Rosas

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viernes, 3 de julio de 2020

El Juicio del Mono


Por Pepe Muñoz Azpiri     “Natura abhorret a vacuo”  Principio de física, anterior a Torricelli
 “¡Hablar del mejoramiento de la especie! ¡Vamos! La raza que nosotros, hombres y mujeres, representamos, la vieja raza anglosajona, es la mejor especie del mundo entero…y nos ha hecho superiores al resto del mundo”
Sir Charles Adderley
En 1925 tuvo lugar en Dayton, Tennessee, en los propios Estados Unidos, el llamado Monkey Trial (El juicio del Mono). En el mismo se condenó al maestro de escuela John Scopes a una multa de 100 dólares por haber comentado en clase la teoría de Darwin Si bien el docente perdió el juicio, fue la oportunidad (recreada en la citada película “Heredarás el viento”) para que dos formidables abogados debatieran sobre el creacionismo y la teoría evolutiva: Clarence Darrow y Arthur Garfield Hays.  Darrow perdió el juicio, pero hizo que Dayton y todo el estado de Tennesse se convirtieran en el hazmerreír del mundo entero ante preguntas de puro sentido común: ¿cree usted que el mundo fue creado por Dios sólo 4004 años antes de Cristo y que el diluvio universal se produjo aproximadamente 1650 años después?, ¿cómo cree usted que Caín consiguió esposa, si no había otra mujer que Eva sobre la Tierra? Y así. Recuérdese que en 1650 el arzobispo James Ussher, basándose en la Biblia, más precisamente en la edad de los profetas, calculó que la creación del mundo debió tener lugar el 26 de octubre del año 4004 antes del nacimiento de Jesucristo, a las 9 de la mañana. Sin entrar en tantos detalles, ya en 1599 hacía decir Shakespeare a un personaje de su comedia Como gustéis: “Este pobre mundo tiene unos seis mil años”.
El nuevo juicio del mono - ABC Revista - ABC ColorEl juicio del mono. Creacionismo vs. evolucionismo, primer asalto ...
Sin embargo, para muchos norteamericanos toda mención a la evolución o algo parecido, sigue siendo indigerible. Si bien en 1966 una profesora de biología de Alabama, Miss Susan Epperson había logrado tras su apelación, que el 12 de noviembre de 1968 el Tribunal Supremo de los Estados Unidos declarara “anticonstitucional” toda ley que se opusiera a la enseñanza de la teoría de Darwin, aún hoy estados como Florida, Mississippi, Missouri, Illinois, Kentucky y Oklahoma omiten la palabra “evolución” de sus programas de estudio y el 2004 el sistema escolar del condado de Cobb, en Georgia, fue por más.
Sus autoridades obligaron a que todos los libros que aludieran a la teoría de la evolución llevasen un aviso que advirtiera que se trata apenas de una entre tantas otras posibles explicaciones sobre el origen de la vida. Entre las teorías a la que implícitamente alude la advertencia, figura de manera prominente una denominada “diseño inteligente”.
El término apareció por primera vez en 1984, en el libro “El misterio del origen de la vida: un reexamen de las teorías actuales”, escrito por Charles B. Thaxton, Walter L. Bradley y Roger L. Olsen. Los autores son tres bioquímicos que se proclaman “cristianos renacidos” y argumentan que la diversidad de las cosas vivas es tan abundante y tan compleja que no puede haber evolucionado como resultado de un proceso azaroso y gradual. El concepto fue abrazado con entusiasmo por los defensores del creacionismo, doctrina que propone una interpretación literal de la Biblia, como una forma de conferirle un peso “científico” a lo que de otra manera, sería meramente una interpretación teológica. Aunque estos intentos vienen de larga data. “A la necesidad de pruebas experimentales, algunas sectas dieron respuestas que pretendieron ser científicas, tales como un pequeño juego de las cifras llamado gematría. Manipulando las fechas y las cifras. Literales o simbólicas, que abundan en la Biblia (y en la historia de la humanidad), es posible demostrar lo que se quiera. ¿No se ha probado que la Bestia del Apocalipsis (13,18), cuyo número es 666, designa a Nerón, a tal o cual Papa, a Hitler, Stalin y aún a Henry Kissinger”. (3)
Origen de la Vida en el Universo: El juicio del mono
Sucede que tal como hemos visto en el comentario de Garaudy, la ciencia todavía no lo explica todo, es más genera sorpresas, imponderables y enigmas todavía irresolubles ¿con que prodigioso juego de casualidades consiguió la Naturaleza crear un órgano tan perfecto como el ojo de los vertebrados superiores?  Darwin confesaba que no podía pensar en esto sin que le entrara la fiebre. Pero, contrariamente a sus acérrimos adversarios, era un intelectual carente de fanatismo, prodigiosamente abierto y aventurero, que hacía, solo por ver lo que el llamaba “experimentos idiotas”, como tocar la trompeta a unas enredaderas. Y Wallace, tan abierto como él, fue un pionero de Parapsicología.
En la actualidad, los teólogos reconocen como error de aquella época el haber tomado a la Biblia como un libro de ciencias naturales, y las relaciones entre ciencia y religión son de mutuo respeto.  Es por ello que pese al empecinamiento de los funcionarios escolares de varios estados, que consideran que repetir la teoría de Darwin en exclusividad, año tras año, constituye un fraude para los estudiantes y proponen contraponerla a la teoría del diseño inteligente como una forma de “presentar un cuadro más balanceado”, se ha manifestado la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos sosteniendo que no es otra cosa que el viejo creacionismo con nuevo envase.
Contrariamente a lo que se supone, salvo sectores integristas, la Iglesia Católica no se opone taxativamente al evolucionismo. Y aunque parezca mentira, fue un Papa estigmatizado por muchos como excesivamente conservador, Pío XII, quien en la encíclica Humani Generis (1950) expresó:
La Iglesia no prohíbe que la teoría de la evolución, que trata del origen del cuerpo humano como resultado de otra formas vivas preexistentes, sea investigada y discutida por los expertos, en la medida que lo permita el estado actual de las ciencias humanas y de la teología sagrada”
El Génesis expone metáforas. Lo que son días para Dios son millones de años para los hombres. Pese a ello, Juan Pablo II, dijo en 1996 que la evolución era apenas una hipótesis y que sólo debía ser aceptada cuando se encontraran evidencias.
 En realidad, este cambio de parecer, responde a hechos concretos: “Desde comienzos de los años 90 se ha ido formando un frente de evangélicos y católicos que asesoran al presidente (norteamericano). Uno de ellos, el padre Richard John Neuhaus, pastor luterano hasta 1988 y sacerdote católico desde 1991, es una figura tan cercana a Busch que, según el semanario Times, “nadie lo ayuda tanto a articular sus ideas religiosas”. La preocupación central de Neuhaus – quien dirige el semanario ultraconservador First Things (Primeras cosas) – es cómo enderezar una nación de apóstatas, cuya cultura ha sido corrompida durante más de un siglo. La respuesta es simple: hay que gobernarla moralmente aún a contracorriente de sus propios designios. La ciencia debe basarse en la fe y no a la inversa: ésa es la bandera de la nueva revolución. El combate ha empezado antes aún del 11 de septiembre de 2001, mediante los severos recortes del gobierno a los gastos de investigación en terrenos tan sensibles como el calentamiento global, la emisión o derrame de residuos tóxicos y la contraconcepción. Ahora, en todas las dependencias oficiales que controlan los medicamentos, la salud y el medio ambiente, se respeta una agenda férrea que se opone al aborto – por supuesto – a los programas de prevención del sida, al uso de preservativos, a cualquier educación sexual que no preconice la abstinencia, a la llamada píldora del día siguiente y a la fertilización artificial”. (4)
 Desde luego que para quienes integran este frente político-religioso el “diseño inteligente” no admite discusión. Sin embargo, no todas las opiniones son simétricas, muchos católicos han criticado este pastiche, entre ellos el reverendo George Coyne, un jesuita que dirige el Observatorio Vaticano, “El diseño inteligente no es ciencia, aunque pretenda serlo. Debe transmitirse dentro de la enseñanza de la religión o de la historia cultural, no en el campo de la ciencia”, afirmó. Convengamos (seamos creyentes o no) que los jesuitas tienen una formación tanto teológica como profana…. un poquito mejor que la de los predicadores de Arkansas o algún otro lugar del Medio Oeste norteamericano.
No obstante, para un new born Cristian, un cristiano renacido que recién dejó la botella como Busch, meditar sobre los meandros y enigmas de la existencia a la luz de la ciencia, puede representar el peligro de un derrame cerebral.
“Por medio de Karl Rove, su mano derecha, el presidente está trazando una alianza de hierro con los grupos más conservadores de la Iglesia Católica.  Rove se había acercado a Juan Pablo II a través del Opus Dei, de los Legionarios de Cristo y de Comunicación y Liberación. Junto a todos ellos, ha celebrado ahora la consigna según la cual Benedicto XVI prefiere una iglesia con menos feligreses, pero todos ellos incondicionales y absolutamente fieles a la doctrina. Así es también la revolución que Busch predica, tanto en contra del terrorismo como a favor de la moral conservadora: que sean pocos, pero dispuestos a todo” (5).

(3) Woodrow, Alain “Las nuevas sectas”. México. Fondo de Cultura Económica.1993
(4) Martínez, Tomás Eloy “La creación según Busch”. En: diario “La Nación” 24/9/05
(5) Ibíd.
 El increíble escándalo del Juicio del Mono: cuando un maestro fue ... El juicio del mono. Creacionismo vs. evolucionismo, primer asalto ...
El “diseño inteligente”   “Una palabra más sobre ‘leyes diseñadas’. Veo un pájaro que quiero para comer, cojo mi escopeta y lo mato: lo hago diseñadamente. Un hombre bueno e inocente se sienta bajo un árbol y muere por un rayo ¿Cree usted (y la verdad es que me gustaría oírlo) que Dios mató a ese hombre diseñadamente? ¿Piensa que cuando una golondrina se zampa un mosquito lo hace porque Dios diseñó que esa golondrina se zampara ese mosquito en particular en ese momento en particular?”  Carta de Charles Darwin al Dr. Gray (julio.1860)
 Durante los 23 años que transcurrieron entre el viaje del Beagle, cuando Darwin empezó a pergeñar sus primeras hipótesis y la publicación de El origen de las especies, su pensamiento sobre la religión se fue modificando. Paradójicamente, quien posteriormente sería considerado “con Shakespeare y Newton, la mayor contribución británica al mundo” era un joven aspirante a clérigo al que un hecho fortuito (el viaje del Beagle), lo llevó a elucubrar una de las teorías más revolucionarias que haya concebido el ser humano: la selección natural como explicación en la evolución de las especies. Dice el filósofo John Dupré en su reciente El legado de Darwin: “Cualesquiera hayan sido los propósitos de Darwin (…) el desarrollo de la teoría evolutiva que él inició y difundió ha asestado una herida fatal a las pretensiones de la religión”.   Mientras estudiaba, se había sentido atraído por las ideas de William Paley, quién a principios del siglo XIX desarrolló la teoría del diseño inteligente: la naturaleza había sido concebida de manera deliberada por una inteligencia superior o deidad.  “Como entonces no albergué la menor duda sobre la verdad estricta y literal de cada palabra de la Biblia – dice Darwin en su Autobiografía -, me convencí inmediatamente de que debía aceptar nuestro credo sin reservas”. Y agrega: “Por lo demás me agradaba la idea de convertirme en un cura rural”.   Más tarde, mientras reunía toneladas de material documental sobre la selección natural, Darwin comenzó a cuestionar aquella idea de un diseñador inteligente y en la creencia literal de la Biblia. Y a medida que avanzaba en sus descubrimientos se afianzó cada vez más en él la sospecha de que la naturaleza no le debía nada a ninguna voluntad exterior a sí misma.  Según su hijo Francis que mutiló muchísimos párrafos de las memorias de su padre en una actitud “política y victorianamente correcta”, Darwin estaba convencido que la religión era una cuestión privada. Pero no dejaba por eso de responder a sus corresponsales epistolares a preguntas sobre el tema. En una ocasión dijo: “En mis fluctuaciones (de opinión) más extremas nunca he sido un ateo en el sentido de negar la existencia de un Dios. Creo que (…) agnóstico sería la descripción mas correcta de mi estado mental”.
En otra carta sostuvo: “Soy consciente de que aún admitiendo una Primera Causa, la mente sigue anhelando saber de donde y cómo surgió”. Y en otra correspondencia narra cómo fue variando su pensamiento desde su creencia en la Biblia a pies juntillas hasta su agnosticismo, pasando por el relativismo religioso: “Entre 1836 y 1839 llegué gradualmente a ver que el Antiguo Testamento y los libros sagrados hindúes merecían igual nivel de confianza”.
Más adelante, Darwin relata su pasaje definitivo hacia el agnosticismo: “La incredulidad fue poco a poco adueñándose de mi, hasta ser total. Y el proceso fue tan lento que no me provocó ningún tipo de ansiedad.”
Finalmente, a los 67 años. Discute directamente el argumento de Paley que le había fascinado cuando estudiaba. Paley sostenía que una piedra hallada en el camino podría haber estado allí desde el origen de los tiempos, pero que si encontramos un reloj, era seguro de que éste habría sido fabricado por alguien. Y de  allí la consecuencia lógica: los animales y las plantas también debían de ser obra de un diseñador inteligente, es decir, Dios.
Darwin, en 1876, refuta con firmeza al teólogo Paley: “No podemos seguir afirmando que la bella charnela de una concha bivalva es el resultado de la creación de un ser inteligente, igual que la bisagra de una puerta es el resultado de la mano del hombre. La variabilidad de los seres vivos, y la acción de la selección natural, parecen no tener otro diseño que la dirección hacia donde sopla el viento”.  A comienzos de 2006, el periódico oficial del Vaticano publicó un artículo en el que calificó de correcta la decisión de un juez de Pennsylvania que establece que el diseño inteligente no debe enseñarse como alternativa científica a la evolución. “Si el modelo propuesto por Darwin no se considera suficiente, debemos buscar otro”, escribió Fiorenzo Facchini, profesor de Biología Evolutiva de la Universidad de Bolonia, en L´Osservatore Romano.
“Pero desde el punto de vista metodológico no es correcto desviarse  del campo de la ciencia cuando se pretende hacer ciencia” escribió, con lo que calificó al diseño inteligente de teoría no científica. “Eso solo crea confusión entre el plano científico y los planes que pueden ser filosóficos o religiosos”.  El artículo no se presentó como postura oficial de la Iglesia. Pero en el mundo sutil y deliberadamente ambiguo del Vaticano, el comentario resultó notable, dado su incidencia sobre un tema delicado que es objeto de acalorados debates desde la asunción de Benedicto XVI.
Los defensores de la enseñanza de la evolución recibieron con júbilo el artículo. “Facchini señala que no hay necesidad de ver una  contradicción entre las enseñanzas católicas y la evolución”, dijo el doctor Francisco Ayala, profesor de biología de la Universidad de California y ex sacerdote dominico.  L´Osservatore Romano es el periódico oficial del Vaticano y básicamente representa sus posturas, aunque no todos sus artículos reflejen la política oficial de la Iglesia. Al mismo tiempo, no se espera que se ofrezca un artículo que disienta profundamente de esa política.
El 20 de diciembre de 2005, un juez federal norteamericano determinó que las escuelas no podían presentar   el “diseño inteligente” como alternativa de la teoría de la evolución. En el artículo de L´Osservatore, Facchini escribió que los científicos no podían descartar el “diseño superior” divino en la creación, pero agregó que el pensamiento católico no excluía la posibilidad de un diseño modelado por medio de un proceso evolutivo.
En julio del mismo año, Christoph Schöenborn, un cardenal austríaco próximo a Benedicto XVI, puso en cuestión la enseñanza oficial de la Iglesia durante años: que el catolicismo y la evolución no son necesariamente contradictorios.  En un artículo de opinión en The New York Times desmereció la importancia de una carta de 1996 en la que el Papa Juan Pablo II decía que la evolución era “más que una hipótesis”. Schoenborn escribió: “La evolución puede ser verdadera en el  sentido de un linaje común, pero la evolución en el sentido neodarwiniano, como un proceso arbitrario y no planificado de variación azarosa y selección natural, no es verdadera”. 
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No existe ningún cuestionamiento científico creíble de la idea de que la evolución explica la diversidad de la vida en la Tierra, pero los defensores del “diseño inteligente” plantean que la vida biológica es tan compleja que seguramente fue diseñada y planificada por un autor inteligente.
Al menos dos veces Benedicto XVI ha señalado su preocupación por este tema. Cuando fue formalmente designado Papa, dijo que los seres humanos “no son un producto casual e insignificante de la evolución”. Posteriormente dijo que la creación del universo era un “proyecto inteligente”, palabras que fueron celebradas por los partidarios de esa tendencia.
Muchos científicos católicos han criticado el diseño inteligente, entre ellos el reverendo George Coyne, un jesuita que dirige el Observatorio Vaticano. “El diseño inteligente no es ciencia, aunque pretenda serlo. Debe transmitirse dentro de la enseñanza de la religión o de la historia cultural, no en el campo de la ciencia”, afirmó.
Schoenborn quiso esclarecer sus propios comentarios diciendo que no pretendía cuestionar la ciencia de la evolución sino lo que denominó “evolucionismo”, el intento de usar la teoría para refutar el protagonismo de Dios en la Creación. “No veo dificultades para unir la creencia en el Creador con la teoría de la evolución, pero con el prerrequisito de que se mantengan los límites de teoría científica”, dijo en una alocución.
Kenneth R. Miller, profesor de biología y católico, comparte esa opinión. “Mientras la ciencia no pretenda ser capaz de responder a temas espirituales, está bien”, dijo. Miller, quién prestó testimonio en el juicio desarrollado en Dover, Pennsylvania, que cuestionaba la enseñanza del “diseño inteligente”, dijo que Facchini, Coyne y Shöenborn estaban confirmando “el pensamiento católico tradicional”.
“El proyecto de la Creación de Dios puede desarrollarse por medio de causas secundarias del curso natural de los acontecimientos, sin tener que acudir a intervenciones milagrosas que apuntan hacia una u otra dirección”, escribió ( ).
“A comienzos de julio pasado, el arzobispo de Viena, Christoph Schönborn, expuso al fin los principios de la llamada intervención inteligente que Busch abrazaría con tanto entusiasmo. No es una refutación de Darwin sino una corrección religiosa de sus teorías. En la evolución de las especies – sostiene el cardenal Schönbrorn – hay brechas, vacíos que sólo la mano de Dios podría explicar. De otro modo, dice, no se entendería el abismo abierto entre la simplicidad de los microorganismos y la complejidad del ojo humano, por ejemplo. La evolución existe, pero el Señor la guía. Los críticos del cardenal han señalado que su tesis le hace flaco favor a Dios, porque, a medida que la ciencia vaya cerrando esas brechas, sus providencias irán pareciendo menos relevantes y porque, además, si las erupciones volcánicas, las epidemias, los huracanes y las eras glaciares son pasos inevitables en la mutación de las especies, entonces el Creador es más maligno que misericordioso. El padre Neuhaus transmitió esos conceptos al presidente en una versión sencilla, a su alcance, e hizo de él un rápido converso. Un New born Christian, un cristiano que acaba de recibir la Luz, como Busch, es una esponja muy sensible para esas revelaciones”. ( )
( ) “El diseño inteligente no es una teoría científica dicen en Roma”. En: diario “La Nación”20/1/06  ( ) Martínez, Tomás Eloy Op. Cit.
  Pero en algún punto de la confusión de su conciencia nacional, los norteamericanos saben que están atrapados en la pequeña contradicción de amar a Jesús los domingos y codiciar una fortuna el resto de la semana
Renunciar a la bebida puede haber sido el acto más heroico de la vida de George W. Busch – dijo en algún momento Norman Mailer – pero ahora los Estados Unidos podrían estar pagando el precio. La religiosidad de George W. se convirtió en un ungüento que cubre toda la locura del alcohólico en recuperación que aún respira en su interior.


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