Rosas

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martes, 28 de febrero de 2017

200 años del Combate de Chacabuco - 1ra Parte


Por el Prof. Jbismarck
El 12 de enero de 1817 iniciaba desde distintos puntos de la provincia de Cuyo la expedición mandada por el General don José de San Martin para cruzar la cordillera de los Andes con el fin de liberar el territorio de Chile. Las columnas del centro comandadas por San Martin y Las Heras se volvieron a juntar el 10 de enero en la Villa de Santa Rosa.  El 11 de febrero, San Martín abandonó la villa de Santa Rosa, y dio orden de continuar adelante. Sólo la cuesta de Chacabuco separaba ya a los combatientes. La jornada de ese día fue corta. San Martín se empleó en estudiar el terreno y en coordinar su plan de ataque.
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Hizo que sus dos ingenieros, don Antonio Arcos y don José Antonio Álvarez, le levantasen un croquis de la cuesta y sus cercanías, y cuando poseyó todo los datos, adoptó su partido y aguardó tranquilo que llegase el momento de la ejecución.  La zona donde se daría la batalla, explica el historiador Ornstein, era la comprendida entre el valle del río Aconcagua, donde había acampado el Ejército de los Andes, y la Hacienda de Chacabuco. Allí esperaba el ejército comandado por Rafael Maroto. Por esta zona, de norte a sur, cruzaba el camino principal que va de Santa Rosa de los Andes a la ciudad de Santiago.  Tras pasar el río Aconcagua, el lado sur del valle limitaba con una cadena de cerros. Estos ascendían unos 15 kilómetros y terminaban en la cresta de la serranía de Chacabuco, cuya altura máxima es de 1.280 metros.  Luego del paso de la cresta, el camino empezaba el descenso hacia el sur (rumbo a la Hacienda de Chacabuco), que está a unos 10 kilómetros.   El camino de bajada, entre la serranía y la hacienda, iba por un cajón llamado Quebrada de la Ñipa. Terminaba en un bañado, el Estero de las Margaritas. 
Según los distintos autores el número de hombres de los ejército varían, en el lado patriota de 3000 a 4000 hombres siguiendo los informe de Ornstein el número da aproximadamente 3300 hombres, del lado de los realista es aún más confuso con un número que oscila entre 1000 a 3000 hombres, siguiendo los datos del mismo autor alrededor de 3500 hombres.  Estado Mayor del ejército
General José de San Martín, comandante en jefe del ejército
Ayudantes de campo: Coronel Hilarión de la Quintana Teniente coronel Diego Paroissien Sargento mayor José Antonio Álvarez Condarco

1º División
Comandante General Miguel Estanislao Soler
Infantería
Batallón Nº 1 de Cazadores Comandante, teniente coronel Rudecindo Alvarado; Sargento Mayor, José García de Zequeira; 27 oficiales y 543 de tropa
Batallón Nº 11 de Línea Comandante, coronel graduado Juan Gregorio de las Heras; Sargento Mayor Ramón Guerrero; 26 oficiales y 579 de tropa.
Compañías de Granaderos y Volteadores del Batallón nº 7
Compañías de Granaderos y Volteadores del Batallón nº 8
Caballería
Escuadrón de escolta de Granadero a Caballo del General San Martín comandante Coronel Mariano Necochea
Escuadrón IV de Granaderos a Caballo comandante Teniente coronel Manuel Escalada
Artillería: 2 piezas de artillería.
Aproximadamente 1.300 hs. (1257)
2º División
Comandante General Bernardo O’Higgins
Infantería
Batallón Nº 7 de Línea Comandante, teniente coronel Pedro Conde; Sargento Mayor, Cirilo Correa; 26 oficiales y 741 de tropa
Batallón Nº 8 de Línea Comandante, teniente coronel Ambrosio Crámer; Sargento Mayor, Joaquín Nazar 26 oficiales y 767 de tropa.
Caballería
3 escuadrones de Granaderos a Caballo comandante Coronel José Matías Zapiola
Escuadrón I, Teniente coronel José Melián
Escuadrón II, Teniente coronel Manuel Medina
Escuadrón III, Mayor Nicasio Ramallo
Artillería: 2 piezas de artillería.
Aproximadamente 2000 hs.
 

Tropa Realista
Comandante General Rafael Maroto Ysems
Infantería
Batallón Valdivia (560 hs). Comandante Pinuer
Batallón Talavera (660 hs). Comandante Maroto
Batallón Chilloé (560 hs). Comandante Arena
Caballería
Carabineros de Abascal (300 hs). Comandante Quintanilla
Húsares de Abascal (330 hs). Comandante Baraño
Artillería 400 Artilleros. Comandante Cacho
Aproximado 2800 hs.

 
El plan de San Martín
San Martin había previsto dividir el ejército en dos divisiones, la primera al mando del general Miguel Soler que descendería por la Cuesta nueva y la segunda comandada por el general Bernardo O’Higgins que descendería por la Cuesta Vieja.
El plan consistía a enviar a O’Higgins por el camino más corto hasta el morro de las Tórtolas Cuyanas, atraer las tropas de Maroto y ofrecer combate de forma defensiva, el objetivo era “entretener” las tropas realistas aferrado en esa posición hasta la llegada de la división de Soler, que al tomar el camino más largo tardaría al menos dos horas más, una vez en el llano sus unidades atacaría por la retaguardia realista
El plan realista
El general realista Rafael Maroto esperaba poder disponer de dos días más para recibir refuerzos, pero se vio obligado a moverse en la madrugada del 12 desde las casas de Chacabuco.
Colocó su línea de batalla a cinco kilómetros hacia el este, al pie de la Cuesta Vieja. El objetivo final era esperar a las fuerzas patriotas en la cumbre de la cuesta de Chacabuco.
La marcha anticipada del ejército patriota, sumado a lo rápido y bien combinado de la maniobra del primer ataque, no le dieron tiempo a los realistas para ocupar dicha la cumbre como lo había proyectado su general.
Ni siquiera para poder proteger a su vanguardia que, al ver a la luz de la luna -explica Ornstein- el movimiento de avance de los patriotas, decidió abandonar sus posiciones. Descendió en fuga, pero ordenada, perseguido por los granaderos de la caballería argentina.
Comienza el movimiento de las tropas patriotas
Al ejército patriota se le repartieron las municiones a razón de 70 cartuchos de bala por hombre. Además, los soldados abandonaron sus mochilas con los bagajes para marchar al combate sin peso en las espaldas. A las 2 de la mañana del 12 empezaron a ascender la montaña en la forma de columna sucesiva por lo estrecho del terreno. Esto es: los hombres formados en columnas, más largas que anchas, y una columna marchando a distancia de la otra. Al llegar a la bifurcación en los dos caminos, la división del general Miguel Estanislao Soler debía tomar el de la derecha (la Cuesta Nueva), a la cabeza de la columna iba el batallón de Cazadores de los Andes.
En tanto, la división o columna del general Bernardo O'Higgins debía hacerlo por el camino de la izquierda (la Cuesta Vieja), ambos caminos iban rumbo sur, pero la Cuesta Nueva, como se dijo, daba una vuelta más larga abriéndose primero hacia el sudoeste para doblar luego y volver hacia el sur.
San Martín marchaba a retaguardia de las dos columnas con su estado mayor y la bandera de los Andes, custodiada por el resto del batallón de artillería, cuyos cañones de batalla (la artillería pesada) no habían llegado aún. El Libertador decidió no esperarlos e iniciar el avance.
La división de Soler avanzó en silencio por los desfiladeros de la derecha, protegida por una larga cerrilíada -formada por los cerros ya mencionados-, que lo ocultaban de la vista del enemigo.
Mientras las tropas de Soler marchaban sin contratiempo las de O’higgins tuvieron dos situaciones imprevistas la primera un encuentro sorpresivo con las tropas de avanzada realistas y la segunda el observar que las tropas de Maroto se encontraban en la posición que debían detenerse para presentar combate.
Una vez descubierta la avanzada realista, la división de la izquierda (este), la de O'Higgins, trepó hasta llegar a la Cuesta Vieja formada en columna. Una guerrilla desplegada del batallón N" 8 de Libertos cubría su flanco izquierdo por un sendero paralelo separado por una quebradilla. Tenían como objetivo llamar la atención de los realistas y distraerlos, reconocer la posición enemiga y a la vez estar prevenidos ante un posible ataque de flanco.
Un piquete de caballería de Granaderos exploraba los rodeos del camino a fin de ahuyentar las posibles emboscadas en los recodos y descubrir si se habían construido fortificaciones o atrincheramientos. La guerrilla flanqueadora se posesionó de unas breñas (tierra quebrada y poblada de malezas) inmediatas a la cumbre y rompió el fuego, que fue contestado por otra guerrilla realista que salió a su encuentro. Apenas habían cambiado algunos tiros cuando de repente, para sorpresa de los realistas, apareció la cabeza de la columna de O'Higgins dando vuelta un recodo a tiro de fusil, tocando los tambores a la carga. La vanguardia realista no esperaba el ataque. Recién había visto a la columna de la derecha argentina asomar por su flanco izquierdo al término de la cerrillada, que hasta entonces la ocultaba. Y de golpe se vieron acometidos al mismo tiempo por el flanco y la retaguardia. Abandonaron rápidamente la posición sin siquiera pretender hacer resistencia. La cumbre de la serranía de Chacabuco fue coronada por los patriotas atacantes con las primeras luces del alba al son de músicas militares. Desde la altura pudieron divisar a la vanguardia realista que se retiraba en formación y ordenadamente cuesta abajo. Más lejos, al final de la cuesta, vieron al ejército enemigo formado en la planicie de Chacabuco.
El primer obstáculo estaba vencido -señalan Mitre y Ornstein- y la batalla se daría punto por punto, con algunas variantes imponderables, según las previsiones de San Martín.

El combate
Defensa realista
  El general Maroto apoyó el ala derecha de su ejército en el barranco, usándolo como posición invulnerable. Allí colocó dos piezas de artillería que podían cañonear diagonalmente la boca dé la quebrada de los cuyanos, por donde debía, según sus cálculos, asomar el ala izquierda argentina.
Su propia ala izquierda, la puso en un mamelón (una saliente alta y escarpada) que coronó de infantería. Entre estos dos extremos formó sus batallones desplegados en columnas cerradas, intercalando ente ellas las tres piezas de artillerías que le restaban.
Finalmente, la caballería realista fue colocada en la retaguardia sobre el franco izquierdo, y parte de ella dispersada en guerrillas, para proteger la retirada que estaba efectuando la vanguardia.
De esta manera esperó con decisión y firmeza el ataque de los patriotas. Así fue -dice Mitre-, pese al desaliento visible de su tropa, del cual él mismo participaba por verse en una complicada situación.
Maroto aún no sospechaba del movimiento de la columna patriota del oeste que venía por la Cuesta Nueva, la que debía tomarlo por el flanco izquierdo y la espalda, cerrándole la única retirada posible hacia el valle.
En tanto San Martín, desde la altura de la serranía de Chacabuco, observaba que no era la fuerza principal de Maroto a la que había hecho retroceder. Sólo era el destacamento de vanguardia. Alcanzó a ver con su catalejo -dice Omstein- al ejército de Maroto, ubicándose en la meseta al norte de la hacienda. Esta primera parte de la operación fue nítidamente diferenciada de la batalla por el propio San Martín en su informe, explica el historiador Omstein. En uno de los párrafos expresa: "El resultado de nuestro primer movimiento fue como debió serlo, el abandono que los enemigos hicieron de su posición sobre la cumbre; la rapidez de nuestra marcha no les dio tiempo de hacer venir las fuerzas que tenían en las casas de Chacabuco para disputarnos la subida. Este primer suceso era preciso completarlo; su infantería caminaba a pie. Tenía que atravesar en su retirada un llano de más de cuatro leguas y aunque estaba sostenida por una buena caballería, la experiencia nos había enseñado que un solo escuadrón de Granaderos a Caballo bastaría para arrollarla y hacerla pedazos; nuestra posición era de las más ventajosas".
A pesar de la variación de la situación estratégica producida por el movimiento de los realistas, el plan de San Martín no necesitaba modificaciones sustanciales. Se trataba ahora de perseguir al destacamento de vanguardia enemiga y ampliar la maniobra de cerco encerrando a toda la división realista. La misma geografía del terreno le estaba indicando cuál era la maniobra más adecuada.
  San Martín dispuso que O'Higgins continuara con la persecución del enemigo, que se retiraba. Y mandó desprenderse de la división de Soler el tercer escuadrón de Granaderos a Caballo para que pasara a la división del general chileno.
Pero le ordenó a O'Higgins que no pasara del morro de las Tórtolas Cuyanas. Le recalcó que allí sólo debía “entretener” al enemigo sin comprometerse a ninguna acción seria, hasta que apareciera la división de Soler. Este venía por la cuesta nueva hacía la vieja, para atacarlo por el franco.
San Martín instaló su cuartel general en lo alto de la cuesta desde donde podía ver la retirada de la vanguardia realista y la persecución de O'Higgins.  También podía ver cómo se internaba la columna de Soler por la Cuesta Nueva hasta que vio desaparecer al último hombre tras la cerrillada que ocultaba el camino.
Por su parte, luego de tocar la cumbre y pasar al otro lado el ala izquierda argentina, los tres escuadrones de Granaderos a caballo comandados por el coronel José Matías Zapiola se habían lanzado a picar la retirada de la vanguardia realista, sosteniendo fuertes tiroteos.
Lo escabroso del terreno impedía que la caballería maniobrara con ventaja. Su avance fue lento, de modo que sólo pudo llegar a la boca de la quebrada, cerca del morro de las Tórtolas cuyanas, a eso de las 10 de la mañana.
A esa misma hora, la división de O'Hliggins estaba aún a media cuesta. Pero una hora antes, a las 9, la vanguardia realista, en fuga pero ordenada y no deshecha, había alcanzado la planicie y se unía al resto de sus fuerzas.
La boca de esta quebrada da acceso a la parte más estrecha del valle de Chacabuco -dice Mitre-, y desde allí se transforma en un suave plano inclinado al tocar el llano, y está flanqueada por un elevado cerro al este, Los Halcones, y por un morro destacado al oeste, que desde entonces se llamo de las tórtolas cuyanas. Si los españoles hubiesen ocupado esta fuerte posición -explica el historiador Ornstein-, habrían dificultado la marcha de e O'Higgins; pero el avance de los Granaderos no les dio tiempo. En un principio destacaron una guerrilla sobre el morro del oeste o de las Tórtolas, que son como caminos cubiertos. La maniobra fue evitada por una compañía de tiradores patriotas.
Mientras, un escuadrón de granaderos impedía que tomaran el cerro del este.
Los dos escuadrones restantes de granaderos ocupaban el espacio intermedio en espera de la llegada de la infantería de la columna de O'Higgins.
En esos momentos los dos cañones realistas del ala derecha rompieron un vivo fuego. Por lo que el coronel Zapiola, al considerar innecesario exponer a sus hombres, tomó una posición más segura hacia la retaguardia. Eran las once de la mañana. En ese momento llegaba el ala izquierda, con O'Higgins a la cabeza.
Al arribar el general chileno ordenó ocupar a paso de trote la boca de la quebrada al costado del morro de las Tórtolas cuyanas y desplegó en línea de masas sus batallones dejando detrás como reserva a los granaderos plegados en columna.
De esta forma se colocó en posición de amenazar a los realistas y tenerlos aferrados, como lo había previsto San Martín.
Maroto, al ver como se desplegaba las unidades patriotas decide desplaza al fogueado batallón de Talavera junto al de chiloé, con parte de la artillería en medio de ellos, en su flanco derecho. Los Carabineros quedaron en el centro, de frente al camino de la Cuesta Vieja. El batallón Valdivia quedó como ala izquierda y, detrás de ellos, la caballería de los Dragones de la Frontera y los Húsares.

Primeros combates Su ejército estaba apoyado sobre los cerros que dan a la hacienda de Chacabuco.  Apenas la columna de infantería patriota pisó el último plano de la Cuesta Vieja, O'Higgins desplegó su línea sobre la boca de la quebrada que se abría. Enseguida se adelantó hasta el llano, entre los cerros de las Tórtolas y los Halcones. Buscaba campo para desplegarse. Durante más de una hora se combatió a tiro de fusil.  A las primeras descargas entre las posiciones, cayó muerto el coronel Ildefonso Elorriaga, de largos servicios al Rey en Chile. Mandaba el ala derecha del ejército realista, con el Talavera y el Chiloé, y que constituía su nervio.
Los patriotas, por su parte, sufrieron algunas pérdidas sensibles. Ahora la acción estaba parcialmente empeñada, y el ataque de aferramiento o concurrente se convertía de golpe en el ataque principal pero sin obtenerse un resultado ni favorable ni inmediato, como señaló Mitre.
Lo que en ese momento percibieron los patriotas de la división de O'Higgins era que el ala izquierda de la posición realista no terminaba en el cerro Victoria. Del otro lado del arroyo y la quebrada, a la altura del cerro del Chingue, que separaba la Cuesta Vieja de la Cuesta Nueva, se habían colocado los restos reagrupados de la vanguardia realista al mando del mayor Antonio Marquelí.
Estaban en un morro y atacaban el flanco derecho de la infantería patriota que avanzaba, dejándola encerrada entre dos fuegos, de frente y de costado.
Igualmente se vio de pronto -como señala Leopoldo Ornstein- que delante de la posición realista había una grieta insalvable al pie de la meseta donde se parapetaban.
También se vio que entre el Chingue y el Victoria, el arroyo formaba un pantano (el Estero de las Margaritas), con lo que el ala izquierda enemiga -pese a no estar formada por el mejor batallón realista-, era la más fuerte y su posición era una trampa para quien quisiese atacarla.
La situación era crítica, pues si la retirada tenía peligros, este avance en inferioridad era heroico, pero por demás temerario, a la par de innecesario aunque se ganase la posición.

O`Higgins desobedece
Si se seguía el plan combinado de San Martin, los realistas estaban perdidos. Habían tomado una posición defensiva y aceptado la batalla dentro de un recinto del que ignoraban que no tenían retirada posible.  Por ello -juzgan Mitre y Ornstein-, era innecesario arriesgar a las tropas patriotas de antemano en tal ataque frontal.   Mitre llega más lejos y señala que si el general Maroto hubiese tenido iniciativa, en vez de permanecer a la defensiva hubiera podido aprovechar la situación y llevar en aquel momento un ataque ventajoso.
Pero sólo se limitó a amagar débilmente por los flancos de la columna de O'Higgins, con despliegue de guerrillas que fueron rechazadas, sosteniéndose pasiva y defensivamente a fuego de fusilería y de cañón.  Cuando se dio cuenta y trató de pasar a la ofensiva, ya era tarde.
De pronto -apunta el historiador Leopoldo Ornstein-, como si se hubiera propuesto conquistar la victoria por sí solo, O'Higgins hizo a un lado las instrucciones dadas por San Martín.
Prescindió de Soler y de su maniobra envolvente. Se lanzó al ataque contra la fuerza principal enemiga nada más que con 1.300 hombres, mientras que el comandante realista Rafael Maroto tenía 2.800 hombres, seis cañones y ocupaba una fuerte posición defensiva en el borde de un barranco escarpado.

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