Por Mario Rapoport
El
aporte de textos históricos sobre las islas Malvinas contribuye con
antecedentes que ayudan a argumentar mejor la defensa de nuestra
soberanía sobre las islas, tanto en los foros internacionales, como
directamente con los británicos cuando éstos se vean suficientemente
presionados para sentarse a la mesa de las negociaciones.A continuación reproduzco dos de ellos. El primero pertenece a un diplomático
ruso, Alexander Semionovich Ionin, que estuvo por estas tierras y visitó las
Malvinas a fines del siglo XIX, reflejándolo en la publicación de un texto del
que tomamos un par de citas significativas (se trata de una traducción al
inglés de su libro, originalmente editado en ruso, Mi viaje por América del
Sur, San Petersburgo, 1889).
En una primera parte de consideraciones generales dice el autor:
En una primera parte de consideraciones generales dice el autor:
“La
presencia cada vez más acusada en Sudamérica de las principales potencias
marítimas europeas dotará a este continente de un significado político
totalmente nuevo, a la vez que la ruta por el estrecho de Magallanes puede
convertirse en una ruta militar de suma importancia […] es posible que se
produzca una guerra entre las potencias marítimas y que peligren sus ya muy
considerables intereses comerciales en América […] las Falkland representan
desde luego un envidiable punto de apoyo y la potencia que las posea podrá
esperar todos esos conflictos con la mayor tranquilidad, segura de poder
salvaguardar sus intereses comerciales en el Hemisferio Sur, aun en el caso de
guerra […]”
Ionin
agrega luego su opinión sobre la posesión de las islas por parte de los
ingleses y sus posibles consecuencias: “Lo atractivo de este archipiélago para
Inglaterra radica sobre todo en consideraciones políticas que en más de una
ocasión le han llamado la atención a una que otra potencia marítima europea […]
Por cierto, ofrecen las Falkland una cantidad de anclajes estupendos que
podrían ser utilizados por una escuadra de observación naval, dominando así una
ruta de comunicación muy importante del Atlántico al Pacífico […] Las Falkland
son el único lugar en el Atlántico donde se puede pisar tierra firme, aunque hasta
ahora no ha resultado tan firme la que pisa allí Inglaterra, pues sólo mantiene
a un gobernador y no tiene ni un solo cañón, ni considera necesario establecer
comunicaciones con la metrópoli. Por ahora, parece que esto le es suficiente
[…] Sudamérica dividida como está en débiles organismos estatales aún no
representa ninguna fuerza seria, independiente, que se deba tomar en cuenta,
aunque pueden cambiar las circunstancias y es probable que cambien. Sin
embargo, estando segura de sus derechos jurídicos nadie puede ignorar las
protestas del gobierno argentino y en cualquier momento éste tiene la
posibilidad de enviar allí fácilmente cañones, soldados y naves. Por
consiguiente, yo aconsejaría a las potencias marítimas que prestaran más
atención a las protestas anuales del ministro de Relaciones Exteriores de
Buenos Aíres, pues no son éstas tan carentes de razón como a primera vista
parecen”.
Estas
líneas no sólo resumen los intereses ingleses, sino también señalan otras
cosas. Como aquello de que Inglaterra, que consideraba este sitio por su
importancia estratégica, tanta aparentemente no le daba, ya que después de más
de medio siglo de ocupación no tenía ni un cañón en las islas, ni se comunicaba
con la metrópoli. ¿Donde estaban los ascendientes de aquellos que hoy proclaman
la autodeterminación de sus habitantes? ¿Por qué las islas se hallaban, según
esa narración, casi en el mismo estado en que las había dejado el gobernador
argentino Vernet?
Muchas
preguntas sin respuesta. Pero, además, Ionin acepta los derechos jurídicos
argentinos y, casi como un visionario, anticipa una posible guerra entre los
dos países involucrados en la disputa, así como la relevancia que podría tener
en el futuro en este tema la formación de un bloque sudamericano.
En
otro libro, publicado originalmente en inglés y traducido recientemente al
español, que data de 1944, El enigma argentino, Félix J. Weil, un argentino de
origen alemán, millonario y de izquierda, que con su dinero había ayudado a
crear la famosa Escuela de Frankfurt y en ese entonces residía en los Estados
Unidos, da su interpretación de los orígenes históricos de la ocupación de las
islas, que se remonta no a los británicos sino a los norteamericanos, quienes
abrieron la puerta para una ocupación posterior.
Se
sabe bien que en diciembre de 1831, el capitán Silas Duncan, al mando de la
corbeta “Lexington” de la armada de los Estados Unidos entró en las islas, las
ocupó, arrestó a sus autoridades y voló el depósito de pólvora que encontró
allí. Pero se conoce menos que esta acción fue reprobada como contraria a ley
por una corte federal de Massachusetts (ver Francis Wharton [ed.], A Digest of
the International Law of the United States, Washington, 1887). Weil,
además de revelar este histórico fallo, donde se reafirma indirectamente la
soberanía argentina sobre las islas, no concuerda con la tesis de Paul
Groussac, que en un libro de 1936 sobre el tema, de mucha repercusión en su
época, sostiene que este incidente nada tiene que ver con la posterior acción
del buque “Clio”, que en 1833 tomó posesión de ellas en nombre de Su Majestad
británica. Dice Weil que aunque no existía evidencia documental de un arreglo
en tal sentido, los argentinos estaban convencidos de que esto había ocurrido.
Resulta extraño, en todo caso, que insólitamente Washington dejase a un lado la Doctrina Monroe,
que tenía por lema principal “América para los americanos”, expuesta en 1823
por el presidente James Monroe, para rechazar cualquier injerencia europea en
el nuevo continente.Por
eso, Weil daba a entender que se debía haber llegado a un acuerdo entre los dos
países anglosajones, porque el gobierno de Washington reconoció de inmediato la
soberanía británica, a pesar de esa doctrina y del fallo de su propia Justicia
con respecto a la primera ocupación. Ese fallo significaba un cierto
reconocimiento a la pertenencia del lugar por parte de la Argentina, que lo había
heredado de la corona española. Es decir que en el momento en que se produjo la
ocupación británica se contraponía a una ley estadounidense. Sin embargo, desde
esa misma ocupación, los Estados Unidos se negaron a aceptar los derechos
argentinos mientras defendían la posición de Londres.
Es
interesante señalar también que durante la Primera Guerra
Mundial, el padre de Weil, un gran comerciante de granos de la Argentina, que tenía
trato directo por su origen alemán con el emperador Guillermo II, le sugirió
que en un gesto de buena voluntad los alemanes ocupasen las islas para
devolvérselas a los argentinos, lo que iba a favorecer su posición frente al
gobierno de Buenos Aires, en ese entonces neutral ante el conflicto bélico.
En
síntesis, una opinión rusa y un fallo de la Justicia norteamericana que sería bueno tener en
cuenta en la futura discusión sobre la soberanía.
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