Rosas

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lunes, 31 de julio de 2017

Osvaldo Magnasco.

Interesantes posiciones de Julio Irazusta y de Jorge Abelardo Ramos

Jurisconsulto, legislador, docente, ministro de Educación. Ese era Osvaldo Magnasco, quien falleció el 4 de mayo de 1920 en Buenos Aires y había nacido en Gualeguaychú el 4 de julio de 1864. Los dos fragmentos que compartimos a continuación pertenecen, el primero a Julio Irazusta y el segundo a Julio Abelardo Ramos. Por sus valores como historiadores, y por lo disimil de sus posturas políticas nos parecen doblemente valiosas
Era hijo de inmigrantes italianos de Liguria, su padre — Benito Magnasco — había sido un importante capitán naval del Río de la Plata, y había mediado entre el presidente Sarmiento y José Hernández, aliado de la rebelión jordanista. Estudió en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay y se doctoró en Jurisprudencia en la Universidad de Buenos Aires en 1887. Polemizó a través de la prensa con Cesare Lombroso, que pretendía determinar físicamente la conformación psíquica de las personas inclinadas naturalmente a cometer delitos.  En 1890 fue elegido Diputado Nacional por el Partido Autonomista Nacional de su provincia de origen. Apoyó la presidencia de Miguel Juárez Celman, pero se incorporó sin problemas al régimen político dirigido por su sucesor, Carlos Pellegrini. Dirigió durante pocos meses la repartición encargada de controlar los ferrocarriles de capital extranjero y administrar los nacionales.  Fue el primer diputado nacional que se pronunció abiertamente en contra de la administración privada de los ferrocarriles y la forma en que aplicaban sus tarifas. Descubrió, por ejemplo, que las tarifas para el mismo viaje eran absolutamente diferentes para distintas cargas, o para el viaje hecho en distintas direcciones. En un debate parlamentario de 1891 defendió sus posturas y atacó la evasión sistemática de la devolución de los aportes estatales a que estaban obligados por ley. Fue el mentor del Reglamento General de los Ferrocarriles, del 24 de noviembre de 1891, que de todas formas no logró controlar eficazmente la poderosa influencia de los ferrocarriles.
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Enfrentó firmemente la política nacional en materia de intervenciones federales a las provincias, orientadas exclusivamente a fortalecer en las provincias la posición del gobierno central y su partido. Al llegar por segunda vez a la presidencia el general Roca, lo nombró su Ministro de Justicia e Instrucción Pública; posiblemente, su nombramiento fue iniciativa del ministro de Obras Públicas, Emilio Civit. Su principal preocupación era modernizar el sistema de educación pública, especialmente la secundaria y técnica. Consideraba la educación secundaria que se impartía como carente de vinculación con la realidad social y económica del país, reservado solamente para las elites. Se esforzó en crear escuelas secundarias técnicas, tanto industriales como agropecuarias. 
Propuso una ley de educación técnica y secundaria; pero afectaba demasiados intereses creados, ya que pretendía reemplazar varias escuelas normales — dedicadas a formar maestros — en escuelas técnicas. Su principal rival en la Cámara de Diputados fue Alejandro Carbó, entrerriano como Magnasco, y tanto o más elocuente y vehemente que éste; egresado, además, de la Escuela de Paraná, centro importantísimo de la enseñanza "normal". Éste se apoyó en el principio del igualitarismo para rechazar diferentes tipos de escuelas; además, rechazaba que la educación secundaria pasara a ser controlada por las provincias, como proponía Magnasco. El proyecto fue rechazado.
Como el ministro insistiera en desarrollar su proyecto sin sancionar la ley, el diario "La Nación" lanzó una campaña contra el proyecto, atacando en todas formas la idea, y reclamando la renuncia de Magnasco. A pesar de eso, Magnasco se presentó en el Congreso, y logró la aprobación tácita del mismo para seguir adelante sin pasar por el Congreso. Pero la prensa dirigió una campaña en su contra, que incluyó manifestaciones callejeras con gritos en contra del ministro. Y "La Nación" acusó a Magnasco de no saldar sus deudas comerciales, como medio de debilitarlo en la opinión pública. Incluso se lo acusó de haber pagado con fondos públicos sus gastos propios en muebles personales.
Un acercamiento político entre el presidente Roca y Mitre, a quien Magnasco había atacado en la prensa, lo obligó a renunciar como ministro en junio de 1901.
Desde entonces abandonó la política y enseñó derecho en la Universidad de Buenos Aires. Dedicó una parte importante de su tiempo a construir una fastuosa quinta en la localidad de Temperley, cercana a la capital, donde falleció en mayo de 1920.
  Durante la segunda presidencia de Julio Argentino Roca] En su gabinete figura el doctor Osvaldo Magnasco, orador de palabra mordiente, un parlamentario excepcional en una época de cultores del verbo.
Era hijo de un marino mercante de origen italiano radicado en Entre rios; si el padre, como cumplía a un garibaldino, era mitrista, el hijo, ya argentino, educado en el colegio de Concepción del Uruguay por cuyas aulas habian pasado roca, Andrade, Fray Mocho y tantos otros,  seria roquista. Una gran sombra vela la posteridad de Magnasco; hay que explicar este silencio y terminar con él. Magnasco habitase vinculado desde muy joven (nació en 1864) al Partido Autonomista Nacional, como casi todos los provincianos pobres. Bajó a Buenos Aires con su postura no exenta de  cierta grandilocuencia, bien plantado y seguro de su valía, dispuesto a ocupar su lugar en la altiva ciudad porteña. Integró el círculo político del juarismo en auge, pero no se encadenó a la adulación organizada y ciega. Si participó del banquete de los "incondicionales", en vísperas del 90, siempre actuó con plena independencia en la Cámara, donde adquirió fama de un hombre que supo conservar el sentido del interés nacional en el torbellino áureo del 90. sabía bien su latín y nadie pudo asombrarse de su versación jurista y humanista; pero concentro la atención general cuando formuló un certero ataque a las tropelías del capital ferroviario británico, considerado en esos momentos la varita mágica del progreso argentino.
En un trabajo sobre Magnasco, Julio Irazusta transcribe algunos fragmentos pronunciados por Magnasco en la Cámara de Diputados con respecto al tema antes aludido. Miembro de la Comisión Investigadora de los Ferrocarriles Garantidos, este "incondicional" diría sobre el capital británico palabras que no han perdido actualidad:
 ¿Han cumplido las compañías privadas los nobles propósitos que presidieron estas concesiones de ferrocarril, tan prodigiosas en estos últimos años?
El espíritu civilizador, que animó las disposiciones legislativas, ¿ha sido satisfecho por las empresas? ¿Han servido como los elementos de un progreso legítimamente esperado, o por el contrario, han sido obstáculos, obstáculos serios, para el desarrollo de nuestra producción, para la vida de nuestras industrias y para el desenvolvimiento del  comercio? Mejor sería, señor, que no contestase tales preguntas, porque aquí están los representantes de todas las provincias argentinas, que experimentalmente han podido verificar, con los propios ojos, el cúmulo de pérdidas, de reclamos, de dificultades y de abusos producidos por esto que en nuestra candorosa experiencia creíamos factores seguros de bienestar general...

Ahí están las provincias de Cuyo, victimas de tarifas restrictivas, de fletes imposibles, de imposiciones insolentes, de irritantes exacciones, porque el monto de esos fletes es mucho mayor que el valor de sus vinos, de sus pastos y de su carnes. Ahí están Jujuy y Mendoza, sobre todo la primera, empeñadas desde hace 12 años en la tentativa de la explotación  de una de sus fuentes más ricas de producción: sus petróleos naturales. Pero no bien llegas a oídos de la empresa la exportación de una pequeña partida a Buenos Aires o a cualquier otro punto, inmediatamente se alza la tarifa, y se alza como un espectro, y se alza tanto, que el desfallecimiento tiene que invadir el corazón del industrial más emprendedor y más fuerte. Ahí están Tucumán, Salta y Santiago, especialmente Tucumán lidiando por sus azúcares, por sus alcoholes y por sus tabacos, con  una vitalidad que, a no haber sido extraordinaria, habríamos tenido que lamentar la muerte de las mejores industrias de la República, porque habrían sucumbido bajo la mano de hierro de estos israelitas de nuevo cuño...
Magnasco agregaba a este discurso memorable e inédito que el  Ferrocarril del Este Argentino costó menos de la suma que percibió la compañía inglesa en concepto de garantía; que un ferrocarril mantenía en Londres un directorio con un presupuesto anual de  124.000 pesos oro, mientras que el directorio local sólo costaba 27.000 pesos oro al año; que las diferencias de remuneración entre los empleados ingleses y argentinos eran enormes: un jefe de almacenes extranjeros ganaba 505 pesos oro, y su segundo, que era el que trabajaba, solo 20 pesos oro. Añadía que la política ferroviaria británica saboteaba la producción argentina  en todos sus rumbos: azúcar, cereales, ganado del interior y petróleo.   En esa época se ensayó el empleo de petróleo argentino en las locomotoras y dio excelentes resultados y rendimientos; pero las empresas británicas, dice Magnasco, interesadas en la importación de carbón, sabotearon el petróleo argentino. "Una de ellas consumía leña y revendía el carbón importado con exenciones impositivas"
De este género de "incondicionales" del juarismo poco han dicho el cipayaje mitrista y los radicales habladores de todas la épocas, usufructuarios históricos del 90. Pero esto no es todo.  Cuandose debatía en la Cámara, en 1892, durante el gobierno del Dr. Luis Sáenz Peña, circunstancialmente dominado por los mitristas, entre ellos Quintana, una intervención a Santiago del Estero, se escuchó la voz de Magnasco:
Porque lo que se está perfilando y me temo mucho que suceda, es que los hombres arrastrados, señor presidente, por corrientes históricas conocidas, me temo —Dios quiera que me equivoque— levanten de nuevo aquella vieja tendencia de otros tiempos, que tantos dolores nos cuestan: del gobierno de Buenos Aires sobre el gobierno de las 14 provincias… El Poder Ejecutivo, el gabinete, no es solamente un ejecutivo y un gabinete reclutado en Buenos Aires, casi exclusivamente en Buenos Aires, sino un ejecutivo y un gabinete de barrio”
 ¡Un ex “incondicional”, un adversario del capital británico, y para colmo, un enemigo del mitrismo localista! ¡Cuánto puede aprenderse de la significación histórica del roquismo a la luz del destino corrido por uno de sus voceros más notables! Magnasco ha sido borrado de la nomenclatura política del país en mérito a dichos antecedentes. Precisamente porque la burguesía comercial porteña, con su gran vocero “La Nación”, ha hecho un matrimonio morganático con los ganaderos bonaerenses, fusionando así definitivamentelos elementos de la oligarquía, es que Magnasco, como tantos otros,es un desconocido para las nuevas generaciones argentinas. Sería injusto atribuir a ese hecho un designio puramente personal: el mitrismo ha sido glorificado como una necesidad de clase, y sus adversarios no asimilados a la oligarquía fueron reducidos a la obscuridad.
Pero faltaría a la personalidad de Magnasco un rasgo esencial para comprenderla en su totalidad: su proyecto de reforma de la enseñanza, que fue al mismo tiempo la razón de su eclipse político. Entramos aquí a la consideración de uno de los fenómenos más reveladores del roquismo en el cuadro de la historia argentina: el primer intento de transformar desde la raíz el sistema universalista, verbal y enciclopédico de nuestra enseñanza, pertenece a Magnasco, mi­nistro de Instrucción Pública de Roca.
El audaz proyecto le costó su carrera. El ministro Magnasco propuso en su reforma educacional sustituir el “Colegio Nacional”, ese semillero de bachilleres que aprenden Historia Universal en Jujuy como en Buenos Aires, Química y Física en Junín como en Chilecito, y Filosofía en Berisso como en Trelew, por una organiza­ción descentralizada de colegios secundarios que reflejara en sus programas las características geoeconómicas de su ciudad o provin­cia, reduciendo la enseñanza humanista a lo necesario. Magnasco concebía la enseñanza secundaria como la palanca para construir un país moderno, y como el medio de modificar las condiciones atra­sadas de cada región argentina, proporcionándoles los técnicos requeridos. En el fondo de esta reforma radical, se encontraba la antítesis del universalismo abstracto que desvincula actualmente estudiante de su tierra, su historia y su tiempo, y que conforma la masa del estudiantado cipayo.
Era un proyecto revolucionario de la burguesía intelectual pro­vinciana en una hora irrepetible. El insigne latinista suprimió la enseñanza del latín, con el apoyo de Lugones, y así como los clericales lo acusaron de anticlerical por esa medida, los mitristas combatieron su proyecto de ley en nombre del verbalismo clásico de loscolegios Nacionales, fundados por Mitre de acuerdo a su política europeizante, que complacían su inclinación natural.
Todo esto ocurría en 1901 y la oposición porteña y mitrista a las medidas renovadoras del joven ministro propendían a transformar el debate en un escándalo que reuniría nuevamente en un bloque a los masones mitristas, a parte del roquismo liberal y a los clericales más fanáticos. Ante el anuncio de Magnasco de que ninguna extorsión lo haría renunciar, el diario “La Nación” publicó una denuncia según la cual Magnasco se habría hecho fabricar en la cárcel y con fondos oficiales, algunos muebles de uso personal. ¡El noble general Mitre no alteró nunca su estilo político! El traductor del Dante cumplía el 26 de junio de ese año 80 años, y la máquina de prestigio ya estaba montada. Se preparaba un fastuoso jubileo, con la participación de esa camarilla inamovible de viejos campa­nudos que surten desde entonces nuestras academias y magistratu­ras. En tales circunstancias, el ministro Magnasco, desbaratando con dos frases aclaratorias la mezquina intriga urdida entre “La Nación” y el director de la cárcel, funcionario incompetente en vísperas de ser removido, lanzó en la Cámara estas palabras dirigidas al austero Mitre: “Quizás haya llegado a oídos del señor general mi desafecto por la ceremonia de su deificación. Quizás, señor, yo profeso principios republicanos, por lo menos trato de ajustar a ellos mi conducta. Puede que haya también llegado a sus oídos la frase acaso festiva —que me debía disculpar y que puedo repetir porque no ha­blo en nombre del poder Ejecutivo: Después de la ceremonia ten­dremos que llamarlo como a los emperadores romanos: Divus Aurelius, Divi Fratres Antonii, Divus Bartolus”.
Según el diario “La Prensa”, Mitre, que era senador, dijo: “Magnasco está muerto”. A su vez, “La Nación” defendió, al turbio director de la cárcel. Y en el debate parlamentario, púdose “observar” la descomposición mortal del roquismo, que ya empezaba a perder su nacionalismo para quedarle tan sólo su liberalismo; cuando los roquistas fueron sólo liberales, se hicieron conservadores, sobre todo los ganaderos y la gente de pro. La resistencia a la Ley Magnasco, pues, no fue sólo de los mitristas; también partió de numerosos par­lamentarios roquistas, puramente anticlericales e influidos por los debates de Francia, quienes pensaban que de prevalecer la ley propiciada por Magnasco, los colegios nacionales subsistentes, con su humanismo abstracto, quedarían en manos de los curas. Por lo cualmasones, mitristas y clericales— adversarios estos últimos de la ex­pansión de la enseñanza técnica— se unieron (como en el 80, y el 90) contra Magnasco.
El general Roca demostró en la emergencia que su época había concluido. No sostuvo a Magnasco el soldado lúcido del 80, y lo dejó caer, cediendo a la campaña difamatoria de “La Nación”, que todavía se daba el lujo de voltear ministros, ya que no podía nom­brarlos. Roca estaba acabado, como lo diría su antiguo amigo Pellegrini, él mismo envejecido y desengañado ante las poderosas fuerzas económicas y sociales de una oligarquía que se consolidaba rápida­mente. La desaparición del joven Magnasco de la vida pública fue total, y ése fue el epitafio de Roca. El ex Ministro se recluyó en su casa, tradujo a los clásicos y cuando murió en el más completo aislamiento, el diario “La Nación”, que es habitualmente un verda­dero fascículo necrológico, fue sobrio por una vez, y sólo dijo: “Ha fallecido esta mañana en Buenos Aires el Dr. Osvaldo Magnasco”.Desde entonces, y han pasado sesenta años, Magnasco fue un per­sonaje inexistente, porque Mitre tenía razón al afirmar en el Senado: “Magnasco ha muerto”;ya había demostrado su pericia como sepul­turero al lapidar a Rosas, al Chacho y a los caudillos populares. Comenzaba la edad glacial de nuestro pasado; Magnasco fue su primera víctima. ¡Cuántos siguieron después!: Ernesto Quesada, David Peña, Juan Bautista Alberdi, Manuel Ugarte y, como era de esperar, el propio Roca, ahogado en la mortaja de bronce que fundió, irónicamente, la oligarquía victoriosa.

domingo, 30 de julio de 2017

Historia del movimiento obrero organizado antes del peronismo

Por Fermín Chávez 
 El movimiento obrero organizado de la República Argentina, presenta mucho antes de culminar en una central única de los trabajadores, notables antecedentes de luchas, que se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, con más precisión, a las décadas de 1850 y 70, época en que se inició un profundo cambio estructural en la sociedad argentina. Tiempo en que empieza la incorporación de nuestro país al circuito capitalista, de un nuevo poblamiento con mano de obra europea y de la llegada de notables figuras que en el Viejo Mundo habían adherido a la revolución social antiburguesa, en sus distintas vertientes.  Socialistas y anarquistas, sobre todo, emigrados a la fuerza, arrojarían las simientes en los surcos que recién comenzaban a abrirse con el proyecto liberal de desarrollo de la Pampa Húmeda. Era una tierra virgen, ligada exclusivamente a la explotación pecuaria, pero ya preparada, porque las inquietudes sociales habían principiado a manifestarse (aunque en forma todavía no orgánica), más que nada en el periodismo y en la cátedra. Así, por ejemplo, en la provincia de Entre Ríos, a comienzo de 1870, había aparecido el periódico Obrero Nacional, redactado por el poeta Francisco F. Fernández, un ex-alumno del Colegio del Uruguay, sin duda influído por uno de sus profesores, Alejo Peyret, un francés del Bearne y ex-activista de la Comuna de París (1) Por esos mismos días, en Buenos Aires surgían algunos núcleos socialistas, los mismos que en 1872 enviarían a Raimundo Wilmart como delegado ante el Congreso General de la Internacional, realizado en La Haya. A mediados de 1877, también en la capital bonaerense, fue creada la Unión Tipográfica Bonaerense, primera manifestación gremial de los gráficos, ya que la vieja Sociedad Tipográfico Bonaerense, de 1857, tuvo solamente carácter mutualista.    Los trabajadores gráficos organizados en aquella Unión fueron a la huelga en 1878 y la ganaron, no obstante que el diario El Nacional, de Vélez Sársfield y de Sarmiento condenara las huelgas "como instrumento de perturbación". (2)   En 1868, a cuatro años de la Primera Internacional, había llegado al país un pionero del marxismo científico, el alemán Germán Avé-Lallemant, uno de los dirigentes perseguidos por Bismarck. Ya volveremos sobre esta figura sobresaliente que, por un tiempo, moró en San Luis. Lo cierto es que ya en la década de 1870, se dió en la Argentina la contienda entre marxistas y anarquistas bakuninistas, quienes publicaron varios periódicos. (3)  
En la siguiente década las dos corrientes recibieron el aporte de nuevos emigrados, algunos de ellos muy notables. En 1881 se formó una mutual de obreros panaderos; fue creada otra mutual, de obreros molineros, y se formó la Unión de Oficiales Albañiles, ya de carácter gremial. Y al año siguiente surgieron dos nuevos gremios, la Unión de Obreros Yeseros y la Unión Obrera de Sastres. También durante 1882 fue fundado el memorable Club Vorwarts por los socialistas alemanes, de muy importante trayectoria. En el resto de la década surgieron organizaciones sindicales de tapiceros, marmoleros, cocheros, panaderos, carpinteros, zapateros, maquinistas y fogoneros, y otros. En 1885 llegó al país alguien que había participado en la fundación de la Alianza Internacional Obrera  (o Internacional Negra), de 1881: Errico Malatesta. Pronto no más editó en Buenos Aires La Questione Sociales, y en 1887 redactó por encargo de Héctor Mattei el programa estatutario de la Sociedad Cosmopollita de Resistencia y Colocación de Obreros Panaderos. Por ese mismo tiempo un llamado Círculo Socialista Internacional nucleaba a anarquistas italianos y franceses. Por otra parte, en junio de ese mismo año 87 comenzó a actuar La Fraternidad, Sociedad de Ayuda Mutua del Personal de Maquinistas y Fogoneros de Locomotoras.
 El 1º de MAYO DE 1890   La primera conmemoración del Día de los Trabajadores tuvo lugar en Buenos Aires el 1º Mayo de 1890, dos meses antes de la revolución de los Cívicos. La concentración se efectuó en el Prado Español y reunió más de 1.500 personas, pertenecientes a gremios, sociedades mutuas y centros republicanos de la Capital y del interior. El año 1891 fue memorable para los trabajadores argentinos: primero que todo, porque se constituyó la primera FEDERACION DE TRABAJADORES, y después, porque se publicó EL OBRERO, que se convirtió en "órgano de la Federación Obrera" bajo la dirección de Germán Avé-Lallemant. (4). En ese periódico apareció una histórica "Interpretación económica del 90". Además, la Federación presentó al Congreso de la Nación un pedido de legislación laboral, con normas sobre el trabajo insalubre y la creación de tribunales para atender las relaciones entre obreros y patrones. (5)    En 1892, el sacerdote redentorista Federico Grote creó los Círculos Católicos de Obreros, de carácter mutualista y educativo, y que reflejaron la nueva actitud social de la Iglesia, por influencia de la Encíclica FERUM Novarum, de 1891. (6)    En 1894 hubo varias huelgas: de panaderos, albañiles y otros. Y también se produjo la formación de la segunda Federación de Trabajadores. En la tarde del 14 de octubre del mismo año, las sociedades gremiales se concentraron en la plaza Rodríguez Peña, para solicitar las 8 horas de trabajo y apoyar un proyecto de ordenanza municipal a favor de dicha conquista. Unos 4.000 trabajadores marcharon por las calles Paraguay, Callao, Piedad, Larrea, Moreno y Entre Ríos hast a Brasil. (7) La convocatoria había sido hecha por los albañiles, mecánicos, marmoleros, hojalateros, gasistas, sastres. Talabarteros, madereros, mayorales, cocheros, horneros, tipógrafos, pintores y picapedreros. Al año siguiente, la ciudad de Buenos Aires tenía alrededor de 25 organizaciones de trabajadores.  En junio de 1898 llegó al país Pietro Gori, jurista, sociólogo y escritor anarquista, que permanecería en la Argentina hasta principios de 1902. No solo dictó cátedra y fundó revistas, sino que también participó en varias huelgas, y en 1901 fue delegado de los ferroviarios ante el congreso del que surgió la FEDERACION OBRERA ARGENTINA (FOA). El 2 de marzo de marzo de dicho año se reunieron en Buenos Aires delegados obreros de 14 asociaciones para preparar la organización de un congreso que debatiría sobre "los intereses de los trabajadores y el modo de mejorarlos en el terreno exclusivamente económico y gremial". (8)     El congreso se reunió entre el 25 de mayo y el 2 de junio de 1901, con la concurrencia de delegaciones de la Capital y del interior. De allí surgió la FEDERACION OBRERA ARGENTINA, de corta vida, ya que haría crisis al año siguiente. Según el periódico LA ORGANIZACIóN OBRERA, ello ocurrió por haberse dado un paso prematuro.    Durante los días 19 y 20 de abril de 1902 se reunió en el salón Vorwarts el segundo Congreso de la FOA y allí se produjo la escisión. Se retiraron 19 organizaciones, con 1.780 asociados, y se quedaron 29 gremios, con 7.630 socios. El 18 de mayo se llevó a cabo una nueva reunión, ahora de las asociaciones disidentes, en la que se resolvió no aceptar las resoluciones del Congreso de abril, ni adherir a la FOA. Lo que ocurría fue calificado de "escisión benéfica" por el órgano anarquista La PROTESTA HUMANA. (9) La federación disidente se llamó UNION GENERAL DE TRABAJADORES (UGT), nucleando a los  marxistas socialistas, mientras que la FEDERACION OBRERA REGIONAL ARGENTINA (FORA) agrupó a los anarquistas.   Esa división ab ovo iba a impedir una auténtica unidad de la clase obrera argentina por varias décadas: y eso tenía mucho que ver con el origen ideológico no nacional de nuestro movimiento obrero. Como señala correctamente un autor: "Se discutía acercando ejemplos europeos y esgrimiendo argumentos teóricos de aquella procedencia bastante desconectaos de la realidad social de la Argentina. (10) A principios de siglo, sin embargo, una corriente cultural anarquista, encabezada por Alberto Ghiraldo, se aproximó cuanto pudo a nuestra realidad, empalmando sus ideas con los alegatos del "Martín Fierro" de José Hernández. (11) Por su parte, los socialistas iban a dividirse algunos años después, por causas parecidas, cuando de sus filas se separara la notable figura de Manuel Ugarte, es decir, una contrafigura de Juan B. Justo, el internacionalista y librecambista. (12)  La primera Guerra Mundial resultó algo así como una piedra de toque para las ideologías que impregnaban las corrientes revolucionarias en la Argentina. En el socialismo predominó el pensamiento modelado por la inteligencia británica, esto es, aquel del llamado "proyecto del 80", colonial, y que ya había empezado a hacer agua. Se formó una élite política belicista y pro-inglesa, que atacó duramente a Hipólito Yrigoyen y a la política de neutralidad por los factores de poder económicos. En el socialismo no encontró aliados, sino una secta dispuesta a combatirlo. Por otra parte, el conflicto del sistema central comportó confusiones en el seno del movimiento obrero argentino y hasta llegó a generar provocaciones. En 1914, la CORA, cuyo núcleo principal era la UGT socialista, se incorporó a la FORA y consolidó una unión provisional. Pero dicha Federación no duró mucho, puesto que en 1915 volvió a manifestarse la antigua división de socialistas y anarquistas. Estos reconstruyeron la FORA de 194 o del Quinto Congreso, y aquéllos adoptaron la denominación de FORA Noveno Congreso.   Este último nucleamiento se acercó a las autoridades nacionales, dentro de ese clima de tolerancia que vino a ser quebrantado por Semana Trágica, en enero de 1919, en que fueron a la huelga. (13)   Pero mientras la FORA anarquista se mantenía irreductible, "la FORA sindicalista negociaba con el gobierno". (14) Sebastián Marotta llegó a un acuerdo con el doctor Elpidio González, jefe de Policía. Hubo arduas negociaciones y la vuelta al trabajo, resuelta por la FORA Noveno Congreso no fue acatada, pues los obreros se plegaron a la tesis anarquista del paro por tiempo indeterminado. Después los trabajadores de Vasena se fueron reintegrando al trabajo.    En marzo de 1922 se llevó a cabo otro Congreso fusionista (el cuarto), del cual nació la UNION SINDICAL ARGENTINA (USA), compuesta por la FORA Noveno Congreso y por gremios independientes. Pero la lucha entre los lineamientos ya tradicionales no terminó.Manifestación de la Unión Sindical Argentina.  Después de seis años, en que no hubo reunión alguna de conjunto, la FORA efectuó el Décimo Congreso entre el 11 y 16 de agosto de 1928, con asistencia de 93 representaciones de sindicatos. Uno de los temas tratados fue la campaña por la libertad de Simón Radowitzky, autor del atentado contra el coronel Ramón Falcón, y quién será indultado por Yrigoyen en vísperas de su derrocamiento. Fue aquél el último congreso de FORA.
NACE LA PRIMERA CGT    En términos generales, los historiadores están de acuerdo en que el movimiento militar del 6 de septiembre de 1930 encontró mal parados, desgastados, a los trabajadores organizados: la FORA y la USA. Según estimaciones de Diego Abad de Santillán (Silesio Baudillo García), los agremiados a la FORA sumaban por entonces unos 100.000; los de la USA, 60.000 y una cifra no calculada en la COA socialista. (15) No hubo batalla alguna sindical contra el gobierno de facto: sin bases nacionales y desgastadas en luchas estériles, tales organizaciones carecían de fuerza política y de dirección adecuada. A fines de septiembre de 1930, por fusión de la USA con la COA, nació la primera CONFEDERACION GENERAL DEL TRABAJO, si bien se mostró sumamente tibia frente a Uriburu, tanto que se declaró "convencida de la obra de renovación administrativa del gobierno provisional y dispuesta a apoyarla". (16) La conclusión de Diego Abad de Sanatillán es categórica: "Los trabajadores organizados no cumplieron con su deber primario ante el golpe de Estado de 1930…". (17)
  Por lo menos, no se explicaba bien la posición de prescindencia adoptada, primeramente por la USA, La Fraternidad y la Unión Ferroviaria, y después por la flamante CGT. En Rosario, le aplicaron ilícitamente la ley marcial a Joaquín Penina, un catalán anarquista e inofensivo, pero ninguna voz gremial se alzó para señalarlo. Durante el gobierno del general ingeniero Agustín P. Justo, es decir, en la Década Infame, se registraron diversas huelgas de volumen, entre ellas las que protagonizaron los obreros del calzado, textiles, tranviarios, yeseros, estibadores, telefónicos, madereros y otros. En 1932 hubo una huelga general y al año siguiente, una serie de conflictos en defensa del salario, cuya reducción venía en aumento. Entre 1935 y 36 los paros de cerveceros, albañiles y colectiveros culminarían en una huelga general, que contó con el apoyo de la CGT. Mejor dicho, de un comité de Defensa y Solidaridad que respondía a 68 sindicatos de la central obrera y a núcleos independientes. "De este movimiento, especialmente trascendental den la historia del sindicalismo –dice Juan Carlos Vedoya- derivó la división de la CGT en dos ramas por la posición que sus tendencias adoptaron antes de desencadenarse el conflicto: la de Catamarca 577, que más tarde volvió a tomar el nombre de la antigua Unión Sindical Argentina de predominio socialista y la de Independencia 2880, a quién el coronel Juan Domingo Perón, secretario de Trabajo y Previsión, le acordó después personería legal y la constituyó en el sostén obrero de su posterior gobierno. De esta rama deriva la actual Confederación General del Trabajo". (18)    En los últimos tramos de la década de 1930 gravitó sobre el movimiento obrero argentino la estrategia soviética del Frente Popular, que en 1938 obtuvo en Chile una victoria resonante, bajo la conducción del "camarada Montero", es decir Eudocio Ravines. Al mismo tiempo, los nacionalistas argentinos empezaron a conmemorar el Primero de Mayo con una marcha anual. (19)    Un nuevo cambio se iba a producir en la estructura social de la Argentina, en el que se evidencia un hecho de mayor gravitación aún en la década siguiente: la migración hacia los centros urbanos de la mano de obra del interior del país. Paralelamente al crecimiento de la población obrera industrial se incrementa la organización y el número de afiliados a los sindicatos. Se llegó así a 1940 con un movimiento obrero organizado que tiene, aproximadamente, 450.000 afiliados, sobre un total de 900.000 trabajadores industriales.  En marzo de 1943 se produjo el rompimiento final de la CGT en dos fracciones: la CGT Nº 1 y la CGT Nº 2. Quedó en la primera la mayor parte de las organizaciones, entre ellas, la Unión Ferroviaria y la Fraternidad, y otros nucleamientos que se resistían a ser alineados según el dilema "fascismo-democracia", impuesto por la estrategia del Soviet. Una de sus principales figuras era José Doménech, líder ferroviario. En la Nº 2 militaban los llamados "democráticos, predominantemente comunistas y socialistas (municipales, construcción, comercio, trabajadores del Estado). Y así el movimiento del 4 de junio los encontró en una profunda crisis, como bien lo señaló Pablo Ibarra. (20)   Se visualizan dos etapas bien diferenciadas en las relaciones del nuevo gobierno con los trabajadores: una primera, que va de junio a octubre de 1943, y una segunda, a partir de la designación del coronel Perón en el Departamento Nacional del Trabajo.  No hubo resistencia al nuevo gobierno por parte de los nucleamientos de las dos CGT. El 25 de junio, la CGT 1 dio una declaración favorable a las medidas oficiales contra el agio y la especulación en artículos de primera necesidad. Días antes, una delegación de la CGT, presidida por su secretario general Francisco Pérez Leirós, había visitado al ministro del Interior. Y la entrevista fue cordial, según La Vanguardia, órgano del socialismo.   A principios de julio se hizo cargo del Departamento Nacional de Trabajo el coronel Carlos M. Gianni y semanas después el 21, fue clausurada la sede de la CGT 2. En agosto fueron intervenidas la Unión Ferroviaria y La Fraternidad, dos de las grandes de la CGT 1.
  También hubo confinamientos de dirigentes, entre ello, José Peter, líder del gremio de la carne. (21)   Con la designación del coronel Perón el 27 de octubre de 1943, en reemplazo de Gianni, empieza otra historia, que avanzaría aceleradamente. Un mes después, apenas, fue creada la Secretaría de trabajo y Previsión Social, que inició una nueva era en la política social de la Argentina. El Estado asumía desde allí su "deber social", inspirándose en principios de "colaboración social", al decir del coronel. (22)
   Entre junio y noviembre ocurrieron hechos decisivos con respecto al futuro de una central única de trabajadores. Las organizaciones no intervenidas de la CGT 1 resolvieron, el 11 de septiembre, continuar funcionando y eligieron un consejo central confederal cuyos cargos principales fueron ocupados por Ramón Ceijas (secretario general). Alcides Montiel (secretario adjunto) y Alfredo Fidanza (secretario administrativo). Si bien los sindicatos ferroviarios intervenidos se habían alejado de la CGT, a fines de octubre, cuando se hace cargo de la intervención el coronel Domingo A. Mercante, fue revocada aquella decisión. "Así comenzó (lamenta Diego Abad de Santillán) un nuevo capítulo de la historia gremial argentina, cuya unidad, por la que se había venido combatiendo desde comienzos del siglo, fue al fin impuesta por el gobierno militar". (23) Diríamos que, más que por el gobierno militar por un realineamiento de dirigentes y organizaciones que, sobre la base de la CGT 1, apuraron el resurgimiento de la central obrera. Pero para que esto sucediera tuvo que transcurrir todo el año 1944, en que grandes sindicatos, como los de comercio  (liderados por el socialista Angel G. Borlenghi), serían ganados por la política puesta en marcha. La Junta de Unidad Sindical de la CGT produjo el 12 de julio de 1945 un hecho fundamental, demostrativo de lo que estaba ocurriendo con la clase trabajadores, cuando concentró en Diagonal Norte y Florida unos 350.000 trabajadores ( ), para repudiar a las "fuerzas vivas" que combatían la nueva política social. En ese acto hablaron Telmo B. Luna, presidente de la Unión Ferroviaria; Manuel E. Pichel, tesorero de la CGT, del gremio mercantil, y Angel G. Borlenghi ya mencionado. (24)  Claro, se desataron algunas acusaciones, y el 5 de septiembre, La Fraternidad y la Unión Obrera Textil (comunista, a la sazón) y el Sindicato Obrero del Calzado se desafiliaron de la CGT. Pero la historia se había abierto otro rumbo. Apareció en escena un sector hasta entonces mero espectador, la clase obrera de origen provinciano, sin mayor ligazón con el movimiento sindical de Buenos Airs. Como bien observa un autor  antes citado: "Aunque quiera cerrarse los ojos, nadie puede ignorar que la invasión de ius sanguinis del interior (el cabecita negra sin ideología gremial), sobre el ius solis sindicalizado e ideológico del litoral, aportó, con aquellas masas antiguamente migratorias y explotadas, un nuevo sentido telúrico y tradicionalista al movimiento de la clase trabajadora, y en definitiva agregó con fuerza avasalladora un moderno sentido de integración nacional a la clase social a la que pertenecían". (25)   El 21 de septiembre de 1945 fue elegido el nuevo congreso central confedeal y Silverio Pontieri, un ferroviario, resulto elegido secretario general de la CGT. Una nueva CGT, menos de un mes antes del 17 de octubre.    A partir de allí  el movimiento obrero organizado se afianzará en torno a una central en expansión, según indican las cifras. De los 200.000 afiliados de la CGT 1, en 1943, se saltaría a 6.000.000 al comenzar la década siguiente, la de 1950. Convendría señalar, además, que el número de obreros industriales registró un notable incremento en menos de un lustro. Así, de 927.000 estimados en 1941 se pasó a 1.238.000 en 1945, el año que marcó la aparición de un nuevo gremialismo.

BIBLIOGRAFIA Y DOCUMENTACION DE APOYO
(Ordenamiento original del autor)

 1-Peyret, Alexis (1826-1902) fue profesor de Historia en el Colegio durante el  rectorado de Alberto Larroque. Dejó la administración de la colonia San José por  adherir a la revolución jordanista entrerriana. Entre 1876 y 71 volvió a su  cátedra en Concepción del Uruguay.     Después fue inspector de Colonias (1889- 94). En 1889 representó a la Argentina en el Congreso Internacional Obrero reunido en París.
 2-El Nacional, Buenos Aires, 14 de septiembre de 1878: "El socialismo usa las huelgas como instrumento de perturbación, pero el socialismo es una necesidad en América".
 3-Fueron publicaciones de corta vida: El socialista, 1877; La Luz, 1878; La voz del Obrero y El Descamisado, 1879, anarquista este último.
 4-Germán Avé-Lallemant (1835-1910) dirigió El Obrero desde su aparición el 12 de diciembre de 1890. Tenía como lema: "Proletarios de todos los países, uníos". Dejó su dirección en 1891. Antes de venir a Buenos Aires fue secretario del comité de la Unión Cívica Popular que presidía Teófilo Saá, en San Luis.
 5-Pérez Amuchástegui, A.J., Ciudadanos conspicuos y hombres comunes, en "Crónica Histórica Argentina, Nº 64, Codex, Buenos Aires, 1969.
 6-Farrell, Gerardo T, Iglesia y pueblo en argentina, 1860-1974, Buenos Aires, 1976.
 7-Una crónica detallada de esta concentración, en La Prensa, Buenos Aires, 15 de octubre de 1894.
 8-Marotta, Sebastián, El movimiento sindical argentino, Buenos Aires 1960.
 9-La Protesta Humana, Buenos Aires, 10 de mayo de 1902.
10-Vedoya, Juan Carlos, Primero de Mayo. Ayer y Hoy. Evolución política de la clase obrera, en "Todo es historia", año VII, Nº 73, Buenos Aires, mayo de 1973.
11-Fue un movimiento cultural importante, aunque aparezca marginado por la cultura oficial del sistema. Chirlado dirigió El Sol (1899-1903) y El Obrero (1896). Fundó y dirigió Martín Fierro, cuyo primer editorial, de marzo de 1904, recoge los trabajos de Pablo Subiera sobre el poema hernandino. Después, a partir del 13 de mayo de 1909, continuó su tarea en la revista Ideas y Figuras.
12-Manuel Ugarte fue separado del Partido Socialista antes de la primera guerra mundial. Había ingresado en él en 1904. Durante la guerra dirigió La Patria (1914), neutralista. En 1946 adhirió al Movimiento Peronista.
13-Babini, Nicolás, La Semana Trágica, en "Todo es historia", año I, nº 5, Buenos aires, septiembre de 1967.
14-Quesada, Fernando, La Protesta, una longeva voz libertaria, en "Todo es historia", año VII, Nº 83, Buenos aires, abril de 1974.
15-Abad de Santillán, Diego, El movimiento obrero argentino ante el golpe de estado del 6 de septiembre de 1930, en "La crisis de 1930",  Revista de Historia, Nº 3, Buenos aires, 1958.
16-Idem
17-Idem
18-Vedoya, Juan Carlos, op. Cit.
19-El 1º de mayo de 1938 la Alianza de la Juventud Nacionalista rompió el monopolio socialista en las manifestaciones conmemorativas del Día del Trabajo.
20-Ibarra, Pablo (Real, Juan José). Una manifestación proletaria y popular transforma al peronismo de fenómeno militar en movimiento nacional, en "La Opinión", Buenos Aires, 17 de octubre de 1971.
21-José Peter fue traído del Neuquén y negoció con el coronel Perón el levantamiento de la huelga de los frigoríficos a cambio de mejoras.
22-Discurso del 2 de diciembre de 1943.
23-Abad de Santillán, Diego, Historia Argentina, vol. 5, Buenos Aires, 1971.
24-El órgano CGT, de la central obrera, el 16 de julio de 1945, dio una crónica muy completa de dicho acto, con el título de "Proporciones gigantescas adquirió la concentración de la CGT".
25)-Vedoya, Juan Carlos, op.cit.