Rosas

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miércoles, 31 de julio de 2013

Manuel Dorrego (1787-1828)

Por Julio R. Otaño

Dorrego nace el 11 de junio de 1787 en Buenos Aires. Es el menor de cinco hermanos, hijos del rico comerciante portugués José Antonio do Dorrego y la argentina María de la Ascensión Salas. En 1803, a los 15 años, ingresa en el Real Colegio de San Carlos y a inicios de 1810 comienza a estudiar Derecho en la Universidad de San Felipe, en Santiago de Chile. Pronto abandona las aulas y se une al movimiento independentista chileno. Exaltado, cambia el traje civil y los libros por el uniforme y las armas. En la milicia del país andino gana las tres estrellas de capitán al sofocar un movimiento contrarrevolucionario. Tiene 23 años.
Antes de concluir 1810, Dorrego regresa a Buenos Aires y con el grado de mayor se une a las fuerzas armadas encabezadas por Cornelio Saavedra rumbo al norte. En el combate de Cochabamba sufre dos heridas y gana el ascenso a teniente coronel. Más tarde, bajo las órdenes de Manuel Belgrano, lucha en Tucumán (24 de septiembre de 1812) y Salta (20 de febrero de 1813). El ejército de Belgrano marcha hacia Potosí sin Dorrego: se queda en la retaguardia, arrestado por indisciplina. Eso le evita las derrotas de Vilcapugio (1º de octubre de 1813) y Ayohuma (14 de noviembre de 1813), y quizá la muerte en servicio.  El inflexible general José de San Martín ordena su confinamiento por nuevas actitudes de indisciplina y en mayo de 1814 es trasladado a Buenos Aires. Allí se pone a las órdenes del general Carlos María de Alvear. En 1823, es electo representante ante la Junta de Gobierno y desde su periódico El Argentino respalda las ideas federales, en oposición al gobierno de Bernardino Rivadavia, lo cual le hace ganar prestigio en las provincias. 
En 1825, se entrevista con Simón Bolívar, a quien considera el único capaz de contener los planes expansionistas del Imperio de Brasil. El militar convertido en político resulta elegido representante por Santiago del Estero en el Congreso Nacional. Cuando se discute la Constitución de 1826 se destaca en los debates sobre la forma de gobierno y el derecho al sufragio. Al referirse a la constitución rivadaviana de ese año, Dorrego afirma: “Forja una aristocracia, la más terrible porque es la aristocracia del dinero. Échese la vista sobre nuestro país pobre, véase qué proporción hay entre domésticos asalariados y jornaleros y las demás clases del Estado (…). Entonces sí que sería fácil influir en las elecciones, porque no es fácil influir en la generalidad de la masa, pero sí en una corta porción de capitalistas; y en ese caso, hablemos claro, el que formaría la elección sería el Banco, porque apenas hay comerciantes que no tengan giro con el Banco, y entonces sería el Banco el que ganaría las elecciones, porque él tiene relación en todas las provincias”.
Cuando el coronel Dorrego, tras las renuncias de Rivadavia (LUEGO del acuerdo firmado por el enviado Manuel García y que establecía la entrega de la Banda Oriental al Imperio brasileño) y Vicente López a la presidencia, asumió la función de poder ejecutivo general, y quiso proseguir la lucha contra el Brasil. “No se empeñe en atajarle el camino a Dorrego”, le escribía el consejero de Rivadavia, Agüero a un amigo. Dorrego asume el cargo en agosto de 1827; Una Convención Nacional se reúne Santa Fe y le confiere el manejo de las relaciones exteriores del país. Invistiéndolo de una autoridad Nacional delegada por libre consenso de las provincias. Dorrego fue el primer presidente de los argentinos. (Los otros de Saavedra a Rivadavia no habían sido más que autoridades municipales con autoatribución nacional)
Su popularidad dentro de Buenos Aires era irrefutable al igual que su prestigio de político honesto y bienintencionado. Tiene dos grandes colaboradores: Roxas y Patrón en Hacienda: quién intenta poner fin a los desastres financieros heredados de la administración Rivadavia; y su joven Comandante de Campaña: Don Juan Manuel de Rosas quién soluciona los problemas de fronteras con el aborigen y funda Bahía Blanca. Sin duda que posteriormente en un futuro Congreso Constituyente, Dorrego se disputaría con Bustos, la primera magistratura del país. Piensa en continuar la guerra, pero aparecen obstáculos insalvables: El Banco (manejado por los ingleses) se niega a proveer fondos. (Había llegado al país Lord Ponsomby con el objeto de la Cancillería Británica de declarar la independencia de la Banda Oriental, lo que en geopolítica se llama un “estado tapón” o “un algodón entre dos cristales”, con el objeto secundario de declarar la internacionalidad del Río de la Plata). Habilita naves corsarias, soborna a un cuerpo de mercenarios alemanes, promueve un secuestro del emperador; respalda a los republicanos brasileños; todo esto al mismo tiempo que tiene que cotejar con Lord Ponsomby, (quién acostumbrado por Rivadavia se manejaba como un verdadero Virrey) Las tropas estacionadas en la banda Oriental comienzan a estar mal alimentadas y mal vestidas y cobran sus sueldos, con cada vez mayor atraso. Entonces Dorrego intenta finalmente presionar ventajosamente al Brasil sustituyendo la mediación inglesa por la colombiana, para la cual hace gestiones infructuosas ante su admirado Bolívar;. Se llega al fin a una paz con el Imperio que segrega para siempre la doliente provincia oriental (Misión Balcarce-Guido) y Dorrego lo gira a la Convención.
Artigas en el exilio exclamó “YA NO TENGO PATRIA...” 
La Logia unitaria integrada por Rivadavia, Varela, Del Carril, Agüero y otros comienzan a conspirar utilizando el desconformismo del ejército. El primero de diciembre de 1828 el Gral. Lavalle depone al gobernador legítimo y éste se dirige al sur a reunirse con el Comandante de campaña: Don Juan Manuel de Rosas, éste le aconseja retirarse a Santa Fe. Lamentablemente Dorrego no le hace caso e integrantes de su propia tropa como los comandantes Escribano y Acha lo traicionan y entregan al golpista.
LA GUERRA CIVIL: Escribe del Carril a Lavalle en diciembre de 1828: “.....la ley es, que una revolución es un juego de azar en el que se gana hasta la vida de los vencidos, cuando se cree necesario disponer de ella. Si Ud. Gral. La aborda así, a sangre fría, la decide; sino yo habré importunado, habré escrito inútilmente, y lo que es más sensible, habrá Ud. Perdido la ocasión de cortar la cabeza de la hidra y no cortará Ud. Las restantes. Nada queda en la República para un hombre de corazón; El señor don Julián y don Bernardino son de esta opinión y creen que lo que se tendrá que hacer será completado con el triunfo de la civilización contra la barbarie. Esta es la opinión uniforme de Buenos como éstas se rompen, y en circunstancias como las presentes se dispensan estas confianzas a los hombres que Ud. Sabe que no lo engañan. Juan Cruz Varela”. Dice el historiador H- Ferns “Dorrego murió con la sencillez y la compostura de un héroe de Roma y la dulzura y el perdón de un santo cristiano. De un extremo al otro de la república y entre todas las clases corrió una oleada de repulsión contra Lavalle y sus sostenedores. Rosas ya no vaciló, sino que se volvió con mayor resolución contra los golpistas, mientras juraba vengar la muerte del jefe federal. El Gral. López y el Gral. Bustos comenzaron a prepararse para la acción armada. Al cabo de pocos días comenzaron a circular de mano en mano, como reliquias sagradas, copias de las cartas que Dorrego envió a sus hijas y a su mujer. Eran cartas conmovedoras por su sencillez y brevedad: .......Dentro de una hora me informan que debo morir, ignoro por que, la providencia así lo a querido; en este momento la religión es mi único consuelo....”
Lavalle le escribe a Díaz Vélez: ”participo al gobierno delegado que el coronel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden., al frente de los regimientos que componen esta división. La historia juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego ha debido o no morir y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público...”. En los campos comenzaron a reunirse las milicias gauchas. En la propia Bs. As el sentimiento popular se volvió en contra del gobierno golpista.
Las clases bajas (informó el embajador ingles Parish) se mostraron violentas en su execración a los asesinos y se dedicaron activamente y con éxito a conquistar a la soldadesca.....Se amenazó con violencia personal al Señor Rivadavia y a otros, de suerte que aquél se sintió tan alarmado por su seguridad que hizo visar su pasaporte a fin de estar pronto para huir a Francia. La indignación del interior no tiene límites: la Convención declara la ilegalidad del militar golpista y declara la guerra al gobierno de facto, nombrando jefes a Estanislao López y a Juan Manuel de Rosas. Bustos e Ibarra toman la misma acción y Facundo Quiroga le escribe a Lavalle “No pierda V.E. los instantes que le son preciosos para escudarse al abrigo de la distancia del grito de las provincias”.

Prof. Julio R. Otaño

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