Rosas

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viernes, 30 de marzo de 2012

Don Juan Manuel...


Por Alejandro V. Phatouros

Hace 219 años nacía en Buenos Aires Don Juan Manuel de Rosas, fue y es uno de los actores principales de la Historia Argentina. Su nombre marcó una época, fue amado y fue odiado, despertó admiración y rencores, tuvo aciertos y errores como todo hombre de su tiempo, y sobre todo un político pragmático que comprendió las necesidades de la Argentina durante la primera mitad del siglo XIX.  El General San Martín le legó su glorioso sable emancipador, el General Perón lo consideró uno de los creadores de la llamada “Línea Nacional y Popular”, la Presidenta Cristina Kirchner lo reivindica constantemente, tuvo enemigos implacables como Sarmiento, Mitre o el escritor Jorge Luis Borges. Pero con aciertos y errores logró consolidar la Unidad Nacional a través del Pacto Federal, defendió la independencia económica con leyes proteccionistas, fue el Gran Caudillo popular plebiscitado del siglo XIX y resistió con éxito a las dos más grandes potencias del Mundo. Descanse en paz Restaurador de las Leyes

Alejandro Víctor Phatouros
Secretario de Finanzas del Consejo de Partido Justicialista de Gral  San Martín
Concejal Partido Justicialista Gral San Martín


miércoles, 28 de marzo de 2012

Acto en Homenaje al Brigadier Gral Juan Manuel de Rosas

La Municipalidad de Gral San Martín, Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas de Gral San Martín y diversas Agrupaciones invitan a Ud, al acto que en Homenaje al Natalicio del Restaurador se realizará en la Plaza San Martín de nuestra Localidad, el dia Viernes 30 de Marzo a las 11 hs.

lunes, 26 de marzo de 2012

Liniers

Por Don Singulario


1° de enero de 1809:  Proclama de Liniers
- Don Singulario, me intriga con ese libraco de letras enormes y por lo que leo de ojito se refiere a Liniers (lee)
“DON SANTIAGO LINIERS Y Bremond, Caballero de la Orden de San Juan, Comendador de Ares del Maestre en la Montesa, Xefe de Escuadra de la real Armeda, Virey, Gobernador y Capitan general Interino de las Provincias del Rio de la Plata, y sus Dependientes , Presidente de la real Audiencia Pretorial de Buenos-Ayres, Superintendente General; Subdelegado de Real Hacienda, Rentas de Tabaco y Naypes, del Ramo de Azogues y Minas, y Real Renta de Correos, y Comandante General del Apostadero de Marina, &c.
- Al cumplirse el 150° aniversario de la Revolución de Mayo se editó una recopilación facsimilar del material impreso entre 1809 y 1915.  Así se presentaba en la proclama que dio a conocer frente al levantamiento de algunos miembros del Cabildo encabezados por Félix de Álzaga, conocido monopolista del puerto, junto con Mariano Moreno, Leyva y otros miembros. Lo acompañaba el gobernador de Montevideo, Elio. (La trascripción es fiel, incluso con letras antiguas como“f” por “s”, etc.)
“Por quanto el dia de ayer vi con el mayor dolor y sentimiento de mi corazon , que unos pocos infelices dirigidos por algunos espirtus inquietos y revoltosos, quisieron eftablecer la confusion y el desorden para traftornar los sagrados principios de nueftra conftitucion Monarquica, queriendo erigir una Junta subersiva , y enteramente opuefta a la autoridad Soberana de nuestro muy amado Rey y Señor D. Fernado VII, intentando implicar en efte perfido proyecto al pueblo de Buenos-Ayres, que ha dado tantas y tan repetidas pruebas de amor y fidelidad al Soberano: de un pueblo  que se ha cubierto de inmortal gloria, defendiendo y conservando baxo mis ordenes eftos dominios de S. M.: de un pueblo cuyo delicado pundonor y sus acciones heroycas lo ponen a cubierto de semejante odiosa imputacion; y de un pueblo en fin, que apenas trascendió, que efta injuriosa nota se esparcia contra su reputacion y buen nombre, quedó cubierto de mayor dolor; pero que, algunos de sus valerosos Cuerpos Patrioticos para enxugar sus lagrimas, y hacer ver al Universo que sus laureles jamas podrá marchitarlos la malignidad, se presentaron en la Plaza, contienen a los facciosos, y se cubren de gloria, sosteniendo la autoridad Soberana del Señor Don Fernando VII, y la de sus Representantes, habiendo felizmente conseguido restituir a efta apreciabilisima Capital la tranquilidad y sosiego que ya miraba perdido, sin que para lograr efte bien se hubiera derramado ni una gota de sangre de un solo individuo. Por tanto, y atento tambien á que los que han intervenido en efte acontecimiento, eftoy intimamente persuadido, de que fueron sorprehendidos por uno ú otro espiritu mal intencionado y poco reflexivo, he venido a perdonarlos en nombre del Rey, como en efecto los perdono, sin perjuicio de las medidas que debe tomar efte Superior Gobierno, para que en lo sucesivo no se permitan iguales perniciosos exemplos, ordenandoles se dediquen con zelo á dar pruebas de su buena conducta y fidelidad al Soberano y á las autoridades constituidas que gobiernan en su Real nombre. Buenos-Ayres dos de Enero de 1809. = Santiago Liniers»
- Yo había leído que la bronca de Javier Elio contra el francés era una carta que le enviara a Napoleón ensalzando su patriotismo galo en desmedro de Fernando VII. Lo que me asombra por lo que Ud. dice, es la presencia de Moreno en el alzamiento
- Es verdad que en nuestra historia falsificada, –primordialmente por el fundador de un prestigioso diario que al decir de algunos lo creó para guardarse las espaldas de la historia–, aparece esa carta traducida, pero que cotejada en el Archivo de Indias y en Quai D’Orsay don Jacques Liniers se dirigió con exquisito estilo diplomático a Bonaparte recordando su orgullo de ser francés y también por pertenecer al servicio de España.
Por lo otro, hay que ubicarse en la época y los acontecimientos que no sólo ocurrían aquí sino en Europa, con la presencia de Napoleón en España, y la constitución de juntas de gobierno rebeldes a la monarquía. La de Cádiz fue paradigmática y muchos americanos entendían que sería la forma de liberarse del absolutismo imperante en las colonias. Elio en Montevideo representaba a los liberales en contra del absolutismo monárquico.
-Cada vez que nos metemos en los prolegómenos de la Revolución de Mayo, más barullo se me hace. No comprendo como don Mariano podía coincidir con Elio y Álzaga en contra de un líder popular como era Liniers.
-Tantas adulteraciones se convierten en verdades de peso que resulta complicado intentar clarificarlas, incluso por la destrucción premeditada de documentos. Una posible interpretación es que el apoyo popular del Virrey –proveniente de su accionar frente a los piratas invasores– se fue transformando en fuente de privilegios para la casta militar que lo apoyaba y que contaba con Saavedra como su líder carismático. Los comerciantes españoles que antaño gozaban de privilegios consideraban a Liniers como proclive a limitarlos. Y los jóvenes patriotas aprovechaban la bolada para meter baza en un ámbito cerrado.
-. Me está queriendo decir que ese alzamiento no es tan…, tan como lo pinta la historia de héroes y villanos…
-Como en toda política –prehistórica, antigua, moderna o contemporánea– se dirimen proyectos o intereses de poder, en la que los hombres actúan en consecuencia. Incluso lo que en un momento es bueno o conveniente en otro puede ser malo o perjudicial.
Álzaga, Liniers, Moreno, Saavedra y otros en 1809 no eran los mismos que en 1810. Aunque sus pertenencias los ubicaban claramente en sus ámbitos, no eran lo mismo frente a la coyuntura. Los patriotas Saavedra y Moreno eran revolucionarios diferenciados por sus actitudes, desde el sosiego hasta el frenesí. Mientras el francés y el español con sus acompañantes pretendían la continuidad europea en la colonia, con sus más y sus menos.
-Es interesante esa mirada, ni los héroes son de bronce ni los villanos son de barro. Me acuerdo haber leído que alguna de las causas del Cabildo contra Liniers eran el casamiento de su hija que no había sido consultado y la pretensión de nombrar a Bernardino Rivadavia como Alférez Real.
-Una ley de Indias determinaba específicamente respecto a los virreyes que cualquier modificación en el ámbito familiar debía ser considerado por los cabildos. En cuanto a Rivadavia, enemigo declarado de los revolucionarios que pretendían la autonomía de todo yugo colonial había encolerizado a Moreno. Y no sin razón, conocía bien el pelaje de quién luego menoscabaría a San Martín negándole la asistencia en su cruzada libertadora.
-Sin embargo el general, historiador y periodista –don Bartolo– lo aclamó como “el más grande hombre civil de la tierra de los argentinos”.  Un poco mucho ¿no?
-Por eso es que estamos convencido que es necesario revisar desde el principio nuestra bibliografía histórica con el aporte no sólo de los historiadores académicos, sino desde otras distintas áreas del pensamiento. Vale la pena esta acotación que realizó Älvaro Abós en una reseña sobre la vida de Liniers y La Perichona que le acompañó sentimentalmente en parte importante de su vida:
«Ana Périchon fue desterrada cuando se hizo evidente que espiaba para los ingleses, y debió instalarse en Río de Janeiro. Enrique Molina, que al no ser historiador sino novelista está en buenas condiciones para atrapar la esquiva verdad, se pregunta: "¿Temió Liniers perder su cargo con aquella aventura o demasiado seguro de sí... tuvo miedo de pronto? Jamás lo sabremos"»

jueves, 22 de marzo de 2012

Pueyrredón y Rivadavia; misión ante Austria y Rusia

Por Roberto Lizarazu

Cuando  las papas queman, los príncipes no aparecen, el miedo cunde y nuestros dirigentes políticos no se encuentran a la altura de las circunstancias; las misiones diplomáticas dirigidas por Rivadavia,  recorrían las cortes de Europa buscando soluciones en el extranjero. Cualquier país es bueno para pedir ayuda. Como veremos en este comentario les toca el turno a Austria y a Rusia. Si señores lectores, en 1817 representantes de las provincias Unidas del Río de la Plata le piden ayuda a Rusia.  Algunos conspicuos autores sostienen que hasta Manchuria no llegaron, porqué era invierno y había mucha nieve.  
Con fecha 3 de enero de 1817, Pueyrredón, que fue Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata desde el 9 de julio de 1816 hasta el 9 de junio de 1819, dispuso dar por finalizada la maratónica misión de Rivadavia en Europa, que venía desde el Segundo Triunvirato (1814).  Prácticamente desde un año atrás se encontraba varado en Paris, que como todos sabemos es un lugar ideal para vivir viaticando  sin hacer nada. Ya ni las más elementales noticias sobre la situación del país le eran comunicadas. El último oficio que recibió del gobierno fue en diciembre de 1816 dándole cuenta de la Declaración de la Independencia en Tucumán. Esta noticia hacía más de dos meses que era pública en Europa. Si carecía de comunicaciones sobre hechos de tanta importancia como la declaración de la independencia, no es extraño que se mantuviera sin instrucciones y sin respuestas a sus muchas cartas informativas sobre la situación europea. A pesar de ello considero de interés reproducir algunas de esas cartas que no eran respondidas y ni siquiera se les acusaba recibo por parte del gobierno. Ni Manuel García, que se supone que dependía de él y que se encontraba en Londres, le informaba nada. Cada personaje jugaba su propio partido de manera independiente y de acuerdo a sus intereses políticos y económicos.  

En fecha 31 de enero de 1817, en carta al gobierno dice: “… se dolía de la conducta de la corte de Brasil, pero desgraciadamente todos mis esfuerzos son hasta ahora inútiles, para saber las deliberaciones de ese Gobierno a este propósito, y qué es lo que ha hecho D. Manuel García , de quien, es bien extraño , no tengo ni una letra; de manera que sobre un asunto de tanta consecuencia no puedo, absolutamente, obrar ni hablar, y precisamente cuando la invasión de los portugueses en ese territorio ocupa tanto a la Europa, a quien generalmente desagrada.”

El 22 de marzo volvía a escribir afligido, advirtiendo “… que la causa revolucionaria debía atender tres objetivos vitales: las disposiciones existentes, o posibles, de las naciones cuyo influjo decidía los destinos en el momento; la situación particular de España, y la marcha que, como consecuencia de uno y otro, y de su propio estado, debían adoptar las Provincias Unidas.”
Conviene detenerse un momento en estos tres objetivos vitales para nuestra revolución e independencia. Considero que resumen exactamente el ideario rivadaviano sobre el particular. Primero tenemos que considerar las disposiciones de las naciones que deciden los destinos de las naciones, (Gran Bretaña y Francia); segundo tener en cuenta lo que podría querer España de nosotros y tercero las medidas que deberían adoptar las Provincias Unidas respecto de los puntos anteriores.

Al efecto Rivadavia añadía: “Nunca pensé que el Congreso demorase tanto en pronunciar sobre la forma de gobierno de este Estado; pero siendo demasiado urgente el hacerlo, yo estoy persuadido que es de suma importancia el declarar a ESE ESTADO EN MONARQUÍA, RESERVÁNDOSE LA ELECCION DE SOBERANO AL RESULTADO DE LA NEGOCIACION QUE EN SU VIRTUD ACUERDAN PARA CON LAS CORTES DE EUROPA. (El subrayado es del propio Rivadavia).

Algunos antecedentes de la misión ante Rusia.

 José Lanz fue uno de los tantos profesionales europeos que Rivadavia, durante su larga permanencia en Europa, contrató para trabajar en el Río de la Plata. José Lanz, un profesor de matemáticas y ciencias naturales español que vivía en Londres,   en 1816 viaja a Buenos Aires y como no se adapta a estas latitudes regresa a Gran Bretaña en mayo de 1817 donde se encuentra  con Rivadavia. Lanz si bien es verdad que  no nos sirvió como profesor, fue contratado nuevamente por Rivadavia para que le sirviese de correo con Pueyrredón y volvió al Río de la Plata con correspondencia para el gobierno. En carta del 30 de agosto de 1817, dice que “este método para informar al gobierno lo usaría  en cuanto se lo permitieran sus recursos, adelantando la noticia de que se preparaba una nueva expedición en Cádiz, y se rumoreaba que era propósito del Emperador Alejandro de Rusia auxiliar a España en sus propósitos ofensivos, si bien señalando que las demás potencias veían con desconfianza la actitud rusa, por ser la nación que menos relaciones e intereses tenía con la América. (1) Por otra parte, añadía Rivadavia, es muy poco probable que la Rusia hiciera sacrificios de buques, tropas y dinero, o sólo dinero, sin una indemnización más que proporcionada. Por su parte no creía que tal expedición  (la española que se preparaba en Cádiz) llegara tener más apoyo que el de la corte del Brasil, cuando ésta ha pedido a Lisboa un refuerzo de 4 a 6 mil hombres con la mayor urgencia, y que ya han salido en parte, y el resto si no se ha dado ya a la vela, no tardará en zarpar, según la noticia de los diarios.”

Misión del cubano Antonio José Valdés ante Austria y Rusia en representación de Pueyrredón.

Por carta del 30 de junio de 1817, dirigida al director Pueyrredón, Rivadavia decía que “el 14 de dicho mes había sido sorprendido por un artículo de uno de los diarios  de París, concebido en los siguientes términos: En La Gazeta de Bremen del 29 de mayo, se lee el artículo siguiente: En este momento se halla en ésta un diputado de Buenos Aires de paso para Viena, encargado de ofrecer el Reino de Buenos Aires a un príncipe Austriaco. Se dice que este Diputado deberá dirigirse a otra corte poderosa de Europa, en el caso que sus ofertas no sean admitidas en Viena.”

Rivadavia ya había recibido instrucciones del 3 de enero de 1817 firmadas por Pueyrredón, disponiendo su regreso por no haber “motivo alguno de conveniencia que pueda fundar su residencia en Europa”.  Rivadavia no pudo admitir que se enviara un nuevo comisionado, por lo que supuso se trataba de una falsa información. No lo era en realidad. En la misma fecha, el 3 de enero de 1817, Pueyrredón había confiado a Antonio José Valdés, un cubano que había sido director de “El Censor” a llevar pliegos a los emperadores de Rusia y Austria rogándoles nos adopten bajo sus poderosos dominios, y eventualmente designen algún príncipe que se haga cargo de nosotros. Valdés utilizaba el cargo de Diputado Representante de las Provincias Unidas  de Sud América.

En la carta que lleva Valdés, dirigida al emperador de Rusia, y sobre la cual requiero de los señores lectores la lean con detenimiento, Pueyrredón comienza diciendo que: “Estaba en el interés de Europa que América dejara de permanecer en la ignorancia y la servidumbre, para que cultivada, floreciera y abriera sus entrañas al género humano, sin ser patrimonio exclusivo de una Nación mezquina y suspicaz, que se abroga su dominio en virtud de un descubrimiento casual  (el descubrimiento de América) y de la famosa Bula de donación otorgada por Alejandro 6º,  (la Bula que divide América entre España y Portugal) Es constante que la naturaleza ha destinado la tierra a las necesidades del hombre en general, Y NO DA A NINGUN PUEBLO MAS DERECHO QUE EL DE APROPIARSE EL PAIS QUE LE ES SUFICIENTE, obstruyendo su beneficio con perjuicio necesario de los demás Pueblos”.

Este último párrafo, en el que subrayamos un concepto sorprendente, que ofrece todos los caracteres de una invitación a tomar posesiones en América, ya que era evidente que Buenos Aires a la cabeza de las Provincias Unidas de Sud América contaban con más tierra de la que necesitaban por su cantidad de habitantes. Por otra parte se debe tener en cuenta que de manera simultánea a la Guerra de la Independencia que se estaba desarrollando a pleno. El triunfo de Chacabuco fue el 12 de febrero de 1817. Los gobernantes gestionaban príncipes de cualquier nación del mundo y sugerían la ocupación de nuestros territorios a las potencias europeas. Existía una contradicción evidente entre las acciones militares de algunos héroes por la guerra de independencia de nuestra patria contra el anterior coloniaje español;  y las acciones políticas de los dirigentes portuarios que ofrecen el gobierno y el territorio nuestra patria a cualquier potencia que aspire a obtenerla.

Pero debemos continuar con los lagrimosos pedidos de Pueyrredón al Zar de Rusia. La América sigue su denodada y sangrienta lucha (la Guerra de la Independencia) en la que reconoce la suma necesidad de un brazo poderoso que vigorice su aliento, y paralice las maquinaciones  y esfuerzos de sus enemigos. ¿Y quién, Señor, mas adecuado que V. M. I. (2) cuyo sólo nombre respeta toda la Tierra.

El oficio dirigido al emperador de Austria por Pueyrredón, y entregado por el inefable cubano  Antonio José Valdés, tiene las mismas características lagrimosas, y transcribiré algunos párrafos que considero importantes. Se iniciaba con una explicación de los antecedentes políticos de estas pampas, que a los austriacos le sonarían como si les hablaran en chino. Ahora veremos como Pueyrredón le pide disculpas al Emperador de Austria  de haber realizado las acciones de 1810 y sobre todo la declaración de la independencia en  1816. Todo un verdadero y vergonzoso disparate. Habla de los americanos en tercera persona. ¿Y él que era en 1810 y en 1816, súbdito de Gran Bretaña? “El proceso revolucionario establecido al ser invadida España por los franceses, los americanos creyeron que adoptar sus precauciones para no correr la suerte de su Metrópoli en Caso de ser desgraciada. Los gobiernos revolucionarios instalados en España pretendían dictar la ley a la América. Resistimos a sus pretensiones tan injustas y creamos gobiernos provisorios hasta la restitución del Sr. D. Fernando VII a su trono. Las juntas de la Península nos declararon la guerra. El regreso de Fernando VII encontró a estos pueblos en plena guerra.”  Si, estábamos en plena  Guerra de la Independencia.

“Creímos haber llegado entonces al término de tantos desastres; pero el rey (Fernando VII) mal aconsejado, sin encontrar que aplaudir en los gobiernos españoles, no consideró en nuestra resistencia los preceptos de unas autoridades que él mismo declaró nulas, la prueba ilustre de nuestra lealtad”.
“A los males consiguientes a una guerra sin fin, se había unido la expedición portuguesa, que se suponía realizada mediante un entendimiento con España, por lo que se recurre ante el emperador para que fuese el Protector de la América, título que acompañaría al de Pacificador de Europa,  con el que se lo reconoce en todo el orbe”.

Sorprendentemente la misión de Valdés ante Rusia y Austria se frustra por las inclinaciones detectivescas de Rivadavia. Por un confidente de la policía de Paris, por supuesto pago, Rivadavia es informado que el diplomático enviado por Pueyrredón  se trataba de un aventurero carente de escrúpulos y que vendía el producto (el reinado de Buenos Aires) a varios interesados a lograr la vacante. Valdés con ese objeto, según Rivadavia, había visitado al embajador español en París, el duque de Fernán Núñez, y mantenido  entrevistas con el Conde de Casa Flores. Valdés habría supuesto que a falta de príncipes no estarían mal un duque o un conde. Cualquiera que pague.

Posteriormente y por carta del 15 de febrero de 1818, y cuando en Buenos Aires ya se conocía el papelón, Rivadavia informa “que se trataba no solamente de un impostor sino también de un traidor, pues la embajada española dio a conocer un escrito suyo”.

Ya entonces se conocía la verdad en Buenos Aires, pues con fecha 31 de julio de 1818, Gregorio Tagle le escribió a Rivadavia diciéndole que se conocían otros chanchullos de Valdés.   

Como lo menciona Diego Luis Molinari en la bibliografía que señalo, “Pueyrredón recibió en este caso una dura lección. No se debe confiar en venales e  inescrupulosos periodistas”. (3)




(1) Esta es una errónea interpretación geopolítica de Rivadavia. Para la fecha Rusia de hecho era la poseedora de vastísimas  extensiones de América del Norte (Alaska) y competía tanto con Francia como con Gran Bretaña en los derechos de posesión de prácticamente todo el norte de Canadá hasta la Bahía de Hudson. También tenía un conflicto con Dinamarca sobre el dominio de Groenlandia, que es América y que recién se resuelve al finalizar la guerra ruso japonesa en 1905.



(2) V. M. I. es Vuestra Majestad Imperial.

(3) Diego Luis Molinari era un activo militante radical y siempre  la prensa liberal y luego la peronista fueron muy críticas con su obra. Irónicamente Molinari y Perón eran amigos personales y lo visitaba seguido en la Casa Rosada. También queda la correspondencia entre ambos de los años de exilio en España. Tal vez por eso la prensa antiperonista también era muy crítica con la obra de Molinari. Le pegaban de todos lados; y el cuando podía también respondía, como en este caso.

Fuente documental:  Diego Luís Molinari. “Fernando VII y la emancipación de América”, Buenos Aires, 1939. Reedición 1957.
Ricardo Piccirilli. “Rivadavia y la Diplomacia. Historia de una empresa monárquica frustrada”. Buenos Aires, 1945.
William Spence Robertson. “Russia and the emancipación of Spanish America 1816-1826, en “Hispanic American Historical Review”, tomo XXI, 1941.

jueves, 15 de marzo de 2012

Cornelio Saavedra

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Cornelio Judas Tadeo Saavedra murió en Buenos Aires el 29 de marzo de 1829. En diciembre de ese año el gobernador Juan José Viamonte trasladó sus restos a la Recoleta y le brindó un homenaje. En el decreto decía: “El primer comandante de Patricios, el primer presidente de un gobierno patrio, pudo sólo quedar olvidado en su fallecimiento por las circunstancias calamitosas en que el país se hallaba; pero después que ellas han terminado, sería una ingratitud negar al ciudadano tan eminente el tributo de honor debido a su mérito y a una vida ilustrada con tantas virtudes que supo consagrar entera al servicio de la patria”.
Saavedra había nacido en la Villa Imperial de Potosí, en el Alto Perú, el 15 de septiembre de 1759. Las difíciles condiciones climáticas de aquella zona llevaron a la familia Saavedra a regresar a Buenos Aires, de donde era oriundo el padre. Cornelio cursó estudios en el Real Colegio de San Carlos destacándose por su inclinación por la filosofía, pero no pudo concluir sus estudios y tuvo que dedicarse a las tareas rurales.
En 1797 inicia su carrera en la función pública como regidor. Su destacada actuación le valen dos años más tarde la designación de procurador y en 1801 la de alcalde de primer voto.
Las invasiones inglesas parecen descubrir en Saavedra una nueva vocación: la militar. Dice en sus memorias: “Este fue el origen de mi carrera militar. El inminente peligro de la patria; el riesgo que amenazaba nuestras vidas y propiedades, y la honrosa distinción que habían hecho los hijos de Buenos Aires prefiriéndome a otros muchos paisanos suyos para jefe y comandante, me hicieron entrar en ella”.
Durante las invasiones inglesas el cuerpo de Patricios, el más importante de la capital virreinal, lo eligió como comandante. Desde 1808 participó en las reuniones de la jabonería de Vieytes y de la casa de Rodríguez Peña, en la que se destacaba por su moderación y una prudencia que a muchos de sus compañeros les resultaba excesiva.
Cumplió un papel destacado en los hechos de mayo de 1810. En la reunión de comandantes del día 20 negó su apoyo a Cisneros. Dos días después, en el cabildo abierto del 22, votó a favor de la destitución del virrey.
Fue designado presidente de la Junta formada el 25 de mayo, pero su nuevo cargo no parecía agradarle demasiado, según lo cuenta en sus Memorias: “Con las más repetidas instancias, solicité al tiempo del recibimiento se me excuse de aquel nuevo empleo, no sólo por falta de experiencia y de luces para desempeñarlo, sino también porque habiendo dado tan públicamente la cara en la revolución de aquellos días no quería se creyese había tenido particular interés en adquirir empleos y honores por aquel medio. A pesar de mis reclamos no se hizo lugar a mi separación. El mismo Cisneros fue uno de los que me persuadieron aceptase el nombramiento por dar gusto al pueblo. Tuve al fin que rendir mi obediencia y fui recibido de presidente y vocal de la excelentísima Junta (…) Por política fue preciso cubrir a la Junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos”.
El presidente Saavedra chocará muy pronto con su secretario de Guerra y Gobierno, Mariano Moreno.
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Moreno encarnaba el ideario de los sectores que propiciaban algo más que un cambio administrativo, se proponían cambios económicos y sociales más profundos. Pensaba que la revolución debía controlarse desde Buenos Aires. Saavedra, en cambio, representaba a los sectores algo más conservadores y era partidario de compartir las decisiones de gobierno con las otras zonas del territorio.
Moreno, preocupado por los sentimientos conservadores que predominaban en el interior, entendió que la influencia de los diputados que comenzaban a llegar sería negativa para el desarrollo de la revolución y se opuso a su incorporación al ejecutivo. Triunfó la posición encabezada por Saavedra y Moreno se vio obligado a renunciar y a alejarse del país encabezando una misión diplomática en diciembre de 1810 y muriendo misteriosamente en alta mar el 4 de marzo de 1811.
Ante la desaparición de Moreno, Saavedra creyó ver fortalecido su poder. El 5 y 6 de abril los saavedristas Joaquín Campana y Tomás Grigera movilizaron a los sectores suburbanos hacia la Plaza de la Victoria con el apoyo de los Patricios, los Pardos y Morenos contra el sector morenista de la Junta. A las tres de la mañana entregaron un petitorio en el Cabildo que decía entre otras cosas: “El pueblo de Buenos Aires, desengañado a vista de repetidos ejemplos de que no sólo se han usurpado sus derechos, sino que se trata de hacerlos hereditarios en cierta porción de individuos, que formando una fracción de intriga y cábala, quieren disponer de la suerte de la Provincias Unidas, esclavizando a las ambiciones de sus intereses particulares la suerte y la libertad de sus compatriotas”.
Se proponían deponer al sector morenista y crear un ejecutivo fuerte en manos de Saavedra. Pero Saavedra no aceptó el mando y cuenta en sus Memorias “Pedí, supliqué y renuncié todos mis cargos, incluso el grado de Brigadier”. Pero se llegó a una transacción seguramente sugerida por el Deán Funes: Vieytes, Rodríguez Peña, Larrea y Azcuénaga marcharían al destierro y serían reemplazados por tres saavedristas, Campana entre ellos; el regimiento de la Estrella sería disuelto y su jefe, Domingo French confinado, como no podía ser de otra manera junto a Antonio Berutti. Saavedra continuaría como presidente de la Junta.
Pero el desastre de Huaqui en el Alto Perú precipitó las cosas. Saavedra debió marchar al Norte a fines de agosto de 1811 y su ausencia fue aprovechada por sus adversarios. A los ocho días de haber llegado a Salta se le hizo saber su separación del ejército y de la presidencia de la Junta, y se le ordenó entregar las tropas a don Juan Martín de Pueyrredón. El sector morenista recupera el control de la situación y crea un nuevo poder ejecutivo: el Triunvirato.
El 6 de diciembre de 1811 los Patricios se sublevaron en defensa de su antiguo jefe. Piden que vuelva Saavedra y que renuncie el coronel Belgrano, designado como nuevo comandante del regimiento.
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El Triunvirato arma una doble estrategia, por un lado negociar y por otro rodear el cuartel para intervenir en cualquier momento. Hubo varios mediadores, entre ellos Juan José Castelli, el orador de la revolución, que estaba arrestado en el propio cuartel tras haber sido sometido a juicio por la derrota del Desaguadero. También medió el vehemente adversario de Castelli en el debate del Cabildo Abierto del 22 de mayo, el obispo de Buenos Aires Benito Lué y Riega y el obispo de Córdoba, Rodrigo de Orellana. Pero todo fue inútil. Los Patricios se mantenían firmes en sus demandas.
Uno de los amotinados, el soldado de origen inglés Richard Nonfres, en un rapto de exaltación, comenzó a proferir insultos y disparó un cañonazo contra las tropas que estaban apostadas frente al regimiento. Cuenta Domingo Matheu que “…un maldito inglés, soldado del cuerpo, pegó fuego a un obús cargado a metralla y mató a uno e hirió a seis”.
La respuesta no tardó en llegar. El saldo del combate fue de 8 muertos y 35 heridos. Pero el secretario Rivadavia y el Triunvirato no iban a dejar las cosas así. Instruyeron un proceso sumario. Por “razones de seguridad” fueron expulsados los diputados del interior. El deán Funes fue detenido sospechado de complicidad con los rebeldes. Los implicados negaron durante el juicio toda intención política y recordaron sus planteos iniciales. Pero nadie les creyó y en la sentencia se hablaba de un “movimiento popular que se tramaba”.
A veinte de los implicados se los condenó a cumplir penas que iban de cuatro a diez años de prisión en Martín García. Once sargentos, cabos y soldados fueron fusilados a las ocho de la mañana del 10 de diciembre de 1811 y sus cuerpos colgados en la Plaza de la Victoria “para la expectación pública”. Entre los muertos estaba el inglés Ricardo Nonfres, quizás el autor del primer disparo de una guerra civil que iba a durar casi 60 años.
Esta derrota selló la suerte de Saavedra.
Se intentó confinarlo en San Juan pero, alertado a tiempo, Saavedra cruzó la cordillera de los Andes y arribó a Chile acompañado por su hijo Agustín de 10 años.
En 1814 decidió volver a la patria ante la cercanía de los ejércitos realistas que amenazaban Coquimbo. Mientras volvía a cruzar la cordillera, su esposa doña Saturnina Otárola apela al gobernador intendente de Cuyo José de San Martín, para lograr el reingreso de su marido. San Martín accedió fijándole residencia en San Juan. Saavedra fue enviado escoltado hacia Buenos Aires para estar presente en el juicio que se había iniciado y tras la revolución del 15 de abril de 1815, el Cabildo le devolvió su grado militar. Sin embargo, al asumir el poder Alvarez Thomas el cargo de Director Supremo lo conminó a abandonar Buenos Aires e instalarse en Arrecifes.
En 1818 el Congreso Constituyente puso término a las causas en su contra y el director Pueyrredón dictó un decreto confiriéndole el empleo de brigadier general de los ejércitos de la Nación, con una antigüedad retroactiva al 14 de enero de 1811.A fines de ese año fue designado Jefe de Estado Mayor, en reemplazo del general Antonio González Balcarce, que había marchado a incorporarse al ejército libertador de Chile. Desempeñando ese cargo inspeccionó las tropas en Santa Fe, Martín García y en Luján y concretó negociaciones de paz con los indios ranqueles.
Durante el período de la anarquía de 1820 se retiró a Montevideo, de donde regresó al constituirse el gobierno de Martín Rodríguez, en octubre. En 1822 se le otorgó el retiro absoluto del ejército. Siendo ya un anciano ofreció sus servicios en ocasión de la guerra con el Brasil. El gobierno, por medio del ministro de guerra, coronel Marcos Balcarce, le hizo saber que agradecía el ofrecimiento y que, llegado el caso, sería aceptado con la consideración que se debía a su avanzada edad.
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miércoles, 14 de marzo de 2012

La Muerte de Rosas

POR LEONARDO CASTELLANI (dedicado a Lola Pereyra Rosas)

Don Juan Manuel llevó la Pampa a una Nación
Cuyo nombre no se puede pronunciar
Una cosa así como San Antón o Sud Sansón
Que se traduce Boloña sobre el mar

Plantó una tranquera de álamos y dos teros
Un caballo y quizás, un chajá
El madrugar y el tranco lento de los estancieros
En la línea del Salado, allá

Los últimos años del Restaurador
25 años callados y pacientes
Son la clave de las naciones independientes
Del siglo pasado, de la Argentina y de su honor.


Con la vista clavada en la empañada ventana
Por encima de Manuelita y el cura irlandés
Veía el gran viejo la vida humana
El mapa de la ignominia y la honradez

El poeta Ventura Vega no se acordaba
Del país en que nació por casualidad
Y allí frente suyo sonriente estaba
"La Muerte de César”, poesía y realidad.

Las colinas del Hamshire tan verdes en primavera
Y la escarcha que cruje fría
El cielo azul pálido como la bandera
El grito de dos teros en la tranquera
Y una lenta y humorosa agonía

Su fama en el Plata en manos de brasileros
Privilegio del rico es poder dejarse robar
Rosas se calla y sonríe los días enteros:
“Por no dar explicaciones Cristo se dejó matar”.
Su obra estaba hecha, su rescate pagado
Terminado su arreo rudo
Había hecho lo que estaba mandado
No todo, sino lo que pudo.


1829, el año sobrehumano
El que sabe mandar que aprenda a gobernar
De estanciero ladino a "Gran Americano”
Al que sabe nadar lo obligan a cruzar el mar.


"Llevo todas las de perder, pero le heid jugar al Destino
No sé gobernar pero heid gobernar
A causa de la galera sangrienta en el camino
Y ese sapo que no heid tragar".


Dorrego Facundo Pago Largo Las Heras
Los dados en el 29 echados contra él Fatum
La batahola y los entreveros de las montoneras
Ahora versos de un breve poema: "Consummatum"
.
Medio siglo en destierro él hijo de la tierra
Cuarto siglo fuera del país
Al cuál sacrificó su vida en paz y en guerra
Siempre solo como una raíz.

La gloria de la hija mayor que llega
Su nieto mayor que descuelga el cinto y el trabuco
Y él mira lo que es la gloria: un niño que juega
con el sable de Chacabuco.


Y después el hecho de todos los mortales
La debilidad sin languidez
Y un resbalar lento del alma a los portales
Que se pasan sólo una vez.

El extraño panorama de su vida toda delante
Dolores corporales que avientan lo trivial
Rosas sintió en un lampo todo el tiempo de ante
Galopando un negro bagual.

Sintióse en una ventolera de la pampa infinita
Hollando en un potro la gramilla helada
Oyó como una voz de lejos: "¿Cómo anda, tatita?”
Y se oyó a sí mismo muy lejos: NIÑA, NO ES NADA

jueves, 8 de marzo de 2012

El Libertador y el Restaurador...

Por Mario Meneghini



Éste es un tema que pocas veces se trata. San Martín, pese a tantos libros nefastos que se han publicado en los últimos años, conserva una imagen indiscutida para la mayoría de los argentinos. No ocurre lo mismo con Rosas, que presenta una imagen polémica; no puede desconocerse que los primeros historiadores pertenecieron al sector político que se enfrentó con él. Por eso, para tratar de ser objetivos es necesario arriesgarse a una exposición árida, analizando la cuestión en base a hechos y documentos concretos.



Los antecedentes que hoy se conocen, demuestran que hubo una relación de admiración mutua entre estos próceres, de los cuales es posible advertir una suerte de vidas paralelas. San Martín, llevando la libertad a tres pueblos. Rosas, consolidando la obra del Libertador. Resulta explicable que los dos hayan experimentado esa atracción recíproca, que suele existir entre aquellos dirigentes de empresas semejantes.

Hubo actitudes de Rosas hacia el Gral. San Martín y de éste a Rosas. Podemos mencionar dos estancias en la provincia de Buenos Aires, a las que Rosas denomina con el nombre de San Martín, a una, y Chacabuco, a la otra.

En 1841, el Ayudante de Órdenes del almirante Brown, que era Álvaro Alzogaray -quien se destacaría luego en el combate de la Vuelta de Obligado- le trasmite la propuesta de bautizar al bergantín Oscar, recientemente adquirido para la flota, con el nombre de Ilustre Restaurador. Rosas se opone, y ordena que se lo bautice con el nombre de San Martín a este velero que participó en muchos combates y llegó a ser el barco insignia de la flota.

En varios de los mensajes a la Legislatura de Buenos Aires, para informar sobre la marcha del gobierno, que Rosas dirigía anualmente pese a tener Facultades Extraordinarias, menciona elogiosamente a San Martín.

Cuando muere el Libertador, la Gaceta de Buenos Aires, por orden de Rosas, publica durante diez días una biografía muy bien escrita del Padre de la Patria. La firma "un argentino", pero se sabe que el autor era el joven Bernardo de Irigoyen, que trabajaba para el Gobernador.

La misma disposición favorable, encontramos en San Martín respecto a Rosas, siendo de destacar el mayor gesto de aprecio y admiración consistente en legarle su sable, en el párrafo tercero de su testamento ológrafo, firmado el 23-1-1844 y depositado -como era costumbre de la época- en la Legación Argentina en París: "El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sud, le será entregado al General de la República Argentina, don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República, contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla". En aquellos años vivían aún figuras prominentes, con sobrados méritos para hacerse acreedores de esa distinción. Entre los militares, que compartieron acciones bélicas con San Martín, recordemos a Las Heras, Soler, Necochea, Paz, La Madrid, y Guido, su mejor amigo. Entre los colaboradores políticos de su gesta libertadora, vivía Pueyrredón. Entre los marinos vivía el prócer máximo de nuestra Armada, el Almirante Brown. De los personajes civiles, que podrán hacer recibido el legado, podríamos mencionar a Larrea, único sobreviviente de la Primera Junta, y a Vicente López y Planes, autor del Himno Nacional. Pero San Martín, distinguió a quien se acercaba más a sus propios valores, y el glorioso sable fue para Rosas. Esta decisión ha sido motivo de comentarios y de dudas.

Algunos sostuvieron que hubo un testamento posterior en el cual San Martín corrige las disposiciones del firmado en 1844. Por su parte, el Dr. Villegas Basavilbaso, Presidente de la Corte Suprema de Justicia, al entregarle el 17-8-1960, al entonces Presidente de la Nación Dr. Frondizi, el testamento original rescatado de Francia, incluye en su discurso una interpretación de la cláusula tercera del testamento. Afirma que San Martín le lega su sable a Rosas, porque era en ese momento el Jefe del Estado, y no por sus merecimientos. Deducción pueril que no resiste el menor análisis.

Otra interpretación, que ha sido compartida por muchos, la hace uno de los biógrafos más conocidos de San Martín, don Ricardo Rojas, que en artículos periodísticos en 1950, expresó que San Martín le hizo el legado a Rosas únicamente por su política exterior. Resultaría, entonces, que Rosas fue un patriota cuando defendió a su país de la agresión externa, pero fue un tirano cuando combatió a los unitarios, que promovieron y cooperaron con esa misma agresión. Resulta, sin embargo, que el mismo prócer, en carta que le escribe a Rosas, el 10 de junio de 1839, le dice: "...porque lo que no puedo concebir es el que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempos de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer".



Como se advierte, no es posible separar los dos aspectos de la política, porque son partes de una misma gestión pública. Lo que ocurre, es que se insiste en presentar a San Martín, sin debilidades ni pasiones, como a un Santo de la Espada, al que no se puede involucrar en definiciones políticas. Esto es imposible en los dirigentes que quieren a su patria y, si bien es cierto que el Libertador no quiso participar en las luchas fratricidas, nunca ocultó su opinión y la manifestó con franqueza.

Surge de la lectura de las siete cartas personales que le escribió a Rosas, en doce años de intercambio epistolar recíproco, así como en la correspondencia a Guido y a otras personas, que San Martín nunca permaneció neutral ni indiferente ante las situaciones que vivía el país. San Martín sostuvo que, para cortar de raíz los males argentinos, era necesaria una mano fuerte, para establecer el orden. Y en la última carta a Rosas, del 6-5-1850, tres meses antes de su muerte, le expresa: "...como argentino me llena de un verdadero orgullo al ver la prosperidad, la paz interior, el orden y el honor restablecido en nuestra querida Patria; y todos estos progresos efectuados en circunstancias tan difíciles en que pocos Estados se habrán hallado. Por tantos bienes realizados yo felicito a Ud. sinceramente como igualmente a toda la Confederación Argentina. Que goce Ud. de salud completa y al terminar su vida pública sea colmado del justo reconocimiento del pueblo argentino, son los votos que hace y hará siempre a favor de Ud. éste su apasionado amigo y compatriota que besa su mano." José de San Martín

Se puede advertir que, de los cuatro logros alcanzados por Rosas, según San Martín, los tres primeros: prosperidad - paz interior y orden, son inherentes a la política interna; y el cuarto: honor nacional, sería un logro de la política externa. Además, San Martín hace abstracción de esa dicotomía, aplaudiendo la gestión global del Restaurador, al decir: por todos estos progresos... por tantos bienes realizados... yo felicito a Ud., etc.



Aunque resulte curioso, San Martín y Rosas nunca se conocieron personalmente; y la relación a distancia, se inicia con motivo de la intervención armada que el reino de Francia inicia en el Río de la Plata, en 1838, cuando el Libertador llevaba ya quince años en el exterior.

El conflicto surgió cuando Francia reclamó el beneficio del trato de Nación más favorecida, considerando el gobierno argentino que eso debía ser consecuencia de un tratado bilateral, y no como una concesión gratuita. El cónsul pidió los pasaportes y se trasladó a Montevideo logrando que la flota francesa realizara un bloqueo del puerto de Buenos Aires, medida que representaba iniciar hostilidades en condiciones riesgosas para nuestro país, teniendo en cuenta la disparidad de fuerzas.

Fue en ese momento que San Martín se dirige al gobernador de Buenos Aires, a cargo de las relaciones exteriores de la Confederación, dando comienzo a la relación entre ambos. La carta está fechada en Gran Bourg, el 3-8-1838, y en ella se expresa: "...ignoro los resultados de esta medida; sin son los de la guerra, yo sé lo que mi deber me impone como americano...esperar...sus órdenes si me cree de alguna utilidad...inmediatamente de haberlas recibido, me pondré en marcha para servir a mi Patria en la guerra contra Francia en cualquier clase que se me destine."



Desde su retiro, en 1823, fue ésta la primera y única vez que San Martín ofreció regresar al país y tomar las armas. El gesto del Libertador es de mayor valor, si se tiene en cuenta el análisis técnico que había hecho en carta a Guido: "...temo mucho que el gobierno pueda sostener con energía el honor nacional y se vea obligado a suscribir proposiciones vergonzosas". Es decir, que estuvo dispuesto a volver no para sumarse a una victoria segura, sino para defender la bandera aún previendo una derrota.

La habilidad diplomática de Rosas consigue capear el temporal, y se suscribe un tratado que representa un triunfo para la Argentina. Actitud opuesta a la de San Martín muestra Alberdi, quien desde Montevideo fue el mentor ideológico de la intervención extranjera en el Río de la Plata, sosteniendo: "que la razón sea de Francia o de la República Argentina no es del caso averiguar en este instante"... "la conveniencia y el honor de un pueblo están en no ser hollados por un tirano...".

En 1845, Francia inicia una segunda intervención, aliada ahora con Inglaterra. Otra vez se establece el bloqueo, por la flota anglo-francesa, y se toma la isla de Martín García. En esta ocasión, el 11-1-1846, San Martín escribe a Rosas para manifestarle que si no fuera por insuperables motivos de salud: "...me hubiera sido muy lisonjero poder nuevamente ofrecerle mis servicios que aunque conozco serían inútiles demostrarían que en la injustísima agresión y abuso de la fuerza de Inglaterra y Francia contra nuestro país, éste tiene aún un viejo defensor de su honra e independencia".

Pese a no poder trasladarse físicamente, San Martín colabora redactando un informe profesional sobre la intervención, advirtiendo que no dudaba que las potencias podrían apoderarse de Buenos Aires, pero que no podrían sostenerse mucho tiempo y esto hace técnicamente inviable la operación. El informe fue publicado en un diario londinense que destaca que el autor es el militar que logró la liberación de Buenos Aires, Chile y Perú, del yugo español.

En 1849 insiste en carta a un ministro francés que los gastos y dificultades serán inmensos, debido a la posición geográfica del país, al carácter de sus habitantes y a la distancia desde Francia, y que es deber de estadistas pesar las ventajas que deben compensar los sacrificios. Esta carta contribuyó al nuevo triunfo diplomático de Rosas, pues fue leída en el Parlamento y tenida en cuenta para decidir el cese de hostilidades.

El mismo Alberdi, en su estudio titulado "La República Argentina, treinta y siete años después de la Revolución de Mayo", rectifica su opinión, criticando la colaboración de los unitarios con el extranjero invasor, y aunque sigue viendo en la mano de Rosas la vara de la dictadura, dice que ve también en su cabeza la escarapela de Belgrano.



Quiero terminar esta reflexión, recordando un editorial del diario El Tiempo de Buenos Aires, de 1897, escrito con motivo de la repatriación del sable del Libertador, por Leopoldo Lugones, en el que afirma que Rosas: "...hizo pelear a su pueblo y batiéndose -ambidiextro formidable- con un brazo contra la traición que ponía en venta la propia tierra por envidia de él, y con el otro contra la invasión que venía a saquear en tierra extraña..." "Y por segunda vez se salvó la independencia de la América...", "San Martín sintió que sus canas eran todavía pelos viriles, comprendió toda la grandeza del esfuerzo del Dictador, y dijo que en mejor mano no podía caer la prenda heroica. Redactó su testamento partiendo la herencia en dos: dejó su corazón a Buenos Aires, y su sable a Don Juan Manuel de Rosas".

miércoles, 7 de marzo de 2012

Ramón Carrillo

Por Raúl Matera
Conocí al doctor Ramón Carrillo en 1939, cuando yo era practicante honorario del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital Militar Central, que él dirigía. Me atrajo la modestia de su personalidad, su talento capacidad... la amplia generosidad con que me invitó a seguirlo en una especialidad que yo también abrazara con fervor y entusiasmo.

Carrillo, el hombre, era serio sin seriedades. De sonrisa fácil y amplia como una mano tendida hacia los semejantes. Físicamente no se destaca de los demás sino por su criolla tez morena y curtida por el sol santiagueño de la cual se sentía orgulloso. Hombre de pensamiento y de acción, jamás escindió la inteligencia de la voluntad y de la praxis. Hombre sensible, abierto a todos los rumbos de la inquietud intelectual. Optimista impenitente, creyó en el Creador y en el hombre hecho a su imagen y semejanza. Le gustaba decir que había que demostrar lo malo, antes que negar, de entrada, lo bueno que necesariamente hay en el ser humano. Era fuerte e íntegro: nunca escuchamos una queja por lo que le habían hecho, por la ingratitud, por desilusiones padecidas. ¡Y vaya si fue víctima de ataques, vilipendios y odios. Tenía un extraordinario sentido humanista y cristiano y una generosidad sin límites.
Fue un gran científico: uno de los más importantes que el país haya tenido. Abrió el rumbo para investigaciones que han acordado a la neurología un lugar de privilegio en todo el mundo.

Tal vez, si otras actividades puestas por su vocación de servicio no le hubiera requerido la dedicación total, su obra científica habría adquirido dimensiones universales. Renunció a esta meta por otros objetivos que consideraba indispensables para el servicio de la República. Demostró así su amor por esta tierra y por sus hombres.
Fue maestro: enseñaba y formaba; estaba siempre junto a sus discípulos para estimularlos y ayudarlos en los momentos de desaliento. Pero lo hacía sin que su mano izquierda se enterara de lo que había dado su mano derecha.
Fue político y ministro: creó casi de la nada, las instituciones y las estructuras para la salud de las que luego la República se enorgullecería. Incorporó el país, en esta materia, a las naciones más avanzadas del mundo. Desde su labor ministerial, puede dividirse la política nacional sanitaria en dos épocas: antes de Carrillo y después de Carrillo. Y esto ya es historia.
Creía en el país y quería entrañablemente a su pueblo. Amaba a Santiago, su patria chica, y a la Argentina, su patria grande. Era capaz de hablar horas enteras del paisaje y de la gente de su tierra. Recordaba con orgullo que su Santiago había sido "fundadora de ciudades". Quería un país de los argentinos para todos los argentinos. No aceptaba la hegemonía de Buenos Aires y la postergación del interior. No era, sin embargo, antiporteño. Intuía que las legiones de "cabecitas negras" que arribaban a Buenos Aires eran los adelantados del tiempo nuevo y que su acción, desde las fábricas, conseguiría los objetivos que no obtuvieron las armas en el siglo pasado. Deseaba que Buenos Aires no fuera sólo un puerto de entrada y salida de mercaderías, sino la gran base técnico-industrial para autoabastecernos y asegurar, junto al resto del país, nuestra libre determinación. Así podría comenzar a escribirse una nueva historia de unidad nacional y colaboración entre la capital y las regiones del interior.

Murió lejos y pobre. Se habló de una inmensa fortuna mal habida. Murió casi en la indigencia. El escándalo y el odio se deleitaron arrojándole paladas de lodo y él murió en silencio, lejos y pobre. Esa, su pobreza, constituye la prueba de su limpieza y el testimonio de su honradez; culminó su vida trabajando, mitigando el dolor, ganando su sustento con él esfuerzo de cada día y con la buena acción de cada hora. Murió sin resentimientos, sin deseos de revancha, tan limpio y claro de alma como lo fue en su vida".
La posteridad, sin embargo, que no es indiferente a la justicia, ha rei¬vindicado su memoria y su nombre. El doctor Ramón Carrillo ha entrado en la historia de lo bueno que tuvo la patria

jueves, 1 de marzo de 2012

El Padre Ezcurra ante los restos del Restaurador

Por el Dr. Julio R. Otaño



Es un pequeño homenaje al Admirado y admirable Padre Alberto Ezcurra. Es curioso que no se encuentren documentales sobre la repatriación de los restos del Restaurador. Recuerdo que ese dia de setiembre de 1989 estuve con dos amigos, vestido con un poncho rojo punzo que me envió especialmente mi tio de corrientes,....Me ubiqué detras de la cureña y en medio de un gentío enorme fuimos caminando hasta el cementerio de la recoleta....recuerdo que cuando entramos en avenida callao desde los edificios arrojaban flores....Al llegar al cementerio y a pesar de la multitud me encontré con el inolvidable Jaime González Polero quien me invitó a concurrir al Instituto Juan Manuel de Rosas de Gral San Martín.. yo tenía un poco mas de 20 años y realmente nunca pensé que los restos del Ilustre patriota regresarían con todos los Honores a su patria, a la que habia amado tanto y a la que dedicó los mejores años de su vida...Ahi escuche una brillante y emotiva misa de cuerpo presente a cargo del Padre Alberto Ezcurra, quien realmente me hizo llorar de emoción y me sigue (aun 21 años despues) haciendo llorar emocionado.
Alberto Ignacio Ezcurra nació Buenos Aires el 30 de julio de 1937 y murió el 26 de mayo de 1993. Su sangre provenía de los más patricios apellidos de la Argentina. Era el séptimo hijo de una de las figuras claves del revisionismo histórico y uno de los fundadores del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, en 1938. Alberto Ezcurra Medrano, quien influye en el pensamiento y en la formación de su hijo, el futuro jefe del Movimiento Nacionalista Tacuara, la que para algunos fue la más popular organización de militancia juvenil de fines de los '50 y los '60.
Alberto Ezcurra Uriburu era un joven austero. Toda su vida usó lentes de gruesos cristales y marco negro bajo unas cejas espesísimas. Poseía una sólida y bastísima formación. Pero con la humildad que lo caracterizaba, jamás hizo alardes ni posaba de doctor. Era inteligente, astuto y muy estudioso. Su cuarto, en la casa paterna, parecía la habitación de un monje; la pared estaba toda pintada de blanco y su única ornamentación era un crucifijo que colgaba sobre la cabecera de la cama.
Era un gran orador; Poseía firmes convicciones y carisma. Admirado y cuestionado, ya que no tenía pelos en la lengua, llamaba a cada cosa por su nombre. Solía concurrir al Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas donde recibía charlas de José María Rosa o Arturo Jauretche que les daban una versión de la historia distinta de la liberal, aunque también frecuentaban la trastienda da la librería Huemul, y asistían a conferencias de nacionalistas católicos como el Padre Julio Meinvielle, o de Jordán Bruno Genta.
En el año 1957 con algunos amigos funda el Movimiento Nacionalista Tacuara.
Ezcurra definía sus ideas y las de Tacuara de la siguiente manera: "Nuestro movimiento, que procura instaurar un nuevo orden, es cristiano en cuanto afirma la primacía de los valores espirituales y permanentes en el hombre y en la sociedad; nacionalista, en cuanto sostiene a la Nación como unidad social suprema, y socialista por su concepción económico-social, anticapitalista, revolucionaria y comunitaria". Tacuara terminó dividiéndose y disolviéndose y entonces Alberto Ezcurra retornó al seminario y terminó consagrado al sacerdocio; lo hizo primero en Paraná, Entre Ríos, y luego en San Rafael, Mendoza. Cuando el Padre Alberto misionaba elegía los parajes más desatendidos e inhóspitos, allí donde los criollos habían sido abandonados a su suerte por la perversidad del sistema dominante. Y volvía de la misión, rico en experiencias apostólicas y en decires campestres que solía aplicar en sus clases y cursos. El 26 de mayo de 1993 murió de un cáncer el cura Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu. Todo su intenso paso por este mundo fue "Milicia y servicio", la simbiosis de la "espada y la cruz".