Rosas

Rosas

jueves, 30 de septiembre de 2010

Don Alberto Merlo y la Vuelta de Obligado

Por Adrián Martínez 

Esta versión del aire de triunfo, Vuelta de Obligado, es la que a mi personalmente más me gusta. La interpreta el ya fallecido don Alberto Merlo. Resalta la resistencia de las armas argentinas en contra de los invasores europeos, que en su mezcla de colonialismo político y aventurerismo mercantilista, se animaron a tratar de violar nuestra Sagrada Soberania territorial. La toco en 1989 para la repatriación de los restos del Brigadier Don Juan Manuel de Rosas.



La Nación Argentina y su Democracia Fallida

Por David Acuña

La nación no es una categoría abstracta, sino histórica. Esto quiere decir, en primer lugar, que la misma se define por ciertas características comunitarias y culturales situadas en una geografía determinada que la vuelve en relación a otros pueblos y naciones. En segundo lugar, la nación es la superación, la síntesis resultante, de contradicciones y antagonismos de sectores sociales en el cual uno de ellos puede llevar adelante su proyecto político presentándolo como general a todo el resto comunitario (esto es lo que se denomina hegemonía). Y, en tercer lugar, y como consecuencia del punto anterior, una vez constituida la nación, la lucha ya no se da entre diferentes facciones económicas o políticas, sino entre el bloque social-nacional hegemónico y aquel que aspira a suplantarlo de cara al futuro.
La ruptura de la unidad política imperial española y la consecuente balcanización territorial en el siglo XIX se da en el marco de la expansión industrial y la disputa por el control de mercados y recursos naturales. El devenir de cada nueva república latinoamericana fue similar en su desarrollo posterior: guerras civiles y de facciones hasta el surgimiento de una élite nacional capaz de controlar políticamente el territorio (organización institucional del Estado) y llevar adelante un proyecto de desarrollo económico bajo su dirección (control de los medios de producción y disciplinamiento de la fuerza de trabajo).  Para el caso argentino, esa élite estará conformada por la alianza de los terratenientes de la pampa húmeda y el sector portuario exportador, que con el devenir del tiempo conformaran un único sector social: la oligarquía.
Para que la oligarquía fuera capaz de llevar adelante su proyecto de Nación debió vencer por la fuerza de las armas a quienes le disputaban o ponían en cuestión su legitimidad. De esta forma, a la derrota del federalismo le siguió la guerra de exterminio y policía de Mitre sobre el gauchaje; la destrucción de la experiencia autónoma paraguaya y la conquista de la Patagonia y el Chaco. De esta manera, la unificación territorial, la organización de la estructura estatal y el modelo económico de desarrollo son las resultantes del triunfo del proyecto oligárquico: liberal en lo económico (agroexportador y mercado aperturista); anglófilo en su ideología material (alianza política con la corona británica), afrancesado en lo cultural (eurocéntrico y anticriollo); y, autoritario en el ejercicio del mando y control de la propiedad (la institucionalidad fue el ropaje que resguardaba solamente el derecho de las minorías oligárquicas sobre los sectores populares).
El modelo de desarrollo agroexportador, en cuanto garante de la reproducción social de la propia oligarquía, implicaba que en lo político se requiriera una alianza muy fuerte no solo con el mercado británico (como casi único comprador de las materias primas argentinas), sino, y, sobre todo, concesiones en la esfera de lo político a la corona inglesa. La libre navegabilidad de nuestros ríos, hacer la vista gorda sobre la ocupación de Malvinas, las diversas concesiones a los capitales británicos radicados en Argentina y hasta llegar al triste pacto Roca-Runciman, conformaron el andamiaje de lo que Arturo Jauretche denominó como “estatuto legal del coloniaje”.
De esta manera, el régimen oligárquico sólo trajo bienestar a la propia oligarquía y no al conjunto de la población argentina. O si se quiere expresarlo en términos más claros: el desarrollo material de la oligarquía como sector implicó no solo la sujeción de los sectores populares a la misma, sino la cesión por parte de ésta del ejercicio del poder político soberano a Gran Bretaña. La Argentina, como tal, era una colonia más del Imperio Británico.
Es recién con Juan Domingo Perón que la Argentina va a experimentar un cambio sustancial en su fisonomía institucional y social. La Revolución Justicialista implicó el desarrollo de un proyecto nacional contrapuesto al oligárquico liberal. Y es, desde el punto de vista cronológico el segundo proyecto nacional llevado adelante desde la finalización de las guerras civiles del siglo XIX, pero claramente, sus arquitectos y beneficiarios fueron los sectores populares.
Efectivamente, el nacionalismo popular, como una de los basamentos ideológicos del justicialismo encontró en el movimiento obrero organizado y en los sectores industrialistas del ejército, los cuadros adecuados para llevar adelante el proceso de industrialización del país. La nacionalización de los depósitos bancarios, el control estatal sobre el comercio exterior y la nacionalización de los servicios públicos fueron el andamiaje donde el justicialismo construyó un modelo de desarrollo industrialista capaz de garantizar por primera vez en nuestra historia la independencia económica, y, con esta, la real soberanía política.
Es bueno remarcarlo: sin proceso industrial no hay posibilidad de desarrollo económico independiente (ni ayer, ni hoy). Y sin éste, somos incapaces de “ser Nación”, de tener soberanía política.
El justicialismo, entre 1946 y 1955 fue el proceso más radical de transformación efectiva de nuestro país. En el mismo, los cuadros obreros, del ejército y de la pequeña burguesía industrial, se expresaron en la dirección del Estado construyendo una nueva institucionalidad (Constitución de 1949) con claros beneficiarios del modelo industrialista de desarrollo: los sectores del trabajo (obreros y patrones – privados o estatales – por sobre los dueños de la tierra). Esto, conjuntamente con la acción social reparadora del Estado y la Fundación Eva Perón, fueron la base de la Justicia Social redistributiva.
El justicialismo, entonces, implicó la ruptura de los lazos de dependencia colonial con Gran Bretaña (enemiga histórica de nuestro país) al mismo tiempo que se bregó por la no-alineación automática con las potencias centrales de turno (EEUU y la URSS), el rechazo a incorporar al país como socio del FMI y la búsqueda de la unidad sudamericana (“continentalismo”, ABC).
Si la Revolución Justicialista implicó la industrialización para lograr independencia en lo económico y la soberanía en lo político, los golpes cívico-militares de 1955 y 1976 se hicieron bajo el signo de la negación de la Nación, puesto que provocaron la vuelta a las condiciones de subordinación nacional para con el capital extranjero.
Las chimeneas industriales que se levantaron con Perón se destruyeron bajo el signo del desarrollismo primero y el liberalismo después, pues ambos llevaban en su ADN ideológico la valorización de lo foráneo por sobre lo autóctono nacional.
La negación de la Nación implicó también la revancha oligárquica dando mano a atentados terroristas, bombarderos, proscripción, fusilamientos, encarcelamientos, torturas, censura, exilios forzados, desapariciones, y demás vejámenes sobre el pueblo argentino. Pero, como mueca del destino, al mismo tiempo que la oligarquía desempolvaba los viejos métodos violentos con los cuales había edificado su primer Estado, empezó a involucionar en lo moral y cultural. Y donde supo tener, aunque con signo elitista a un Mitre o un Lugones, verdaderos intelectuales de la derecha patricia, hoy los vemos trocados por un Macri, un Manes o un Milei, verdaderos papanatas sin bagaje intelectual o atisbo de coherencia alguna.

Malvinas y la democracia fallida.
La guerra de Malvinas fue una gesta patriótica contra un enemigo imperialista llevada adelante por lo mejor que tiene un pueblo: su juventud en armas. No me voy a detener en las cuestiones que hacen al oficio militar, ni hacer una disquisición sobre si contábamos con los saberes y pertrechos adecuados para ganar en el campo de batalla, pues hay sobradas investigaciones al respecto. Pero sí deseo hacer tres puntualizaciones que colocan a la causa de Malvinas en relación directa con el sistema democrático actual.
En primer lugar, Malvinas es la causa nacional principal porque atraviesa prácticamente toda nuestra historia como república independiente. Y más aún, si uno se retrotrae en el tiempo a nuestra etapa como virreinato español donde Gran Bretaña tuvo intenciones claras de conquistar estas tierras de Sudamérica. Es por esta cuestión, que desde 1833 el enclave colonial británico nos impide lograr nuestra integridad territorial. Es justamente, que por esta condición de sufrir la ocupación de nuestro territorio que ha vuelto repulsivo en lo moral, inestable en lo político e inviable en lo económico para el conjunto de la población, que el primer proyecto de ordenamiento de alcance nacional se basara en la alianza entre la oligarquía argentina y el capital colonial británico. La causa de Malvinas no prescribe en el tiempo porque la ocupación sigue sucediendo, lo mismo que lo hace la perfidia de aquellos sectores que no dudan en seguir priorizando negocios con el usurpador que a combatirlo por todos los medios.
En segundo lugar, la guerra de Malvinas fue en sí misma una gesta de liberación porque enfrentó en el terreno bélico al usurpador colonial. Sin embargo, la lucha por la liberación del territorio fue conducida por una clase cívico-militar incapaz de avanzar hacia un verdadero proceso de liberación nacional porque era imposible hacerlo convocando a las grandes mayorías populares que venía reprimiendo desde 1976. La estructura político-estatal con la cual se quería dirigir al pueblo en una gesta patriótica no estaban pensadas para un proceso de lucha anticolonial, sino para la represión interna. Los procesos de descolonización a lo largo de la historia moderna prueban de que no se puede encarar un proceso de verdadera independencia con estructuras armadas pensadas más en clave de represión policiaca que de fuerzas armadas anticoloniales.
Y, en tercer lugar, la derrota militar en Malvinas que aceleró la caída del régimen militar implicó la restauración democrática de 1983 pero bajo el signo de la colonización ideológica. Alfonsín, Caputo y Armendariz construyeron el relato de que la guerra había sido llevada adelante por una junta militar con la intención de perpetuarse en el poder, y, que, manipulando el sentir patriótico del pueblo había lograba desviar la mirada sobre el conflicto bélico aliviando sus presiones para una restauración del sistema democrático. De esta manera, la cúpula de la UCR, que no había hecho nada en lo más mínimo por combatir a la dictadura, se presentaba como los campeones de la democracia. He aquí, la tara política de pensar a Alfonsín como el padre de democracia, cuando en verdad, solo fue el cambio de posta de los intereses antinacionales. Intereses que se manifestaron en la convalidación de la deuda externa contraída por un gobierno carente de legalidad para hacerla; en el freno al juzgamiento de los responsables y beneficiarios económicos del golpe de 1976; en su programa económico antiobrero; en el reduccionismo metodológico con el cual se quiso igualar el terrorismo de Estado con las organizaciones guerrilleras; y en la aceptación de las exigencias británicas (OTAN) que devinieron en la firma de los Acuerdos de Madrid posteriormente.
El corolario de todo este proceso se completa con el Pacto de Olivos y la Reforma Constitucional de 1994 que traducen en términos políticos-institucionales la aceptación explícita de una Argentina colonial que debe volver a los niveles de desarrollo económicos y sociales previos a la Revolución Justicialista. ¿O acaso Menem no implicó el triunfo repremarizador de la economía diseñado por José Alfredo Martínez de Hoz? ¿O acaso la reforma constitucional del 94 no implicó la convalidación jurídica que la pelea por restaurar la Constitución de 1949 había llegado a su fin? Y peor aún, en un éxtasis orgásmico de progresismo centralista, la reforma transfirió los recursos nacionales de la Capital Federal a la élite política porteña. Porque si hay algo claro en toda la historia nacional es que la Ciudad de Buenos Aires se construyó con el esfuerzo de todo el país para el disfrute porteño, o por lo menos de un sector del mismo.
Y llegamos al presente con una muestra clara que con la democracia que se supo conseguir no se come, no se educa ni se tiene salud, la zoncera alfonsinista nos ha signado una democracia fallida. Luego de décadas donde el sector primario exportador crece, se concentra y se extranjeriza, la deuda social interna no se ha solucionado. Un tercio de nuestra población tiene graves problemas para acceder al alimento viviendo en un país productor de alimentos; lo mismo para acceder a la vivienda o la tierra para ser trabajada siendo el octavo país del mundo con mayor superficie.
El país que se jactaba en tener un sistema educativo público y de vanguardia en América Latina y donde las élites mandaban a sus hijos a la universidad pública para ser formadas como cuadros dirigenciales, hoy asiste a un verdadero apartheid educativo donde los ricos dan cuenta de un sistema privado y el resto de la población accede a educarse según su nivel de ingreso y geografía. Ya no existe la Argentina de “mi hijo el Doctor”, hoy, para el pueblo argentino la educación como ascenso social no es un camino por la simple razón que el contexto económico no permite pensar en eso. La escuela y la universidad como grandes niveladoras social está completamente en crisis y se ha dado paso a un clasismo educativo.
Clasismo educativo que se verifica en lo económico. Mientras una minoría social crece en sus ingresos el resto de la población se dirime entre un sector con salarios básicos por debajo de la línea de pobreza y un resto social que vive de la asistencia del Estado ya en su tercera o cuarta generación. La cultura del trabajo como principal organizador social se ha perdido.
La Argentina posdictadura aún no cuenta con una clase política, empresarial, militar y religiosa capas de volver a pensar en clave nacional en términos colectivos. Posiblemente haya sido Néstor Kirchner, tan solo un hombre, que en cuarenta años haya vuelto a poner sobre el tapete del debate político la necesidad de abordar los grandes temas nacionales: soberanía, modelo de desarrollo con trabajo, la política como acción transformadora y la unidad sudamericana, fueron los trazos gruesos de su legado.
Reconstruir la Nación
No es exagerado decir que el movimiento obrero sindicalizado es el único sector social que no siendo parte del sistema de explotación capitalista ha sabido no solo combatir al Capital, sino en proponer soluciones a las recurrentes crisis en nuestra historia, presentar programas de desarrollo que incluyeran al conjunto de las clases y sectores sociales en términos de una misma comunidad nacional, y se atreviera a pensar que otro mundo es posible.
Los programas de La Falda (1957); Huerta Grande (1962); 1 de mayo (1968); los 26 Puntos para la Unión Nacional de la CGT (1986); como las acciones llevadas adelante por el MTA y la CTA, son muestras que los trabajadores en tanto sujetos sociales organizados, son como señalara Evita, “la Patria misma” pues alberga en ellos no solo el fuego por concretar todo aquello enarbolado por las revoluciones pasadas, sino que llevan implícitos la semilla del porvenir.
En los momentos más aciagos de nuestra historia ha sido el movimiento obrero el único capaz de convocar al conjunto del pueblo a la acción con una propuesta transformadora de la realidad y con un mensaje de futuro. Cualquier intento de reconstrucción nacional debe partir del reconocimiento de este hecho y entender que sin la intervención del movimiento obrero en la dirección de todas las esferas de organización social no es posible pensar algún tipo de cambio positivo, ya que somos los trabajadores (ocupados y desocupados) los grandes perdedores de esta democracia fallida.

Manuelita Rosas (1817-1898)

Por Daniela Burico

Escribe Juan Manuel de Rosas en 1867: “Pienso también, que si de las mujeres han nacidos los hombres, también ellas pueden contribuir a la felicidad de las Naciones nacientes, que por su inexperiencia cometen los errores de la juventud, que es mejor sean modificados por las manos suaves de las Madres que por la Aspereza de los preceptores”. Daba así a conocer su pensamiento sobre las capacidades de las mujeres a la hora de contribuir a la felicidad de las naciones. Sin dejar de reconocer el lugar que supieron ocupar las mulatas y las orilleras en su poderío social. Bien supo Rosas rodearse de mujeres para llevar su proyecto político a la perfección, reposando también deseos e intimidades, y, sobre todo, confiando en ellas como colaboradoras y activistas.
Comenzando por Agustina, su madre, forjadora de carácter; siguiendo por Encarnación, su mano derecha en las decisiones políticas; Manuelita, su hija, la mejor diplomática; su cuñada María Josefa Ezcurra defensora del Federalismo; por último, pero no menos importante, su amiga Josefa Gómez, recaudadora de fondos y representante de él ante sus seguidores en el país. Entre todas ellas destaco a Manuela Robustina de Rosas y Ezcurra (1817- 1898) Digna hija del Restaurador de las Leyes, Juan Manuel, y de la Heroína de la Federación, Encarnación. Al fallecer la compañera entrañable del gobernador bonaerense, fue Manuelita quien toma, casi por obligación de legado familiar, el rol político, y en especial diplomático, de Encarnación. Morena, de tez blanca, elegante, de extraña belleza relativa, tal vez acentuada en su trato dócil y femenil que captaba a todo aquel que cruzara palabra con ella, Manuelita, con sus 20 años, dejo de ser la niña mimada de Palermo para convertirse en la mejor ministra que supo tener el jefe de la Confederación Argentina. Pasó a ser su secretaria y filtro de los hombres de poder que deseaban relacionarse con él, era ella quien los atendía de antemano; ablandando, persuadiendo y escuchando sus reclamos antes de que lleguen al encuentro presencial con su padre. Aprendió, de la mano de su progenitor, la escritura de correspondencias, que mantenía el canal de diálogo en eso tiempos. Sin dudas a los dictados de cartas, le agregaría la cuota de docilidad, encanto y persuasión con las que eran enviadas. Entre tertulias, paseos de campo, agasajos a los diplomáticos, encuadró a la perfección dentro del mandato social del patriarcado, usando esa estrategia para mediar o conseguir beneficios a favor del gobernador y de la causa Federal. Astuta en sus encantos, supo manejarlos, junto a su sequito de amigas, para así contener y vanagloriar a los hombres de poder.    Manuelita Rosas fue la mujer argentina más célebre de su tiempo, y no sólo en el Rio de la Plata. Su nombre cruzó mares hasta llegar a los países europeos, donde muchos hablaban del excelente trato y amabilidad de la hija del Restaurador. Como así también inventaban leyendas o mitos desacreditadores sobre su persona o entorno. El diario La Revue de Deux Mondes afirmaba: “Cuenta ella en Europa, de Turin a Copenhague, con gran número de admiradores y amigos”. Conquistó corazones de los hombres más poderosos de Inglaterra y Francia, quedando a sus pies todos los regalos y tratos cordiales que le ofrecían cada vez que la visitaban. Algunos historiadores coinciden en que fue su trato cordial y casi romántico con los ministros plenipotenciarios ingleses Mandeville y Howden que ayudaron a levantar el bloqueo de Inglaterra sobre el Rio de la Plata. Howden la trataba en su correspondencia de “hermana de mi tierno cariño”, aunque otros dirán que fue solo porque perjudicaban los negocios británicos. Pero, en definitiva, no podemos dejar de reconocer las influencias de nuestra diplomática a la hora de ejercer su poder. Después de la derrota de la batalla de Caseros; Juan Manuel, con su hija Manuela, se exilian en Southampton, Inglaterra. Es recién ahí donde ella puede dedicarse al amor y a uno de los anhelos más preciados, - arrebatados tal vez por su padre o por su labor diplomática -, que es la de formar una familia. Se casa con su fiel amigo y amante Máximo Terrero, con quien tiene dos hijos, Manuel y Rodrigo. Muere un 17 de septiembre de 1898, pero es a ella a quien le debemos la reivindicación de la obra política y federal de Juan Manuel de Rosas, mediante una selección de papeles del archivo del Restaurador que le fue entregado a Adolfo Saldías para reconstruir la historia de la Confederación Argentina. Y fue también quien entrega el sable del general José de San Martin, que había sido donado a su padre por el Libertador, al Museo de Buenos Aires. Sin dudas una ferviente federala que puso su cuerpo e inteligencia, dejando de lado sus anhelos personales, para poder llevar delante junto a su padre la gran historia de la Santa Confederación Argentina. Sean Eternos los laureles que supiste conseguir Manuelita!

miércoles, 29 de septiembre de 2010

El Combate del Cordón o Combate del Cardal

Por Adrián Martínez 

El Combate del Cordón o Combate del Cardal, librado el 20 de enero de 1807, fue el principal enfrentamiento entre las fuerzas de defensa de Montevideo y las tropas británicas en ocasión de iniciarse el sitio de Montevideo de 1807, durante la segunda invasión inglesa al Río de la Plata. La epica garra charrua otra vez puesta a prueba. Aqui va una version del enorme don Alfredo rememorando aquellos hechos heroicos de las armas orientales.



viernes, 24 de septiembre de 2010

"Salvage unitario " hasta el final.

 Por Jimena Daiana Salega

Durante su gobernación fue un real impedimento de la incorporación de Buenos Aires a la confederación... Negó la derrota en Cepeda. Cuando se logra su renuncia y Lavallol lo sustituye las negociaciones fueron posibles y Buenos Aires se incorpora a la Confederación en 1859.

16 de diciembre de 1802 Nace en Buenos Aires el escritor y jurista Valentín Alsina. Participó junto al general Juan Lavalle, en la revolución que éste encabezó en 1828 contra el coronel Manuel Dorrego. Más tarde, tras la derrota de Juan Manuel de Rosas, fue gobernador de Buenos Aires en dos oportunidades. Redactó el Código Rural. Su hijo, Adolfo Alsina, también estaría llamado a desempeñar importantes cargos en la administración pública. Alsina falleció el 6 de septiembre de 1869 en Buenos Aires, poco tiempo después de haberle tomado juramento a su hijo Adolfo durante la ceremonia en que este asumió como vicepresidente de Domingo Faustino Sarmiento.  Sus restos se encuentran en el Cementerio de la Recoleta, bajo un monumento tallado por el escultor Jacques de Braekeleer.

María Josefa Ezcurra (1785-1856)

Por Esperanza Trunca
María Josefa Ezcurra, nacida en 1785, hija de Teodora Arguibel y Juan Ignacio Ezcurra, no se comportó de acuerdo a su época. De muy joven, estando ya enamorada de Manuel Belgrano, se casó con un primo por arreglo familia. A los 27 años, sin hijos, su círculo ya comentaba que Doña María Josefa era "una casada con la libertad de una viuda", libertad y arrojo que la llevó a seguir a Belgrano en su campaña al Norte, donde quedó embarazada del general. Al nacer, Pedro Pablo, fue adoptado por Encarnación, su hermana, quien lo crió.    María Josefa en momentos de lucha entre unitarios y federales, fue importante. Es que Belgrano luchó en el campo de batalla pero también en el de las ideas: abrazó la libertad, la igualdad y la fraternidad que pregonó la Revolución Francesa; impulsó la libertad en todas sus posibilidades; abogó por una justa distribución de la riqueza; reclamó por los derechos de indios y mujeres.
En 1802 Manuel Belgrano llevaba ocho años al frente del Consulado de Buenos Aires, una institución que dependía directamente de la Corona española y desde la que había impulsado la educación gratuita, estatal y obligatoria y fomentado mejoras para la agricultura, la industria y el comercio. En 1802, Belgrano conoció a su primer amor, María Josefa Ezcurra, de 17 años, a quien casi doblaba en edad. Fue durante una visita que don Ignacio de Ezcurra hizo al Consulado acompañdo por su hija María Josefa, de 17 años. Manuel entonces casi la doblaba en edad, tenía 32. Pero la distancia siempre es corta cuando la pasión es grande. Entre frases de ocasión y silencios promisorios asomó el amor. Sin embargo, los planes de don Ignacio para su hija eran otros: casarla con primo de alcurnia recién llegado de Pamplona. Además, si bien Manuel era abogado y funcionario no era un aristócrata (la buena posición de su familia se debía a la actividad comercial). Además, tenía ideas raras. Fue así que María Josefa “Pepa” Ezcurra y Arguibel contrajo enlace con el realista Juan Esteban Ezcurra. El amor quedó para mejor ocación, que no tardó en llegar. La Revolución de Mayo, que Belgrano (fue vocal de la Primera Junta) impulsó con el mismo entusiasmo que Mariano Moreno y Juan José Castelli, hizo que el primo Juan regresara despavorido a la Península. También María Josefa se sintió libre de los realistas. Cuando María Josefa pudo disponer de su vida, Manuel ya no estaba. O en realidad estaba en otro lado: haciéndose cargo del Ejército del Norte. Y fue por él. Aunque la relación mantuviera el rótulo de “clandestina” y “sin papeles”.
En marzo de 1812 Pepa se subió a la “mensajería de Tucumán”, que tardaba un mes en llegar a destino. Cuando por fin arribó a San Miguel de Tucumán, Manuel ya estaba en Jujuy. Ella no se desanimó. Desembarcó en San Salvador a fines de abril.
María Josefa y Manuel se unieron, por fin, en el campo de batalla “permanecieron juntos en el norte alrededor de ocho meses que, a su vez, serían los únicos”. También que en esos meses tuvieron lugar tres acontecimientos históricos: la bendición de la bandera argentina en San Salvador de Jujuy (el 25 de Mayo), el éxodo jujeño (iniciado el 23 de agosto) y la batalla de Tucumán (24 de septiembre).  
Sin embargo, cuando María Josefa se enteró de que estaba decidió regresar. Iba a tener un hijo de un hombre con el que no estaba unida de manera legal, ya que al menos formalmente seguía casada con su primo. No alcanzaba para estar juntos. Sí, para tener un hijo. El primogénito se llamó Juan, nació el 30 de julio de 1813 en Santa Fe y fue adoptado por los recién casados Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra, hermana de Pepa. Entonces Juan creció con el nombre de Pedro Rosas. Recién supo quiénes eran sus padres biológicos -que su madre era la tía Pepa y su padre era también uno de los padres de la Patria- cuando cumplió los 24 años. La recuperación de la identidad no ocurrió por azar. En 1837 Juan Manuel de Rosas cumplió con su promesa de decirle la verdad al joven recién cuando fuera mayor de edad. Su primer apellido también es conocido y popular dentro de la historia nacional. Porque Pedro fue adoptado y criado por Juan Manuel de Rosas, quien le dio su apellido. “Le voy a decir algo: usted es hijo de un hombre más grande que yo, que se llama Manuel Belgrano” cuenta la historia reciente que se ha logrado reconstruir sobre el momento en que Rosas le confesó su verdadero origen a su hijo adoptivo. “Entonces, desde ahora voy a ser Pedro Rosas y Belgrano”, respondió, contundente, el hijo oculto de Belgrano.
Pedro Rosas y Belgrano fue criado por Juan Manuel de Rosas y su esposa, que era hermana de la verdadera madre de Pedro. Fue juez de paz en azul y militar. María Josefa acompañó a Manuelita Rosas (hija de Juan Manuel) en actos y fiestas, y atendió a la gente del pueblo que tenía afinidad con el gobierno. Vivió muchos años en una casa de la calle Alsina 455, que actualmente pertenece al Buenos Aires Museo. Esto le granjeó grandes críticas de parte de sus rivales liberales y unitarios. Entre sus máximos detractores se encontró José Mármol, quien la caracterizó en su novela Amalia, como una febril activista y dirigente de sectores populares, sobre todo los mulatos, en una relación de tipo clientelar.
En su casa de la calle Alsina -según se ha dicho- se manejaban muchos de los resortes más importantes del poder rosista. Sin embargo, su relación con Rosas fue zigzagueante y se habría alejado de él hacia el final de su gobierno. Fallecería el 6 de septiembre de 1856 a los 70 años de edad.
Ya adulto, Pedro Pablo Rosas y Belgrano se desempeñó como comandante militar interino y juez de paz en Azul, Provincia de Buenos Aires. La mayor parte de su vida transcurrió en los campos que su padre adoptivo le cedió en ese punto. Contrajo matrimonio con Juana Rodríguez y su historia de amor fue todo lo opuesto a la de sus verdaderos padres: juntos tuvieron 16 hijos.   Pedro Rosas y Belgrano se casaría con Juana Rodriguez en 1851. María Josefa Ezcurra, su madre, sería la madrina de la boda.
El coronel Pedro Rosas y Belgrano falleció el 26 de septiembre de 1863.

Osvaldo Gasparini. El pintor gaucho de los Pagos de Areco y su Museo Evocativo.

Por Claudia Alejandra Heredia.

San Antonio de Areco, distante a 113 km. de CABA, es la ciudad donde ficción y realidad se entremezclan y donde es posible caminar sobres los pasos de Don Segundo Sombra en su personaje inspirador: el resero de la familia Güiraldes, Segundo Ramírez, quien tendrá un papel muy importante en esta historia. Una fina y persistente llovizna cae sobre el empedrado. Domingo otoñal...nadie en las calles, solo unos pocos turistas sacándose fotos. Dejamos atrás el casco histórico de la ciudad para llegar al Barrio Gómez, allí a pocas cuadras, atravesando la plaza homónima. La casa se destaca de las del resto de la cuadra. Está pintada de rosa. Una tranquera entreabierta nos invita a pasar, como el cartel lo dice: “Pase nomás” y Lucy, una perrita mestiza que ya es famosa, nos recibe con amigables saltos y nos acompaña en el recorrido.


Silencio y quietud en el patio trasero de los Gasparini. Nos surgen interrogantes: ¿se podrá pasar?... todo parece haberse detenido en el tiempo. Es que los Gasparini son historia viva en una ciudad que ha hecho de la tradición su modo de vida y el Atelier-Museo devenido en centro cultural de arte criollo es un espacio abierto a todo aquel que guste exponer sus pinturas o simplemente conocer este rincón que supo ser el hogar del fundador de una verdadera estirpe de artistas gauchescos.   Osvaldo Gasparini nació en Laboulaye, Córdoba, el 5 de marzo de 1917. Un año más tarde la familia se radicó en Villa Lía, un pueblito a 15 km de la cabecera del partido de San Antonio de Areco. Fueron sus padres José Gasparini, italiano de 50 años y Victoria Alonso de solo 16. Vivieron en Villa Lía hasta el año 1930 en que su madre abandonó el hogar dejando a sus hijos pequeños para irse con otro hombre. Osvaldo, que tenía 13 años, huyó del hogar, desesperado corriendo en plena noche, atravesando campos, alambrados y arroyos. A tres leguas llega sin saberlo al Puesto “La Lechuza” donde viven Don Segundo Ramírez y su familia. Al día siguiente su padre llega a buscarlo, pero Don Segundo le dice: “déjemelo Don José, que lo he de criar como a un hijo”. Así, el niño se queda 5 años viviendo con quien se convertiría en su protector y padrino Segundo Ramírez, el resero que inspiró el personaje de Don Segundo Sombra en la pluma de Ricardo Güiraldes. Osvaldo trabajaba de boyerito, se ocupaba del cuidado de los bueyes y al mismo tiempo comenzaba a dibujar y pintar con carbón del fogón. Sus temas serán lo que ve en el puesto La Lechuza, los arreos que llegan de Zárate y paran en San Antonio en su camino a Carmen de Areco.
A los 19 años, a instancias de Segundo Ramírez, se reencuentra con su madre y se queda a vivir con ella. “Si usted no la perdona no va a ser un hombre felíz... usted tiene que cerrar esa herida” fue el consejo de su padrino. Don Segundo muere en el año 1936 y Osvaldo parte a Campo de Mayo a cumplir con el servicio militar obligatorio. A su regreso “se va de croto”, dibujando y vendiendo sus obras. Gasparini pinta al óleo sobre bastidores armados por él mismo con hule que compra en la calle Alsina.
En 1938, bajo la gobernación de Manuel Fresco, se inaugura el Museo Ricardo Güiraldes y el joven Gasparini pinta y vende sus obras junto a las cadenas del frente de la Pulpería La Blanqueada. Sin embargo, es censurado y perseguido por la clase conservadora dominante. No lo quieren en Areco. Ya pensaba exiliarse en Buenos Aires cuando el destino hace que en su camino se cruce el Coronel Fernando Isaac Morel, quien, al ver la frescura de sus dibujos, lo invita a exponer en Buenos Aires y lo presenta al crítico de arte José León Pagano, quien al ver sus trabajos exclama: ”tiene el trazo de un genio”.
A partir de ese momento comienza a ser difundida su obra en exposiciones y en galerías de arte de la calle Florida. Gasparini pinta al gaucho en escenas de la vida cotidiana. Lo que Güiraldes narra, Gasparini lo dibuja y se convierte en pionero de la pintura gauchesca. En 1952 se casa con Rosita Carissimo, quien será su compañera toda la vida. Tienen a su primer hijo Miguel Ángel y siendo pequeño deben emigrar a Buenos Aires. Osvaldo trabaja en el Ministerio de Educación y es amigo personal de Juan Perón y Eva Duarte. Viven en diferentes lugares: Grand Bourg, Villa Domínico, Avellaneda, pero nunca llegan a acostumbrarse, extrañan sus pagos de Areco. En esos años conoce al Maestro Quinquela Martín quien le dice: “Usted será, un día, en Areco, lo que yo soy en La Boca” y le da un sabio consejo: que haga un rancho en sus pagos y lo convierta en museo y centro de la cultura gauchesca. La familia ya había decidido volver a Areco. Consiguen un terreno en la esquina de la Plaza Gómez y en el año 1965, siguiendo el consejo de Quinquela Martín, edifican el rancho de adobe, paja y piso de tierra. Allí viven y reciben a los turistas de fin de semana que llegan para conocer los escenarios naturales donde vivió Don Segundo Sombra, personaje que había adquirido popularidad tras la filmación de la película basada en el libro de Güiraldes. Alguien dijo que Osvaldo Gasparini desafió al destino bautizando a sus hijos Miguel Ángel, Luis Leonardo y Rubén Darío y el destino respondió favorablemente. Rubén Darío se convirtió en escritor y poeta, mientras que sus hermanos siguieron los pasos de su padre y se dedicaron a la pintura. La casa siempre tiene las puertas abiertas, brindándonos la calidez de la confianza que raramente encontramos los que llegamos de la gran ciudad. Seguimos nuestro recorrido en medio de la algarabía de Lucy que no para de saltar alrededor del busto de Don Segundo Ramírez, emplazado allí nomás en la entrada, apenas pasando la tranquera. Es el único monumento dedicado al gaucho en todo San Antonio de Areco. Obra del escultor Félix Tomasi, inaugurado en el año 1996. Pasamos directamente al patio del fondo. En el centro la estatua a la diversidad cultural, obra de Miguel Ángel, nos muestra las etnias...el indio, la mulata, el gaucho, el gringo... más allá la pequeña Capilla con la Imagen de Nuestra Señora de Pompeya y … el Rancho... con sus vívidas paredes rosadas que guardan tesoros y reliquias familiares, pinturas y objetos diversos, como ejemplares del diario La Nación del año 1906, las primeras planchas que se conocieron y otros objetos antiguos. Entonces, cuando ya creemos que la recorrida está terminada y nos vamos yendo silenciosamente para no interrumpir la siesta de nadie, se abre la puerta que da al patio trasero y aparece Rubén Darío, el poeta. Él mismo nos invita a pasar y disfrutar de una amena charla mientras recorremos cada una de las salas de la casa convertida en Museo.








La primera “Sala Osvaldo Gasparini” está íntegramente dedicada al fundador de la dinastía. En una vitrina se guardan sus objetos personales... sus lentes, su tirador y rastra de estrella federal, su mate plateado, y otros documentos importantes, como el Martín Fierro en braille, ilustrado por él y que fuera el primer libro gauchesco editado en el mundo con esa impresión. Otros documentos importantes nos muestran su trayectoria: el Título de Profesor de Dibujo y Pintura del Conservatorio Albistur, el Premio del Senado de la Nación como figura emérita del arte argentino (2001), y el diploma de vecino ilustre de San Antonio de Areco.

La sala está repleta de tesoros. En otra vitrina se conserva la primera edición de “Don Segundo Sombra” de editorial Colombo (1926).

Las paredes están cubiertas por numerosas pinturas. Se destaca una litografía del mismo Quinquela Martín autografiada y regalada al matrimonio en ocasión de la inauguración del rancho. La obra en cuestión se llama “Levantando anclas “; “El fogón de los payadores”, obra de su hijo Miguel Ángel donde pinta un Martín Fierro y un Segundo Sombra ya envejecidos. Por último, sobre la puerta, una foto que ganó un concurso para ser colocada en una urna en el año 2003 como testimonio para las futuras generaciones. La foto se llamó “El sueño de un Pintor” y fue tomada por una artista quilmeña.


La segunda sala a mi parecer es la más emotiva ya que está dedicada al único de los tres hermanos fallecidos: Sala Luis Leonardo Gasparini.
Reposando en un sillón vemos su retrato y su obra cumbre, las ilustraciones del Martín Fierro en una edición de lujo de editorial Ruiz Díaz con 300 dibujos hechos en carbonilla y acuarelas. Una característica propia de Luis es que pintaba con los dedos, sin pincel ni espátula y nos cuenta su hermano mayor que cuando falleció estaba pintando un gaucho que se va …
“me fuí como quien se desangra” decía la frase final de Don Segundo Sombra... y el pintor, que aún tenía sus dedos manchados de carbonilla, fue enterrado con su retrato inconcluso



Por último la Sala Rubén Darío Gasparini, nuestro mismísimo anfitrión, quien puso en palabras lo que sus hermanos pintaron. En las vitrinas de la sala se exponen sus 14 obras literarias. Pero, sin dudas, lo que deslumbra en la habitación es el bajorrelieve de los potros galopando... sobre el revoque de la pared, Gasparini padre había delineado las figuras, trazo por trazo... actualmente hasta es posible seguir los surcos con el dedo... luego el encargado de pintarlo fue su hijo Miguel Ángel. Los caballos ocupan toda la pared y dan sensación de movimiento.


José, que además de ser artista es abogado, tiene su atelier al fondo, junto a la Capilla. Un cartel nos indica que lo suyo es el Expresionismo, con un estilo colorido y una temática diferente, cumple la voluntad de su abuelo de hacer de la casa un sitio abierto a la comunidad donde siempre se siga pintando.



Osvaldo Gasparini falleció el 27 de mayo de 2001 a los 84 años de edad, rodeado del cariño de sus hijos y de su fiel Rosita. Un cortejo de paisanos lo acompañaron hasta su última morada en el cementerio municipal de San Antonio de Areco, donde descansa junto a los restos de su querido mentor Don Segundo Ramírez y del escritor Ricardo Güiraldes.
Lo recordamos en las estrofas de estos versos que le dedicara su hijo Miguel Ángel en el 19° Aniversario de su fallecimiento.
Mateando recuerdos...

“Pocas ganas de cantar tienen hoy mis sentimientos

mi guitarra está tristona, sus cuerdas lloran al viento.

Porque estando en un fogón con los paisanos de Areco

Noté que faltaba uno mientras cantaba mis versos

Tendí mi vista en la rueda. Todos, todos mateaban contentos.

Y yo recordé aquel gaucho que no mateaba de hace tiempo, mucho tiempo

Porque hoy tiene un cielo de estrellas por querencia.

Osvaldo Gasparini, mi querido viejo, motivo de mis palabras

Entropillándo recuerdos. Un hombre que fue presente

Y hoy es pasado en el cofre de los tiempos.

Lagrimea mi corazón aunque poco lo demuestro

Porque no solo se llora cuando se mojan pañuelos.

Se hace amargo el mate cimarrón cuando mayo es invierno

Y más amargo pensar que el pintor de los gauchos ya se ha muerto.

Por eso, por eso falta un paisano en los fogones de Areco”

                                       

                                  Miguel Ángel Gasparini

 



“...centrando mi voluntad en la ejecución de los pequeños hechos,

di vuelta mi caballo y, lentamente, me fui para las casas.

Me fui como quien se desangra.”

                                                             Ricardo Güiraldes.

Fuentes consultadas:

Testimonios directos de Rubén Darío y de Miguel Ángel Gasparini.

“Miguel Ángel Gasparini, el pintor costumbrista de San Antonio de Areco”.

Revista Somos Arraigo.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Fallecimiento del Señor José Vicente Valdez Tritti

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES

HISTORICAS JUAN MANUEL DE ROSAS DE GRAL. SAN MARTIN


Comunicamos la ingrata noticia del fallecimiento del Señor José Vicente Valdez Tritti

Fue Piloto de Ultramar de la Marina Mercante Argentina, Administrador, docente universitario y escritor. Entre sus libros publicados se destacan: “Historia del Pueblo de San Andrés”, “La Historia del Hospital Eva Perón y “Historia del legendario Pago de Santos Lugares y del Partido
de Gral. San Martín (1864), Pcia. de Buenos Aires” de reciente aparición.- Fue miembro de la Academia Argentina de la Historia, Miembro del Instituto Belgraniano de Gral. San Martín, Miembro académico de la Comisión de Asesoría Histórica del Instituto de I.H. Juan Manuel de Rosas de Gral. San Martín, y Miembro de la Junta de estudios Históricos de Gral. San Martín, entre otros cargos honoríficos.-

Es nuestro deseo que el Señor lo reciba en su casa y le de el descanso eterno.-
LA COMISIÓN DIRECTIVA.-

miércoles, 15 de septiembre de 2010

jorge Luis Borges : del rosismo al antipopulismo más atroz....

 Por el Prof. Jbismarck

Jorge Francisco Isidoro Luis Borges Acevedo Buenos Aires, 24 de agosto de 1899 – Ginebra, 14 de junio de 1986. Escritor argentino de los más destacados de la literatura del siglo XX.  

¿BORGES ROSISTA?  Su obra “El tamaño de mi esperanza” (Editorial Proa, Buenos Aires, 1926); es una mosca blanca en el antirrosismo y antiperonismo borgiano. Allí dice "¿Qué hemos hecho los argentinos? El arrojamiento de los ingleses de Buenos Aires fue la primera hazaña criolla, tal vez. La Guerra de la Independencia fue el grandor romántico que en esos tiempos convenia, pero es dificil calificarla de empresa popular y fue a cumplirse en la otra punta de América. La Santa Federación fue el dejarse vivir porteño hecho norme, fue un genuino organismo criollo que el criollo Urquiza (sin darse mucha cuenta de lo que hacía) mató en Monte Caseros, y que no habló con otra voz que la rencorosa y guaranga de las divisas y la voz póstuma del Martín Fierro de Hernández. Fue una lindísima voluntó de criollismo, pero no llegó a pensar nada y ese su empacamiento, esa su sueñera chucara de gauchón, es menos perdonable que su Mazorca;  Sarmiento (norteamericanizado indio bravo, gran odiador y desentendedor de todo lo criollo), nos europeizó con su fe de hombre recién venido a la cultura y que espera milagros de ella.  He llegado al fin de mi examen y pienso que el lector estará de acuerdo conmigo si afirmo la esencial pobreza de nuestro hacer. No se ha engendrado en estas tierras ni un místico ni un metafísico.   ¡ni un sentidor ni un entendedor de la vida! Nuestro mayor varón sigue siendo don Juan Manuel: gran ejemplar de la fortaleza del individuo, gran certidumbre de saberse vivir, pero incapaz de erigir algo espiritual, y tiranizado al fin más que nadie por su propia tiranía y su oficinismo. En cuanto al general San Martín, ya es un general de neblina para nosotros, con charreteras y entorchados de niebla. Entre los hombres que andan por mi Buenos Aires, hay uno solo que está privilegiado por la leyenda y que va en ella como en un coche cerrado; ese hombre es Irigoyen.  Nuestra realidad vital es grandiosa y nuestra realidad pensada es mendiga." También escribe: “A los criollos les quiero hablar, a los hombres que en esta tierra se sienten vivir y morir, no a los que creen que el sol y la luna están en Europa. Tierra de desterrados es esta, nostalgiosos de lo lejano y ajeno, ellos son los gringos de veras y con ellos no habla mi pluma. Quiero conversar con los otros, con los muchachos querencieros y nuestros que no le achican la realidad a este país. Mi argumento es la patria… ¿Qué hemos hecho los argentinos?  El silencio arrimado al fatalismo tiene eficaz encarnación en los dos caudillos mayores que abrazaron el alma de Buenos Aires: en Rosas e Yrigoyen. Don Juan Manuel, pese a sus fechorías e inútil sangre derramada, fue queridísimo del pueblo. Yrigoyen, pese a sus mojigangas oficiales, nos está siempre gobernando… Se perdió el quieto desgobierno de Rosas, los caminos de hierro fueron avalorando los campos, la mezquina y logrera agricultura desdineró a la ganadería y el criollo, se volvió forastero en su patria… Ya la República se nos extranjeriza, se pierde”   Ese es el Borges amigo de Homero Manzi y de Raúl Scalabrini Ortiz, quien da la dirección de su casa (Quintana 22) para el Comité Yrigoyenista de Intelectuales Jóvenes por la reelección de don Hipólito: “El primer organito saludaba el horizonte/ con su achacoso porte, su habanera y su gringo/ el corralón seguro ya opinaba ‘Yrigoyen’/ Algún piano mandaba tangos de Saborido”. Es el Borges a quien los amigos le ofrecen incorporarse a Forja (1935) y otros lo proponen, después, para el Instituto de Revisionismo Histórico “Juan Manuel de Rosas” y también el que prologa un libro de Arturo Jauretche.

BORGES ANTIRROSISTA Y ANTIPERONISTA

Jorge Luis Borges, en sus ficciones, no eludió referirse a temas y personajes de la historia argentina, escuchó infinitos relatos familiares sobre un pasado que había enfrentado a unitarios y federales. Odió a Rosas, a los caudillos federales, a la divisa punzó.    En Perón vio la reencarnación de Rosas; la batalla de Junín, el coronel Suárez, el oriental Francisco Borges, son sus obsesiones.   Famosamente infame/ su nombre fue desolación en las casas,/ idolátrico amor en el gauchaje/ y horror del tajo en la garganta, escribe en su poema Rosas.                         Sarmiento OBVIAMENTE merece el elogio: El fue nuestra infamia y nuestra gloria/ La luz de Mayo y el horror de Rosas/ Del minucioso porvenir/ Es alguien que sigue odiando, amando y combatiendo/ Sé que en aquellas albas de septiembre/ Que nadie olvidará y que nadie puede contar,/ lo hemos sentido.   El peronismo, en sus ficciones, es mencionado pocas veces. En colaboración con su amigo Adolfo Bioy Casares, escribió La fiesta del Monstruo. Perón nunca es nombrado por quien narra la historia, un peronista que junto con una patota asesinan a un estudiante judío, mientras marchan hacia Plaza de Mayo para escuchar al Monstruo, cuyo discurso se transmite en cadena.  Todo el odio que Borges sentía por el peronismo parece sintetizarse en este cuento, publicado por primera vez en el semanario uruguayo Marcha.


martes, 7 de septiembre de 2010

El "Gran Maestre" y sus apodos

Por el Ingeniero Leonardo Castagnino
“Al Ben Racín” Apodo dado en “El Mosquito” a raíz del apellido Albarracín, de origen árabe.

“Animalis Homo” Empleado por Pedro Goyena en “La Unión”: “Sarmiento, asalariado por Chile y sosteniendo que las tierras australes de la República Argentina pertenecían al que arrojaban la moneda a su rostro de escritor venal: Sarmiento animalis homo, estás ebrio de vanidad, de mentiras y de calumnias”.

“Borrachón de Sarmiento” Publicado en el Diario “La Nación” y que ante la furia de Sarmiento el ocurrente Casimiro Pietro Valdés explicó que se trataba de un error de imprenta, sin corregir, y que el original decía “Bonachón de Sarmiento”.

“Carrier” El general Paunero, en carta a Mitre: “Ha sido preciso variar las instrucciones que primero le di a Sarmiento porque tiene el furor de hacer figura militar ante todo, y después sus puntos de déspota jacobino, que si se le deja con la rienda suelta es capaz de convertirse en un carrier de las provincias que caigan sobre su félula” (Juan Bautista Carrier fue uno de los jacobinos más sanguinarios de la Revolución Francesa).

“Don Yo” Paul Groussac lo retrata a Sarmiento como un “Don Yo desbordante, familiar, desbrochado, francote, ex abruptal, henchido de legítimo orgullo, y también de grotesca vanidad. El propio Sarmiento sin tener en cuenta la verdad histórica dice de sí mismo (en una sesión del Senado de San Juan en 1875): ‘Yo soy Don Yo, como dicen, pero ese Don Yo a peleado a brazo partido durante veinte años con Don Juan Manuel de Rosas y lo ha puesto bajo sus plantas’”.

“Duque de Carapachay” Apodo que le dieron en el diario “El Mosquito”

“Gaucho de las Letras” (Menéndez y Pelayo), “Montonero intelectual”, (Lastarrea). “El más atrevido de los baqueanos intelectuales” (Groussac).

“General Bum Bum” (el dibujante Carlos Monnet, en el semanario “La Presidencia”)

“General de la Batalla del Piojito” Festivamente llamado así a causa de su ridículo generalato hecho a dedo. El coronel Lino Almandós en 1862, al brindar en un banquete en Mendoza: “Las presillas que ostentan mis hombros son ganadas en los campos de batalla” y agregó en presencia del propio “boletinero del ejército grande” “La que cuenta el señor Sarmiento, son regaladas por el señor general Urquiza, patentadas por el gobernador Obligado, y concedidas, señores, por favor del señor brigadier Mitre. He dicho”. En sus recuerdos de provincia Sarmiento relata las guerrillas a padreadas de su infancia sanjuanina, cuando el travieso muchacho acaudillaba a “Piojito”, “Barrilito”, y otros.

“Loco Sarmiento” Así lo llamó Urquiza. “Mi título de loco me lo dio Urquiza, que ha sido bastante cuerdo para sacar veinte millones de su vida pública” escribe Sarmiento. (Carta a María Man, desde Nueva York, 1867). “Profeta” en la revista Don Quijote.

“La Solterona Dominga” Apodo que le dio el diario “El Mosquito”

“El Sultán de nuestras escuelas”