Por el Prof. Jbismarck
El primer partido político principal de la Argentina fue el Partido Autonomista Nacional
(PAN). Para fines del siglo diecinueve el PAN se había convertido en el vehiculo electoral
dominante de los hacendados de la Pampa, quienes dominaron la cconomia floreciente de
exportaciones de cereales y carnes. El PAN era un
partido de directores más bien que un partido de masas. Como lo explica Natalio Botana, no
era “una organización diseñada para la movilizaciòn de la población, sino un instrumento que
usaban las oligarquías regionales para comunicarse entre ellos”. Entre 1880 y 1909 el PAN
adulteró los censos electorales, compró votos y usó la intimidación (aprovechándose de que no
existía la votación secreta) para socavar a los candidatos que postulaban bajo etiquetas
partidarias opositoras efimeras. El sufragio universal para hombres había existido desde 1857,
pero la concurrencia a votar variaba entre el 10% y el 25% de los votantes calificados’.
El
PAN sobrevivió hasta 1909 cuando se dividió, formando una multitud de partidos provinciales
conservadores que dependían de los hacendados locales y grupos de aliados comerciales y
profesionales.
En vez de una competencia entre partidos, la Argentina desarrolló una serie de
hegemonías de partidos gobernantes: el PAN después de 1880, el radicalismo después de 1916
y el peronismo despues de 1946. Se pueden dilucidar los orígenes de dicho patrón de
desarrollo político comparando la vida política argentina de fines del siglo diecinueve con las
de Chile y Uruguay, que sí desarrollaron sistemas eficaces de competencia partidaria y que en
el siglo veinte pudieron mantener períodos de gobierno democrático que, según normas tanto
europeas como latinoamericanas, resultaron ser bastante duraderos. Las razones por las cuales
se implantó la competencia partidaria con menos fuerza en la Argentina que en Chile o uruguay son complejas; sin embargo, vale la pena señalar que en la Argentina fue sólo a fines
del siglo diecinueve que los partidos que perdían las elecciones se evaporaban o eran absorbidos por los partidos gobernantes. En Uruguay y Chile los
partidos perdedores reaccionaban frente a la derrota reteniendo sus identidades partidarias y
organizaciones partidarias incipientes y renovando su esfuerzo competidor en una fecha
posterior.
Para 1880, cuando el PAN asumió el poder, quienquiera que controlara el poder
ejecutivo a nivel nacional controlaba también el poder político y militar a través de todo el
país. Tal no era el caso en Uruguay, donde, no pudiendo ganar una victoria militar decisiva
sobre su rival, el partido Colorado entregó el control de las jefaturas en algunas provincias al
interior del país a cambio de la promesa del partido Blanco de no rebelarse. Este tipo de
convenio no sólo permitió que los Blancos sobrevivieran a pesar de no controlar directamente
el poder ejecutivo a nivel nacional. sino también fomentó las disposiciones para la
participación en el gobierno del partido perdedor que ayudó a mantener la competencia
partidaria en el siglo veinte. La amenaza de una rebelión armada en Chile a fines del siglo
diecinueve era menor que en Uruguay; sin embargo, entre 1891 y 1925 Chile contaba con un
gobierno semiparlamentario que contrastaba directamentc con el sistema presidencial
altamente centralizado de la Argentina. Al hacer más visible el poder político, el poder
parlamentario en Chile reforzó el sistema multipartidista incipiente, mientras que en la
Argentina el predominio abrumador del poder ejecutivo nacional reforzó la larga tradición en
ese país de un hegemonía de una sola fuerza política. La tradición hegemónica afectó la
cultura política argentina. Ya que no existía ninguna oposición efectiva, el PAN comenzó a
visualizarse como un movimiento que personificaba todo lo bueno de la Argentina más bien
que simplementc una parte de una organización política donde las fuerzas opositoras también
tenían derecho a un espacio legitimo (o al menos duradero). En contraste, en Chile y Uruguay
la fuerza política gobernante no podía ni destruir ni absorber a sus rivales. En esos países, la
tenacidad de los partidos perdedores facilitó el surgimiento de una cultura política donde el
derecho a establecer una oposición política precondición crucial para la institucionalización
de un sistema de partidos, se valorizaba más. La presencia de fraudes electorales durante el periodo de la hegcmonía del PAN también
contribuyó al escepticismo en cuanto a que la actividad partidaria pudiera conducir al control
de los recursos del Estado. En consecuencia, cuando en 1889 surgió una alianza reformadora,
que pronto se convertiría en la UCR. Inicialmente, la UCR fue conformada por elementos de la clase media y
miembros disidentes de la elite pampeana, y fueron estos últimos los que controlaron el
liderazgo del partido hasta fines de la década del veinte” Cuando Yrigoyen asumió el control
de la UCR en 1898, siguió con las políticas de “intransigencia” y “abstención”, según las
cuales el radicalismo rechazaba explícitamente el camino electoral a favor de la insurrección
armada. Dichas políticas en parte constituían reacciones frentc a los abusos electorales del
PAN, que hacían muy poco probable que los candidatos opositores tuvieran éxito, pero
también reflejaban la perspectiva de los líderes de la UCR de que se trataba de un movimiento
y no de un partido. Como insistía Yrigoyen: “La Unión Cívica Radical no es un partido
propiamente tal en un sentido militante; es un conjunto de fuerzas que emergen de la opinión
de la nación”“. La política de intransigencia y
abstención de los radicales “respondía a la firme convicción de que la masa popular tenía
aspiraciones que la oligarquía no podía satisfacer y exigencias que podrían lograrse con el
triunfo total. Así comenzó a cobrar cada vez más vigor la idea de que la Unión Civica Radical
era un movimiento político excepcional, encarnación verdadera de la mayoría del país y. en
consonancia, su auténtica representación politica. Esta percepción de sí mismos que
sustentaban los radicales recordaba aquella del PAN, prefiguraba aquella de los peronistas y
subrayó la debilidad en la política argentina del concepto de una oposición legítima.
En 1905, cuando ciertos miembros de la elite pampeana comenzaron a abogar por
reformas políticas, la UCR emprendió una rebelión armada. Aunque no tuvieron éxito, la
rebelión cambió el ímpetu hacia el conjunto de fuerzas políticas, económicas y sociales que
produjeron las reformas electorales de 1912. También contribuyó la belicosidad de la clase
obrera liderada por anarquistas que hizo que muchos argumentaran que una reforma electoral
podría prevenir una revolución social. Los sindicatos surgieron en las décadas de 1870 y
1880, mucho antes que los partidos políticos de masas, de esa manera estableciendo una
tradición donde los sindicatos eclipsaban a los partidos como vehículos para promover los
intereses de los obreros. En 1894 se fundó un Partido Socialista, pero debido al fraude
electoral y al hecho de que casi dos tercios de la clase obrera no tenía derecho a votar por
haber nacido fuera del país (mayoritariamente en Italia y España), no existía mucha
probabilidad de que los socialistas pudieran obtener suficientes votos corno para llevar a cabo
la legislación pro obrera por la cual abogaban. El anarquismo, cuyas tecnicas de insurrección
no requerían de ciudadanía ni elecciones leales, se convirtió en la fuerza dominante del
movimiento obrero durante la primera década del siglo veinte Los obreros, negada la
posibilidad de promover sus intereses mediante los votos, se lanzaron a las calles en
manifestaciones masivas y a menudo violentas que inquietaron profundamente a la elite.
En parte porque temían que continuar con el fraude electoral podría consolidar el apoyo
de los obreros al anarquismo, y en parte porque estaban confiados (nunca habiendo perdido
una elección de importancia) de que podrían ganar unas elecciones leales, los conservadores
promulgaron las reformas electorales de 1912, que transformaron el fundamento del régimen
político argentino del fraude, la intimidación, los pactos entre bambalinas y la apatía electoral
a la inscripción honesta de votantes, el conteo leal de votos, la votación obligatoria y la
votación secreta. Puesto que la numerosa población extranjera de la Argentina todavía no
tenía derecho a votar, las reformas electorales no constituyeron una ruptura total con el pasado.
No obstante, produjeron un repunte repentino en la participación electoral, que aumentó del
21% del universo calificado en 1910 al 69% en 191 215. La competencia partidaria también
floreció cuando los radicales dejaron a un lado su política de abstención, fortalecieron la organización en las provincias al Interior del paíss, y aumentaron la entrega de alimentos y otras
formas tradicionales de prebendaje político Al acercarse las elecciones presidenciales de 1916, la UCR se estaba convirtiendo rápidamente en el primer partido argentino de masas y
estaba bien encaminado para reemplazar al PAN como la fuerza política dominante del país.
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