Rosas

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jueves, 30 de enero de 2020

EL GENERAL SAN MARTÍN EN 1843


Por Juan Bautista Alberdi
París, 14 de septiembre de 1843
El primero de septiembre, a eso de las 11 de la mañana, estaba yo en casa de mi amigo, el señor don M. J. de Guerrico, con quien debíamos asistir al entierro de una hija del señor Ochoa (poeta español) en el cementerio de Montmartre. Yo me ocupaba, en tanto que esperábamos la hora de la partida, de la lectura de una traducción de Lamartine, cuando Guerrico se levantó exclamando: «¡El general San Martín!».
Me paré lleno de agradable sorpresa, a ver la gran celebridad americana que tanto ansiaba conocer. Mis ojos, clavados en la puerta por donde debía entrar, esperaban con impaciencia el momento de su aparición. Entró, por fin, con su sombrero en la mano, con la modestia y apocamiento de un hombre común. ¡Qué diferente le hallé del tipo que yo me había formado, oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América! Por ejemplo: yo le esperaba más alto y no es sino un poco más alto que los hombres de mediana estatura. Yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado; y no es más que un hombre de color moreno, de los temperamentos biliosos. Yo lo suponía grueso, y, sin embargo de que lo está más que cuando hacía la guerra en América, me ha parecido más bien delgado; yo creía que su aspecto y porte debían tener algo de grave y solemne, pero le hallé vivo y fácil en sus ademanes, y su marcha, aunque grave, desnuda de todo viso de afectación. Me llamó la atención su metal de voz, notablemente gruesa y varonil. Habla sin la menor afectación, con toda la llanura de un hombre común.
Al ver el modo cómo se considera él mismo, se diría que este hombre no había hecho nada de notable en el mundo, porque parece que él es el primero en creerlo así. Yo había oído que su salud padecía mucho, pero quedé sorprendido al verle más joven y más ágil, que todos cuantos generales he conocido de la guerra de nuestra independencia, sin excluir al general Alvear, el más joven de todos. El general San Martín padece en su salud, cuando está en inacción y se cura con sólo ponerse en movimiento. De aquí puede inferirse la fiebre de acción de que este hombre extraordinario debió estar poseído en los años de su tempestuosa juventud. Su bonita y bien proporcionada cabeza, que no es grande, conserva todos sus cabellos, blancos hoy casi totalmente; no usa patilla ni bigote a pesar de que hoy los llevan por moda hasta los más pacíficos ancianos. Su frente, que no anuncia un gran pensador, promete, sin embargo, una inteligencia clara y despejada, un espíritu deliberado y audaz. Sus grandes cejas negras suben hasta el medio de la frente, cada vez que se abren sus ojos, llenos aún del fuego de la juventud. La nariz es larga y aguileña, la boca pequeña y ricamente dentada es graciosa cuando sonríe; la barba es aguda.
Estaba vestido con sencillez y propiedad, corbata negra atada con negligencia, chaleco de seda negro, levita del mismo color, pantalón mezcla celeste, zapatos grandes. Cuando se paró para despedirse, acepté y cerré con mis dos manos la derecha del grande hombre que había hecho vibrar la espada libertadora de Chile y el Perú. En ese momento se despedía para uno de los largos viajes que hace en el interior de la Francia en la estación del verano.
No obstante su larga residencia en España, su acento es el mismo de nuestros hombres de América, coetáneos suyos. En su casa habla alternativamente el español y francés, y muchas veces mezcla palabras de los dos idiomas, lo que le hace decir, con mucha gracia, que llegará un día en que se verá privado de uno y otro, o tendrá que hablar un patois de su propia invención. Rara vez, o nunca, habla de política. Jamás trae a la conversación, con personas indiferentes, sus campañas de Sud América; sin embargo, en general le gusta hablar de empresas militares.
Yo había sido invitado por su excelente hijo político, el señor don Mariano Balcarce, a pasar un día en su casa de campo, en Grandbourg, como seis leguas y media de París. Este paseo debía ser para mí tanto más ameno cuanto que debía hacerlo por el camino de hierro en que nunca había andado. A las once del día señalado, nos trasladamos con mi amigo el señor Guerrico al establecimiento de carruajes de vapor de la línea de Orleans, detrás del Jardín de Plantas…
A eso de la una de la tarde, se detuvo el convoy en Ris; de allí a la casa del general San Martín hay una media hora, que anduvimos en un carruaje enviado en busca nuestra por el señor Balcarce. La casa del general San Martín está circundada de calles estériles y tristes, que forman los muros de las heredades vecinas. Se compone de un área de terreno igual, con poca diferencia, a una cuadra cuadrada nuestra. El edificio es de un solo cuerpo y dos pisos altos. Sus paredes blanqueadas con esmero, contrastan con el negro de la pizarra que cubre el techo, de forma irregular. Una hermosa acacia blanca da su sombra al alegre patio de la habitación. El terreno que forma el resto de la posesión está cultivado con esmero y gusto exquisito; no hay un punto donde no se alce una planta estimable o un árbol frutal. Dalias de mil colores, con una profusión extraordinaria llenan de alegría aquel recinto delicioso. Todo en el interior de la casa respira orden, conveniencia y buen tono. La digna hija del general San Martín, la señora Balcarce, cuya fisonomía recuerda con mucha vivacidad la del padre, es la que ha sabido dar a la distribución doméstica de aquella casa, el buen tono que distingue su esmerada educación. El general ocupa las habitaciones altas que miran al norte. He visitado su gabinete, lleno de la sencillez y método de un filósofo. Allí, en un ángulo de la habitación, descansaba impasible, colgada al muro la gloriosa espada que cambió un día la faz de la América occidental. Tuve el placer de tocarla y verla a mi gusto; es excesivamente curva, algo corta, el puño sin guarnición; en una palabra: de la forma denominada vulgarmente moruna. Está admirablemente conservada: sus grandes virolas son amarillas, labradas, y la vaina que la sostiene es de un cuero negro graneado semejante al del jabalí. La hoja es blanca enteramente, sin pavón ni ornamento alguno. A su lado estaban también las pistolas grandes, inglesas, con que nuestro guerrero hizo la campaña del Pacífico.
Vista la espada, se venía naturalmente el deseo de conocer el trofeo con ella conquistado. Tuve, pues, el gusto de examinar muy despacio el famoso estandarte de Pizarro que el Cabildo de Lima regaló al general San Martín, en remuneración de sus brillantes hechos. Abierto completamente sobre el piso del salón, lo vi en todas sus partes y dimensiones. Es como de nueve cuartas nuestras de largo; y su ancho como de siete cuartas. El fleco de seda y oro ha desaparecido casi totalmente. Se puede decir que del estandarte primitivo se conservan apenas algunos fragmentos adheridos con esmero a un fondo de seda amarillo. El pedazo más grande es el del centro, especie de chapón donde sin duda estaba el escudo de armas de España, y en que hoy no se ve sino un tejido azul confuso y sin idea ni pensamiento inteligibles. Sobre el fondo amarillo o caña del actual estandarte se ven diferentes letreros, hechos con tinta negra, en que se manifiestan las diferentes ocasiones en que ha sido sacado a las procesiones solemnes por los alféreces reales que allí mismo se mencionan.
¿Quién si no el general San Martín debía poseer este brillante gaje de una dominación que había abatido con su espada? Se puede decir con verdad que el general San Martín es el vencedor de Pizarro: ¿a quién, pues, mejor que al vencedor tocaba la bandera del vencido? La envolvió a su espada y se retiró a la vida oscura, dejando a su gran colega de Colombia la gloria de concluir la obra que él había casi llevado hasta su fin…
No hay ejemplo (que nosotros sepamos) de que el general San Martín haya facilitado datos ni notas para servir a redacciones que hubieran podido serle muy honrosas; y difícilmente tendremos hombre público que haya sido solicitado más que él para darlas… Se me ha dicho que cuando la aparición de la Memoria sobre el general Arenales, publicada por su hijo, un hombre público de nuestro país escribió al general San Martín solicitando de él algunos datos y su consentimiento para refutar al coronel Arenales en algunos puntos en que no se apreciaba con la bastante latitud los hechos esclarecidos del Libertador de Lima. El general San Martín rehusó los datos y hasta el permiso de refutar a nadie en provecho de su celebridad.
El actual Rey de Francia, que es conocedor de la historia americana, habiendo hecho reminiscencia del general San Martín, en presencia de un agente público de América, con quien hablaba a la sazón, supo que se hallaba en París desde largo tiempo. Y como el Rey aceptase la oferta que le fué hecha inmediatamente de presentar ante S. M. al general americano, no tardó en ser solicitado con el fin referido; pero el modesto general, que nada tiene que hacer con los reyes, y que no gusta de hacer la corte, ni de que se la hagan a él, que no aspira ni ambiciona a distinciones humanas, pues que está en Europa, se puede decir, huyendo de los homenajes de catorce repúblicas, libres en gran parte por su espada, que si no tiene corona regia, la lleva de frondosos laureles, en nada menos pensó que en aceptar el honor de ser recibido por S. M. y no seré yo el que diga que hubiese hecho mal en esto.
Antes que el señor marqués Aguado verificase en España el paseo que le acarreó su fin, hizo las más vehementes instancias a su amigo el general San Martín para que le acompañase al otro lado del Pirineo. El general se resistió, observándole que su calidad de general argentino le estorbaba entrar en un país con el cual el suyo había estado en guerra sin que hasta hoy tratado alguno de paz hubiese puesto fin al entredicho que había sucedido a las hostilidades: y que en calidad de simple ciudadano le era absolutamente imposible aparecer en España, por vivos que fuesen los deseos que tenía por acompañarle. El señor de Aguado, no considerando invencible este obstáculo, hizo la tentativa de hacer venir de la corte de Madrid el allanamiento de la dificultad. Pero fué en vano porque el gobierno español, al paso que manifestó absoluta deferencia por la entrada del general San Martín cómo hombre privado, se opuso a que lo verificase en su rango de general argentino. El Libertador de Chile y el Perú, que se dejaría tener por hombre oscuro en todos los pueblos de la tierra, se guardó bien de presentarse ante sus viejos rivales, de otro modo que con su casaca de Maipo y Callao: se abstuvo, pues, de acompañar a su antiguo camarada. El señor de Aguado marchó sin su amigo y fué la última vez que le vió en la vida. Nombrado testamentario y tutor de los hijos del rico banquero de París, ha tenido que dejar hasta cierto punto las habitudes de la vida inactiva que eran tan funestas a su salud. La confianza de la administración de una de las más notables fortunas de Francia, hecha a nuestro ilustre soldado por un hombre que le conocía desde la juventud, hace tanto honor a las prendas de su carácter privado, como sus hechos de armas ilustran su vida pública. El general San Martín habla a menudo de la América en sus conversaciones íntimas, con el más animado placer: hombres, sucesos, escenas públicas y personales, todo lo recuerda con admirable exactitud. Dudo, sin embargo, que alguna vez se resuelva a cambiar los placeres estériles del suelo extranjero por los peligros e inquietos goces de su peligroso país. Por otra parte, ¿será posible que sus adioses de 1829, hayan de ser los últimos que deba dirigir a la América, el país de su cuna y de sus grandes hazañas?
J. B. ALBERDI.

miércoles, 29 de enero de 2020

RETRATO DEL GENERAL BELGRANO


POR JOSÉ CELEDONIO BALBÍN.
El general Belgrano era de regular estatura, pelo rubio, cara y nariz fina, color muy blanco, algo rosado, sin barba; tenía una fístula bajo un ojo —que no lo desfiguraba porque era casi imperceptible—; su cara era más bien de alemán que de porteño.   No se le podía acompañar por la calle porque su andar era casi corriendo; no dormía más que tres o cuatro horas, montando a caballo a medianoche, que salía de ronda a observar el ejército, acompañado solamente de un ordenanza. Era tal la abnegación con que este hombre extraordinario se entregó a la libertad de su patria, que no tenía un momento de reposo, nunca buscaba su comodidad, con el mismo placer se acostaba en el suelo que en la mullida cama.
No es cierto que hiciese demasiada ostentación de los usos europeos hasta el grado de chocar las costumbres nacionales (como lo dice Paz), como no es cierto que se presentase en público con lujo ni con el esmero de un elegante refinado. Se presentaba aseado, como lo había conocido yo siempre, con una levita de paño azul, con alamares de seda negra, que se usaba entonces, su espada y gorra militar de paño. Su caballo no tenía más lujo que un gran mandil de paño azul, sin galón alguno, que cubría la silla y que estaba yo cansado de verlo usar en Buenos Aires a todos los jefes de caballería.
Todo el lujo que llevó al ejército fué una volanta inglesa de dos ruedas, que él manejaba, con un caballo y en la que paseaba algunas mañanas, acompañado de su segundo el general Cruz. Esto llamaba la atención porque era la primera vez que se veía en Tucumán. En los días clásicos, en que vestía uniforme, se presentaba con un sombrero ribeteado con un rico galón de oro que le había regalado el hoy general Tomás Iriarte… La casa que habitaba, y que el general mandó edificar en la Ciudadela, era de techo de paja, dos bancos de madera, una mesa ordinaria, un catre pequeño de campaña con delgado colchón que siempre estaba doblado, y la prueba de que su equipaje era muy modesto fue que, al año de haber llegado, me hizo presente se hallaba sin camisas, y me pidió le hiciese traer de Buenos Aires dos piezas de irlanda de hilo, lo que efectué. Se hallaba siempre en la mayor escasez, así es que muchas veces me mandó pedir cien o doscientos pesos para comer. Lo he visto tres o cuatro veces, en diferentes épocas con las botas remendadas, y no se parecía en esto a ningún elegante de París y Londres…
El general Belgrano era un hombre de talento cultivado, de maneras finas y elegantes, gustaba mucho del trato de las señoras; un día me dijo que, algo de lo que sabía, lo había aprendido en la sociedad con ellas. Otro día me dijo: «Me lleno de placer cuando voy de visita a una casa y encuentro en el estrado, en sociedad con las señoras, a los oficiales de mi ejército, en el trato con ellas los hombres se acostumbran a los modales finos y agradables, se hacen amables y sensibles; en fin, el hombre que gusta de la sociedad de ellas, nunca puede ser un malvado». Esta ocurrencia me hizo reír mucho.
El general era muy honrado, desinteresado, recto; perseguía el juego y el robo en su ejército; no permitía que se le robase un solo peso al Estado, ni que se le vendiese más caro que a los otros. Como yo le había hecho a él algunos servicios, y muy continuos al ejército, sin interés alguno, cuando necesitaba paños, lencería u alguna otra cosa para el ejército, me llamaba y me decía: «Amigo Balbín, necesito tal cantidad de efectos, tráigame las muestras y el último precio, en la inteligencia de que, a igual precio e igual calidad usted es preferido a todos, pero a igual calidad y un centavo menos, cualquier otro». Después llamaba a los demás comerciantes. Generalmente éstos no tenían las cantidades que necesitaba el general ni podían vender tan acomodado como yo, por ser más valioso el negocio a mi cargo; así es que, continuamente le hacía ventas.

JOSÉ CELEDONIO BALBÍN.
El señor Balbín era comerciante y conoció muy de cerca al general Belgrano en Tucumán y Buenos Aires. En 1860, escribió al general Mitre —entonces coronel— dos interesantes cartas sobre la personalidad de Belgrano

martes, 28 de enero de 2020

Domingo Faustino Sarmiento...1ra parte

Por el Prof. Jbismarck
Fue un tremendo y constante extravertido, es decir, un hombre que vivió siempre hacia afuera. Para él la vida interior no existía. No le preocuparon sino las cosas exteriores y objetivas: las obras de progreso, las leyes, la política. Moverse, escribir, pelear, gritar, planear obras prácticas, proponer a montones ideas útiles, eso fue su vida. Su voluntad era poderosa e indomable.  Sin embargo, cuando quería algo, no paraba hasta conseguirlo. Sarmiento procedía por impulsos espontáneos e incontenibles y que se renovaban sin cesar, sobre todo cuando algo los obstaculizaba. Su egolatría anormal, que le llevó hasta decir que sus hechos militares “bastarían a embellecer la foja de servicios de los más acreditados generales”; su vanidad pueril, que le empujaba a autoelogiarse y a no tolerar el menor disentimiento con sus ideas; Necesitaba de otros que lo exaltasen, que propagaran sus talentos y méritos. Rivadavia, Mitre, Roca, Hipólito Yrigoyen, contaron con fervientes y casi fanáticos fieles que los veneraban y vivían elogiándolos. Sarmiento no los tuvo. De sus amigos de la infancia y adolescencia, uno, Rawson, fue su adversario. Otro, Aberastain, verdadero admirador suyo, vivía muy lejos, allá en San Juan, y murió pronto. Los demás, como Laspiur y Cortínez, no le hicieron propaganda. No teniendo quien lo dijera, lo dijo él mismo, y no una sino diez mil veces. 
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 Su costumbre de mentir la había heredado.  El dijo que los Sarmiento eran mentirosos y pintó como tal a su padre. Más de una vez reconoció tener ese vicio, como en su carta del 28 de Octubre de 1868 a Manuel Rafael García: “Si miento lo hago como don de familia, con la naturalidad y la sencillez de la verdad”.  
De un hombre que miente puede esperarse todo, hasta el calumniar. Pero Sarmiento no faltaba a la verdad sino cuando hablaba de sí o cuando se refería a sus contrarios. Exageraba tremendamente la maldad o los defectos de quienes le atacaban. No tenía escrúpulos para dejar mal a un enemigo, como cuando le escribió a García que Mitre había ido tres veces borracho al Senado. Y sin embargo, y en lo que le era extraño, amaba la verdad.  
Sublevábale que se tergiversasen loa hechos pasados. Y quería que la Historia presentase a los hombres como hablan sido, con sus virtudes y sus vicios.  Muchas de sus mentiras fueron creídas por otros, hasta por la posteridad, lo que es grave.
Casi al mismo tiempo que, escribiéndole a Mary Mánn, reconocía no haber fundado sino veinte escuelas, de las cuales dos en la ciudad de Buenos Aires, decía a sus amigos de la Argentina que había “sembrado” de escuelas el país...Sus virtudes fueron la honradez y el desinterés en materia de dinero; la generosidad, cien veces evidenciada, como cuando ascendió a un jefe que no le había querido ascender a él; y la ausencia de rencor, que le permitía, por ejemplo, en un artículo sobre Frías, que acababa de morir, elogiar al amigo que pocos años atrás recordádole lo de Magallanes. 
Era optimista, excusaba o comprendía los defectos de los otros; afectuoso en el trato social, y simpático cuando quería; sincero casi siempre; amigo de los niños; nada figurón, como es común en nuestros hombres importantes, sino sencillo y accesible; y enemigo de chismes y envidias. Sus odios no fueron eternos, como se ha visto en el abrazo a Alberdi;   
Era ingenuo, como todo hombre demasiado franco: ingenuo es el que no esconde ni disimula su carácter. Dejaba ver, sin intento de impedirlo, su monstruoso orgullo y vanidad.   Incurrió en numerosas y grandes maldades; calumniar gravemente, ridiculizar en público, ofender de palabra, alegrarse de la muerte de otros. El general Roca dijo que Sarmiento amaba a la humanidad y no al hombre. Pero si no era permanentemente bueno, debe reconocerse que tenía momentos de bondad.  
Lo más interesante en él era su temperamento, con sus virtudes y defectos.   Su “saber”, era periodístico. No era, en realidad, saber, sino información. Desde los treinta años escribió sobre todo. Debía creer que el periódico equivale a la escuela, y por eso imaginaba saberlo todo y poder enseñar y gobernar.  Lo que caracteriza al periodista es la improvisación. El improvisó sus libros como había improvisado sus artículos y su cultura. Leyó mucho en su juventud y en Chile.  Después, no gran cosa, según asevera Mansilla, que le trató intimamente.
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 Como gobernante, lo que no imitó de los Estados Unidos fué improvisado.   Gobernó como periodista, dando excesivo lugar a la polémica y pelear con los diarios adversos. Tan mal lo hizo en ocasiones que Posse, el más íntimo de sus amigos, vióse obligado a combatirle en un diario de Tucumán. En cuanto al gobierno propiamente dicho, procedió siempre con desorden. Su literatura tiene origen periodístico y polémico y fué improvisada, y el arte no es obra de la improvisación. Habituado, como redactor de diarios, a manejar realidades, a moverse en la realidad y a adaptarse, fué “oportunista” en política. De ahí sus contradicciones. Por oportunismo estuvo en contra de las intervenciones en las provincias cuando era gobernador, y en favor de las intervenciones cuando era Presidente.   Fue la encarnación de la inestabilidad. Jamás un hombre se ha contradecido tanto. El contradecirse es propio del periodista. 
Se objetará que Mitre fué periodista, y sin embargo... No, Mitre no fue periodista en la exacta acepción del término. Era dueño de un diario, pero no escribía cotidianamente. Sus artículos aparecían de tarde en tarde, y eran siempre meditados.  
¿Fué Sarmiento un genio? ¿Tuvo el talento que se le atribuye? Su inteligencia, ¿era clara, comprensiva, penetrante? Conviene recordar que inteligencia, talento y genio no son grados de la capacidad mental. Además, quien tiene el genio literario o musical puede no tener la menor inteligencia en pintura o filosofía.   Sarmiento fué hombre de intuiciones. Por algunas que hay en el Facunda y en otras obras suyas, pudiérasele creer, por lo menos un “genialoide”.  Tenía imágenes e ideas de las que solemos considerar como geniales: el exceso de caballos en el Uruguay dió origen al caudillismo; para terminar con las guerras civiles hay que alambrar los campos; el Paraná se desfleca —refiérese al delta— en el Plata. Pero estas frases, que no son raras en los escritores de talento, aun en los nada más que ingeniosos, no bastan para manifestar la genialidad. Ni tampoco las bellezas del Facundo, pues este libro no constituye una creación sino una interpretación de personas y sucesos históricos
Como gobernante, Sarmiento no creó nada ni demostró genialidad en ninguna de sus obras: no la hay en construir puentes y caminos ni en mandar intervenciones a las provincias. Y no fué tampoco un pedagogo genial, pues no se precisa genio para difundir ideas educacionales conocidas ni menos para aplicarlas. 
Y si el genio es, “una muy grande aptitud para la paciencia”, Sarmiento no lo tenía.  Por sus adivinaciones considérasele un vidente. Pero esas adivinaciones, que él cacareó durante su vida entera, como el haber previsto la revolución del 48 en Francia, fueron pocas. 
Para adivinar la grandeza de la Argentina no hacía falta ser vidente. Muchos la previeron. En cambio él se equivocó mil veces. Anunció cosas que no ocurrieron. No vió otras muy importantes: el futuro valer de la Patagónia, el marxismo, la genialidad del Martín Fierro, las luchas por la soberanía, y el peligro del yanqui, del que nos advirtió Pellegrini.  ¿Tendría una profunda y aguda inteligencia Sarmiento? De ningún modo. Jamás interpretó o repitió con exactitud lo que sus enemigos habían dicho. Indudablemente había en él mala fe. Pero en ocasiones no entendía y lo confundía todo, principalmente en materia religiosa. 
No comprendía porque no meditaba. Jamás, antes de escribir, trató pacientemente de aclarar sus ideas. lo que tenía, en alto grado, era talento de escritor, no de gobernante, ni de política Groussac dice que poseía el don “de suplir el análisis de los fenómenos con un admirable poder de síntesis”. Y esto es el talento: la aptitud para la síntesis
Por desgracia, Sarmiento no supo administrar su don. Además, su talento era raro, desorbitado, algo incoherente. Pero la personalidad, que va siempre anexa al talento, él  la tenía poderosa, como escritor y como hombre.  Para su posteridad Sarmiento fue liberal, en política y en religión.  
Y hasta abundan quienes le consideran el padre del liberalismo argentino.    Un liberal en política, un demócrata, no es partidario del autoritarismo, ni en la teoría ni en la práctica. No es tampoco un espíritu dogmático» y lo era en grado superlativo».   
Desde los treinta hasta los cuarenta años sirvió en Chile a gobiernos autoritarios y aun despóticos. En el Estado de Buenos Aires aprobó todas las atrocidades cometidas por los sucesores de Rosas, desde la matanza de Villamayor hasta la confinación de tal cual enemigo. 
En San Juan, según él mismo lo contó, imponía personalmente contribuciones en dinero, con amenazas de cárcel. En Estados Unidos encontró buenos los atropellos del Presidente Johnson, que practicaba el gobierno fuerte; como había aplaudido los golpes dictatoriales de Lincoln. Era contrario al sufragio universal: deseaba prohibir el voto a los menores de edad, a los analfabetos y a los negros. 
Durante su Presidencia fueron fusiladas unas treinta personas. Puso a precio la cabeza de López Jordán y de otros. Clausuro diarios, entre ellos La Nación y La Prensa. Elogió en Argirópolis a todos los imperialismos, inclusive al prusiano.  Un liberal cree en la igualdad de los hombres: para Sarmiento los negros, los indios, los gauchos, apenas eran seres humanos y los odiaba. 
El liberal niega al Estado el derecho de matar, y Sarmiento defendió en Chile la pena de muerte. Ningún liberal acepta los castigos corporales en las escuelas, y él, aunque no los estableció, los consideraba necesarios. No es demócrata el que quiere el máximo de gobierno, y Sarmiento declaraba el estado de sitio a dos por tres.  
La fórmula del liberalismo político es: un policía para guardar el orden, y nada más; y él quería “más educación y más gobierno”. Jamás negó sus principios autoritarios, aunque, a la par, por una contradicción entre sus ideales y su temperamento, declarábase liberal. Pero como lo que vale no es tanto lo que un hombre dice como lo que hace practicó el autoritarismo más violento.

bibliografía:
De Paoli, Pedro "Sarmiento y su gravitación en el Desarrollo Nacional"
Furlong Guillermo "En defensa de Sarmiento"
Gálvez Manuel "Vida de Sarmiento"
Lugones Leopoldo "Sarmiento"
Pérez AMuchástegui A. J.  "Crónica Argentina"

viernes, 24 de enero de 2020

José Figueroa Alcorta o la muerte política de Roca


Por el Prof. JBismarck
Ante la muerte de Sir Manuel Quintana, José Figueroa Alcorta asumió la efectividad del poder, que desempeñaba provisoriamente desde diciembre por enfermedad del titular.
Figueroa Alcorta, nacido en Córdoba en 1860, había estudiado leyes en su ciudad natal. Al año de recibirse integraba como senador la legislatura de su provincia: eran tiempos de juarismo y el joven político frecuentó “El Panal”, que prestigiaba al unicato y apoyaba la candidatura méritos oficialistas en “El Interior”.   En 1892 será diputado nacional roquista, y tres años más tarde asciende a la gobernación de Córdoba, donde sostiene en 1898 la candidatura presidencial de su jefe Julio A. Roca. Ese año, terminado su período de gobernador, será senador nacional por nueve años.  Fue elegido por Roca para integrar la fórmula presidencial con Manuel Quintana.  El episodio que le tocó vivir en la revolución del 4 de febrero de 1905 (capturado por los Radicales)  lo distanció de Quintana. 
 Figueroa guardó prudente silencio, pero se le atribuyó debilidad de carácter y se movió una campaña para eliminarlo del cargo. El resentimiento de Quintana y el juego político de Ugarte (temeroso que por el estado de salud del Presidente ocupase el puesto un roquista) preanunciaron un juicio político. 
Emilio Mitre empezó el ataque en La Nación, sólo acallado por el estado de sitio. No se llegó a nada porque Pellegrini desde Europa tomó su defensa, y porque Quintana moriría antes de madurar el complot.   Contra lo supuesto por sus detractores, Figueroa reveló condiciones de carácter y energía. Sin capital político propio y sin prestigio personal, supo conducirse como un jefe “único” y mostró rasgos de habilidad y astucia que le permitieron contender victoriosamente contra todos. 
Lo ayudó su valoración realista de los hombres y un conocimiento acertado del medio y la hora. En esto llevaba ventajas a su coterráneo y antiguo jefe Juárez Celman.  No era indudablemente un estadista. Pero consiguió cumplir un agitado período de gobierno sin dejarse manejar por otros. Nombro sus propios ministros, eran amigos de Pellegrini (Federico Pinedo en instrucción pública y Ezequiel Ramos Mexía en agricultura); dos republicanos (el ingeniero Miguel Tedín en Obras Públicas y Norberto Piñero en hacienda), y a Manuel Augusto Montes de Oca en relaciones exteriores. 
A los ministros militares (Luis María Campos en guerra y Onofre Betbeder en marina) que acompañaron a Roca en su segunda presidencia podía tenérselos como puentes abiertos al ausente Zorro.  
Roca había madurado una enemistad tenaz contra Pellegrini, semejante a la que tuvo antes con Dardo Rocha (factor primordial de su candidatura en 1880 como Pellegrini lo había sido en 1898).  Pellegrini y sus hombres fueron los elementos de consulta del Presidente.  Lamentablemente el "Gringo" falleceria en 1905.
El congreso (fuera de algunos ex-pellegrinistas o bernardistas) estaba totalmente contra el presidente. No sólo se negaba a votar el presupuesto, sino que intentó iniciarle juicio político.   Figueroa arremetió contra el congreso. Con la firma de sus ministros lo clausuró por el medio simple de retirar los asuntos sometidos a las sesiones extraordinarias, y puso en vigencia para 1908 por simple decreto, el presupuesto de 1907.  
Sin embargo era constitucionalmente defendible. Si el ejecutivo tenía facultad para convocar a sesiones extraordinarias sometiendo los asuntos a tratarse, estaba dentro de la lógica que podía retirarlos.  Los bomberos ocuparon el congreso impidiendo el acceso a los legisladores, la policía cuidó que no se reuniesen en otro sitio. 
Se planeó una sesión en territorio de la provincia pero Figueroa y Avellaneda circularon a los gobernadores —“como agentes naturales del P.E. nacional”— que impidiesen las reuniones en sus jurisdicciones.   La Nación clamó contra “el atropello constitucional”, así como casi toda la prensa. Hubo juntas revolucionarias en casa de amigos de Ugarte (Roca, más perspicaz, se llamó a silencio). Se habló de movilizar a las fuerzas bonaerenses (policía y guardiacárceles), también de movilizaciones en las provincias.  
Algunos optimistas esperaron un levantamiento popular “en defensa de la constitución”.   Los gobernadores desconcertados quedaron a la expectativa (menos Adaro de San Luis, que, reconocio a Figueroa, lo aplaudió públicamente).  
No pasó nada pese a los inflamados editoriales de El Diario y los artículos condenatorios de La Nación (La Prensa, influida por el ministro Zeballos, se limitó a un solo editorial para salvar los principios). No se produjo la “efervescencia popular” ni se conspiró con posibilidad de cuartel. Por el contrario, el público que acudió el 25 para ver la llegada de los congresales al clausurado congreso, los abucheaba.
El presidente mostró una decisión que asombró a quienes lo tenían —desde el episodio de la revolución radical de 1905— por timorato y vacilante.  Logrando imponer su propio candidato en las elecciones de 1910: el Embajador Argentino en Italia Roque Sáenz Peña

miércoles, 22 de enero de 2020

Almirante Guillermo Brown y el Chocolate patrio....


por Daniel Balmaceda

La conducta de Guillermo Brown en la mesa era inal­terable. Su asistente Gonzálvez, quien pasó años junto al almirante, contó que era “un hombre sobrio, metódico en sus manjares”. Esas cualidades lo han convertido en una de las figuras de nuestra historia con costumbres arraigadas y un menú estricto.
Siempre se levantaba antes de la salida del sol, aunque el barco estuviera detenido en el puerto. Para despabilarse, en la mesa de su camarote lo aguardaba la tetera con dos tazas y media de agua hirviendo. El propio despensero se encargaba de verter dos cucharas soperas de té (que previamente había medido el propio marino), lo que equivalía a unos ocho o diez saquitos actuales. Semejante cantidad hacía que el té fuera bien fuerte, como le gustaba al irlandés. Así lo tomaba cuando estaba fondeado. Pero si se encontraba navegando, le agregaba dos cucharadas soperas de leche caliente, pero jamás hervida.
Mientras el marino disfrutaba del té, el despensero se mantenía de pie a un costado. Cuando terminaba su taza, Brown le ordenaba que se sirviera y tomara. Una vez que el despensero había consumido su té, debía lavar la tetera hasta que quedara reluciente. Estas manías del almirante tenían que ver con su temor a ser envenenado. Al convidar al sirviente solo pretendía dejar en claro que si el hombre le ponía algún tipo de veneno, también él debería tomarlo. En cuanto a la limpieza de la tetera, perseguía el mismo fin.
Ya puedo cambiar de puerto”La muerte de Guillermo Brown (1777 ...
Concluidas las dos tazas subía a la cubierta para controlar los trabajos e informarse de novedades. La actividad se suspendía a las ocho de la mañana, lloviera o tronara, porque llegaba el tiempo de un primer almuerzo que, como vemos, no era precisamente al mediodía ni mucho menos.
A la mesa del almirante llegaba un bife a la inglesa —más bien crudo— con papas que él mismo pelaba. Para aderezar, en otro plato tenía su tarro de mostaza inglesa estirada con vinagre más un poco de sal que él mismo había separado previamente para no padecer alteraciones peligrosas. En caso de que dispusiera de huevos, comía tres pasados por agua, muy blandos, que estaban contenidos en un vaso. Recordemos que estamos hablando de su almuerzo a las ocho de la mañana. Después del bife y los huevos era el turno de las galletas, o rebanadas de pan, con manteca; más un vaso de vino de oporto.
Este menú fijo podía llegar a variar durante las travesías por falta de ingredientes. Las alternativas eran el jamón o la panceta de Holanda, fritos, con pickles que llevaban en tarros.
A las doce del mediodía volvía a comer. Por lo general, carne al horno muy jugosa, con papas embebidas en el propio jugo, y acompañada por una sopa de cebada o arvejas. De Manual de la criada económica copiamos un potaje de guisantes que nos permitirá acercarnos al menú del marino:
 1) Se echarán los guisantes en un puchero con sal, cebollas, zanahorias, unos puerros, apio, y si fuese para día de carne, un pedazo de tocino.
2) Cuando los guisantes están ya bien cocidos, se espachurran con un cucharón, se ponen en un colador y se pasan, quedándose en el colador los hollejos o pieles de la legumbre.
3) Se dispone el potaje, y se le añade caldo de carne, de pescado, o agua y encima se sirve el puré.
 Arribamos al postre. Brown tenía predilección por el budín con pasas de uva, con una pizca de coñac, grasa de vaca y un poco de azúcar, que se servía caliente y se sazonaba con oporto o jerez. Siempre sobraba budín y se guardaba para la tarde, cuando lo cortaba en tajadas que freía hasta tostarlas y acompañaban el religioso té. Esta era la última comida del día (a las cinco en invierno o a las siete en verano), salvo que tuviera que mantenerse despierto durante la noche por cuestiones de marinería. En esos casos, tomaba “una taza de café de cebada inglesa tostada, que suple e imita al café de Habana o Brasil”, contaba su asistente Gonzálvez, quien además aseguraba que Brown no quería saber nada con el café clásico porque estaba convencido de que cierta vez que fue tomado prisionero en las Antillas, los ingleses quisieron matarlo con venenos que le pusieron en su café.
Ya retirado, el gran almirante Guillermo Brown murió el 3 de marzo de 1857, a semanas de cumplir los 80 años. ¿Qué nos legó el irlandés del menú fijo? Además de los valores y su ejemplo como tenaz conductor de nuestra flota, Brown nos dejó el entrañable y simbólico chocolate de la Patria.
Nos trasladamos al 25 de mayo de 1826, en tiempos en que la Confederación Argentina se encontraba en guerra contra Brasil y el escenario de la contienda era el Río de la Plata. Durante la tarde, los porteños asistieron a un espectáculo único: el enfrentamiento de las fuerzas navales patriotas comandadas por Guillermo Brown. En realidad, fue una demostración de cañoneo a las naves brasileñas, que no respondieron sino que se retiraron, ante la algarabía general. Fue uno de los tantos combates de los Pozos que se llevaron a cabo en la zona de los Pozos, actual Puerto Madero. En las naves se celebró el 25 de Mayo con un chocolate caliente que templó los ánimos y combatió el frío.
A partir de esa mañana, gracias a Brown, surgió la tradición del chocolate caliente como bebida oficial de los días patrios.


sábado, 11 de enero de 2020

Bernardino González Rivadavia

Por el Prof. Jbismarck
Muchas veces al recorrer nuestro hermoso Boulevar “Ayacucho” en General San Martín, observamos el busto de uno de los personajes más polémicos y discutidos de nuestra historia nacional: Don Bernardino González….a quien conocemos por Rivadavia….(apellido de su madre…). Los primeros e interesados historiadores argentinos: Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López lo convirtieron (intentando autojustificarse…sobre todo Mitre) en el GRAN PRÓCER DE LOS ARGENTINOS DEL SIGLO XIX…..De ahí que la gran avenida argentina se llamara Rivadavia….que los paseos públicos lo recordasen permanentemente, que sus estatuas y bustos atiborren el país…… Al promediar el siglo XX con el llamado “Revisionismo Histórico” basado en la búsqueda permanente de documentos, testimonios, relatos, periódicos extranjeros. Convirtieron al “Padre de las luces” en un personaje mediocre, envidioso, enemigo de San Martín, lacayo de la corona británica etc.
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En esta nota narraremos los acontecimientos que originaron la llamado “deuda externa Argentina” y la “Primera Guerra contra el Brasil”con su consecuencia inmediata: La declaración de la Independencia del Uruguay.
Alrededor de 1820 asume la Gobernación de Buenos Aires un personaje mediocre: el Gral. Martín Rodríguez; militar que habia tenido una actuación secundaria en las primeras campañas militares por la independencia y sufrido derrotas humillantes contra las tribus aborígenes de la provincia de Buenos Aires y cuyo principal mérito consistía en haber fundado un fortín que dio origen a la ciudad de Tandil (“Piedra que se mueve”); el mediocre Gobernador necesita de un ministro trabajador e innovador….Nombra entonces a Bernardino González (quién firmaba Rivadavia…para diferenciarse del 10% de la población de ese entonces quien tenía su mismo apellido…) Rivadavia se apropió de los recursos de la ADUANA que eran Nacionales y los provincializó……Rivadavia se dedicó a procurar a su Estado provincial la ma­yor prosperidad, aprovechando las ventajas subsis­tentes de la organización virreinal. Le parecía más fácil consumar la independencia con una com­pra que por las armas. Y ABANDONÓ AL GENERAL SAN MARTÍN EN GUAYAQUIL comprometiendose a pagar 20 millones a los li­berales españoles; A consecuencia de tales desfallecimientos en la conducción de la república naciente, se perdieron dos opulentas provincias. Del Alto Perú, (actual Bolivia) Rivadavia había dicho, en un decreto del Triunvirato, que las minas de oro y plata eran “fruto más precioso de nuestro Suelo". Sin embargo dejó per­derlo para no financiar el ejército de provincianos que pedía San Martín. 
Cuando Sucre ganó la batalla de Ayacucho, convocó una asamblea cons­tituyente en el territorio que nos pertenecía  y decretó el nacimiento de Bolivia como nación independiente. 
La gestión financiera del grupo rivadaviano ha­bría de repercutir desastrosamente en el resultado de la guerra. Pese a que Buenos Aires, por no financiar ninguna causa nacional, era próspera, contrató un empréstito con la Banca Baring Brothers de Londres, operación que el Deán Funes calificó como desatino, pues implicaba contraer deudas cuando se tiene dinero propio. 
Negociado deplorablemente, contratado por un inglés comisionado por la Argentina, la operación endeudó al país en un millón de libras, de las que se re­cibieron 570 mil, pero no en metálico (para lo que se contrató el empréstito) sino en letras de co­merciantes ingleses de plaza. Se creó un banco emisor, ma­nejado por extranjeros que se quedaron con la mayoría de sus acciones.   LA GARANTÍA DE ESTE PRÉSTAMO ERA LA TIERRA PÚBLICA…ES DECIR SE HIPOTECÓ EL PAÍS…..ESTE ES EL ANTECEDENTE DE LA MONSTRUOSA DEUDA EXTERNA QUE NOS OPRIME……POR LO QUE SI SEGUIMOS IGNORANDO NUESTRA HISTORIA….EN EL SIGLO XXII LAS ESTATUAS Y BUSTOS DE DOMINGO CAVALLO, MAURICIO MACRI O DUJOVNE INUNDARÁN NUESTRO PAÍS……
En la Banda Oriental (URUGUAY) , mientras tanto, se busca la unidad con las provincias unidas y rechazar a los brasileños. Entre otros argentinos, colabora con los emigrados uruguayos el futuro caudillo Juan Manuel de Rosas, quien, so pretexto de revisar campos allende el río Uruguay, contribuye a los preparativos de una invasión a la provincia usurpada. La expedición de los 33 Orientales, desembarcados en la Agraciada en 1825, provoca el levantamiento unánime de la población; Lavalleja y Oribe los jefes patriotas orientales organizan el congreso de la Florida. que decreta la incorpora­ción de la revolucionada provincia a la nación argentina.
Para entonces, en ésta se había reunido un congreso, convocado por los liberales como siempre que querían excusar sus medidas dilato­rias de toda acción exterior. 
Y este cuerpo no tuvo más remedio que aceptar aquella reincorporación, a riesgo de un conflicto con el Brasil, que el gobierno  porteño había tratado de evitar durante años por todos los medios. Ante un insultante ulti­matum del EMPERADOR DEL BRASIL, la guerra estalló, bajo la presión de la opinión pública, la que desde la ba­talla de Ayacucho mostrábase exaltada contra la pusilanimidad de gobernantes.
 Este sentimiento queda registrado en la correspondencia del Deán Funes con Bolívar, cuando le confiesa su indigna­ción ante la obsecuencia de RIVADAVIA para con el agente inglés (Recuerdan al gobierno de Menem?.,,al funcionario Di Tella con el gobierno de EEUU), quien se oponía a toda posibi­lidad de que la Argentina recuperase la provincia oriental y quedara dueña de arribas márgenes del Plata. Los hechos justificaron aquel optimismo.   Mientras el Congreso General Constituyente reunido en Buenos Aires proclama a Bernardino Rivadavia Presidente de la Argentina…..AQUI HAY QUE ACLARAR QUE RIVADAVIA FUE RECHAZADO POR EL PUEBLO, POR LAS PROVINCIAS, NO FUE AVALADO POR NINGUN DOCUMENTO LEGAL E DECIR CONSTITUCIONAL Y SALVO ESTE MINUSCULO GRUPO DE DIPUTADOS NADIE LO RESPALDÓ…..POR LO QUE ES UN GRAVE ERROR SEGUIR CONSIDERANDO COMO LO HACEN ALGUNOS ….A RIVADAVIA COMO PRIMER PRESIDENTE DE LOS ARGENTINOS……EL REPUDIO GENERALIZADO A RIVADAVIA ORIGINA LA GUERRA CIVIL EN MEDIO DE LA GUERRA EXTRANJERA.. Sus estragos se sienten primero en el norte y en el centro de la república. El pre­sidente apoyó con armas y dinero a la Liga del Norte, formada por Lamadrid. Las amenazas con­tra los caudillos intercambiadas entre Lamadrid y Rivadavia, e interceptadas, hicieron arder al país.  
Pero la lucha exterior Contra el Brasil, en agua y tierra era en general favorable a las armas argentinas. Brown repitió sus hazañas de la guerra emancipadora en las aguas del Plata, anulando a la fuerza marítima en la que Brasil confiaba más que en su ejército, derrotado, tras sucesivos encuentros parciales, en la decisiva batalla de Ituzaingó, el 20 de febrero de 1827. 
Pero el gobierno de Rivadavia no podía proporcionarle los medios de explotar la victoria.  El presidente, aislado del resto del país, pensaba en la paz y coincidía sin duda con su canciller García, quien siempre creyó que a la Argentina no le convenía la reincorporación de la Banda Orien­tal, según nos lo refiere Vicente Fidel López.
Las sugestiones de Lord Ponsonby en el mismo sentido obedecían a instrucciones de su gobierno. A In­glaterra 'le interesaba debilitar al Estado poseedor de la cuenca del Plata. Explotar a dos Estados débiles es más fácil que hacerlo con uno solo. 
EL "SAPO DEL DILUVIO" TUVO QUE RENUNCIAR....pero seguirá conspirando.....

jueves, 9 de enero de 2020

Los últimos días del "General" Sarmiento....


Por el Prof. Jbismarck
Año 1874…Sarmiento entrega la Banda Presidencial a Nicolás Avellaneda.  Sarmiento es ahora un ciudadano como cualquier otro.  Su espíritu se mantiene joven y enérgico. ¿En qué ocupará su actividad tremenda?   Dicen sus biógrafos que está pobre. No tanto. Con su sueldo de coronel, un hombre solo, habituado a una existencia austera, puede vivir. Pero Avellaneda, creyéndole pobre él también, dícele que le pida sigo. Sarmiento le contesta que le conceda un edecán y el poder mandar cartas y telegramas sin pagarlos.  Al Presidente le parece poco, y le ruega solicitarle algo más.  Sarmiento le pide que lo haga general.   Ser general es su sueño. Además, el sueldo de general constituirá para él la holgura.  Avellaneda desea complacerlo porque es su amigo, lo admira y a él le debe la Presidencia, redacta y envía al Senado un mensaje sobrio y serio, sin elogios ni exaltación de las virtudes militares de Sarmiento, solicitando acuerdo para el ascenso a coronel mayor. Y no dice, como debiera, del coronel Sarmiento, sino del “señor” Sarmiento.   
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El 15 de febrero de 1888, nuevo homenaje. Ese día cumple Sarmiento setenta y siete años. Agradece, por rara excepción, con muy breves palabras: “Agradezco a Buenos Aires esta manifestación como el primer eco de la posteridad que me alcanza antes de bajar a la tumba”.  Al poco tiempo y enfermo decide dirigirse a Asunción del Paraguay acompañado por su hija y su nieta María Luisa. 
Presintiendo su muerte, junto a la borda, poco antes de partir, le dice a Augusto Belín (su nieto), mirando a la ciudad: “Será Buenos Aires lo que he dicho tantas veces, la ciudad reina del Sur; pero no estaré yo para ver realizados mis pronósticos. No paso de este año, hijo. Me voy a morir...-   Al llegar a Corrientes, estudiantes, maestros y algunos hombres públicos suben a saludarle. Los recibe sentado, tan enfermo está. Olvidándose de que es sordo, le obligan a aguantar sus discursos. El trata de oírles mediante su trompetilla.  
En Asunción se aloja en un hotel de las afueras, situado a dos kilómetros del centro y en una altura, en el lugar llamado con el extraño nombre de Cancha Sociedad. Pero él no vive precisamente en el hotel, sino en una casita muy próxima: un anexo de cuatro cuartos de madera. El cuerpo principal del edificio es de la época de Carlos Antonio López, y allí vivió durante un tiempo madama Lynch, la esposa del mariscal Francisco Solano.  
A pesar de que le saben enfermo, la noticia de su regreso alborotó a un núcleo de hombres cultos. Uno de ellos es Martín García Mérou, el ministro argentino, que, sin éxito, quiso alojarle en su casa   Su poca actividad externa se limita a su correspondencia.   Van pasando los días del invierno. Es visitado por mucha gente. Hasta resulta un programa dominguero para los paraguayos ir a verle. El tranvía llega hasta la puerta de su morada.  El convida a sus visitantes con sidra de San Juan.   Su ocupación principal es arreglar el pequeño terreno que, le han regalado.   Sarmiento hace cercar el terreno con pilares de palma y enrejado de cañas de tacuara. García Mérou ha referido su cotidiana visita de las tardes, en ese sitio. El y su mujer llevan un lunch. Están siempre Sarmiento y su nieta. 
Dedica las noches a escribir. Muy pocos paseos. El mal tiempo impide realizar una importante excursión que él había preparado con entusiasmo. En agosto espera a Aurelia Vélez, y a su nieto. Julio Belin.   En Septiembre de 1888. Ya está armada la casita y arreglado el terreno. Sólo falta el agua, y a fin de obtenerla se está perforando la tierra. Brota el 4, a treinta varas de profundidad, con gran alegría de Sarmiento, que, para festejar el suceso, enarbola dos banderas, la paraguaya y la argentina. 
La agitación le hace daño, y a la noche siente fatiga y malestar.    El 5, tormenta terrible, que, naturalmente, perjudica al enfermo. Los médicos se manifiestan pesimistas. El 6 sufre un síncope. Su médico, Andreuzzi, pide consulta con el doctor Hassler.  
El corazón funciona mal. No le permiten recibir visitas. A García Mérou, no obstante, le dejan entrar uno de esos días. Lo describe en su sillón, con la cabeza apoyada en el respaldo. La señora de Alcorta le da aire con una pantalla. Su nieta le descose la camiseta, que le molesta   Su nieto Augusto, refiere cómo Sarmiento, expulsa a un sacerdote, llama a su hija y le dice: “Devuélvanlo, Que no haya sacerdote junto a mi lecho”.   Cada día está peor. Varios médicos lo han examinado y ninguno da esperanzas. El 10 por la noche —refiere alguien-- pide papel y ruega a quienes le acompañan que le dibujen un triángulo. Esto no puede ser sino un mensaje a los masones. Equivale a decirles: '‘estoy con ustedes, no claudicaré, seré fiel a nuestras ideas".  Ha pasado casi toda la enfermedad en un sillón, construido o arreglado para él, y en donde puede leer y escribir con comodidad. Ese mismo día 10, alta la noche, ruega que lo transporten al lecho. Duerme un rato. A eso de las dos de la madrugada del 11, un criado, advirtiéndole inquieto, avisa a la familia. Llega su hija. Pide él que pongan la cama con la cabecera junto a la ventana que da al campo. Cierra los párpados. Luego hace una profunda y larga aspiración y se queda pálido e inmóvil. Inmóvil para siempre. Son las dos y quince minutos.    
Estaba con el enfermo el médico de cabecera, liberal y masón.  Sus restos llegan a Bs As y el mismo día es enterrado en el cementerio de la Recoleta;  Juárez Celman, tan maltratado por él, le ha decretado honores de Capitán general, o sea de presidente de la República, pues el Presidente es el único capitán general entre nosotros.  
Cuando el convoy se pone en marcha, desde el muelle hacia la plaza de la Victoria, a la una, hace tres horas que el gentío espera bajo una garúa fina y helada. Poco después, la garúa se convierte en lluvia copiosa.  El coche fúnebre es gigantesco, lo mismo que uno de los carros para las coronas, pagado por el Club Social de Córdoba.  Los faroles de las calles, hasta llegar a la Recoleta, están encendidos y envueltos por crespones negros. 
El presidente de la República, en el carruaje de gala, forma en el cortejo.  Con la muerte comienza para Sarmiento la gloria que tanto ambicionaba. Al principio, con todo, es muy relativa, pues sus libros no son reeditados ni leídos. Pero en los treinta discursos pronunciados en sus exequias se le ha incensado con los más grandes elogios imaginables. Y así, más o menos, hablaron todos los diarios, aun aquellos que más lo habían combatido.

sábado, 4 de enero de 2020

José María Rosa

por Sandro Olaza Pallero
Historiador, abogado, diplomático y catedrático, nació en Buenos Aires el 20 de agosto de 1906 y falleció en esa misma ciudad el 2 de julio de 1991. Dedicó su vida y su talento para hacer triunfar la verdad histórica, maestro insigne de varias generaciones de argentinos, quienes aprendieron de él a sentir el orgullo de un pasado heroico que es la única sustentación posible de nuestro porvenir como nación.   Era nieto del Dr. José María Rosa, ministro de Hacienda del general Julio A. Roca en su segunda Presidencia. Se doctoró en derecho en la Universidad de Buenos Aires y después fue catedrático en el Litoral, La Plata y Buenos Aires.   Fue un decidido militante de la causa nacional y popular en todos los terrenos.
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Porque también desde la intelectualidad, nuestra Argentina –la cristiana, la hispana, la gaucha- fue acechada por dos corrientes supuestamente antagónicas, pero coincidentes en puntos fundamentales: el liberalismo y el marxismo con su particular visión de la historia. Rosa siguió los sabios consejos del Papa León XIII quien afirmó: “Es necesario que los hombres probos doctamente versados en esta clase de estudios apliquen sus aptitudes a escribir la historia con el propósito y la intención de mostrar lo cierto y lo justo”.   En su primera obra “Interpretación religiosa de la Historia” destaca que: “La interpretación materialista de la Historia buscó en la Economía el espíritu de la sociedad. La racial en la Etnografía. Pero ni una ni otra explicaron satisfactoriamente el proceso histórico. Es que la sociedad era antes que nada un vínculo religioso, y no debía encontrarse en la Etnografía ni en la Economía, sino en la Historia de las religiones la clave del lenguaje ignorado en que se escribió la Historia...La nación es siempre un culto religioso. Un culto supone la dirección del misticismo social hacia un objeto, una idea o un hombre” (pp. 11-115).     Años más tarde en el libro “Conversaciones con José María Rosa”, su autor Pablo J. Hernández le pregunta a Rosa qué persona lo indujo a tomar posición por Juan Manuel de Rosas. Y el maestro le responde: “Otro que influyó mucho en mi rosismo fue el gobernador Iriondo, que había sido en su juventud secretario de don Bernardo de Irigoyen. Iriondo, como todos los hombres de otra generación, tenía el arte de conversar del que antes le hablaba. Después de comer, los jóvenes íbamos a su casa a tomar café. Oír sus recuerdos en tiempos de las revoluciones liberales de Luciano Leiva y Patricio Cullen contra su padre, sus anécdotas de don Bernardo, sus tiempos de ministro de Figueroa Alcorta, era un embeleso. Sobre todo cuando hablaba de don Bernardo y contaba que, como aspiraba a ser presidente de la República, no podía defender a Rosas. Yo soy muy rosista, pero antes que nada soy hernandista. En la intimidad se ponía chaleco colorado y divisa punzó. No pudo ser presidente porque Mitre se opuso porque no había renegado de lo que debía renegarse, como otros rosistas. Pero don Bernardo, pese a sus ambiciones, era demasiado íntegro para renegar de Rosas”. 

Destacó en el “El Revisionismo responde” la mala fe de la oligarquía en condenar a Rosas: “La oligarquía no condenó a Rosas por tirano, lo condenó por la defensa de la soberanía, y porque representó auténticamente a las clases populares”.   José María Rosa fue presidente del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas en 1951, al cual se acercó en 1941 y colaborador de la revista de dicha institución y de las publicaciones “Santo y seña”, “Mayoría”, “Patria Libre” y “Línea”. Tras la victoria de la Revolución Libertadora en 1955 y el fracaso del movimiento de los generales Valle y Tanco, al año siguiente debió asilarse en Uruguay y en España. Fue en el destierro que investigó en archivos y bibliotecas extranjeros y halló los documentos reveladores de la trama de acontecimientos decisivos de nuestra historia que traidores y falsarios nos escamoteaban. Ningún historiador con honestidad intelectual puede hoy negar que ignora los trabajos de Rosa, ni repetir impávido las versiones que antes recitaban los textos escolares y aparecían consagrados en los grandes diarios y en las academias.
En la Memoria del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas (Revista Nº 17, pp. 102-103) se hace una aclaración preliminar sobre la detención de Rosa y la persecución a esta entidad por parte de la llamada Revolución Libertadora: “Debe decirse que le fue prohibido al Instituto la realización de sus conferencias, que las pocas que pudieron llevarse a cabo fueron atentamente controladas por la policía y que en determinados momentos se tuvo la sensación, la certeza casi, de que la entidad podría ser intervenida o clausurada. Cabe mencionar aquí la prisión a todas luces injusta de que fue objeto el presidente, Dr. Rosa, y que –como se desprende de lo públicamente declarado con posterioridad por él, fue motivada exclusivamente por su posición personal en materia histórica…a partir de los últimos días del año 1955, las actividades del Instituto quedaran prácticamente reducidas a la sola atención del público y despacho de la correspondencia”.
En noviembre de 1972 formó parte de la comitiva que acompañó al general Juan Domingo Perón en su regreso a su patria. Tras la victoria electoral justicialista de 1973 fue nombrado embajador en Asunción del Paraguay y después en Atenas. Entre sus obras más destacadas se encuentran: “Interpretación religiosa de la Historia” (1936); “Defensa y pérdida de nuestra independencia económica” (1943); “ La misión García de 1815 ante Lord Strangford” (1951); “El cóndor ciego” (1952); “Nos los Representantes del Pueblo” (1955); “La caída de Rosas” (1958); “Del municipio indiano a la provincia argentina” (1958); “La guerra del Paraguay y las montoneras argentinas” (1954); “Rivadavia y el imperialismo financiero” (1964) y su célebre “Historia Argentina” (1964-1980) en 13 volúmenes.
En la Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas escribió entre otros artículos: “Don Bernardo de Irigoyen” (Nº 15-16); “Los heterodoxos argentinos: Pequeña biografía de Salvador María Del Carril” (Nº 15-16, este artículo fue escrito por él con el seudónimo de Martín Pincén) y “Rosas y la República Independiente de Río Grande (1836-1845)” (Nº 17). Dictó varias conferencias en esta institución como: “Aniversario de la suma del poder público” y “Los jefes del partido popular: Soler 1815-1820, Dorrego 1820-1828 y Rosas 1829-1852” (1950) y “¿Por qué fue condenado Rosas?” (1954).
En el sepelio de Rosa dijo José María Castiñeira de Dios, por ese entonces subsecretario de Cultura de la Nación: “Pudo decir que él no defendía a Rosas. Porque Rosas se defiende solo…Vivió el reconocimiento en vida. No importa si los grupúsculos académicos desoyeron la seriedad profunda de sus papeles. Lo escuchó el pueblo, y el pueblo lo supo y lo sabe intérprete real de la realidad histórica de nuestra tierra”. Entre otras personalidades de la cultura que brindaron su homenaje al insigne maestro se destacaron: Marcelo Sánchez Sorondo, Francisco Hipólito Uzal, Fermín Chávez, Cristina Minutolo de Orsi, Jorge Oscar Sulé y Jorge Ocón.

Fuentes:
-JOSE MARIA ROSA, Interpretación religiosa de la Historia, Buenos Aires, 1936.
-JOSE MARIA ROSA, El Revisionismo responde, Buenos Aires, 1964.
-PABLO J. HERNANDEZ, Conversaciones con José M. Rosa, Buenos Aires, 1978.
-Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 15-16, Buenos Aires, 1951.
-Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas Nº 17, Buenos Aires, 1958

jueves, 2 de enero de 2020

José de San Martín: ¿indolencia bélica?

Por Enrique Díaz Araujo
Repitiendo antiguas consejas, los chatarreros aseveran que San Martín en el Perú se dejó estar sin combatir.Ya sea por sus vicios alcohólicos o de drogadicción, por sus voluptuosidades con Rosita
Campusano, por el regodeo con el lujo limeño, o por sus arreglos masónicos con los militares  españoles, lo cierto es -dicen que se mantuvo inactivo, sin librar batallas decisivas para vencer el poderío realista.  Tal vez ellos no lo sepan, pero fue el mismísimo Lord Filibustero Cochrane, quien lanzó esa especie, alegando que San Martín vivía inactivo «sahumándose vanidosamente con el incienso del Protectorado».
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A este respecto, daremos una sola y breve información.  El Coronel Leopoldo R.Ornstein, en su estudio sobre la guerra terrestre en el Perú, apunta que el Virrey Pezuela contaba con:
«Un ejército de 6.244 hombres de las tres armas en Lima, a órdenes directas del Virrey.
Un ejército de 6.000 hombres, aproximadamente, en el Alto Perú, al mando del general Juan Ramírez...Un ejército de reserva de 1.380 hombres en Arequipa, bajo el comando del general Mariano Ricafort.
Además, guarnecían las provincias del norte unos 3.000 hombres y cubrían la costa diversos destacamentos, emplazados en una extensión de más de 1.000 kilómetros y cuyos efectivos sumaban
1.263 hombres. 
El total de las fuerzas realistas del Perú, incluyendo las unidades milicianas y la guarnición del Callao, ascendía a 23.000 hombres».   El General Ernesto Florit, fundado en los datos recopilados
por el Coronel Carlos A.Salas, ofrecía una pequeña corrección, a saber:
«Pezuela había formado tres agrupaciones de defensa costera (al Norte, entre Guayaquil y Trujillo, 3.100 hombres; en el centro, entre Supe, Lima y Pisco, 11.384 hombres; al Sud, entre Acari, Arica y Arequipa, 2.438 hombres), más una agrupación de seguridad en el Alto Perú ( 6.200 hombres) ... total 23.122 hombres
Bueno: 23.000 Ó 23.122 eran las fuerzas terrestres del Virrey.  ¿Cuáles eran las de San Martín?
Según el Coronel Ornstein, 4.314 hombres; conforme al General Florit, 4.118 hombres.
Es decir, que si tomamos como números redondos 23.000 y 4.200, obtenemos una proporción de 5,4 veces de superioridad de los realistas sobre los patriotas. Esto, claro, sin contar la acción
de las «tercianas» o fiebre amarilla en el campamento del Huaura,  que redujo casi a la mitad los efectivos patriotas (cuyas filas debieron ser rellenadas con reclutas negros libertos de las haciendas
peruanas, de escaso valor combativo).  Entonces, digamos con mero sentido común, que si uno se
halla en una situación de cinco veces de inferioridad respecto de su enemigo, algún tipo de cautela debe tener. Eso es, precisamente, lo que le dijo San Martín a O'Higgins, en su carta del 23 de
diciembre de 1820:  «Yo me voy con pies de plomo, sin querer comprometer una acción general. Mi plan es bloquear a Pezuela... con paciencia y sin precipitación...».
Más explícito, en una carta probablemente enviada en 1843 en respuesta a preguntas del General William Miller, el Libertador explicaba los objetivos de su plan peruano, y acotaba:
«pero nunca entró en el cálculo del general San Martín, con las fuerzas que se componía el ejército y el estado de disciplina, ya corrompida por las revoluciones de las Provincias Unidas y los partidos de Chile, atacar, a viva fuerza, la capital del Perú».  Esa es la base fáctica del tema castrense.
Sin embargo, corno los chatarreros saben del arte militar lo que nosotros de capar monos, se hacen eco de los infundios más descabellados.  Por eso, quedan en ridículo, vuelta a vuelta.

miércoles, 1 de enero de 2020

Carta Abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar (1976-1983)

La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años.  El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades.    El 24 de marzo de 1976 derrocaron ustedes a un gobierno del que formaban parte, a cuyo desprestigio contribuyeron como ejecutores de su política represiva, y cuyo término estaba señalado por elecciones convocadas para nueve meses más tarde. En esa perspectiva lo que ustedes liquidaron no fue el mandato transitorio de Isabel Martínez sino la posibilidad de un proceso democrático donde el pueblo remediara males que ustedes continuaron y agravaron.  
Videla y el terrorismo de Estado | Internacional | EL PAÍS
 Ilegítimo en su origen, el gobierno que ustedes ejercen pudo legitimarse en los hechos recuperando el programa en que coincidieron en las elecciones de 1973 el ochenta por ciento de los argentinos y que sigue en pie como expresión objetiva de la voluntad del pueblo, único significado posible de ese "ser nacional" que ustedes invocan tan a menudo.   Invirtiendo ese camino han restaurado ustedes la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación. Una política semejante sólo puede imponerse transitoriamente prohibiendo los partidos, interviniendo los sindicatos, amordazando la prensa e implantando el terror más profundo que ha  conocido la sociedad argentina.                                                                                                              
Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror (1977).  
Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodista, observador internacional. 
                                     Escuela de Mecánica de la Armada - Wikipedia, la enciclopedia libre 
El secreto militar de los procedimientos, invocado como necesidad de la investigación, convierte a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límite y el fusilamiento sin juicio.   Más de siete mil recursos de hábeas corpus han sido contestados negativamente en este último año.                  
En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían fueron a su turno secuestrados.
La noche de las corbatas. Cuando la dictadura silenció a los ...
De este modo han despojado ustedes a la tortura de su límite en el tiempo. 
Como el detenido no existe, no hay posibilidad de presentarlo al juez en diez días según manda un ley que fue respetada aún en las cumbres represivas de anteriores dictaduras. 
La falta de límite en el tiempo ha sido complementada con la falta de límite en los métodos, retrocediendo a épocas en que se operó directamente sobre las articulaciones y las vísceras de las víctimas, ahora con auxiliares quirúrgicos y farmacológicos de que no dispusieron los antiguos verdugos. 
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El potro, el torno, el despellejamiento en vida, la sierra de los inquisidores medievales reaparecen en los testimonios junto con la picana y el "submarino", el soplete de las actualizaciones contemporáneas.
 Mediante sucesivas concesiones al supuesto de que el fin de exterminar a la guerilla justifica todos los medios que usan, han llegado ustedes a la tortura absoluta, intemporal, metafísica en la medida que el fin original de obtener información se extravía en las mentes perturbadas que la administran para ceder al impulso de machacar la sustancia humana hasta quebrarla y hacerle perder la dignidad que perdió el verdugo, que ustedes mismos han perdido.
La negativa de esa Junta a publicar los nombres de los prisioneros es asimismo la cobertura de una sistemática ejecución de rehenes en lugares descampados y horas de la madrugada con el pretexto de fraguados combates e imaginarias tentativas de fuga.
Extremistas que panfletean el campo, pintan acequias o se amontonan de a diez en vehículos que se incendian son los estereotipos de un libreto que no está hecho para ser creído sino para burlar la reacción internacional ante ejecuciones en regla mientras en lo interno se subraya el carácter de represalias desatadas en los mismos lugares y en fecha inmediata a las acciones guerrilleras.   
Setenta fusilados tras la bomba en Seguridad Federal, 55 en respuesta a la voladura del Departamento de Policía de La Plata, 30 por el atentado en el Ministerio de Defensa, 40 en la Masacre del Año Nuevo que siguió a la muerte del coronel Castellanos, 19 tras la explosión que destruyó la comisaría de Ciudadela forman parte de 1.200 ejecuciones en 300 supuestos combates donde el oponente no tuvo heridos y las fuerzas a su mando no tuvieron muertos.   
Depositarios de una culpa colectiva abolida en las normas civilizadas de justicia, incapaces de influir en la política que dicta los hechos por los cuales son represaliados, muchos de esos rehenes son delegados sindicales, intelectuales, familiares de guerrilleros, opositores no armados, simples sospechosos a los que se mata para equilibrar la balanza de las bajas según la doctrina extranjera de "cuenta-cadáveres" que usaron los SS en los países ocupados y los invasores en Vietnam  
El remate de guerrilleros heridos o capturados en combates reales es asimismo una evidencia que surge de los comunicados militares que en un año atribuyeron a la guerrilla 600 muertos y sólo 10 ó 15 heridos, proporción desconocida en los más encarnizados conflictos. Esta impresión es confirmada por un muestreo periodístico de circulación clandestina que revela que entre el 18 de diciembre de 1976 y el 3 de febrero de 1977, en 40 acciones reales, las fuerzas legales tuvieron 23 muertos y 40 heridos, y la guerrilla 63 muertos.   Más de cien procesados han sido igualmente abatidos en tentativas de fuga cuyo relato oficial tampoco está destinado a que alguien lo crea sino a prevenir a la guerrilla y Ios partidos de que aún los presos reconocidos son la reserva estratégica de las represalias de que disponen los Comandantes de Cuerpo según la marcha de los combates, la conveniencia didáctica o el humor del momento.       Así ha ganado sus laureles el general Benjamín Menéndez, jefe del Tercer Cuerpo de Ejército, antes del 24 de marzo con el asesinato de Marcos Osatinsky, detenido en Córdoba, después con la muerte de Hugo Vaca Narvaja y otros cincuenta prisioneros en variadas aplicaciones de la ley de fuga ejecutadas sin piedad y narradas sin pudor. 
El asesinato de Dardo Cabo, detenido en abril de 1975, fusilado el 6 de enero de 1977 con otros siete prisioneros en jurisdicción del Primer Cuerpo de Ejército que manda el general Suárez Masson, revela que estos episodios no son desbordes de algunos centuriones alucinados sino la política misma que ustedes planifican en sus estados mayores, discuten en sus reuniones de gabinete, imponen como comandantes en jefe de las 3 Armas y aprueban como miembros de la Junta de Gobierno. 
Entre mil quinientas y tres mil personas han sido masacradas en secreto después que ustedes prohibieron informar sobre hallazgos de cadáveres que en algunos casos han trascendido, sin embargo, por afectar a otros países, por su magnitud genocida o por el espanto provocado entre sus propias fuerzas. 
Veinticinco cuerpos mutilados afloraron entre marzo y octubre de 1976 en las costas uruguayas, pequeña parte quizás del cargamento de torturados hasta la muerte en la Escuela de Mecánica de la Armada, fondeados en el Río de la Plata por buques de esa fuerza, incluyendo el chico de 15 años, Floreal Avellaneda, atado de pies y manos, "con lastimaduras en la región anal y fracturas visibles" según su autopsia.  
Un verdadero cementerio lacustre descubrió en agosto de 1976 un vecino que buceaba en el Lago San Roque de Córdoba, acudió a la comisaría donde no le recibieron la denuncia y escribió a los diarios que no la publicaron.   
Treinta y cuatro cadáveres en Buenos Aires entre el 3 y el 9 de abril de 1976, ocho en San Telmo el 4 de julio, diez en el Río Luján el 9 de octubre, sirven de marco a las masacres del 20 de agosto que apilaron 30 muertos a 15 kilómetros de Campo de Mayo y 17 en Lomas de Zamora.  En esos enunciados se agota la ficción de bandas de derecha, presuntas herederas de las 3 A de López Rega, capaces de atravesar la mayor guarnición del país en camiones militares, de alfombrar de muertos el Río de la Plata o de arrojar prisioneros al mar desde los transportes de la Primera Brigada Aérea, sin que se enteren el general Videla, el almirante Massera o el brigadier Agosti. Las 3 A son hoy las 3 Armas, y la Junta que ustedes presiden no es el fiel de la balanza entre "violencias de distintos signos" ni el árbitro justo entre "dos terrorismos", sino la fuente misma del terror que ha perdido el rumbo y sólo puede balbucear el discurso de la muerte.
La misma continuidad histórica liga el asesinato del general Carlos Prats, durante el anterior gobierno, con el secuestro y muerte del general Juan José Torres, Zelmar Michelini, Héctor Gutiérrez Ruíz y decenas de asilados en quienes se ha querido asesinar la posibilidad de procesos democráticos en Chile, Boliva y Uruguay.   La segura participación en esos crímenes del Departamento de Asuntos Extranjeros de la Policía Federal, conducido por oficiales becados de la CIA a través de la AID, como los comisarios Juan Gattei y Antonio Gettor, sometidos ellos mismos a la autoridad de Mr. Gardener Hathaway, StationChief de la CIA en Argentina, es semillero de futuras revelaciones como las que hoy sacuden a la comunidad internacional que no han de agotarse siquiera cuando se esclarezcan el papel de esa agencia y de altos jefes del Ejército, encabezados por el general Menéndez, en la creación de la Logia Libertadores de América, que reemplazó a las 3 A hasta que su papel global fue asumido por esa Junta en nombre de las 3 Armas.   Este cuadro de exterminio no excluye siquiera el arreglo personal de cuentas como el asesinato del capitán Horacio Gándara, quien desde hace una década investigaba los negociados de altos jefes de la Marina, o del periodista de "Prensa Libre" Horacio Novillo apuñalado y calcinado, después que ese diario denunció las conexiones del ministro Martínez de Hoz con monopolios internacionales.   A la luz de estos episodios cobra su significado final la definición de la guerra pronunciada por uno de sus jefes: "La lucha que libramos no reconoce límites morales ni naturales, se realiza más allá del bien y del mal".
Cuatro militares peruanos implicados en Operación CóndorEstos hechos, que sacuden la conciencia del mundo civilizado, no son sin embargo los que mayores sufrimientos han traído al pueblo argentino ni las peores violaciones de los derechos humanos en que ustedes incurren. 
En la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada. En un año han reducido ustedes el salario real de los trabajadores al 40%, disminuido su participación en el ingreso nacional al 30%, elevado de 6 a 18 horas la jornada de labor que necesita un obrero para pagar la canasta familiar, resucitando así formas de trabajo forzado que no persisten ni en los últimos reductos coloniales.  Congelando salarios a culatazos mientras los precios suben en las puntas de las bayonetas, aboliendo toda forma de reclamación colectiva, prohibiendo asambleas y comisiones internas, alargando horarios, elevando la desocupación al récord del 9% prometiendo aumentarla con 300.000 nuevos despidos, han retrotraído las relaciones de producción a los comienzos de la era industrial, y cuando los trabajadores han querido protestar los han calificados de subversivos, secuestrando cuerpos enteros de delegados que en algunos casos aparecieron muertos, y en otros no aparecieron.
Los resultados de esa política han sido fulminantes. En este primer año de gobierno el consumo de alimentos ha disminuido el 40%, el de ropa más del 50%, el de medicinas ha desaparecido prácticamente en las capas populares. Ya hay zonas del Gran Buenos Aires donde la mortalidad infantil supera el 30%, cifra que nos iguala con Rhodesia, Dahomey o las Guayanas; enfermedades como la diarrea estival, las parasitosis y hasta la rabia en que las cifras trepan hacia marcas mundiales o las superan. 
Logró Martínez de Hoz sus objetivos para la economía de la nación?
Como si esas fueran metas deseadas y buscadas, han reducido ustedes el presupuesto de la salud pública a menos de un tercio de los gastos militares, suprimiendo hasta los hospitales gratuitos mientras centenares de médicos, profesionales y técnicos se suman al éxodo provocado por el terror, los bajos sueldos o la "racionalización".   
Basta andar unas horas por el Gran Buenos Aires para comprobar la rapidez con que semejante política la convirtió en una villa miseria de diez millones de habitantes. Ciudades a media luz, barrios enteros sin agua porque las industrias monopólicas saquean las napas subterráneas, millares de cuadras convertidas en un solo bache porque ustedes sólo pavimentan los barrios militares y adornan la Plaza de Mayo , el río más grande del mundo contaminado en todas sus playas porque los socios del ministro Martínez de Hoz arrojan en él sus residuos industriales, y la única medida de gobierno que ustedes han tomado es prohibir a la gente que se bañe.  Tampoco en las metas abstractas de la economía, a las que suelen llamar "el país", han sido ustedes más afortunados. Un descenso del producto bruto que orilla el 3%, una deuda exterior que alcanza a 600 dólares por habitante, una inflación anual del 400%, un aumento del circulante que en solo una semana de diciembre llegó al 9%, una baja del 13% en la inversión externa constituyen también marcas mundiales, raro fruto de la fría deliberación y la cruda inepcia. Mientras todas las funciones creadoras y protectoras del Estado se atrofian hasta disolverse en la pura anemia, una sola crece y se vuelve autónoma. Mil ochocientos millones de dólares que equivalen a la mitad de las exportaciones argentinas presupuestados para Seguridad y Defensa en 1977, cuatro mil nuevas plazas de agentes en la Policía Federal, doce mil en la provincia de Buenos Aires con sueldos que duplican el de un obrero industrial y triplican el de un director de escuela, mientras en secreto se elevan los propios sueldos militares a partir de febrero en un 120%, prueban que no hay congelación ni desocupación en el reino de la tortura y de la muerte, único campo de la actividad argentina donde el producto crece y donde la cotización por guerrillero abatido sube más rápido que el dólar.   
Dictada por el Fondo Monetario Internacional según una receta que se aplica indistintamente al Zaire o a Chile, a Uruguay o Indonesia, la política económica de esa Junta sólo reconoce como beneficiarios a la vieja oligarquía ganadera, la nueva oligarquía especuladora y un grupo selecto de monopolios internacionales encabezados por la ITT, la Esso, las automotrices, la U.S. Steel, la Siemens, al que están ligados personalmente el ministro Martínez de Hoz.  
FONDO MONETARIO INTERNACIONAL(FMI) by WENDY SEPULVEDA on Prezi Next
Un aumento del 722% en los precios de la producción animal en 1976 define la magnitud de la restauración oligárquica emprendida por Martínez de Hoz en consonancia con el credo de la Sociedad Rural expuesto por su presidente Celedonio Pereda: "Llena de asombro que ciertos grupos pequeños pero activos sigan insistiendo en que los alimentos deben ser baratos".  
El espectáculo de una Bolsa de Comercio donde en una semana ha sido posible para algunos ganar sin trabajar el cien y el doscientos por ciento, donde hay empresas que de la noche a la mañana duplicaron su capital sin producir más que antes, la rueda loca de la especulación en dólares, letras, valores ajustables, la usura simple que ya calcula el interés por hora, son hechos bien curiosos bajo un gobierno que venía a acabar con el "festín de los corruptos".
Desnacionalizando bancos se ponen el ahorro y el crédito nacional en manos de la banca extranjera, indemnizando a la ITT y a la Siemens se premia a empresas que estafaron al Estado, devolviendo las bocas de expendio se aumentan las ganancias de la Shell y la Esso, rebajando los aranceles aduaneros se crean empleos en Hong Kong o Singapur y desocupación en la Argentina
                             El acuerdo de libre comercio entre Mercosur y UE podría lograrse ... 


Frente al conjunto de esos hechos cabe preguntarse quiénes son los apátridas de los comunicados oficiales, dónde están los mercenarios al servicio de intereses foráneos, cuál es la ideologia que amenaza al ser nacional.   
Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas.   
Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles.
Rodolfo Walsh. - C.I. 2845022
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.



Rodolfo Walsh:Nació el 9 de enero de 1943. Autor de cuentos y relatos policiales, precursor del Nuevo Periodismo, fue autor de "Operación Masacre", "¿Quién mató a Rosendo?", "El caso Satanovsky". Además de sus relatos agrupados en "Diez cuentos policiales", "Variaciones en rojo", "Los oficios terrestres", "Un kilo de oro", "Un oscuro día de justicia", presentó en 1965 las piezas teatrales "La granada" y "La batalla". Colaborador de las revistas Leoplán, Vea y Lea, Panorama, Primera Plana, Semanario Villero, de las editoriales Hachette y Jorge Alvarez y los periódicos Mayoría y Noticias, creó y dirigió el semanario CGT y participó de la gestación y primeros pasos de la agencia cubana Prensa Latina y, años más tarde de la clandestina ANCLA. Su temprano compromiso político se evidenció en su paso por la Alianza Libertadora Nacionalista y, décadas más tarde, en su participación en la CGT de los Argentinos y su incorporación al grupo armado FAP y, posteriormente, a Montoneros.  Bajo el golpe de Estado encabezado por Jorge Videla, crea la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA). "Reproduzca esta información, hágala circular por los medios a su alcance: a mano, a máquina, a mimeógrafo, oralmente. Mande copias a sus amigos: nueve de cada diez las estarán esperando. Millones quieren ser informados. El terror se basa en la incomunicación. Rompa el aislamiento. Vuelva a sentir la satisfacción moral de un acto de libertad. Derrote el terror. Haga circular esta información."El 29 de setiembre de 1976 muere en un enfrentamiento su hija Vicki. Tenía 26 años, una hija y era militante de Montoneros. Muere también su amigo Paco Urondo en Mendoza, perseguido por fuerzas militares conjuntas.El 24 de marzo al cumplirse un año de la dictadura, envía su famosa "Carta Abierta de un escritor a la Junta militar" a las redacciones de los diarios, y nadie la publica. El 25 de marzo, entre las 13.30 y las 16, Walsh es secuestrado por un grupo de Tareas de la ESMA, comandado por el oficial de Inteligencia García Velasco. Sobrevivientes de la ESMA le acercaron a su hija Patricia Walsh una versión de lo sucedido. Según esa versión Rodolfo debía ser tacleado por el oficial de Marina y ex rugbier Alfredo Astiz, quien falló en su intento. Esto generó una momentánea confusión que permitió a Rodolfo gatillar el revólver calibre 22 que guardaba en la entrepierna. Así hirió a uno de sus agresores, que quedó rengo (a fines del 77 ese hombre fue galardonado con una medalla en una ceremonia secreta de la ESMA).  El 25 de marzo de 1977 asesinan al hombre que decidió para siempre ser "fiel al compromiso de dar testimonios en tiempos difíciles". Desde entonces se encuentra desaparecido