenía perfectamente con el sentimiento del riojano, que era muy religioso y que diariamente leía los evangelios al extremo de saberlos de memoria.

Rivadavia envió a Tucumán al coronel Gregorio Aráoz de La Madrid para que organizara un contingente con el fin de reforzar el ejército que luchaba en la guerra que se había iniciado con el Brasil. La Madrid depuso al gobernador tucumano y se unió a los gobernadores de Salta y Catamarca, Arenales y Gutiérrez, formando una alianza contra el resto de las provincias que enfrentaban a Buenos Aires. Quiroga marchó contra La Madrid y lo venció el 27 de octubre de 1826 en la batalla de El Tala.

Ocupó después Tucumán y volcó la situación en el Noroeste argentino y Cuyo, controlando las provincias de Catamarca, La Rioja, San Juan y Mendoza. Fue en esa batalla cuando Facundo enarboló por primera vez su bandera, respondiendo a un contexto que había llegado a identificar a los unitarios con la irreligión.

La Madrid en sus “Memorias”, la describe como una: “bandera negra con dos canillas y una calavera blanca sobre ellas y la siguiente inscripción: Rn. O. M. (Religión o Muerte)”. La calavera y las dos canillas no representaban la muerte física, como generalmente se cree, ni tampoco ninguna similitud con el pendón usado por los piratas, sino al cordero pascual, el Agnus Dei, el manso cordero que se sacrificó por los hombres y triunfó sobre la muerte. Es decir, significó religión o muerte eterna.

En carta a un amigo cuyo nombre no menciona, Quiroga afirma el 28 de enero de 1827 desde San Juan:

“¿que recelo puedo tener al poder, del titulado presidente, ni de cuantos conspiran en mi contra para hacerme desaparecer de sobre la tierra, y hacerse campo a la realización del inicuo proyecto de esclavizar las provincias y hacerlas gemir ligadas al carro de Rivadavia, para de este modo fácilmente enajenar el país en general y hacer también desaparecer la religión de Jesucristo, que igualmente es a donde se dirigen los esfuerzos del titulado presidente y sus secuaces? O de no ¿qué quiere decir esa tolerancia de cultos sin necesidad y esa extinción de los regulares? Pero acaso se dirá que esto no es minar por los cimientos el edificio grande que tanto costó al Salvador del mundo”.

El 5 de julio de 1827 se produce la batalla del Rincón de Valladares entre las tropas riojanas y santiagueñas al mando de Quiroga contra los unitarios mandados por La Madrid y sus aliados mercenarios colombianos de pésimos antecedentes. Tomadas por el anca, las caballerías de La Madrid se desarticulan, se atropellan, se enmarañan. Las lanzas riojanas y santiagueñas hacen un estrago espantoso. Una hora después el ejército federal, que parecía vencido, es dueño del campo, mientras no queda, de las fuerzas tucumanas, ninguna otra formación que un resto del escuadrón de colombianos al mando del célebre coronel Matute. Facundo, usando de una misma táctica, ha vencido nuevamente a La Madrid.

Celoso de su victoria, ordena al comandante Angel “Chacho” Peñaloza que persiga a La Madrid con los que huyen en dirección al norte. Dispone la asistencia a los heridos y la entrega de los cadáveres a sus deudos.

La Madrid escapa a Bolivia y pide asilo al general Sucre. Los caudillos y gobernadores de provincia, al ver alejado del gobierno a Rivadavia, se aprestaron a reconciliarse con Buenos Aires y a contribuir a la guerra contra el Brasil.

Tras el interinato de Vicente López en la presidencia, el 13 de agosto de 1827 asume como gobernador el coronel Manuel Dorrego, figura popular del partido federal.

Manuel Dorrego se apresuró a restablecer la concordia de la familia argentina; abrió comunicaciones con los caudillos Facundo Quiroga, Juan Bautista Bustos, Juan Felipe Ibarra y Estanislao López.

Dorrego propuso a los caudillos un tratado, mediante el cual se daría al país, por el órgano de un Congreso, una Constitución Nacional.

El 1° de diciembre de 1828 se sublevó, en la madrugada, la primera división del ejército a las órdenes del general Juan Lavalle. Pocos días después, el 13 de diciembre, Dorrego es fusilado en Navarro sin tener juicio previo y en forma contraria al derecho de gentes.

La noticia del fusilamiento de Dorrego consternó a la opinión pública. Los pueblos del interior se indignaron y los gobiernos hicieron oír sus protestas ante crimen tan alevoso. El general José María Paz toma Córdoba y entabla negociaciones con Facundo, pero éste apresta su ejército, con auxiliares de otras provincias, y se dispone a desalojar a Paz de Córdoba. Y nuevamente, labradores, gauchos llaneros, viñateros, carreteros, indígenas y morenos todos, vuelven a dejar sus herramientas de trabajo y formar el ejército de La Rioja a las órdenes de su caudillo, para enfrentar al ejército que atacaba las autonomías provinciales.

Los montoneros de Facundo son derrotados en la Tablada, el 23 de junio de 1829, conociendo la amargura de la derrota. Numerosos prisioneros riojanos son fusilados, entre ellos oficiales de alta graduación.

Paz derrota nuevamente a Quiroga en la batalla de Oncativo, el 25 de febrero de 1830. En esta batalla cae prisionero el general Félix Aldao, quien sufre humillaciones por parte del coronel unitario Hilarión Plaza quien lo hace montar en un burro y lo obliga a entrar así a la ciudad de Córdoba.

Facundo se establece en Buenos Aires y pide ayuda al gobernador Juan Manuel de Rosas, quien le facilita tropas. A comienzos de 1831 vence al coronel Pringles en Río Cuarto y a La Madrid en la Ciudadela, el 4 de noviembre. Con esta última victoria se pacifica todo el norte argentino y en diciembre del mismo año envía una circular a todos los gobernadores pidiéndoles apoyo en la guerra contra los salvajes, la que se llevó a cabo en 1833 con la Campaña al Desierto.

Respecto a las ideas constitucionales del riojano, éste en carta a Rosas del 4 de septiembre de 1832 afirmaba:

“No me mueve otro interés que el bien general del país. Primero es asegurar el país de la consternación en que lo tiene un enemigo exterior y bárbaro, que desarrollar los gérmenes de su riqueza a la sombra de las leyes que deben dictarse en medio de la tranquilidad y del sosiego, y verá aquí justificado su pensamiento en orden a la Constitución”.

En la Expedición al Desierto, Quiroga se hizo cargo de las divisiones del Centro y del Oeste, que confió a los generales Ruiz Huidobro y Aldao, combinada con la del general Rosas, ganando territorios para la soberanía nacional y rescatando numerosos cautivos.

En 1834 se instaló con su familia en Buenos Aires y frecuenta la sociedad porteña, trabando una gran amistad con Encarnación Ezcurra.

El 18 de diciembre de 1835, el gobierno porteño le encomienda una misión diplomática ante los caudillos de Salta y Tucumán, viajando hacia el norte. Rosas lo acompañó hasta la Hacienda de Figueroa (San Antonio de Areco), enviándole una carta con sus ideas sobre la organización nacional y le ofreció una escolta, pues había versiones de un plan para asesinar al caudillo riojano por parte de los hermanos Reinafé, que gobernaban Córdoba.

El 16 de febrero de 1835 Facundo fue asesinado en Barranca Yaco (Córdoba) junto al doctor José Santos Ortiz (ex gobernador de San Luis y figura prestigiosa del federalismo) y otros miembros de su comitiva, por una partida de sicarios al mando del capitán de milicias Santos Pérez. Un niño de 12 años, que sirve de postillón y llora aterrado, es degollado también. La galera en que viaja Quiroga es también internada en el monte; se borran con tierra las huellas de sangre y se saquea a los muertos. Allí mismo se reparten ropas y dinero. Cuando ya la tarde declina, la partida abandona el lugar del crimen. Durante la noche se desencadena una tormenta que borra todas las huellas. Por todo el país corre la noticia del asesinato del general Quiroga.

Poco después Rosas en carta a Estanislao López afirma: “Con respecto al infame atentado cometido en la persona del ilustre general Quiroga, ya estamos conformes con nuestro compañero el señor López, gobernador de Santa Fe sobre los poderosos motivos que hay para creer que la opinión pública no es equivocada al señalar por todos los pueblos que los unitarios son los autores y los Reinafé, de Córdoba, los ejecutores de tan horrendo crimen”.

La viuda del general Quiroga, reclama, el 8 de enero de 1836 el cadáver de su esposo. Rosas dispone que su edecán, el coronel Ramón Rodríguez vaya a Córdoba en busca de los restos mortales del caudillo riojano. Rodríguez marcha acompañado de una nutrida escolta y de una carroza, lo más suntuosa que fue posible construir, y toda pintada de rojo.

El 7 de febrero los restos mortales de Quiroga son depositados en la iglesia de San José de Flores, dictando el gobierno el consiguiente decreto por el cual se le rinden al difunto general honores apoteósicos. El 19 de febrero de 1836 su cadáver recibió un homenaje en la iglesia de San Francisco y fue trasladado al cementerio de la Recoleta.

En 1877, se erigió cerca del pórtico de la entrada un pequeño monumento de mármol blanco representado a una dolorosa con una placa que lleva la siguiente inscripción:

“Aquí yace el general Juan Facundo Quiroga. Luchó toda su vida por la organización federal de la República”.

Bibliografía:
PEDRO DE PAOLI, Facundo. Vida del brigadier general don Juan Facundo Quiroga víctima suprema de la impostura, Buenos Aires, 1952.
JORGE MARIA RAMALLO, La religión de nuestra tierra, Buenos Aires, 2006.
LA GAZETA. COM

Ricardo Iorio, el "Caudillo" del rock Nacional

Por el Prof. Jbismarck
"PERO SI IORIO ES UN FACHO..." Se repite como un rosario o un padre nuestro, o como si se aplicase un bálsamo a la exagerada sensibilidad progresista herida una y otra vez por los polémicos dichos de este transgresor personaje. ¿Por qué Alfredo Casero es un transgresor y Ricardo Iorio no? Será porque a uno lo escuchaban en la Av. Quintana y al otro no....  Por un lado, es un horror que Iorio tire alguna frase antisemita y por el otro, Lanata, Echecopar o la Canosa pueden decirle tranquilamente "negro de mierda" al hijo de D´Elía o a cualquiera "negro de mierda"...Iorio es el diablo.  Iorio es Peronista. Así como Passarella o Castrilli, Iorio fue un personaje maltratado y estigmatizado por las agencias culturales jóvenes de los ´90, esa espantosa fábrica de "rebeldes" educados para no tener intereses más que el transcurrir haciéndose el canchero, coquetear con alguna expresión de izquierda adolescente a los 20 y alcanzar la bancarrota espiritual a los 30 viendo a Tinelli o programas de archivo porque nada le interesa lo suficiente como para dedicarle 2 o 3 horas de concentración exclusiva.  “Me censuraron porque me identifico con el escudo, la escarapela, las Malvinas y la bandera”, "Existe la Policía del pensamiento y todo aquello que genere conciencia será prohibido”-Así es, los jóvenes rebeldes que educó Pergolini y Tinelli. ¿Paradójico? Para nada, ambos se forraron de guita. Ricardo Iorio no es facho, pero tampoco es un bolche. Iorio está por debajo y por encima de esto, es un artista popular y es nacionalista. Con vicios, como todo ser humano, los cuales en algunas ocasiones lo empujan a resultados socialmente disvaliosos, pero nunca se debe olvidar que Iorio se adelantó a Manu Chao ($) en eso del indigenismo y que mientras los artistas progresistas aprovechaban las mieles del 1 a 1 para vender mierda y girar por el exterior, Ricardo fue el único que se acordó de Cutral Có, lugar de nacimiento del Piquete Argentino. Tal vez por estas cosas será que Darío Santillán fue enterrado con una remera de Hermética y no de Mano Negra. 

  Nació el 25 de junio de 1962, en el hospital Carrillo de Ciudadela. La zona oeste del Gran Buenos Aires (Caseros.) Desde la adolescencia manifestó su rebeldía ante toda imposición institucional, ya viniese de la familia o de las diversas escuelas por donde deambuló. Su entretenimiento era la música. Sus favoritos eran El Reloj y Manal. Soñaba con ser rockero, a tal punto que un día estaba viendo a Firulete y a Cañito en el Club Almafuerte, y los compañeros de la escuela lo sacaron a la puerta para que viese a unos pibes “extraños de pelo largo” que pasaban por la calle con sus instrumentos musicales en mano. Eran Ricardo y Ornar Mollo (Divididos), junto con Diego Arnedo y otros. Inmediatamente, Ricardito dijo: “Así voy a ser yo cuando sea grande”. Para uno de sus cumpleaños, sus padres, con mucho sacrificio, lograron juntar unos billetes para regalarle su primer bajo, un Faim Jazz Bass blanco, que sería fundamental para que su rebeldía fuese volcada en la música. Un sábado de invierno del ’78 se acercó hasta el cine de Santos Lugares para ver la mítica película “La canción es la misma”, de Led Zeppelin. Esa noche conoció a un pibe de aspecto rockero que se llamaba Ricardo “Chofa” Moreno, quien después de trabar amistad le hizo escuchar por primera vez a Black Sabbath. A Iorio, ese sonido denso, desequilibrante y absorbente le “voló” la cabeza. Aquí, en este rincón del tercer mundo, también se podía formar un grupo que hiciese una música fuerte y veloz, al estilo de Sabbath. Una tarde estaban Ricardo y Chofa en la vereda de la casa de éste y pasó un amigo en común que les sugirió un nombre: “Pónganle V8, como el motor”. Y quedó. Lo primero que hizo Ricardo fue el logo de V8 con la inscripción “Rock pesado” arriba. Luego salió a pegar adhesivos sellados con esa inscripción junto a los timbres de los colectivos, imponiendo una nueva forma de difusión de las bandas desconocidas. Pero Iorio no tenía un centavo y tenía que trabajar para comer. Por eso por las noches se lo veía en el Mercado de Abasto vendiendo cebollas, ajos y papas. Debido a esto, sus amigos lo apodaban “El Papero”. Y no se equivocaban en el apodo por su carácter y personalidad: porque cuando las papas quemaban era el primero que empujaba para adelante a la banda metalera. Uno de los primeros inconvenientes que se presentaron fue la deserción de Chofa, quien abandonó el grupo por sus constantes problemas hepáticos y de asma, que le impedían seguir el ritmo de su socio músico. Entonces al bajo de Iorio se suman Beto Zamarbide, en voz, Osvaldo Civile en guitarra y Gustavo Rowek en la batería. Así fue como Iorio fundó V8, y esa es la formación mas recordada; con ella realizó tres discos: Luchando por el metal (1983), Un paso más en la batalla (1984) y El fin de los inicuos (1986).   La banda, comenzó a tener problemas por las distintas opiniones e ideas entre los integrantes, por eso se separa, definitivamente en el año 1987. Al poco tiempo de la separación de la banda, el bajista optó por armar una nueva experiencia grupal. Tampoco era fácil emprender algo nuevo porque para el año ’87 el heavy sufría una de sus peores crisis: el descrédito que azotaba al género debido a ciertos hechos de violencia, impedían que los dueños de rockerías les abrieran las puertas a las bandas. Era como empezar de cero. Y Iorio quería demostrarse a sí mismo que él podía hacerlo, que no estaba abatido. Así armó Hermética, nombre inspirado a partir de una ciencia que se ocupaba de la interpretación de las enseñanzas de la civilización egipcia. Tiempo más tarde, Iorio dijo al respecto: “En la semana que largué V8 ya tenía el nombre de Hermética, el logo del grupo y los temas que le iban a pertenecer”.
 Para ello Iorio convocó a Antonio Romano (guitarrista), Fabián Spartaro en batería (luego sería reemplazado por Tony Scotto, que en el año 92, es sustituido por Claudio Strunz) y Claudio O’Connor en la voz. Esta es la formación de Hermética; con esta banda Iorio ejecutó ocho discos: Hermética (1989), Interpretes (1990), Ácido Argentino (1991), Hermética En vivo (1993), Victimas del vaciamiento (1993) Lo último en vivo estadio Obras (1994), y En Concierto parte I y II (1995). Hermética era una banda muy sólida, pero sólo en el aspecto musical, porque entre sus integrantes había conflictos: mientras el líder quería seguir viajando por el interior y no cruzarse de brazos, los otros no parecían estar tan convencidos. Se producían tremendos cortocircuitos. Al poco tiempo de realizar el concierto en Obras (1994), planearon hacer un último recital, pero Ricardo contrajo una hepatitis B y no tocaron por un tiempo, que luego se transformaría en un nunca jamás. Hermética se había separado, pero Iorio seguía de pie. Un mes después de la traumática disolución del grupo, el bajista optó por formar una nueva banda metalera. La bautizó Almafuerte, inspirado en el célebre escritor, llamado J. B. Palacios. Para este nuevo proyecto decide llamar a Claudio Marciello en guitarra y Claudio Cardaci en batería (que luego sería reemplazado por R. Márquez, Walter Martínez, y el actual Bin Valencia). Iorio decide ser la voz del grupo, aparte de tocar el bajo. Hasta la actualidad, con esta banda, lleva realizados ocho discos 
Frases - “El otro día en Mendoza con los Almafuerte nos tomamos dos litros de fernet caliente en tres horas. El hígado no me duele más, debe estar muerto…” - 
“Yo lloro mucho, tengo el sistema nervioso totalmente destruido. Los que estamos adentro del metal tenemos más sentimiento que los que están con la marcha moviendo el trasero”
“La destrucción no significa que se va a acabar la vida en el planeta, sino la destrucción de esta manera de observar la existencia” (su propia interpretación sobre el seminal tema de V8) - 
“Así es nuestra nación. Tenemos esa cosa de… por ejemplo: ‘Uy, loco, como me gustaba Hermética’, pero me lo dicen cuando no existe más”
“Esas bandas siguen haciendo música del año ‘35 y sin distorsionar las guitarras. Hay bandas como El Bordo, Gardelitos o Jóvenes Pordioseros, que son una decadencia… agrupaciones que no saben ni tocar la guitarra. Tal vez no tuvieron padres que le enseñaran a escuchar Deep Purple” - 
“Jesús se dejó matar porque la muerte no existe” - 
“Para los que creen que soy un fascista (…), yo, si discuto contigo, no voy a pelear. Voy a un bar y digo ‘deme una ginebra doble’. 
Tengo mi autodestrucción para mi. Yo no voy a ir matar a nadie” - 
“Yo canto para hombres que no temen dejar de ser adolescentes. Soy un idiota que dice lo que siente”
“(Ser hincha de Racing) Se lo debo a la sociedad patriarcal que me obligó a tal elección. Recuerdo que en mi casa se compró un televisor gigante para ver la final contra Celtic, allá en 1967. Mi viejo le daba besos a la pantalla y mis abuelos decían: ‘Cuidado nene, te va agarrar contato’ (sic). Después de esa vivencia yo me tenía que hacer de Racing, no había otra vivencia, no quedaba otra. No podía ser de Boca como Juanse de los Ratones o el de Attaque (por Ciro Pertusi)”. -
“El grupo que no toca guitarra no es rock, hermano. Pongan la maquinita de Leo García, tragaleche. A ver si va a venir Navarro Montoya a gritarme que soy puto” -
“Yo sé que son todos unos tarados que si les digo ‘arriba las manos’ las van a levantar” -"Nosotros hicimos la guerra contra la potencia mas poderosa del planeta. Ese día, los taxistas, la gente mayor de 40 años, ponía la bandera, mientras los que iban a pelear eran las criaturas. Ahora bien, no eran criaturas, no eran niños, eran soldados de la patria, hijos de puta" -
"La vida es puta, porque hoy me dice que si y maña que no. Mas si la vida fuese prostituta, con plata arreglaríamos todo" -"Llévense la bandera de Thalia, traga leche"
-"Porque no todos somos Calamaro o Charly García, loco. Tiene que haber lugar para nosotros que no somos putos, carajo. Tenemos ganas de tener un hijo, hijos de puta. Si vos tenés 40 años y no tuviste un hijo, declarate, sos puto hermano." -
"Mi voz representa a los hombres gruesos, después los otros que vayan a ver a Babasonicos si esta en su derecho." -
"No vayas mas con esa gente, no son personas. Pero, con la plata que ganaron en el chaco por Almafuerte, después llevan a los judíos de Turf, loco
Unas putas, con sushi, viste loco, así hicieron la patria loco, por eso uno es un hombre de pija parada loco. 
"Vengan a ver mi concierto loco, o querés que haga la que hacia El Bordo el otro día en Gesell Rock: Loco arriba todas las manos!. Yo se que son todos unos tarados, que si les digo arriba las manos las van a levantar loco...no loco. 
Eso no escucharon ni a los Rolling Stones esos giles, y ustedes se chupan una pija de este tamaño...ayyy, ahí vienen los Gardelitos...que salames loco. Yo a los Gardelitos los veo siempre en SADAIC, somos todos amigos loco" 
 -"Lo mas importante del Cosquín que hizo Palazo, es que somos todos compañeros de la música. Los quiero a todos loco, te juro, me hago puto" 
 -"Gracias amigo Palazo por hacer una cosa tan hermosa como el Cosquín del 2006. 
Te vamos a tener todos en la memoria Palazo por lo que hizo con este homenaje a Pappo, con "graaaandes" músicos, olvidados a veces, como los músicos del metal pesado. Los sellos de multinacionales creen que todos los grupos de metal pesado son fascistas como Almafuerte, por eso no les dan contrato" 
"Si vos no sos judío, no me vengas a cantar el Hava Naguila en la fiesta judía. Y si vos sos judío no me vengas a cantar el Himno... ¿Me entendés? Cada lechón en su teta es el modo de mamar. Lo que no me gusta es que a mi país traigan guerras intestinas de otros lares. Y eso se evita siendo argentino. Ojalá los políticos se dieran cuenta". 
Y el Che no me simpatiza para nada. (Supl. Sí!, 16/10/98) -¿Cómo se va a llamar el disco? -Piedra Libre. -¿Por qué? -Porque es para todos los compañeros. -
Suena bien peronista... -Y está bien que así sea, porque es el único partido soñado y mancillado en nuestro terruño y no una ideología importada como el comunismo. Nunca me dejé explotar por la Rock & Pop. El principal obstáculo de mi carrera es que no soy israelí. Nunca di lugar a que me chupen la sangre y nunca fui a chupar culos a una editorial. Cuando Rock & Pop me propone algo, si me conviene lo hago. Y ojo, que del pobre que yo hablo es del pobre heavy, no del pobre Tetamanti, bailanta. No me importa la gente, sólo las personas. (ídem) - Como creo en la reencarnación, creo que en otra vida fui muy hijo de puta y muy egoísta y por eso hoy tengo de vivir esta y comerme la de que Alejandro Sanz es mejor que Ricardo Iorio. 
Yo nunca canté a una puta que me devuelva la silla adonde la esperé, eso es una cosa ridícula. Lo que pasa es que los poderes nacionales que emiten la música, no quieren darle cabida a la gente que defiende una causa nacional, entonces traen a Chayanne que es puertorriqueño y que quiere decir Estados Unidos, lo quieren disfrazar de rockero, en vez de valorar. Creo que esas personas valoran los motivos de la nación cuando ya murieron los autores.
En ese aspecto, el rock argentino ¿es nacionalista? - Por lo que se ve no. Si (Alejandro) Lerner es rock, si Karamelo Santo es rock... eso no es argentino, tiene muchas más cosas de lugares tropicales. No tenemos un canal de rock, pero tenemos dos días de la semana en un canal de aire Pasión tropical, por ejemplo, siendo que acá hace un frío de la concha de su madre. Eso me rompe las pelotas. - Pero el metal viene de Inglaterra, el metal que mamaste es inglés... - No, para nada. Las ideas flotan en el espacio y dependen del intuitivo que las acepta. Si vamos a eso Ariel Ramírez no es folclore porque el piano es europeo, y los santiagueños que tocan el violín... el violín es árabe
Así que no, no la veo por ahí. Iorio pronuncia las palabras con vehemencia. ¿Ahora se está poniendo de moda el ser nacional en el rock, la Bersuit sacó su Argentinidad al palo...? - En la Bersuit no lo observo para nada, para nada. Es más, me repugna y desprecio esa onda de veinte giles cantando cumbia, no me lo banco. - ¿Te sentís discriminado por tus ideales dentro del ambiente? - Sí, a full, y me encanta encarar eso, porque a Almafuerte no lo pasan en ningún lado. - ¿Te gusta ser como la oveja negra? - No me gusta, es lo que sucede y lo que me tengo que bancar. Para que me voy a hacer problemas, lo mismo que cada vez que enciendo un cigarrillo y digo me está matando. - ¿Qué tiene que pasar para que a Almafuerte lo pasen en todos lados? - Hay diferentes maneras de encarar una carrera musical. Están aquellos que necesitan de alguien que los venda, que pierden su identidad como personas porque los llaman por teléfono y le dicen "dale nene, cambiate que tenés que ir al programa de Mirtha", "cambiate que tenés que ir allá", "ponete esto", entonces ya no sos vos. Pero sí quizá te puede ir a ver mucha gente. En este caso es una carrera más parecida a la de los folcloristas solistas como Argentino Luna, Antonio Merlo, Víctor Velazquez, y José Larralde que hacen conciertos que no están difundidos por ningún medio grande o por televisión pero meten sus 700 personas en cualquier cine de pueblo, de ciudad o de barrio. -¿Cuánto hay de folclore en Almafuerte? -
Es como para mostrar que este autor no olvida sus raíces. Creo que demasiado, y mientras más pase el tiempo, más va a ser. Cuando vos tengas 60 años esto va a ser más representativo del folclore que Los Nocheros, Soledad o lo que se trata de difundir como folclore hoy. - ¿Te sentís un clásico del rock? - No, un clásico no. -  ¿Hay una pose? - No pose, sino que vos tenés que ayudar con tu movimiento, con tu expresión lo que tratás de expresar. - ¿Cúal es el mensaje que impulsa a escribir canciones? - Principalmente es no olvidar el derramamiento de sangre que hubo en esta nación por la independencia. Hay que valorar esos valores que hicieron que fuéramos una nación independiente. Otro mensaje que trata de emitir es que nacionalismo no es una mala palabra sino para aquellos que quieren que no haya nacionalismo y poder apoderarse de nosotros utilizando la gran red de escapismos que hay para que todos seamos putos y no haya procreación. Al no haber procreación, no hay gente para mandar al ejército, y al no tener ejército, no haber colimba, somos todos chorros, putos, boludos. Todos vamos a bailar, somos todos faloperos y que vaya a trabajar otro. Entonces que vengan y pongan la bandera, qué me importa... a eso se refiere. A no desmoralizar el sentimiento original de haber libertado desde la Argentina a toda América basado en grandes hombres como San Martín, como Belgrano, como muchos que los siguieron.
El poder del caudillo no es algo malo, solamente para aquellos que no quieren que haya sentimiento de nación. “Pienso que acá hay dos músicas bien definidas. Una es la del norte,que es la que habla de la empanada, el arroyo y la chinita. 
Y la otra es la patagónica, una zona de la que las porteños sólo nos acordamos cuando hace frío y que tiene a un maestro como el neuquino Rubén Patagonia.” 
“A Larralde lo conocí hace unos años, me dijo que era un gringo loco.Después, se dio cuenta que sus hijos tenían mis discos. Una vez, cuando lo fui a ver a la Fiesta del Ternero, me vio venir y le dijo a cuatro mil personas: Quiero pedir un aplauso para un hombre que poco tiene que ver con el gauchaje, pero es un argentino.” -Compusiste el tema central de El visitante, el filme de Javier Olivera. ¿Qué te pareció la película? “Creo que la sacaron del cartel esta semana, ¿no?Bueno, a mí me pareció excelente. Fue lógico que no haya tenido la convocatoria de Comodines o Un Argentino en Nueva York, del mismo modo en que no creo que en el año 2036 alguna persona pensante vaya a buscar esos filmes como referentes de nada. Y a ésta, sí. La familia Olivera siempre hizo películas que van a quedar. Es como José Larralde, un tipo que cantó las cosas más bravas y aún las sigue cantando. Y no tiene el éxito de los autoexiliados. No nos olvidemos de que Piero fue secretario de Cultura de la provincia. Y yo pondero a los artistas, porque si algo sabemos de la historia es gracias a ellos. 
P- ¿Sos nacionalista como Rosas? R.I.- Yo canto canciones de eso, otros le cantan al sexo. Yo creo que a las putas hay que pagarles, no hacerles canciones. Cumpliendo mi destino (dedicado al Coronel Seineldín)
Siempre me opuse a que me pase. Tener que callar la verdad por miedo. Por eso perdí amigos y me gané el desprecio, de los muchos jodidos que hay en mi suelo. Prefiero a José Larralde, que al Che Guevara. Guardo de un hombre grande, guerrero nacional que hoy tienen preso. Puede haber caballo verde más no uno de ellos honesto. Y en ésta, mi canción, lo manifiesto. Estas verdades me llegan por intuición, pues jamás nunca a mi me hablo el corazón. Y sigo en esta huella cumpliendo mi destino. Será pecado sentirse argentino. No lo sé!!! Diganmelo ustedes. Malditos mentidores. Estas verdades me llegan por intuición, pues jamás nunca a mi me hablo el corazón. Y sigo en esta huella cumpliendo mi destino. Será pecado sentirse argentino. No lo sé!!! Diganmelo ustedes. Malditos mentidores. Y sigo en esta huella cumpliendo mi destino. Será pecado sentirse argentino. No lo sé!!!

martes, 15 de febrero de 2011

Aurelia Vélez, la amante de Sarmiento

Por Jorge Pautasso

Fue una gran dama argentina, de gran inteligencia y muy relacionada. Amiga y amante de Domingo Faustino Sarmiento, con quien lo unió un sentimiento que, al no poder ser concretado, cristianizó un lazo espiritual que duró hasta la muerte. Era hija del jurista Dalmacio Vélez Sársfield, autor del Código Civil, y de Manuela Velázques Piñero, con la que aquél casó en segundas nupcias. Aurelia nació en Buenos Aires el 8 de junio de 1836, después de su hermano Constancio y antes de Rosario. A la excelente educación que recibió la niña contribuyó el padre con sus enseñanzas, surgidas de la decisión de asociarla a sus trabajos en calidad de secretaria. A los diecisiete años se fue de la casa y se casó con su primo hermano, el doctor Pedro Ortiz Vélez, hijo del secretario de Facundo Quiroga. Por motivos que han permanecido en el misterio, el matrimonio se deshizo a los pocos meses, regresando Aurelia junto al padre.
La desunión de Sarmiento y su esposa Benita Martínez Pastoriza se concretó cuando esta sorprendió la correspondencia que estos mantenían.
A partir de entonces el lazo de Aurelia con aquél se acentuó hasta llegar a convertirse en indispensable complemento espiritual. Contribuyó a ello la cultura de Aurelia, así como su capacidad para interesarse en la política, la literatura y el arte. Estimulada por Sarmiento, escribió páginas interesantes y aconsejó sobre asuntos delicados. Fue quien preparó la candidatura de Sarmiento (que estaba en EEUU) para la presidencia de la República, movió los hilos de la intriga política y lo tuvo informado durante su ausencia. También preparó la recepción al candidato triunfante y fue su amiga más fiel.Realizó un largo viaje por Europa, Egipto y Palestina.
Sus notas gustaron tanto a Sarmiento que las publicó en El Censor. Sarmiento en sus últimos días se radico en Paraguay, Aurelia fue a visitarlo, pero el murio antes de que llegara su fiel compañera. Aurelia vivió hasta el 6 de diciembre de 1924.

sábado, 12 de febrero de 2011

Los padres de Don Juan Manuel de Rosas

Por Lucio V. Mansilla
Nuestro postulado es que no se puede escribir, ni ensayando , la historia de una época representada por un hombre en el que se concentran todos los poderes, los más formidables, como disponer de la vida, del honor, de la fortuna, de sus semejantes, sin buscar en sus antepasados, sino todo el misterio de su alma, algo así como la clave de algunos de sus rasgos prominentes, geniales; rasgos, que llegan a ser, en ciertos momentos, como un contagio, bajo la influencia de su extraña, complicada y poderosa ecuación personal.
Siendo un hecho observado que en el dominio de los sentimientos se operan variaciones espontáneas, útiles o perjudiciales, no se puede negar entonces que esas variaciones representan un papel notable en lo que llamaremos la evolución del sentimiento moral, según los principios de la ética y los fenómenos de atavismo.
Es una ley de subhumana justicia que cada individuo ha de experimentar los beneficios y los perjuicios de su propia naturaleza, con todas sus consecuencias, piensan los grandes sociólogos. Soy de su opinión. Pero sostengo que teniendo, como tenemos, dentro de nosotros mismos un poder que se llama la voluntad , somos susceptibles resistiendo a las "presiones ambientes" de transformarnos y de transformar a los otros en el sentido del bien común. "La sociedad existe en beneficio de sus miembros; no sus miembros en beneficio de la sociedad". De ahí, pues, la necesidad de establecer ciertos antecedentes, tratándose de personajes representativos, decir por ejemplo: quiénes fueron sus padres, cuál era su posición social, cómo los educaron, cuál era su temperamento, qué gustos tenían, qué cualidades, qué defectos.
Hay también que bosquejar a grandes rasgos el estado social, los usos y costumbres; hay que ver cómo se pensaba; cuáles eran las ideas, las preocupaciones anteriores a ese pasado histórico, y, naturalmente, las reinantes en el momento contemporáneo; hay que esbozar las transformaciones diversas operadas con más o menos lentitud, según el mayor o menor grado de cristalización de los espíritus, a fin de iluminar un tanto el escenario en que los personajes se mueven, siquiera con una débil luz; por último, hay que prefigurar lo mejor posible esos personajes.
Para explicarnos a Mahoma necesitamos conocer su nacimiento, su infancia, su juventud, sus amores, su vida apacible sin ambición. Carlyle nos lo muestra así; en sus Héroes, lo mismo que nos lo muestra a Cromwell, casado prematuramente, trabajando tranquilo en su granja. Los que meditan y trabajan son siempre llamados a prevalecer. "Lo espiritual es el alma de lo temporal". Por consiguiente, para comprender los actos necesitamos conocer las emociones íntimas que son los arietes de la acción.
Hecho todo eso, y sólo entonces, es posible arribar, con alguna imparcialidad, a fijar la parte de responsabilidad que en la obra del bien o del mal corresponde al pueblo, a la sociedad, a sus representantes, a los que lo acaudillan.
Todo otro criterio histórico es pueril.
Entender el presente es inquirir el pasado; y, bien conocido lo actual, la mirada reflexiva penetra en lo porvenir, a la manera que el lente maravilloso nos ayuda, revelándonos que lo invisible para el ojo desnudo es un mundo fecundo, en cuya atmósfera hay seres, formas, ideas para el sabio.
La familia de Rozas era colonial, noble de origen por ambas ramas, siendo más antigua la prosapia materna.
No revolveremos pergaminos. Nos lo prohíbe la índole de lo que en literatura se entiende por "ensayo", no con relación al autor, que puede haber producido mucho, sino referentemente al asunto.
Don León Ortiz de Rozas y doña Agustina López de Osornio representaban no sólo dos familias nobiliarias de distinto linaje, y alcurnia, sino dos naturalezas distintas.
Según doña Agustina, su marido era un plebeyo de origen. En sus disputas ella se lo hacía sentir. "¿Y tú quién eres? solía decirle. Un aventurero ennoblecido, por otro que tal (se refería a don Gonzalo de Córdoba, del cual fue soldado el primer Ortiz, diremos. Don León había sido capitán del Rey), mientras que yo desciendo de los duques de Normandía; y, mira, Rozas, si me apuras mucho, he de probarte que soy pariente de María Santísima".
Por lo demás ambos eran buenos cristianos, católicos, piadosos sin ser gente de mucho confesionario y se llevaban muy bien.

Don León era bondadoso, paciente, aunque de cuando en cuando tenía sus arranques, como más adelante se verá. Pero en el hogar, en la familia, en la administración de los cuantiosos bienes de la comunidad, no tenía voz ni mando. Vivía sano, contento, leyendo un poco, jugando al truco en su escritorio con algunos predilectos, haciendo versos de circunstancias, presidiendo la mesa con solemnidad, mesa en la que antes y después de comer se rezaba, dando gracias a Dios por no faltar el pan cotidiano.
Ese pan cotidiano era siempre abundante y suculento. Aunque llegaran de improviso los parientes y amigos que llegaren, siempre sobraba, lo suficiente para la numerosa servidumbre de tan larga familia. No había muchos adornos en la mesa, de cuando en cuando algunas flores. Vino se tomaba poco. Los niños no lo probaron. El lujo de doña Agustina consistía en la pulcritud del mantel y limpieza de los cubiertos de plata maciza. Nada de fuentes con tapa, todo estaba a la vista; "pocos platos, pero sanos, era su divisa, y que el que quiera repita". Así, solía decir: "Déjame, hija, de comer en casa de Marica (se refería a la célebre misia María Thompson de Mandeville) que allí todo se vuelve tapas lustrosas y cuatro papas a la inglesa, siendo lo único abundante su amabilidad. La quiero mucho, pero más quiero el estómago de Rozas".
Doña Agustina, por otra parte, no podía ocuparse más de lo que se ocupaba en su marido; lo cuidaba con esmero, ella misma le hacía el moño de los zapatos de paño negro, de lo más fino, y el nudo de la ancha blanca corbata; y, después de mirarse en la reluciente pechera de la camisa brillante como un espejo, le ponía con gracia el sombrero, alto de copa, y le presentaba el bastón de caña de junco con puño de oro, hecho lo cual don León salía a hacer sus visitas, después de la misa en San Juan o San Francisco, llevando los encargos, memorias y recuerdos de su consorte para los amigos y parientes.
Y doña Agustina daba a luz todos los años un descendiente rollizo bien conformado. El primer fruto de sus entrañas fue una niña que se llamó Gregoria, el segundo Juan Manuel. Ambos se enlazaron en la familia de los Ezcurra, gente de origen solariego, de lo mejor. Después vinieron dieciocho partos más, todos coronados por un éxito completo.
Aquí es el caso de consignar una circunstancia curiosa, sugestiva, interesante en extremo. La mayor parte de la guerra civil argentina ha girado alrededor de dos grandes ejes políticos: Rozas y Lavalle. Pues bien, estas dos familias eran íntimas; todos los Rozas tomaron leche del seno de una Lavalle, fecundísima como su amiga predilecta Agustina, y todos los Lavalle, leche del seno de ésta.
Otra peculiaridad. Todos los Lavalle y todos los Rozas han tenido el rostro bello, prevaleciendo los rubios sin mezcla. Y más aún, las mujeres han sido más inteligentes que los hombres, pareciéndose éstos por cierta afición a la vida rural y por ciertos caracteres muy acentuados de tenacidad en sus ideas y en sus propósitos.
Debemos agregar para que esta pincelada se complete, hasta cierto punto, que si las dos familias se combatieron jamás se odiaron; de modo que cuarenta años más tarde, muerto Lavalle en los confines de la patria después de su lucha desesperada y el dictador en el extranjero, los Lavalle y los Rozas sobrevivientes que han podido abrazarse lo han hecho con emoción, lo que prueba que la sangre era caliente, pero no maligna, sangre pura, sin mezcla, sangre verdaderamente colonial. Distinguimos así entre sangre de origen español y lo que después ha dado el producto criollo mestizo. Y distinguimos ex profeso; porque, valga lo que valiere nuestra teoría científica, asignamos suma importancia a los antecedentes etnológicos.
De lo dicho más arriba no debe deducirse que don León Ortiz de Rozas fuera un hombre adocenado, ni débil, hasta el punto de dejarse llevar de las narices por su consorte. No. Su aparente debilidad eran condescendencia y amor, mezclados con una gran confianza en las cualidades sólidas de su cara mitad, diligente, activa, movediza, trabajadora, ordenada, económica, caritativa, y a la vez imperiosa. En cuanto a su honestidad era proverbial. Jamás las malas lenguas la tildaron por ese lado. De ahí, sin duda, de ese conjunto de aptitudes y disposiciones, venía su espíritu autoritario, rayano a veces en la infalibilidad, puesto que cuando ella decía sí o no, así, y no de otro modo, tenía que ser.
Dos anécdotas de indiscutible autenticidad (para el autor) explicarán y comprobarán cómo es que había paz y concordia, en aquella casa, que era vasta, que tanta familia contenía, que poseía esclavos y que arrastraba coches enganchados o tirados por buenos caballos y mulas, lo que en aquellos tiempos era propio sólo de gente muy acaudalada.
Una noche, viviendo en la calle de la Defensa ahora, la casa está intacta, serían así como las dos de la mañana, se sintió ruido en las azoteas. Es de advertir que don León y doña Agustina tenían aposentos separados; criando ella casi siempre, no quería que su marido fuera turbado en su sueño. Sentir el ruido, poner el oído, pensar ¡ladrones! y llamar a una huérfana que la acompañaba, diciéndole "anda y cierra la puerta de Rozas no sea que oiga y que se moleste", fue todo uno. Encarnación, que así se llamaba la muchacha, obedeció callandito. Y doña Agustina se levantó, tomó de un rincón la vara de medir (en casi todas las casas la había), y, sin más armas, subió por una escalera del fondo y puso en fuga a dos pájaros que, en efecto, parecían dispuestos a descolgarse. Sólo al día siguiente se supo lo acontecido.
He ahí un rasgo característico de doña Agustina, que todos los viernes hacía enganchar el coche grande, guiado por un alto cochero mulato, excelente hombre, llamado Francisco, para irse por los suburbios a distribuir limosna entre los menesterosos reales y traerse a su casa, donde había una sala hospital, alguna enferma de lo más asqueroso, que colocaba en el coche al lado mismo de una de las hijas, la que estaba de turno, y a la cual le incumbía el cuidado de la desgraciada hasta el momento en que sanaba o el cielo disponía otra cosa.
Otro perfil completará su fisonomía enérgica. Su hijo estaba en armas, acaudillando huestes de la campaña: nos referimos al que fue dictador y al golpe de estado de Lavalle. El gobierno, las autoridades estaban en la ciudad. La policía mandó tomar los caballos y mulas de los particulares. Doña Agustina contestó que ella no tenía opinión, que no se metía en política; pero que siendo las bestias para combatir a su hijo no podía facilitarlas.
La policía insistió. A la tercera intimación la casa estaba cerrada: doña Agustina, hablando por la ventana con el comisario, le hizo comprender que todo era inútil, que si quería echar abajo las puertas las echara. Fue menester hacerlo, las órdenes eran perentorias, y se hizo: en el fondo, donde estaban las caballerizas, los caballos y las mulas yacían degollados. El comisario, hombre cortés, que tenía gran consideración por la señora, ante aquel espectáculo observó: "Misia Agustina..." y ella no dijo más que esto: "Mire, amigo, y ahora mande usted sacar eso, yo pagaré la multa por tener inmundicias en mi casa; yo, no lo haré".

En páginas subsiguientes hemos de ver otros casos de singular persistencia, entre la madre y el hijo, el dictador, y de conciencia firme en ella.
Vamos ahora con un acto de don León a demostrar que, en efecto y como lo dejamos dicho, su debilidad no era intrínseca.
La estancia en que veraneaban era el conocido Rincón de López, cerca de la boca del río Salado. El 1° de noviembre, las cosas pasaban todos los años así de igual manera, doña Agustina iba al escritorio de don León, y presentándole el sombrero y el bastón, le decía: "Dame el brazo", y salían y subían en la galera llegando a los tres o cuatro días a la estancia. Una vez allí, don León se metía en su escritorio y doña Agustina montaba a caballo, mandaba parar rodeo y tomaba cuenta y razón prolija de todo.
Una ocasión sucedió que don León le dijo a doña, Agustina: "Agustina, sabes que hace años que no visitamos la huerta, ¿quieres que demos un vistazo?" Curiosidad o deferencia, doña Agustina aceptó. Llegados a un poyo de granito, que hemos visto, se sentaron; estaba sobre la margen del río; don León, con modos de equívoca amabilidad, preguntó: "¿No es cierto Agustinita que yo te quiero mucho?" Doña Agustina, que como todos nuestros abuelos hacía el amor como si fuera una pontificación a horas fijas, viendo aquellos modos inusitados en verano, bajo los árboles, repuso apartándose: "Rozas, ¿por qué me faltas al respeto de esa manera?" "No es eso. No". Y sacando de la faltriquera unas cuerdas, le dijo: "¿Ves esto? pues es para probarte que el hombre es el hombre, que si te dejo gobernar no es por debilidad sino por el inmenso amor que te tengo, porque te creo fiel"; y dicho y hecho, la trincó y le aplicó suavemente unos cuantos chaguarazos, más simulados que fuertes, en cierta parte.
Doña Agustina no hizo resistencia, ni habló; don León la dejó en el sitio, salió triunfante de la huerta, y nunca jamás se volvió sobre el incidente, ni nada se alteró en el manejo de la casa y hacienda.
Así cuando el general Mansilla se casó con la hija menor de aquellos, doña Agustina (era muy camarada con don León, aunque hubiera bastante diferencia en las edades), don León le dijo: "Mire, amigo, aunque usted es viudo y ha de tener experiencia, le diré porque le quiero: creo que Agustinita es muy buena; pero puede ser que alguna vez necesite..." y le contó el caso. Agustinita no necesitó.
La casa de Rozas era muy visitada. Don León tenía sus relaciones; doña Agustina las suyas, estando ésta más o menos emparentada con las grandes familias de García Zúñiga, Anchorena, Arana, Llavallol, Aguirre, Pereyra, Arroyo, Sáenz, Ituarte, Peña, Trápani, Beláustegui, Costa, Espinosa y muchas otras.
Los López Osornio habían venido de España directamente al Río de la Plata; los Rozas, en parte lo mismo, y de Chile y el Perú a Buenos Aires, y algunos a Cuyo. Por esta razón, don León tenía menos parientes que su mujer. La intimidad de ésta con familias principales como las de Pueyrredón, Sáenz Valiente, Liniers, Rábago, Terrero y otras, era estrechísima. Las hijas de la dilecta matrona doña Magdalena Pueyrredón, Florentina, Juana y Dámasa, nacieron en sus brazos, como nacieron algunos de sus nietos, entre ellos el hombre político y jurisconsulto Eduardo Costa, de grata memoria; Necochea, Las Heras, Olavarría, Guido, Alvear, Olaguer Feliú, Balcarce, Saavedra, Pinedo, López, Maza, Rolón, Soler, Iriarte, Viamont, Alvarez y Tomas, Torres, Sáenz Peña, Larrazábal, Garretón, Irigoyen, Alzaga, Azcuénaga, Castro, Zapiola y otros de esa estirpe eran de la tertulia de Rozas. Y como sus hijas Gregoria, Andrea, María, Manuela, Mercedes, Agustina, se habían casado con hombres de pro, Ezcurra, Saguí, íntimo de Rivadavia, Baldez, Bond, médico norteamericano notable, y Rivera (descendiente de Atahualpa, el último inca del Perú sacrificado por Pizarro), que hizo sus estudios en Europa, siguiendo las cátedras de Dupuytrén -ya puede calcularse lo que sería aquella casa antes y después que Prudencio, hijo segundo de don León, se uniera a la familia burguesa de Almada, en primeras nupcias (Gervasio, el menor, no se casó), y Juan Manuel a doña Encarnación de Ezcurra.
La memoria que don León dejó entre los suyos y entre todos los que le conocieron fue la de un hombre sin reproche. En cuanto a doña Agustina, era algo más que simpatía, consideración y respeto lo que infundía. Había nacido para imponerse y dominar, y se imponía y dominaba. Sus hijos la amaban con delirio. Hemos oído a uno de sus vástagos decir repetidas veces esto: "Si mi madre tenía vicios, quiero parecerme a ella hasta en sus defectos".
Otro, Gervasio, contaba un día después de la caída de su hermano: "Juan Manuel me mandó una vez un oficio con este rótulo: Al señor coronel de milicias don Gervasio Rozas; lo devolví sin abrirlo, diciéndole al propio, que había hecho cuarenta leguas: No es para mí. Volvió cuatro días después. Dentro de un sobre para el señor don Gervasio Rozas venían los despachos. Contesté devolviéndolos de nuevo so pretexto de que el estado de mi salud no me permitía aceptar el honor que se me hacía". Y a guisa de comentario espontáneo, agregó: "Juan Manuel lo que quería era tenerme bajo sus órdenes como subalterno. No teniéndome siendo sólo lo que éramos -hermanos-, de miedo de madre no se habría atrevido a hacerme nada, sabiendo, como sabía, que yo no estaba del todo muy conforme con todos sus procederes".
Cuando don León pasó a mejor vida, doña Agustina hacía ya años que no se levantaba de la cama; estaba tullida. Pero asimismo de todo se ocupaba: de su casa, de su familia, de sus parientes, de sus relaciones, de sus intereses, comprando y vendiendo casas, reedificando, descontando dinero, y siempre constantemente haciendo obras de caridad y amparando a cuantos podía, a los perseguidos con o sin razón por sus opiniones políticas. Y hubo vez en que riñó por mucho tiempo con su hijo por negarse éste a poner en libertad a un perseguido, del que ella decía: "Ese señor (Almeida) no es unitario ni es federal, no es nada, es un buen sujeto; y así es como Juan Manuel se hace de enemigos porque no oye sino a los adulones". El entredicho duró hasta que el dictador fue a pedir perdón de rodillas, anunciando que el hombre estaba en libertad.
Uno de los actos de doña Agustina que más acentúan sus caracteres complejos de mujer caritativa y prepotente es su testamento. Estos documentos no mienten, siendo una secuela legal que puede compulsarse.
Necesitamos para mejor inteligencia de las cosas decir que de la unión entre doña Manuela y el doctor Bond, ya citados, le quedaron huérfanos a doña Agustina varios nietos, de los que fue tutora y curadora: Enriqueta, Franklin, Carolina y Enrique, que murió. Doña Agustina los cuidaba y los amaba con la más tierna y exagerada solicitud, a título de que eran muy desgraciados no teniendo padre ni madre.
Resolvió, pues, hacer su testamento. Tenía un escribano condiscípulo y amigo, hombre seguro, de toda su confianza, con el que se tuteaba. Lo mandó llamar.
-Montaña, quiero hacer mi testamento.
-Bueno, hija.
-Siéntate y escribe.
Montaña se acomodó en una mesita redonda estilo imperio que conserva la familia, y doña Agustina, que tenía una excelente memoria, mucho orden y todas sus facultades mentales intactas a pesar de sus años y de sus achaques dolorosos, comenzó a dictar.
-Agustinita, eso que dispones no está bien.
-¿Por qué?
-Porque lo prohíbe la ley.
-¡Que lo prohíbe la ley! ¡já, ja, já! ¿Qué, yo no puedo hacer con lo mío, con lo que hemos ganado honradamente con mi marido, lo que se me antoje? escribí no más, Montaña.
-Pero, hija, si no se puede, si no será válido; no seas porfiada.
-¿Qué no se puede? escribí no más, que vos no sos el del testamento, sino yo, y ya verás si se puede...
-Pues escribiré y ya verás.
-Ya veremos.
Montaña siguió escribiendo, y la señora disponiendo bien.
Montaña arguyó nuevamente: "Eso tampoco se puede", y la señora redarguyó: "Ya verás si se puede; escribí, nomás, escribí".
Montaña agachó la cabeza, siguió, y las mismas contradicciones se repitieron unas cuantas veces más...
-Bueno; lee ahora, Montaña.
Montaña leyó.
-Perfectamente, agregá ahora: Sé que lo que dispongo en los artículos tales y cuales es contrario a lo que mandan las leyes tales y cuales (cita todas tus leyes) [4] . Pero también sé que he criado hijos obedientes y subordinados que sabrán cumplir mi voluntad después de mis días: lo ordeno.
Y el testamento, que era una monstruosidad legal, se cumplió. La señora favorecía a sus tres nietos a tal punto, que todos ellos heredaban más que sus hijos.

Sin ese testamento, ¡cuántas tristezas futuras no se habrían evitado! Las leyes son reflejos de una moral cualquiera; violarlas es perturbar un principio de justicia distributiva. No se produce el acto sin que alguno padezca. Así, he aquí una verdad casi evangélica: "Administrar justicia, es montar la guardia velando por los derechos del hombre, es hacer la sociedad posible".
El testamento se abrió; la primogénita, doña Gregoria, dijo: "Vayan a ver qué dice Juan Manuel". Así se hizo. Don Juan Manuel no leyó, diciendo: "Que se cumpla la voluntad de madre". Los otros de ambos sexos, sabiendo lo que había dicho el hermano mayor, contestaron lo mismo sin leer. Sólo Gervasio, el hermano menor, se lo hizo leer. Meditó, y después de reflexionar, dijo: "Que se cumpla la voluntad de madre. Pero vayan a decirle a Juan Manuel y a Prudencio que nosotros somos ricos, que de lo nuestro se tome para integrar la hijuela que a las hermanas mujeres corresponde..."
Y así se hizo, y la voluntad prepotente de doña Agustina López de Osornio prevaleció contra la ley, cumpliéndose lo que al testar y lanzando su quos ego le decía al curial refractario, plenamente convencida de su infabilidad : "Ya verás como se puede ".
De tamaña mujer nació Rozas.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Lucas Piriz...otro Héroe de Paysandú...

Por Leopoldo Amondarain

En el Uruguay han escrito la Historia los vencedores (al igual que en la Argentina)y muchos tampoco la conocen porque los convencieron sus "ideólogos" que todo lo anterior, incluyendo los que hicieron la Patria, porque no opinaban como ellos, eran tránsfugas, ladrones, explotadores y entreguistas, caen por ignorancia en pecados capitales e irreverentes.
En el Cementerio de Salto yacen los restos mortales del General Lucas Píriz. La tumba de marras parece que estaría, tal vez por falta de deudos, sufriendo injusto descuido o abandono y por ende integrando un conjunto de similares que pasarían a poder de la Comuna como es de rigor y estilo. Según parece, se habrían realizado las publicaciones del caso de todos los años a regularizarse los impuestos y de aparecer alguien, sería el titular del panteón. Esto es lo corriente. Pero los restos que allí descansan no son corrientes precisamente. Es un héroe, nada menos. El general Lucas Píriz. Para los que conocen historia integró una pléyada de los que hicieron el país. Fue el segundo jefe de la Heroica Paysandú. O sea, el mando inmediato del General Leandro Gómez.
No nació en la Patria Oriental, sino en Entre Ríos (1806), aunque fuera mucho más oriental que muchos. Su familia se trasladó y compró campo en Paysandú y desde entonces se integró a todas las gestas nacionales incluyendo las de la Independencia.
Cruzada de libertadores (1825), que sirvió hasta las postrimerías de la guerra contra el imperio brasileño (1828). ¡Casi nada! Militar del Libertador General Manuel Oribe y al igual que su Jefe profundamente legalista. Impidieron con don Manuel, los golpes de estado organizados por Lavalleja contra el gobierno electo del pardejón Rivera.
Un quebranto institucional en ese momento, ameritaba una muy probable intervención "porteña o cambá" muriendo nonato el "paisito" (1832). Rivera obviamente, como era su costumbre, cuando a Oribe le tocó presidir su ejemplar gobierno, los traiciona y da "su" golpe de estado (1838) teniendo Lucas Píriz, junto con don Manuel, exilarse en la Argentina. Federal de siempre sirve allí con Oribe y participa en las principales gestas heroicas e invictas (Famaillá, Quebracho Herrado, etc.) del Libertador. Sin perjuicio de estos servicios, en 1847 integra las fuerzas de Servando Gómez en la toma de Salto, donde es nombrado Jefe Político, máxima autoridad del departamento. Obviamente, enfrenta y lucha contra la mal llamada "revolución" del Gral. Añanmenbuí de Venancio Flores donde es nombrado coronel y pasa a prestar servicios en Paysandú. Allí le cupo el honor de organizar la defensa de la Heroica hasta el nombramiento del entonces coronel Leandro Gómez, pasando a ser su segundo. Leandro es inmolado por la coalición asesina unitaria mitrista, el imperial Tamandaré brasileño y por la ridícula infame "cruzada" de la "canalla" colorada de Flores con su "goyo geta" Suárez, Pancho Belén y demás criminales vernáculos (1.2.865) y Lucas Píriz muere en batalla unas horas antes, tal vez el 1.1.865 enfrentando a pecho descubierto, con un "piquete" de sólo 25 hombres, a un avance masivo de hordas imperiales. Los muros destrozados por las bombas invasoras de la Heroica fueron testigos de su gallarda y corajuda figura luchando y cayendo, nimbado de gloria, defendiendo la soberanía nacional como siempre lo hizo su Partido Blanco y sus jefes entre los que se forjó, incluyendo a Leandro Gómez. Porque entre las muchas condecoraciones históricas, nadie le puede negar o desmentir su calidad de soldado blanco de Oribe. Nunca sirvió barbas extranjeras. Tenía las suyas propias ganadas en los campos patrios en defensa de la libertad y soberanía, y no de ideologías foráneas. Por todo esto y bastante más que por falta de espacio se nos queda en el tintero, esos gloriosos huesos de Lucas Píriz, por ignorancia o mala fe, no pueden ir a parar a un osario público a ser incinerados como un vulgar NN. ¡Sus huesos aún tienen fragancia a Patria Vieja! ¡Propia de los que la forjaron y nos hacen sentir distintos como orientales dignificados!
Entre los dignos destinos que como póstumo descanso le puede caber a sus patrios huesos, puede pensarse en el Panteón Nacional, la Catedral de Salto como se acostumbraba en la época o el propio panteón de Leandro Gómez en Paysandú, "su Heroica", junto a su último gran Jefe. ¡Sería de justicia! ¡Viva Lucas Píriz! !Viva la Patria! ¡Vivan los blancos!