Rosas

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viernes, 25 de marzo de 2011

INGLATERRA Y EL RÍO DE LA PLATA (1806-1807)

Por el Dr. Julio R. Otaño

Los políticos de Inglaterra, dueña de los mares alentaban el proposito de apro¬vechar la decadencia y la depresión de España para apoderarse de sus colonias. Con paciencia y prolijidad de araña, la diplomacia inglesa había dispuesto los hilos para capturar la presa codiciada: primero, la paulatina penetración comercial; luego, la penetración ideológica, mediante la difusión de principios liberales y revolucionarios. El más activo de sus agentes era el venezolano francisco de Miranda, inquieto personaje que había actuado en la revolución francesa, y en Rusia (había sido amante de la Zarina Catalina) se había acercado al ministro inglés Pitt para ofrecerle sus servicios “revolucionarios” (en realidad quería cambiar de dueño). Miranda inició en 1806 gestiones ante Home Popham con el objetivo específico de atacar el Río de la Plata específicamente Buenos Aires y Montevideo.
El virrey marqués de Sobremonte era Virrey desde 1804 su fuerza de combate estaba constituida por 1.403 veteranos de infantería y dragones, la mitad de los cuales se hallaba en puestos alejados: provincias interiores, costa patagonica; Entre los fuertes de Montevideo, Maldonado y Buenos Aires se repartían un centenar de artilleros en mal estado y escasa munición..Las fuerzas navales consistían en una corbeta, un bergantín y algunas lanchas cañoneras. El 9 de junio el vigía de Maldonado advirtió la presencia de una escuadra inglesa próxima a la costa y compuesta de ocho buques. Era la que en abril había partido del cabo de Buena Esperanza a las órdenes de Sir Home Popham con el propósito de conquistar a la indefensa Buenos Aires. Traía 1.200 hombres de desem¬barco, comandados por el Coronel Guillermo Carr Beresford.
El 25 recibió con el consiguiente estupor la noticia de que los ingleses habían desembarcado en Quilmes y se dirigían sobre la ciudad. Rápidamente envió para detenerlos cuatrocientos milicianos y cien blandengues mal armados, que fueron dispersos por el fuego excelente de las baterías inglesas y de su disciplinada infantería. Despejado el camino, el jefe inglés Beresford intimó la rendición de la ciudad. El jefe militar de mayor graduación, brigadier Hilarión de la Quintana, a cargo de la defensa, vio la inutilidad de resistir y entregó la ciudad y el Fuerte. El virrey Sobremonte se había retirado entre tanto a la ciudad de Córdoba con los caudales del tesoro, a fin de organizar desde allí el rescate.
El general Beresford tomó posesión del gobierno a nombre de Jorge III (Rey de Inglaterra) y obligó al juramento de fidelidad. Dio una proclarna a la población prometiendo respeto a la religión católica y a la propiedad privada y autorizando el comercio libre con las colonias inglesas. Al mismo tiempo pedía a Inglaterra refuerzos militares y envío de pobladores y mercaderías para iniciar un intercambio en gran escala.
Los habitantes de Buenos Aires se sintieron consternados y humillados por la derrota, según lo revelan las memorias de la época aunque no faltó por cierto, la facción que trató de congraciarse con el invasor y se ligó a su suerte. Pasados los primeros días de estupor, empezó a conspirarse contra los ocupantes. Las circunstancias apremiaban porque convenía actuar antes de que llegaran los refuerzos pedidos por Beresford. Sobremonte reunía milicias en Córdoba para acudir a libertar la ciudad y lo mismo hacía Ruiz Huidobro en Montevideo, al mismo tiempo que don Juan Martín de Pueyrredón y otros más reclutaban gente en la campaña.
Se necesitaba sólo el jefe que coordinara estos esfuerzos dispersos y los organizara para la acción. En esta circunstancia aparece un francés al servicio del rey de España el capitán de navío don Santiago de Liniers y Brémond. Liniers pasó a Montevideo y obtuvo del gobernador de la plaza un contingente de seiscientos hombres, todos voluntarios, con los que se embarcó el 3 de agosto en la Colonia, venciendo a favor de una neblina propicia la dificultad de cruzar el río vigilado por los ingleses..
Desembarcó en las Conchas (Río reconquista) al siguiente día. En las proximidades de San Isidro se le unieron los dispersos del contingente de Puey¬rredón, que pocos días antes había sufrido un revés en la chacra de Perdriel. El 10 de agosto acampó en los Corrales de Miserere y desde allí se dirigió con su tropa al Retiro, en cuya plaza de toros se había fortificado el enemigo. Se combatió todo el día 11, y los ingleses se replegaron hacia la plaza Mayor y el Fuerte. Al día siguiente ordenó el ataque, acometiendo la plaza por cuatro puntos. En pocas horas la defensa inglesa cedió. Beresford dispuso el repliegue hacia el interior de la fortaleza, contra la cual hizo abrir Liniers intenso fuego con los mismos cañones abandonados por el enemigo. Al atardecer, se levantó bandera de parlamento.
Liniers exigió una rendición incondicional. Los enemigos sobrevivientes depusieron las armas y desfilaron ante nuestras milicias bisoñas y triunfantes. El botín de guerra consistió en treinta y cinco cañones de muralla, veintinueve de campaña, mil seiscientos fusiles y las banderas del regimiento 71.
El júbilo de Buenos Aires fue inmenso así como su entusiasmo por Liniers, quién aparecía a los ojos de todos como el caudillo natural. Sin embargo la escuadra inglesa continuaba dueña del rio, esperando refuerzos para intentar el desquite. El 14 de agosto, un Cabildo abierto bajo presion popular se pronunció contra el Virrey y designó jefe militar a Liniers. Ëste desplegó una extraordinaria actividad, dando muestras de sus grandes dotes de organizador. En once meses convirtió a una población de comerciantes en una república militar. Formó distintos cuerpos, agrupándolos por sus orígenes locales o raciales: andaluces, gallegos, catalanes, patricios, arribeños, cazadores correntinos, negros, mulatos, pardos, etc. Organizó ademas seis escuadrones de caballería y un cuerpo de artilleros. Se ocupó de la instrucción, a menudo per¬sonalmente. Los cuerpos debieron elegirse por votación sus pro¬pios oficiales, y éste es el origen de los grados de casi toda la ofi¬cialidad de la Independencia.
La mayor dificultad era el armamento. El enemigo fondeado en la boca del estuario había seguido recibiendo refuerzos de Inglaterra. A principios de 1807 contaba ya con un ejército de doce mil hombres al mando del general Whitelocke. Este decidió ocupar en primer término la Banda Oriental y establecer allí la base para su ulterior operación sobre la capital del Virreinato. Una brigada al mando del general Auchmuty desembarcó en Maldonado y se dirigió hacia Montevideo conquistándola (Sobremonte huyó nuevamente). Buenos Aires debía hacer frente a una flota compuesta de veinte barcos de guerra y noventa transportes y a un ejército de desembarco de doce mil hombres a quienes no faltaba caballería ni artillería. Para oponérsele, sólo contaba Liniers con ocho mil combatientes, de los que sólo la décima parte eran veteranos.
El general Whitelocke ordenó finalmente la invasión. El 28 de junio de 1807 desembarcaron los ingleses en la ensenada de Barragán y el 2 de julio su vanguardia llegaba a la orilla derecha del Riachuelo. Las fuerzas que llevó Liniers para contenerlos sufrieron una terrible derrota, esto consternó a la población que se juzgó perdida. Salvó la situación el Cabildo, por la decisión de su alcalde don Martín de Alzaga. Con la colaboración de todos los habitantes útIles, se puso rápidamente la ciudad en estado de defensa, cavandose trincheras en las calles, con baterías estratégicamente colocadas, y convirtiendo las casas en fortalezas. Al atardecer llegó Liniers, que había logrado reunir a la mayor parte de los dispensos. El 5 atacó Whitelocke, con ocho mil quinientos hombres divididos en columnas que debían avanzar por calles parale¬las hacia la plaza Mayor. Los recibieron una lluvia de proyectiles desde todas las casas. El enemigo había perdido entre muertos y prisioneros la mitad de su fuerza.
Liniers propuso negociaciones, el jefe británico debió ceder. El 7 de julio se firmó el convenio de paz. Por él los ingleses se comprometían a evacuar Montevideo y todos los puntos que ocupaban en el Río de la Plata.

jueves, 24 de marzo de 2011

¿Queremos ser como ellos?

Por Eduardo Galeano

En un hormiguero bien organizado, las hormigas reinas son pocas y las hormigas obreras, muchísimas. Las reinas nacen con alas y pueden hacer el amor. Las obreras, que no vuelan ni aman, trabajan para las reinas. Las hormigas policías vigilan a las obreras y también vigilan a las reinas.
La vida es algo que ocurre mientras uno está ocupado haciendo otras cosas, decía John Lennon. En nuestra época, signada por la confusión de los medios y los fines, no se trabaja para vivir: se vive para trabajar. Unos trabajan cada vez más porque necesitan más que lo que consumen; y otros trabajan cada vez más para seguir consumiendo más que lo que necesitan.
Parece normal que la jornada de trabajo de ocho horas pertenezca, en América Latina, a los dominios del arte abstracto. El doble empleo, que las estadísticas oficiales rara vez confiesan, es la realidad de muchísima gente que no tiene otra manera de esquivar el hambre. Pero, ¿parece normal que el hombre trabaje como hormiga en las cumbres del desarrollo? ¿La riqueza conduce a la libertad, o multiplica el miedo a la libertad?
Ser es tener, dice el sistema. Y la trampa consiste en que quien más tiene, más quiere, y en resumidas cuentas las personas terminan perteneciendo a las cosas y trabajando a sus órdenes. El modelo de vida de la sociedad de consumo, que hoy día se impone como modelo único en escala universal, convierte al tiempo en un recurso económico, cada vez más escaso y más caro: el tiempo se vende, se alquila, se invierte. Pero, ¿quién es el dueño del tiempo? El automóvil, el televisor, el video, la computadora personal, el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, máquinas nacidas para ganar tiempo o para pasar el tiempo, se apoderan del tiempo. El automóvil, pongamos por caso, no sólo dispone del espacio urbano: también dispone del tiempo humano. En teoría, el automóvil sirve para economizar tiempo, pero en la práctica lo devora. Buena parte del tiempo de trabajo se destina al pago del transporte al trabajo, que por lo demás resulta cada vez más tragón de tiempo a causa de los embotellamientos del tránsito en las babilonias modernas.
No se necesita ser sabio en economía. Basta el sentido común para suponer que el progreso tecnológico, al multiplicar la productividad, disminuye el tiempo de trabajo. El sentido común no ha previsto, sin embargo, el pánico al tiempo libre, ni las trampas del consumo, ni el poder manipulador de la publicidad. En las ciudades del Japón se trabaja 47 horas semanales desde hace veinte años. Mientras tanto, en Europa, el tiempo de trabajo se ha reducido, pero muy lentamente, a un ritmo que nada tiene que ver con el acelerado desarrollo de la productividad. En las fábricas automatizadas hay diez obreros donde antes había mil; pero el progreso tecnológico genera desocupación en vez de ampliar los espacios de libertad. La libertad de perder el tiempo: la sociedad de consumo no autoriza semejante desperdicio. Hasta las vacaciones, organizadas por las grandes empresas que industrializan el turismo de masas, se han convertido en una ocupación agotadora. Matar el tiempo: los balnearios modernos reproducen el vértigo de la vida cotidiana en los hormigueros urbanos.
Según dicen los antropólogos, nuestros ancestros del Paleolítico no trabajaban más de veinte horas por semana. Según dicen los diarios, nuestros contemporáneos de Suiza votaron, a fines de 1988, un plebiscito que proponía reducir la jornada de trabajo a cuarenta horas semanales: reducir la jornada, sin reducir los salarios. Y los suizos votaron en contra. Las hormigas se comunican tocándose las antenas. Las antenas de la televisión comunican con los centros de poder del mundo contemporáneo. La pantalla chica nos ofrece el afán de propiedad, el frenesí del consumo, la excitación de la competencia y la ansiedad del éxito, como Colón ofrecía chucherías a los indios. Exitosas mercancías. La publicidad no nos cuenta, en cambio, que los Estados Unidos consumen actualmente, según la Organización Mundial de la Salud, casi la mitad del total de drogas tranquilizantes que se venden en el planeta. En los últimos veinte años, la jornada de trabajo aumentó en los Estados Unidos. En ese período, se duplicó la cantidad de enfermos de stress.

domingo, 13 de marzo de 2011

“De gorilas, gorilitas y... Gorilones”

Por José Luis Muñoz Azpiri (h)
Los relatos del almirante fenicio Hannón y del mercader y navegante griego Piteas son exasperantemente vagos en cuanto a sus procedencias y contenido. No se ha conservado ningún documento original, ni la inscripción colocada por Hannón en un templo de Cartago ni el manuscrito de Piteas. Las dos historias han llegado hasta nosotros por conducto de las obras de historiadores antiguos y medievales, y generaciones enteras de eruditos las han puesto en tela de juicio. Con todo, muchas de sus observaciones suenan a auténticas, lo cual da credibilidad a las narraciones. Se cree que Hannón navegó hacia el sur por la costa africana nada menos que hasta Sierra Leona, incluso hasta el golfo de Guinea. La “Última Thule” de Piteas acaso estuvo tan al norte como Islandia. Es posible que avistara también Noruega.  Después de pasar las Columnas de Hércules, la flota fenicia fundó seis “ciudades” a principios del siglo V a.C., en la costa de Marruecos: Soloesis, Karikon Teichos, Gytte, Akra y Melitta. En Soloesis fue erigido un templo a Poseidón, dios del mar, y desembarcaron colonos en cada una de las ciudades, de las que hoy no hay ni rastro. Contando con bordear un gran desierto, la flota se detuvo a embarcar agua dulce en el río Lixos, donde vieron lixitas nómadas. Luego entró la flota en el Río de Oro, donde está la isla Kerne. Una vez allí, Hannón decidió seguir rumbo al sur con dos barcos. En la desembocadura del Senegal vieron hipopótamos y los nativos les arrojaron piedras. Luego, más allá del Cabo Verde, vieron cocodrilos y herbazales incendiados cerca de las bocas de los ríos Gambia y Geba. Finalmente, por el rumbo de Sierra Leona (monte Kakulima), vieron el “Carro de los Dioses” lanzando humo y llamas y encontraron Gorilas aparentemente humanos. Si eran verdaderamente gorilas y no chimpancés, esto significa que Hannón pudo llegar por el sur hasta el golfo de Guinea.  “Dos días después, pasados aquellos torrente de fuego, llegamos a una bahía llamada Cuerno del Sur (probablemente el estrecho de Sherbro). En un entrante había una isla como la anterior, con una extensión de agua donde había otra isla. Estaba lleno de salvajes. La mayoría eran mujeres de cuerpos velludos, a quienes nuestros intérpretes llamaban gorilas (no se sabe si serían humanos o antropoides). Aunque perseguimos a los hombres, no logramos apresarlos, ya que todos se nos escaparon trepando por los riscos y rechazándonos con piedras, pero atrapamos a tres de las mujeres, que mordieron y arañaron a sus apresadores y que no quisieron seguirnos. De suerte que las matamos y desollamos y volvimos con sus pieles a Cartago. Como escaseaban las provisiones, no seguimos adelante.”
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Con esta frase concisa acaba el documento de Hannón , el Periplo, y el almirante, así como sus seis ciudades africanas, se esfuman en la historia. Pasarían 2000 años hasta que los navegantes europeos volvieran a aventurarse tan al sur por la costa africana occidental.
Cinco siglos más tarde, en un mundo otrora desconocido, donde no existe rincón que no haya sido hollado por la huella del hombre, asistimos con alarma a la posible extinción de esta raza. Incluso Francisco Garrido, especialista en bioética y miembro del parlamento español, ha presentado una moción exhortando al gobierno a “declarar su adhesión al Proyecto Gran Simio y a tomar todas las medidas necesarias en los foros y organizaciones internacionales para garantizar la protección de los grandes simios del maltrato, la esclavitud, la tortura, la muerte y la extinción.” (“Clarín”, 21/5/06).La resolución no tendría fuerza de ley, pero su aprobación marcaría la primera vez que un cuerpo legislativo nacional reconoce el status especial de los grandes simios y la necesidad de protegerlos, no sólo de la extinción, sino también de los abusos individuales.
En 1993, Peter Singer, Profesor de Bioética de la Universidad de Pricenton, fundó junto con Paola Cavalieri el Proyecto Gran Simio. El objetivo es garantizar algunos derechos básicos a los grandes simios: vida, libertad y la prohibición que se les torture.Resulta sumamente interesante esta iniciativa dado que por un extraño fenómeno migratorio, esta especie se ha trasladado al extremo meridional de América, donde no solo sobrevive, sino que parece contar de muy buena salud.
“En marzo de 1955, hice por radio (en la Revista Dislocada)una parodia de Mogambo, una película con Clark Gable y Ava Gadner, que sucedía en África. En el sketch había un científico que ante cada ruido selvático, decía atemorizado:”Deben ser los gorilas, deben ser”. Primero vino un fallido intento de golpe y luego el golpe militar de1955. Al ingenio popular le quedó picando la pelota: “Deben ser los gorilas, deben ser”. Los golpistas se calzaron, gustosos, aquel mote”. (Aldo Cammarota, 1985, nota extraída del diario “Clarín 1/3/02).
Los chimpancés, bononos y gorilas tienen relaciones de largo plazo, no solo entre madres e hijos, sino también entre simios no emparentados. Cuando un ser querido muere, lloran su pérdida por mucho tiempo. Esto explica la persistencia de la Comisión Permanente de Reafirmación de la Revolución Libertadora y nichos ecológicos como el Jockey Club, el Ateneo de la República, el Club del Progreso, el CEMA, el canal P&E y otras reservas naturales.
Acertadamente, mi amigo Eduardo Rosa a propuesto ante el Congreso un proyecto de ley: “El día de protección al Gorila”. De manera tal de evitar que, ante su desaparición, nos dediquemos a buscar algún ejemplar superviviente dentro del MOVIMIENTO (que los hay).
Sin embargo, consideramos que es un temor infundado, este género animal ha demostrado, al menos en la Argentina, una capacidad de supervivencia similar a la de las cucarachas. Pruebas al canto:
“Borges fue un liberal, en el más pleno sentido de este término, que denota no sólo un cuerpo de ideas, sino también una manera de vivir y sólo en la Argentina se ha desvirtuado de tal forma que se lo asocia con la antítesis del liberalismo. Siempre me resultó curioso que Perón, el gran admirador de Mussolini que importó de la Italia fascista sus ideas y sus prácticas, y llenó la Argentina de nazis, sea considerado progresista, y que Borges, el inclaudicable impugnador de los totalitarismos, aparezca como un reaccionario.
¿Qué diría Borges en estos días de puestas de escenas estatales, de liturgias alquiladas, de profanación de la palabra, de entronización de la vulgaridad y la prepotencia? ¿Qué soberbias ironías nos estamos perdiendo? ¿De qué adjetivos demoledores se están salvando los que monologan y no tratan de imbéciles?”. ( “Veinte años sin Borges” en “El fantasma de la Recoleta”, junio 2006)
Y...sí, tratarlos de imbéciles inclusive sería piadoso, lo que no tiene remedio es la estulticia y el odio. Esta página barrial que citamos, se difunde gratuitamente por los bares y comercios de la parroquia con más alto índice demográfico de gorilas de la capital. Ni siquiera mercería que la citemos de no ser que estos párrafos de un ignoto aspirante a cagatinta, resumen con claridad meridiana el ideario del antiperonismo y rezuma, sin que el escriba tal vez se percate, la anacrónica consigna del liberalismo decimonónico: “Civilización o Barbarie”.
Es probable que la publicación sea de suma utilidad para el personal gastronómico como trapo para limpiar espejos o que mate las horas de tedio de los encargados de edificios, aunque no los entusiasme mucho porque ya han sido vacunados por el gremio, en el caso de que alguno se infectare con alguna de estas sandeces; pero es interesante recordar que en el Barrio Norte de Buenos Aires, acrópolis de América del Sur, pocas personas leen libros o aciertan a interpretar las entrelíneas de los periódicos. La mente del dueño del Mercedes-Benz es similar a la de su chofer, unidas estrechamente una y otra por el chorro de lodo humano, recogido en los callejones de las ciudades de la potencia hegemónica, que se derrama por la pantalla del televisor. En términos de cultura, la categoría “aristocrático” o “popular” carece de sentido crítico.
Asistimos nuevamente, en un derroche de originalidad y oratoria al estilo de Norteamérico Ghioldi, a la teoría del compañero Domingo Arcomano de “Perón y los nazis malos”, sin la cual, muchas cacatúas rentadas de los medios de comunicación (Hugo Gambini, Uki Goñi, etc.) no tendrían laburo.
Últimamente se ha puesto en boga, a través de algunos libros y olvidables películas con pretensiones de documental, que la segregación de la Patagonia fue un viejo proyecto nazi, con la intención evidente de involucrar al gobierno revolucionario de 1943 con emisarios del nazis. Así dadas las cosas, no es extraño que aún en el día de hoy ciertos autotitulados “periodistas” esperen, munidos de prismáticos, la aparición de algún submarino alemán en las costas de Villa Gesell.
Es que Perón y los “nipo-nazis-falanjo-peronistas” de la década del 40 no supieron distinguir entre los nazis “buenos” y los nazis “malos” y optaron por los últimos. Apenas un puñado: Richter, Galland, Tank, etc. Con los cuales cimentamos las bases de nuestra industria aeronáutica y nuclear. Pero fueron suficientes para que se nos anatematizara per secula seculorum tanto interna como externamente.
Incluso aún hoy se rumorea en Bariloche que el mítico “Nahuelito”no es otra cosa que una mutación, producto de las alteraciones genéticas de los experimentos en la Isla Huemul en la década del 50. El ingenio Gorila se renueva, de las profecías apocalípticas de un supuesto santo apócrifo a los “Expedientes secretos X”. A falta de rigor histórico apelan al pensamiento mágico.
Los nazis “buenos”, en cambio, se los llevaron los rusos, ingleses y norteamericanos. Incluso uno de ellos, nazi confeso, fue condecorado por los Estados Unidos por haberles colocado un tipo en la Luna. Ni hablar de los integrantes de la GESTAPO que actuó en Francia, a los cuales se les otorgó una nueva identidad a cambio de colaborar en los nuevos servicios de inteligencia de la Guerra Fría y entregar las fichas de los comunistas que integraban el “maqui”. No obstante, el representante de los vencedores morales de Dresde, Hiroshima y Nagasaki, arribó a nuestras playas con el confeso propósito de impedir el desarrollo industrial autónomo del “santuario nazi fascista”. Al respecto basta leer la obra de un autor insospechable de simpatías justicialistas: “El boicot norteamericano a la Argentina en la década del 40” de Carlos Escudé.
Por otra parte, un observador imparcial de la época, el embajador británico Sir David Kelly, no deja lugar a dudas: Desde mi primera entrevista con Perón llegué a la conclusión de que era brillante improvisador, con un fuerte sentido político y gran encanto personal, pero sin interés alguno por la ideología nazi ni ningún otra. Sentía instintivamente, y estaba en lo cierto, que la masa desheredada del pueblo argentino ansiaba inconscientemente tener un caudillo, que es la palabra latinoamericana para el dictador personal que posee en cierta manera una atracción mística; con un instinto seguro sobre la mejor manera de sacar provecho de este sentimiento eligió, en 1943, el entonces oscuro cargo de Secretario de Trabajo y Previsión. Se dedicó perseverantemente a crear un movimiento gremial con auspicio gubernamental y bajo su propio control y en menos de dos años consiguió atraer a la gran mayoría del proletariado. Ya he mencionado como perdió la oposición conservadora la oportunidad de formar un nuevo gobierno bajo la presidencia de Farell en octubre de 1945, y cómo un movimiento espontáneo del proletariado trajo de vuelta a Perón, y esta vez definitivamente.  
Todavía oportunista, por un tiempo siguió dispuesto a llegar a transacciones con las esferas comerciales, pero el odio histérico de los ricos y la mal aconsejada campaña del embajador Braden fortalecieron de tal manera su dominio sobre las masas que pudo prescindir de cualquier clase de apoyo”. (Kelly, Sir David, “El poder detrás del Trono”. Bs. As. Editorial Coyoacan. 1962.
Al respecto me permito agregar, si se me permite una alusión personal, el fragmento de un artículo publicado en el diario “La Opinión” del 13/2/1972 con firma de Norberto D´Atri: “¡Braden o Perón! (La paternidad de la idea de circunscribir en tal conciso lema toda la programática peronista le pertenece a un periodista – forzada profesión que recubría a un fino y talentoso escritor – Francisco José Muñoz Azpiri, que integraba el reducido elenco intelectual que rodeaba a Perón desde los primeros momentos”). Es decir, el tío de quien escribe. Y hago esta aclaración, porque es éste, entre otros, el verdadero aporte de “Paco” al Movimiento Nacional Justicialista y no “la Razón de mi vida” como erróneamente se le atribuye, siendo esta obra paternidad del catalán Penella de Silva (Ver “La Pasión según Eva” de Abel Posse).
Hace algunos años, charlando con Mark Falcoff sobre el tratamiento del Peronismo en la literatura anglosajona, éste nos comentaba que en la primera época la interpretación standard en Estados Unidos, y no solamente en ese país, fue que el peronismo era una suerte de exportación del fascismo europeo a América Latina. No obstante, con el transcurso del tiempo, Estados Unidos que no comprendió muy bien las motivaciones de la neutralidad argentina y catalogó a todo el peronismo como una exportación alemana, italiana y española a la Argentina, tuvo un acercamiento gradual al justicialismo a la sombra de las nuevas necesidades impuestas por la Guerra fría.
Un caso interesante es el de Arthur Preston W., que reconoció que el peronismo tuvo raíces profundas en la historia política argentina, especialmente recalcando la experiencia del primer radicalismo con Hipólito Irigoyen, mostrando cierta continuidad entre el yrigoyenismo y el peronismo, un dato que para nosotros no sería especialmente notable, pero para ciertos sectores políticos norteamericanos fue como una revelación bíblica. También fue capaz de permitirse algunas humoradas: por ejemplo, en “Estados Unidos y la Argentina” dice que Estados Unidos no debe consolarse ante la posibilidad de un gobierno radical siguiendo un gobierno peronista en un futuro próximo; aunque tuviera lugar ese cambio Estados Unidos no tiene derecho a consolarse. Porque si bien es cierto que los peronistas son anti-norteamericanos también lo son los radicales. La diferencia es que para los peronistas, el anti-norteamericanismo es una táctica, mientras que para los radicales es una cuestión de principios.
Las acusaciones de los grupos de izquierda y la prensa liberal argentina contra los “fascistas” argentinos y el “Reich peronista” son erróneas o equívocas. No debe confundirse el “totalitarismo europeo” con los talibanes de la economía o los “ghurkas” de saco y corbata de la City. Ningún fascista traicionó a su país. Canaris no era nazi, Badoglio no lucía camisa negra.
Iniciar polémicas sobre este tema es tarea pueril e inútil. No obstante, corresponde establecer que quien moteja de “fascista” a un rematador de su Patria no sabe lo que dice. Y a nadie honra el cultivo manifiesto de la ignorancia. Menos aún, a los que pregonaban antes de la posmodernidad ser “hijos del siglo y la ilustración”.
¿Y Jorge Luis Borges?. De ninguna manera participamos del criterio de que hay una relación dialéctica entre la obra de arte y el perfil ideológico de su autor. Si sabemos que hay grandes creadores que cuando salen de su obra entran en la neblina. Pero creemos que es necesario hacer algunas precisiones respecto a su trayectoria política, que la tuvo e intensa, aunque declamaba lo contrario. Este fue un escritor erudito, aspirante a “scholar”, cuya difusión semicosmopolita se debe a razones extraculturales (Director de la biblioteca de Estado más importante del hemisferio austral, “viajero” anglosajón en su propio país, arcángel Miguel de la milicia democrática contra el dominio oscuro de Satán-Perón, estandarte cultural de las castas parasitarias, frecuentación de un “entourage” de poetisas y poetastros semiinstruídos, etc., etc.). En suma, los mitos de Pasternak y Solshenitzin, trasladados al subdesarrollo de una colonia intelectual europea, al ventanal de una financiera con vista al puerto.
Julio Cortázar dijo que se tuvo que ir de la Argentina porque el tronar de los bombos peronistas no le dejaban disfrutar de los conciertos de Bela Bartók. Borges, en cambio, no parece haber tenido inconvenientes, en esos años, para escribir sus textos más personales y reconocidos. En 1944 habría de publicar Ficciones, cinco años después El Aleph, en 1951 la selección de cuentos que conforman La muerte y la brújula y al año siguiente el volumen ensayístico Otras inquisiciones. De este período don también buena parte de sus obras en colaboración – El Martín Fierro con Margarita Guerrero, Antiguas literaturas germánicas con Delia Ingenieros, entre otras – y de las antologías y volúmenes de cuentos realizados con Adolfo Bioy Casares. Esta intensa producción literaria, sin embargo, le dejó tiempo para comenzar una tardía pero exitosa carrera docente en la Asociación Argentina de Cultura Inglesa y en el Colegio Libre de Estudios Superiores, ejercer la dirección de la revista Anales de Buenos Aires e, incluso, para la actividad gremial (fue presidente de la S.A.D.E. entre 1950 y 1953) Derroche de energía realizado en la opresiva y lúgubre atmósfera de la Segunda Sangrienta Tiranía. No tuvieron igual suerte los intelectuales de la década del setenta, signada por la tutela de los que él denominó caballeros militares.
La revista de Letras Sur se refirió a la autocensura a la que se sometieron los escritores liberales de nuestro país bajo el peronismo, ya que la censura auténtica, la oficial, parece no haberse ejercido contra ellos en dicho período. Olvidaron quienes esto afirmaron que toda obra artística representa en alguna medida, una acusación contra la sociedad y el estado en que ha nacido y que los grandes hombres – tales los casos, por ejemplo, de Poe y Lugones – testimoniaban de ordinario contra la sociedad que los había creado. ¿Aguardó acaso Hernández, el advenimiento de Irigoyen, para componer su “Martín Fierro” y Sarmiento el de Mitre para escribir su “Facundo”?
La citada autocensura no fue sino una máscara para cubrir la esterilidad y el conformismo.
Jorge Luis Borges, citado por muchos y leído por pocos, paradigma de intelectual cosmopolita, de un europeísmo afectado y una erudición esotérica, arquetipo de una Argentina que no existió ni existe (salvo la colonial con la que se identificaba) fue desenmascarado hace mucho por un intelectual nacional que, como tal, fue sometido a la condena del silencio y el olvido: Juan José Hernández Arregui:
“Hay un pensamiento nacional y un antipensamiento colonial. Un escritor nacional tipo es Raúl Scalabrini Ortiz. Un escritor colonial – más perfecto que una esfera musical en la mente de Pitágoras – es Jorge Luis Borges. De un Pitágoras que nunca existió. Y en esto se parece a Borges. Que ha caído en la farolería de hablar de Pitágoras sin conocer la cultura griega. En rigor, Borges, pájaro nocturno de la cultura colonizada, desde el punto de vista argentino es más fantasmagórico que el Pitágoras de la leyenda órfica. Un Borges – ese “cadáver vivo de sus fríos versos” que dijera Lope de Vega –hinchado todos los días por la prensa imperialista. Y que ni siquiera merecería ser citado aquí, sino no fuese por que es la entalladura poética de ese colonialismo literario afeminado y sin tierra al que hacemos referencia. Poeta del Imperio Británico, condecorado por Isabel II de Inglaterra, ha declarado hace poco: “Si cumpliese con mi deber de argentino debería haber matado a Perón”. El desmán sería para reírse, si no fuese, como lo hemos expresado en otra parte “porque detrás de estas palabras pierrotescas se mueven las miasmas oscuras del coloniaje”. Así habla la “inteligencia pura” de este ancestro hermafrodita de la poesía universal fuera del mundo que, como una orquídea sin alma, llora en la mayoría de sus poemas, su “muerte propia” a la manera de Rilke.
Sí. Todos hemos de morir. Borges también. Y con él, se irá un andrajo del colonato mental. A diferencia de ellos, bufones literarios de la oligarquía, mensajeros afamados del imperialismo, cuando a los grandes hombres de América les llega la hora de la muerte, en ese mismo y supremo instante, la eternidad de la historia, la única y luminosa eternidad que le es dable esperar a la criatura humana en su tránsito terreno, los amortaja en una estela de gloria con las palabras de los verdaderos poetas nacionales: “Hay una lágrima para todos aquellos que mueren, un duelo sobre la tumba más humilde, pero cuando los grandes patriotas sucumben, las naciones lanzan el grito fúnebre y la victoria llora”. “Nacionalismo y Liberación. Metrópolis y Colonias en la Era del Imperialismo”. Bs. As. Ediciones Hachea. 1969.
En realidad, más que el bardo del coraje orillero, Borges fue el cultor moroso del mito gardeliano de la “viejita”.
En 1948 un incidente banal marca a fuego su resentimiento: su madre, Leonor Acevedo, y su hermana, Norah, son detenidas y condenadas a un mes de prisión. Estela canto relató así los hechos: “La calle Florida siempre estaba abarrotada de gente durante el día y entonces la atmósfera política era muy tensa. De repente, Doña Leonor, seguida por sus acompañantes, prorrumpió en invectivas contra Perón y Evita, flamante esposa del general. Después se pusieron a cantar el himno nacional. Las damas fueron rodeadas por la multitud, y la policía, temiendo que la cosa pasara a mayores, las arrestó y las trasladó a la comisaría”. “A partir de ese momento – dice uno de los biógrafos del escritor – la postura de Borges se volverá irracional y maniquea. A partir de ese momento y para siempre, todo lo que oliera a peronismo sería repudiable y perverso”.
No se inmutó mucho Borges cuando centenares de mujeres después del 55, fueron enviadas a “veranear” a Ushuaia. Pero claro está, esas no eran “damas”. Ni eran “caballeros militares” los oficiales flor de Ceibo del general Valle, fusilados por el “ario” Rojas que nos había liberado del gobierno de la negrada.
Su odio berreta tenía un origen mucho más prosaico que el generado por la caída de un supuesto orden aristocrático. En abril de 1946 un ahora mítico decreto transfiere a Jorge Luis Borges de su modesto puesto de bibliotecario municipal, auxiliar de tercera según la aséptica terminología oficial, al de Inspector Municipal de Ferias. El escritor indignado renuncia. En realidad, según nos dijo personalmente Fermín Chavez, se intentó evitarle un sumario dada su prolífica producción de libelos contra el gobierno que le pagaba el sueldo.
Sobre esta transferencia, así sobre su presunto nuevo puesto (Inspector de aves y conejos para Emir Rodríguez Monegal, de pollos, gallinas y conejos para Alicia Jurado, de apicultura según funcionarios de la época, de policía municipal en una de las versiones de Borges) y sobre quién (por orden directa de Perón según algunos amigos del escritor, por mecanismos burocráticos e impersonales como se desprende del examen de los documentos oficiales, por una revancha de algún oscuro burócrata como dice María Esther Vázquez) y por que se ordenó (por faltas disciplinarias como también constata Ribera, por persecución política según la afirmación más difundida que es, también, la del propio Borges), existen numerosas versiones. Una exhaustiva investigación y una adecuada vinculación con el acontecer político del momento se encuentran en Jorge B. Ribera “Borges, ficha 57.323” incluido en Jorge Dubatti (comp..) Acerca de Borges, Editorial de Belgrano, Buenos Aires, 1999.
Este ex empleado municipal, posteriormente acumulador de prebendas de todo orden declaró durante muchos años que los premios oficiales a la producción literaria fueron una “especie de soborno”. ¿Qué nombre habría que adjudicar entonces a los 25.000 pesos moneda nacional que el famoso Apold entregara a Borges por intermedio de Armando Bo en pago del libreto cinematográfico “Días de odio”?. Se lo podrá llamar un soborno fracasado, pues Borges no incensó a Perón. Pero soborno fue.
Mientras tanto, a cincuenta años, se sigue batiendo el parche del martirio de la “intelligentzia” argentina en la oscura década del peronismo. Un escritor argentino no es un mártir argentino, sino a veces un infeliz. Mártir fue Lugones.
No queremos extendernos demasiado con esta “vaca sagrada” del gorilaje de izquierda y derecha. Pero sí aclarar los tantos respecto a las persecuciones. Un escritor tan cercano al peronismo como un musulmán a la cerveza, Enrique Zuleta Alvarez, describe con palabras veraces el panorama cultural anterior a la aparición del justicialismo:
“A las razones de índole literaria que esgrimían quienes consideraban perimido el realismo narrativo, se sumaban, pues, los motivos ideológicos que, en ese momento, asumían el carácter de banderías irreconciliables. Pero el panorama se agravó cuando, después del golpe militar del 4 de junio de 1943, surgió en la política argentina el general Juan Domingo Perón y se inauguró la era cubierta por su movimiento político.
Desde el primer momento y en su casi totalidad la clase intelectual argentina se alineó contra Perón, y las personalidades mas representativas de las instituciones, de los diarios y de la universidad integraron una de las frondas mas activas en una militancia que, finalmente, fue derrotada. No es fácil, desde nuestro tiempo, transmitir lo que fueron los odios despertados por la aparición del peronismo y la dureza y permanencia de las condenas ideológicas. El nuevo régimen, por su parte, contribuyó al sectarismo agresivo con exigencias partidistas y persecuciones que inauguraron una corriente de odios ideológicos, funesta en la vida argentina.
Gálvez y su mujer, que no militaban en la política, justificaron la aparición de las masas populares y fueron repudiados por los “antiperonistas”, con una acusación mas que se sumaba a la condena por su catolicismo hispanista.
La Sociedad Argentina de escritores, con la cual Gálvez había colaborado durante años, estaba férreamente comprometida con el antiperonismo y en 1945 expulsó a dos escritores que también se habían negado a esta línea: Arturo Cancela y Leopoldo Marechal. Ante la acusación de antidemocráticos y totalitarios que se le hacía junto a otros escritores, Gálvez renunció a la SADE con una carta en la cual fundaba su disidencia y en sus Recuerdos no trepida en afirmar, ante el hecho que no se levantara una sola voz en su defensa: “En la SADE existía una especie de dictadura izquierdista, y ya se sabe lo que es la cobardía de los argentinos” Enrique Zuleta Alvarez. “España en América. Estudios sobre la historia de las ideas en Hispanoamérica” Confluencia. Buenos Aires. 2000.
Como respuesta, Cancela, acompañado por el matrimonio Gálvez y un grupo de escritores, fundaron la Asociación de escritores argentinos (ADEA), proclive al peronismo, que le prestó un apoyo inicial, que luego decayó porque el gobierno tenía otras prioridades, como mejorar la condición de la clase obrera y no restañar las heridas infringidas en el orgullo de algunos intelectuales, por nacionales que fueran. (Con el tiempo advertiría el error, ya Gramsci se había percatado que el combate cardinal era el cultural).
Continúa Zuleta Alvarez: “Cuando otro golpe de Estado militar derrocó en 1955 al peronismo fueron encumbrados los intelectuales antiperonistas, que no olvidaron sus agravios contra Gálvez, ya definitivamente alejado de toda presencia pública. Desde los diarios, revistas y cátedras universitarias su nombre desapareció casi por completo del canon literario argentino, y las ideas del catolicismo hispanista que había defendido pasaron a integrar el cuerpo doctrinario de la antidemocracia, unánimemente execrada.”
Estos eran los valores republicanos y la “moral” que restauraban los “libertadores”. Ni una palabra se escuchó en boca de Borges en solidaridad por sus colegas. No por enemistad política sino por envidia mezquina.
¿Y Lugones? Condenado a las hogueras progresistas por “reaccionario” y a pagar el precio del suicido. ¿Y los tres Arturos? (Cancela, Capdevila y Marasso), En el arcón de los trastos viejos, carcomidos por el polvo del olvido. ¿Y José Gabriel?, A consumirse en la extrema pobreza. ¿Marechal, César Tiempo? El olvido. ¿Jauretche? El exilio, que solo vivió Borges mientras dormía. Tal sigue siendo la condena a la que los someten quienes aún detentan las riendas de la Cultura Oficial y se flagelan por la ausencia de “Georgi”, el único escritor que conocen.
Nuestros “intelectuales” de segunda, naufragando entre la epistemología de las ciencias sociales y la denuncia, creen que son el cerebro de algo, cuando en realidad son la mierda de algo llamado “como sobrevivir trabajando de felpudo y de inteligente hasta que nos descubran”.
Decía Ignacio Anzoátegui que había que crear la “dirección Nacional de Patadas en el Culo. De existir, el primer expediente, por lo fácil y expeditivo lo encabezarían todos estos cagatintas y escribas de la letrina, que en nombre de una cultura de la cual desconocen hasta los rudimentos. Encabezaron y encabezan la anatematización de los verdaderos pensadores nacionales.

sábado, 12 de marzo de 2011

Batalla de Mobroré

Por Alberto Umpiérrez

Un 11 de marzo de 1641 nacía la Banda Oriental como frontera entre el
Virreinato del Perú español y el Brasil portugués. Una fecha muy importante que debería estar en el calendario de fechas patrias, más considerando que Brasil implantó el 19 de Abril como su Día de la Nacionalidad y del Ejército, en conmemoración de la batalla de Guararapes contra los ocupantes holandeses de Pernambuco, ocurrida esa fecha del año 1648.
"Artículo 9º.- Que los siete Pueblos de Misiones (San Francisco Borja, San Luis Gonzaga, San Nicolás, San Lorenzo, San Miguel, San Juan Bautista y San Angel), los de Batoví, Santa Tecla, San Rafael y Tacuarembó que hoy ocupan injustamente los Portugueses y a su tiempo deben reclamarse, serán en todo tiempo territorio de esta Provincia."
José Artigas, Instrucciones del Año XIII

A pedido del Gobernador de Asunción, Hernando Arias de Saavedra, por Real Cédula de 1608 comenzaba la instalación de Misiones Jesuíticas en la región del Guayrá (norte del actual Estado de Paraná, Brasil), en las costas del río Paraná. Poco tiempo después comienzan a llegar las bandeiras de Sao Paulo, procurando capturar indios para someterlos a la esclavitud en las plantaciones.
Frente al recrudecimiento de las bandeiras, hacia el año 1632 se produce el éxodo masivo de 12.000 guaraníes liderados por los jesuitas hacia el sur, dejando la región del Guayrá prácticamente desierta. Los emigrados se instalan Paraná abajo en las reducciones de San Ignacio Miní y Loreto, extendiéndose luego en la región del Tape (noroeste del actual Estado de Rio Grande do Sul, Brasil).
Considerando que las incursiones de los bandeirantes lejos de cesar aumentaban su agresividad y frecuencia, en el año 1638 los Padres Antonio Ruiz de Montoya y Francisco Díaz Taño viajaron a España con el objetivo de dar cuenta al rey Felipe IV de lo que ocurría en las Misiones y pedir un apoyo militar. Se obtiene del Rey la autorización para que los guaraníes cristianos reciban entrenamiento militar con
armas de fuego, bajo la conducción y responsabilidad de los Padres Jesuitas. Asimismo se gestionó y obtuvo del Papa Urbano VIII, la bula del 22 de abril de 1639 donde se condenaba la caza y el trafico de esclavos, fueren indios o negros, pues la señala como una privación de la libertad, condenando a la pena de excomunión a los traficantes y explotadores. Esta bula no solamente fue aplicada por los misioneros jesuítas en América, sino que también en África predicaban en contra de
la esclavitud y su comercio.
A fines de ese mismo año 1638 se produce el primer enfrentamiento armado entre guaraníes y bandeirantes, siendo derrotados estos últimos en la reducción de Apóstoles de Caazapaguazú. En 1640 comienza la rebelión portuguesa contra la Corona Española, que culminaría en la obtención de la independencia del Reino de Portugal
bajo la dinastía de Bragança. Los bandeirantes organizan en Sao Paulo la contraofensiva armando un pequeño ejército con 450 mercenarios holandeses y portugueses, apoyados por 2.700 indios tupíes. Por su parte los Misioneros organizan en su defensa un ejército de 4.200 guaraníes con 300 arcabuces al mando del cacique Nicolás Ñeenguirú, secundado por los capitanes Ignacio Abiarú, Francisco Mbayroba y el cacique Arazay, y respaldado por los Padres Jesuitas y 11 oficiales del ejército español enviados desde Buenos Aires. La batalla comenzó el 11 de marzo de 1641 en el arroyo Mbororé con resultado favorable a los guaraníes. La persecución y masacre de los portugueses y holandeses continuó hasta el 16 de marzo en la desembocadura del río Tabay. Varios cientos de tupíes desertan y pasan
a engrosar las filas misioneras. Muy pocos sobrevivientes fueron llegando a Sao Paulo en días sucesivos. A partir de las batallas de Caazapa Guazú y Mbororé, las Misiones jesuíticas guaraníes se convirtieron por decisión del Gobernador de Buenos Aires en Milicia de frontera al servicio del Rey de España, siendo sus habitantes exonerados del régimen de mita y reducidos sus tributos a 1 peso anual. Estas milicias de guaraníes cristianos no solamente fueron guardia de frontera contra los bandeirantes y contra el ejército portugués, sino que también contribuyeron a mantener a raya a los intereses de los encomenderos paraguayos y correntinos. Participaron con una fuerza de 6.000 hombres en la represión de los Comuneros de Asunción (Antequera), bajo el mando del Gobernador Bruno Mauricio de Zabala, participaron también en la fundación de Montevideo y en las varias guerras por el dominio de Colonia del Sacramento, en la costa uruguaya.

lunes, 7 de marzo de 2011

Sarmiento y USA

Por José María Rosa

Sarmiento no solamente se sintió chileno y quiso tomar carta de naturalización en Chile; sobre todo se sintió norteamericano y quiso hacernos tomar a todos los argentinos carta de naturalización en los Estados Unidos.
Se le despertó una gran admiración por los Estados Unidos durante el breve viaje de tres meses realizado en 1847; que se renovaría con su estada de tres años como ministro diplomático entre 1865 y 1868. No era la admiración comprensible de alguien que quisiera emular a los yanquis; no, era la sumisión de quien consideraba a los hombres de su suelo y de su sangre muy por debajo de ellos y creía que el mejor destino para la Argentina era su incorporación total, o en parte, a los Estados Unidos.
De eso nos ha dejado algunas lamentables muestras en sus cartas y escritos. Por ejemplo:
El 1º de abril de 1868, poco antes de ocupar la presidencia de la República Argentina, formulaba un proyecto para colonizar los territorios nacionales, entonces despoblados. “Formar en el Chaco una colonia norteamericana – escribe en una carta publicada por la Academia Argentina de Letras y reproducida por Manuel Gálvez – puede ser el origen de un territorio y, un día, de un Estado yanqui... pues yo cuidaré que conserve su lengua.”
Por la misma fecha escribe a Mrs. Mann solicitándole que su hijo acepte el cargo de Rector de una Universidad norteamericana, que impartiría la enseñanza en inglés y habría de funcionar en San Juan (ídem); pues tratándose de universidades yanquis, Sarmiento era partidario de la enseñanza libre. O mejor dicho: de la enseñanza estatal y laica, pero norteamericana.
Como presidente propuso que en los conflictos entre la Argentina y los Estados Unidos fuera árbitro ¡ la Suprema Corte norte-americana! Afortunadamente sus ministros no le hicieron caso.
Llenó de maestras yanquis las escuelas normales. Una de ellas, Mary O. Graham de La Plata, ponía obstáculos para desfilar con la bandera Argentina. En fin, tomó la enseñanza normal como manera de “educar al soberano” en beneficio de los americanos del norte sobre los americanos del sur. La confesión más completa y absurda del yanquismo de Sarmiento se encuentra escrita en Conflicto y armonía de las razas en América, libro que consideraba “el Facundo llegado a la madurez”, la obra cumbre de su vida como escritor. Compara la raza latina con la sajona, en detrimento – claro es – de la primera. Para peor nuestros gigantes padres fueron tan estúpidos que en 1806 y 1807, cuando se vinieron los ingleses, no se dejaron conquistar y los vencieron en la Reconquista y la Defensa. Pero los disculpa porque seguro “no conocían las instituciones inglesas ni la idea de libertad”, pues."
si no se habrían arrojado a los brazos de Beresford y Whitelocke que les traían “los beneficios de la civilización inglesa, las ventajas del comercio y el seguro, el privilegio de tener asambleas electivas como las colonias inglesas”. Todo eso habría valido más que la menguada independencia iniciada en 1810.
Ya que no fuimos colonia inglesa – sigue Conflicto y armonía, etc.– por la tontería o la ignorancia de nuestros mayores, deberíamos acercar este país absurdo nacido en 1810 a la raza sajona por el lado que tuviéramos más cerca: esto es, por los Estados Unidos. Preparar las cosas por la educación – esto llama “educar al soberano” – para que un día llegue “la ansiada unidad de toda América, bajo la generación sajona.” Y termina el libro con estas encendidas palabras: “No detengamos a los Estados Unidos en su marcha; es lo que en definitiva proponen algunos (los partidarios de un nacionalismo “bárbaro”). Alcancemos a los Estados Unidos. Seamos la América como el mar es el Océano. Seamos los Estados Unidos.”
Comparto la opinión que entre Sarmiento y la Argentina (la Argentina como nación) hay una oposición inconciliable, y no se puede estar con ambos a la vez. Lo malo, lo irremisiblemente malo de Sarmiento no es su militancia política antirrosista, ni su posición religiosa, ni su salvaje y autoritaria acción de gobierno, ni las “falsedades a designio” sembradas en sus libros. Es su profundo, meditado y constante antinacionalismo; su desprecio (más que desprecio: odio) por las cosas argentinas; su extranjerismo, y su triste encono contra el pueblo que quiso exterminar primero (“no ahorre sangre de gauchos”), y darle después una educación deprimente – allí vino la falsificación de la historia – a fin de incapacitarlo para su destino nacional y hacerle seguir el papel de Texas o Puerto Rico.
Pero no estoy de acuerdo con la idea de que Samiento sea un traidor.
No traiciona quien sirve honesta y lealmente una causa que entiende buena: Sarmiento creía con toda buena fe en la civilización sajona, en los Estados Unidos, en los beneficios del comercio libre; y descreía de su tierra, de sus hermanos de sangre, de la propia historia.
Gran escritor, infatigable luchador, de absoluta sinceridad hasta cuando “miente a, designio”, es algo muy distinto a aquel general que se sentía muy argentino, muy entrerriano, muy federal, muy afín con los suyos, pero que les puso precio y los vendió a Brasil por algunos millones de patacones. Sarmiento no traicionaba al escribir y obrar como lo hizo, porque no amaba a la Argentina, sino a una entidad futura que hablara inglés y formara parte de sus admirados Estados Unidos.
Tuvo grandes condiciones como escritor y político ¡lástima que no estuvieran al servicio de la Argentina, precisamente! Fue tal vez la primera figura intelectual de esa modalidad que llamamos antipatria, propia de los países semicoloniales. Contribuyó de gran manera a la profunda desargentinización de la Argentina que se consiguió en la segunda mitad del siglo pasado.
La mejor manera de combatir las ideas de Sarmiento es difundir los libros de Sarmiento. Escritos para una época cuya mentalidad aristocrática y extranjerizante sobrevive, confesadamente, en muy pocos, la lectura de los libros de Sarmiento constituye hoy un precioso antídoto para contrarrestar el veneno liberal vertido por los libros oficiales de historia. Nos presentan un Sarmiento tan antiargentino, oligárquico, autoritario, de insensibilidad feroz para masacrar
gauchos, extranjerizante sin pudores y hasta con jactancia, que basta tener una fibra de argentinidad para sentirse indignado.
Lo malo es que, fuera de algunos capítulos del Facundo (precisamente aquellos escritos para acusar la “barbarie” nativa) leídos hoy como descripción amena de nuestra realidad criolla, nadie conoce los libros de Sarmiento. Los cincuenta y dos tomos de sus Obras Completas juntan polvo en los sótanos y las ediciones posteriores duermen en los anaqueles de las bibliotecas escolares con las páginas sin abrir. La verdad es que fuera de algunos envenenados revisionistas para criticarlo, nadie arremete con los libros de Sarmiento. Creo que es de Groussac, y para Alberdi, esa frase tan certera: “Los libros de nuestros grandes próceres constituyen el alambrado de púas que cuida sus estatuas ¡guay con cruzarlo!”.

sábado, 5 de marzo de 2011

Juan Bautista Alberdi el ironista

Por el Profesor Roberto Lizarazu

Juan Bautista Alberdi nació en 1810 y Domingo Faustino Sarmiento en 1811. Con motivo de esta circunstancia, desde hace varios meses se trabaja en algunos medios académicos y universitarios afines con la trascendencia de ambos personajes y empresas editoriales para reimprimir las obras de ambos; y dedicando el 2010 a Alberdi y el 2011 a Sarmiento.
Igualmente durante ambos años se proyecta y de hecho, algunos de ellos ya se han llevado a cabo, efectuar actividades de diversa índole que conmemore a los dos intelectuales que han tenido mayor trascendencia en nuestro país en el siglo 19. Alberdi y Sarmiento.
La coincidencia ideológica, la visión y proyecto de país que pretendían ambos, era casi idéntica. Tenían la misma edad, eran de la misma generación. Si se analizan las concepciones políticas, económicas y sociales; eran casi las mismas. Cuando ambos estaban en Buenos Aires, concurrían a los mismos círculos sociales simultáneamente. Deberían haber sido íntimos amigos. Para mi resulta incomprensible el porqué fueron enemigos declarados desde jóvenes y hasta la muerte. Nunca comprendí porqué lo que debería haber sido Alberdi y Sarmiento, de hecho se transformó en Alberdi vs. Sarmiento.
El Alberdi ironista y antisarmientino. Conocemos de Juan Bautista Alberdi, la parte “jurídica” de su obra. Su pertenencia a la generación romántica del 37, sus acuerdos y desavenencias dejadas por escrito con otros del mismo grupo como Marcos Sastre, Esteban Echeverría o Domingo Faustino Sarmiento. De años posteriores y ya en el terreno de la doctrina política, sus permanentes desacuerdos con Bartolomé Mitre, y obsesivamente contra Domingo Faustino Sarmiento.
Conocemos que tras la caída de Rosas, Alberdi publicó sus “Bases” en 1852 con el objeto de orientar a quienes habrían de integrar el Congreso Constituyente que se planeaba realizar. En sus “Bases” rechaza la tesis de Sarmiento como explicación de los conflictos que afligían a la Argentina en la fórmula “civilización y barbarie”. El borrador del Facundo es de 1845 y Alberdi tenía en su poder copia del mismo. No niega que existan llamativas diferencias entre los hombres de la ciudad y los hombres del campo, pero considera que no pueden condensarse en la fórmula de la dicotomía sarmientina.
La diferencia principal que halla Alberdi, de los dos modelos, es el contacto que las regiones del litoral de nuestro país, han mantenido con los países europeos, en contraste con el aislamiento del interior. El atraso de los pueblos del interior, netamente hispánicos, demuestra según Alberdi, la incapacidad de la cultura y de la raza hispánica para lograr los adelantos materiales y políticos que la vida moderna exigía.
Alberdi sostiene en las “Bases” que mientras la población siga siendo la misma, nada se logrará con cambiar las leyes o proclamar principios democráticos. Y así Alberdi que en las páginas iniciales de las “Bases” habla de la necesidad de adaptar el gobierno y la organización social a la población, termina afirmando en la misma obra que se debe adaptar la población al sistema de gobierno fomentando la inmigración anglosajona, pues “sin la cooperación de esa raza es imposible aclimatar la libertad y el progreso material en ninguna parte”. Menos mal que Alberdi en las dos invasiones inglesas, aún no había nacido.
Regresando a Alberdi como ironista. Se le debe a Enrique de Gandia, quien publicó “La ironía de Alberdi” en el Jornal of Inter-American Studies, Vol. VIII, Nº 4, Florida, University of Miami, octubre de 1966. En el cual Gandia, nos explica que “Alberdi fue el más grande y sutil ironista de la literatura argentina”. Como no podía ser de otra manera el centro de sus ataques irónicos resultaba ser Sarmiento.
Efectivamente en su período romántico, Alberdi escribe varias piezas cómicas, denominadas comúnmente como de género bufo, de uno o dos actos en las cuales utilizando la ironía y el grotesco, se burla de distintos personajes y situaciones con las cuales el no estaba de acuerdo políticamente o tenía diferencias de otro tipo. Algunas comerciales o profesionales.
En 1843 escribe “El gigante Amapolas y sus formidables enemigos”, de un solo acto y en la cual hace una formidable crítica a la política de Rosas y en particular critica a los generales encargados de combatirlo. En verdad es extraño el proceder de Alberdi. Si es opositor a Rosas, en vez de hacer una obra irónica en contra de Rosas, hace una obra en contra de los que combaten a Rosas. Mal o bien, pero lo combatían aquí mientras el estaba exiliado en Montevideo trabajando de periodista en “El Nacional” de su amigo Miguel Cané.
Los personajes de esta obra “El gigante Amapolas y sus formidables enemigos” eran el Teniente Guitarra, el Capitán Mosquito y el Mayor Mentirola. Según la interpretación que hace Gandia, corresponderían a las siguientes personas: General Juan Galo de Lavalle, Brigadier Pedro Ferré y a Fructuoso Rivera respectivamente.
En 1844 Alberdi escribe “Tobías o la cárcel a la vela”, en la que el autor se burla de las opiniones de los socialistas de ese momento y por los cuales Alberdi profesaba una inocultable antipatía. Henri de Saint-Simón había fallecido en 1825 y sus obras se encontraban en plena expansión. Su “Nuevo Cristianismo” es precisamente de 1825, poco tiempo antes de morir y la teoría de su planteo era realmente original y sumó adeptos en la intelectualidad europea. El ex positivista, ayudante de Auguste Comte, estaba creando las bases del socialismo moderno. Además Alberdi ironiza en esta obra sobre la igualdad sexual y sobre las modas de la vestimenta poco femenina y poco masculina que se promueven con las ideas socialistas, que tendía a la igualdad, incluso en la vestimenta.
Hay que reconocer que sobre este tema de la vestimenta Alberdi era todo un experto. En 1837 editó en Buenos Aires el periódico La Moda. Por medio de este periódico se ocupó de divulgar la moda de la vestimenta femenina y masculina, como así también la buena música, las buenas costumbres y las adecuadas normas de urbanidad.
Finalmente en 1871, ya de mayor edad, Alberdi publica “Peregrinación de Luz del Día o viaje y aventuras de la verdad en el Nuevo Mundo”, y que a juicio de Gandia es la obra más irónica del autor mencionado. “La que conmovió e hizo reír a todo Buenos Aires y le dio en su época más renombre”. Cuando no, Sarmiento aparece en ella con el nombre de Tartufo y es el personaje principal de la obra. Quien es según el texto de la misma: “la mentira personificada, la hipocresía posesionada de la educación y la corrupción generalizada hecha carne”. Alberdi en Peregrinación…, le hace decir a Tartufo (Sarmiento) varios disparates, mucho más cerca de los discursos demagógicos de nuestros días que los que Sarmiento podría jamás haber mencionado. También en esta obra aparecen, además del malvado Tartufo, tres personajes más: Basilio de Sevilla, Gil Blas de Santillana y Fígaro. Gandia no aventura cuales eran los verdaderos nombres de ellos. Otros autores arriesgan los nombres de: Dalmacio Vélez Sársfield (Ministro del Interior de Sarmiento), Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina (Vicepresidente de la Nación acompañando a Sarmiento).
Si viviera mi madre, seguramente haría este comentario: ¿Qué raro no, este hombre que parecía ser tan serio? Y yo personalmente que leí las obras opino que: ironista por ironista, prefiero al Conde de Che Roga. Su ironía es mucho más profunda y además lacónica. ¿Qué más se puede pedir?

viernes, 4 de marzo de 2011

Mensaje Ambiental de Perón anticipándole al Mundo

Por Juan Domingo Perón
Desde Madrid, difundido el 21 de febrero de 1972

Hace casi treinta años, cuando aún no se había iniciado el proceso de descolonización contemporáneo, anunciamos la tercera Posición en defensa de la soberanía y autodeterminación de las pequeñas naciones, frente a los bloques en que se dividieron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
Hoy cuando aquellas pequeñas naciones han crecido en número y constituyen el gigantesco y multitudinario Tercer Mundo un peligro mayor- que afecta a toda la humanidad y pone en peligro su misma supervivencia- nos obliga a plantear la cuestión en nuevos términos, que van más allá de lo estrictamente político, que superan las divisiones partidarias o ideológicas, y entran en la esfera de las relaciones de la humanidad con la naturaleza.
Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional.
La concientización debe originarse en los hombres de ciencia, pero sólo puede transformarse en la acción a través de los dirigentes político. Por eso abordo el tema como dirigente político, con la autoridad que me da el haber sido precursor de la posición actual del Tercer Mundo y con el aval que me dan las últimas investigaciones de los científicos en la materia.
El ser humano ya no puede ser concebido independientemente del medio ambiente que él mismo ha creado.
Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra, sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas.

La humanidad está cambiando las condiciones de vida con tal rapidez que no llega a adaptarse a las nuevas condiciones. Su acción va más rápido que su captación de la realidad y el hombre no ha llegado a comprender, entre otras cosas, que los recursos vitales para él y sus descendientes derivan de la naturaleza y no de su poder mental.
De este modo, a diario, su vida se transforma en una interminable cadena de contradicciones.
En el último siglo ha saqueado continentes enteros y le han bastado un par de décadas para convertir ríos y mares en basurales, y el aire de las grandes ciudades en un gas tóxico y espeso.
Inventó el automóvil para facilitar su traslado, pero ahora ha erigido una civilización del automóvil que se asienta, sobre un cúmulo de problemas de circulación, urbanización, inmunidad y contaminación en las ciudades y se grava las consecuencias de la vida sedentaria.

Las mal llamadas Sociedades de Consumo, son, en realidad sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto, por el que el gusto produce lucro.
Se despilfarra mediante la producción de bienes necesario o superfluos y, entre estos, a los deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna cierta vida porque la renovación produce utilidades.
Se gastan millones en inversiones para cambiar el aspecto de los artículos, pero no para reemplazar los bienes dañinos para la saluda humana, y hasta se apela a nuevos procedimientos tóxicos para satisfacer la vanidad humana.
Como ejemplo bastan los autos actuales que debieran haber sido reemplazados por otros con motores eléctricos, o el tóxico plomo que se agrega a las naftas simplemente para aumentar el pique de los mismos.
No menos grave resulta el hecho de que los sistemas sociales de despilfarro de los países tecnológicamente más avanzados funciones mediante el consumo de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo.
De este modo el problema de las relaciones dentro de la humanidad es paradójicamente doble: algunas clases sociales - la de los países de baja tecnología en particular - sufren los efectos del hambre, el analfabetismo y las enfermedades, pero al mismo tiempo las clases sociales y los países que asientan su exceso de consumo en el sufrimiento de los primeros, tampoco están racionalmente alimentados ni gozan de una auténtica cultura o de una vida espiritual o físicamente sana.
Se debaten en medio de la ansiedad y del tedio y los vicios que produce el ocio mal empleado.
Lo peor es que, debido a la existencia de poderosos intereses creados o por la falsa creencia generalizada de que los recursos naturales vitales para el hombre son inagotables, este estado de cosas tiende a agravarse, mientras un fantasma - el hombre- recorre el mundo devorando 55 millones de vidas humildes cada 20 meses, afectando hasta países que ayer fueron graneros del mundo y amenazando expandirse de modo fulmíneo en las próximas décadas.

En los centros de más alta tecnología se anuncia entre otras maravillas, que pronto la ropa se cortará con rayos láser y que las amas de casa harán compras por televisión y las pagarán mediante sistemas electrónicos.
La separación dentro de la humanidad se está agudizando de modo tan visible que perece que estuviera constituida por más de una especie.
El ser humano cegado por el espejismo de la tecnología, ha olvidado las verdades que están en la base de su existencia.
Y así, mientras llega a la luna gracias a la cibernética, la nueva metalurgia, combustibles poderosos, la electrónica y una serie de conocimientos teóricos fabulosos, mata el oxígeno que respira el agua que bebe, y el suelo que le da de comer y eleva la temperatura permanente del medio ambiente sin medir sus consecuencias biológicas.
Ya en el colmo de su insensatez, mata el mal que podía servirle de última base de sustentación.
Después de la tierra, el mar…
En el curso del último siglo el ser humano ha exterminado cerca de 200 especies animales terrestres. Ahora ha pasado a liquidar las especies marinas.
Aparte de los efectos de la pesca excesiva, amplias zonas de los océanos, especialmente costeras, ya han sido convertidas en cementerios de peces y crustáceos, tanto por los desperdicios arrojados como por el petróleo involuntariamente derramado.
Solo el petróleo liberado por los buques cisterna hundidos ha matado en la última década cerca de 600.000 millones de peces. Sin embargo seguimos arrojando al mar más desechos que nunca, perforamos miles de pozos petrolíferos en el mar o sus costas y ampliamos al infinito el tonelaje de los petróleos sin tomar medidas de protección de la fauna y flora marinas.
…Y el agua potable
La creciente toxicidad del aire de las grandes ciudades, es bien conocida, aunque muy poco se ha hecho para disminuirla.
En cambio, todavía existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado por el despilfarro de agua dulce, tanto para el consumo humano como para la agricultura.
La liquidación de aguas profundas ya ha convertido en desiertos extensas zonas otrora fértiles del globo, y los ríos han pasado a ser desagües cloacales más que fuentes de agua potable o vías de comunicación.
Al mismo tiempo la erosión provocada por el cultivo irracional o por la supresión de la vegetación natural se ha convertido en un problemas mundial, y se pretende reemplazar con productos químicos el ciclo biológico del suelo, uno de los más complejos de la naturaleza.

Para colmo muchas fuentes naturales han sido contaminadas; las reservas cuando nos quedaría como último recurso la desalinización del mar nos enteramos que una empresa de este tipo, de dimensión universal, exigiría una infraestructura que la humanidad no está en condiciones de financiar y armar en este momento.
Por otra parte, a pesar de la llamada revolución verde, el Tercer Mundo, todavía no ha alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume, y para llegar a su autoabastecimiento necesita un desarrollo industrial, reformas estructurales y la vigencia de una justicia social que todavía está lejos de alcanzar.
Para colmo, el desarrollo de la producción de alimentos sustitutivos está frenada por la insuficiencia financiera y las dificultades técnicas.
Por supuesto todos estos desatinos culminan con una tan desenfrenada como irracional carrera armamentista que le cuesta a la humanidad 200.000 millones de dólares anuales.
A este maremagnum de problemas creados artificialmente se suman el crecimiento explosivo de la humanidad.
El número de seres humanos que puebla el planeta se ha duplicado en el último siglo y volverá a duplicarse para fines del actual o comienzos del próximo, de continuar la actual ratio de crecimiento.
De seguir por este camino, en el año 2.500 cada ser humano dispondrá de solo metro cuadrado sobre el planeta.
Esta visión global está lejana en el tiempo, pero no difiere mucho de la que ya corresponde a las grandes urbes, y no debe olvidarse que dentro de 20 años más de la mitad de la humanidad vivirá en ciudades grandes y medianas.
Es indudable pues, que la humanidad necesita tener una política demográfica.
La cuestión es que aún poniéndola en práctica, ya por el retardo con que comenzaremos,. no producirá sus efectos antes del fin de la década en materia educativa, y antes de fin de siglo en materia ocupacional.
Y que además la política demográfica no produce los efectos deseados sino va acompañada de una política económica y social correspondiente.
De todos modos, mantener el actual ritmo de crecimiento de la población humana es tan suicida como mantener el despilfarro de los recursos naturales en los centros altamente industrializados donde rige la economía del mercado, o aquellos países que han copiado sus modelos de desarrollo. Lo que no debe aceptarse es que la política demográfica esté basada en la acción de píldoras que ponen en peligro la salud de quienes la toman o de sus descendientes
Si se observan en su conjunto los problemas que se nos plantean y que hemos enumerado, comprobaremos que provienen tanto de la codicia y la imprevisión humana, como de las características de algunos sistemas sociales, del abuso de la tecnología, del desconocimiento de las relaciones biológicas y de la progresión natural del crecimiento de la población humana.
Esta heterogeneidad de causas debe dar lugar a una heterogeneidad de respuestas, aun que en última instancia tenga como denominador común la utilización de la inteligencia humana.
A la irracionalidad del suicidio colectivo debemos responder con la racionalidad del deseo de supervivencia.
Para poner freno e invertir la marcha hacia el desastre es menester aceptar algunas premisas:
1. Son necesarias y urgentes: una revolución mental en los hombres, especialmente en los dirigentes de los países más altamente industrializados; una modificación de las estructuras sociales y productivas en todo el mundo, en particular en los países de alta tecnología donde rige la economía de mercado, y el surgimiento de una convivencia biológica dentro de la humanidad y entre la humanidad y el resto de la naturaleza.
2. Esa revolución mental implica comprender que el hombre no puede reemplazar a la naturaleza en el mantenimiento de un adecuado ciclo biológico general; que la tecnología es un arma de doble filo, que el llamado progreso debe tener un límite y que incluso habrá que renunciar alguna de las comodidades que nos ha brindado la civilización; que la naturaleza debe ser restaurada en todo lo posible que los recursos naturales resultan aceptables y por lo tanto deben ser cuidados y racionalmente utilizados por el hombre; que el crecimiento de la población es aumentar la reducción y mejorar la distribución de alimentos y la difusión de servicios sociales como la educación y la salud pública, y que la educación y el sano esparcimiento deberán reemplazar el papel que los bienes y servicios superfluos juegan actualmente en la vida del hombre.
3. Cada nación tiene derecho al uso soberano de sus recursos naturales. Pero, al mismo tiempo, cada gobierno tiene la obligación de exigir, a sus ciudadanos el cuidado y utilización racional de los mismos. El derecho a la subsistencia individual impone el deber hacia la supervivencia colectiva, ya se trate de ciudadanos o pueblos.
4. La modificación de las estructuras sociales y productivas en el mundo implica que el lucro y el despilfarro no pueden seguir siendo el motor básico de sociedad alguna. y que la justicia social debe exigirse en la base de todo sistema, no solo para el beneficio directo de los hombres sino para aumentar la producción de alimentos y bienes necesarios; consecuentemente, las prioridades de producción de bienes y servicios deben ser alteradas en mayor o menor grado según el país de que se trate.
En otras palabras: necesitamos nuevos modelos de producción, consumo, organización y desarrollo tecnológico que, al mismo tiempo que den prioridad a la satisfacción de las necesidades esenciales del ser humano, racionar el consumo de recursos naturales y disminuyan al mínimo posible la contaminación ambiental.
5. Necesitamos un hombre mentalmente nuevo en un mundo físicamente nuevo. No se puede construir una nueva sociedad basada en el pleno desarrollo de la personalidad humana en un mundo viciado por la contaminación del ambiente exhausto y la sed y enloquecido por el ruido y el hacinamiento.
Debemos transformar a las ciudades cárceles del presente en las ciudades jardines del futuro.
6. El crecimiento de la población debe ser planificado, en lo posible de inmediato, pero a través de métodos que no perjudiquen la salud humana, según las condiciones particulares de cada país (esto no rige para la Argentina, por ejemplo) y en el marco de políticas económicas y sociales globalmente racionales.
7. La lucha contra la contaminación del ambiente y de la biosfera, contra el despilfarro de los recursos naturales, el ruido y el hacinamiento de la ciudades, debe iniciarse ya a nivel municipal, nacional e internacional.

Estos problemas, en el orden internacional, deben pasar a la agenda de las negociaciones entre las grandes potencias y a la vida permanente de la Naciones Unidas con carácter de primera prioridad. Este, en su conjunto, no es un problema más de la humanidad; es el problema.
8. Todos estos problemas están ligados de manera indisoluble con la justicia social, el de la soberanía política y la independencia económica del Tercer Mundo, y la distensión y la cooperación internacional.
9. Muchos de estos problemas deberán ser encarados por encima de las diferencias ideológicas que separan a los individuos dentro de sus sociedades o a los Estados unidos dentro de la comunidad internacional.
Finalmente deseo hacer algunas consideraciones para nuestros países del Tercer Mundo:
1- Debemos cuidar nuestros recursos naturales con uñas y dientes de la voracidad de los monopolios internacionales que los buscan para alimentar un tipo absurdo de industrialización y desarrollo en los centros de alta tecnología a donde rige la economía de mercado.
Ya no puede producirse un aumento en gran escala de la producción alimenticia del Tercer Mundo sin un desarrollo paralelo de las industrias correspondientes .Por eso cada gramo de materia prima que se dejan arrebatar hoy los países del Tercer Mundo equivale a kilos de alimentos que dejarán de producir mañana .
2- De nada vale que evitemos el éxodo de nuestros recursos naturales si seguimos aferrados a métodos de desarrollo, preconizados por esos mismos monopolios, que significan la negación de un uso racional de aquellos recursos.
3- En defensa de sus intereses, los países deben propender a las integraciones regionales y a la acción solidaria.
4- No debe olvidarse que el problema básico de la mayor parte de los países del Tercer Mundo es la ausencia de una auténtica justicia social y de participación popular en la conducción estará en condiciones de enfrentar las angustiosamente difíciles décadas que se avecinan.
La Humanidad debe ponerse en pie de guerra en defensa de sí misma.
En esta tarea gigantesca nadie puede quedarse con los brazos cruzados.
Por eso convoco a todos los pueblos y gobiernos del mundo a una acción solidaria

39 AÑOS DESPUÉS: LA VISIÓN DE UN ESTADISTA

jueves, 3 de marzo de 2011

Enrique Oliva, el viejo Guerrero del 45...

Por Julio Fernández Baraibar



Ya han pasado sesenta y seis años.
Los protagonistas del 17 de octubre de 1945 han comenzado a galopar en las praderas de Manitú o donde quiera que se vayan los guerreros de aquella jornada histórica.

Hace un año le tocó partir a Enrique Oliva, un gigante nacido a la historia argentina aquella tarde de sol.

Enrique Oliva fue peronista desde el día en que los trabajadores ocuparon la Plaza de Mayo y entregó su enorme inteligencia, su indoblegable voluntad y cada hora de su vida a la causa de la liberación argentina y la unidad de la Patria Grande.

Cuando la reacción, la misma que hoy intenta maniatar y, de ser posible, voltear al gobierno de Cristina Kirchner, con la complicidad de sedicentes peronistas, Enrique Oliva no dudó.

Siguió a Perón en la soledad de su exilio, en la debilidad del caudillo alejado de su pueblo, y no hubo dudas en su nacionalismo popular acerca de quien representaba la aspiración histórica del pueblo y los trabajadores argentinos.

Desde Madrid y al lado del caudillo popular proscripto y en el ostracismo, Enrique Oliva fue un militante fiel y honrado de Perón, tal como lo eran los millones de argentinos tan proscriptos como el jefe expatriado.

Fue testigo y actor de los últimos sesenta y cinco años de política argentina, a la que le dedicó todo su luminoso cerebro y su patriotismo sin fisuras.

Cuando lo consideró necesario a los elevados fines de la causa nacional y popular, Enrique Oliva se convirtió en François Lepot, un periodista de Clarín, estacionado en París, desde donde iluminaba, con información fidedigna, a los argentinos sobre un mundo que se hacía ancho y lejano bajo la implacable censura de Videla y Martínez de Hoz.

Su ejercicio de la profesión hizo evidente que es posible ser periodista y patriota, que no es necesario sacrificarse al becerro de oro que ofrecen los grandes monopolios mediáticos para comprar las conciencias. Si Enrique Oliva pudo hacerlo, todos podemos.

Patriota como era, su nacionalismo popular –la razón profunda de lo que es el arcano de la política argentina: la sobrevivencia del peronismo- le permitió comprender las razones históricas de la gesta de Malvinas.

Desde su lugar privilegiado escribió informaciones y análisis que sólo contribuyeron a consolidar la doctrina nacional sobre esta causa, la más trascendental de los argentinos.

Imbuido de un fuerte espíritu testimonial, convirtió su labor periodística en una obligación de cubrir, para y en nombre del conjunto de los argentinos, los escenarios centrales de cada momento: la invasión soviética a Afganistán, el Pakistán de Zia Ul Haq o la India de Indira Gandhi.

Sus reportajes –que deberían ser de estudio obligatorio en las escuelas de periodismo-, sus informes sobre los países en cuestión estaban atravesados por su patriotismo argentino y suramericano, para analizar con ojos propios la realidad lejana.

Ya en la Argentina dedicó sus últimos años a las causas fundamentales: la cuestión de Malvinas, la unidad latinoamericana, la reivindicación de la Batalla de la Vuelta de Obligado.

Fue siempre y por sobre todo un militante.

Es decir tuvo, hasta el triste día de su partida, lúcido y rebelde, la energía y la voluntad de un joven veinteañero.

Seguramente, ese era su pacto misterioso que le permitió irse prometiendo su artículo sobre el petróleo en Malvinas para mañana.

Afortunadamente, Enrique, las nuevas generaciones te conocieron y admiraron tu fervoroso espíritu argentino, esa especie de punk irreductible que, cuando muchos prefieren las pantuflas y el sofá, te permitía estar presente, bajo la lluvia, en un acto a don Juan Manuel, a los caídos en Malvinas o a los asesinados el 16 de junio de 1955 por la Marina de Guerra.

Hace un año te acompañamos hasta tu descanso final.

Nos encontramos viejos y nuevos militantes y hablamos de proyectos y propuestas para seguir el combate.

No te lloramos porque sabíamos que no era eso lo que querías de nosotros.

Te recordamos llenos del humor y el respeto que se les debe a los grandes guerreros.

Enrique Oliva, hay una nueva generación que, con hidalguía y valor, se hará merecedora de tu memoria, la memoria de los jóvenes del 17 de octubre de 1945.

3 de Marzo: un nuevo aniversario de la muerte del Almirante.....

Por el Prof. Jbismarck

Guillermo Brown nació en junio de 1777 en Foxford, un pueblo al noroeste de Irlanda. Su nombre está íntimamente vinculado a las luchas por la independencia argentina, a la guerra contra el Imperio del Brasil y a las luchas civiles y por la Soberanía del período de Rosas.
La persecución religiosa contra los católicos, el hambre y la pobreza lo llevaron a buscar nuevos horizontes. Llego a Filadelfia (USA) en 1787, con su padre, quien falleció de fiebre amarilla. Tenía sólo 10 años, no tuvo otro camino que ingresar como grumete a una nave de guerra inglesa comenzando su carrera naval.
Apresado por los franceses fue encarcelado dos años (1803-1804) consiguiendo finalmente fugarse.
En 1809 conoció a Elizabeth Chitty, con quien se casó en 1809 y tuvo tres hijos: Guillermo, Ignacio Estanislao y Eduardo y dos hijas, Eliza y Martina.
Se dirige a Buenos Aires donde compra una goleta llamada “Industria” para realizar el servicio comercial entre Buenos Aires y Montevideo".
Al llegar al Río de la Plata Guillermo Brown se comprometió en cuerpo y alma con el proceso de emancipación. Desde el primer momento fue un gran patriota", expresa Pacho O´Donnell. Tanto es así que el 1º de marzo de 1815 Posadas firmó el decreto por el que era designado Guillermo Brown, Teniente Coronel y Jefe de la Escuadra. Aquel momento señalaba una hora decisiva en el glorioso destino de la marina de guerra argentina y de quien sería entonces y para siempre su Almirante inmortal.
"Ante la falta de marinos, los hombres de Mayo se enteraron de la experiencia de Guillermo Brown y le ofrecieron la dirección de la escuálida escuadra de Buenos Aires", agrega el historiador.
El 10 de marzo se enfrenta con la escuadra realista en las cercanías de la Isla Martín García, dirigida por el capitán de navío Romarate en un combate encarnizado en el cual Brown queda varado con su nave capitana Hércules, que recibe 80 impactos en su casco y sufre graves pérdidas. En ese momento, reordena a sus naves y ataca de nuevo. Logra tomar la isla y vuelve las baterías contra los buques realistas, que se escapan.
El 17 de mayo un cruento combate naval frente a las costas de Montevideo concluye con una gran victoria de Brown sobre los españoles y el bastión realista capitula. Alvear aprovechará esto para su prestigio pero el mérito es indudable del Alte Brown.
Un año más tarde inició una campaña de corso por las costas americanas del Pacífico (una esquirla lo dejará cojo para toda su vida) y, en 1822, regresó a sus tareas de agricultura en "la kinta" -así llamaba a su casa en Barracas-, sus actividades comerciales y la vida en familia.
Hasta que la Gloriosa campaña de los “33 orientales” y la consiguiente Primera Guerra (la segunda concluye en Caseros) contra el Imperio del Brasil lo hacen volver al servicio activo.
La relación de fuerzas con era monstruosa: 84 buques brasileños de distinto porte contra sólo dos bergantines y 13 cañoneras argentinas.
Pero nadie conocía los secretos del Río de la Plata como el insigne y valiente Guillermo Brown. El 11 de junio de 1826, al mando de once naves mal pertrechadas derrota a 31 naves imperiales en Los Pozos. “Marinos y soldados de la República: ¿Veis esa gran montaña flotante? Son 31 buques enemigos. Mas no creáis que vuestro General abriga el menor recelo, pues que no duda de vuestro valor y espera que imitaréis a la “25 de Mayo” que será echada a pique antes que rendida. Camaradas: confianza en la victoria, disciplina y tres Vivas a la Patria.” Arengó a sus hombres…
Pero la acción de Quilmes desborda los límites del heroísmo. Al amanecer del 30 de julio, 22 naves imperiales aparecen formadas en línea. Brown tiene entonces... sólo tres buques, de los cuales uno es poco más que un bote. Su plan consiste en batir a cada nave por separado. La misma maniobra de Nelson en Trafalgar, pero con muchos menos barcos a favor. Lanza el ataque, pero las otras naves no lo siguen por quedar rezagada… Entonces Brown pronuncia su épica amonestación a un oficial dubitativo: “¡No conozco más valientes que Brown, Espora y Rosales!”. “Es preferible irse a pique antes que rendir el pabellón”. Brown se ve obligado a abandonar la “25 de Mayo” que es remolcada a Buenos Aires y sigue la batalla a bordo del bergantín “República”. Al despejarse el humo del combate se vio que la fuerza enemiga se retiraba.
Al año siguiente vence en Juncal (allí muere Drummond su yerno…Elisa su hija se suicida arrojándose al río Este hecho marca en la vida psíquica del marino una de las etapas decisivas de la neurosis que llegó a dominarlo).
Por cinco meses, se hizo cargo del gobierno de Buenos Aires (1828-1829). "Hasta ese momento no se metía en disputas políticas. Pero cuando Lavalle hizo el golpe de Estado contra el Gobernador Dorrego, Brown lo apoyó. Su alto prestigio militar hizo que muchos opositores a Lavalle no se rebelaran, hasta que Dorrego fue asesinado, en contra de la voluntad de Brown, desencadenando la guerra civil", expone el historiador Gabriel Di Meglio. Este hecho sangriento y desgraciado, desprovisto de todo derecho originó la Guerra civil en el País.
El fusilador fue vencido, al igual que el otro General golpista: José María Paz.
Don Juan Manuel de Rosas crea a través del “Pacto Federal” la “Confederación Argentina”.
En 1837 Brown hace un viaje a su país natal. Su pais adoptivo enfrenta victoriosamente a los franceses quienes en el Pacto Arana-Mackau reconocen la Soberanía Argentina. A principios de 1841, Rosas le confía la misión de crear una escuadra para hacer frente a los buques extranjeros que apoyaban al general Fructuoso Rivera (el pardejón lo llamaba Rosas).
Brown solicita a Rosas nombrar “El Restaurador” a la nave insignia, pero aquel le ordena designarla “San Martín” en homenaje al Libertador, quien exiliado en Francia era así homenajeado en vida….En mayo derrotó a los riveristas frente a Montevideo y en 1842 venció a la escuadra adversaria en la batalla de Costa Brava (15 de agosto de 1842) mandada por el corsario Garibaldi (quien habia saqueado Gualegaychú), a quien le propina una derrota total y le perdona la vida… "Déjenlo escapar, ese gringo es un valiente" es la orden que Brown imparte a sus subordinados cuando pretendían perseguirlo para ultimarlo.
En 1843 bloquea Montevideo por orden de Rosas, bloqueo que la intervención británica hizo fracasar.
En 1845, las dos potencias más poderosas del mundo mandan sus flotas para atropellar la voluntad de la Confederación Argentina de determinarse a sí misma.
Como siempre, enfrentó a los enemigos de su patria adoptiva sin ningún reparo, pero su escuadra fue apresada. Pero otro Brown, su hijo Eduardo, combatió y fue uno de los Héroes de Obligado al mando de una batería.
El anciano almirante envía entonces al general Rosas estas palabras llenas de amargura: “Tal agravio demandaba el sacrificio de la vida con honor y solo la subordinación a las supremas órdenes de V.E., para evitar la aglomeración de incidentes que complicasen las circunstancias, pudo resolver al que firma a arriar un pabellón que durante treinta y tres años de continuos triunfos ha sostenido con toda dignidad en las aguas del Plata”.

El Historiador José María Rosa cita la opinión de dos importantes diarios brasileños frente a este atropello Imperialista:
“Triunfe la Confederación Argentina o acabe con honor, Rosas, a pesar del epíteto de déspota con que lo difaman, será reputado en la posteridad como el único jefe americano del sur que ha resistido intrépido las violentas agresiones de las dos naciones más poderosas del Viejo Mundo”; decía “O Brado de Amazonas”. (De Río de Janeiro, el 13 de diciembre de 1845).
“O Sentinella da Monarchia”, del mismo origen, del día 17, se expresaba así: “Sean cuales fueran las faltas de este hombre extraordinario, nadie ve en él sino al ilustre defensor de la causa americana, el grande hombre de América, sea que triunfe o que sucumba”.
Ya retirado es visitado por el destacado marino Joao Pascoe Grenfell en su quinta de Barracas, quien había sido su adversario en la guerra contra el Brasil. Al manifestarle aquél sobre las ingratitudes de las Repúblicas, el anciano Almirante le contesta "No me pesa haber sido útil a la patria de mis hijos, considero superfluos los honores y las riquezas cuando bastan seis pies de tierra para descansar de tantas fatigas y dolores".
Fallece el 3 de marzo de 1857. Sus últimas palabras fueron: “Con el principal abordo, ya puedo cambiar de puerto”. En su discurso de despedida, Mitre lo homenajeó: "Brown en la vida, de pie sobre la popa de su bajel, valía para nosotros por toda una flota".