Rosas

Rosas

jueves, 20 de octubre de 2016

Don Manuel Oribe y "Arroyo Grande"

Por el Profesor Jbismarck

Manuel Oribe había nacido en Montevideo en 1792. Su vida estuvo estrechamente vinculada a la Argentina, como que en su territorio transcurrieron 10 de los 45 años de su vida pública. 

El Segundo Jefe de los Treinta y Tres Orientales participó de un sinnúmero de combates y batallas: el Cerrito, Sarandí, El Cerro, Embú, Bacacay, Ituzaingó, Sauce Grande, Quebracho Herrado, Famaillá.  Pero  ninguna tan importante como Arroyo Grande.  En Arroyo Grande se alinearon, de un lado, el Ejército Unido de la Confederación Argentina, integrado por Orientales y Argentinos, y del otro lado el Ejército Aliado comandado por Fructuoso Rivera, también integrado por Orientales y Argentinos (El ejército correntino de 2500 hombres, las fuerzas Santafesinas de "Mascarilla" López, de 1.000 hombres y las entrerrianas de Hornos, unos 1500).     
 Es decir que en Arroyo Grande no se enfrentaron Argentinos y Uruguayos, como puede desprenderse de una interpretación con pautas contemporáneas, sino dos bandos -Federales y Unitarios o Blancos y Colorados-, que encarnaban proyectos distintos, que eran como dos visiones contrapuestas de la patria. Por una parte el sentimiento americano, el país hispano criollo, alimentado por la tierra y las tradiciones nacionales, defensor del crecimiento autonómico, y por otra parte el unitarismo centralista, porteño, con sus modismos europeos, apoyados por las escuadras inglesa y francesa andadas en el Plata.  Sin esta aclaración no se entiende nada.  La historia todavía era una y la vida de nuestros pueblos estaba entrelazada.   Oribe, como Rosas, y al igual que San Martín, Bolívar y Artigas, nacieron y se criaron en el espacio hispánico, poseían una visión continental. Sin embargo, 1a fragmentación de América en una veintena de repúblicas terminó por encerrar a estos héroes de la Patria Grande en sus países de nacimiento. Y así, San Martín es un Argentino a secas; Bolívar, un venezolano solamente; y Artigas, un Uruguayo y nada más. Lo mismo pasó con Oribe, convertido en héroe Uruguayo, cuando es un prohombre americano.  Oribe llegó a Buenos Aires en 1838 después de ser desalojado del poder en la República Oriental por una Alianza de Unitarios y Colorados acaudillada por Lavalle y Rivera y respaldada por la intervención francesa; que en 1839 llega a Entre Ríos y reorganizó sus fuerzas expatriadas al servicio de la Confederación y su causa; que en 1840 Rosas lo designó Comandante en Jefe Interino de Ejército Unido de Vanguardia de la Confederación Argentina; que durante ese año 1841 persiguió a Lavalle hasta Jujuy, donde muere el Jefe unitario, quedando pacificado el interior; y que, en 1842, ante el estallido de otra intentona revolucionaria en el litoral a manos del General Paz, que triunfa sobre Echagüe en Caaguazú, retorna a estas tierras y sorprende a Rivera, al frente ahora de la formidable coalición unitaria, y que en 1843 pone sitio en Montevideo para reconquistar su gobierno. Oribe recorrió más de 1000 leguas en esta campaña, más de 500 km. a caballo, a pie, en carro... del Plata a Los Andes, de Buenos Aires a Tarija en los confines con Bolivia, de Tucumán a Arroyo Grande, de Jujuy a Montevideo ... Verdadera epopeya épica. Desde las campañas de la Independencia no se asistía a semejante esfuerzo, que se puede explicar únicamente porque aquellos varones poseían una visión continental y consideraban a América como su Patria.  l general José María Paz se puso al frente del ejército correntino y venció al gobernador entrerriano, brigadier Pascual Echagüe en la batalla de Caaguazú. A continuación invadió Entre Ríos y, mientras su nuevo gobernador, brigadier Justo José de Urquiza, se refugiaba en Buenos Aires, se hizo nombrar gobernador.  Pero el gobernador correntino, brigadier Pedro Ferré se negó a apoyarlo y se marchó a Corrientes. El presidente Rivera invadió Entre Ríos, pero se quedó junto al río Uruguay. Mientras tanto, el gobernador de la provincia de Santa Fe, brigadier Juan Pablo López, se pronunció contra Rosas y enfrentó (sin ayuda exterior alguna) la invasión de Oribe. Fue derrotado y huyó hacia Entre Ríos.  Falto de apoyo, Paz se retiró hacia el este y puso su pequeño ejército a disposición de Rivera, yendo después a Montevideo. Rivera se puso al mando de una alianza entre el gobierno uruguayo, el de Corrientes, el expulsado de Santa Fe, y el de Paz en Entre Ríos. Como se puede ver, la participación de Paz y de López era simplemente nominal, fuera de unos pocos oficiales emigrados.
De todos modos, Rivera dominaba el este de la provincia de Entre Ríos, y hacia allí se dirigió Oribe. Poco antes de que Oribe comenzara a moverse, las vanguardias de ambos ejércitos chocaron sobre un paso del río Gualeguay, quedando los entrerrianos de Urquiza vencidos por los santafesinos emigrados de Juan Pablo López.
Para unir sus tropas a las correntinas, Rivera las trasladó hacia el noreste de la provincia. Allí recibió un fuerte apoyo del ejército correntino, al mando del general Manuel Ramírez, en el que figuraban el general José Domingo Ábalos y los coroneles Joaquín y Juan Madariaga, Benjamín Virasoro y Manuel Hornos.  El ejército aliado colorado-unitario estaba formado por más de 7.500 hombres (2.000 infantes y 5.500 jinetes), orientales en su mayoría y 16 piezas de artillería (14 cañones y 2 obuses). Sus soldados provenían en su mayoría de las provincias argentinas de Corrientes (2.500-2.900 hombres), Santa Fe (1.000) y Entre Ríos (1.500). A los que se sumaban cerca de 2.000 orientales.7 Su jefe de estado mayor era el coronel Elías Galván.  Por su parte, el ejército de Oribe estaba compuesto por 9.000 hombres (2.500 infantes, porteños en su mayoría, 6.500 jinetes porteños y entrerrianos) y 18 piezas de artillería.2 De estos unos mil eran orientales.
La artillería de Rivera era ligeramente superior en número, pero caería rápidamente en manos enemigas. La caballería de Oribe era bastante más numerosa, mientras su infantería era casi el doble de la enemiga. El jefe de estado mayor de Oribe era su sobrino, coronel Francisco Lasala, quien reemplazaba al coronel mayor Eugenio Garzón, que se había separado del ejército por desavenencias con el general en jefe. Rosas llamó a su edecán Antonino Reyes y le dijo:

- “Dentro de poco vendrá Mr. Mandeville, usted entrará a darme cuenta de que las divisiones del ejército de Vanguardia están a pie, que no se ha empezado a pasar por el Tonelero los pocos caballos que hay, que por esto y la falta de armas el ejército no puede iniciar operaciones. Yo insistiré para que usted hable en presencia del Ministro".   Media hora después entró Mr. Mandeville. Asegurábale a Rosas que se esforzaría para que terminase dignamente la cuestión entablada, cuando se presentó Reyes a dar cuenta de lo que, con carácter urgente, avisaban del ejército de Vanguardia.

- “Diga Ud. -ordenóle Rosas-, el señor Ministro es un amigo del país y hombre de confianza.”

Reyes habló, y Rosas se levantó irritadísimo, exclamando:    -“Vaya Ud., señor, y dirija una nota para el jefe de las caballadas haciéndole responsable del retardo en entregar los caballos para el ejército de Vanguardia, y otra en el mismo sentido al jefe del convoy. Tráigame pronto sus notas, para firmarlas...”  Y como Mr. Mandeville quisiera calmarlo, arguyendo que quizás a esas horas ya todo había llegado a su destino:

-“¡No señor, no puede haber llegado todavía!... y si el "pardejón" supiera aprovecharse... ¡así es como vienen los contrastes, así es como vienen!”, decía Rosas cada vez más agitado.

Mr. Mandeville pidió licencia para retirarse. Inmediatamente Rosas ordenó al capitán del puerto que vigilase los movimientos de la rada. Esa misma noche tuvo parte de que salía para Montevideo un lanchón en el cual iba un hombre de confianza de Mr. Mandeville. Transmitiría lo que el diplomático inglés había escuchado “de boca del Restaurador".
la falsa información de Mendeville, Rivera eligió mal el campo de batalla. En las condiciones en que iba a luchar, debería haber anulado la diferencia numérica eligiendo un campo estrecho. Pero eligió un área bien abierta, donde la caballería pudiera maniobrar. Por otro lado, tuvo que luchar prácticamente con el río Uruguay a su espalda, ya que el gobernador Ferré había prohibido a sus fuerzas cruzarlo hacia el Uruguay, donde Rivera hubiera tenido amplias ventajas.  Otro de sus errores fue dejar como reserva a la caballería correntina, la única que mantenía alta la moral, ensoberbecida después de Caaguazú.    En la mañana del 6 de diciembre la caballería de Rivera se lanzó al ataque, siendo inmediatamente contenida por la artillería e infantería federales. El extremo derecho de la caballería federal, al mando del coronel Ignacio Oribe (hermano del general en jefe), rodeó a los unitarios que tenía enfrente, al mando del general Juan Pablo López, y apoyó el ataque del ala derecha federal, compuesta por las fuerzas entrerrianas del general Urquiza, gobernador de la provincia. Tras algunas indecisiones, el gobernador entrerriano logró llevar de nuevo sus hombres al ataque. En sus filas figuraban los futuros generales Miguel Galarza, José Miguel Galán y Ricardo López Jordán.   Al mismo tiempo, la extrema izquierda federal, mandada por el coronel Servando Gómez, apoyó el avance del ala izquierda, mandada por el coronel José María Flores, contra las fuerzas orientales del coronel Pedro Mendoza.   Si bien la caballería unitaria de este lado logró hacer retroceder a los federales, la herida y posterior muerte de Mendoza desorientó a sus hombres, que abandonaron el campo de batalla. En las filas de Flores estaban los coroneles porteños Cayetano Laprida, Vicente González, Nicolás Granada y el futuro caudillo federal Juan de Dios Videla.  Si bien la caballería federal logró ventajas evidentes, fue el centro el que decidió la batalla.  La infantería del general Ángel Pacheco atacó a la artillería oriental, mandado por el coronel Santiago Lavandera (sobrino de Rivera) y dividida en dos fracciones, al mando de los coroneles unitarios Martiniano Chilavert y José María Pirán. Las divisiones federales de los coroneles Mariano Maza, Pedro Ramos, Jerónimo Costa, Cesáreo Domínguez y Marcos Rincón avanzaron hasta los cañones a paso rápido y desplazaron a los artilleros. Este ataque estuvo apoyado por la artillería del coronel Juan Bautista Thorne y del teniente coronel José María Francia.
La reserva unitaria, formada por los correntinos del general Ramírez “chico”, tuvo que lanzarse a la lucha muy temprano para defender las posiciones de las alas de caballería, por lo que no pudo ser utilizada más tarde. La reserva federal, en cambio, al mando del coronel Manuel Urdinarrain, tuvo la oportunidad de apoyar alternativamente a Urquiza y a Gómez.
La infantería y artillería de Rivera, separadas de las alas de caballería, se retiraron lentamente, perdiendo en su marcha varios oficiales, como los coroneles Francisco Sayós, Joaquín de Vedia, Bernardo Henestrosa y Nicolás Tedeschi, quien se suicidó para no rendirse.   Los vencidos tuvieron 2.000 muertos y 1.400 prisioneros, perdiendo, además, la artillería, la munición y 24.000 caballos.1 Toda la artillería y la infantería cayeron en poder del enemigo; mientras los soldados se incorporaron al ejército de Oribe. En particular, los blancos uruguayos se ensañaron con los colorados, ya que los consideraban traidores por haber derrocado al gobierno legal con ayuda extranjera. Las bajas de los federales sumaron 300 entre muertos y heridos.   La caballería vencida, en cambio, logró retirarse sin demasiadas pérdidas. Por supuesto, se dividió entre los orientales (y los santafesinos de López), que cruzaron el río hacia Montevideo, y los correntinos que regresaron a su provincia. En el mando de los primeros se destacaron los coroneles Anacleto Medina y Manuel Olazábal, que reorganizaron relativamente las fuerzas.
"Todo se perdió", relata Díaz, "hasta el honor." Engañado y completamente vencido, don Fructuoso Pardejón Rivera escapó "arrojando su chaqueta bordada, su espada de honor y sus pistolas". Nadando…... ("Pardejón": Apodo dado por Rosas a Fructuoso Rivera. En La Gaceta Mercantil del 22 de junio de 1843, se explicó el sentido del mote, tan conocido por entonces, que Rosas aplicó al caudillo uruguayo. “Pardejón – dice el redactor - , significa el macho toruno que llega a encontrarse en algunas crías tan malísimo y perverso que muerde el y corta el lazo, se viene sobre él y atropella a mordiscones y patadas, que jamás se domestica, y que si alguno de ellos llega a ser amansado, a lo mejor traiciona y pega una o dos patadas al jinete que lo carga, que lo ensilla o que lo monta. Así es que siendo tan de malas mañas, para designar un hombre perverso lo llaman los paisanos pardejón”. El 1° de noviembre de 1839, el comandante del Fuerte 25 de Mayo, José Maria Plaza, le expresaba al coronel Corvalán, edecán de Rosas, en una nota: “Muera el asesino agonizante parduzco pardejón Rivera, que se metió de puro bestia a declararnos la guerra”)
 Resultado de imagen para oribe y rivera
Esta batalla marcó el final de la guerra iniciada en la Argentina en 1839, y significó el comienzo de la llamada Guerra Grande en Uruguay. En realidad, en la visión de Oribe y sus partidarios, ésta fue la continuación de la que había desatado a partir de 1836 Rivera contra Oribe. Sólo que, entre medio, habían pasado cuatro años.  Rivera se retiró rápidamente hacia el sur, pensando que sería perseguido de cerca por Oribe. Algunos jefes colorados mantuvieron la defensa durante algunas semanas en el norte del país, pero fueron barridos hacia el sur.   Esta batalla venció y destruyó el plan del uruguayo Rivera, quien quería formar la llamada «Federación del Uruguay, Uruguay Mayor» o «Estado Oriental del Paraná» anexando al Uruguay las Provincias de Entre Ríos, Corrientes pertenecientes a Argentina y la de San Pedro al Sur Río Grande que dependía del Imperio del Brasil y con el tiempo anexar Paraguay, contando disimuladamente con el apoyo de Inglaterra y Francia que pretendían el domino de los ríos Paraná y Uruguay.   Oribe comenzó la persecución con notable atraso, y perdió semanas solucionando problemas menores lo que dió al gobierno colorado la oportunidad de reunir un ejército de 5.000 hombres. Para cruzar el río con toda su infantería y artillería tuvo que ser trasladado por las naves de la flota de Rosas. Sólo después de completado este traslado, comenzó la lenta marcha hacia Montevideo, al paso de los bueyes que trasladaban los cañones. Llegó el 16 de febrero de 1843 frente a la capital, donde la defensa había sido preparada por el general Paz.
En lugar de tomar la ciudad por asalto, cosa que hubiera causado grandes daños a la población, decidió sitiarla. Tras varios choques en los alrededores, las posiciones quedaron prácticamente fijas por los siguientes ocho años. La razón de tan larga resistencia estuvo en el apoyo prestado a la ciudad sitiada por las flotas francesa e inglesa (y después la brasileña) a los sitiados; una gran cantidad de los defensores, incluso, eran franceses.
Además, desde 1845 en adelante, las flotas europeas bloquearon el puerto de Buenos Aires y atacaron el río Paraná. El sitio, con sus combates, y las operaciones que hicieron los jefes colorados por el interior del país fueron lo que se suele llamar la “guerra grande”.
El gobernador Urquiza apoyó el cruce del río por Oribe y luego se lanzó, al frente de 1.200 hombres, sobre Corrientes. La caballería correntina no atinó a ofrecer una resistencia eficaz, y muchos de sus jefes huyeron al Brasil o se pasaron a las fuerzas de Urquiza. Ferré abandonó el país hacia Paraguay, y como acababa de terminar su período de gobierno, fue elegido en su lugar Pedro Cabral, jefe del partido federal. 
El 6 de diciembre de 2012 a 170 años de esa gloriosa contienda se hace un distinguido acto patriótico donde se convocan las comunidades de San Salvador, Gral. Campos y público general para revalorizar esta olvidada gesta de la Patria.
Junto al monumento Histórico a los «Caídos de la Batalla de Arroyo Grande», erigido el 6 de diciembre de 1972 por el Centro de Estudios Históricos Regionales San Salvador.
Campo y Monumento Histórico Provincial por Decreto 4185/72, anhelando sea declarado Patrimonio Histórico Nacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario