Por Vicente D. Sierra
Por oficio de 26 de setiembre el Jefe del Ejército del Norte José Rondeau informó desde Ayohuma que, a raíz de la retirada de Pezuela a Sora-Sora, había considerado conveniente dirigir sus fuerzas rumbo a chayanta, hacia donde había enviado las divisiones de Arenales y del comandante Camargo, compuestas por fuerzas de caballería, más el cuerpo de Dragones y los N° 1 y 7 de infantería, con el “objeto de apurar a los conflictos del enemigo, cuanto para descubrir el plan que se ha propuesto, obrando según lo exijan las circunstancias”. Pezuela había tenido noticias de movimientos e intenciones de los patriotas, los que le indujeron a suponer que preparaban un acordonamiento por Yocalla a Paria, por Macha y chayanta, con el objeto de privarlo de recursos, atacar a Oruro y llevar más tarde una ofensiva general.
Batalla de Viloma o Sipe-Sipe (29 de noviembre de 1815). Pezuela condujo el grueso de sus fuerzas por Sora-Sora, Sepulturas, Paria, Ventilla, Iruventilla, Japo, y el 19 de noviembre pernoctaba en la angostura de Chala; el 21 ocupó la quebrada de Tapacarí y el 24 continuó por ésta para cruzar al día siguiente las lomas del norte de la quebrada de Calliri y llegar el 26 a los altos de Charapaya, a dos leguas de Sipe-Sipe, ancha llanura bordeada de altas y escabrosas montañas, en cuyo centro se levantan algunas lomas aisladas al pie de un suave plano inclinado, que domina la planicie. Mediante una hábil maniobra Pezuela había dado alcance a Rondeau, haciéndole imposible una retirada hacia el Sur. Por su parte, Rondeau hizo alto en la llanura de Sipe-Sipe a la espera del enemigo, considerándose en una posición inexpugnable. Pezuela amagó un ataque por la quebrada, pero, encontrándola bien defendida, se corrió por su izquierda hasta coronar las altas montañas de aquella parte, que se consideraban impracticables y que se conocen con el nombre de Viloma, desde cuyas alturas pudo abarcar a todo el ejército patriota y advertir, por su colocación, que el plan de Rondeau era defender la boca de la quebrada, por donde se creía que solamente podía ser atacado. Por oficio de 22 de noviembre Rondeau explicó los motivos que le habían obligado a retirarse hacia Sipe-Sipe. Dijo en él: “Entre los motivos que me decidieron a mover el ejército a esta provincia... fue uno de ellos (y acaso el principal) la necesidad de evadir una acción general a que se empeñó a disponer el enemigo desde el momento que obtuvo la pequeña ventaja de Venta y Media, reuniendo y acercando todas sus tropas a dicho punto con el decidido objeto de marchar a Chayanta. Con el movimiento indicado creí desde luego, a más de lograr las ventajas de mejorar de posición y clima, aprovechar los recursos de esta Provincia para la subsistencia de nuestras tropas y rehacer las cabalgaduras, procurando las que se necesitan para montar los escuadrones de caballería que, por falta de ellas, han tenido que hacer sus marchas a pie. .. Mas a pesar de mis esfuerzos creo que, informado el enemigo de que se acercaban las tropas auxiliares de esa Capital, o por alguno de los prisioneros que tomaron en Venta y Media, o por los avisos que, a pesar de mi vigilancia, no dejan de comunicarle sus ocultos parciales, se ha empeñado en perseguirnos en tal manera que no puedo ni tengo ya a dónde retirarme”.
El 27 de noviembre las fuerzas de Pezuela comenzaron a descender las fragosidades de las cumbres de Viloma hacia el valle de Sipe-Sipe, bajo la protección de una batería colocada en la meseta a media cuesta. En ese ancho escalón de la montaña la tropa pasó la noche y al día siguiente continuó su descenso bajo el fuego de los batallones patriotas. hasta que consiguieron establecerse en el valle, sobre la boca interior de la quebrada, donde tendieron su línea casi paralelamente a la que ocupaba Rondeau. Este había coronado con artillería las lomas aisladas del centro de la llanura, y se había colocado al pie del suave plano inclinado que la domina, emboscado en las huertas de la hacienda del lugar y parapetado en parte por algunas tapias. A su derecha tenía el cauce seco de un río, de manera que un ataque frontal corría el riesgo de ser destruido.
En la mañana del 29, Pezuela inició un movimiento de flanqueo fuera del alcance de la artillería, corriendo en columna sucesiva por su izquierda hasta formar cuadro. Después de arengar a sus hombres, se desplegó en línea de batalla dando frente al cauce del río seco antes señalado. Este movimiento, que lo colocó sobre la derecha de Rondeau, neutralizó en parte las ventajas de la posición de los patriotas, por lo que se dispuso un cambio de frente, de manera que la loma principal quedó colocada al centro, dominando el llano del otro lado del barranco o cauce seco, el cual fue cubierto con guerrillas de infantería apoyadas por la artillería que atacaba los despliegues de las columnas de Pezuela. Cubierta por los accidentes del terreno la infantería fue puesta a retaguardia, y la caballería entre ambos flancos, en actitud de cargar en el momento oportuno. Pezuela avanzó resueltamente, y desplegado en batalla sufrió el fuego de la artillería, pero logró desalojar a las fuerzas situadas en el cauce seco, lanzándose sobre la derecha de la posición, que fue tenazmente defendida, pero debió ceder al fin; a tiempo que la derecha de Pezuela se corría en desfilada a lo largo de dicho cauce, a la vez que amagaba la izquierda patriota. Rota la derecha y en inacción la izquierda batalla estaba perdida para Rondeau bien lo estaba aun antes de darse, pues lo suyo no pasaba de ser un ejército desmoralizado, sin dirección, sin nervio, con una posición puramente defensiva en lugar estimado como inexpugnable. Atacado por donde no se lo esperaba, se vio obligado a seguir los movimientos que le impuso la inacción del adversario.
Fue un combate en el que los granaderos a caballo al mando de Lamadrid llevaron una de las cargas que honran al historial de la caballería argentina pero inútil, “pues ya el pavor se había apoderado de nuestros soldados infantes y no hacían sino huir desesperadamente”, dijo Rondeau en su parte de la batalla. La derrota de Sipe-Sipe fue el broche de una campaña mal dirigida, y el desastre más grande sufrido por las armas de la Revolución después del de Huaqui. El general español García Camba escribió “Fue tan mal organizada la marcha de Pezuela y tan desacertado su plan, que nuestra linea entro en batalla desordenadamente y haciendo fuego sin orden. Si Rondeau hubiese empleado su columna bien dirigida, es muy probable que el resultado hubiese sido distinto. Pero el General enemigo enemigo acreditó toda su insuficiencia, y la gente que mandaba, su inferioridad a la nuestra". Confirma esta opinión el general José María Paz al decir: “El ejército, [de Rondeau] estaba vencido antes antes de combatir, por la anarquía e insubordinación en que se hallaba. Reinaba tal desorden que nadie regía las marchas.”
Un placer leer. Muchas gracias por compartir. Como saben amo la historia, ésta muy bien narrada me atrapa aún más. Abrazos, Carmen.
ResponderEliminarSegun Pepe Rosa, Rondeau y Martin Rodriguez no tenian capacidad para dirigir esa campaña en un lugar tan dificil!
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