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martes, 28 de febrero de 2017

200 años del combate de Chacabuco - 2da Parte

Por el Prof. Jbismarck
O'Higgins, con su instinto heroico, llevado por los juramentos hechos tras la derrota de Rancagua en 1814 -según sus propias palabras-, deseaba vengarse de la opresión a su Patria por parte de los españoles. Creyó, debido a su valor, que podía decidir por sí solo la victoria contra los realistas sin el concurso del general Soler.
Ordenó el avance de su infantería y repitió la histórica proclama que había dado en los combates de El Roble y de Rancagua:

"¡Soldados! ¡Vivir con honor o morir con gloria! ¡El valiente siga!
¡Columnas a la carga!".


Los tambores dieron la señal con el toque de calacuerda. Se lanzaron a paso acelerado en columnas de ataque con apenas 700 bayonetas, de los batallones de infantería de libertos N° 7 y N° 8 del Ejército de los Andes.
Sus comandantes eran los tenientes coroneles argentinos Pedro Conde y Ambrosio Crámer.
Avanzaron contra al menos el doble (1.500) de infantes realistas, bien posicionados y sostenidos por su artillería.
Además, O'Higgins le ordenó al coronel José Matías Zapiola que con sus granaderos intentase penetrar por el flanco derecho sobre la posición realista.
Los batallones, formados por esclavos libertos argentinos marcharon valerosamente a la carga. Lo hacían sin disparar un tiro, inflamados por las palabras y el ejemplo de su general.
Pero antes de llegar a la falda de los cerros que ocupaba el enemigo, se encontraron con el obstáculo de una enorme grieta y de un arroyo que bajaba del barranco en que los realistas apoyaban parte de su fuerza.
Los cañones españoles estaban ubicados en este punto, lo mismo que los infantes, en el cerro del Chingue.
Según Mitre, los patriotas quedaban dentro de la zona peligrosa, en pleno campo de tiro de los fusiles y los cañones, por el frente de su avance.


Los patriotas son rechazados
A pesar de esto, los infantes patriotas hicieron tenaces esfuerzos para ganarle la posición a los realistas; aunque no pudieron trepar la altura de la barranca en que estaba acordonado el enemigo.
Tuvieron que retroceder en desorden, de vuelta hacia su primera posición en la boca de la quebrada de donde habían salido. Buscaron reorganizarse fuera del alcance de los fuegos de los realistas.
Para colmo de males -señala Ornstein-, la orden de atacar dada por O'Higgins a los granaderos de Zapiola, los había enviado al Estero de las Margaritas, donde se quedaron empantanados, recibiendo también el fuego cruzado desde el morro del Chingue y el cerro Victoria, intentaron, en vano, penetrar por entre el flanco izquierdo y el del centro del enemigo.  El morro del Chingue en que apoyaba el ala izquierda realista era un verdadero castillo por su elevación.
Sin esperar contraorden, Zapiola sacó a sus granaderos de esa situación y para volver en orden a situarse fuera del fuego enemigo, protegidos tras el morro de Las Tórtolas Cuyanas. Al mismo tiempo mandaba al teniente Rufino Guido a la cumbre de Chacabuco a informar de la situación al Libertador.
Todo ello sucedía mientras los infantes argentinos eran dispersados de nuevo por el fuego cruzado y retrocedían en desorden.
Al verlo que ocurría, San Martín, convencido de que su plan era la garantía de la victoria, si se cumplía al pie de la letra hasta la rendición del enemigo, llegó a temer por la suerte de la división del general O'Higgins.
Se encontraba comprometida en un ataque heroico, pero temerario y en contra sus órdenes.
Al recibir el parte del teniente Guido, extendió el brazo señalando en dirección a la Cuesta Nueva, y le gritó a su ayudante de campo, el mayor Antonio Álvarez Condarco: "Corra usted a decir al general Soler, que cruzando la sierra, caiga sobre el enemigo con toda la celeridad que le sea posible".


Resultado de imagen para ohiggins y soler Enseguida espoleó su cabalgadura que se encabritó y lo llevó a la carrera cuesta abajo con toda la velocidad que le permitía lo escabroso del terreno.
Como debió frenarlo un poco, esto le restó rapidez y llegó hasta la boca de la quebrada en los momentos en que O'Higgins se había adelantado otra vez sobre el llano con el propósito de renovar el ataque directo, y ya no podía retroceder.
Se lanzaban al ataque en columnas con el Batallón N" 7 al frente y volvía a ser detenido por la grieta y atacado por el frente y por el flanco por tos realistas y lo obligaban a retroceder en desorden -señala Ornstein-. Era la una y media del día.
El enemigo, advertido ahora de que no había más tropas patriotas que esas, comenzó los preparativos para un contraataque, cosa que vio claramente el Libertador, así como los oficiales del Regimiento de Granaderos a Caballo de los dos escuadrones de la reserva de O'Higgins que al pasar su general, a su orden, se le unieron en la marcha.
Era imperioso que los granaderos cargaran a los realistas para frenar su contraataque y salvar a los infantes a la vez de abrirles una brecha por donde penetrarla línea enemiga.
El general San Martín tomó la bandera de los Andes y con ella animó a la infantería a reagruparse y volver al ataque.
Devolvió la enseña al portaestandarte, desenvainó su sable y se puso al frente de los escuadrones de granaderos.

Encabezó el ataque a la carga, con dirección al centro del ala izquierda enemiga, en medio del fuego graneado de los batallones realistas.  Pero a poco de llegar a ellos, a unos doscientos metros -dice Ornstein-, el fuego enemigo comenzó a disminuir.
En ese momento, San Martín advirtió que la línea enemiga vacilaba, y que algo extraordinario pasaba en sus filas.  Ocurría que la vanguardia del ala derecha argentina, la columna de Soler, cuyo movimiento no había alcanzado a prever el general Maroto, estaba desembocando en el valle de Chacabuco y avanzaba a paso de trote y al galope sobre la izquierda de la posición realista. El momento decisivo había llegado.
Soler había alcanzado, a la una y media del mediodía, la base del cerro del Chingue, sin que los realistas que estaban en su altura lo advirtieran, porque estaban ocupados en rechazar el ataque de O'Higgins. Por ello cuando la avanzada del batallón de Cazadores de los Andes de su división atacó a los 200 realistas allí apostados los tomaron por sorpresa y sin poder defenderse.
Lanzadas nuevamente las columnas de infantería de O'Higgins al ataque, San Martín ordenó -según Mitre- a los tres escuadrones de Granaderos mandados por los comandantes José Melián, Manuel Medina y el mayor Nicasio Ramallo, con el coronel Zapiola a la cabeza, que cargaran a fondo hasta chocar con la caballería realista situada a la izquierda de la retaguardia enemiga.
Como se ha visto, Ornstein lo señala en un documentado estudio, San Martín mismo se puso al frente de los escuadrones y dirigió el ataque.
El escuadrón de Medina, pasando a través de un claro de la línea de la infantería patriota en marcha, cayó sobre la izquierda del centro enemigo llegando a acuchillar a los artilleros realistas sobre sus cañones.
Mientras, Zapiola con los otros dos escuadrones penetraba por su costado derecho. Al mismo tiempo, los batallones N°7 y N" 8 encabezados por el general O'Higgins podían finalmente, tras superar la grieta y el barranco, tomar, bayonetas mediante, la posición realista.
Los fuegos desde el mamelón (colina de forma redondeada) que tanto habían detenido el avance se habían terminado. La infantería realista estaba en retirada y formaba en cuadro en el centro de su campo.
Maniobras combinadas
Simultáneamente, el teniente coronel Rudecindo Alvarado, que con el batallón Nº 1 de Cazadores de los Andes llevaba la vanguardia de la columna derecha argentina, desprendía dos compañías al mando del capitán Lucio Salvadores y del teniente José Zorrilla, que se apoderaban del mamelón, matando incluso al coronel español Antonio Marquelí, que lo sostenía.
Mientras tanto, entra en acción el mayor Mariano Necochea con el escuadrón de Granaderos de la Escolta y sostenido por el cuarto escuadrón de Granaderos a Caballo al mando del cuñado de San Martín, Manuel de Escalada. Ambos pertenecían a la columna de Soler. Aparentando descolgarse de los cerros, penetraron por la retaguardia y arrollaron a la caballería realista por la izquierda. A su vez, Zapiola ejecutaba idéntica maniobra por el otro extremo.
Los húsares realistas, al ver que eran atacados por dos lados, decidieron no esperar y se retiraron a la carrera hacia el Portezuelo de la Colina en dirección a la hacienda.
En ese momento, San Martín devolvió el mando del regimiento a Zapiola y le ordenó la persecución del enemigo.
Al romperse el frente de la línea realista, los batallones de los costados de la ruptura se desbandaron y se pusieron en fuga. El jefe realista Maroto había perdido el control de sus hombres y sólo algunos oficiales lograron formar un cuadro con los dispersos del Talavera y el Chiloé para tratar de resistir. Los batallones de O'Higgins, ahora vencedores, convergieron sobre el cuadro en que se habían refugiado los últimos 500 realistas, que en unos 15 minutos fueron hecho pedazos. Los que quedaban buscaron huir por los cerros a sus espaldas. 
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                                                          Triunfo contundente
Allí encontraron cortada su retirada por el grueso de la infantería de la división de Soler que ya ocupaba el valle. Entonces trataron de resistir parapetados tras las tapias de la viña y del olivar contiguo a la hacienda de Chacabuco. Finalmente y luego de muchas pérdidas, se rindieron.
Los que buscaron salvarse huyendo por el estero y por la prolongación del valle hacia el sur fueron exterminados en la persecución. El camino quedó sembrado de muertos desde Chacabuco hasta cerca del Portezuelo de la Colina.
Los sables afilados de los Granaderos -dice Mitre- hicieron estragos: en el campo de batalla se encontraron un cráneo dividido en dos partes y el cañón de un fusil tronchado como una vara de sauce.
A las 15, San Martín se reunió en el centro del campo de batalla con el general Soler, que llegaba con el grueso de su división por el desemboque de la Cuesta Nueva, para comunicarle las contingencias de la batalla al recién llegado.
El resultado de la jornada, fue: 500 realistas muertos, 600 prisioneros, en su mayor parte de infantería; toda la artillería, un estandarte de caballería y dos banderas de infantería (las de los batallones de Chiloé y Talavera, aún conservadas en el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires).
También se consiguió armamento y el parque de artillería de los vencidos, aunque lo más importante fue la restauración de la libertad de Chile.
Las pérdidas de los patriotas fueron: 12 muertos y 120 heridos, muchos de los cuales morirían luego a causa de las heridas recibidas.
Nadie duda de que si el plan de San Martín se hubiese ejecutado punto por punto, como pudo y debió hacerse, la batalla hubiera terminado por una rendición del enemigo.
No hubiera habido el derramamiento de sangre que causó la valiente temeridad de O'Higgins, quien, omo combatiente, fue uno de los héroes del día.
San Martín, al dar cuenta de esta victoria, resumió su empresa en estos términos:

"Al Ejército de los Andes queda la gloría de decir: en veinticuatro días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile".

Dice Bartolomé Mitre en su Historia de San Martín refiriéndose a la estrategia del Libertador: "El mérito de la batalla de Chacabuco consiste precisamente en lo contrario de lo que constituye la gloria de las batallas". Y explica que el resultado de la hábil planificación de San Martín había hecho que la batalla estuviera ganada antes que los soldados la dieran.
Todo respondía a un plan metódico en el que los días y las horas estaban contados y los resultados estaban, y fueron, los previstos. "Fue una sorpresa a la luz del día en que nada se libró al acaso", cierra Mitre.

Luego del combate

El 14 de febrero de 1817, el ejército Libertador hizo su entrada triunfal en la ciudad capital del Reino de Chile.
La batalla de Chacabuco dio la libertad a Chile, que se afianzaría al año siguiente luego de Maipú, pero además, dio la señal de que los americanos del Sur iniciaban la guerra ofensiva por su independencia, que culminaría siete años después (1824) con la victoria final en la pampa de Ayacucho.
San Martín logró con ella cerrar la primera fase e iniciar la segunda de su Plan Continental para a la revolución americana.
Aisló al poder español en el estrecho recinto del Perú; salvó a la revolución argentina de su ruina y contuvo la invasión que la amenazaba por el Alto Perú, suprimiendo a un enemigo peligroso que la amenazaba por el flanco de la cordillera.
Fue la primera batalla americana con largas e importantes proyecciones históricas. El virrey del Perú, Pezuela, confiesa que marcó el momento en que la causa de España empezó a retroceder en América y su poder a ser conmovido en sus fundamentos:
"La desgracia que padecieron nuestras armas en Chacabuco, poniendo el reino de Chile a discreción de los invasores de Buenos Aires, trastornó enteramente el estado de las cosas, fue el principio de restablecimiento para los disidentes, y la causa nacional retrogradó a gran distancia, proporcionando a los disidentes puertos cómodos donde aprestar fuerzas marítimas para dominar el Pacífico. Cambióse el teatro de la guerra: los enemigos trasladaron los elementos de su poder a Chile, donde con más facilidad y a menos costa podían combatir al nuestro en sus fundamentos”.


Bibliografia
Crónica Histórica Argentina. Dirigida por A. J. Pérez Amuchástegui
Mitre Bartolomé "Historia de San Martín y de la Emancipación Americana"  
Ornstein Leopoldo "Las Campañas Libertadoras del Gral San Martín"
Rosa José María "Historia Argentina"
Sierra Vicente D. "Historia Argentina"

200 años del Combate de Chacabuco - 1ra Parte


Por el Prof. Jbismarck
El 12 de enero de 1817 iniciaba desde distintos puntos de la provincia de Cuyo la expedición mandada por el General don José de San Martin para cruzar la cordillera de los Andes con el fin de liberar el territorio de Chile. Las columnas del centro comandadas por San Martin y Las Heras se volvieron a juntar el 10 de enero en la Villa de Santa Rosa.  El 11 de febrero, San Martín abandonó la villa de Santa Rosa, y dio orden de continuar adelante. Sólo la cuesta de Chacabuco separaba ya a los combatientes. La jornada de ese día fue corta. San Martín se empleó en estudiar el terreno y en coordinar su plan de ataque.
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Hizo que sus dos ingenieros, don Antonio Arcos y don José Antonio Álvarez, le levantasen un croquis de la cuesta y sus cercanías, y cuando poseyó todo los datos, adoptó su partido y aguardó tranquilo que llegase el momento de la ejecución.  La zona donde se daría la batalla, explica el historiador Ornstein, era la comprendida entre el valle del río Aconcagua, donde había acampado el Ejército de los Andes, y la Hacienda de Chacabuco. Allí esperaba el ejército comandado por Rafael Maroto. Por esta zona, de norte a sur, cruzaba el camino principal que va de Santa Rosa de los Andes a la ciudad de Santiago.  Tras pasar el río Aconcagua, el lado sur del valle limitaba con una cadena de cerros. Estos ascendían unos 15 kilómetros y terminaban en la cresta de la serranía de Chacabuco, cuya altura máxima es de 1.280 metros.  Luego del paso de la cresta, el camino empezaba el descenso hacia el sur (rumbo a la Hacienda de Chacabuco), que está a unos 10 kilómetros.   El camino de bajada, entre la serranía y la hacienda, iba por un cajón llamado Quebrada de la Ñipa. Terminaba en un bañado, el Estero de las Margaritas. 
Según los distintos autores el número de hombres de los ejército varían, en el lado patriota de 3000 a 4000 hombres siguiendo los informe de Ornstein el número da aproximadamente 3300 hombres, del lado de los realista es aún más confuso con un número que oscila entre 1000 a 3000 hombres, siguiendo los datos del mismo autor alrededor de 3500 hombres.  Estado Mayor del ejército
General José de San Martín, comandante en jefe del ejército
Ayudantes de campo: Coronel Hilarión de la Quintana Teniente coronel Diego Paroissien Sargento mayor José Antonio Álvarez Condarco

1º División
Comandante General Miguel Estanislao Soler
Infantería
Batallón Nº 1 de Cazadores Comandante, teniente coronel Rudecindo Alvarado; Sargento Mayor, José García de Zequeira; 27 oficiales y 543 de tropa
Batallón Nº 11 de Línea Comandante, coronel graduado Juan Gregorio de las Heras; Sargento Mayor Ramón Guerrero; 26 oficiales y 579 de tropa.
Compañías de Granaderos y Volteadores del Batallón nº 7
Compañías de Granaderos y Volteadores del Batallón nº 8
Caballería
Escuadrón de escolta de Granadero a Caballo del General San Martín comandante Coronel Mariano Necochea
Escuadrón IV de Granaderos a Caballo comandante Teniente coronel Manuel Escalada
Artillería: 2 piezas de artillería.
Aproximadamente 1.300 hs. (1257)
2º División
Comandante General Bernardo O’Higgins
Infantería
Batallón Nº 7 de Línea Comandante, teniente coronel Pedro Conde; Sargento Mayor, Cirilo Correa; 26 oficiales y 741 de tropa
Batallón Nº 8 de Línea Comandante, teniente coronel Ambrosio Crámer; Sargento Mayor, Joaquín Nazar 26 oficiales y 767 de tropa.
Caballería
3 escuadrones de Granaderos a Caballo comandante Coronel José Matías Zapiola
Escuadrón I, Teniente coronel José Melián
Escuadrón II, Teniente coronel Manuel Medina
Escuadrón III, Mayor Nicasio Ramallo
Artillería: 2 piezas de artillería.
Aproximadamente 2000 hs.
 

Tropa Realista
Comandante General Rafael Maroto Ysems
Infantería
Batallón Valdivia (560 hs). Comandante Pinuer
Batallón Talavera (660 hs). Comandante Maroto
Batallón Chilloé (560 hs). Comandante Arena
Caballería
Carabineros de Abascal (300 hs). Comandante Quintanilla
Húsares de Abascal (330 hs). Comandante Baraño
Artillería 400 Artilleros. Comandante Cacho
Aproximado 2800 hs.

 
El plan de San Martín
San Martin había previsto dividir el ejército en dos divisiones, la primera al mando del general Miguel Soler que descendería por la Cuesta nueva y la segunda comandada por el general Bernardo O’Higgins que descendería por la Cuesta Vieja.
El plan consistía a enviar a O’Higgins por el camino más corto hasta el morro de las Tórtolas Cuyanas, atraer las tropas de Maroto y ofrecer combate de forma defensiva, el objetivo era “entretener” las tropas realistas aferrado en esa posición hasta la llegada de la división de Soler, que al tomar el camino más largo tardaría al menos dos horas más, una vez en el llano sus unidades atacaría por la retaguardia realista
El plan realista
El general realista Rafael Maroto esperaba poder disponer de dos días más para recibir refuerzos, pero se vio obligado a moverse en la madrugada del 12 desde las casas de Chacabuco.
Colocó su línea de batalla a cinco kilómetros hacia el este, al pie de la Cuesta Vieja. El objetivo final era esperar a las fuerzas patriotas en la cumbre de la cuesta de Chacabuco.
La marcha anticipada del ejército patriota, sumado a lo rápido y bien combinado de la maniobra del primer ataque, no le dieron tiempo a los realistas para ocupar dicha la cumbre como lo había proyectado su general.
Ni siquiera para poder proteger a su vanguardia que, al ver a la luz de la luna -explica Ornstein- el movimiento de avance de los patriotas, decidió abandonar sus posiciones. Descendió en fuga, pero ordenada, perseguido por los granaderos de la caballería argentina.
Comienza el movimiento de las tropas patriotas
Al ejército patriota se le repartieron las municiones a razón de 70 cartuchos de bala por hombre. Además, los soldados abandonaron sus mochilas con los bagajes para marchar al combate sin peso en las espaldas. A las 2 de la mañana del 12 empezaron a ascender la montaña en la forma de columna sucesiva por lo estrecho del terreno. Esto es: los hombres formados en columnas, más largas que anchas, y una columna marchando a distancia de la otra. Al llegar a la bifurcación en los dos caminos, la división del general Miguel Estanislao Soler debía tomar el de la derecha (la Cuesta Nueva), a la cabeza de la columna iba el batallón de Cazadores de los Andes.
En tanto, la división o columna del general Bernardo O'Higgins debía hacerlo por el camino de la izquierda (la Cuesta Vieja), ambos caminos iban rumbo sur, pero la Cuesta Nueva, como se dijo, daba una vuelta más larga abriéndose primero hacia el sudoeste para doblar luego y volver hacia el sur.
San Martín marchaba a retaguardia de las dos columnas con su estado mayor y la bandera de los Andes, custodiada por el resto del batallón de artillería, cuyos cañones de batalla (la artillería pesada) no habían llegado aún. El Libertador decidió no esperarlos e iniciar el avance.
La división de Soler avanzó en silencio por los desfiladeros de la derecha, protegida por una larga cerrilíada -formada por los cerros ya mencionados-, que lo ocultaban de la vista del enemigo.
Mientras las tropas de Soler marchaban sin contratiempo las de O’higgins tuvieron dos situaciones imprevistas la primera un encuentro sorpresivo con las tropas de avanzada realistas y la segunda el observar que las tropas de Maroto se encontraban en la posición que debían detenerse para presentar combate.
Una vez descubierta la avanzada realista, la división de la izquierda (este), la de O'Higgins, trepó hasta llegar a la Cuesta Vieja formada en columna. Una guerrilla desplegada del batallón N" 8 de Libertos cubría su flanco izquierdo por un sendero paralelo separado por una quebradilla. Tenían como objetivo llamar la atención de los realistas y distraerlos, reconocer la posición enemiga y a la vez estar prevenidos ante un posible ataque de flanco.
Un piquete de caballería de Granaderos exploraba los rodeos del camino a fin de ahuyentar las posibles emboscadas en los recodos y descubrir si se habían construido fortificaciones o atrincheramientos. La guerrilla flanqueadora se posesionó de unas breñas (tierra quebrada y poblada de malezas) inmediatas a la cumbre y rompió el fuego, que fue contestado por otra guerrilla realista que salió a su encuentro. Apenas habían cambiado algunos tiros cuando de repente, para sorpresa de los realistas, apareció la cabeza de la columna de O'Higgins dando vuelta un recodo a tiro de fusil, tocando los tambores a la carga. La vanguardia realista no esperaba el ataque. Recién había visto a la columna de la derecha argentina asomar por su flanco izquierdo al término de la cerrillada, que hasta entonces la ocultaba. Y de golpe se vieron acometidos al mismo tiempo por el flanco y la retaguardia. Abandonaron rápidamente la posición sin siquiera pretender hacer resistencia. La cumbre de la serranía de Chacabuco fue coronada por los patriotas atacantes con las primeras luces del alba al son de músicas militares. Desde la altura pudieron divisar a la vanguardia realista que se retiraba en formación y ordenadamente cuesta abajo. Más lejos, al final de la cuesta, vieron al ejército enemigo formado en la planicie de Chacabuco.
El primer obstáculo estaba vencido -señalan Mitre y Ornstein- y la batalla se daría punto por punto, con algunas variantes imponderables, según las previsiones de San Martín.

El combate
Defensa realista
  El general Maroto apoyó el ala derecha de su ejército en el barranco, usándolo como posición invulnerable. Allí colocó dos piezas de artillería que podían cañonear diagonalmente la boca dé la quebrada de los cuyanos, por donde debía, según sus cálculos, asomar el ala izquierda argentina.
Su propia ala izquierda, la puso en un mamelón (una saliente alta y escarpada) que coronó de infantería. Entre estos dos extremos formó sus batallones desplegados en columnas cerradas, intercalando ente ellas las tres piezas de artillerías que le restaban.
Finalmente, la caballería realista fue colocada en la retaguardia sobre el franco izquierdo, y parte de ella dispersada en guerrillas, para proteger la retirada que estaba efectuando la vanguardia.
De esta manera esperó con decisión y firmeza el ataque de los patriotas. Así fue -dice Mitre-, pese al desaliento visible de su tropa, del cual él mismo participaba por verse en una complicada situación.
Maroto aún no sospechaba del movimiento de la columna patriota del oeste que venía por la Cuesta Nueva, la que debía tomarlo por el flanco izquierdo y la espalda, cerrándole la única retirada posible hacia el valle.
En tanto San Martín, desde la altura de la serranía de Chacabuco, observaba que no era la fuerza principal de Maroto a la que había hecho retroceder. Sólo era el destacamento de vanguardia. Alcanzó a ver con su catalejo -dice Omstein- al ejército de Maroto, ubicándose en la meseta al norte de la hacienda. Esta primera parte de la operación fue nítidamente diferenciada de la batalla por el propio San Martín en su informe, explica el historiador Omstein. En uno de los párrafos expresa: "El resultado de nuestro primer movimiento fue como debió serlo, el abandono que los enemigos hicieron de su posición sobre la cumbre; la rapidez de nuestra marcha no les dio tiempo de hacer venir las fuerzas que tenían en las casas de Chacabuco para disputarnos la subida. Este primer suceso era preciso completarlo; su infantería caminaba a pie. Tenía que atravesar en su retirada un llano de más de cuatro leguas y aunque estaba sostenida por una buena caballería, la experiencia nos había enseñado que un solo escuadrón de Granaderos a Caballo bastaría para arrollarla y hacerla pedazos; nuestra posición era de las más ventajosas".
A pesar de la variación de la situación estratégica producida por el movimiento de los realistas, el plan de San Martín no necesitaba modificaciones sustanciales. Se trataba ahora de perseguir al destacamento de vanguardia enemiga y ampliar la maniobra de cerco encerrando a toda la división realista. La misma geografía del terreno le estaba indicando cuál era la maniobra más adecuada.
  San Martín dispuso que O'Higgins continuara con la persecución del enemigo, que se retiraba. Y mandó desprenderse de la división de Soler el tercer escuadrón de Granaderos a Caballo para que pasara a la división del general chileno.
Pero le ordenó a O'Higgins que no pasara del morro de las Tórtolas Cuyanas. Le recalcó que allí sólo debía “entretener” al enemigo sin comprometerse a ninguna acción seria, hasta que apareciera la división de Soler. Este venía por la cuesta nueva hacía la vieja, para atacarlo por el franco.
San Martín instaló su cuartel general en lo alto de la cuesta desde donde podía ver la retirada de la vanguardia realista y la persecución de O'Higgins.  También podía ver cómo se internaba la columna de Soler por la Cuesta Nueva hasta que vio desaparecer al último hombre tras la cerrillada que ocultaba el camino.
Por su parte, luego de tocar la cumbre y pasar al otro lado el ala izquierda argentina, los tres escuadrones de Granaderos a caballo comandados por el coronel José Matías Zapiola se habían lanzado a picar la retirada de la vanguardia realista, sosteniendo fuertes tiroteos.
Lo escabroso del terreno impedía que la caballería maniobrara con ventaja. Su avance fue lento, de modo que sólo pudo llegar a la boca de la quebrada, cerca del morro de las Tórtolas cuyanas, a eso de las 10 de la mañana.
A esa misma hora, la división de O'Hliggins estaba aún a media cuesta. Pero una hora antes, a las 9, la vanguardia realista, en fuga pero ordenada y no deshecha, había alcanzado la planicie y se unía al resto de sus fuerzas.
La boca de esta quebrada da acceso a la parte más estrecha del valle de Chacabuco -dice Mitre-, y desde allí se transforma en un suave plano inclinado al tocar el llano, y está flanqueada por un elevado cerro al este, Los Halcones, y por un morro destacado al oeste, que desde entonces se llamo de las tórtolas cuyanas. Si los españoles hubiesen ocupado esta fuerte posición -explica el historiador Ornstein-, habrían dificultado la marcha de e O'Higgins; pero el avance de los Granaderos no les dio tiempo. En un principio destacaron una guerrilla sobre el morro del oeste o de las Tórtolas, que son como caminos cubiertos. La maniobra fue evitada por una compañía de tiradores patriotas.
Mientras, un escuadrón de granaderos impedía que tomaran el cerro del este.
Los dos escuadrones restantes de granaderos ocupaban el espacio intermedio en espera de la llegada de la infantería de la columna de O'Higgins.
En esos momentos los dos cañones realistas del ala derecha rompieron un vivo fuego. Por lo que el coronel Zapiola, al considerar innecesario exponer a sus hombres, tomó una posición más segura hacia la retaguardia. Eran las once de la mañana. En ese momento llegaba el ala izquierda, con O'Higgins a la cabeza.
Al arribar el general chileno ordenó ocupar a paso de trote la boca de la quebrada al costado del morro de las Tórtolas cuyanas y desplegó en línea de masas sus batallones dejando detrás como reserva a los granaderos plegados en columna.
De esta forma se colocó en posición de amenazar a los realistas y tenerlos aferrados, como lo había previsto San Martín.
Maroto, al ver como se desplegaba las unidades patriotas decide desplaza al fogueado batallón de Talavera junto al de chiloé, con parte de la artillería en medio de ellos, en su flanco derecho. Los Carabineros quedaron en el centro, de frente al camino de la Cuesta Vieja. El batallón Valdivia quedó como ala izquierda y, detrás de ellos, la caballería de los Dragones de la Frontera y los Húsares.

Primeros combates Su ejército estaba apoyado sobre los cerros que dan a la hacienda de Chacabuco.  Apenas la columna de infantería patriota pisó el último plano de la Cuesta Vieja, O'Higgins desplegó su línea sobre la boca de la quebrada que se abría. Enseguida se adelantó hasta el llano, entre los cerros de las Tórtolas y los Halcones. Buscaba campo para desplegarse. Durante más de una hora se combatió a tiro de fusil.  A las primeras descargas entre las posiciones, cayó muerto el coronel Ildefonso Elorriaga, de largos servicios al Rey en Chile. Mandaba el ala derecha del ejército realista, con el Talavera y el Chiloé, y que constituía su nervio.
Los patriotas, por su parte, sufrieron algunas pérdidas sensibles. Ahora la acción estaba parcialmente empeñada, y el ataque de aferramiento o concurrente se convertía de golpe en el ataque principal pero sin obtenerse un resultado ni favorable ni inmediato, como señaló Mitre.
Lo que en ese momento percibieron los patriotas de la división de O'Higgins era que el ala izquierda de la posición realista no terminaba en el cerro Victoria. Del otro lado del arroyo y la quebrada, a la altura del cerro del Chingue, que separaba la Cuesta Vieja de la Cuesta Nueva, se habían colocado los restos reagrupados de la vanguardia realista al mando del mayor Antonio Marquelí.
Estaban en un morro y atacaban el flanco derecho de la infantería patriota que avanzaba, dejándola encerrada entre dos fuegos, de frente y de costado.
Igualmente se vio de pronto -como señala Leopoldo Ornstein- que delante de la posición realista había una grieta insalvable al pie de la meseta donde se parapetaban.
También se vio que entre el Chingue y el Victoria, el arroyo formaba un pantano (el Estero de las Margaritas), con lo que el ala izquierda enemiga -pese a no estar formada por el mejor batallón realista-, era la más fuerte y su posición era una trampa para quien quisiese atacarla.
La situación era crítica, pues si la retirada tenía peligros, este avance en inferioridad era heroico, pero por demás temerario, a la par de innecesario aunque se ganase la posición.

O`Higgins desobedece
Si se seguía el plan combinado de San Martin, los realistas estaban perdidos. Habían tomado una posición defensiva y aceptado la batalla dentro de un recinto del que ignoraban que no tenían retirada posible.  Por ello -juzgan Mitre y Ornstein-, era innecesario arriesgar a las tropas patriotas de antemano en tal ataque frontal.   Mitre llega más lejos y señala que si el general Maroto hubiese tenido iniciativa, en vez de permanecer a la defensiva hubiera podido aprovechar la situación y llevar en aquel momento un ataque ventajoso.
Pero sólo se limitó a amagar débilmente por los flancos de la columna de O'Higgins, con despliegue de guerrillas que fueron rechazadas, sosteniéndose pasiva y defensivamente a fuego de fusilería y de cañón.  Cuando se dio cuenta y trató de pasar a la ofensiva, ya era tarde.
De pronto -apunta el historiador Leopoldo Ornstein-, como si se hubiera propuesto conquistar la victoria por sí solo, O'Higgins hizo a un lado las instrucciones dadas por San Martín.
Prescindió de Soler y de su maniobra envolvente. Se lanzó al ataque contra la fuerza principal enemiga nada más que con 1.300 hombres, mientras que el comandante realista Rafael Maroto tenía 2.800 hombres, seis cañones y ocupaba una fuerte posición defensiva en el borde de un barranco escarpado.

Guillermo Brown y el combate naval de Costa Brava

Por el Prof. Jbismarck
En la Banda Oriental, se declara en diciembre de 1838, la denominada Guerra Grande, (1838 a 1851) entre Manuel Oribe, apoyado por el gobierno de Buenos Aires del gobernador Brigadier General Dn. Juan Manuel de Rosas y Fructuoso Rivera instalado en Montevideo, y que contaba con el apoyo de los "unitarios" argentinos, oponentes de Rosas, del Imperio del Brasil y de los reinos de Francia e Inglaterra, los  que habían despachado al Río de la Plata dos grandes flotas de guerra.

brown En el Río de la Plata operaba la flota de la Confederación Argentina, al mando de nuestro primer almirante  Dn. Guillermo Brown, que  bloqueaba el puerto de Montevideo.
La flota armada por el gobierno de Montevideo (Fructuoso Rivera), comandada por el Comodoro ingles John Halstead Coe había sido destruida totalmente por las fuerzas navales de la Confederación Argentina comandadas por Brown.
En 1841 llegó al  Uruguay el mercenario Italiano Giussepe Garibaldi y en 1842, el gobierno de Montevideo (Rivera) lo designó como sustituto del ingles Coe, iniciando Garibaldi, una campaña de hostigamiento y saqueos a las poblaciones costeras del río Paraná.
Anoticiado el gobierno de Bs. As. del ataque Riverista, destacan desde el sitio de Montevideo a Brown, quien logra interceptar la flota de Garibaldi, librándose entonces, el 16 de agosto de 1842, un combate naval en el río Paraná cerca de la localidad de Costa Brava (Esquina –Provincia de Corrientes). Las naves comandadas por Garibaldi fueron derrotadas por las fuerzas de Brown. Después de sufrir fuertes pérdidas, Garibaldi escapó y muchos marinos argentinos quisieron seguirlo para matarlo, pero Brown dio la orden de dejarlo ir diciendo "ese gringo es un valiente". Brown no imaginaba las atrocidades que Garibaldi cometería años después asolando nuevamente para los ingleses el río Uruguay.
  Vuelto a Montevideo, en 1843, y establecido por Oribe el sitio de Montevideo, que habría de prolongarse hasta 1851, Garibaldi organizó una unidad militar mercenaria que fue denominada “La Legión Italiana”, al frente de la cual se puso al servicio del gobierno Riverista de Montevideo, conocido históricamente como el Gobierno de la Defensa. Entre las acciones militares en que participó Garibaldi al frente de su Legión Italiana, se destaca la que tuvo lugar en las afueras de las murallas de Montevideo, llamada Combate de Tres Cruces, por haberse realizado en el paraje así denominado, el 17 de noviembre del 1843.
  Luego de ello, embarcado en una nueva flotilla de una veintena de naves con unos 900 hombres de tropa para desembarco, y contando con el amparo de las escuadras de Francia e Inglaterra, pudo ocupar en abril de 1845 la ciudad de Colonia. Garibaldi, en sus "Memorias", sostiene que fue….  "difícil de mantener la disciplina que impidiera cualquier atropello, y los soldados anglo-franceses, a pesar de las órdenes severas de los almirantes, no dejaron de dedicarse con gusto al robo en las casas y en las calles. Los nuestros, al regresar, siguieron en parte el mismo ejemplo aún cuando nuestros oficiales hicieron lo posible para evitarlo. La represión del desorden resultó difícil, considerando que la Colonia era pueblo abundante en provisiones y especialmente en líquidos espirituosos que aumentaban los apetitos de los virtuosos saqueadores".
En septiembre toma la isla Martín García, defendida por la Confederación, y la ciudad de Gualeguay (Entre Rios), la que sufre terribles saqueos.Es de notar que Garibaldi admite los saqueos, que fue una pauta de comportamiento del cuerpo mercenario que dirigía. En sus memorias llama a su legión "virtuosos saqueadores".
El combate fue un enfrentamiento naval librado el 15 y 16 de agosto de 1842 entre la escuadra de la Confederación Argentina al mando de Almirante Dn. Guillermo Brown y la escuadra riverista al mando del italiano Giuseppe Garibaldi. Se luchó en las cercanías de Esquina, Provincia de Corrientes (Argentina), por dos días en agua y tierra hasta que Garibaldi previendo su derrota hizo volar sus barcos para no entregárselos a Brown y escapó a tierra firme.
Esta es una de las Batallas más Importantes de Argentina, junto a Batalla de la Vuelta de Obligado y del Quebracho
El Almirante Brown mandó gente a tierra para que hicieran de sirgadores (remolcar el barco desde la orilla por medio de cuerdas), pues había decidido avanzar a la sirga con cuatro naves que maniobraban cerca de tierra, donde había suficiente profundidad, hacia el enemigo, viendo que era difícil y peligroso atacar a Garibaldi de un modo frontal. A la vez, dispuso que el ala izquierda fondeara al Suroeste del enemigo a distancia de tiro, hostigando y perturbando la reacción enemiga contra el ala derecha con los cañones que pudiera presentar.
 
Combate
Por su lado, Garibaldi, que había advertido la maniobra de Brown, mandó su infantería con el Tte. 1º Rodríguez fuera de la estacada para tirotear a los sirgadores y a las tripulaciones.
Se dió cuenta Brown y ordenó a Montaña ir a tierra con 100 hombres en tres columnas: una de 20 hombres al mando del Tte Mariano Cordero - del Echagüe- se dirigiría por la ribera; la derecha también de 20 hombres al mando del Tte French y la 3a en el centro con 60 infantes, al mando de Montaña y los Subtenientes Montandón y Castellanos. Montaña no tardó en repeler al enemigo desalojando la orilla de los tiradores emboscados. A partir de ese momento el ala derecha de Brown pudo moverse con mayor libertad y alcanzar la distancia de tiro.
Veamos ahora a qué distancia media de tiro se hizo el combate. No se ha podido conocer fehacientemente la elevación que podían alcanzar los cañones de Costa Brava. Para esa época en estas latitudes, los cañones a raso podían tirar desde los 350 metros (de a 6) a los 600 metros (de a 4); con una elevación de 8º llegaban hasta los 2.200 metros y con 22º a unos 2.700, con poca diferencia entre un cañón de a 24 y otro de a 12. Por el problema de la puntería, el alcance eficaz quizás era de unos 1.000 metros.
Los autores estiman que sin problemas de puntería (no había marejada) el ala izquierda de Brown artillada con cañones de a 12 fondeó al Suroeste a unos 1.500 metros de los orientales para que hubiera efectividad en el hostigamiento. El ala derecha entretanto se acercaba a una distancia similar considerándose que los cuatro buques debían entrar en fuego indefectiblemente con el máximo de cañones.
Cuando las unidades argentinas entraron a distancia de tiro de las orientales, Garibaldi abrió el fuego soportado estoicamente por el ala derecha, auxiliada a la vez por el ala izquierda que ya debía haber alcanzado la posición asignada. Brown pudo hacer maniobrar a los buques para presentar la banda de babor al enemigo, entrando en combate todos ellos.
Se presentaban así: el Echagüe era el más próximo al enemigo, con su proa sobre la ribera; cerca y al Sur, aprovechando la inclinación de la costa, lo seguía la Chacabuco evitando tener que tirar por arriba de aquél, tercero también cerca y al Sur se colocó el Americano, tomando las mismas precauciones y Brown abarluó a la goleta 9 de Julio y al Americano desde su centro a popa.
A las 12.00 el fuego se había generalizado, iniciándose el ablandamiento del enemigo con la artillería, sin apresurar abordajes. El combate se frenó cerca de las 16 para que la gente pudiera comer, reanudándose poco después hasta el oscurecer, con ambos bandos tomando disposiciones de seguridad nocturna y atención de los buques y del personal herido o muerto, hasta que Garibaldi, previendo su derrota hizo volar sus barcos para no entregárselos a Brown y escapó a tierra firme. Los argentinos, al querer perseguirlo para ultimarlo, fueron detenidos por Brown quien exclamó "déjenlo escapar ese gringo es un valiente".
FUERZAS INVASORAS:
Comandante: Giusepe Garibaldi
3 barcos de guerra
9 embarcaciones auxiliares
31 cañones
350 a 400 hombres
Bajas: 160 a 190 muertos y heridos, toda la escuadra hundida, capturada o dispersa.

FUERZA DEFENSORA:
Comandante: Almirante Guillermo Brown.
9 barcos
54 cañones
610 hombres
Bajas: 20 muertos - varios heridos.


 

Benigno Villanueva, Mariscal ruso...


Por el Prof. Jbismarck
Alberdi escribió en su libro “Epistolario”, sobre Benigno Villanueva:
“ El Portador mas curioso del apellido, Don Benigno Villanueva sirvió de héroe al relato del extrordinario escritor argentino D. Pastor S. Obligado titulado “Soldado Argentino, General en Rusia” aparecido en el celebrado volumen “Tradiciones Argentinas”. Don Benigno Había nacido en Buenos Aires en 1815. Su honrado padre  antiguo vecino de Mendoza, Don miguel de Villanueva, se había distinguido en la Conquista de Buenos Aires en 1807, enviado al efecto con el contingente de Cuyo. Casó don Miguel en Buenos Aires con Doña Rafaela Lozada y Reyes: Sirvió mas tarde en el Ejército Libertador de los Andes formando parte del Regimiento Granaderos a Caballo y regresó con el grado de Teniente Coronel.El Hijo, Don Benigno, inició una vida aventurera en una jornada trágica.  Jugando al Billar cierta noche, en el antiguo Café de los Catalanes, con el hijo del jefe de la Policía, Atravesósele el otro irascible joven, tan exaltado como el protagonista. … sucedió que de uno a otro agravio, con tacos en la mano, acabaron a tacazos…-Empuñe si es hombre, gritó Villanueva. Y saliendo del Café, dejando mal parados espejos y reverberos, concertaron duelo a sable, con punta. La cuestión había empezado por un habano… tiraron sus armas, y entre quitas, pases y paradas, a la primera a fondo vio caer sin vida hasta hace una hora antes compañero de escuela…El castigo consistió en destinarle a las tropas. Buen soldado, recibió ascenso de cabo a sargento y alcanzó a Teniente de Escuadrón de escolta del gobierno. Pero no le impidió esto entrar en una conspiración militar contra Rosas, el temible mandatario escoltado. Descubierta la intentona, el escuadrón partió destinado al interior del País, donde no cesaban los embates de la guerra civil. A poco andar, Villanueva abandonó las filas y se refugió en la Banda Oriental. Del comportamiento de Don Benigno en las campañas queda el relato del General Paz en sus Memorias.  El Mayor Villanueva, joven de talento muy despejado, tenía razón. Es el mismo que ha figurado como General de Brigada de los ejércitos Rusos.”  
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 Históricamente Villanueva con su regimiento fue destinado a la lucha civil e intervino en la Batalla de Chascomús (7 de noviembre de 1839). Pasó a Mendoza a las órdenes del general Ángel Pacheco combatiendo el 24 de septiembre de 1841 en la Batalla de Rodeo del Medio, tras la que le tocó en suerte perseguir las fuerzas unitarias entre las que marchaba su hermano.  Fue luego enviado a servir con Manuel Oribe en el sitio de Montevideo, bajo el directo mando del general Pacheco, incorporándose al campamento de "El Cerrito".  Durante sus campañas en el ejército federal sus superiores (Granada, Flores, Pacheco, Oribe) lo recomiendan en sus partes como un oficial distinguido.   Cuando tuvo oportunidad se pasó a las filas del Partido Unitario en Montevideo. En la ciudad sitiada entabló amistad con Bartolomé y Emilio Mitre, Emilio Conesa, José María Morales y otros dirigentes de ese partido. Lucho en el combate de Caaguazú, donde las fuerzas de Paz aplastaron a las de Echagüe.  Cuando Paz, emigró al Brasil, Villanueva lo siguió dando comienzo a un periplo ya extraordinario. Sigamos el texto de Alberdi: “ Pero antes de seguirle a Rusia, debemos recordar que Don Benigno hizo escala en Méjico, previa matrícula en Brasil, que fueron allá a combatir la intervención europea. Mejor que intervenir contra Europa, le resultó entablar con el General Prim, figura pronto decisiva en la política española. Terminada la etapa Mejicana, pasó a California, donde amasó fortuna, y continuó hacia Europa”  En Mexico, Villanueva participa de varias batallas contra las fuerzas Estadounidenses que ocuparon el norte del País (luego de la anexión de Texas) y que desencadenaron la Perdida de California, Arizona, nuevo México y casi hace sucumbir todo México:  El derrocamiento del gobierno de Mariano Paredes hizo que retornara el General Santa Anna, llamado a su país, en vista de la guerra.  Incorporado al ejército mexicano, Villanueva marchó bajo el mando de Santa Anna al norte para enfrentar al general norteamericano Zachary Taylor en la Batalla de Cerro Gordo.   En la Batalla de la Angostura del 22 y 23 de febrero de 1847, pese a que el combate se inclinaba a su favor al caer la noche Santa Anna lo interrumpió y emprendió la retirada, lo que convirtió la acción en una eventual derrota aunque consiguió detener la ofensiva en ese frente.  Pocos días después, el 28 de febrero, combatió en la Batalla de Sacramento en la cual las fuerzas del coronel Alexander William Doniphan vencieron a las mexicanas que defendían Chihuahua.   Tras la apertura del segundo frente por parte de los norteamericanos, el 18 de abril de 1847 Villanueva combatió en la Batalla de Cerro Gordo donde el general Winfield Scott venció a Santa Ana y abrió el camino a la toma de Puebla, a 120 kilómetros de Ciudad de México.  La Caída de la ciudad terminó su aventura mexicana y Villanueva se dirigió a California, donde hizo una pequeña fortuna vendiendo alimentos y herramientas a los mineros que llegaban atraídos por la fiebre de Oro Californiano.  Esto podría aburguesar a cualquiera, en un país nuevo y ya rico, pero Villanueva no era de esos. Pronto se embarcó a Europa e inicia otra de sus extraordinarias aventuras. Alberdi :
“ Se encontraba en España cuando estalló la guerra de Crimea, y Prim lo comisionó como observador a la contienda, con ello entró don Benigno al campamento de los aliados contra Rusia, -continúa Obligado-:“Pronto el bello carácter de Prim, generoso, abierto, franco, catador de valientes, se aficionó a él, y pronto este fue bien acogido por su caballerosidad, su afable trato, su inteligencia y amables maneras, la pasmosa habilidad de hablar todos los idiomas, aunque ni el propio escribía correctamente, por sus excelentes prendas y atrayentes modales, por su galantería y buen porte, convirtíose en el mimado de su jefe” Pero el instinto aventurero rompía siempre en Villanueva los hábitos regulares, y esta vez torcióle muy lejano a lo previsible: de simple observador que era, al contemplar a los rusos luchar solos contra los adversarios aliados, se pasó al bando débil, se hizo camarada del General Pouchkine, y andando el tiempo, le heredó el comando del regimiento y la esposa” Aquí se rebela el Espíritu “Gaucho” que evoca años después José Hernandez, y que incorporaría esta acción, - la de elegir el bando débil- lo que Cruz hace cuando ve a Fierro rodeado y sin salida. Villanueva da aquí un héroe real que hizo admirar a propios y extraños.
En Crimea ya estaban combatiendo contra Rusia, ejércitos de Francia, Turquía e Inglaterra y hasta una división piamontesa. Pero no habían entrado en acción los expedicionarios cuando Villanueva, considerando que el enfrentamiento era desigual al batirse varias naciones contra una, toma partido, con la resignada anuencia de Prim, por el bando más débil, o sea el de los rusos".
Trueca entonces el argentino su vacilante fez rojo por el gorro de piel cosaco para iniciar su más brillante etapa militar, y como teniente coronel del ejército zarista -al frente de la caballería- lucha contra las hordas otomanas.
Alberdi aquí deja ya por hecho el cambio total de Villanueva:
“ Terminada la guerra, ya no se llamaba Villanueva, sinó General Villanocoff”  El ascenso de Villanueva a general del Imperio Ruso es interesante:  “Quienes lo recibieron con gusto y sorpresa por su habilidad para hablar idiomas, especialmente el inglés, y principalmente por su habilidad como jinete".  Es incorporado al primer Regimiento de la División 31 de Caballería del Imperio de Rusia al mando del coronel Ponnekin. Destinado a operaciones de guerrilla en la vanguardia, enseñó a a bolear y a enlazar los caballos de los enemigos a sus soldados, y a utilizar tácticas propias de las montoneras criollas. Unos cuantos días antes de la toma de Malakoff se presentó a la tienda del general trayendo toda una ronda prisionera de las avanzadas francesas.
Ascendió rápidamente en el escalafón tanto por sus méritos como por las bajas entre sus superiores hasta convertirse en segundo del coronel Ponnekine, y cuando éste murió al frente de su regimiento Benigno Villanueva le sucedió en el cargo, desempeñando su mando con eficacia hasta la finalización de la guerra a comienzos de 1856.  La muerte de superior, le trajo también como añadidura, el matrimonio con su viuda, una bella noble rusa por lo que Villanueva terminó siendo un boyardo de la Corte Zarista. Idolo de sus tropas, héroe Nacional y ya parte de la nobleza rusa, Villanueva –ahora Villaconoff- no podía concluir su historia, y llegó mas lejos aún, Alberdi da los últimos datos:  “ En un viaje que hizo Obligado a Rusia, recogió el autor de las Tradiciones la última noticia sabida de don Benigno: Se había marchado al Afganistán”  En 1857 con el grado de general se casó con la viuda de Ponekkine, siendo su padrino Luis Fernández de Córdoba y Ponce de León, duque de Medinaceli, embajador de España ante la corte del Zar. En ese acto cambió su apellido a Villanokoff.  Participó de varias campañas siendo condecorado por el Zar Alejandro II de Rusia. La última referencia conocida indica que participó de la campaña contra el Kanato de Jiva desarrollada en 1872 , en Asia Central, donde se cree perdió la vida en combate. Sus biógrafos, coinciden que con el grado de teniente general murió en 1872. Pese a ello, dice Obligado que:  "hasta 1875 el Almanaque de Gotha inscribía su nombre en el escalafón del ejército moscovita".  En la época de la revolución rusa de 1917 vivían todavía en Moscú descendientes directos de Villanueva, época en donde todo registro histórico y familiar desapareció en el fragor de la Revolución de Octubre.

Hace 143 años fallecía el Restaurador de las Leyes

Por el Prof. Jbismarck

CARTA DE DOÑA MANUELITA ROZAS A SU MARIDO MÁXIMO TERRERO, FECHADA EN LONDRES EL 16 DE MARZO DE 1877, ANUNCIANDOLE LA TRISTE NOTICIA DE LA MUERTE DE SU PADRE EL BRIGADIER GENERAL DON JUAN MANUEL DE ROZAS.
Southampton, marzo 16 de 1877
Cuando recibas ésta estarás ya impuesto de que mi pobre y desgraciado padre nos dejó por mejor vida el miércoles 14 del corriente. ¡Cuál es mi amargura tú lo alcanzarás, pues sabes cuánto le amaba, y haber ocurrido esta desgracia en tu ausencia hace mi situación doblemente dolorosa! Es realmente terrible que tan pronto como nos hemos separado, desgracia semejante haya venido a aumentar el pesar de estar tan lejos uno del otro, pero queda seguro, no me abandona la energía tan necesaria en estos momentos que tanta cosa hay que disponer y atender, todo con mi consentimiento, y que sobrellevo tan severa prueba con religiosa resignación acompañándome el consuelo de haber estado a su lado en sus últimos días, sin separarme de él.
El lunes 12 fui llamada por el doctor Wibblin, quien me pedía venir sin demora. El telegrama me llegó a las cinco y media y yo estuve aquí a las diez y media, acompañada por Elizabeth. El doctor me esperaba para explicarme el estado del pobre tatita. Sin desesperar del caso, me aseguró ser muy grave, pues que, siendo una fuerte congestión al pulmón, en su avanzada edad era de temerse que le faltase la fuerza, una vez debilitado el sistema. Al día siguiente (martes) el pulso había bajado de 120 a 100 pulsaciones, pero la tos y la fatiga le molestaban mucho, a más de sufrir un fuerte dolor en el pulmón derecho. Este desapareció Completamente en la tarde…

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La expectoración, cada vez que tosía, era con sangre, y éste, para mí, era un síntoma terrible, como también la fatiga. Esa noche del martes supliqué al doctor hablarme sin ocultarme nada, si él lo creía en peligro inmediato; me contestó que no me ocultaba su gravedad y que temía no pudiera levantarse más, pero que no creía el peligro inmediato, ni ser necesario consultar otros médicos, y como su cabeza estaba tan despejada y con una fuerza de espíritu que ocultaba su sufrimiento, embromando con el doctor, hasta la noche misma del martes, en que hablábamos, víspera de su muerte. El doctor, como yo, convinimos no ser prudente ni necesario todavía hacer venir al sacerdote, pues su presencia pudiera hacerle creer estar próximo su fin y que esperaríamos hasta ver cómo seguía el miércoles.
Esa noche estuve con él hasta las dos de la mañana con Kate, pues Mary Ann me reemplazaba con Alice haciendo turnos para no fatigarnos. Antes de retirarme, estuvo haciendo varias preguntas, entre otras cuándo recibiría tu carta de San Vicente y me recomendó irme a acostar, para que viniera a reponer a Mary en la mañana. Todo esto, Máximo, dicho con fatiga, pero con tanto despejo que, cuando lo recuerdo, creo soñarlo!  Cuando a las seis de la mañana entró Alice a llamarme porque Mary Ann creía al general muy malo, salté de la cama, y cuando me allegué a él lo besé tantas veces como tú sabes lo hacía siempre, y al besarle la mano la sentí ya fría. Le pregunté “¿cómo te va tatita?; su contestación fue, mirándome con la mayor ternura: “no se, niña”. Salí del cuarto para decir que inmediatamente fueran por el médico y el confesor; sólo tardaría un minuto, pues Atche estaba en el corredor; cuando entré al cuarto había dejado de existir!!! Así, tú ves, Máximo mío, que sus últimas palabras y miradas fueron para mí, para su hija tan amante y afectuosa. Con esta última demostración está compensado mi cariño y constante devoción. ¡Ah, Máximo, que falta me haces! ¡Si tú estuvieras aquí yo sólo me ocuparía de llorar mi pérdida, pero no te tengo, y es preciso que yo tome tu lugar, lo que hago con una fuerza de espíritu que a mi misma me sorprende, desde que he estado acostumbrada que, en mis trabajos y los de mi padre, tú hicieras todo por nosotros! Pero Dios Todopoderoso, al mismo tiempo que nos da los sufrimientos, nos acuerda fuerza y conformidad para sobrellevarlos. ¡Te aseguro que ha muerto como un justo! ¡No ha tenido agonía, exhaló su alma tan luego que me dirigió su última mirada! ¡Ni un quejido, ni un ronquido, ni más que entregar quietamente su alma grande al Divino Creador! ¡Que El lo tenga en su santa gracia! ¡Mary estaba a su lado cuando murió, y esta pobre mujer se ha conducido con él, hasta su última hora, con la fidelidad que tú conoces siempre le ha servido! ¡Pobre tatita, estuvo tan feliz cuando me vio llegar el lunes! Las dos muchachas están desoladas.  Madre e hija demuestran el cariño que tenían a su patrón. Tus predicciones y las mías se cumplieron desgraciadamente, cuando le decíamos a tatita que esas salidas con humedad en el rigor del frío le habían de traer una pulmonía. Pero su pasión por el campo ha abreviado sus días, pues por su fortaleza pudo vivir muchos años más.  En uno de los días de frío espantoso que hemos tenido, anduvo afuera, como de costumbre, hasta tarde; le tomó un resfrío y las consecuencias tú las sabes. ¡Pobre tatita! Estoy cierta que tu le sentirás como a tu mismo padre, pues tus bondades para él bien probaban cuánto le amabas! A Rodrigo que ruegue a Dios por el alma de su abuelito, que tanta predilección hacía de él, y que no le escribo porque no me siento con fuerzas, ni tengo más tiempo que el que te dedico.  El doctor Wibblin es mi paño de lágrimas en estos momentos en que necesitaba una persona, a quien encargar las diligencias del funeral. Kate, con Manuel, fueron a ver al Undertarker, al padre y demás, y todo está arreglado para que tenga lugar el martes 20 y como el pobre tatita ordenara en su testamento que sólo se diga en su funeral una misa rezada, y que sus restos sean conducidos a su última morada sin pompa ni apariencias, y que el coche fúnebre sea seguido por un fúnebre con tres o cuatro personas, los preparativos no tienen mucho que arreglar y su voluntad será cumplida, y en éste último irán el doctor, Manuel y el sacerdote, y tal vez venga el esposo de Eduardita García, pues he tenido un telegrama preguntándome cuándo tendría lugar el funeral, porque quiere asistir a él. Eduarda me ha dirigido otro, diciéndome pone a mi disposición dos mil francos, si necesito dinero. Esto es un consuelo en mi aflicción.  Por supuesto que se lo he agradecido, contestando que, si necesito algo, a ella mejor que a nadie recurriría, pero que, al presente, no lo necesito.  También ordena tatita que su cadáver sea enterrado dos días después de su muerte, pero esto ha sido imposible cumplirlo, pues el undertarker dijo que no tenía tiempo, porque siendo el pobre tatita tan alto era preciso hacer el cajón y el de plomo, donde está ya hoy colocado, mañana vendrá el de caoba, decente solamente, y aunque deseaba fuese el funeral el lunes, no puede ser, por ser día de San José, y así será el martes 20. ¡Dios nuestro Señor le acuerde descanso eterno!  En fin, no serán las cosas dispuestas como si tú estuvieras ocupado de ellas, pero haremos cuanto podamos, yo por llenar mi deber filial y el doctor el tan sagrado de amistad. Pobre Manuel no sabe lo que le pasa, ni cómo complacerme y consolarme. Tuya
Manuela de Rosas de Terrero



ROZAS EN EL DESTIERRO
Copia y traducción de una Crónica de un diario ingles el “The Hmpshire Advertiser” de Southampton correspondientes al sábado 17 de marzo de 1877 y del miércoles 21 de marzo de 1877, en los que se informa el fallecimiento y funeral del General Don Juan Manuel de Rosas. Este documento realizado en Southampton por Liborio Justo hijo del Presidente Agustín P. Justo y que fue de su pertenencia lleva fecha diciembre de 1930.
Con motivo de su estadía en Inglaterra, Liborio Justo decide viajar a Southapton para visitar el cementerio donde descansaban los restos del General Juan Manuel de Rosas, su espiritu curioso e inquieto lo llevo a investigar y encontrar este diario de la época, lo copia y traduce.
THE HAMPSHIRE ADVERTISE – SOUTHAMPTON – SATURDAY MARCH 17 1877 -
MUERTE DEL GENERAL ROSAS. Su excelencia General Juan Manuel de Rosas, ex Gobernador y Dictador de la Confederación Argentina, murió a las 7 del miércoles, en su casa-quinta en Swathling alrededor de tres millas de Southamton. Había nacido el 30 de marzo de 1793 y por consiguiente dentro de una semana hubiera alcanzado los 84 años de edad. El fallecido que había residido en y cerca de Southamton en los últimos 25 años, fue atacado por una inflamación a los pulmones el sábado pasado después de haberse expuesto imprudentemente a la inclemencia del tiempo y, no obstante lo sabia y constante atención del Dr. John Wiblin, F.R.C.S., quien había sido su medico y amigo confidencial durante todo el periodo de su residencia en este país, sucumbió al ataque a la hora nombrada. Doña Manuelita de Rosas de Terrero, la devota hija y compañera del ex Gobernador, llego de Londres el lunes y estuvo en constante cuidado de su padre durante sus últimas horas. Su esposo, Don Máximo Terrero dejo Southampton hace apenas unas semanas el 24 de febrero, en el vapor “Minho” de la Royal Mail Company, para Buenos Ayres, con documentos auténticos y todo lo necesario para recuperar las propiedades de su esposa y las del General las cuales ellos heredaron. El difunto tenía un hijo (Coronel Rosas) quien en un tiempo residió en Southampton y que murió en Buenos Ayres hace algunos años. Tenia también una hija (Doña Manuelita de Rosas de Terrero) y esta señora tiene dos hijos de 18 y 20 años respectivamente, el mayor de los cuales ha completado el miércoles sus exámenes en la Escuela de Minas de Londres. El General Rosas fue derrocado de la dictadura el 3 de Febrero de 1852, por un ejercito bajo la dirección del General Urquiza; Su ejercito fue completamente derrotado, y el general y su hija Manuelita tuvieron que refugiarse en la ciudad de Palermo de donde escaparon durante la noche llegando a bordo del H.M.S. “Locust” en seguridad, y al día siguiente fueron transbordados al H.M.S. “Centaur”, Almirante Henderson, Se dijo entonces que se trasladaría a los Estados Unidos, pero el General Rosas llego a este país en el mes de abril siguiente habiendo sido traído en un barco de guerra ingles comandado por el capitán Day miembro de una familia de Souuthanpton. Cuando llego a esta ciudad el general tomo departamento en el Windsor Hotel hasta que pudo obtener una residencia conveniente. Esta fue encontrada en Rocketone-place, Carlton-terrace, donde residió por muchos años. Mientras estuvo en la ciudad el general acostumbraba a cabalgar por las calles casi diariamente en un hermoso caballo negro y su majestuosa forma y porte militar, junto con los arneses de su cabalgadura, siempre atraía mucha atención y admiración. Más tarde se traslado a la quinta en que ha permanecido hasta su muerte. Este lugar llamado quinta de Burgués-street, de una extensión de 300 o 400 acres rentado al difunto Mr. Jhon Fleming, de Stonchan Park, y en el invirtió mucho dinero, encontrando su mayor diversión y placer en cuidarla personalmente. El general había estado enfermo de gota por algunos años pero se lo podía ver constantemente cabalgando por los campos y su mayor satisfacción parecía ser montar a caballo y dar ordenes a los que el ocupaba. Su pasión de comando era tan grande que a nadie le era permitido hablar una palabra excepto para dar a comprender que había entendido una orden dada o para hacer preguntas. El general Rosas siempre pago a los empleados y peones de su quinta alrededor de un tercio más de los salarios corrientes en el distrito pero tenía la peculiaridad de tomarlos únicamente día por día. Cada hombre era pagado diariamente e informado si se le necesitaba o no al día siguiente. Este aspecto extraño de su carácter surgía de una determinación de no encontrase atado nunca por compromisos permanentes pero en el resultado los hombres se encontraban en empleo regular y pocos cambios eran hechos. Tan estrictamente disciplinarios fueron sus hábitos que el tiempo de trabajo de cada hombre era calculado hora por hora. Tenía siempre un sereno especialmente empleado invierno y verano para que tocase cada media hora durante la noche una gran campana colocada bajo la ventana de su dormitorio. Fue siempre una característica del fallecido pagar bien el trabajo que contrataba, pero era rígido en controlar que el trabajo se cumpliera. El general Rosas huyo de su país sin nada en forma de propiedad, pero poco tiempo después de su huida, el general Urquiza, uno de los generales de Rosas y quien habiase vuelto traidor el mismo en el curso del tiempo, sitio con éxito la cuidad de Buenos Ayers y levanto entonces la confiscación sobre las propiedades de Rosas lo cual le permitió al refugiado obtener por la venta de una de sus estancias libras 16.000 o libras 20.000. Urquiza fue subsiguientemente expulsado de Buenos Ayres a las provincias y las propiedades del general Rosas fueron nuevamente confiscadas. Su mano fue en general extendida a todos los que estuvieron en contacto con el, y sus actos de generosidad fueron ilimitados mientras duro su fortuna. En los últimos años de su vida el ex Gobernador dependía enteramente de los amigos de su familia y del esposo de su hija. Por muchos años el general Rosas y el difunto Lord Palmerston cambiaron visitas frecuentemente en Rockatone-place, en la quinta de Swathling y en el “manor” de Broadlands, y la más amistosa correspondencia fue mantenida entre ellos. Por voluntad del difunto general sus estados y propiedades en la Confederación Argentina han sido dejadas a su hija y su yerno, quienes son también los ejecutores de su última voluntad y testamento. El muerto era católico romano. Su funeral será estrictamente privado, tendrá lugar en el Cementerio de Southampton en el próximo martes habiendo sido confiados los arreglos pertinentes a los Sres. Hayes e hijo, de la calle Hign. 
The Hampshire Advertisr” Southampton, Wednesday March 21, 1877 
FUNERAL DEL GENERAL ROSAS 
El funeral de Su Excelencia General Juan Manuel de Rosas, ex Gobernador y Dictador de la Confederación Argentina, cuya muerte es su casa-quinta de Swarthling, el miércoles pasado, fue anunciada en le Advertiser del sábado, tuvo lugar ayer (martes) sus restos habiendo, sido enterrados en una bóveda en el Cementerio de Southamton. El difunto era católico romano y el lunes a la tarde entre las 7 las 8, el féretro fue trasladado de la casa-quinta a la Capilla Católica de la calle Bugle, Southampton donde se verificaron las ceremonias usuales de la Iglesia Romana y donde permaneció hasta ayer por la mañana. Al rededor de las 11 se celebro un servicio completo, conducido por el Rev. Padre Gabriel, en ausencia del Rev. Padre Mount, el párroco, quien se encuentra actualmente en el Continente. A la conclusión del servicio, el cual fue de carácter más impresionante, el féretro (cubierto con un paño negro con una gran cruz blanca) fue colocado a una carroza tirada por cuatro caballos con mantas de terciopelo. El resto del cortejo consistía en dos coches fúnebres y el carruaje del Dr. Wiblin, F.R.C.S., quien había sido el médico y amigo confidencial del General en todo el periodo de su residencia en este país. En el primer coche iba el Barón de Lagatinerie (Capitán de Estado Mayor, Agregado al Estado Mayor General del 2° Cuerpo de Ejercito, Amiens, y sobrino del fallecido), Sr. Manuel Terrero (nieto del fallecido) y el Rev. Padre Gabriel. En el segundo coche iban los sirvientes del difunto general y de la Sra. Terrero y en el carruaje del Dr. Wiblin, este y Mr Fleming, procurador de Londres. El servicio en el cementerio fue muy corto y como el funeral era de naturaleza estrictamente privada, la concurrencia a la tumba no fue tan numerosa como sin duda hubiera sido de otra manera. El féretro era de roble ingles, lustre francés y con esplendidos ornamentos de bronce. En la tapa llevaba una placa de bronce con la siguiente inscripción hermosamente iluminada 
Juan Manuel de Rosas 
Born 30th March 1793 
Died 14th March 1877
Los arreglos del funeral fueron confiados a los Sres. E.Mayer e Hijo de la calle High y conducidos bajo vigilancia personal de una forma enteramente satisfactoria.
Fte: Documento que pertenece a la colección del Señor Diego Lo Tártaro.

lunes, 27 de febrero de 2017

El Cruce de los Andes por el Ejército Libertador - 2da parte

Por Guillermo Furlong S. J.

“Por aquí pasó el General San Martín”

“Sobre el Portillo, fija a una enorme piedra, una placa de bronce recuerda la gesta memorable. En ella leemos: “Centenario del Ejército de los Andes. Por aquí pasó el General San Martín, con las Divisiones Vanguardia y Reserva, al mando de los Generales Soler y O’Higgins, febrero de 1817.” Una indecible emoción nos embarga. Sólo los que han vivido en la intimidad ruda y bravía de la cordillera y más especialmente aquellos que una vez sintieron detenerse el aliento y achicarse el corazón, sorteando el Espinacito, pueden valorar en toda su magnitud lo épico de la hazaña. Por esa misma cuesta pasaron miles de hombres hace más de un siglo, animados por un único ideal: la Libertad; por un único amor: la Patria. Por allí quedaron sembradas a lo largo de la huella millares de osamentas de aquellas sufridas y heroicas mulas cuyanas, que, agotadas por el esfuerzo, rindieron su vida y que aún esperan el momento que recuerde su contribución anónima a la libertad de Chile. “Allí la noche sorprendió a O’Higgins, el héroe de Rancagua, mientras la mitad de su tropa marchaba a pie por la empinada ladera en medio de un frío glacial. Iniciamos el descenso por uno de los pasos más peligrosos de la cordillera. Causa asombro pensar que por allí desfiló todo un ejército, sin perder ni un hombre ni una carga. Nuestros animales se enterraban hasta la panza en algunos lugares en que la nieve se había acumulado, obligándonos a desmontar. El Espinacito es precisamente eso, un espinazo, sobre cuyo filo, obstruido por piedras, y penitentes, teníamos que marchar, mientras a ambos lados acechaba el abismo.” Es equivocado creer, como se dice generalmente en los libros de texto, que para conocer los pasos cordilleranos, envió San Martín con ese objetivo a Alvarez Condarco, y que, basado en los datos que pudo traer, “atesorados en su memoria, que debió ser prodigiosa”, se efectuó la campaña. San Martín conocía la cordillera tanto como Alvarez Condarco, ya porque obraban en su poder mapas y planos, ya porque pudo proveerse de buenos baquianos que conocían la cordillera palmo a palmo, ya porque él mismo personalmente había penetrado por el macizo andino, en varias ocasiones. Así para conocer los puntos por donde podría acaecer una invasión realista sobre Mendoza, cosa que San Martín consideró ya como una realidad en el verano 1815-1816, como para conocer de vista la cordillera, hizo en junio del primero de esos años un viaje a San Juan y exploró los caminos que desde esta ciudad conducen a Chile. En mayo y junio del siguiente año exploró los boquetes más cercanos a Mendoza, habiendo insumido unos días en una de esas entradas. Alvarez Condarco, como ingeniero pasó tal vez a Chile por Uspallata, y regresó por Los Patos, pero sólo para anotar cartográficamente los alrededores de Chacabuco. Con anterioridad a él, había San Martín destacado al Teniente José Aldao, con análoga misión. Llegó éste hasta el Juncalillo, conforme escribía desde él mismo a San Martín, con fecha 14 de Marzo de 1816.

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Un solo mapa impreso de la cordillera

San Martín, poseía además algunos planos de la cordillera, y uno, hecho a base de ellos, debió ser el que envió él a Pueyrredón, y al que éste se refería en carta del 24 de enero de 1817, si es que el término “plano” no equivale a proyecto. A lo menos para el Paso de Uspallata pudo contar San Martín con un plano bastante discreto, como es la Carta Esférica de la parte interior de la América meridional para manifestar el camino que conduce desde Valparaíso a Buenos Aires, construido por las observaciones astronómicas que hicieron en estos pasajes en 1794 Don José de Espinosa y Don Felipe Bauzá, Oficiales de la Real Armada, en la dirección Hidrográfica. Es éste el único que conocemos, anterior al cruce de los Andes por San Martín y que pudo serle de alguna utilidad. Consta positivamente que no conocía el General en Jefe plano alguno de la cuesta de Chacabuco, a lo menos con los detalles que creía imprescindibles, y que, antes de la batalla de ese nombre, los ingenieros Arcos y Alvarez Condarco pasaron los días 10 y 11 de febrero levantando un croquis de las serranías, a cuyo efecto contaron con la protección de varias guerrillas de infantería y caballería. Los baquianos, conocedores de toda la ruta, eran pocos, siendo uno de ellos un tal Francisco Oros. Los más sólo conocían algunos sectores. Esto obligó a establecer, como escribe Ornstein “un servicio escalonado de baquianos”. Pero aunque poseyera los mejores mapas ahora existentes, y aunque contara San Martín con los más avezados baquianos, no ignoraba que unos pocos soldados enemigos, estratégicamente colocados en los pasos más difíciles de la cordillera, podían deshacer y aniquilar al más numeroso y poderoso ejército, y por eso, antes de emprender la marcha, realizó una sagacísima guerra de zapa (guerrilas), persuadiendo al enemigo que invadiría por el norte y por el sur, esto es, por Paso Guana, que sale algo al sur de Coquimbo y La Serena, y por el Paso del Planchón, que sale en un punto entre Curicó y Talca, y por esos lados envió algunas tropas. Sólo despistando así al enemigo pudo llevar el grueso del ejército por el Paso de Los Patos y enviar una fuerte división, con toda la artillería por el Paso de Uspallata. De no haber desorientado así al enemigo, que contaba con 5.020 hombres y 30 piezas de artillería, el ejército patrio había tenido que pasar lances muy peligrosos.

Como se aprovisionó el Ejército de los Andes

Pueyrredón, que era Director Supremo, y el Congreso de Tucumán, o éste por medio de aquél, pudo proporcionar a San Martín algunos recursos en dinero, pero las arcas estaban exhaustas y sabía muy bien el gran soldado que había él de ingeniarse para allegar cuanto podía ser necesario, y tuvo la habilidad, después de ganarse las simpatías de las poblaciones cuyana, en especial, las de los mendocinos, de allegar cuanto le era necesario. Se conservan los originales de algunos de sus pedidos o de sus órdenes, correspondientes a los postreros meses de 1816 y enero de 1817: “En la necesidad de apelar únicamente a los recursos de esta benemérita Capital (Mendoza) y demás pueblos de la provincia, casi para la mayor parte de los auxilios de Ejército, pongo en la consideración de V.S., que debe exigirse al vecindario, 1.000 recados o monturas completas de regular uso y el mayor número posible de pieles de carnero, ponchos, jergas, ristras o pedazos de éstos, pues no importa que sean viejos. Pueden admitirse recados, aunque les falte freno, con tal de que tengan riendas”.- Junio 7 de 1816. “Se necesita exigir del vecindario 1.000 monturas y cantidad indefinida de jergas y ponchos para el ejército”.- 27 de Septiembre de 1816. “Espero que V.S. se sirva dictar sus providencias para que se recojan 700 camisas, 715 pares de pantalones de bayetilla y 200 bolsas de lonilla para cartuchos de cañón que se ha repartido entre el vecindario para que las cosa”. - Septiembre 27 de 1816. “Relación de los enseres y útiles que se han entregado al Ejército de los Andes en la fecha: 795 cueros de carnero 209 lomillos 116 cinchas 33 pares de riendas 291 ponchos 74 jergas 43 frazadas 26 badanas blancas 11 piezas de lienzo azul o tucuyo 1 pieza de brin 40 barras de picote o bayeta blanca 58 hachas 18 piedras de afilar.”
Mendoza, octubre 3 de 1816. “Para la mantención de las cabalgaduras, arreas y ganados vacunos que debe servir al Ejército, se necesitan 1.200 cuadras de alfalfa, además de las 315 que ya posee el Estado. Espero que V.S. se sirva tomar las disposiciones del caso para que el vecindario nos provea de éste importante auxilio”.- 10 de octubre de 1816. “Una sección del Hospital Militar necesita, por lo menos, dos baños, que pueden hacerse con una pipa (tonel). Espero que V.S. se sirva exigirla de donativo”.- octubre 16 de 1816. “Para cumplir la promesa hecha al Cacique Pehuenche Nancuñan de una media levita de pañete encarnada, con un galón, espero que V.S. se sirva mandar construirla por cuenta del Estado”.- 16 de octubre de 1816. “Para acampar las tropas que vienen de Buenos Aires, he dado al campo la capacidad que permiten nuestros apuros, pero necesitamos gran cantidad de totora; espero se sirva pedir al vecindario cuantas arrias tenga para su conducción”.- octubre 8 de 1816. “Para los trabajos de la Maestranza, se necesita gran cantidad de becerros. Espero que V.S. se sirva disponer la entrega de todos los que halla almacenados en la Aduana”.- noviembre 8 de 1816
“Tres piezas de paño azul que hay en la Aduana, se necesitan para vestuario de la tropa. Espero la orden de V.S.”.-noviembre 12 de 1816. “Don Joaquín Sosa, dueño de famosos potreros, no tiene hacienda que los tale; sírvase exigir, de este patriota, todo lo que tuviere para las arrias del Ejército”.-noviembre 13 de 1816. “Espero que V.S. imparta las órdenes necesarias para que todas las carnicerías de la ciudad y suburbios lleven, a la Maestranza, todas las astas de las reses que matan”.- noviembre 14 de 1816. “Sería oportuno exigir de los comerciantes toda la orilla de las piezas de paño que tuvieren para aplicárselas a tirantes de los 2.000 pares de alforjas que se han construido para el Ejército”.-noviembre 21 de 1816.
“Recuerdo a V.S. la necesidad de acopiar el mayor número posible de los desperdicios de jergas, ponchos, pieles de carnero y demás artículos aparentes para el auxilio de la tropa en su marcha por la cordillera”.- noviembre 1º de 1816. “Se necesita tomar a flete doce carretas para conducir el carbón de Jocolí para la Maestranza, necesidad que pongo en consideración de V.S.”.- diciembre 4 de 1816. “Se necesita coser, a la brevedad posible 500 camisas, cuyos cortes envío a V.S., para que se sirva repartir el trabajo entre el vecindario”.- diciembre 19 de 1816. “Calculadas las cargas de municiones, resulta que hay un déficit que V.S. se servirá integrar, exigiendo por mitad a las provincias de San Juan y Mendoza”.-diciembre 20 de 1816. “No hay pasto para la tercera parte del ganado. Ruego a V.S. se sirva ordenar que todos los potreros se pongan al servicio del Estado hasta la partida del Ejército”.- diciembre 24 de 1816. “Sírvase V.S. mandar recoger toda la piedra pómez que haya en éste vecindario para la limpieza del armamento”.”(nota).-Si en las casas hay destiladeras rotas, serían muy útiles para el mismo fin”.-diciembre 26 de 1816. “Urge acopiar cuanta cebolla hubiera en Mendoza, para proveer al Ejército, como medio de combatir la puna”.- diciembre 28 de 1816. “Si, como lo espero, entramos felizmente a Chile, en cualquier provincia la explotación de minas exigirá gran cantidad de azogue, artículo que no posee aquel país. San Luis lo tiene, por lo que espero que V.S. imparta órdenes para que, trayéndolo a esta capital, esté listo para pasarlo a Chile”.- enero 10 de 1817. “Quedo impuesto de haber llegado a San Juan 340 cueros de los 400 que habían pedido”.- enero 10 de 1817. “El Ejército necesita, para sus muchos servicios, un número considerable de carretillas; por esto sírvase V.S. dictar las órdenes para que todas las que halla, del comercio o de particulares se pongan a disposición del Comando de Artillería, hasta el día de mañana”.- enero 10 de 1817. “Espero que V.S. se sirva exigir a la Compañía de mineros de esta ciudad, por vía de préstamo, todas las herramientas que tuviese para los trabajos del Ejército”.- enero 12 de 1817.
En cumplimiento de esta orden se entregaron: 14 combas, 72 barrenos, 47 cuñas, 6 toquiadores, 8 barrotes. “La ordenanza herramientas que ocupa el Ilustre Cabildo, debe reunirse al Ejército. V.S. se servirá ordenarlo así”.- enero 17 de 1817. “La confección de harina tostada y galleta fina no debe cesar en este mes y en el que entra. V.S. se servirá ordenarlo así”.-enero 24 de 1817.

San Martín y las Provincias de Cuyo

Tres meses antes de emprender el cruce de la cordillera escribió San Martín esta carta al entonces Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredón: “Un justo homenaje al virtuoso patriotismo de los habitantes de esta provincia, me lleva a interrumpir la bien ocupada atención de V.E. presentándole en globo sus servicios. “Dos años ha, que paralizado su comercio, ha decrecido en proporción su industria y fondos, desde la ocupación de Chile por los peninsulares. Pero como si la falta de recursos le diera más valentía y firmeza en apurarlos, ninguno han omitido, saliendo a cada paso de la común esfera. “Admira en efecto, que un país de mediana población, sin erario público, sin comercio, ni grandes capitalistas, faltos de maderas, pieles, lanas, ganados en muchas partes y de otras infinitas primeras materias y artículos bien importantes, haya podido elevar, de su mismo seno, un Ejército de 3.000 hombres, despojándose hasta de sus esclavos, únicos brazos para su agricultura, ocurrir a sus paras y subsistencia, y a la de más de mil emigrados: fomentar los establecimientos de Maestranza, laboratorios de salitre y pólvora, armerías, parque, sala de armas, batán, cuarteles, campamento; erogar más de tres mil caballos, siete mil mulas, innumerables cabezas de ganado vacuno; en fin, para decirlo de una vez, dar cuantos auxilios son imaginables y que no han venido de esa capital, para la creación, progreso y sostén del ejército de los Andes. No haré mérito del continuado servicio de todas sus milicias en destacamentos de Cordillera, guarniciones y otras muchas fatigas; tampoco de la tarea infatigable, e indotada de sus artistas en los los obrajes del Estado. En una palabra, las fortunas particulares casi son del público: la mayor parte del vecindario sólo piensa en prodigar sus bienes a la común conservación. La América es libre, Señor Excmo.; sus feroces rivales temblarán, deslumbrados, al destello de virtudes tan sólidas. Calcularán por ellas, fácilmente, el poder unido de toda la Nación. Por lo que a mí respecta, conténtome con elevar a V.E. sincopadas, aunque genuinamente, las que adornan al pueblo de Cuyo, seguro de que el Supremo Gobierno del Estado hará de sus habitantes el digno aprecio que de justicia merecen; “Dios guarde a V.E. Cuartel general de Mendoza.- 31 de octubre de 1816.- José de San Martín”.

El Cuartel General y el Estado Mayor

Antes de proseguir en esta relación de un hecho tan bravío y tan trascendental en la historia de la revolución americana, recordemos cómo quedó constituido el Cuartel General, el Estado Mayor de este ejército. CUARTEL GENERAL: Comandante en jefe del ejército: Gral. José de San Martín Comandante del Cuartel General: Gral. Bernardo O’Higgins Secretario de guerra: Tte. Cnel. José I. Zenteno Secretario particular: Capitán Salvador Iglesias Auditor de guerra: Dr. Bernardo de Vera Capellán general castrense: Dr. Lorenzo Güiraldes Edecanes: Cnel. Hilarión de la Quintana, Tte. Cnel. Diego Paroissien y sargento mayor Alvarez Condarco Ayudantes: Capitanes: Juan O’Brien, Manuel Acosta, José M. de la Cruz y Tte. Domingo Urrutia. ESTADO MAYOR: Jefe del estado mayor: Gral. Miguel E. Soler 2º jefe del estado mayor: Cnel. Antonio Luis Berutti Ayudantes: Sargento mayor Antonio Arcos, capitán José M. Aguirre y teniente Vicente Ramos Oficiales Ordenanzas: Alférez Manuel Mariño, tenientes Manuel Saavedra y Francisco Meneses y subteniente Félix A. Novoa Comisario general de guerra: Juan Gregorio Lemos Oficial 1º de comisaría: Valeriano García Proveedor general: Domingo Pérez Agregados al estado mayor: Tenientes coroneles: A. Martínez, Ramón Freire y José Samaniego, y sargentos mayores Enrique Martínez y Lucio Mansilla. No lamentamos, antes celebramos, el haber consignado esta larga lista de nombres, pues son los de aquellos hombres que realizaron, al lado de San Martín y bajo su égida, la más hazañosa empresa militar de que se tiene noticia. Era de justicia el recordarlos, por lo menos a los más destacados de entre ellos.

Fuerzas de línea

Hombres Batallón Nº 1 de Cazadores: 560 Batallón Nº.7 de línea: 769 Batallón Nº 8 de línea: 783 Batallón Nº 11 de línea: 683 Batallón de Artillería: 241 Regimiento de Granaderos a Caballo: 241 Total: 3.778
SERVICIO Y TROPAS AUXILIARES: Cuerpo de barreneros de minas: 120 Destacamento de baqueanos: 25 Escuadrón de milicianos (custodia de bagajes): 1.200 Sanidad (hospital volante): 47 Total: 1.892 Concluimos entonces que el gran total era de 5.423 hombres, cifra que se descompone en: - 3.778 soldados combatientes, - 1.892 auxiliares, - 207 oficiales, de los cuales 28 eran jefes, y 3 generales - 15 empleados civiles. En cuanto al material de guerra, había en 1817: ARTILLERIA DE CAMPAÑA: diez cañones montados y cuatro inservibles, en Santiago. ARTILLERIA PESADA: ocho cañones reforzados, traídos de Lima. Además, se disponía de los cañones de la fortaleza. Otro material: cuatro piezas en el Valle y once en Talca, todas en muy buen estado. Municiones y pertrechos: concentrados en Talca y Talcahuano los del sur, y en Santiago los del centro. En Coquimbo y La Serena existían también algunas dotaciones.

Las seis expediciones militares

Como es sabido, fueron seis las rutas de invasión, dos primarias y cuatro secundarias. El grueso del ejército o columna de Soler tomó la ruta llamada corrientemente de Los Patos. Abrió la marcha desde el Plumerillo el 19 de enero, tomó por Jagüel, Yalguaraz, Río de los Patos, salvó el alto cordón del Espinacito por el paso homónimo, situado a 5.000 metros. El 2 de febrero inició el paso de la cadena limítrofe por el Paso de las Llaretas. Esta columna tropezó con las mayores dificultades, pues fue preciso escalar cuatro cordilleras. La división de Las Heras siguió por el camino llamado de Uspallata y el valle del río Mendoza; tras de librar las acciones parciales de Picheuta y Potrerillos atravesó el cordón limítrofe por los pasos de Bermejo e Iglesias el día 1º de febrero. El 8, dando curso a las precisas instrucciones recibidas Las Heras entraba triunfante en Santa Rosa, quedando establecida, en la misma fecha, la reunión con la división principal que el día anterior había salido victoriosa en la acción de Las Coimas. Para operar contra la provincia de Coquimbo, partió de Mendoza un destacamento a las órdenes del teniente coronel Cabot, en San Juan fue reforzado con una partida de ochenta milicianos. La división de Cabot, tomó por Talacasto, Pismanta y escaló la mole andina por el Paso de Guana. Luego de promover la insurrección en aquella región trasandina y arrollar a sus oponentes, el 15 de febrero entraba triunfante en Coquimbo. Por el extremo norte, el ejército de Belgrano cooperó, destacando un contingente de ochenta milicianos y cincuenta infantes dirigidos por Zelada y Dávila. El 5 de enero salieron de Guandacol, desde donde pasaron a Laguna Brava, efectuando la travesía de la cordillera principal por el Paso de Come-Caballos; sorprendiendo a las avanzadas realistas, el 13 de febrero, Copiapó caía en poder de los patriotas. Con un pequeño contingente, el capitán Lemos debía invadir por el camino del Portillo; sus instrucciones le prevenían “proporcionar las marchas en términos que el 4 de febrero antes de romper el día, quede sorprendida la guardia de San Gabriel, en el camino del Portillo”, y era su objeto “hacer entender al enemigo que todo el ejército marcha por el Portillo”.
Salvado este paso, practicó el cruce por la cordillera por el boquete de Piuquenes; las malas condiciones del tiempo le impidieron copar la fuerza enemiga, cual era su propósito y así ésta pudo escapar. Posteriormente, Lemos se reunió con el resto del ejército. Finalmente, por el Paso del Planchón pasó la fuerza del teniente coronel Freire, quien partió el 14 de enero de Mendoza, siguió por el camino de Luján, San Carlos y San Rafael, llegando el 1º de febrero al paso del Planchón por el que franqueó la cordillera.

El avance de las fuerzas principales

Fue el día 18 de enero de 1817 que la columna del entonces coronel Juan Gregorio de Las Heras comenzó su marcha, desde el campamento del Plumerillo, y contrariamente a lo que se había antes resuelto, la artillería siguió a la retaguardia de esta columna. Se reconoció que por Uspallata era más fácil el traslado de esas piezas pesadas, que por los Patos. En Cunota pasó ese ejército la noche del 18 y del día 19, reanudando al siguiente día la marcha. Cuatro días después se encontraron con tropas realistas, y se sabía que, en Santa Rosa de los Andes, había tropa prevenida y sobre las armas. Hubo un combate en Potrerillos, y pasando por Picheuta, Las Polvaredas y Arrollo Santa María, llegó a Las Cuevas el día 1º de febrero de 1817. El paso más difícil en el cruce de la cumbre se efectuó de noche, “a la luz de una luna esplendente” y en cinco horas se efectuó el bravo ascenso de 18 kilómetros, desde los 2.800 metros hasta los 3.800. Al poniente de la Cumbre pasó varios días, como San Martín lo había dispuesto de antemano, por medio de un chasque. Reanudó el avance, después de un triunfo obtenido en Guardia Vieja. La división principal del ejército estaba fraccionada en tres escalones, a las órdenes de Soler, de O’Higgins y de San Martín, y había salido del Plumerillo, el día 19 de enero; continuó en los siguientes, y en los primeros días de febrero los dichos cuerpos franquearon las altas cumbres, no sin dar varios combates, en plena cordillera como los de Achupallas y de las Coimas.
El grueso del ejército llegó a San Andrés de Tártaro y el día 8 de febrero ocupaba la población de San Felipe, donde se le juntó la división de Las Heras. El cruce de la cordillera era ya una realidad, cual lo había planeado San Martín, y el ejército argentino estaba ya en Chile, dispuesto a dar la libertad al país hermano, asegurando así la suya propia y la de toda la América. Terminemos estas líneas, recordando como Mitre nos dice que “los escritores alemanes de la escuela de Federico, en una época (1852) en que buscaban ejemplos y lecciones para su Ejército, consideraron digno de ser estudiado el Paso de los Andes, como un modelo, deduciendo de él enseñanzas nuevas para la guerra”, y observa que “la poca atención que, en general se ha prestado al estudio de la guerra en América del Sur, hace más interesante la MARCHA ADMIRABLE que el general San Martín a través de la Cordillera de los Andes, tanto por la clase de terreno en que la verificó, como por las circunstancias particulares que la motivaron. En esta marcha, así como en la de Suwarof por los Alpes y la de Peerofski por los desiertos de la Turannia (Turquestán), se confirma más la idea que un Ejército puede arrastrar toda clase de penalidades, si está arraigada en sus filas, como debe, la sólida y verdadera disciplina militar. No es posible llevar a cabo grandes empresas sin orden, gran amor al servicio y una ciega confianza en quien los guía. Estos atrevidos movimientos de los caudillos que los intentan, tienen por causa la gran fuerza de voluntad, el inmenso ascendiente sobre sus subordinados y el estudio concienzudo practicado sobre el terreno en que van a ejecutar sus operaciones, para llevar un exacto conocimiento de las dificultades que presente y poderlas aprovechar en su favor, siendo su principal y más útil resultado enseñarnos que las montañas, por más elevadas que sean, no deben considerarse como baluartes inexpugnables, sino como obstáculos estratégicos”