Rosas

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martes, 28 de enero de 2020

Domingo Faustino Sarmiento...1ra parte

Por el Prof. Jbismarck
Fue un tremendo y constante extravertido, es decir, un hombre que vivió siempre hacia afuera. Para él la vida interior no existía. No le preocuparon sino las cosas exteriores y objetivas: las obras de progreso, las leyes, la política. Moverse, escribir, pelear, gritar, planear obras prácticas, proponer a montones ideas útiles, eso fue su vida. Su voluntad era poderosa e indomable.  Sin embargo, cuando quería algo, no paraba hasta conseguirlo. Sarmiento procedía por impulsos espontáneos e incontenibles y que se renovaban sin cesar, sobre todo cuando algo los obstaculizaba. Su egolatría anormal, que le llevó hasta decir que sus hechos militares “bastarían a embellecer la foja de servicios de los más acreditados generales”; su vanidad pueril, que le empujaba a autoelogiarse y a no tolerar el menor disentimiento con sus ideas; Necesitaba de otros que lo exaltasen, que propagaran sus talentos y méritos. Rivadavia, Mitre, Roca, Hipólito Yrigoyen, contaron con fervientes y casi fanáticos fieles que los veneraban y vivían elogiándolos. Sarmiento no los tuvo. De sus amigos de la infancia y adolescencia, uno, Rawson, fue su adversario. Otro, Aberastain, verdadero admirador suyo, vivía muy lejos, allá en San Juan, y murió pronto. Los demás, como Laspiur y Cortínez, no le hicieron propaganda. No teniendo quien lo dijera, lo dijo él mismo, y no una sino diez mil veces. 
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 Su costumbre de mentir la había heredado.  El dijo que los Sarmiento eran mentirosos y pintó como tal a su padre. Más de una vez reconoció tener ese vicio, como en su carta del 28 de Octubre de 1868 a Manuel Rafael García: “Si miento lo hago como don de familia, con la naturalidad y la sencillez de la verdad”.  
De un hombre que miente puede esperarse todo, hasta el calumniar. Pero Sarmiento no faltaba a la verdad sino cuando hablaba de sí o cuando se refería a sus contrarios. Exageraba tremendamente la maldad o los defectos de quienes le atacaban. No tenía escrúpulos para dejar mal a un enemigo, como cuando le escribió a García que Mitre había ido tres veces borracho al Senado. Y sin embargo, y en lo que le era extraño, amaba la verdad.  
Sublevábale que se tergiversasen loa hechos pasados. Y quería que la Historia presentase a los hombres como hablan sido, con sus virtudes y sus vicios.  Muchas de sus mentiras fueron creídas por otros, hasta por la posteridad, lo que es grave.
Casi al mismo tiempo que, escribiéndole a Mary Mánn, reconocía no haber fundado sino veinte escuelas, de las cuales dos en la ciudad de Buenos Aires, decía a sus amigos de la Argentina que había “sembrado” de escuelas el país...Sus virtudes fueron la honradez y el desinterés en materia de dinero; la generosidad, cien veces evidenciada, como cuando ascendió a un jefe que no le había querido ascender a él; y la ausencia de rencor, que le permitía, por ejemplo, en un artículo sobre Frías, que acababa de morir, elogiar al amigo que pocos años atrás recordádole lo de Magallanes. 
Era optimista, excusaba o comprendía los defectos de los otros; afectuoso en el trato social, y simpático cuando quería; sincero casi siempre; amigo de los niños; nada figurón, como es común en nuestros hombres importantes, sino sencillo y accesible; y enemigo de chismes y envidias. Sus odios no fueron eternos, como se ha visto en el abrazo a Alberdi;   
Era ingenuo, como todo hombre demasiado franco: ingenuo es el que no esconde ni disimula su carácter. Dejaba ver, sin intento de impedirlo, su monstruoso orgullo y vanidad.   Incurrió en numerosas y grandes maldades; calumniar gravemente, ridiculizar en público, ofender de palabra, alegrarse de la muerte de otros. El general Roca dijo que Sarmiento amaba a la humanidad y no al hombre. Pero si no era permanentemente bueno, debe reconocerse que tenía momentos de bondad.  
Lo más interesante en él era su temperamento, con sus virtudes y defectos.   Su “saber”, era periodístico. No era, en realidad, saber, sino información. Desde los treinta años escribió sobre todo. Debía creer que el periódico equivale a la escuela, y por eso imaginaba saberlo todo y poder enseñar y gobernar.  Lo que caracteriza al periodista es la improvisación. El improvisó sus libros como había improvisado sus artículos y su cultura. Leyó mucho en su juventud y en Chile.  Después, no gran cosa, según asevera Mansilla, que le trató intimamente.
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 Como gobernante, lo que no imitó de los Estados Unidos fué improvisado.   Gobernó como periodista, dando excesivo lugar a la polémica y pelear con los diarios adversos. Tan mal lo hizo en ocasiones que Posse, el más íntimo de sus amigos, vióse obligado a combatirle en un diario de Tucumán. En cuanto al gobierno propiamente dicho, procedió siempre con desorden. Su literatura tiene origen periodístico y polémico y fué improvisada, y el arte no es obra de la improvisación. Habituado, como redactor de diarios, a manejar realidades, a moverse en la realidad y a adaptarse, fué “oportunista” en política. De ahí sus contradicciones. Por oportunismo estuvo en contra de las intervenciones en las provincias cuando era gobernador, y en favor de las intervenciones cuando era Presidente.   Fue la encarnación de la inestabilidad. Jamás un hombre se ha contradecido tanto. El contradecirse es propio del periodista. 
Se objetará que Mitre fué periodista, y sin embargo... No, Mitre no fue periodista en la exacta acepción del término. Era dueño de un diario, pero no escribía cotidianamente. Sus artículos aparecían de tarde en tarde, y eran siempre meditados.  
¿Fué Sarmiento un genio? ¿Tuvo el talento que se le atribuye? Su inteligencia, ¿era clara, comprensiva, penetrante? Conviene recordar que inteligencia, talento y genio no son grados de la capacidad mental. Además, quien tiene el genio literario o musical puede no tener la menor inteligencia en pintura o filosofía.   Sarmiento fué hombre de intuiciones. Por algunas que hay en el Facunda y en otras obras suyas, pudiérasele creer, por lo menos un “genialoide”.  Tenía imágenes e ideas de las que solemos considerar como geniales: el exceso de caballos en el Uruguay dió origen al caudillismo; para terminar con las guerras civiles hay que alambrar los campos; el Paraná se desfleca —refiérese al delta— en el Plata. Pero estas frases, que no son raras en los escritores de talento, aun en los nada más que ingeniosos, no bastan para manifestar la genialidad. Ni tampoco las bellezas del Facundo, pues este libro no constituye una creación sino una interpretación de personas y sucesos históricos
Como gobernante, Sarmiento no creó nada ni demostró genialidad en ninguna de sus obras: no la hay en construir puentes y caminos ni en mandar intervenciones a las provincias. Y no fué tampoco un pedagogo genial, pues no se precisa genio para difundir ideas educacionales conocidas ni menos para aplicarlas. 
Y si el genio es, “una muy grande aptitud para la paciencia”, Sarmiento no lo tenía.  Por sus adivinaciones considérasele un vidente. Pero esas adivinaciones, que él cacareó durante su vida entera, como el haber previsto la revolución del 48 en Francia, fueron pocas. 
Para adivinar la grandeza de la Argentina no hacía falta ser vidente. Muchos la previeron. En cambio él se equivocó mil veces. Anunció cosas que no ocurrieron. No vió otras muy importantes: el futuro valer de la Patagónia, el marxismo, la genialidad del Martín Fierro, las luchas por la soberanía, y el peligro del yanqui, del que nos advirtió Pellegrini.  ¿Tendría una profunda y aguda inteligencia Sarmiento? De ningún modo. Jamás interpretó o repitió con exactitud lo que sus enemigos habían dicho. Indudablemente había en él mala fe. Pero en ocasiones no entendía y lo confundía todo, principalmente en materia religiosa. 
No comprendía porque no meditaba. Jamás, antes de escribir, trató pacientemente de aclarar sus ideas. lo que tenía, en alto grado, era talento de escritor, no de gobernante, ni de política Groussac dice que poseía el don “de suplir el análisis de los fenómenos con un admirable poder de síntesis”. Y esto es el talento: la aptitud para la síntesis
Por desgracia, Sarmiento no supo administrar su don. Además, su talento era raro, desorbitado, algo incoherente. Pero la personalidad, que va siempre anexa al talento, él  la tenía poderosa, como escritor y como hombre.  Para su posteridad Sarmiento fue liberal, en política y en religión.  
Y hasta abundan quienes le consideran el padre del liberalismo argentino.    Un liberal en política, un demócrata, no es partidario del autoritarismo, ni en la teoría ni en la práctica. No es tampoco un espíritu dogmático» y lo era en grado superlativo».   
Desde los treinta hasta los cuarenta años sirvió en Chile a gobiernos autoritarios y aun despóticos. En el Estado de Buenos Aires aprobó todas las atrocidades cometidas por los sucesores de Rosas, desde la matanza de Villamayor hasta la confinación de tal cual enemigo. 
En San Juan, según él mismo lo contó, imponía personalmente contribuciones en dinero, con amenazas de cárcel. En Estados Unidos encontró buenos los atropellos del Presidente Johnson, que practicaba el gobierno fuerte; como había aplaudido los golpes dictatoriales de Lincoln. Era contrario al sufragio universal: deseaba prohibir el voto a los menores de edad, a los analfabetos y a los negros. 
Durante su Presidencia fueron fusiladas unas treinta personas. Puso a precio la cabeza de López Jordán y de otros. Clausuro diarios, entre ellos La Nación y La Prensa. Elogió en Argirópolis a todos los imperialismos, inclusive al prusiano.  Un liberal cree en la igualdad de los hombres: para Sarmiento los negros, los indios, los gauchos, apenas eran seres humanos y los odiaba. 
El liberal niega al Estado el derecho de matar, y Sarmiento defendió en Chile la pena de muerte. Ningún liberal acepta los castigos corporales en las escuelas, y él, aunque no los estableció, los consideraba necesarios. No es demócrata el que quiere el máximo de gobierno, y Sarmiento declaraba el estado de sitio a dos por tres.  
La fórmula del liberalismo político es: un policía para guardar el orden, y nada más; y él quería “más educación y más gobierno”. Jamás negó sus principios autoritarios, aunque, a la par, por una contradicción entre sus ideales y su temperamento, declarábase liberal. Pero como lo que vale no es tanto lo que un hombre dice como lo que hace practicó el autoritarismo más violento.

bibliografía:
De Paoli, Pedro "Sarmiento y su gravitación en el Desarrollo Nacional"
Furlong Guillermo "En defensa de Sarmiento"
Gálvez Manuel "Vida de Sarmiento"
Lugones Leopoldo "Sarmiento"
Pérez AMuchástegui A. J.  "Crónica Argentina"

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