Rosas

Rosas

viernes, 31 de julio de 2020

La Corte Suprema de la Nación ¿es independiente? ¿siempre fue así?

Por Ignacio Cloppet
Desde antaño, es moneda corriente que los Gobiernos que asumen el poder pretendan cambiar la Corte Suprema de Justicia, ya sea reemplazando a sus miembros o, como hemos sido testigos, aumentando el número de integrantes del tribunal.  Esto sucede desde que la Corte fue inaugurada el 18 de octubre de 1862, durante la presidencia de Bartolomé Mitre, quien supo elegir a destacados juristas, pero con la particularidad de que algunos de ellos eran afines a su gobierno.  Esta práctica se instaló como normal, como una constante. Es una clara demostración de la injerencia que tiene el Poder Ejecutivo sobre el Poder Judicial desde su origen; lo que revela la falta de independencia entre estos dos poderes.  
La revolución del 4 de junio de 1943 fue una reacción necesaria para poner fin a la llamada “Década Infame”, que ejerció el poder en forma despótica, con fraude y de espaldas a la voluntad popular.  En ese momento, la Corte estaba integrada por 5 miembros: Roberto Repetto (nombrado en el gobierno de Marcelo T. de Alvear), Antonio Sagarna (nombrado por Hipólito Yrigoyen), Benito Nazar Anchorena y Luis Linares (nombrados por Agustín P. Justo), y Francisco Ramos Mejía (nombrado por Roberto M. Ortíz). El 1 de julio de 1944 Luis Linares se jubiló, y el gobierno militar lo reemplazó con Tomás D. Casares, que fue el único miembro que designó.  Esta fue la integración de la Corte durante el gobierno militar. Denota el respeto que el régimen de facto tuvo con el Poder Judicial. En ningún momento se le pasó por la cabeza a los presidentes Ramírez y Farrell, echar mano en la composición de la Corte.  Debemos reconocer que esta Corte “conservadora”, siguió beneficiando a los poderosos y fue funcional a la oligarquía. Emitió muchos fallos que irritaron al gobierno, sin perjuicio de lo cual no promovieron la renuncia de ninguno de sus integrantes.  Un dato para destacar es que todos los miembros nombrados, desde el prestigioso Francisco de las Carreras (primer presidente de la Corte) en 1862 hasta abril de 1947, renunciaron, se jubilaron o fallecieron en el ejercicio de sus funciones.  El principal motivo que empleaba el Poder Ejecutivo para la remoción de los jueces, era la renuncia, que muchas veces forzaba, y de ese modo eludía las herramientas normativas prescriptas en la Constitución.  
El 24 de febrero la fórmula Perón-Quijano ganó las elecciones; y el 4 de junio de 1946 Perón asumió como presidente constitucional. En nuestro país comenzaba una nueva etapa que iba producir cambios sustanciales.  El Peronismo se instaló para poner fin a la Argentina liberal y oligárquica. Entre los muchos proyectos y planes delineados, estaba la reforma de la Justicia. Perón sabía muy bien que para lograr su objetivo necesitaba una Corte con jueces que estuvieran a la altura de las transformaciones sociales, políticas y económicas. Algo que no se podía esperar de la Corte “conservadora”.  Por lo pronto, en su discurso pronunciado el 4 de junio de 1946, ante la Asamblea Legislativa, Perón se refirió a la Justicia: Pongo el espíritu de justicia por encima del Poder Judicial, que es requisito indispensable para la prosperidad de las naciones; pero entiendo que la justicia, además de independiente, ha de ser eficaz, y que no puede ser eficaz si sus ideas y sus conceptos no marchan al compás del sentimiento público. Muchos alaban en los tribunales de justicia su sentimiento conservador, entiendo por ello que defienden lo tradicional por el sólo hecho de serlo. Lo considero un error peligroso, tanto porque puede poner en opresión a la justicia con el sentimiento popular, cuanto porque a la larga produce un organismo anquilosado. La justicia, en sus doctrinas, ha de ser dinámica y no estática. De otro modo se frustran los anhelos populares y se entorpece el desenvolvimiento social con graves perjuicios para las clases obreras. Estas, que son naturalmente, las menos conservadoras en el sentido usual de la palabra, al ver como se les cierran los caminos del derecho, no tienen más remedio que poner su fe en los procedimientos de la violencia”. Estas palabras, cargadas de un sentimiento de justicia más inclusiva, son las que provocaron un punto de inflexión entre el gobierno de Perón y la Corte. El ministro de Justicia e Instrucción Pública designado por Perón fue Belisario Gaché Pirán, un hombre de su confianza.  Teniendo en cuenta estas circunstancias, el presidente de la Cámara de Diputados, Ricardo C. Guardo, instruyó al diputado nacional Rodolfo A. Decker a que promueva el pedido de juicio político -el 8 de julio de 1946- contra cuatro miembros de la Corte: Sagarna, Nazar Anchorena, Ramos Mejía y Repetto (presidente del Tribunal), y también contra el procurador general Juan Álvarez. El único que quedó exento del procedimiento constitucional fue Tomás D. Casares, que había sido nombrado por el presidente Farrell en 1944, y que desde la primera hora adhirió al Peronismo.  El 29 de agosto de 1946, la Cámara de Diputados aprobó oficialmente el pedido de juicio político. El proceso fue llevado a cabo ante el Senado de la Nación, conforme lo prescribe la Constitución.  
La Corte Suprema de Justicia suspendió la feria judicial de ...
La Comisión acusadora estaba integrada por los diputados nacionales Rodolfo A. Decker, José E. Visca, Raúl Bustos Fierro, Eduardo Beretta y Alcídes Montiel. En octubre de 1946 enviaron al Senado los fundamentos de la acusación, que dividieron en dos capítulos, donde se les imputaba: (i) abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público; y (ii) mal desempeño del cargo (artículo 45 de la Constitución).  Los antecedentes que se ponderaron fueron: los fallos de los jueces; las opiniones de dos destacados académicos: Daniel Antokoletz y Vicente Gallo; y denuncias de abogados de la matrícula y de asociaciones de profesionales.   Los magistrados Sagarna, Nazar Anchorena y Ramos Mejía, fueron declarados culpables el 30 de abril de 1947 (artículo 52 de la Constitución Nacional), por mayoría de los dos tercios de los miembros del Senado por nueve cargos, y por mayoría absoluta con relación a tres cargos. Al procurador Álvarez se lo declaró también culpable por actuar en política en el ejercicio de su cargo, y por haber aceptado formar parte de un gobierno en octubre de 1945. Es de destacar que el juez Repetto, que había iniciado los trámites de jubilación en abril de 1946, presentó su renuncia antes de la sentencia.  Los argumentos centrales de la condena fueron la Acordada del 9 de septiembre de 1930, dictada tres días después del golpe militar de Uriburu, donde la Corte había legitimado y legitimaría hacia el futuro, todos los golpes de Estado. Entre los firmantes de la misma estaban Sagarna y Repetto; y la Acordada del 7 de junio de 1943, que remitió a la de 1930, para legitimar el pronunciamiento militar.  De esta forma el gobierno peronista, si bien promovió un procedimiento que removió de sus cargos a tres de los jueces de la Corte y al procurador, siguió estrictamente lo que establece la Constitución Nacional.   Finalizado el juicio político, asumieron como nuevos ministros Felipe Santiago Pérez, Justo L. Álvarez Rodríguez, Luis Longhi y Rodolfo Valenzuela. El quinto miembro, Tomás D. Casares, había sido confirmado como ministro de la Corte por Decreto del 2 de agosto de 1946, previo acuerdo del Senado. Casares se transformaría en el flamante presidente del nuevo Tribunal. Fue designado procurador general, Carlos Gabriel Delfino.  Los miembros de esta Corte nombrada por Perón, estaban todos estrechamente vinculados al Peronismo y eran representantes de su ideario de justicia. Es evidente, que desde ese momento se modificó la forma de interpretar la doctrina de la Constitución. Dos años más tarde, sus miembros fueron Convencionales Constituyentes en la Asamblea que elaboró la reforma constitucional de 1949.  El único cambio que sufrió la Corte durante el Peronismo, se produjo con el nombramiento de Atilio Pessagno, que reemplazó a Álvarez Rodríguez, fallecido el 2 de agosto de 1949.   En 158 años de historia de la Corte, 113 jueces la integraron, entre los cuales hubo solamente 3 mujeres. Además de este juicio político de 1947 que destituyó a 3 magistrados, hubo otros 2 casos: Eduardo Moliné O’Connor (2003) y el de Antonio Boggiano (2005); 17 cesaron por gobiernos de facto; 5 cesaron por asumir un gobierno constitucional; 5 se jubilaron, 49 renunciaron y 21 fallecieron.  El gobierno militar que derrocó a Perón clausuró el Congreso Nacional. Por el Decreto 415 del 6 de octubre de 1955, dejó cesante a los 5 magistrados de la Corte y al procurador general, y nombró a los nuevos jueces de facto.  Fue la primera vez en la historia que los ministros de la Corte Suprema de Justicia fueron cesanteados por un Decreto del Poder Ejecutivo, y que fue renovada sin el procedimiento constitucional.    La “Revolución Libertadora” violó por decreto la independencia del Poder Judicial y la inamovilidad de los jueces desapareció para siempre. De esta forma se perdió el respeto por la Constitución.
Además de las transgresiones a las normas que se impusieron desde 1955, a lo largo de los años, se produjeron cambios en el número de sus miembros.  El primer caso se dio durante el gobierno de Frondizi, que aumentó de 5 a 7 la cantidad de integrantes. Esa misma constitución la mantuvieron los otros dos gobiernos radicales (Guido e Illia).    Será el caso de otro radical, Raúl Alfonsín, quien tuvo la oportunidad única de crear su propia Corte, pues venía de un gobierno militar y nombró a todos los integrantes, quienes respaldaron políticas fundamentales para su gobierno, particularmente en cuestiones militares y económicas.   Quién también aumentó la cantidad de miembros fue Carlos S. Menem, que elevó de 5 a 9 los integrantes, construyendo un Tribunal a su medida, conocido bajo el nombre de “mayoría automática”. La ampliación coadyuvó a que, en la mayor parte de los casos polémicos, los votos de los nuevos jueces coincidieran con la posición del gobierno.  El que vuelve a reducir gradualmente la cantidad de miembros fue Eduardo Duhalde, y luego los presidentes que lo sucedieron mantuvieron el mismo criterio hasta llegar a 5.  Hay un hecho insólito que ocurrió durante la presidencia de Macri. Una de sus primeras medidas fue designar en comisión, a 2 ministros de la Corte por medio del Decreto 83 de fecha 14 de diciembre de 2015, durante el receso legislativo y sin haber convocado a sesión extraordinaria, por lo tanto, sin acuerdo del Senado. Esta medida fue criticada por gran parte del arco político, por juristas y constitucionalistas de renombre, quienes consideraron que constituyó un “grave retroceso institucional”.  En estos días, el gobierno de Alberto Fernández presentó su proyecto que representa una amplia reforma judicial. Entre marchas y contramarchas, habría negado pretender ampliar la cantidad de miembros de la Corte Suprema de Justicia, al afirmar: "Toda mi vida he dicho que el problema de la Corte no está en el número, con cinco miembros puede funcionar. Lo que sí digo es que así está funcionando mal. Con cualquiera que usted hable le dice que la Corte está virtualmente paralizada". Como dijimos al comienzo, la independencia del Poder Judicial es muy relativa. Prácticamente nació contaminada desde el vamos y así ha permanecido a lo largo de la historia. El Poder Ejecutivo siempre ha influenciado directa o indirectamente en la designación de los jueces en la Corte Suprema y en los tribunales inferiores. Por ese motivo, nuestra República está tuerta, y que yo sepa solamente un milagro podría subsanar ese defecto. ¡Alea iacta est!
*El autor es abogado, miembro de la Academia Argentina de la Historia y autor de “Perón íntimo. Historias desconocidas”

San Martín en su intimidad

Por el Dr. Julio R. Otaño 

Balbuceantes narradores de historias inconclusas

Mathías Iguiniz
En Ese manco Paz –libro de 2003 que Seix Barral reeditó recientemente–, el escritor argentino Andrés Rivera retoma procedimientos narrativos trabajados en otros de sus libros. Es inevitable pensar en su clásico El farmer (1996), donde la narración se organiza a partir de un largo soliloquio en el que Juan Manuel de Rosas, devenido modesto campesino, sentado junto a un brasero en una granja de las afueras de Southampton en 1871, repasa su historia y, con ella, el devenir de una nación. Andrés Rivera se salía de los esquemas oficiales al tomar al caudillo federal en su etapa de exilio, en un trayecto signado por la postergación y el aislamiento.
    Con una modalidad y un registro similar, Ese manco Paz incorpora ahora como centro al unitario José María Paz (1791-1854), recordado por haber sido soldado de Belgrano y vencedor de La Tablada, Oncativo y Caaguazú.   La escena evocativa en este caso tiene lugar en una casona de Buenos Aires. Boca arriba en un catre, a lo largo de una noche de 1854, “a dos o tres años de que Juan Manuel de Rosas se refugió en la Inglaterra imperial”, el soldado se pierde en divagaciones que lo remontan al pasado y reflexiona acerca de su situación actual: “Yo no olvido que soy argentino, y por eso me miro, aquí, en Buenos Aires, en la ciudad que fue mi cárcel y cuyos dueños me agasajan, hoy, con ese respeto que se les depara a los abuelos algo idos, y balbuceantes narradores de historias inconclusas, de los que se espera que no requieran excesivos cuidados, y que mueran rápido y en silencio”. A diferencia de El farmer, en este libro Rivera propone una estructura a dos voces, con capítulos que se alternan en “La república” (la voz del general Paz) y “La estancia” (que gravita en torno a la figura de Rosas).
Sin embargo, la escritura de Ese manco Paz no está alentada por un espíritu de ruptura, más bien apunta a densificar un espacio ficcional con límites precisos, que se empapa todo el tiempo de la historia. Y, vale aclarar: esa vuelta al siglo XIX que marca una parte significativa de la obra del autor debe ser entendida en diálogo y en tensión permanente con su enclave enunciativo; su novelística presenta ecos, sentidos solapados que remiten al hoy (al del escritor en el momento de escribir y al nuestro, en la medida en que algunas de las temáticas que lo interpelan, como el poder y la sexualidad, no se agotan en una coyuntura determinada). El siglo XIX como un tramo decisivo en las disputas por el poder y las representaciones; las guerras por asentar el dominio del Estado-nación y el absolutismo del “Restaurador de las Leyes”, como un espejo que problematiza la máquina simbólica del Estado en el presente.
Mediante un discurso de múltiples voces se va iluminando la imagen del “Manco” desde distintos ángulos: desde ese sexagenario canonizado y un poco espectral que, hacia mediados de 1850, se pasea solo por Buenos Aires (“Soy, para los dueños de la ciudad, una estatua que camina”), hasta el relato que en un pasaje de la novela Facundo Quiroga le hace a Rosas a propósito de la batalla de Oncativo, donde Paz es mostrado como un auténtico maestro en la “ciencia de la guerra”. Esta idea es central, ya que como sostiene Martín Kohan en El país de la guerra (Eterna Cadencia, 2014), éste encarnó un tipo específico de militar que, frente a la violencia “bárbara” de los federales, impuso otra forma de violencia, regulada y comedida, “civilizada”. Expresa Quiroga en la novela: “Fue el único en prestar atención a San Martín, cuando San Martín dictó clases de táctica y estrategia a sus oficiales (…). Y me dicen que el Manco leyó, para organizar los infiernos de sus emboscadas, a un tal Bonaparte”.
En Ese manco Paz, Andrés Rivera da con un artefacto que le permite acercarse a las diversas aristas del militar unitario. Lejos de la épica nacional, el “representante más cumplido del poder de los pueblos civilizados”, como lo definió Sarmiento en su Facundo, es mostrado en toda su fragilidad. La proliferación de preguntas retóricas y el tono reiterativo son marcas de estilo que, además de otorgar a la prosa un muy bien logrado pulso poético, reflejan las encrucijadas existenciales del protagonista en el epílogo de su vida: “¿Para quién gané esas batallas? ¿Para qué?”. Una novela fundamental que, si bien funciona con autonomía, se enriquece notoriamente al insertarse en esa red más amplia que es la obra del autor.

La Acción de Perdriel, 1ro de agosto de 1806; Caseríos de Perdriel. - ...

jueves, 16 de julio de 2020

Pepa "La Federala"


Por Julio R. Otaño
José María Ramos Mejía en su libro Rosas y su tiempo ha definido a la "mujer soldado”.   Siempre elitista y denostando a los sectores proletarios y sospechosos de nacionalismo rosista.  "La mujer de la plebe tenía en los ejército federales su parte de afecto oficial y en el reparto del rancho, porque alegraba al soldado; y a ciertas horas los encantos de la familia, para los unos, y los alicientes de la orgía para otros, derramaba calor y fuerza; en aquellos pechos que tanto lo necesitaban. El más experto espía «bombero», en el orden militar como en el otro, fueron estas mujeres negras y mulatas especialmente, que metiéndose en las filas de los ejércitos unitarios enemigos y bajo el imperio de las necesidades físicas que afluíar a su carne, seducían la tropa y provocaban la deserción o se apoderaban de todos los secretos que podían en las intimidades de sus rápidas excursiones”.
Y más adelante agrega el mismo Culto y civilizado escritor:  “Las negras servían para todo: mucamas, bailarinas, vivanderas y hasta soldados”.

El siguiente documento de 1844, da cuenta de las acciones y vicisitudes de Pepa la Federala:

¡VIVA LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA! ¡MUERAN LOS SALVAJES UNITARIOS!
Buenos Aires, Marzo 19 de 1844. Año 35 de la Libertad, 29 de la Independencia y 15 de la Confederación Argentina.
La alférez graduada de Caballería, doña Pepa la Federala: Solicita el ajuste de sus sueldos, haciendo una breve reseña de sus servicios y acciones de guerra en que se ha hallado, citando varios jefes para los efectos consiguientes y obtención á las gracias que la munificencia de S. E. ha sabido acordar al ejército,
Excmo. señor:
Doña Josefa la Federala, Alférez graduado de Caballería, ante la justificada integridad de V. E., con mi mayor respeto digo: Que habiéndome hallado en la acción de Chascomús á las órdenes del señor General don Prudencío Ortiz de Rosas, y de allí en Marzo de 1840 en Entre Ríos a las órdenes de aquel General en jefe don Pascual Echagüe, llevando en mi compañía 26 hombres voluntarios á mis órdenes, vecinos de Ranchos Blancos; que en mi marcha tomé un bombero de los salvajes, que presenté al gobernador, salvaje hoy día Mascarilla, y de allí me incorporé al mencionado ejército de Entre Ríos, habiendo sido agregados dichos 26 hombres al núm. 2 de Caballería de Buenos Aires, quedando yo en la escolta de aquel General en Jefe. Fuí bombera voluntaria y entré en la trinchera del salvaje Lavalle, donde fuí tusada del salvaje Benaventos y sentenciada á muerte por el de igual clase Pedro Díaz, teniendo la suerte de escapar y reunirme al Ejército Confederado, hallándome en seguida en la batalla de Sauce Grande, cuyos testigos cito en esta Capital, que pido á V. E. certifiquen: el Coronel graduado don Antonio Félix de Meneses, y el que era comandante del Batallón Entre Riano, sargento mayor don jacinto Maroto, hallándome desempeñando las funciones de Posta, quedé herida en la batalla, y salvé por una partida del núm. 2 en comisión, recogiendo heridos, que como yo, éramos 70 ú 80, y conduciéndonos a la Capital del Paraná, a las órdenes de Don José M. Echagüe, quien me prodigó todos los auxilios necesarios; cumplidos diez días supliqué al Excmo. señor Presidente Oribe se dignase llevarme en su compañia, aunque muriese en el camino, lo que conseguí y fui conducida a San Nicolás, dejándome dicho Excmo. señor en casa del comandante Garretón para curar de mis heridas, pero sabiendo que mi Coronel Don Vicente González se hallaba acampado en el Arroyo del Medio, me olvidé de mis heridas y haciendo un carguero de jabón conchavando dos peones envié innumerables partidas de salvajes que salían de San Pedro, teniendo la dicha de incorporarme a mi coronel, el que siguió con el Presidente Oribe y por consiguiente me hallé en la acción de Quebracho Herrado y sin sanar de las heridas me hice cargo del Hospital de Sangre, y sucesivamente en todas las demás acciones cual fue la del Monte Grande en Tucumán; y por último, de regreso, en la de Coronda y Santa Fe; siendo después nombrada por el señor Presidente Oribe ayudante del Hospital de Sangre, hasta que vine a esta Capital.
Excmo. señor, desde el año 1810 sirvo a la Patria con el mayor desinterés.   Viuda del Sargento Mayor Don Raymundo Rosa, que murió de diez y ocho heridas en el campo de batalla en la Cañada de la Cruz a las órdenes del Señor General Soler, la posición triste en que me encuentro, de tantas vicisitudes de la guerra, me pone en la precisión de implorar del Padre de mi Patria, por lo que humilde suplico se digne ordenar sean hechos mis ajustes por la contaduría y opción a los premios que V. E. tiene conferidos al Ejército, para poderme reponer de mi salud y estar pronto y de centinela contra todos los salvajes que quieran envolvernos en su inmunda rebeldía a cuya gracia quedaré eternamente reconocida.
                                              Pepa La Federala

Era muy difícil ser mujer en el siglo XIX; sobre todo aquellas que participaron de las guerras civiles y aquellas que vivieron en las fronteras con el indio.  Eran mujeres especiales fueron blancas, negras (Como Pepa La Federala), mulatas, mestizas e indias. No hay perfiles muy definidos de ellas, tanto eran hoy mujeres de tropa como podían convertirse mañana en humilladas víctimas del malón. Es difícil intentar encontrar sus nombres. Mujeres en su mayoría anónimas, necesarias compañeras de soldados, morochas de piel curtida, ojos achinados y cuerpo fuerte, eran criollas de pies a cabeza. Duras para el frío, sabias en amaneceres repetidos, resistían con igual indiferencia los abrasadores calores del verano pampero.   Mentes pequeñas  tiñeron su conducta de agravios por mucho tiempo, el más común de prostituta. Recibían ración, y en muchos casos paga, como los hombres. Las hubo bravas y decididas en la lucha, con voz de mando, como la negra Pepa la Federala.  "Es costumbre que cada soldado lleve consigo una compañera durante la campaña", relata William MacCann en su obra Viaje a caballo por las provincias argentinas, explicando "el soldado se siente así menos inclinado a la deserción, teniendo una mujer que le haga la cocina, lave sus ropas y remiende sus vestidos..."

Esta carta de Pepa, Josefa la Federala, se da en un momento en que no existía la posibilidad oficial que la mujer reclamara ni enviara notas haciendo descargos personales por los servicios personales prestados en el campo de batalla. Siempre el hombre era quien realizaba estas exposiciones, por tanto esta decisión de "Pepa" contenía mucho de su guapeza y carácter a la hora de reclamar aquello que le correspondía.   Historiadores de la llamada “Historia Social” señalan como fórmula repetida “Falleció pobre, olvidada y sin reconocimiento por su labor a favor de la patria”
Existe la carta pero no la respuesta.
Para nosotros NO HAY DUDAS DE LA RESOLUCIÓN FINAL Y TOMANDO COMO ANTECEDENTE LA ACTITUD DE ROSAS CON MARIA REMEDIOS DEL VALLE…..NO DUDAMOS QUE EL RESTAURADOR DECIDIÓ DE LA MISMA MANERA Y PEPA PUDO TERMINAR SUS DÍAS CON DIGNIDAD Y  CON EL RECONOCIMIENTO DE LOS PATRIOTAS ARGENTINOS

Bibliografía
Chávez Fermín. Iconografía de Rosas y la Federación.
García Abós Eva Grupos sociales en los ejércitos argentinos durante la época de Rosas (1829-1852)
MacCann William Viaje a Caballo por las Provincias Argentinas
Ramos Mejía. José María "La Epoca de Rosas" T2 pág. 441





sábado, 11 de julio de 2020

Las falacias de la historiadora Luciana Sabina con un Juan Manuel de Rosas de 14 años…

POR EL PROF. JULIO R. OTAÑO 
En la edición del Diario “Los Andes, Periodismo de verdad” del 11 de julio de 2020  la prestigiosa historiadora Lucina Sabina publicó una nota titulada “Rosas y la mentira de su infancia heroica”. 
Sabina utiliza fuentes como “Francisco Ramos Mejía” a quien sitúa en 1936….señalando supuestas atrocidades de Rosas contra animales y peones…crueldades y etc.  Francisco Ramos Mejía (Buenos Aires 24 de enero de 1847 - 16 de mayo de 1893) fue un sociólogo, historiador y jurisconsulto argentino.  Escribió El federalismo argentino (1889), donde sostiene que el federalismo se encuentra en la sangre de los argentinos y es herencia española, e Historia de la evolución argentina (publicado postmortem, 1921)
Sin embargo la Historiadora o CONFUNDE LA FUENTE O COPIA SIN VERIFICARLAS…el autor de esa descripción horrible y falsa es en realidad JOSÉ MARÍA RAMOS MEJÍA Y EL LIBRO: “LAS NEUROSIS DE LOS HOMBRES CÉLEBRES EN LA HISTORIA ARGENTINA” pag. 102-104 escrito en 1878 no en 1936. Estamos hablando de 58 años de diferencia pero DE OTRO AUTOR.  ¿Cuál era la fuente de este autor? Su imaginación o su mala predisposición frente a un adversario de su familia fallecido el año anterior (1877) “cuentan”…”me dicen” así que la Historiadora Sabina arranca mal….no es lo mismo Manuel Gálvez que Lucía Galvez.
Continúa peor y dice que  Rosas  “participó de la Reconquista, los días 6 y 7 de julio de 1807”…... QUE YO SEPA LA RECONQUISTA DE BUENOS AIRES FUE EL 12 DE AGOSTO DE 1806 Y participó el Niño Rosas con 13 años…LA CIUDAD NO FUE RECONQUISTADA LOS DÍAS 6 Y 7 DE JULIO..SIMPLEMENTE PORQUE NO FUE CONQUISTADA…el 5, 6 y 7 de Julio FUE LA HEROICA DEFENSA DE BS AS CON ÁLZAGA Y EL PUEBLO A LA CABEZA.
Siguió peor: descubrió que Ernesto Celesia en 1948, investigó en las actas del Cabildo, existentes en el Archivo General de la Nación, y descubrió que: “Juan Manuel de Rosas se apartó del servicio el 1 de julio…”. Por ende, los días 6 y 7 no fue parte de la Reconquista.
La Historiadora Sabina sigue llamando “Reconquista” a la “Defensa” de Buenos Aires y goza trayendo esta novedad pero el Maestro Jorge Oscar Sulé (a quien trato desde hace 25 años, discípulo de José María Rosa, Fermín Chavez y Arturo Jauretche y con quien hablé hoy en plena pandemia 11-7-2020) dijo luego de ESTUDIAR EL DOCUMENTO (obviamente omitido por la historiadora Sabina) “Dice realmente “se apartó del servicio…” NO
Leida correctamente dice “nota: JUAN MANUEL DE ROSAS SE APAREO AL SERVICIO EL 1 DE JULIO” como podrán observar en la reproducción del documento. (adjuntamos la foto del documento)
NO EXISTÍA UNA “T” COMO CREYÓ VER CELESIA AL LEER “APARTÓ” PORQUE EN EL LISTADO CON LA MISMA LETRA LAS “T” SON DISTINTAS. TAMPOCO ESTÁ EL ACENTO SOBRE LA “O” QUE VIÓ CELESIA Y LA PALABRA “DEL” NO EXISTE EN LA ANOTACIÓN, DONDE BORROSAMENTE SE LEE “AL”.
“APARAR” ES ACUDIR PARA TOMAR ALGUNA COSA, EN ESTE CASO “EL SERVICIO MILITAR”. Y “APAREAR” ES AJUSTAR COSAS DE MANERA QUE QUEDEN IGUALES UNA CON OTRA. CUALQUIERA DE LOS DOS VERBOS QUE PUEDA HABER USADO EL CAPITÁN IRIBARREN SIGNIFICARON EL RETORNO DEL SOLDADO ROSAS AL ESCUADRÓN.
EL ANTIRROSISMO DE CELESIA LO CONFUNDIO, TRAICIONANDO SU SERIEDAD DE HISTORIADOR….Ahora quienes lo citan mínimamente tiene que verificar sus fuentes.
Una breve nota en un portal importante totalmente cubierta de horrores.
LO MEJOR DE LA MISMA SON LOS CONCEPTOS FINALES DE LA HISTORIADORA SABINA QUE COMPARTIMOS Y CREEMOS DEBEN SER UTILIZADOS
“Lamentablemente muchos historiadores siguen repitiendo aquél mito como una realidad, perpetuando una de las tantas mentiras de las que se nutren nuestros libros de Historia”.



viernes, 10 de julio de 2020

Un extraordinario Soldado de la Patria: Coronel Prudencio Arnold

Por el Prof. Julio R. Otaño
Nació en Buenos Aires en 1809 y era hijo de George Brown Arnold, estadounidense y de la porteña Magdalena Diana.  A los 17 años se incorporó como alférez al Regimiento 3ro de Milicias y luego vistió con orgullo el uniforme de Colorado del Monte. Su primera campaña comenzó a fines de 1828, formando en el ejército federal que debió enfrentar a las fuerzas regulares de Lavalle. Peleó en Navarro y tomó parte en las guerrillas que siguieron a esta batalla;  su relato de las Vizcacheras sigue siendo único: dijo en “Un soldado argentino”, que Rauch les venía pisando los talones, con la ventaja de comandar tropas veteranas de la guerra del Brasil.  Los federales llegaron a Las Vizcacheras casi al mismo tiempo que un nutrido contingente de indios, que combatirían a su lado.  Dice Arnold: “en tales circunstancias el enemigo se avistó.  Sin tiempo que perder, formamos nuestra línea de combate de la manera siguiente: los escuadrones Sosa y Lorea formaron nuestra ala derecha, llevando de flanqueadores a los indios de Nicasio; los escuadrones Miranda y Blandengues el ala izquierda y como flanqueadores a los indios de Mariano; el escuadrón González y milicianos de la Guardia del Monte al centro, donde yo formé”. Arnold nos dirá que Nicasio llevaba como apellido cristiano Maciel, “valiente cacique que murió después de Caseros”.
Rotas las hostilidades, Rauch arrolló el centro de los federales y se empeñó a fondo sin percibir que sus dos alas eran derrotadas. Se distrajo y comenzó a saborear su triunfo pero pronto se vio rodeado de efectivos a los que supuso suyos.  Hay que recordar que por entonces, los federales sólo se diferenciaban de los unitarios por un cintillo que llevaban en sus sombreros, el que decía “Viva la federación”.   Escribio Arnold cuando estuvo dentro de nosotros, reconoció que eran sus enemigos apercibiéndose recién del peligro que lo rodeaba. Trató de escapar defendiéndose con bizarría; pero los perseguidores le salieron al encuentro, cada vez en mayor número, deslizándose por los pajonales, hasta que el cabo de Blandengues, Manuel Andrada le boleó el caballo y el indio Nicasio lo ultimó… Así acabó su existencia el coronel Rauch, víctima de su propia torpeza militar”.  
A raíz de su acción, Andrada fue ascendido a alférez.  Según Bayer y otros historiadores Nicasio Maciel era llamado “Arbolito” por su estatura, delgadez y cabello crecido y habría cortado la cabeza de Rauch, que era un famoso degollador de indios…..en el relato de Arnold que es lo más fidedigno que poseemos en ningún párrafo habla de “Arbolito” y sí señala lo que Bayer y cía omiten: que era partidario y soldado de Juan Manuel y que falleció después de Caseros….
Dias antes de Puente de Marquez se incorpora a las filas de Rosas  Allí estaba el comandante General de Campaña don Juan Manuel de Rosas, el hombre de nues­tra predilección que con tanto gusto y sacrificio veníamos buscando desde la derrota de Navarro”.     Arnold después relata el entusiasmo que predominaba en las masas federales a favor de Juan Manuel de Rosas.  En un relato referido a cuando éste regresaba en 1829 de Santa Fe, hallándose reunidos en las cercanías de “La Turbia” alrededor de 2.000 hombres, al presentarse el Restaurador y “dirigirse en alta voz, diciendo ¡Viva la Patria!, fue contestado con entusiasmo.  Posteriormente el ¡Viva Rosas! fue un trueno que salió del corazón de aquella muchedumbre, demostrando el entusiasmo que tenían por el alma de aquel hombre”. 
Nuevamente se batió contra los unitarios en la jornada de dicho puente sobre el río de las Conchas, y participo en el sitio de Buenos Aires, lo que le valió recibir los despachos de teniente lro.  En octubre de 1833 se distinguió en la Revolución de los Restaurado­res, y por el éxito obtenido en una guerrilla sobre la plaza Miserere ganó el grado de capitán. Seis años después hizo la campaña de Chascomús, contra los estancieros enfiteustas del, sur levantados contra Rosas. Luego se retiró a su casa en el partido de San Miguel del Monte, con el premio otorgado por la Sala de Representantes a los vencedores de aquella sublevación. 
En agosto de 1840 hizo campaña contra Lavalle en Buenos Aires y se contó entre los vencedores de Quebracho Herrado, Córdoba, el 28 de noviembre de ese año. Fue ayudante en Córdoba del comandante general de Armas, coronel Vicente González (a) Carancho del Monte.   
La imagen puede contener: 1 persona, primer plano 
El 16 de noviembre de 1841 infligió una derrota a la indiada en el Arroyo del Medio. "Con los indios venían los dos coroneles Saá y el de igual clase Baigorria”, dice Arnold.  Pudo rescatar cautivos y cerca de 25.000 cabezas de ganado.   En 1842 el Regimiento Nº 3 se estableció en Boquerón, cercanías de la ciudad de Rosario (en la desembocadura del arroyo Saladillo en el río Paraná) con la misión de proteger la frontera de Santa Fe contar las avances aborígenes.   El entonces capitán Prudencio Brown Arnold sería el encargado de la custodia de esa región, siendo el asiento de su escuadrón el Fuerte Nuevo.  Allí permaneció por espacio de nueve años en continua lucha con los indígenas, a los que venció.
En abril de 1844 derrotó a la indiada en Los Chañaritos, sin lograr apresar al coronel Manuel Baigorria, que la comandaba.    A mediados de 1845 se incorporó a las fuerzas del goberna­dor Pascual Echagüe, para luchar contra el invasor “Mascarilla” Juan Pablo López.  Más tarde fue destacado al norte de la provincia de Santa Fe, donde a las órdenes del gobernador Pascual Echagüe participó en la batalla de Mal Abrigo,
La Batalla del Mal Abrigo fué un enfrentamiento entre ejércitos federales y unitarios.  El gobernador de Santa Fe, Juan Pablo López “Mascarilla”,  aliado de Juan Manuel Rosas, fue acercándose a enemigos de éste, como José María Paz y Pedro Ferre, gobernador de Corrientes. El tratado de unión firmado por Corrientes y Santa Fe en 1841, provocó la reacción inmediata de Rosas. Los ejércitos rosistas de Oribe y Echagüe derrotaron completamente a López que debió huir a Corrientes. Pascual Echagüe asume como gobernador de Santa Fe. A fines de junio de 1845, José María Paz envió a Mascarilla a Santa Fe.   Llevaba 400 exiliados santafesinos y 300 correntinos. Atravesó el Chaco rápidamente.  El gobernador Pascual Echagüe se retiró a Buenos Aires. 
López gobernó por espacio de un mes, hasta que Echagüe reapareció a principios de agosto, y rápidamente avanzó hacia la capital. López no estaba preparado, y abandonó precipitadamente la ciudad huyendo hacia el norte, perseguido por el ejército federal de Echagüe.  El 12 de agosto de 1845 se produjo el choque decisivo entre las tropas unitarias conducidas por Juan Pablo López y la fuerza federales que las perseguían, al mando de Gral. Echagüe, a orillas del Arroyo Malabrigo;  Las tropas unitarias fueron derrotadas y huyeron abandonando sus tres cañones, armas, y el bagaje de López en el que se hallaba gran parte del archivo de Santa Fe, que había sacado en la retirada. El capitán Arnold combatió al frente de su escuadrón.   En Malabrigo tomó 600 caballos tordillos y plateados al enemigo, y agrega: “carga como la de los correntinos en Malabrigo, no la presencie jamás”.
Luego de la batalla Arnold pide al Gobernador Echagüe, que le ha ofrecido su amistad, un poco de yerba y tabaco para sus hombres; el Gobernador no contesta, aunque más tarde regala a Arnold una bolsa con onzas de oro. Arnold las rechaza: “Yo habría recibido el obsequio en el acto y agradecido mucho; pero como él sólo se refería a un obsequio a mi persona, olvidando las necesidades de mis soldados que valían tanto o más que yo, puesto que si ellos no hubiesen derramado su sangre con tanta lealtad y constancia, yo no habría sido objeto de ese alto honor de S. E., si así puede llamársele, entendía que no era noble ni justo que se hicieran distinciones conmigo…”
Juan Pablo López Mascarilla gobiernos de Santa Fe Estanislao López ... Biografia Prudencio Arnold :: Unitarios y Federales :: Juan Manuel ...
Después del pronunciamiento de Urquiza contra Rosas debió incor­porarse a la división del teniente coronel Martín Santa Coloma, en las cercanías de Coronda. En diciembre de 1851 pudo salvar de un desastre  a la división del coronel Serrano, que se había sublevado, por torpeza de este jefe. Su actuación movió a Rosas a otorgarle los despachos de coro­nel de caballería de línea, pero no llegaron a poder de Arnold a conse­cuencia de los sucesos de Caseros. 
Don Juan Manuel se los envió desde Southampton, a principios de 1876, veinticinco años después.  
El propio Sarmiento nos ha dejado un retrato de las tropas de Rosas que fueron entregadas en la capitulación de Montevideo, en que aún siendo enemigo apasionado, no había podido sustraerse a la admiración que le provocaban estos formidables y abnegados guerreros.  Dice Sarmiento: ¡Matar y morir! He aquí la única facultad despierta en esa inmensa familia de bayonetas y regimientos, y sus miembros separados por causas que ignoraban, del hombre que los tenía condenados a este oficio mortífero, y a esta abnegación sin premio, sin elevación, sin término, tenían por él, por Rosas, una afección profunda, una veneración que disimulaban apenas"
En vísperas de Caseros se incorporó a las fuerzas de Pascual Echague y luego operó sobre el sur de Santa Fe, hostilizando a los efectivos urquicistas. 
El 19 de enero de 1852, su columna de 160 hombres fue dis­persada en la Loma Negra por 2600 hombres de la división de Juan Pablo López.  
Su fidelidad a la Federación, en esos días, fue reconocida por el comandante en jefe del Departamento del Norte de Buenos Aires, co­ronel Hilario Lagos. 
En ningún momento dejó de hostilizar a las fuerzas enemigas, por su extremo derecho y retaguardia. La rápida conversión hecha por Urquiza desde la Guardia de Luján hacia Caseros cerró el paso a Arnold, que no pudo incorporarse a Rosas antes de la batalla. 
Luego de Caseros marchó a la Guardia del Monte y desde allí pidió órdenes al gene­ral Pacheco, quien dispuso se presentase a Urquiza.  Ordenó a su columna que no se rindiese y puso término a sus servicios. "Fui el último de los capitanes que mandaban fuerza de los Ejércitos Argentinos que obede­cían a este señor general [Rosas] y el único que no presentó armas al general vencedor”, escribe Arnold. 
Urquiza le dio seis meses de licencia con orden de presentarse nuevamente.
En enero de 1853, el coronel Hilario Lagos, comandante en jefe del Ejército Federal, lo designó comandante de milicias de los partidos de Rojas, Salto y Pergamino.
Semanas antes de Pavón, abandonó su estancia San Pascual, ubicada en el partido de Ramallo, y se presentó al general Ricardo López Jordán, que organizaba en Rosario fuerzas para la Confederación. El 17 de se­tiembre de 1861 luchó en Pavón como ayudante de Urquiza. Y tres días después el presidente Derqui lo nombró comandante de la Guardia Na­cional de los partidos de San Nicolás, Pergamino, Rojas, Salto y Junín. Mas el 2 de octubre renunció a dicho mando militar. 
Poco después Mitre lo autorizó a residir pacíficamente en su estancia o donde quisiera.  “Así concluí esta campaña —dice—, ahumado con la pestilente pólvora de Pavón”.
Vivió después en Rosario y San Nicolás, y posteriormente en su es­tancia Santa María, en el sur santafesino. En octubre de 1875 le escribía a Rosas:  “Su retrato de bulto (¿se trataria de una escultura?) es el único que hay en la salita de mi casa, en esta ciudad, frente a las ventanas de la calle”.   
Su afecto hacia el Restaurador permanecía incólume veinte años después de Caseros.   En 1875 remitió al exiliado 10 onzas de oro que Juan Manuel agradeció en una carta fechada el 7 de enero de 1876.    
Arnold dijo en su libro que en una oportunidad, visitando las ruinas de Santos Lugares (hoy General San Martín), escuchó al guía turístico explicar que el pozo que ocupaba el centro del cuartel era usado para arrojar los cadáveres de los ejecutados. Asombrado, preguntó entonces de dónde sacaban los soldados el agua para beber……Ayer mismo escuche a un supuesto Historiador sanmartinense repetir esta felonía (para ser bueno…2020)
El coronel Prudencio Arnold publicó importantes escritos históricos, entre ellos: Colección de artículos y refutaciones históricas sobre los acontecimientos del Rosario el 25 de diciembre de 1851;  Rectificaciones históricas al folletín del doctor Estanislao Zeballos titulado "Dinastía de los Piedra , Refutación histórica sobre la batalla de Malalabrigo; y sobre todo, Un soldado argentino, sus memorias autobiográficas, Rosario, 1893.
Murió el 31 de marzo de 1896.  En sus últimos tiempos apoyó a otro viejo rosista el doctor Bernardo de Irigoyen y a la Unión Cívica santafesina. Su hijo Jorge Brown Arnold, autor de La muerte de la República, fue secretario del nombrado doctor Irigoyen.
AUNQUE PAREZCA MENTIRA : Un proyecto en cámara de Diputados nos dice Que El Coronel Prudencio Brown Arnold LUCHÓ CONTRA ROSAS Y LOS MALONES INDÍGENAS....NI AUNQUE LO HAGAN A PROPÓSITO....
 

BIBLIOGRAFÍA:
Brown Arnold Prudencio Un soldado Argentino
Cutolo, Vicente, Nuevo diccionario biográfico argentino
Chavez Fermín; Iconografía de Juan Manuel de Rosas y la Federación
 Fradkin, Raúl, ¡Fusilaron a Dorrego!, o cómo un alzamiento rural cambió el curso de la historia
Irazusta, Julio, Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia.
Sierra Vicente D. Historia Argentina