Por José María Paz
El 16 de febrero de 1835 era asesinado Facundo días después me casaba. Era el 23 de febrero, cuya tarde la empleamos toda en poner en limpio los pedimentos y en escribir a mi hermana Rosario, que iba a ser mi suegra, y cuyo consentimiento ya teníamos, para que ella misma hiciese correr las diligencias. Al ponerse el sol, hora en que siempre mi madre y Margarita se retiraban, acabado de hacerlo, yo habla quedado solo en mi prisión, cuando vino muy alborozado el ordenanza o asistente del ayudante Vélez, que era generalmente el que cerraba y abría mi calabozo, a comunicarme una gran noticia, por la que me deseo "albricios". Fácil es conjeturar que me apresuré a interrogarlo" creyendo 'algo favorable que me concerniese. Júzguese mi asombro cuando me dijo que Quiroga habla sido asesinado en Córdoba, y que siendo mi enemigo debía yo celebrarlo. Este hombre hablaba con ansiedad y, por más que le dije que para mi no era un motivo de alegría, estoy seguro que no me creyó, dándome ocasión de admirar esos instintos salvajes que hacen de la venganza un inefable goce, y el candor con que me suponía animado de iguales sentimientos. En otra ocasión me había sucedido una cosa idéntica cuando otro, que no recuerdo, me anunció la muerte de aquel famoso Ceballos, que boleó mi caballo cuando fui hecho prisionero, y a quien fusilaron los Reinafé.
En Santa Fe fue universal el regocijo por este suceso y poco faltó para que se celebrase públicamente: Quiroga era el hombre a quien más temía lópez, y de quien sabia que era enemigo declarado. No abrigo ningún género de duda que tuvo conocimiento anticipado y acaso participación en su muerte. Sus relaciones con los Reinafé eran Intimas. Francisco Reinafé habra estado un mes antes, había habitado en su mismo cargo y empleo. Otros muchos datos podrían
aglomerarse, pero no es lugar de tratar este asunto.
Por marzo del 34 llegaron las dispensas de Obispo de Buenos Aires para mi casamiento y la autorización para que lo bendijese .el doctor Cabrera. El dio los pasos necesarios y se le permitió verme. El Gobierno no puso embarazo alguno; mas hubo ciertos Incidentes que si no envolvían otras miras, no tenían mas objeto que el de mortificarme. Cuando todo parecía allanado y que se aproximaba su celebración, vino el ayudante a decirme que había antecedentes para temer una sublevación de algunos Indios que se conservaban en la Aduana y que, como llegado este casa, tanto peligraría yo como cualquiera de ellos, se hacía preciso tomar precauciones con respecto a mí. Una de ellas consistía en que al punto de las doce, hora en que se cerraban los oficinas y él se iba a su casa a comer y dormir su siesta, se Ie cerrase lo puerta, no de mi calabozo, sino la de lo escalera que conlleva al piso alto donde yo estaba. De este modo quedaba encerrado durante tres o cuatro horas al día, cosa que naturalmente debía ser muy incómoda a mi familia. Además, el peligra de una sublevación que pudiese haber, aunque fuese por corto tiempo y una señora en poder de los salvajes, debía llamar necesariamente nuestra atención. Felizmente, sin que yo insistiese de manero alguna, Margarita conoció la superchería y.despreció altamente tan miserable arbitrio. El casamiento se llevó adelante, y ellos, después de- encerrarnos ocho a diez días, se cansaron en este sentido, que sería prolijo enumerar y que por eso los omito, pero no dejaré de decir que en todos ellos veía la mano del intrigante Cullen, cuyas miras, planes y deseos no puedo hasta ahora discernir bien.
En el día 31 de marzo de 1835, a las dos de la tarde, me casé con Margarita, dándonos las bendiciones el doctor Cabrera, y siendo padrinos su sobrino, don Manuel, y mi madre. Temiendo que algún estorbo repentino viniese a interponerse por las maniobras de Cullen, habríamos hecho entender que no se verificaría la ceremonia hasta después de algunos días, y hasta la hora que se eligió fue la"de más soledad en la Aduana. Para llevar adelante este Inocente engaño, mi madre y Margarita se retiraron esa tarde a los horas de costumbre y no fue sino al otro día que se supo en la Aduana que yo estaba casado. Sin embargo, Margarita se retiró como de costumbre, y no fue sino el 2 de. abril que yino el buen ayudante Vélez a decirme muy maravillado que había ignorado la celebración del casamiento, pero que, estando hecho. pidio mi esposa quedarse a vivir conmigo, como efectivamente sucedió desde entonces, quedando mi madre solo en
su casa, lo que no ero poca peno paro todos.
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