Rosas

Rosas

martes, 30 de abril de 2019

Presidente Roberto Ortíz

Por el Profesor Jbismarck
Ortiz asume el 20 de febrero de 1938, y su gabinete lo integran: Interior: Diógenes Taboada; Relaciones Exteriores: José María Cantilo; Hacienda: Pedro Groppo; Justicia e Instrucción Pública: Jorge E. Coll; Guerra: general Carlos D. Márquez; Marina: contraalmirante León L. Scaso; Agricultura: José Padilla; Obras Públicas: Manuel R. Alvarado.
El proceso de crecimiento industrial, continuaba su ascenso a pesar de la guerra, o a causa de la disminución de las importaciones. Nuevas industrias comenzaron a surgir, reclamando más obreros, y las antiguas incrementaban la producción. Los brazos no podían venir del extranjero  El interior los ofrecería en grandes cantidades. Todavía no se los llama «cabecitas negras», pero se vuelcan sobre la urbe en proporciones crecientes. Los partidos políticos y los sectores de la oligarquía no han reparado suficientemente en ese desplazamiento.  
Existen desniveles en la distribución geográfica de la población y son naturalmente el resultado de las migraciones internas y externas. La región Litoral y la Capital Federal han recibido el mayor número de inmigrantes extranjeros y a la vez, han atraído de manera considerable a los argentinos nacidos en otras regiones. Así puede entenderse, a manera de ejemplo, el crecimiento de población del Gran Buenos Aires (aportes migratorios más aumento vegetativo), que ha llegado a convertirse en la «cabeza de Goliat». El Congreso adquiere en años de la presidencia de Ortiz —y luego de Castillo— el inconfundible tono de los cuerpos colegiados en decadencia. Conservadores y radicales se unían para apoyar dictámenes vergonzosos, como el relativo a los resultados de la investigación sobre las concesiones eléctricas de la Capital Federal. 
Lisandro de la Torre había muerto por propia determinación, el 5 de enero de 1939. En carta a sus dilectos amigos (en verdad su testamento) escribe: «Les ruego que se hagan cargo de la cremación de mi cadáver.
»Deseo que no haya acompañamiento público, ni ceremonia laica ni religiosa alguna, ni acceso de curiosos y fotógrafos a ver el cadáver, con excepción de las personas que ustedes especialmente autoricen.
»Si fuera posible, deberá depositarse hoy mismo mi cuerpo en el Crematorio e incinerarlo mañana temprano, en privado.
»Mucha gente buena me respeta y me quiere y sentirá mi muerte. Eso me basta como recompensa.
»No debe darse una importancia excesiva al desenlace final de una vida, aun cuando sean otras las preocupaciones vulgares.
»Si ustedes no lo desaprueban desearía que mis cenizas fueran arrojadas al viento. Me parece una forma excelente de volver a la nada, confundiéndose con todo lo que muere en el Universo»
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El presidente Ortiz, casi desde el comienzo de su gestión, sufre los efectos de una grave enfermedad (diabetes) que provocará, sucesivamente, su alejamiento y delegación de funciones en el vice Castillo, su renuncia a la primera magistratura y su fallecimiento. Dos acontecimientos políticos van a marcar esos primeros años: la intervención a la provincia de Catamarca —tierra natal del vicepresidente—, que habrá de provocar resquemores entre los miembros de la coalición gubernativa (conservadores y antipersonalistas); y la intervención a la provincia de Buenos Aires, con motivo de los fraudulentos comicios del 25 de febrero de 1940, convocados por el gobernador saliente Fresco. El candidato de Fresco, que logró imponerse en las instancias partidarias del conservadorismo bonaerense a Antonio Santamarina, era Alberto Barceló, «patrón» de Avellaneda que buscaba ampliar ahora su radio de acción. La intervención frustrará sus aspiraciones, pero en cambio Barceló llegará a ocupar una banca en el Senado, en representación del mismo distrito.
Estos y otros factores comenzarán a alinear tras de Ortiz a sectores del radicalismo alvearista, en su repetida aspiración de llegar al poder entrando en el juego oficialista. Ortiz, entonces, será visto como un demócrata que busca borrar los estigmas de su propia ascensión al poder, tratando de volver por los fueros del voto secreto y el comicio limpio. Pero,en lo económico, en lo social y en todo lo que no se refiere al limitado tema del sufragio, su actitud no va a diferir, al menos en lo esencial, de lo hecho o dicho por su antecesor Justo.  El Parlamento, en 1940, dedicará largas horas de sesión al affaire de las tierras de El Palomar que, «pese a sus proporciones reducidas frente a la inmoralidad reciente —unos escasos centenares de miles de pesos— salpicó hasta alguna esfera allegada al Poder Ejecutivo» (Martín Aberg Cobo). Lo importante no es la magnitud del negociado, ni que resulten implicados legisladores (uno de ellos se suicida y el otro es excluido de la Cámara de Diputados), ni que el ministro de Guerra, general Márquez, y el propio presidente Ortiz se alarmen. Lo importante es que el sistema permitía irregularidades como ésa que el mecanismo legislativo toleraba fallas tan graves
Roberto M. Ortiz envía al Parlamento su renuncia, que muestra desagrado ante las conclusiones elaboradas por la Comisión Investigadora del Senado (Palacios, Gilberto Suárez Lago, Héctor González Iramain). En sesión de asamblea (24 de agosto de 1940) presidida por el senador Robustiano Patrón Costas, los legisladores oficialistas y de la oposición se deshacen en consideraciones sobre la sensibilidad aguzada del primer mandatario y votan por el rechazo de su renuncia. Una sola voz se levanta para mostrar su disconformidad, votando por la aceptación; es Sánchez Sorondo.  El Congreso seguirá discutiendo sobre el fraude, sobre las actividades antiargentinas, sobre los diplomas de algunos de sus miembros (el citado Barceló, por ejemplo, ya en 1942). El propio presidente del Partido Demócrata Nacional, Gilberto Suárez Lago reconocerá en ese debate: «Grandes errores tenemos, señores senadores, grandes faltas, grandes culpas. No es todo limpio en materia electoral desde el año 1930 hasta aquí. Porque no es fácil salir de un estado revolucionario motivado —recuérdelo el país— por una corrupción que abarcaba todas las esferas de la vida oficial de la Nación» Habían pasado doce años, y todavía no podía volverse a la normalidad.
Con todo, el asunto político más comentado por esos tiempos (en el Congreso, en la prensa, en la calle) era, naturalmente, la enfermedad del primer mandatario, y los problemas que entrañaba su legítima sucesión. Casi un símbolo de los «tiempos republicanos» que tocaban a su fin. La presencia de Castillo marcaba un directo retorno conservador a la máquina gubernamental, y los radicales tenían una idea aproximada de lo que ello significaba para sus aspiraciones electorales. 
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El radicalismo ya ha perdido su oportunidad histórica, y sus actitudes claudicantes durante la década han llevado a un escritor de ese origen, Félix Luna, tratando de reivindicar infructuosamente la figura de Alvear, a decir: «Los intereses imperiales sabían que la Argentina estaría a su lado con mayor seguridad a través de un gobierno radical) o de un gobierno apoyado por los radicales) que con uno conservador». A fines de 1941 (el 7 de diciembre) serealizan elecciones en la provincia de Buenos Aires, intervenida por Ortiz. El triunfo de Rodolfo Moreno (que no ocultaba su repudie al voto secreto, como ya sabemos) retrotrae los hechos a la belle époque de Manuel Fresco. La conquista de Buenos Aires para el partido conservador va a ratificar las dos claves que, signan la actuación de Ramón Castillo en su gobierno: «mantener la neutralidad y no entregar el poder a los radicales».  Castillo gobernará bajo estado de sitio (decreto del 16-XII-41). También dará impulso a la flota mercante argentina y gestionará la nacionalización del Puerto de Rosario. La posición neutralista frente al conflicto bélico en pleno desarrollo le atraerá elogios y condenas.   En marzo de 1942 muere Marcelo T. de Alvear, jefe del partido radical. Los acontecimientos siguen su curso, y el 27 de junio de 1942 las Cámaras reunidas en sesión de asamblea aceptan por unanimidad la renuncia de Ortiz, que morirá pocos días más tarde (el 15 de julio). 
Mientras tanto, el general Justo volvía por sus fueros. Justo se había declarado aliadófilo desde el primer momento y hasta había ofrecido su propia, preciosa sangre, para defender los sagrados principios de la libertad y la democracia. Frente a los grupos militares nazistas, los sectores aliadófilos no tenían mejor solución que asentir a Justo. Sus personeros militares no dejaban de preparar ambiente propicio en las filas de la institución. Los Estados Unidos —Inglaterra estaba más lejos, y había dejado de ser la única metrópoli— lo veían con buenos ojos. Y en el radicalismo —¡cuándo no!— había sectores dispuestos a sostener su nombre de acuerdo a la teoría del mal menor. Por otro lado, menudeaban los contactos (desde 1942) entre el Partido Socialista, el Partido Demócrata Progresista, Acción Argentina y algunos dirigentes radicales con miras a una futura «Unión Democrática» de partidos afines.
Pero el 11 de enero de 1943 muere Agustín P. Justo, víctima de un derrame cerebral. Los conservadores parecen quedar dueños del terreno, y los ojos de muchos (de buena parte del ejército también), se fijan atentamente sobre el Partido Demócrata Nacional.
El nombre que va a imponerse es Robustiano Patrón Costas considerado pro-aliado (y más directamente pro-norteamericano) y rupturista por la opinión pública. Rodolfo Moreno se ve obligado a resignar las pretensiones a la primera magistratura y —lo que es más—, presionado por Castillo, renuncia a su gobernación provincial

Alegría y festejos en Santa Fé ante la noticia del homicidio de Facundo

Por José María Paz
El 16 de febrero de 1835 era asesinado Facundo días después me casaba.  Era el 23 de febrero, cuya tarde la empleamos toda en poner en limpio los pedimentos y en escribir a mi hermana Rosario, que iba a ser mi suegra, y cuyo consentimiento ya teníamos, para que ella misma hiciese correr las diligencias. Al ponerse el sol, hora en que siempre mi madre y Margarita se retiraban, acabado de hacerlo, yo habla quedado solo en mi prisión, cuando vino muy alborozado el ordenanza o asistente del ayudante Vélez, que era generalmente el que cerraba y abría mi calabozo, a comunicarme una gran noticia, por la que me deseo "albricios". Fácil es conjeturar que me apresuré a interrogarlo" creyendo 'algo favorable que me concerniese. Júzguese mi asombro cuando me dijo que Quiroga habla sido asesinado en Córdoba, y que siendo mi enemigo debía yo celebrarlo. Este hombre hablaba con ansiedad y, por más que le dije que para mi no era un motivo de alegría, estoy seguro que no me creyó, dándome ocasión de admirar esos instintos salvajes que hacen de la venganza un inefable goce, y el candor con que me suponía animado de iguales sentimientos. En otra ocasión me había sucedido una cosa idéntica cuando otro, que no recuerdo, me anunció la muerte de aquel famoso Ceballos, que boleó mi caballo cuando fui hecho prisionero, y a quien fusilaron los Reinafé.
En Santa Fe fue universal el regocijo por este suceso y poco faltó para que se celebrase públicamente: Quiroga era el hombre a quien más temía lópez, y de quien sabia que era enemigo declarado.  No abrigo ningún género de duda que tuvo conocimiento anticipado y acaso participación en su muerte. Sus relaciones con los Reinafé eran Intimas. Francisco Reinafé habra estado un mes antes, había habitado en su mismo cargo y empleo.  Otros muchos datos podrían
aglomerarse, pero no es lugar de tratar este asunto.

Por marzo del 34 llegaron las dispensas de Obispo de Buenos Aires para mi casamiento y la autorización para que lo bendijese .el doctor Cabrera.  El dio los pasos necesarios y se le permitió verme. El Gobierno no puso embarazo alguno; mas hubo ciertos Incidentes que si no envolvían otras miras, no tenían mas objeto que el de mortificarme. Cuando todo parecía allanado y que se aproximaba su celebración, vino el ayudante a decirme que había antecedentes para temer una sublevación de algunos Indios que se conservaban en la Aduana y que, como llegado este casa, tanto peligraría yo como cualquiera de ellos, se hacía preciso tomar precauciones con respecto a mí. Una de ellas consistía en que al punto de las doce, hora en que se cerraban los oficinas y él se iba a su casa a comer y dormir su siesta, se Ie cerrase lo puerta, no de mi calabozo, sino la de lo escalera que conlleva al piso alto donde yo estaba. De este modo quedaba encerrado durante tres o cuatro horas al día, cosa que naturalmente debía ser muy incómoda a mi familia. Además, el peligra de una sublevación que pudiese haber, aunque fuese por corto tiempo y una señora en poder de los salvajes, debía llamar necesariamente nuestra atención. Felizmente, sin que yo insistiese de manero alguna, Margarita conoció la superchería y.despreció altamente tan miserable arbitrio. El casamiento se llevó adelante, y ellos, después de- encerrarnos ocho a diez días, se cansaron en este sentido, que sería prolijo enumerar y que por eso los omito, pero no dejaré de decir que en todos ellos veía la mano del intrigante Cullen, cuyas miras, planes y deseos no puedo hasta ahora discernir bien.
En el día 31 de marzo de 1835, a las dos de la tarde, me casé con Margarita, dándonos las bendiciones el doctor Cabrera, y siendo padrinos su sobrino, don Manuel, y mi madre. Temiendo que algún estorbo repentino viniese a interponerse por las maniobras de Cullen, habríamos hecho entender que no se verificaría la ceremonia hasta después de algunos días, y hasta la hora que se eligió fue la"de más soledad en la Aduana. Para llevar adelante este Inocente engaño, mi madre y Margarita se retiraron esa tarde a los horas de costumbre y no fue sino al otro día que se supo en la Aduana que yo estaba casado. Sin embargo, Margarita se retiró como de costumbre, y no fue sino el 2 de. abril que yino el buen ayudante Vélez a decirme muy maravillado que había ignorado la celebración del casamiento, pero que, estando hecho. pidio mi esposa quedarse a vivir conmigo, como efectivamente sucedió desde entonces, quedando mi madre solo en

su casa, lo que no ero poca peno paro todos.

Rivadavia y Sarmiento vistos por un contemporáneo

Por Vicente F. López 
BERNARDINO RIVADAVIA Levemente inclinada hacia atras y más bien piramidal que espaciosa, su frente presentaba esas lineas fluyentes que, según dicen, denotan proporciones fantásticas, De buen tipo, su cabeza se ergüía con arrogancia en medio de una espalda demasiado ancha para su estatura, Hasta aqui todo era respetable; pero los brazos eran tan pequeños que parecian de otro cuerpo y, allí nomás, a minima distancia del pecho, sobresale un abultado y gigante vientre que producía el efecto material de una esfera sostenida en dos palitos.

Tenia los ojos redondos y abiertos al ras de las cejas, con una mirada satisfecha, inmóvil, pero franca y sin ceño; los labios muy gruesos y tendidos hacia afuera, con cierto gesto de orgullo, pero benevolente y protector al mismo tiempo.  Rivadavia tenia un trato demasiado solemne con los hombres, que jamás degeneraba en chiste o en conceptos familiares, Con las damas, a cuyo trato era muy dado, modificaba su formalismo, pero tenía el decoro de los conceptos y la elevación de sus ideas.

SARMIENTO  Su pluma tenia, como las espadas, filo, contrafilo y punta, Casi todos sus libros son alegatos; no escribió ninguna página de pasatiempo, Su pensamiento era acción, Se descongestionaba escribiendo,  Su aspecto era plutónico; parece que hubiera brotado de "alguna rajadura de la tierra.  Tiene planta de jornalero, manos rudas, media estatura, cargado de hombros; pero era calvo y este rasgo desorienta: no es jornalero.  Fue un hombre "humano", de "humus", tierra', producción ingenua y fuerte ,de la tierra madre, pero producción violenta y catastrófica, porque él era sin duda de formación volcánica, Se veía con evidencia en sus ángulos, en sus aristas y en sus puntas, en sus silencios y en sus estallidos, la tragedia del parto de la tierra. 

Manuel Corvalán y Antonino Reyes, dos incondicionales edecanes del Restaurador

Por Andrea Reguera
De los edecanes, hubo sólo dos hombres que contaron con la plena y absoluta confianza del gobernador, Manuel Corvalán, en Palermo de San Benito, y Antonino Reyes, en el Cuartel General de Santos Lugares.  Manuel de la Trinidad Corvalán (1774-1847) nació en el seno de una familia mendocina formada por Domingo Rege Corvalán y Manuela Sotomayor.
El matrimonio tuvo tres hijas mujeres (Isabel, Rosa y Margarita, ésta última “Patricia Mendocina”) y cinco hijos varones (Manuel, Victorino, Eugenio, José Mateo y Gabino), quienes siguieron la tradición paterna de la carrera militar.   Después de cursar las primeras letras en Mendoza, los hermanos Corvalán –al menos Manuel y Victorino– continuaron sus estudios en el Real Colegio de San Carlos en la ciudad de Buenos Aires y luego iniciaron sus carreras en las armas. Mientras Manuel se incorporaba al Cuerpo de Voluntarios Arribeños en Buenos Aires, Victorino lo hizo en el Regimiento de Infantería de Línea de Mendoza, Eugenio en la compañía de Cívicos Blancos de Mendoza, José Mateo en la de Artillería Cívica y Gabino en el Regimiento de Arribeños.
Todos ellos también formaron parte del Ejército de los Andes. Manuel, por su parte, cumplió, entre 1811 y 1814, diversas comisiones en las provincias de Cuyo y en 1815 fue llamado por el general San Martín para que se incorporara al Ejército de los Andes como Mayor de Órdenes, es decir encargado del equipo, armamento y demás preparativos del ejército; luego, fue nombrado Comandante Veterano del Batallón de Cívicos Pardos del Cuerpo de Cívicos de Infantería y, en 1816, San Martín le confió los establecimientos de armería, maestranza, parque y demás anexos de artillería.
De regreso en su provincia proveniente de Chile, y debido a la situación política de enfrentamiento interno que se vivía con los unitarios, en 1824 decidió emigrar a Buenos Aires. Pero el desprendimiento de sus raíces no sería así de fácil, pues en 1826 fue elegido Diputado al Congreso General Constituyente por la provincia de Mendoza. Allí, manifiesta claramente sus simpatías por el sistema federal. Por ello es que, caído el gobierno de Bernardino Rivadavia y en su acercamiento político a las filas federales, el nuevo gobernador Manuel Dorrego lo nombra su edecán en 1827. Al producirse, el 1° de diciembre de 1828, la Revolución Decembrina, fue dado de baja del ejército de la provincia de Buenos Aires, pero enrolado definitivamente en las fuerzas federales. En 1829 se sumó a las fuerzas de Juan Manuel de Rosas que combatían contra el general Lavalle.
En 1830, Rosas lo reincorporó al ejército en el arma de infantería y lo nombró su edecán. En 1831, lo acompañó en la campaña contra la Liga del Interior en Córdoba contra el general Paz. Allí Rosas lo nombró coronel de Caballería. En 1833, participó de la Expedición al Desierto, comandando el
Regimiento N° 4 de Caballería. En 1835, Rosas lo nombró 1er Edecán y en 1837 lo promovió a General en premio a su lealtad y a sus servicios. A partir de allí, se convirtió en representante de Rosas ante ministros extranjeros y funcionarios nacionales. Era el único que tenía acceso inmediato, de día y de noche, a la persona del gobernador. Prácticamente, residía en su casa y daba órdenes en su nombre. También, a su pedido, fue Representante de la Honorable Sala desde 1837 a 1847, aunque prácticamente no concurrió por sus obligaciones de edecán. Asistió por años al Restaurador, hasta su muerte en 1847, ayudándole en las representaciones oficiales, en el control de la formación militar, en el campamento de Santos Lugares y en sus funciones diarias de gobierno.
Corvalán sentía una gran admiración por Rosas, como puede apreciarse en el encabezamiento y despedida de la siguiente carta: “Mi muy respetable General […] Dios quiera darle buena salud, y la paciencia de Job para sobrellevar tanto cúmulo de disgustos que le causa esta desgraciada Patria y son los sinceros deseos de éste su más obediente súbdito”.
Antonino Reyes fue el otro hombre más leal a Rosas. Sirvió a éste con convicción, desde que lo conoció en 1832 y fue designado secretario en la Expedición al Desierto de 1833, hasta la caída de Rosas en 1852, y aún después, reivindicando el nombre y el accionar del hombre al que sirvió hasta su muerte en 1897. Era el hombre de confianza de Rosas en el Cuartel General de Santos Lugares, donde además era Jefe de la Secretaría y Despacho de dicho Cuartel. La relación de confianza que unía a Reyes con Rosas trascendía la sola figura del Restaurador, ya que a través de su epistolario hemos podido comprobar que mantenía una estrecha amistad con Manuelita Rosas. “¡Oh
Reyes!, dice Manuela Rosas tantas veces en sus cartas, esos amenos días pasaron para no volver jamás, y para mi son más valiosos sus recuerdos, que los que no puedo dejar de conservar de aquel tiempo en mi Patria, en que me rodeaba tanta bulla, tanta demostración de cariño, fingido en unos, en otros verdadero. En este caso estabas tu, nuestro fiel Antonino”.
Antonino Reyes nos deja, en sus Memorias, testimonio sobre la dedicación de Rosas al trabajo de la cosa pública y la ardua tarea del gobierno: El tiempo corrido desde que entré al servicio del general Rosas y muy cerca de su persona, me da derecho a juzgar al hombre [...] No tenía hora señalada
para su despacho […] generalmente la noche se pasaba en el trabajo […] El domingo o día de fiesta era lo mismo que el día de trabajo. Generalmente dejaba el trabajo a la madrugada, a veces a las ocho o nueve de la mañana, y lo retornaba a las tres o cuatro de la tarde. Inmediatamente se despertaba y abría la puerta de su despacho y dormitorio, si aún no había llegado me mandaba llamar y ya empezaba el trabajo [...] Tengo la convicción que nunca usó en beneficio propio de los dineros del Estado durante su gobierno. Era celoso defensor de los caudales públicos y no permitía que los encargados de la distribución de dineros rindieran cuentas dudosas. Sólo había descanso cuando el general iba a Palermo y nos dejaba en la ciudad, y muchas veces al marcharse nos dejaba trabajo. No había que separarse mucho porque solía llamar de Palermo por algún trabajo urgente (Irazusta, 1970, t. VII, 185 y ss.).
Reyes continúa diciendo que cuando Rosas estaba en Palermo solía dar paseos y “en estos paseos no molestaba, como él decía, a ningún edecán, ni ayudante: llevaba a dos ordenanzas y el servicio particular. He oído muchas veces que salía disfrazado. No es cierto: no salía sino de particular, embozado en su capa, sin que nadie lo acompañara; algunas veces lo acompañaba yo […] daba una vuelta y volvía después de una hora. La puerta quedaba apretada sin pasador, y yo en la pieza siguiente” (Irazusta, op. cit., p. 185). Su dedicación y cercanía con el Restaurador, le valieron, una vez partido Rosas al exilio, una primera amnistía por parte del general Urquiza, vencedor en la Batalla de Caseros (1852); luego un juicio que, en primera instancia, lo condenó a muerte por su cooperación con la Dictadura de Rosas, lo cual lo impulsó a emprender la fuga e instalarse con su familia en la ciudad de Montevideo; y, por último, su absolución de culpa y cargo por parte de la Cámara de Justicia de la Nación, pero así y todo Reyes nunca regresó a su país (Reyes,
1974: 258 y ss.).

Como funcionaba el Saladero


Por el Prof. Jbismarck
Los animales pasaban de un corral grande a otro chico de forma circular donde no caben más de diez vacunos; un peón parado en la plataforma que circunda la pared exterior del corral enlaza el animal elegido y lo alza por medio de una roldana; una vez sujeto, el desnucador lo mata de una cuchillada. Cae la res sobre una vagoneta que sale por compuerta especial y finaliza la matanza, de gran celeridad pues bastan pocas horas para sacrificar mil o dos mil vacunos.  Viene luego el proceso industrial. Una carretilla lleva al animal muerto a la playa, lugar techado y de piso firme, donde se hace el degüello y cuereada. La carne se troza en tiras largas de unos cuatro centímetros de espesor, que previo oreado de hora y media van a depósitos de salmuera, por breve tiempo. Después que escurrió el exceso de líquido, se apilan las tiras sobre base de astas en camadas que llegan a cuatro metros; entre camadas van capas de sal. Cuarenta o cincuenta días más tarde está listo el tasajo, pero en el lapso debe deshacerse y volver a armar las pilas, luego de asoleadas, unas diez veces. Para exportarlo, el tasajo se cargaba a granel en las bodegas de los barcos, sin ninguna clase de envase.  La salazón descripta es seca, pero el producto resulta inferior y sólo lo comían los esclavos de Brasil y Cuba, forzados a ello. El salado por método húmedo proporcionaba una carne que consumían marineros y proletarios de países europeos. El saladero preparaba también los cueros vacunos. 
Fue precisamente su implantación lo que perfeccionó ese aspecto, pues comenzó con ella el salado de cueros, procedimiento que alarga la precaria vida de los cueros secados al sol, fácil pasto de polillas, y ofrece un producto fresco de más calidad. Otra ventaja del saladero fue la extracción de grasa, que se hacía por medio de baldes con agua hirviendo donde iban a parar huesos, sebo y todas las partes del animal no utilizadas para tasajo. El animal preferido era el novillo o buey de cinco años, de cuero pesado —producto muy valioso— y carne magra, que tomaba bien la sal; los vacunos criollos satisfacían a la perfección tales requerimientos.    Según Ramos Mejía «el joven químico francés don Antonio Cambaceres, traído de París por don Juan Larrea, crea la verdadera industria del Saladero, pero suprime la alegría y los peligros de las «matanzas» en las cuales la destreza de la peonada y las vicisitudes de la singular función atraían al gauchaje aventurero; La reputación de brujería comienza a circular cuando el saladero del francés compra las patas de los animales despreciados por el criollo, y entre cuyas fibras el ojo del químico ha descubierto minas de oro en forma de aceite.  Visto con ojos actuales, el saladero parece rudimentario y primitivo, pero entonces constituía un establecimiento notable, de vastas proyecciones economico sociales. Los saladeros son los primeros establecimientos no pastoriles que concentran una masa considerable de trabajadores. Como la esclavitud declinaba entonces velozmente, dichos operarios fueron asalariados, no esclavos, elemento que predominó en los demás oficios. Además, el trabajo del saladero difería profundamente de la actividad artesanal imperante en otros sectores. Al saladero acuden trabajadores cuyas labores específicas —como en la gran industria— se complementan entre sí para brindar un producto final fruto del esfuerzo común. Una tira de tasajo no es obra del trabajador A o B; resulta de la suma de trabajo de distintos obreros, pues uno enlaza la res, otro la mata, un tercero conduce el cadáver a la playa y diversos obreros, con funciones distintas cada uno, trozan las carnes y las salan. Por comodidad u otras causas, los trabajadores vivirán cerca del saladero o en sus mismos terrenos, pero en forma independiente del establecimiento y no en viviendas colectivas como el peón de estancias. Tampoco reciben, como éste, la comida;  La índole fuertemente estacional del trabajo, que dura unos pocos meses —primavera y verano— durante los cuales el sistema pastoril brinda animales aptos, crea una inestabilidad especial en todos esos trabajadores.  El divorcio entre saladeristas y ganaderos era tan absoluto que estos últimos piden a las autoridades el cierre de los saladeros, prueba palpable del poco beneficio que les reporta su funcionamiento. Los saladeristas eran también ganaderos,  pero si como industriales tenían intereses contrapuestos a los estancieros que los abastecían.  Los principales centros consumidores de tasajo eran Brasil y Cuba, países no industriales, que sólo podían ofrecer en retomo harinas y otros productos agrícolas. Los cueros iban en cambio a Inglaterra, Francia y otras naciones industriales o comerciantes que ofrecían a su vez productos manufacturados. Al grupo saladeril le interesaría, pues, mantener un intercambio muy distinto al que estaban acostumbrados los otros sectores que sólo vendían o exportaban cueros.  Los saladeros estaban ubicados sobre puertos, pues sus productos iban a ultramar. El Riachuelo, Ensenada y otros lugares al sur de la capital eran asientos ideales para la industria, que se concentró a las puertas de Buenos Aires. Hasta allí debían llegar los animales de las estancias bonaerenses, por arreos más o menos largos de acuerdo con su ubicación. En esas condiciones lógico es suponer que las tropas llegarían en deplorable estado físico por la fatiga del viaje unida a la perpetua lucha contra el hombre; por tal causa convenía apacentar los ganados durante un tiempo prudencial en campos vecinos a dichos mercados, para que retomaran las perdidas carnes.        He ahí el origen primitivo de nuestras actuales invernadas. Un campo de invernada es, sencillamente, el lugar donde una hacienda completa su estado hasta alcanzar el grado de engorde requerido; invernada es sinónimo de engorde. El término nació probablemente de la ventaja que algunos campos buenos, de pasto permanente —campos de invernada— sacan sobre otros que sólo permiten el pastoreo en la época templada favorable —campos de veranada—. 

sábado, 27 de abril de 2019

Murieron por la Causa del Pueblo: Mártires de la Resistencia Peronista

Por el Prof. Jbismarck
El 16 de septiembre de 1955 un grupo de resentidos apañados, instigados e impulsados por la oligarquía cívico militar local y el imperialismo capitalista, se instaló en el gobierno.  Este hecho no fue consecuencia de una victoria militar, fue el resultado y la culminación de una campaña antinacional, de una ofensiva de acción psicológica hábilmente desarrollada contra un orden social y constitucional existente, poniendo incluso a quienes debían defenderlo en contra del mismo y, a la vez, sembrando terror en el pueblo.   Nada fue espontáneo ni resultado de una acción casual. Se premeditó el daño. Las consecuencias de los actos fueron las deseadas, se fue “afinando la mira” como un francotirador artero para dar el golpe final en un plan desarrollado en varias etapas.  El gobierno peronista había cambiado el rumbo de la historia, había industrializado la nación e incorporado a los trabajadores activamente a la vida cívica y política de un país federal, nacional y popular.  La oligarquía, el resto de los partidos políticos (juntos en una oposición sistemática) y los militares (pertenecientes a la línea fusiladora y clasista histórica “Mayo/Caseros”), no podían permitir que continuara un gobierno que defendía un único interés: el del pueblo. 
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El 9 de junio de 1956, ellos transformaron a cristo en Satanás; nosotros la flor del no me olvides, nunca olvidamos ni al General, ni a Evita ni a cada uno de nuestros queridos compañeros caídos en las luchas por la recuperación de la democracia y de la vigencia de la Constitución Nacional. Los que asesinaron el 9 de junio de 1956, los que ametrallaron y bombardearon Plaza de Mayo en junio de 1955, los que pusieron las bombas en los subtes en abril de 1953, los comandos civiles que salían a perseguir y torturar o asesinar a compañeros, pretendieron no solo las muertes físicas que provocaron, pretendieron fusilar al ejército nacional reemplazándolo por un Ejército de castas (el mismo que existió previo al Grl. Perón), quitar la dignidad otorgada a los suboficiales y su posibilidad de convertirse en oficiales, y asesinar toda posibilidad auténticamente nacional y popular.  La dictadura de Aramburu y Rojas reaccionó criminalmente contra el intento encabezado por los generales Juan José Valle y Tanco y los dirigentes sindicales Andrés “El Negro” Framini y Armando Cabo para restaurar la soberanía popular: fueron asesinados treinta y un patriotas, iniciando así el camino de las dictaduras genocidas en la argentina contemporánea.  Llegaron diciendo que no habría ni vencedores ni vencidos, prometiendo que las conquistas sociales serian mantenidas cuando no, acrecentadas, hablando de libertad, de paz, de reencuentro nacional, de moralización de la vida pública.   ¿Quién no anhela tales cosas? Pero, poco a poco, a medida que se afianzaron en el dominio de las guarniciones, y se fueron sintiendo fuertes y poderosos, comenzaron a experimentar, una extraña metamorfosis: les creció el pelo, los dientes, las garras, y asomaron todos ellos “los gorilas” que iniciaban la destrucción del país, y de todo el que se les opusiera.  A la traición, ellos la llamaron “libertadora”; el pueblo la bautizó y la recuerda como “fusiladora”. ¡Fusiladora la libertadura! Esas son las dos argentinas que se cruzan y reemplazan, con la dictadura de Aramburu y Rojas, y por esa argentina que se desechaba, por todos esos logros y conquistas, en defensa de ellos es que ese mismo  16 de septiembre de 1955 nace la heroica Resistencia Peronista. La persecución, cárcel, tortura, y asesinato de tantos compañeros –incluidos los asesinados y fusilados en Junio de 1956- otro golpe de terror para desalentar opositores- durante los dieciocho años del Luche y Vuelve, nos ha dejado claramente la sensación de que tanto ellos, como nosotros estábamos arrepentidos,  ellos de no haber asesinado antes y nosotros de no haber concretado nuestra convicción de combatirlos y haber entregado mansamente el gobierno.   Este fue el basamento filosófico de la primer dictadura genocida en la Argentina contemporánea, aquí nació también el proceso neo liberal oligarca y extranjerizante que nos ha llevado a tanta lucha, extendida hasta hoy, lucha en la que ninguno de nosotros debe permanecer ajeno, comprometerse con la defensa de estos ideales y asumir hoy  la acción que, entonces, no pudimos o no quisimos, o no supimos asumir. El enemigo sigue siendo el mismo, tanto el interno como el extranjero, nunca más actual este pensamiento con el que finalizo este recordatorio:  “Cuando la patria está en peligro, todo esta permitido, excepto, no defenderla”  General Don José de San Martín.    La fusiladora,  gobierno de facto establece a las 0:32 del 10 de junio de 1956, la Ley Marcial por el decreto de Aramburu, Rojas, los ministros de Ejército, Arturo Ossorio Arana, de Marina; Teodoro Hartung; de Aeronáutica, Julio César Krause y de Justicia, Laureano Landaburu. Es decir, que para aplicar la ley marcial a los sublevados ésta debía ser aplicada con retroactividad al delito cometido, violando el principio legal de la irretroactividad de la ley penal. Pocas horas después, firman el decreto 10.363 que ordena fusilar a quienes violen la Ley Marcial. La masacre por fusilamiento estaba decidida por el gobierno de Aramburu. Entre las 2 y las 4, se asesina a los detenidos en Lanús. Horas más tarde, en los basurales de José León Suárez, la policía bonaerense, a cargo del teniente coronel Desiderio Fernández Suárez le ordena al jefe de la Regional San Martín, comisario Rodolfo Rodríguez Moreno, que ejecute, con armas cortas, a 12 civiles, de los cuales siete logran huir pero cinco mueren. Uno de los sobrevivientes, Juan Carlos Livraga, será el "fusilado que vive" que permite reconstruir la historia.
Lista de los muertos-asesinados-fusilados
En Lanús,  10 de Junio de 1956
• Tte. Coronel José Albino Yrigoyen, • Capitán Jorge Miguel Costales,• Dante Hipólito Lugo, • Clemente Braulio Ros,• Norberto Ros y • Osvaldo Alberto Albedro.
Los basurales de José León Suárez, Fusilados por la espalda: Nicolás Carranza, Francisco Garibotti, Carlos Alberto Lizaso, Mario Brión y Vicente Damían Rodríguez. Sobrevivientes: Además de Livraga, habían logrado huir 6 civiles más: Horacio Di Chiano, Miguel Angel Giunta, Rogelio Díaz, Norberto Gavino, Julio Troxler y Reinaldo Benavidez.
Muertos por la represión en La Plata 10 de junio de 1956
• Carlos Irigoyen, • Ramón R. Videla y • Rolando Zanetta.
Fusilados en La Plata 11 y 12 de junio de 1956
• Teniente Coronel Oscar Lorenzo Cogorno,
• Subteniente de Reserva Alberto Abadie
Fusilados en Campo de Mayo 11 de junio de 1956
• Coronel Eduardo Alcibíades Cortines, • Capitán Néstor Dardo Cano, • Coronel Ricardo Salomón Ibazeta, • Capitán Eloy Luis Caro, • Teniente Primero Jorge Leopoldo Noriega y   • Suboficial Néstor Marcelo Videla.-
Asesinados en la Escuela de Mecánica del Ejercito 11 de junio      • Sub Oficial Principal Ernesto Gareca;  • Sub Oficial Principal Miguel Ángel Paolini; • Cabo Músico José Miguel Rodríguez; y  Sargento Hugo Eladio Quiroga.
Ametrallado en el Automóvil Club Argentino 11 de junio de 1956
(falleció el 13 de junio de 1956 en el Hospital Fernández)
• Miguel Ángel Maurino
Fusilados  En la Penitenciaria Nac.  de la Av. Las Heras 11 de junio
• Sargento ayudante Isauro Costa
• Sargento carpintero Luis Pugnetti y
• Sargento músico Luciano Isaías Rojas
Fusilado en la Penitenciaria Nacional de la Av.Las Heras 12 de junio
• Gral. De División Juan José Valle.-
Entre otros encarcelados, torturados y fusilados (ley marcial, Dec. 4161, etc.)
El 12 de junio, a las 22:20, Valle fue fusilado con fusil Máuser 7,65 mm Mod. Arg. 1909, por un pelotón cuyos nombres se clandestinizaron como secreto de Estado.- No hubo orden escrita ni decreto de fusilamiento, ni registro de los responsables.
El saldo de esas 72 horas de junio de 1956 fue trágico y premonitorio: 18 militares y 13 civiles asesinados.-
Los pueblos que olvidan su historia tienen un futuro sin paz y sin gloria.-
Las naciones se edifican sobre las tumbas de sus muertos.-
El derrocamiento de Perón en 1955 fue una tragedia colectiva pero también personal para los Valle. Porque el general comenzó a preparar la rebelión contra la dictadura de su antiguo amigo, el general Pedro Eugenio Aramburu. En junio de 1956, el mundo conocido por Susana Valle estalló definitivamente. El levantamiento peronista comandado por su padre fracasó, y fue fusilado en la Penitenciaría de la calle Las Heras por orden de Aramburu.

Querida Susanita:

Sé fuerte. Te debes a tu madre. Sé muy compañera de ella y ayudala a pasar este triste momento. No te avergüences de tu padre, muere por una causa justa: algún día te enorgullecerás de ello.
Te deseo muchas felicidades en tu vida; y algún día a tus hijos cuéntales del abuelo que no vieron y que supo defender una noble causa. No muero como un cualquiera, muero como un hombre de honor.
Ni siquiera puedo darte el beso de despedida, hasta eso los hombres me han negado. Pero desde el fondo de mi corazón te mando toda la ternura y el idolatrado cariño que te tengo, hija querida. Desde el más allá velaré por ti; y en los momentos difíciles de tu vida que deseo sean pocos, recurre a mí, que estaré como siempre para defenderte.
Te pido nuevamente que veles por tu mamita. Sé su mejor compañera y que también sea tu mejor y segura consejera. Mi chiquita, tené valor y da el ejemplo de entereza que honra nuestra sangre. Nuestro honor no ha sido manchado jamás y con orgullo puedes ostentar nuestro nombre. Mi linda pequeña, trabaja con fe en la vida y en tus fuerzas.
Sólo traiciones y venganzas me llevan a este fin, pero no quiere dejarle ninguna amargura y Dios será misericordioso y velará siempre por ustedes.
Cuida mucho a mamita. Ella es muy buena y debe estar a tu lado por mucho tiempo más, para que con la resignación recobren la felicidad que hoy se pierde.    Susanita, te quiero y siempre cuidaré de ti. En estos papeles están todos mis besos que hubiera deseado darte, mi linda, coraje y a luchar con la frente alta en la vida.  Que Fofy sea bueno contigo, eso es lo que a él le pido.
Adiós, querida, besos y muchos cariños de tu papito que siempre te ha adorado.
Papito



jueves, 25 de abril de 2019

Submarinos en la Guerra de Malvinas

Por Pablo Camogli
La fuerza de submarinos de la FUERTAR 79, liderada por Moya Latrubesse, estaba compuesta por cuatro unidades, pero sólo dos participaron de la lucha: el ARA Santa Fe y el ARA San Luis. Las restantes –el ARA Santiago del Estero y el ARA Salta— por diversos motivos se mantuvieron en el mar territorial.  El Santa Fe había participado de la Operación Rosario y luego fue atacado y hundido frente a Grytviken, en las Georgias, el 25 de abril. El sumergible de su misma clase Guppy, el Santiago del Estero, no estaba operable desde el año anterior, pero se lo mantuvo oculto en la Base Naval de Mar del Plata, ya sea sumergido o entre otras naves que dificultaran su visualización  Los otros dos eran submarinos de la clase 209, de origen alemán, montados en Tandanor, y ciertamente preocupaban a los comandos ingleses, ya que tenían muy buenas condiciones relativas para actuar en la zona de las islas. Además podían permanecer sumergidos mucho más tiempo que los Guppy, lo que aumentaba su potencial. Poseían ocho tubos lanzatorpedos, desde los cuales podían disparar tanto torpedos de superficie (SST-4) como antisubmarinos (MK-37). Los primeros son hiloguiados, ya que permanecen unidos al disparador por intermedio de un hilo que, además, funciona como direccionador gracias a la información que se recibe y se emite desde la computadora de tiro.  El Salta no pudo participar de la batalla, porque al zarpar se descubrió que era sumamente ruidoso, tanto en inmersión como en la superficie. La verdad es que poco antes del 2 de abril ese submarino se encontraba en dique seco por mantenimiento y su condición general no lo hacía apto para la lucha. Entró nuevamente en reparaciones en Puerto Belgrano, pero los problemas subsistieron.
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Finalmente, según Jorge Bóveda, se optó por enviarlo al mar, en cercanías de la costa, con el objetivo de que los ingleses pensaran que estaba en alta mar u operando en las Malvinas. Allí realizó diversos ejercicios de tiro ante las falencias que presentaban los torpedos SST-4.  De modo que a la Armada le quedaba un solo submarino, el ARA San Luis, que cumplirá una hazaña memorable al permanecer más de 800 horas en inmersión, atacando y siendo atacado por los ingleses en el archipiélago.
Al igual que muchos de sus colegas, el capitán de fragata Fernando Azcueta, comandante del San Luis, se enteró el 2 de abril de que las fuerzas armadas habían decidido reconquistar las Malvinas. Al otro día, Moya Latrubesse le ordenó “alistarse para zarpar”. Una semana después, y pese a no estar en óptimas condiciones de navegación, ya que tenía reducida su velocidad máxima en inmersión hasta los 14,5 nudos, el submarino zarpó con diez torpedos SST-4 y catorce MK-37. Su primer destino fue una zona denominada Enriqueta, al norte de las islas, y para el 28 fue ubicado al norte de la isla Soledad, muy cerca de la costa.  Un nuevo contratiempo se suscitaría el 19 de abril, cuando la computadora de control de tiro sufrió una avería imposible de reparar en alta mar. Las opciones eran volver a puerto o efectuar los cálculos de disparo y dirección de los torpedos en forma manual, lo que finalmente se hizo. El inconveniente era que sólo se podría lanzar un disparo por vez. De todas formas, el San Luis presentó falencias técnicas y operativas mucho más graves, como que a los dos torpedos SST-4 que disparó se les cortó el cable de hiloguiado, perdiéndose el misil.  El primer ataque se produjo en la mañana del 1º de mayo, cuando el sonar registró a un grupo antisubmarino inglés compuesto por un destructor y dos helicópteros de detección que avanzaban desde el norte-nordeste. Azcueta ordenó acortar distancia y a una distancia de entre 8000 y 11.000 metros del enemigo lanzó un SST-4, que fue guiado manualmente, pero a los tres minutos de disparado, el cable se cortó y el torpedo no dio en el blanco. De inmediato, el submarino comenzó una serie de movimientos evasivos, mientras el grupo inglés comenzaba una desesperada caza, rociando con cargas de profundidad la zona y sobrevolando con helicópteros por encima del sumergible argentino. Bóveda comenta que el San Luis apoyó su panza contra el fondo marino y así pasó las siguientes cinco horas, hasta que el destructor inglés se dirigió hacia otra área de búsqueda. Durante la búsqueda, los Sea King del escuadrón Nº 826 permanecieron más de diez horas en vuelo, con un recambio de tripulación y diez reabastecimientos de combustible. Unos días más tarde, el 8 de mayo, se disparó un MK-37 a lo que en el sonar aparecía como a corta distancia y en acercamiento. El misil detonó, pero no sobre algún blanco enemigo, sino tal vez contra una ballena o una roca.  Finalmente, en la madrugada del 11 se detectó a dos navíos británicos (serían el Alacrity, que acababa de hundir al Isla de los Estados, y el Arrow) que operaban en la boca norte del estrecho de San Carlos. El San Luis se encontraba entre ellos y tenía una inmejorable posibilidad ofensiva que la tripulación decidió aprovechar. A unos 5500 metros se lanzó un torpedo contra la nave ubicada más al sur y en condiciones óptimas de tiro, pero una vez más, a los tres minutos el cable se cortó y el misil no impactó. Los barcos lograron eludir el ataque y el submarino argentino debió resignarse a volver a puerto.  Luego de 864 horas en inmersión —unos treinta y seis días—, el San Luis  regresó a Puerto Belgrano con la proeza de haber atacado a la Task Force en el mismísimo campo de batalla. Que el submarino haya logrado escapar del cerco tendido por los ingleses en las Malvinas y que éstos invirtieran una buena cantidad de material antisubmarino en su caza, enaltece el accionar de esa
unidad.

jueves, 11 de abril de 2019

QUE SIGNIFICÓ EL 4 DE JUNIO DE 1946

por Pepe Muñoz Azpiri
Últimamente y al calor de las necesidades electorales, han surgido una suerte de "opinators" y analistas de ascensor o baño público - algunos con doctorados en filosofía pero ganándose la chaucha como analistas futboleros en televisión, otros, charlatanes fabricados por la Casandra apocalíptica del Chaco - que intentan describir y apostrofar al Peronismo y a toda manifestación de soberanía, conquista social o expresión de las mayorías utilizando herramientas baratas o categorías del hemisferio norte mal expuestas y peor comprendidas. Desde describir a Perón como un Mussolini de cabotaje y a Evita como una Carmen Miranda de suburbio a los intentos actuales de emularlo a una suerte de estalinismo caribeño del Plata. El Peronismo supo tener adversarios de fuste como Jorge Luis Borges y Exequiel Martínez Estrada hasta degradar en los tiempos actuales a Federico Andahazi, Fernando Iglesias o Baby Etchecopar, una señal más de que el Fin de los Tiempos se aproxima. Es por ello que para comenzar esta breve reseña sobre la fecha que nos convoca hemos preferido exhumar el libelo publicado en la Tribuna de Doctrina hace más de una década cuando "La Nación" aún poseía cagatintas de mediana redacción.
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“En su reciente discurso leído en la cena anual de camaradería de las Fueras Armadas, el presidente de la República enumeró los golpes de Estado que se produjeron en nuestro país, omitiendo dos: el de 1943, que derrocó al presidente Ramón Castillo, y el de 1962, que derrocó al presidente Arturo Frondizi.
La visión parcial del presidente Kirchner está estrechamente relacionada con su pertenencia al movimiento justicialista, que desde sus orígenes se identificó como el heredero del golpe del 4 de junio de 1943. Y es que este pronunciamiento militar, del que activamente participó el entonces coronel Juan Domingo Perón, se produjo para evitar la proclamación de la fórmula presidencial de Robustiano Patrón Costas y Manuel de Iriondo, cuya eventual victoria en las urnas en los comicios de 1944 hubiera significado el ingreso de la República Argentina en el campo de los aliados que combatían al eje nazi-fascista en la Segunda Guerra Mundial.(...) El golpe de Estado de 1943 no fue una asonada para sustituir gobernantes, sino para implantar por la fuerza un proyecto de dictadura nacionalista, inspirado en los ejemplos de la Italia fascista de Mussolini, la Francia del Mariscal Pétain y la España de Francisco Franco, los países “espirituales” que luchaban contra potencias materialistas encarnadas en Estados Unidos y la Unión Soviética. La adhesión de los Argentinos a los aliados, para la visión nacionalista, hubiera significado combatir por una causa materialista, representada por la democracia capitalista y el totalitarismo comunista por igual. Este “espiritualismo” era pues la llamada “tercera posición”.
El peronismo se proclamó heredero de este golpe de Estado, tal como lo declararon siempre sus voceros desde 1946 en adelante, que incluso establecieron la fecha del 4 de junio como feriado nacional. En sus propios términos, la “revolución nacional” había comenzado esa jornada de 1943. El proyecto nacionalista buscó destruir definitivamente los principios del orden constitucional liberal, algo que José Félix Uriburu intentó en 1930 con su idea de implantar el corporativismo en la Argentina. Es llamativo, entonces que este episodio singular de nuestra historia política haya pasado inadvertido en el discurso escrito del primer magistrado de la República”.
Ricardo López Göttig, ¿Por qué no 1943? (“La Nación” 29/7/06)
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La “tribuna de doctrina” de los Mitre no deja de desconcertarnos. Por un lado intenta copiar a “Pagina 12”, publicando a los vástagos progresistas de la Unión Democrática y por el otro desentierra del Parque Triásico (el más antiguo), a los ancestros de los dinosaurios.
Las líneas que anteceden son la más perfecta antología de pelotudeces y lugares comunes en las que se nutre el discurso antiperonista. Si ya eran insostenibles en la década del 50, en la actualidad adquieren la categoría de códice medieval o la arenga de un predicador fanático y analfabeto instando a una cruzada contra los albigenses u otros endemoniados.
“La historia es la narración de los acontecimientos escrita con dignidad” decía Samuel Jonson en su primer diccionario de lengua inglesa en el siglo XVIII. Sin fuentes, sin datos, sin documentos, no hay historia. Hay ideología.
Un golpe es un golpe y una revolución es una revolución. No es una diferencia semántica, es conceptual.
Confundir el golpe de Uriburu, visceralmente antipopular, cerrilmente clasista y con olor a petróleo, con la Revolución de 1943, es un chiste. Pero decir que la fórmula Robustiano Patrón Costa – Manuel Iriondo representaba el orden constitucional liberal, ya entra en el terreno de lo grotesco. Al menos que entendamos por éste al “fraude patriótico” y el gobierno de una minoría que gobernaba el país como una Estancia y entregaba la administración de sus riquezas al gerenciamiento externo.
La noticia que el senador por Salta sería el “número puesto” del presidente Castillo, causó una pésima impresión en muchos círculos (incluso algunos vinculados al oficialismo). Al respecto Marcelo Sánchez Sorondo escribió: “La fórmula Patrón Costa- Iriondo es un museíto colonial de provincia costeado por los ingleses que siempre aciertan con los colores locales”. Se consideraba a Patrón Costa una suerte de barón feudal en su lejana provincia, pero además, tal como plantea el autor de la nota, se lo tenía por un aliadófilo encubierto y suponíase que al poco tiempo de ejercer el gobierno habría de ceder a las presiones de Estados Unidos. Y como nota final, se descontaba que la elección de Patrón Costas habría de hacerse sobre un gigantesco fraude electoral, al que el Ejército debía asistir impávido.
El historiador Potasch señala un hecho que agudizó el malestar en las filas del Ejército: ocurrió el 29 de mayo, día en que el presidente Castillo concurrió a una ceremonia militar que se efectuó en los cuarteles de Palermo. Con Castillo apareció en el palco Robustiano Patrón Costas, el candidato imposible, intragable no solo para los nacionalistas, sino para todos los militares que rechazaban las prácticas fraudulentas y la corrupción del régimen liberal. No olvidemos que en el GOU militaban jefes de filiación radical, como los hermanos Miguel Ángel y Juan Carlos Montes, alineados en una tendencia que, taxativamente, definiríamos como nacionalismo popular. Ambos tenían vinculaciones con la tendencia intransigente del radicalismo, a través de Amadeo Sabattini.
Además adscribir al neutralismo no significaba en absoluto veladas simpatías con el Eje, como plantea el “historiador norteamericano” Tulio Halperín Donghi y el autor de las líneas que comentamos, funcional a alguna fundación que le paga las expensas (manifiesta ser investigador (¿) de la Fundación Hayek). Estos intelectuales orgánicos a las políticas del Departamento de Estado (al menos sus expresiones políticas coinciden con las políticas del ente citado) desconocen o arteramente ocultan, la profusa literatura referente a los protagonistas del nacionalismo popular, compuesto por las mas variadas expresiones políticas.
Decía Scalabrini Ortiz: “En el orden interno argentino somos decididos adversarios del nazismo y del fascismo. Hemos demostrado y demostramos que son fórmulas gubernamentales perjudiciales para nuestro país” (noviembre de 1939). Pero de allí a mandar argentinos a morir en una lucha ajena, hay un abismo que escasamente pueda llenarse con invocaciones más llenas de palabras que de contenido.
Aún nadie me ha explicado cual hubiera sido el beneficio para la Argentina en caso de haber ingresado en la Segunda Guerra Mundial ¿Inversión industrial? Pero si uno de los motivos invocados por los golpistas del 55 era que Perón había cometido el disparate de aposta a una “industria flor de ceibo” cuando el destino del país era agroexportador (sic). ¿Inserción en el mundo? ¿En cuál? ¿Bajo qué condiciones? ¿O acaso estábamos en el planeta Marte cuando la soldadesca británica sobrevivía gracias a nuestro “corner-beef?”.
Cuando ingresamos en una contienda para recuperar lo nuestro en 1982 nos “caímos del mundo”, pero cuando nos negamos a participar en una guerra ajena o a enviar tropas “de paz” para tranquilizar los desaguisados que armaron otros, “nos caemos del universo”. Evidentemente somos una asamblea de tarados.
Es que los operadores nativos de la ideología mundialista, entendida esta como una adscripción acrítica a una mal entendida occidentalización, aplicaron el alineamiento automático con los Estados Unidos – que con el lenguaje propio de un pederasta denominaron “relaciones carnales” – en la ingenua presunción de que la genuflexión ante el amo era el pasaporte para acceder a su despensa. Y este es el verdadero “pensamiento mágico”, tal falto de racionalidad como el del supuesto populismo que tanto denostan.
No nos cabe la menor duda que el “analista” López Göttig habrá apoyado fervorosamente, en su momento, el envío de naves al Golfo. ¡Al fin abandonábamos el engendro criollo de la tercera posición!.
Sin consultar a sus vecinos y aliados naturales – que prudentemente se abstuvieron de involucrarse en el conflicto – el gobierno menemista en una muestra de obsecuencia y servilismo que hubiera asqueado al mismísimo Gunga Din, decidió enviar buques de guerra al Golfo. Para ello se montó una intensa campaña mediática donde lenguaraces rentados de antaño y hogaño, mas una serie de “movileros” desconocidos y olvidables, pontificaban sobre la inserción argentina en el Primer Mundo. Ningún rédito favorable obtuvo nuestro país de su participación en esta aventura, excepto la pérdida de una balanza sumamente favorable con Irak, los peores atentados que sufrió la Argentina en toda su historia y una participación patética en el “Desfile de la Victoria” de Nueva York. De no ser trágica la situación de la Argentina en su momento, hoy llamaría a risa las declaraciones del entonces Canciller Guido Di Tella: “La argentina participará en la reconstrucción de Irak”. Los vencedores no nos dejaron instalar ni un puesto de choripan.
La Nación del Plata fue el alumno más aplicado de la cátedra del FMI, incluso accedió a la curiosa categoría de “aliado extra-OTAN”. Los beneficios están a la vista.
Pero volviendo a la Revolución de 1943 y la famosa cantinela del nazi-fascismo, a la cual ya nos hemos referido en otro lugar y dado que el comentarista presume ser investigador de la Fundación Hayek, le recomendamos repasar ¿o leer? A Peter Waldmann quien en su obra “El Peronismo” resalta:
“La ideología de Perón, la doctrina peronista, fue una fuente de influencia nada desestimable para el régimen. Para comprender la importancia que le había concedido Perón es necesario tener en cuenta la gran hipoteca ideológica que pesó sobre su gobierno al comienzo. Todos los partidos y agrupaciones políticas, con excepción de una parte de los sindicatos, contemplaban dicha doctrina como un intento de imponer en la Argentina un orden estatal y social de corte fascista. Se consideraba un hecho indiscutible que Perón imitaría con todas sus fuerzas a Hitler y Mussolini, y que solo una resistencia cerrada de los partidos le impediría concretar sus propósitos. Otra amenaza casi tan importante como ésta era la receptividad de los estratos más bajos a la prédica comunista. La doctrina peronista surgió del esfuerzo por liberarse de esa doble carga ideológica: el fascismo y el comunismo. Por eso creó una doctrina propia para su movimiento, una doctrina social argentina.”
En vista que el autor, en su panfletito de “La Nación” se presenta como Doctor en Historia, nos preguntamos si el título se lo otorgó la Pitman o lo gano en una rifa, pues los episodios históricos y los autores que comentamos son del conocimiento de cualquier estudiante que promedie alguna carrera de Ciencias Sociales o Filosofía y Letras. Caso contrario, el autor manifiesta una aviesa y primaria mala fe.
Antes de 1943 el país no fabricaba prácticamente nada, hasta importábamos las alfileres y los servicios estaban en manos de compañías extranjeras. Fue este supuesto ¿golpe? El que creó empresas como Gas del Estado, la Flota Aérea Mercante Argentina (en enero de 1946, posteriormente transformada en Aerolíneas Argentinas) y obras de infraestructura como el gasoducto Comodoro Rivadavia-Buenos Aires y el aeropuerto internacional de Ezeiza, puerta de salida y entrada de quienes asisten al Consenso de Washington o al Foro de Davos a memorizar el libreto de la globalización y la “integración al mundo”como factoría periférica. Fue este gobierno de facto el que realizó el primer dique de Nihuil de Mendoza (iniciado en 1943) y el dique Florentino Ameghino de Chubut (terminado en 1950). Se construyeron escuelas, policlínicos y centros de salud, sobre todo en el abandonado interior, y centros recreativos como el de Chapadmalal y Rio Tercero. Dice “Falucho” Luna: “En materia de obras públicas, la política peronista era coherente con el sentido social que inspiraba su filosofía general”.
El país se industrializó. En una década se montó toda una industria liviana y se echaron los cimientos de la gran siderurgia con los altos hornos de San Nicolás, el hierro de Sierra Grande y el carbón de Río Turbio. De 85.000 establecimiento industriales en 1946 se llegó a casi 145.000 en 1954. Realizaciones curiosamente escamoteadas, sea por la sevicia opositora o por la ignorancia de muchos compañeros. El peronismo, surgido de la denostada Revolución del 43 no vino a socializar los medios de producción, sino a crearlos, mancomunadamente con sus MILITARES y sus TRABAJADORES.

miércoles, 3 de abril de 2019

EL PAN Y LA UCR

Por el Prof. Jbismarck
El primer partido político principal de la Argentina fue el Partido Autonomista Nacional (PAN). Para fines del siglo diecinueve el PAN se había convertido en el vehiculo electoral dominante de los hacendados de la Pampa, quienes dominaron la cconomia floreciente de exportaciones de cereales y carnes.   El PAN era un partido de directores más bien que un partido de masas. Como lo explica Natalio Botana, no era “una organización diseñada para la movilizaciòn de la población, sino un instrumento que usaban las oligarquías regionales para comunicarse entre ellos”. Entre 1880 y 1909 el PAN adulteró los censos electorales, compró votos y usó la intimidación (aprovechándose de que no existía la votación secreta) para socavar a los candidatos que postulaban bajo etiquetas partidarias opositoras efimeras. El sufragio universal para hombres había existido desde 1857, pero la concurrencia a votar variaba entre el 10% y el 25% de los votantes calificados’.
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El PAN sobrevivió hasta 1909 cuando se dividió, formando una multitud de partidos provinciales conservadores que dependían de los hacendados locales y grupos de aliados comerciales y profesionales. En vez de una competencia entre partidos, la Argentina desarrolló una serie de hegemonías de partidos gobernantes: el PAN después de 1880, el radicalismo después de 1916 y el peronismo despues de 1946. Se pueden dilucidar los orígenes de dicho patrón de desarrollo político comparando la vida política argentina de fines del siglo diecinueve con las de Chile y Uruguay, que sí desarrollaron sistemas eficaces de competencia partidaria y que en el siglo veinte pudieron mantener períodos de gobierno democrático que, según normas tanto europeas como latinoamericanas, resultaron ser bastante duraderos. Las razones por las cuales se implantó la competencia partidaria con menos fuerza en la Argentina que en Chile o uruguay son complejas; sin embargo, vale la pena señalar que en la Argentina fue sólo a fines del siglo diecinueve que los partidos que perdían las elecciones se evaporaban o eran absorbidos por los partidos gobernantes. En Uruguay y Chile los partidos perdedores reaccionaban frente a la derrota reteniendo sus identidades partidarias y organizaciones partidarias incipientes y renovando su esfuerzo competidor en una fecha posterior. Para 1880, cuando el PAN asumió el poder, quienquiera que controlara el poder ejecutivo a nivel nacional controlaba también el poder político y militar a través de todo el país. Tal no era el caso en Uruguay, donde, no pudiendo ganar una victoria militar decisiva sobre su rival, el partido Colorado entregó el control de las jefaturas en algunas provincias al interior del país a cambio de la promesa del partido Blanco de no rebelarse. Este tipo de convenio no sólo permitió que los Blancos sobrevivieran a pesar de no controlar directamente el poder ejecutivo a nivel nacional. sino también fomentó las disposiciones para la participación en el gobierno del partido perdedor que ayudó a mantener la competencia partidaria en el siglo veinte. La amenaza de una rebelión armada en Chile a fines del siglo diecinueve era menor que en Uruguay; sin embargo, entre 1891 y 1925 Chile contaba con un gobierno semiparlamentario que contrastaba directamentc con el sistema presidencial altamente centralizado de la Argentina. Al hacer más visible el poder político, el poder parlamentario en Chile reforzó el sistema multipartidista incipiente, mientras que en la Argentina el predominio abrumador del poder ejecutivo nacional reforzó la larga tradición en ese país de un hegemonía de una sola fuerza política. La tradición hegemónica afectó la cultura política argentina. Ya que no existía ninguna oposición efectiva, el PAN comenzó a visualizarse como un movimiento que personificaba todo lo bueno de la Argentina más bien que simplementc una parte de una organización política donde las fuerzas opositoras también tenían derecho a un espacio legitimo (o al menos duradero). En contraste, en Chile y Uruguay la fuerza política gobernante no podía ni destruir ni absorber a sus rivales. En esos países, la tenacidad de los partidos perdedores facilitó el surgimiento de una cultura política donde el derecho a establecer una oposición política precondición crucial para la institucionalización de un sistema de partidos, se valorizaba más. La presencia de fraudes electorales durante el periodo de la hegcmonía del PAN también contribuyó al escepticismo en cuanto a que la actividad partidaria pudiera conducir al control de los recursos del Estado. En consecuencia, cuando en 1889 surgió una alianza reformadora, que pronto se convertiría en la UCR.  Inicialmente, la UCR fue conformada por elementos de la clase media y miembros disidentes de la elite pampeana, y fueron estos últimos los que controlaron el liderazgo del partido hasta fines de la década del veinte” Cuando Yrigoyen asumió el control de la UCR en 1898, siguió con las políticas de “intransigencia” y “abstención”, según las cuales el radicalismo rechazaba explícitamente el camino electoral a favor de la insurrección armada. Dichas políticas en parte constituían reacciones frentc a los abusos electorales del PAN, que hacían muy poco probable que los candidatos opositores tuvieran éxito, pero también reflejaban la perspectiva de los líderes de la UCR de que se trataba de un movimiento y no de un partido. Como insistía Yrigoyen: “La Unión Cívica Radical no es un partido propiamente tal en un sentido militante; es un conjunto de fuerzas que emergen de la opinión de la nación”“. La política de intransigencia y abstención de los radicales “respondía a la firme convicción de que la masa popular tenía aspiraciones que la oligarquía no podía satisfacer y exigencias que podrían lograrse con el triunfo total. Así comenzó a cobrar cada vez más vigor la idea de que la Unión Civica Radical era un movimiento político excepcional, encarnación verdadera de la mayoría del país y. en consonancia, su auténtica representación politica. Esta percepción de sí mismos que sustentaban los radicales recordaba aquella del PAN, prefiguraba aquella de los peronistas y subrayó la debilidad en la política argentina del concepto de una oposición legítima. En 1905, cuando ciertos miembros de la elite pampeana comenzaron a abogar por reformas políticas, la UCR emprendió una rebelión armada. Aunque no tuvieron éxito, la rebelión cambió el ímpetu hacia el conjunto de fuerzas políticas, económicas y sociales que produjeron las reformas electorales de 1912. También contribuyó la belicosidad de la clase obrera liderada por anarquistas que hizo que muchos argumentaran que una reforma electoral podría prevenir una revolución social. Los sindicatos surgieron en las décadas de 1870 y 1880, mucho antes que los partidos políticos de masas, de esa manera estableciendo una tradición donde los sindicatos eclipsaban a los partidos como vehículos para promover los intereses de los obreros. En 1894 se fundó un Partido Socialista, pero debido al fraude electoral y al hecho de que casi dos tercios de la clase obrera no tenía derecho a votar por haber nacido fuera del país (mayoritariamente en Italia y España), no existía mucha probabilidad de que los socialistas pudieran obtener suficientes votos corno para llevar a cabo la legislación pro obrera por la cual abogaban. El anarquismo, cuyas tecnicas de insurrección no requerían de ciudadanía ni elecciones leales, se convirtió en la fuerza dominante del movimiento obrero durante la primera década del siglo veinte Los obreros, negada la posibilidad de promover sus intereses mediante los votos, se lanzaron a las calles en manifestaciones masivas y a menudo violentas que inquietaron profundamente a la elite. En parte porque temían que continuar con el fraude electoral podría consolidar el apoyo de los obreros al anarquismo, y en parte porque estaban confiados (nunca habiendo perdido una elección de importancia) de que podrían ganar unas elecciones leales, los conservadores promulgaron las reformas electorales de 1912, que transformaron el fundamento del régimen político argentino del fraude, la intimidación, los pactos entre bambalinas y la apatía electoral a la inscripción honesta de votantes, el conteo leal de votos, la votación obligatoria y la votación secreta. Puesto que la numerosa población extranjera de la Argentina todavía no tenía derecho a votar, las reformas electorales no constituyeron una ruptura total con el pasado. No obstante, produjeron un repunte repentino en la participación electoral, que aumentó del 21% del universo calificado en 1910 al 69% en 191 215. La competencia partidaria también floreció cuando los radicales dejaron a un lado su política de abstención, fortalecieron la organización en las provincias al Interior del paíss, y aumentaron la entrega de alimentos y otras formas tradicionales de prebendaje político Al acercarse las elecciones presidenciales de 1916, la UCR se estaba convirtiendo rápidamente en el primer partido argentino de masas y estaba bien encaminado para reemplazar al PAN como la fuerza política dominante del país.