Rosas

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martes, 28 de marzo de 2017

La Revista "Todo es Historia"

Por Norberto Galasso
Luis A. Romero -al referirse a “La historiografía: de la Historia Social al Revisionismo”- otorga gran importancia a la revista, nacida en 1967 y la emparenta con la Historia Social de esta manera: “Siempre me ha parecido ver en el título mismo de la revista, un eco lejano de la apelación de la escuela francesa (hoy convertida en un lugar común) a sacar a la historia de los estrechos límites de lo político, lo militar, lodiplomático” 
Reconoce, entonces, que ella podría incurrir en el defecto de “astillar la realidad, reducirla a minúsculos fragmentos...tras los cuales no se advierte una similar preocupación por reconstruir una imagen de conjunto compleja y consistente a la vez..., cargo similar al que se le ha hecho y se le sigue haciendo a la escuela de Annales”, pero agrega que esto constituiría “una reacción local contra la preocupación, tan fuerte, de reducir la realidad a algunos únicos y sencillos esquemas”. Reconoce Romero que al principio, en la revista “campeaba un cierto revisionismo genérico que ha ido variando con el tiempo” y “un tono de denuncia, de reivindicación nacional y popular”, que luego fue quedando atrás al definirse una posición en favor del eclecticismo, “traducida en una desconfianza quizás excesiva por la teoría o lo que solía denominarse el ensayo y una fe quizás exagerada en los hechos, los hards fats del empirismo anglosajón que, sin embargo, resultaba favorable en el contexto cada vez más simplificador de nuestro medio intelectual de fines de los ‘60”

Después de 12 años de su aparición, a partir de 1979, Todo es Historia pasó a ser editada por Emilio Perina, seudónimo detrás del cual se escudaba Moisés Constantinosvsky. Luna y Constantinosvsky participaron del fervor por el frondifrigerismo  y algunas malas lenguas sostuvieron, en aquella época, que Constantinosvsky participó también de algunas importantes comisiones en los negocios petroleros de aquella época.
De sinuosa vida política, autor de varios libros, entre ellos, La máquina de impedir, Las cuatro confesiones, La Mary y Detrás de la crisis, Perina se constituyó en el asesor directo del presidente Menem en los últimos años y en estrecho amigo de Roberto Alemann.
No extraña este recorrido político y su correlato historiográfico, si se tiene en cuenta que el frondizismo intentó, a través de Marcos Menchensky, una síntesis histórica que culminaba en la tesis del “imperialismo progresista y civilizador”, según la teoría de Rogelio Frigerio.
No sorprende, entonces, que si la Historia Social mira de reojo a las fundaciones prodigadoras de becas, la revista Todo es Historia reciba anuncios publicitarios de grandes empresas y grandes bancos locales y extranjeros (Ford, Bank of America, Banco de Galicia, Sevel, Acindar, Sanatorio Güemes, Gillette, IBM, Argencard, etc.) 
El eclecticismo de la Historia Social es llevado por Luna a sus últimas consecuencias. Ello le vale una polémica con Arturo Jauretche en 1972. con motivo de la exhibición de la película Juan Manuel de Rosas, de Manuel Antín, Luna sostiene que “el mismo primitivismo con que la historia de Grosso dividía a los argentinos en buenos y malos es el que campea en esta película.

La diferencia consiste en que los malos de Grosso son los buenos de Antín y viceversa... Aquí se revive aquel viejo esquematismo con el más elemental maniqueísmo”. 
Jauretche le refuta sosteniendo que Luna se coloca “en esa posición de ‘bendigo a tutti’ que desde un púlpito neutral le permite distribuir justicia mitad por mitad, eclécticamente”.
Luna recoge el guante y sostiene “Creo en la ecuanimidad”...y con una estocada antiperonista agrega: “no soy de los que postulan ‘Al enemigo, ni justicia’”... y teoriza: “El país lo han hecho todos, con sus errores y con sus aciertos, y usted mismo, le guste o no, está viviendo en un país estructurado por los hombres que detesta.Podrá intentar modificarlo, pero no puede renunciar a él, ni puede pretender que el país se desprenda de toda una mitad de su historia para asumir solamente la otra mitad...”.
Desde la revista Dinamis  llega, poco después, la respuesta de Jauretche: “... Es que el doctor Luna supone que la posición revisionista en que estamos es una posición de jueces.

El que se coloca en juez, puede ser ecuánime, nosotros no somos jueces, somos fiscales. Estamos construyendo el proceso a la falsificación de la historia y develando cómo se la falsificó, por qué y qué objeto actual y futuro tiene esa falsificación.

No somos jueces porque la historia falsificada no está sentada en el banquillo de los acusados para que nosotros la juzguemos.

Lo que queremos es sentarla en el banquillo para acusarla ante los jueces, que son las generaciones que vendrán... no puede haber ecuanimidad hasta que no esté demolido el edificio de la mentira.

Le pregunto: ¿Qué estatuas están sobre los pedestales?, ¿qué retratos presiden todos los salones de las escuelas y de los edificios públicos de a república?, ¿qué hechos se rememoran oficialmente y cuáles se silencian?, ¿qué dicen los programas escolares secundarios y hasta universitarios?, ¿qué enseñan los maestros?, ¿qué enseñan los libros de textos desde 1º grado?, ¿quiénes están en las academias?, ¿qué dicen los grandes diarios?... No, Luna, no. ‘Igualá y largamos’ como dice el jinete que se apresta a correr una carrera con otro.
No es tiempo de ecuanimidad todavía porque para ello hace falta que todos hayan sido hombres Y hechos- medidos con la misma vara y que las oportunidades sean para todos iguales. ¿No se ha dado cuenta, usted Luna, que la Plaza 11 de Setiembre recuerda un episodio indignante y es una de las plazas más importantes de Buenos Aires?”.
Finalmente sostiene: “No confunda, doctor Luna, ecuanimidad con encubrimiento. Y no crea que el revisionismo consiste en desnudar a un santo para vestir a otro. No. Los santos que nosotros defendemos hace ratos que están desnudos y lo que queremos es que los otros se saquen los ropones con que los han disfrazado -hombres y hechos- para empezar, desde allí, entonces sí, una historia con ecuanimidad. La falsificación de la historia es una política de la historia.
 La revisión también es una política de la historia y debe ser una política combatiente...Es un error frecuente confundir ecuanimidad con eclecticismo.
Es lo que le pasa a ese desarrollismo hecho sobre la base de las palabras, puestas por el país y los hechos puestos por el extranjero, que sólo es una variante de la visión crematística liberal que impera en el país después de Caseros: hacer un país en cifras.
Nosotros creemos que hacer un país es hacer hombres para que, a su vez, los hombres hagan el país” Una vez más queda al descubierto que el planteo de Luna -y de la Historia Social de la cual es su Grosso divulgador- conduce a vaciar a la historia argentina de toda pasión militante, de todo el interés vivo -de polémica ideológica y material- que le otorga la lucha de clases y que coloca al historiador como continuador de aquellas luchas, sumergido en una empresa colectiva que viene desde el pasado y aún está por concretarse.
Si la Argentina la hicieron tanto unos como otros, según los Halperín y los Luna, quedan en el mismo plano las víctimas y los represores, los incorruptibles y los entregadores, los idealistas que lucharon por un mundo mejor y quienes empujaron hacia atrás por un mundo peor.
En esta glorificación del eclecticismo y este reconocimiento de víctimas y victimarios como iguales hacedores de la argentina, Luna y Romero (h.) se abrazan, intentando legitimar su conducta con el argumento de que “las corrientes historiográficas eclécticas imperan en el mundo” o que “es preferible la tendencia al equilibrio y la conciliación, por parte de la sociedad argentina”.
Olvidan -dada su sumisión ideológica a los países centrales- que la riqueza de los mismos (intercambio desigual, exacción imperialista, intereses de la deuda externa) morigera en ellos los enfrentamientos sociales y por ende la controversia ideológica y política, y olvidan que la clase dominante de la Argentina, agotado su período de esplendor, impulsa “esa tendencia general de la sociedad argentina hacia “la armonía”, por sobre los “conflictos”, pues ese aparente empate -el eclecticismo- le sirve tanto para resguardar su pasado como para consolidar su presente.
En un país encadenado al FMI y a la deuda externa, un auténtico historiador debe privilegiar los “conflictos”, “los antagonismos” y asumir como propio el campo de lo nacional que es el de los trabajadores, aunque esa posición lo excluya de las cátedras, de las academias y de las queridas becas y así seguramente “haría” historia, no como Historia Social que según el propio Romero (h.) se desarrolla “en consciente y firme apartamiento de las incitaciones y demandas de la conciencia histórica del pueblo que -sabíamos- se nutría de otras fuentes”, sino en plena consubstanciación con esa experiencia y esa conciencia histórica.
El camino que ellos adoptan, en cambio, es someterse a la orientación general de las clases dominantes externas e internas que prefieren, por supuesto, por supuesto, un relato pleno de minuciosidades, armonías y conciliaciones o desviar la verdadera historia hacia las anécdotas de la novela histórica donde, en general, prevalece también esa concepción vaciadora y esterilizante de las grandes luchas sociales.

De esta forma -congelada la controversia y la pasión por descubrir la verdad- la historia pasa de “incitadora para la acción”, a promotora de la resignación, reemplazando los proyectos colectivos por las empresas individuales donde las batallas no se dan por grandes banderas sociales sino por becas, prestigio y cátedras.



1 comentario:

  1. ENSEÑAR Y APRENDER, APRENDER Y ENSEÑAR ES EL LEMA DEL INSTITUTO ROSAS DE GRAL SAN MARTÍN, FELICITAMOS AL BLOG Y SU REALIZADOR POR CONTRIBUIR EN FORMA PERMANENTE CON ESE LEMA.-

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