Rosas

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viernes, 20 de abril de 2012

YPF - Su Historia

Por Carlos Andrés Ortíz
Fue la primera petrolera estatal del mundo, y el espejo en el que se miraron todas las petroleras estatales que fueron creándose, como herramientas para que los Estados Nacionales dominaran y regularan sus respectivos mercados energéticos internos, que hasta ese entonces (1922) habían sido manejados a discreción por las petroleras anglosajonas.
Al término de la Primera Presidencia de Yrigoyen, se tomó la trascendental decisión de crear la petrolera estatal, que pasó a tener primerísima importancia desde lo puramente energético, pero también en lo económico y sobre todo en lo estratégico
Desde su creación, hasta el golpe de Estado de 1930, YPF fue dirigida por los Generales Ingenieros Enrique Mosconi y Alonso Baldrich.
Carlos Andrés Ortiz – Economis
 Precisamente su creación fue motivada por la soberbia de las petroleras anglosajonas que hasta entonces manejaban a discreción el mercado interno argentino, las cuales –entre otras actitudes similares- se negaron a suministrar el carburante que necesitaba la joven Fuerza Aérea Argentina, por entonces dependiente del Ejército Argentino.
Fue entonces cuando Mosconi y Baldrich comprendieron que las necesidades de la Defensa Nacional no podían –ni debían- estar supeditadas a la buena o mala voluntad de empresas privadas –una británica y otra norteamericana-, las cuales además manejaban los precios y el abastecimiento a su entera voluntad, incluso frenando el desarrollo petrolero argentino.
Ya antes, en 1907, se descubrió el primer gran yacimiento petrolífero argentino, cerca de Comodoro Rivadavia. Hasta ese entonces se repetía como letanía permanente, que “Argentina no tiene petróleo”, para hacernos seguir dependientes de las importaciones de carbón británico y petróleo manejados por Standard Oil (Esso) y Shell…”ninguneándose” que ya a fines del siglo pasado pequeñas empresas criollas explotaban en pequeña escala el petróleo en el norte argentino.
En los ocho muy activos años de las gestión de Mosconi – Baldrich, YPF pasó de la nada, a ser la primera petrolera argentina, con capacidad de regular precios, y fijándolos en función de los costos argentinos, por entonces mucho menores a los del Medio Oriente, que eran los predominantes en el mercado petrolero transnacional. Es decir que YPF impidió que las petroleras anglosajonas tuvieran descomunales sobre -  utilidades, tal como estaban acostumbradas con el anterior mercado oligopólico y cautivo.
El golpe de Estado de 1930, rápidamente impuso “el orden” liberal, persiguiendo encarnizadamente a Mosconi y Baldrich, básicamente por el “delito” de haber sido honestos y patriotas, dejó que los precios internos de los combustibles se fijaran según parámetros transnacionales –mucho más caros- y achicó el papel de la petrolera estatal, reestableciendo el predominio de las petroleras anglosajonas. Pero no pudo disolver o “privatizar” a YPF, perverso objetivo largamente perseguido por los sectores más reaccionarios de la política local, siempre jugando a ser subordinados a las potencias de turno.
Desde 1943 a 1955 YPF recobró su rol rector, pero su reequipamiento estuvo permanentemente obstaculizado por las potencias vencedoras en la 2da. Guerra Mundial, “pasándonos factura” por la neutralidad argentina (no suministramos “carne de cañón” a unos ni a otros). Resulta claro que la neutralidad argentina fue funcional a Gran Bretaña, que pudo seguir recibiendo carne y trigo argentinos, transportados en nuestros buques, con bandera neutral, en cuyo carácter no eran atacados por los submarinos alemanes…pero esa es otra historia. 
Los largos 18 años de proscripción política entre 1955 y 1973, además de varias medidas crudamente liberales (antinacionales por definición), tuvieron los aditamentos de los contratos petroleros del frondizismo, con los cuales se alcanzó efímeramente el autoabastecimiento petrolero; contratos duramente criticados por el radicalismo que los anuló…sin otra alternativa de reemplazo. Cabe señalar que esos contratos ponían todo el crudo extraído por las petroleras concesionarias, a plena disposición de YPF.
Experimentó nuevos impulsos expansivos en el breve tercer gobierno peronista, de 1973 a 1976; y a partir del gobierno “marzista” del “proceso”, comenzaron las acciones de destrucción sistemática de la gran petrolera estatal argentina.
La estrategia de desgobierno sistemático de las Empresas Estatales implementada por Martínez de Hoz y sus “Chicago’s Boys”, fue rebuscadamente perversa, y eficaz para lograr sus corrosivos objetivos: frenar, descapitalizar, desprestigiar y sembrar el caos en todas ellas, con fuerte énfasis puesto sobre la principal Empresa Estatal: YPF.
A partir del “proceso” y sus continuadores en lo económico, en la larga noche del cuarto de siglo neoliberal, la petrolera estatal, fue puesta bajo el mando de privatistas a ultranza (interesados en su desguace sistemático), y en muchos casos la Presidencia y el Directorio de YPF estuvieron manejados por personeros de las petroleras extranjeras. ¡Fue como poner al zorro a cuidar el gallinero!
El tremendo endeudamiento con el que se ató a todas las Empresas Estatales, fue de una contundencia y perversión notables, mecanismo que en aquellos oscuros años se mantuvo casi en secreto, además que ante cualquier asomo de protesta se colgaba el peligroso sambenito de supuestos “subversivos” a quienes se opusieran a las tropelías privatistas y destructivas de los neoliberales enquistados en el poder.
En ese contexto violento, Martínez de Hoz –con el pleno aval de la Junta de Comandantes- obligó a las Empresas del Estado a endeudarse irracional e innecesariamente, y los cuantiosos fondos de los créditos internacionales que abultaron los pasivos de YPF y las demás Empresas Estatales, eran automáticamente girados al Ministerio de Hacienda, para enjugar los descomunales y crecientes déficits presupuestarios, que la cruda ortodoxia (neoliberalismo salvaje) no hacía más que incrementar. 
De esa forma YPF (y todas las Empresas Estatales) se quedaban con ruinosas deudas que no les correspondían, y sin los fondos correspondientes.  
Además, tanto a YPF como a Gas del Estado y SEGBA y otras empresas eléctricas, se las obligó a mantener precios o tarifas intencionalmente deficitarias. Con eso Martínez de Hoz y sus continuadores, lograban bajar en algo –y muy artificialmente- la enorme inflación, y a la vez acentuaban las crisis financieras de las Estatales.
En poco tiempo, toda esa batería de perversiones rindió sus efectos, e YPF (y las demás Estatales) pasaron a ser fuertemente deficitarias. Un cuidadoso análisis de sus balances contables de esos años revela que los resultados operativos de YPF (y de otras Estatales) reflejaban ganancias, pero el enorme peso de sus pasivos financieros, revertía el cuadro de situación provocando graves pérdidas.
Por supuesto que los mercenarios de la comunicación, los economistas “prestigiosos” (del establishment), y otros opinólogos, se cuidaban muy bien de hacer saber esos “molestos detalles”. Preferían centrar sus dardos en atacar la supuesta “ineficiencia del Estado” que ellos mismos habían provocado…
El muy condicionado período del alfonsinato –jaqueado por el establishment ultra liberal, por algunos militares procesistas, y por sus propias contradicciones- agravó el cuadro de situación de las Empresas Estatales. El contexto internacional con las presiones de la “revolución conservadora” de Reagan – Tatcher, agravó el ya endeble cuadro de situación económica de Argentina. El caos estaba instalado.
El arribo del menemato, con el ultra liberalismo impuesto de la mano de los Alsogaray, dejó libre el camino para que Dromi pudiera imponer la política de las denominadas “privatizaciones salvajes”, concesionando o vendiendo –según cada caso- a precios irrisorios las Empresas  Estatales, desguazando al Estado, y dejando al país sin las formidables herramientas estratégicas que había tenido para operar en sectores de gran importancia geopolítica, social y económica.
Estaban dadas las condiciones para que un puñado de empresas –entre ellas Repsol- se dedicaran a “ordeñar” apresuradamente nuestras importantes reservas de petróleo y gas –conseguidas tras décadas de costosas exploraciones-, con lo cual se llegó a límites cercanos al agotamiento total de esas reservas. Además la falta de inversiones en nuevas exploraciones, nuevas refinerías, etc., condujo a los cuellos de botella que hoy operan como factores negativos muy críticos que condicionan nuestro desarrollo.
Sin duda la reestatización de YPF debió hacerse mucho antes, y no es la única materia pendiente. Claro está que si temas “menores” como terminar con el negativo, caro e ineficiente (para los aportantes) sistema de “jubilaciones privadas” de las AFJP, la tan meneada Resolución 125, el pago de deudas sin nuevos créditos, y el necesario cambio de la carta orgánica del BCRA, provocaron tan virulentas reacciones del establishment…¿que hubiera sucedido de haberse intentado recuperar YPF en un marco de mayor vulnerabilidad económica o institucional?
Es hora que Argentina recupere su petrolera estatal, tal como la tiene la mayoría de las naciones del mundo, y casi toda América del Sur. Las cuantiosas rentas petroleras deben apuntalar nuestro desarrollo, en vez de seguir volcándose fuera de nuestras fronteras.  

miércoles, 18 de abril de 2012

Ituzaingó

Historia de la Nación Latinoamericana
Por Jorge Abelardo Ramos

La ineptitud del alto mando brasileño en la guerra con las Provincias Unidas sólo fue comparable a la torpeza y corrupción del alto mando argentino. El General Alvear era una verdadera nulidad militar, un botarate dicharachero del más puro estilo porteño; pero en fanfarronería e incapacidad militar los generales del Ejército Imperial lo sobrepasaron. En esta curiosa batalla obtuvo el triunfo el ejército argentino, gracias al coronel Paz, al frente de la caballería; al coronel Iriarte que había aprendido a manejar la artillería en España; a la carga de Brandsen, que murió en el sitio, y al valor de Lavalle. Los jefes subalternos pelearon de acuerdo a su propia iniciativa, mientras el generalísimo Alvear y Soler no sabían que hacer en el campo. 

Tampoco el resultado de la batalla de Ituzaíngó adquirió un valor políticamente decisivo, pues Alvear pensaba solamente en los despojos de los imperiales; dejaba huir a los brasileños con su artillería y la fuerza militar intacta. En lugar de perseguir y aniquilar al exhausto ejército del Emperador, el porteño Alvear adoptó la estrategia dictada por Buenos Aires: dejar el Imperio de pie y en condiciones de negociar el destino de la Banda Oriental. "La paz se habría firmado dictando el vencedor las condiciones: la evacuación de Montevideo y de todo el territorio oriental ocupado por las tropas del Imperio, su incorporación a la República Argentina", dice Iriarte en sus Memorias.
Pero los intereses porteños buscaban desprenderse de la Banda Oriental y concentrarse en la explotación de su propia pradera y su propio puerto. Esto coincidía con la voluntad inglesa, que había proyectado la creación de una "ciudad hanseática" en la margen oriental del río. Por esa razón el desenfadado Alvear, antes pensaba en el botín del campo de batalla que en aniquilar al ejército imperia.  El generalísimo se apoderó de la vajilla de plata del marqués de Barbacena abandonada en la precipitada huida, mientras el compadrito general Soler "aligeraba los baúles del marqués". Hasta el nombre de la batalla es una invención de Alvear: "Estuvo dos días buscando en la carta un nombre bien sonante, y el de Ituzaingó fue el que más satisfizo su oído. Con más propiedad los enemigos la llaman "batalla del Paso del Rosario". Después de distribuir varios miles de cabezas de ganado entre los principales jefes militares, Alvear declaró cerrada la campaña.

Antonio "el gaucho" Rivero

Por José María Rosa

Había nacido en Entre Ríos, y el destino lo llevó a las Malvinas. Fue pastor y esquilador de ovejas en Puerto Soledad. Presenció impotente el atropello de los norteamericanos de la Lexington, el 28 de diciembre de 1831, y como consiguió ocultarse con algunos compañeros, no fue secuestrado como la mayoría de los colonos. Fueron un puñado, apenas, para mantener la soberanía de las islas, hasta octubre de 1832, en que llegó la goleta Sarandí, con un nuevo comandante de las islas, el mayor Mestivier, y una colonia de confinados por delitos comunes.
Era dura la vida en las soledades del Sur, y pesada la mano del mayor Mestivier. Los confinados se sublevaron, aprovechando que el capitán José María Pinedo se había ido con la Sarandí a alejar a algunos pescadores norteamericanos; Mestivier fue muerto, y se cometieron muchos desmanes. Pero el regreso de Pinedo restableció el orden.
Por poco tiempo. El almirantazgo británico quiso aprovechar el desamparo que la Lexington produjo en Soledad, y ordenó al comandante J. J. Onslow, de la corbeta Clío, que se apoderase de las Malvinas. El 2 de enero, Onslow se presentó en Soledad, y Pinedo no tuvo un gesto de heroica locura; dejó arriar el pabellón argentino porque “las instrucciones que tenía –dice en su informe– me prohibían hacer fuego a ningún buque de guerra extranjero, y sí sólo defender mi buque”.
Onslow organizó la nueva colonia británica. El piloto inglés de la Sarandí, Mateo Brisbane, fue hecho “delegado”; otro inglés, Dickson, encargado de izar la Union Jack; un francés, Jean Simon, capataz de trabajos. No faltaron –era inevitable –algunos argentinos que se plegaron al orden triunfante. Pero también era inevitable que otros no aceptaran el dominio inglés.

Un día –el 26 de agosto de 1833–, los matreros, en número de ocho y encabezados por Rivero, volvieron a Soledad y dieron muerte a Brisbane, a Dickson, a Simon y a algunos más. La academia de Historia, en mérito a documentos ingleses, dice que el móvil de Rivero y sus compañeros (“entre los cuales había algunos confinados”, recalca), al desertar primero y caer más tarde en plan de guerra sobre Soledad, era porque Brisbane les pagaba los salarios en billetes de papel, y ellos querían metálico. Me parece una explicación demasiado materialista para una reacción tan excesiva, y no comprendo qué diferencia hacía a los gauchos los billetes o el metálico en las soledades del archipiélago. Preparados para perder la vida, quisieron hacerlo bajo la bandera argentina, y arriaron el pabellón británico.
¿También por metálico?
Hasta enero de 1834 estuvieron las Malvinas bajo el control de los gauchos de Rivero. Las familias de los colonos ingleses fueron confinadas en un islote y alimentadas por los dueños de la situación. En octubre llegaron algunas balleneras inglesas, pero no se atrevieron con los facciosos: debió esperarse a enero de 1834, en que una goleta de guerra consiguió imponerse, y Rivero y los suyos cayeron presos. Se les hizo un proceso en el buque Spartiate, de la estación naval británica de América del Sur. Tan inicuo, que el almirante inglés no se atrevió a convalidarlo, y prefirió desprenderse del asunto desembarcando a Rivero y los suyos en la República Oriental del Uruguay. El cabecilla fue dado de alta en el ejército argentino por Rosas, para morir, como era su ley, el 20 de noviembre de 1845 peleando contra los ingleses en la Vuelta de Obligado. 
Esa fue la vida del gaucho Rivero. Nuestros académicos entienden que “sus antecedentes no son nada favorables para otorgarle títulos que justifiquen un homenaje”. Basándose en interrogatorios en inglés del curioso proceso, nos aclaran que era un gaucho peleador, tal vez de malos antecedentes, y que se juntaba con antiguos confinados.  Pero también Martín Fierro era un gaucho peleador, de malos antecedentes, y que se juntaba con matreros como él.

Acta de la declaración de la Independencia Económica

Tucumán 9 de julio de 1947
En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán, a nueve días del mes de julio de mil novecientos cuarenta y siete, en celebración del centésimo trigésimo primer aniversario de la Declaración de la Independencia política, sancionada por el Congreso de las Provincias Unidas, reunido en mil ochocientos dieciséis, se reúnen en acto solemne los representantes de la Nación en sus fuerzas gubernativas y en sus fuerzas populares y trabajadoras, para reafirmar el propósito del pueblo argentino de consumar su emancipación económica de los poderes capitalistas foráneos que han ejercido su tutela, control y dominio, bajo las formas de hegemonías económicas condenables y de los que en el país pudieran estar a ellos vinculados.
A tal fin los firmantes, en representación del pueblo de la Nación, comprometen las energías de su patriotismo y la pureza de sus intenciones en la tarea de movilizar las inmensas fuerzas productivas nacionales y concertar los términos de una verdadera política económica, para que en el campo del comercio internacional tengan base de discusión, negociación y comercialización los productos del trabajo argentino, y quede de tal modo garantizada para la República la suerte económica de su presente y porvenir. Asi lo entienden y así lo quieren, a fin de que el pueblo que los produce y elabora y los pueblos de la tierra que los consumen, puedan encontrar un nivel de prosperidad y bienestar más alto que los alcanzados en ninguna época anterior y superiores a los que puedan anotarse en el presente. Por ello, reafirman la voluntad de ser económicamente libres, como hace ciento treinta y un años proclamaron ser políticamente independientes.
Las fuerzas de la producción e industrialización tienen ahora una amplitud y alcance no conocidos y pueden ser superados por la acción y trabajo del pueblo de la República. El intercambio y la distribución suman cifras que demuestran que el comercio y la industria se expanden conjuntamente con aquéllos. La cooperación, que contribuye a fijar de manera permanente las posibilidades humanas, será activada hasta alcanzar el completo desenvolvimiento que demandan las nuevas concepciones del comercio y empleo mundiales de las energías.
A su término, una vez leída esta declaración y preguntados si querían que las provincias y territorios de la República Argentina tuviesen una economía recuperada y libre del capitalismo foráneo y de las hegemonías económicas mundiales o de las nacionales comprometidas con aquéllas, aclamaron y reiteraron su unánime y espontáneo, así como decidido voto por la independencia económica del país, fijando por su determinación el siguiente   

 

Preámbulo

Nos, los representantes del pueblo y del gobierno de la República Argentina, reunidos en Congreso Abierto a la voluntad nacional, invocando la Divina Providencia en el nombre y por la autoridad del pueblo que representamos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra la justicia en que fundan su decisión, los pueblos y gobiernos de las provincias y territorios argentinos, de romper los vínculos dominadores del capitalismo foráneo enclavado en el país y recuperar los derechos al gobierno propio de las fuentes económicas nacionales. La Nación alcanza su libertad económica para quedar, en consecuencia, de hecho y de derecho, con el amplio y pleno poder para darse las formas que exijan la justicia y la economía universal, en defensa de la solidaridad humana.
Así lo declaran y ratifican ante el pueblo y gobierno de la Nación, el gobierno y pueblo aquí representados, comprometiéndose uno y otro, al cumplimiento y sostén de esta, su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas y honor. Comuníquese a la Nación, y en obsequio del respeto que se debe a los demás Estados, detállense en un manifiesto y acta las fuentes determinantes de esta solemne declaración, dada en la Sala de Sesiones del Congreso de las Provincias Unidas, donde en mil ochocientos dieciséis se proclamara la independencia de la República y refrendada por los representantes del pueblo y gobierno argentinos aquí reunidos.

 

Juan Perón
Presidente de la Nación

lunes, 16 de abril de 2012

Revisionismo Histórico

“Revisar la historia es tarea ingrata, pero hondamente argentina: es buscar la verdad, y valorar esa verdad con criterio patriótico: de esa tarea saldrá la Argentina de mañana, libre de tutelas extranjeras, y con argentinos llenos de fe en su patria. A nada llegaremos mientras nuestra historia nos oculte la realidad de nuestro actual colonialismo, y nos presente como ejemplos próceres justamente a quienes lo fomentaron, a quienes no creyeron en su patria, y tuvieron por única finalidad de su política la enajenación de nuestro patrimonio territorial, espiritual y económico, a título de fomentar la civilización y acabar con la barbarie. La historia es la conciencia de la patria, se ha dicho. Y es una verdad indudable que nosotros no sabremos qué es nuestra patria mientras se mantenga la tergiversación del pasado argentino.”

José María Rosa, Marzo de 19431

miércoles, 11 de abril de 2012

Arturo Jauretche

Por el Prof. Jbismarck
Arturo Jauretche nació el 13 de noviembre de 1901 en Lincoln, un pueblo de la provincia de Buenos Aires.
Creció en una familia conservadora recibiéndose de Abogado en la Universidad de Bs As. En la década del ‘30 se define su activismo político, participando en luchas y conspiraciones a favor del radicalismo, como en Paso de los Libres (1933).
El valiente escritor José Luis Torres ha calificado de "infame" a la década que incluye la presidencia de Justo, la de Ortíz y la de Castillo.
Los jóvenes radicales crean FORJA, tratando que su partido vuelva a sus orígenes federales yrigoyenistas; sobresalían nítidamente Raúl Scalabrini Ortíz y Arturo Jauretche, el primero publicó dos obras fundamentales: "política británica en el Río de la Plata" e "Historia de los ferrocarriles argentinos"; mientras que el segundo "Manual de Zonceras Argentinas" y "el medio pelo en la sociedad Argentina". Jauretche califica al Tratado Roca – Runciman, "estatuto legal del coloniaje".
Decía el manifiesto constitutivo de FORJA: "Somos una Argentina colonial; queremos ser una Argentina libre. Por el radicalismo a la soberanía popular, por la soberanía popular a la soberanía nacional, por la soberanía nacional a la emancipación del pueblo argentino".
Desde esa plataforma ideológica denunció la falsificación histórica y dibujó el proceso histórico argentino y latinoamericano como una lucha permanente del pueblo en busca de la soberanía popular, contra oligarquías que operaban como agentes de penetración de los intereses imperialistas.
Con el advenimiento del peronismo, FORJA fue disuelta el 24 de febrero de 1946, por considerar que Perón había inaugurado una política nacional y de recuperación de la soberanía contra el capitalismo extranjero, que eran las banderas de la organización. Jauretche valoró la experiencia peronista positivamente, a pesar de ciertas disidencias con Perón. Durante el gobierno peronista fue Director del Banco de la Provincia de Buenos Aires (1946-1950), desde donde promovió una política de apoyo a la empresa nacional. Renunció en 1950 por disidencias con el nuevo equipo económico de Perón y se retiró a la vida privada.
Tuvo intensa participación en la lucha de la resistencia peronista después del golpe militar que derrocó a Perón en 1955, con el propósito de que la derrota política de las masas no se convirtiera en una derrota ideológica.
Fue en esa etapa que aparecieron sus libros, como expresión más acabada de un pensamiento que se había perfilado en la década del ‘30 en artículos aparecidos en revistas, semanarios y periódicos, la mayoría de escasa tirada y corta vida.
Fueron 12 obras que se sucedieron desde 1955, año en que apareció El Plan Prebisch. Retorno al coloniaje, hasta 1972, cuando publicó De memoria. Pantalones cortos. Los profetas del odio (1957), Ejército y Política. La patria grande y la patria chica (1958), Política Nacional y revisionismo histórico (1959), Prosas de hacha y tiza (1960), FORJA y la Década Infame (1962), Filo, contrafilo y punta (1964), El medio pelo de la sociedad argentina (1966), Los profetas del odio y la yapa (1967) y su Manual de zonceras argentinas (1972), pueden ser considerados como un único libro, pues el mensaje se repitió en ellos en forma reiterada.
Saludó el regreso de Perón en 1972, dio sus últimas charlas en la Universidad del Sur, intentando aferrarse a la esperanza como correspondía a un gran luchador por la cuestión nacional, murió en el día de la Patria, un 25 de mayo de 1974.
Lo que Jauretche fustigó sin descanso fue el carácter abstracto de las ideologías y, en tal sentido, su crítica se dirigió por igual a la izquierda que a la derecha, pues “se era liberal, se era marxista o se era nacionalista partiendo del supuesto que el país debía adoptar el liberalismo, el socialismo o el nacionalismo y adaptarse a él”.
Toda referencia a Jauretche implica ubicarlo en la corriente del nacionalismo popular o revolucionario, nacido contra las corrientes liberales y buscando una reinterpretación de la historia. Particularmente significativo en Argentina, incluyó un rechazo de las ideas extranjeras y los intelectuales de pretendida orientación universalista, criticando por igual a los postulados liberales, la oligarquía , el socialismo y el comunismo, basándose en el hecho de que ninguno de ellos había comprendido al país.
Jauretche siempre prefirió ser considerado un hombre que poseía un “pensamiento nacional”. El primer paso era desprenderse de deformaciones mentales impuestas por los intereses del imperialismo internacional, custodiada por los intelectuales a su servicio a los que llamó “cipayos”.
Lo que, caracteriza al pensamiento nacional, es el reconocimiento de que la cuestión principal es la nacional, entendida como la disputa de intereses entre un país semicolonial que quiere dejar de serlo, y los intereses imperialistas que no están dispuestos a permitirlo.

El análisis histórico revela un plan consciente de mantener al país en dependencia del pasado, conservando el carácter agrícola-ganadero e impidiendo el ascenso social y político de las masas.
El revisionismo esclarecía el papel decisivo de Inglaterra, que había hecho de Argentina una pieza necesaria de su economía industrial y su expansión comercial, y la complicidad de las oligarquías en el establecimiento de un ordenamiento jurídico-institucional destinado a facilitar la penetración inglesa.

Jauretche veía la necesidad de reestructurar las Fuerzas Armadas, advirtiendo que sin política nacional no hay ejército nacional, y entendiendo a esa política nacional como opuesta a la política ideológica liberal o neoliberal como en nuestros tiempos. Consideraba absolutamente prioritaria la liberación nacional, para lo cual era indispensable lo que llamaba “unidad vertical” de todas las clases sociales.
"Esta es la raíz del dilema sarmientino de 'Civilización o Barbarie' que sigue rigiendo a la 'intelligentzia'. Se confundió civilización con cultura, como en la escuela se sigue confundiendo instrucción con educación. La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quién abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América, trasplantando el árbol y destruyendo al indígena que podía ser un obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa, y no según América". (Arturo Jauretche: Los Profetas del Odio y la Yapa. La colonización pedagógica. A. Peña Lillo Editor. Marzo 1975)

Las 20 verdades del Justicialismo Peronista

"Estas son las Veinte Verdades del Justicialismo Peronista. He querido reunirlas así para que cada uno de ustedes las grabe en sus mentes y sus corazones; para que las propalen como un mensaje de amor y justicia por todas partes; para que vivan felices según ellas y también para que mueran felices en su defensa si fuera necesario..."
Juan Perón, 17 de octubre de 1950
1. La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: EL PUEBLO

2. El Peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular, y por lo tanto, no es peronista.

3. El peronista trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un circulo, o a un caudillo, lo es sólo de nombre.

4. No existe para el Peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan.

5. En la Nueva Argentina el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.

6. Para un Peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro Peronista.

7. Ningún Peronista debe sentirse mas de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un Peronista comienza a sentirse mas de lo que es, empieza a convertirse en oligarca.

8. En la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, despues el Movimiento, y luego los Hombres.

9. La política no es para nosotros un fin, sino solo el medio para el bien de la Patria, que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.

10. Los dos brazos del Peronismo son la Justicia Social y la Ayuda Social. Con ellos damos al Pueblo un abrazo de justicia y de amor.

11. El Peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes pero no mártires.

12. En la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños.

13. Un gobierno sin doctrina es un cuerpo si alma. Por eso el Peronismo tiene su propia doctrina política, ecónomica y social: el Justicialismo.

14. El Justicialismo es una nueva filosofía de vida simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente popular.

15) Como doctrina politica, el Justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con la comunidad.

16. Como doctrina económica, el Justicialismo realiza la economia social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.

17. Como doctrina social, el Justicialismo realiza la Justicia Social, que da a cada persona su derecho en función social.

18. Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre, y políticamente soberama.

19. Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre.

20. En esta tierra lo mejor que tenemos es el Pueblo.




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lunes, 9 de abril de 2012

Mitre, Sarmiento y el Terrorismo de Estado

Por el Prof. Jbismarck

Despues de Caseros, el gobierno centralista de Buenos Aires no se contentó con reemplazar y aplastar los gobiernos provinciales sino que se dedicó a exterminar sistemáticamente a opositores políticos, sospechosos y hasta a los pobres gauchos. Sarmiento fue un terrorista de estado. Y Mitre usó el odio de Sarmiento. "Hemos jurado con Sarmiento que ni uno solo ha de quedar vivo" (Mitre en 1852)
En 1856, en los campos de Villamayor, Mitre hará fusilar al ilustre general del ejército Jerónimo Costa y todo su estado mayor, oficiales y suboficiales en número de 126, que se habían rendido. Y después dice representar la "civilización".
"Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas". (En Buenos Aires, 1853; carta de Sarmiento a Mitre del 24 de Septiembre 1861).

El interior en general se revela contra el gobierno nacional, y quieren romper la alianza con Brasil. Se levanta entre otros el Chacho y Felipe Varela. Solamente Urquiza se mantiene en San José, haciendo sus "negocios con la guerra". Se reúne el congreso y declara una "guerra de policía".
"Todos los individuos que tomaran las armas o hayan tomado parte en la ejecución de atentados cometidos por los revolucionarios de Mendoza… y todos los que en cualquier punto del territorio sujeto a la jurisdicción nacional contribuyan con actos deliberados a estimular, fomentar o mantener aquel estado de anarquía, serán considerados como rebeldes y traidores a la Patria, y sometidos por la fuerza a la justicia nacional para ser juzgados como tales con toda severidad de las leyes" (19-01-1867).
Pero Mitre ni siquiera se conforma con esta ley, y lejos de cumplirla, nombra a Sarmiento director de la guerra y le dice "quiero hacer una guerra de policía. La Rioja es una cueva de ladrones que amenaza a todos los vecinos y donde no hay gobierno que haya la policía. Declarando ladrones a los montoneros sin hacerles el honor de considerarlos como partidarios políticos ni elevar sus depredaciones al rango de reacciones, lo que hay que hacer es muy sencillo". Tal vez para no comprometerse, no se lo dice directamente, se lo insinúa, pero el loco Sarmiento, que además de buen entendedor, resentido y racista como es siente un odio visceral hacia el gauchaje, no necesita mucho para embalarse, comienza una masacre salvaje contra el gauchaje de las provincias.

Siendo Sarmiento director de la guerra y gobernador de San Juan declara la intervención de las provincias vecinas. Como no tenía atribuciones para eso, recibe la queja del ministro Rawson y Sarmiento le contesta a Mitre (presidente): "Todo lo que nos divide es que yo he sido siempre hombre de gobierno y usted no. Ni quiere, ni acaso pueda serlo". Sarmiento declara el estado de sitio en las provincias vecinas y se dedica a confiscar bienes y exterminar opositores y a los que supone cómplices de los federales. Como Mitre trata de pararlo Sarmiento dice "Yo mandé a ejecutar a Baouna (estanciero de tradición federal), el gobernador de Mendoza por mi orden ha hecho ejecutar la sentencia a un Fonsalida (también estanciero), Sandes (uruguayo al servicio del ejercito de línea) ejecutó a Minuel (un paisano) en las Lagunas". Amparado en el estado de sitio manda a matar por abigeato a un pobre paisano "a la pena ordinaria de muerte que se ejecutará a tiro de fusil en la plaza principal de la ciudad, debiendo ser descuartizado su cadáver y puesta su cabeza y cuartos en los diversos caminos públicos" (J. Victorica) y se jacta ante Mitre. "Es de admirar la pasión con que la chusma ha entrado en el movimiento, fusilaré media docena de pícaros".
Irrazábal (del ejercito de línea) toma a siete paisanos partidarios del Chacho Peñaloza (retirado de la lucha) "y acto seguido se les tomó declaración" en el "cepo colombiano", (que consiste en poner al hombre en cuclillas y con un fusil al hombro atarlo con cuero mojado hasta que muere descoyuntado). Seis mueren en el tormento y el séptimo revela el paradero del Chacho, retirado de la lucha en casa de una familia. La partida de Vera lo sorprende desayunando con la familia: "¿Quien es el bandido del Chacho?" preguntan. "Yo soy el general Peñaloza, pero no soy un bandido" y entrega su cuchillo. (Peñaloza tenía el grado de general otorgado por Urquiza). Sin mediar palabra Irrazával toma una lanza y la clava en el vientre del Chacho que se entregaba desarmado, en presencia de la familia y la hijastra menor. Le saca una oreja y se la manda de regalo a Natal Luna (de La Rioja) y le corta la cabeza y la pone en una pica en la plaza de Olta. Sarmiento premia a Irrazával y Vera con un ascenso. Es tan alevosa la muerte que en Buenos Aires se levanta una protesta por la forma, pero "el loco" Sarmiento, descontrolado, refiriéndose a la muerte del Chacho le escribe a Mitre: "he aplaudido la medida precisamente por su forma" ya que "es legal matar a lanza y cuchillo" y "sin cortarle la cabeza a aquel inveterado pícaro y ponerla a la expectación, no se habrían quietado las chusmas en seis meses" (Sarmiento, carta a Mitre, 18.11.1862.) Doña Victorica Romero de Peñaloza es llevada encadenada a San Juan y obligada a barrer la plaza. Luego serian confiscados todos sus bienes.
"Necesitamos entrar por la fuerza en la Nación, la guerra si es necesario" (año 1861). "Los sublevados serán todos ahorcados, oficiales y soldados, en cualquier número que sean" (año 1868). "Es preciso emplear el terror para triunfar. Debe darse muerte a todos los prisioneros y a todos los enemigos. Todos los medios de obrar son buenos y deben emplearse sin vacilación alguna, imitando a los jacobinos de la época de Robespierre" "A los que no reconozcan a Paz debiera mandarlos ahorcar y no fusilar o degollar. Este es el medio de imponer en los ánimos mayor idea de la autoridad" (año 1845).
"Sandes ha marchado a San Luis... Si va, déjelo ir. Si mata gente, cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué se obtenga con tratarlos mejor" (carta de Sarmiento a Mitre, marzo de 1862).
El prestigioso caudillo sanjuanino Benavidez, fue gobernador de San Juan. Por ley de 1855 no podía ser reelecto y apoyó la candidatura de Manuel José Gómez, respetado vecino quedando el con la comandancia del ejército. Su ministro liberal Saturnino Laspiur, apoyado de través de Sarmiento por los liberales de Buenos Aires derroca al gobernador Gómez y encarcela a Benavidez. "La Tribuna" y "El Nacional" (redactado por Sarmiento) instigan la eliminación del "tirano" y simulando una fuga es asesinado en la cárcel. La crónica de Victorica da cuenta que "El general Benavídez medio muerto fue enseguida arrastrado con sus grillos y casi desnudo precipitado desde los altos del Cabildo a la balaustrada de la plaza donde algunos oficiales se complacieron en teñir sus espadas con su sangre atravesando repetidas veces el cadáver, profanándolo, hasta escupirle y pisotearlo". Sarmiento dirá "es acción santa sobre un notorio malvado. !Dios sea loado!" (El Nacional, 23/10/1858).
"Córteles la cabeza y déjelas de muestra en el camino" (Carta a Arredondo, 12/4/1873). "Si el coronel Sandes mata gente (en las provincias) cállense la boca. Son animales bípedos de tan perversa condición (esos provincianos que defienden sus autonomías) que no se que se obtenga nada con tratarlos mejor" (Informe a Mitre, 1863). El fusilamiento en masa de un batallón correntino: "brillante conducta". A los sublevados entrerrianos en 1868: "Proceda a diezmarlos, pasando por las armas a los que le toque en suerte". El degüello de Santa Coloma: "Acto de que gusté" (año 1852). Asesinato del gobernador Virasoro que él instigó desde Buenos Aires: "San Juan tenia derecho a deshacerse de su tirano" (año 1860). Aprobó el asesinato en masa en Villamayor el 2/2/1856 y como presidente ofreció $100.000 por la cabeza de López Jordán y entre las cabezas valuadas a 1.000 patacones estaba la de José Hernández, que acababa de publicar el "Martín Fierro".
"Tengo odio a la barbarie popular... La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil... Mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos, ¿son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad?. El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y forman una división entre la ciudad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden... Usted tendrá la gloria de establecer en toda la República el poder de la clase culta aniquilando el levantamiento de las masas". (En Buenos Aires, 1853; carta a Mitre del 24 de Septiembre 1861; en EEUU 1865).

Mitre y Sarmiento utilizan en la matanza a un grupo de orientales: Sandes, Arredondo, Paunero, Rivas, Conesa y Venancio Florez, que ganó el mote de "degollador de Cañada de Gomez" donde hizo pasar por las armas a cuatrocientos vencidos, entre oficiales, suboficiales y soldados. Y esta matanza no era el producto del desborde o "excesos" de horda de delincuentes, sino parte de un plan dirigido a "uniformar el interior", como lo demuestran los partes de batalla, como el de Sandes después de Aguaditas (11 de marzo de 1862) donde dice: "Entre los prisioneros se encuentran el sargento Cicerón Quiroga, capitán don Policarpo Lucero, ayudante mayor don Carmelo Rojas, tenientes don Ambrosio Medina, don Ignacio Bilbao, don Juan N. Vallejo y alféreces don Ramón Gutiérrez y don Juan de Dios Videla. Todos ellos han sido pasados por las armas, según orden de V.E."

Tratando de disimular lo evidente, Mitre le dice a Urquiza, "Aunque yo ni ninguno de los míos haya promovido ni aprobado de antemano la revolución de San Juan… yo me hago un deber en proclamar justa y santa esa revolución", pero Sarmiento lo deschaba en el Senado de la Nación, "En el caso de Virasoro, y debo explicarlo con justicia a mis compatriotas, estaba mezclado todo el partido liberal" (se refería al depuesto gobernador de San Juan, asesinado con su hijo en brazos.)
A esto llamó Mitre "Expedición pacificadora del ejército de Buenos Aires", y declarará alborozado en la Legislatura: "La mayoría de las provincias hermanas han uniformado su política con la de Buenos Aires".

lunes, 2 de abril de 2012

La victoria de Malvinas

Por Jorge Abelardo Ramos

La auto-propaganda inglesa durante siglos transformó en frase de uso común el hecho incierto de que “Gran Bretaña perdía todas las batallas y ganaba todas las guerras”. Ahora ha ocurrido lo contrario. En estas líneas me reduciré a exponer ese hecho irrefutable.   En los últimos cien años la Argentina se integro al mercado mundial dominado por las potencias anglo sajonas. Desde Roca hasta hoy, en que el sistema ha saltado por los aires, nuestro país se desenvolvió como provincia agraria de Europa. La articulación entre la Europa industrial y la Argentina exportadora de productos primarios permitió un prodigioso crecimiento hasta 1930. En la crisis mundial, la orgullosa factoría de estancieros gordos y vacas flacas se estrelló como el “Titanic” en el iceberg de la década.  Volvieron todos los parásitos de París, aterrados por la baja de los precios del ganado. Se hizo célebre la frase: “Quel difference, de París a l’estance”.
Gracias a la depresión mundial, se abrió la posibilidad en los países semi-coloniales, de iniciar la marcha hacia la industrialización. La segunda guerra benefició de nuevo a la Argentina al aislarla de las potencias occidentales, absorbidas por sus sangrientas querellas. La prosperidad del mercado interno, los nuevos obreros, la joven burguesía industrial y la aparición de Perón son los signos externos de la nueva época.
El nacionalismo industrial de Perón, sin embargo, encontró en la oligarquía un implacable enemigo.
Aunque el peronismo constituyó un gigantesco avance industrial en todos los órdenes, la hegemonía cultural de la europeización en el sistema cultural y educativo no cedió. 
Parte de las clases medias, a la rastra de los patrones de prestigio de la sociedad oligárquica, constituyó la “base de masa” del poder imperial y sus aliados internos. Como había ocurrido en las dos guerras mundiales (1914 1918 ting y 1939 1945 ), la partidocracia y una parte notoria de la “inteligencia” sostuvieron ardorosamente a los “aliados” anglo yanquis o sea a los explotadores coloniales directos de la Argentina. Esas mismas fuerzas conspiraron contra Perón entre 1946 y 1955, en que lograron derribarlo.   Se trata de los mismos sectores “democráticos” que a partir del 2 de abril se niegan a  aceptar el carácter heroico de la gesta, se obstinan en pagar la deuda externa a la banca inglesa y tienden una cortina de humo sobre este grandioso acontecimiento del siglo XX. Han reemplazado todo análisis sobre el imperialismo invasor por una insustancial palabrería dirigida al comicio. Son los apóstoles vacíos de la “democracia formal”. Ayer reverenciaban a Roosevelt y a Churchill. Hoy lo hacen con Mitterrand, Felipe González y otros escandinavos. Todos ellos son representantes del colonialismo europeo; bloqueadores de la Argentina.
De este modo, la guerra de Malvinas, como lo afirma burlonamente la señora Thatcher, habría sido la lucha de la “democracia inglesa” contra la “dictadura argentina”. Quien esto escribe ha sufrido varios procesos y detenciones a manos de este régimen que agoniza. No tengo benevolencia hacia Galtieri ni hacia ninguno de sus colegas anteriores o posteriores. Pero comprendo muy bien a la partidocracia sucesora de Saturnino Rodríguez Peña (aquel que ayudo a escapar al general Beresford, cuando la primera invasión inglesa). No falta entre ellos quienes proponen el día 2 de abril como “día de luto”.
 
Gracias a esa sociedad anglófila que venera a Europa o a EEUU, se formo una clase “democrática” devota de todas las guerras ajenas y héroes alógenos. Son el producto directo de esos bachilleratos franceses importados por Mitre, indiferentes a la América Criolla, capaces de ahogar en un hastío glacial las mejores vocaciones y las rebeliones más originales, seguidos de una universidad productora de especialistas indiferentes al destino nacional, siempre dispuestos a emigrar por un buen contrato en el exterior.    ¡Cómo para entender la guerra de Malvinas con un sistema cultural que reposa en el dilema sarmientino de “civilización o barbarie”, que según cabe imaginar sitúa la barbarie en América y la civilización en Europa!
  Se trata del mismo Sarmiento que había escrito al general Mitre:
  “No ahorre sangre de gauchos. Son lo único que tienen de humano”.
  A su lado; ¿podrían entender la guerra con Inglaterra los “izquierdistas portuarios”, tan alejados del drama argentino como los terratenientes que vivían en Europa?
  La primera pregunta que brotó en todos los labios dé la Argentina Ilustrada fue: ¿por qué razón ahora ocupó Galtieri las islas? ¿Qué propósitos se ocultaban detrás del acontecimiento? ¿Ambiciones personales, etcétera? Cuando la flota inglesa avanzó armada hasta los dientes, tras la hipócrita euforia inicial, todos empezaron a retroceder, a murmurar, a conspirar. Así se gestó una intriga palaciega de políticos nativos y embajadores extranjeros destinada a derrocar a Galtieri y facilitar un “gobierno de transición” hasta el ansiado comicio.
  A esta Argentina político institucional se le ocurrió entonces calificar al 2 de abril con la frase de: “Una aventura irresponsable”. Según se sabe, es la tesis británica. Los cipayos (vocablo hindú que designaba de ese modo a los nativos aliados al usurpador inglés del suelo nacional) estaban horrorizados. Borges sentía que se hundían las columnas de Hércules.
  Los “demócratas” consideraban que esa heroica lucha contra el imperialismo no podía ser realmente legítima porque procedía de un gobierno malo y de Fuerzas Armadas que no merecían confianza. Pero lo notable de los aspectos políticos de la guerra de Malvinas es que la mayor parte de los partidos políticos argentinos habían apoyado directamente al régimen nacido el 24 de marzo de 1976 y habían ocupado (y siguen ocupando hoy) miles de cargos, desde intendentes hasta ministerios provinciales, ministerios nacionales y embajadas.
  Solo se alejaron del gobierno (pero no de los cargos mencionados) cuando el histórico giro del 2 de abril puso en evidencia que la Argentina había entrado en conflicto con las pérfidas potencias del Occidente colonialista, y sus aliados de la usura mundial.
  Entonces descubrieron muchos de estos partidos que este régimen era una dictadura.
Pero cuando está en juego el suelo de la patria, sólo un cipayo puede preguntarse si el gobierno que conduce la guerra le gusta o no. Si San Martín hubiese renunciado a luchar contra el Imperio español al descubrir a su llegada a Buenos Aires la catadura de Rivadavia y Pueyrredón, quizás seríamos todavía súbditos del rey de España.    El pueblo argentino y los hermanos de la Patria Grande comprendieron instantáneamente que la Argentina, había emprendido una gran gesta. 
El 3 de abril, hasta los ultrademócratas y los severos “izquierdistas” se informaron que los Estados Unidos, Francia, Inglaterra, etcétera, habían votado contra nuestro país, en el Consejo de Seguridad mientras que China, la URSS, Polonia y España, se abstenían. Sólo voto a nuestro favor la gallarda República de Panamá, por la boca de su canciller Illueca.
  El apoyo provenía del legendario suelo al que había convocado Bolívar en 1826 para fundar entre todos una “Nación de Repúblicas”.
  Con las tropas argentinas en las Malvinas, saltó en pedazos el TIAR y la Doctrina Monroe, los simuladores de la “democracia” europea y los admirados yanquis de Alexis de Tocqueville, en suma, los modelos ideales en que habían sido educados los oficiales de las tres armas en la Argentina. Volvimos nuestras miradas hacia la América latina. Nicaragua sandinista nos apoyo lo mismo que Cuba. Por encima de todo, éramos latinoamericanos. Y este hecho de trascendencia mundial, que reubicaría a la Argentina en el campo del Tercer Mundo junto a aquellos pueblos que como nosotros luchaban por su independencia nacional, sería objeto de una feroz campaña de “desmalvinización” que no cede ni un solo día.
  El 2 de abril resolvió con el irresistible poder de los hechos esta paradoja: las mismas Fuerzas Armadas que habían entregado el poder económico durante siete años a los abogados de Inglaterra y Estados Unidos, se enfrentaron con los amos imperiales y rompieron a cañonazos esa alianza. Por esa causa, Gran Bretaña ganó una batalla y perdió la guerra.

domingo, 1 de abril de 2012

Acto en Homenaje al Brigadier Gral Juan Manuel de Rosas en Municipio de Gral San Martín

El día 30 de Marzo de 2012, auspiciado por el Municipio de Gral San Martín, a traves de su Intendente Gabriel Katopodis, el Honorable Concejo Deliberante, asistieron Concejales, ex concejales, secretarios, subsecretarios, directores y un numeroso público emocionado como pocas veces. Viva el Heroico Restaurador de las Leyes