Rosas

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sábado, 25 de diciembre de 2010

Güemes y sus gauchos

Por Julio R. Otaño
A principios de 1814 y luego de la segunda derrota en el Alto Perú del Ejército Auxiliar enviado por Buenos Aires, José de San Martín, quien había reemplazado como jefe de ese ejército a Manuel Belgrano dispuso enfrentar a los realistas que ocupaban el territorio salto-jujeño, desarrollando allí una guerra de guerrillas. Esta decisión resultó definitoria para la dinámica de la Guerra de Independencia en los Andes del sur. Fueron responsables de implementar esta estrategia Martín Miguel de Güemes, militar natural de Salta a quien José de San Martín nombró Teniente Coronel de Vanguardia emplazado en la frontera sur de la jurisdicción de la ciudad de Salta y Apolinario Saravia, capitán de Milicias de la provincia de Salta en el departamento de Guachipas al sur del valle de Lerma. De esta manera Salta y Jujuy se incorporaron “a la guerra de montaña” y de recursos que se libraba desde 1811 en las Provincias Altoperuanas.  Pero también es preciso considerar las expectativas y experiencias adquiridas por los hombres que, por su condición de milicianos, lograron autorización para portar armas y gozaron de un fuero que los sustraía de las justicias ordinarias. 
La autoridad ejercida por los Alcaldes y los estancieros y hacendados sobre la población rural se resintió visiblemente frente a las posibilidades concretas de sustraerse de ella por parte de peones y arrenderos sujetos a la milicia.   Los testimonios de Manuel Belgrano en los difíciles meses de 1812 muestran a una sociedad local renuente a prestar su apoyo al Ejército Auxiliar del Alto Perú.  Si en 1812 los pobladores, en su mayoría, miraron con indiferencia e incluso muchos con entusiasmo la presencia del ejército real, en 1814 las circunstancias fueron diferentes. En 1814 no contaron con los apoyos políticos y económicos de los cuales habían gozado en 1812, en parte porque las principales familias realistas habían emigrado en 1813 hacia el Perú junto con el derrotado ejército del Rey y en parte porque Joaquín de la Pezuela, el jefe realista que ocupó Salta en esta oportunidad actuó con extrema severidad incautando bienes y persiguiendo a todos aquellos sospechados de apoyar a la causa revolucionaria.  La caída de Montevideo en poder de Buenos Aires y los serios reveses militares sufridos por los realistas en el Alto Perú debidos al accionar del general José Antonio Alvárez de Arenales y los jefes insurgentes Padilla, Cárdenas, y muchos otros, convencieron al general realista Joaquín de la Pezuela de la inutilidad de intentar desplazarse hacia Tucumán, desafiando a las milicias salteñas, para enfrentar al Ejército Auxiliar que allí se encontraba.  El desabastecimiento y el peligro de tener que rendirse ante la vanguardia que dirigía Martín Miguel de Güemes, le indujeron a retirarse, abandonando definitivamente Jujuy en el mes de agosto de 1814, para enfrentar un penoso viaje, en invierno y con escasas pasturas, en dirección al Alto Perú.  Desde el gobierno y desafiando las órdenes del Directorio y del jefe del Ejército del Norte se dedicó Guemes a organizar cuerpos de línea, entre ellos los Infernales y sobre todo las milicias cívicas de gauchos en la campaña de Salta, Jujuy y Orán. Se enfrentó duramente con el Cabildo de Jujuy, que además se negaba a reconocer su designación. En el centro de la disputa se encontraba el otorgamiento del fuero militar a los milicianos. Tanto el Cabildo de Salta como el de Jujuy insistían en negar los beneficios del fuero a los gauchos cuando no se encontraran en acción. En septiembre de 1815, al concluir la organización de las Milicias Cívicas de Gauchos y los cuerpos de línea, Güemes contaba con fuerzas suficientes para desafiar a las autoridades de Buenos Aires y del Ejército Auxiliar. Cuando en marzo de 1816 las fuerzas militares de Rondeau tomaron la ciudad de Salta y declararon a Güemes traidor a la revolución, una partida de gauchos sorprendió y derrotó a una avanzada del Ejército Auxiliar, tomando su armamento. La importancia que adquirieron los cuerpos milicianos de la provincia de Salta se refleja en la cantidad de hombres que las integraban. En 1818 las fuerzas militares de Güemes incluían cuerpos de línea como Artillería de Gauchos pertenecientes a la jurisdicción de Salta, de la Frontera del Rosario, del valle de Cachi, de Jujuy, de la quebrada de Humahuaca, y en un solo escuadrón los gauchos de Orán, Santa Victoria, San Andrés y la Puna. Estos Escuadrones de Gauchos conformaban un total de 6.610 hombres, una fuerza indudablemente importante. La movilización era, de este modo, masiva.  A mediados de 1816 Manuel Belgrano, nuevamente general del Ejército Auxiliar del Perú, aceptó con serias reservas la guerra de montaña como única alternativa posible para enfrentar a los realistas en los territorios del ex virreinato del Río de la Plata. De esta manera, la insurrección salteña, organizada ya en las estructuras militares dadas por su Gobernador pasaron a formar parte de la guerra que libraban las guerrillas en el Alto Perú y el Ejército de Buenos Aires no volvería a transitar el territorio de la provincia de Salta.  Al finalizar el año 1816, la revolución rioplatense atravesaba momentos muy difíciles. Los principales líderes de la insurgencia altoperuana habían muerto y el movimiento revolucionario se encontraba desarticulado. El desembarco en Lima de disciplinadas tropas militares al mando del general José de la Serna, destinadas a recuperar para la monarquía española los territorios sublevados, hacía prever mayores peligros a las endebles Provincias Unidas del Río de la Plata.  Debieron de haber evaluado la debilidad del ejército de Belgrano estacionado en Tucumán al no contar ya con la posibilidad de ser socorrido por el de San Martín y la importancia de sorprender y propinar una derrota que podría llegar a ser fundamental para recuperar al insurrecto virreinato del Río de la Plata. Pero avanzar hacia Tucumán resultó mucho más difícil de lo esperado. 
En la provincia de Salta una vez más, el control de la campaña quedó en manos de los gauchos y de Güemes, quienes impidieron el abastecimiento de la ciudad y de las tropas enemigas. Las sucesivas invasiones realistas carecieron ya del sentido estratégico militar que alentaron a las anteriores de 1812, 1814 y 1817, limitándose a ser incursiones destinadas a proveerse de ganados y mulas. La guerra se transformó así en una guerra de recursos.  Sintieron el peso de la misma los comerciantes y los hacendados de Salta. Los primeros porque no sólo vieron interrumpido el comercio con el Alto Perú sino porque también debieron realizar préstamos forzosos al Estado provincial para cubrir los gastos que demandaba el sostenimiento de los hombres movilizados y los segundos porque además de las confiscaciones de ganados se vieron privados del servicio personal y del pago de los arriendos de quienes se encontraban enrolados en las milicias. Mientras que la oposición de la elite al gobernador Güemes aumentaba y las conspiraciones en su contra involucraban incluso a sus capitanes y hombres de confianza, el temor que las invasiones realistas producían en el vecindario de Salta contribuía a preservarlo en el poder. Si bien el Ejército Auxiliar del Perú no retornó nuevamente a esos territorios, tanto Belgrano como Güemes abrigaron la esperanza de poder concretar una nueva expedición que fortaleciera en un movimiento de pinzas el avance de San Martín en el Perú.   La importancia de Martín Miguel de Güemes en la Guerra de Independencia que se libraba en territorio altoperuano incluyendo a Salta y Jujuy se evidencia en el tratamiento que le da Joaquín de la Pezuela, a la sazón virrey del Perú. En octubre de ese año siguiendo la Real Orden del 11 de abril de 1820 nombró Comisionados para “que traten y conferencien con las autoridades de las citadas provincias del Río de la Plata”, con el fin de tratar el reconocimiento de la Constitución española. Entre las instrucciones que les entrega dispone sobre todo tratarán de ganar por todos los medios posibles al Gefe de la Provincia de Salta D. Martin de Guemez pues la incorporación de este en nuestro sistema, acarrearia ventajas incalculables por su rango y por el gran influjo que ha adquirido sobre los pueblos de su mando. La Revolución del Comercio como fue denominado el intento de destituir a Güemes por parte del Cabildo no prosperó por cuanto las milicias continuaron reconociendo la autoridad del Gobernador. Dos semanas después, el 7 de junio una partida realista ingresó a la ciudad sorprendiendo a Güemes e hiriéndole cuando al galope de su caballo buscó salir de la ciudad para refugiarse en su campamento. Una semana después fallecía.  Los honores que la oposición a Güemes brindó al general realista Pedro Antonio de Olañeta dan cuenta del grave enfrentamiento que aquejaba a la sociedad de Salta, el cual no debe atribuirse tan sólo al deterioro económico o a la necesidad de restablecer el comercio con el Alto Perú. Si bien éstas indudablemente constituían razones importantes, el control social y la búsqueda de una propuesta política viable en el marco de la crisis institucional que aquejaba a las Provincias Unidas del Río de la Plata fueron también responsables de la alternativa elegida por la clase dirigente de Salta.  Las negociaciones, de carácter secreto, entre la oposición a Güemes, autodenominada “Patria nueva”, y el jefe realista, culminan con la firma de un armisticio en julio de 1821 mediante el cual se garantizó el retiro de las tropas realistas más allá de la quebrada de Purmamarca, se dispuso la designación de un gobernador sin la presión de las tropas y se facilitó la adquisición de vituallas y ganados a las fuerzas realistas, quienes pagaron por ellas a los comerciantes y los propietarios que las facilitaron. Ante la ausencia de un gobierno central la provincia de Salta, representada por el Cabildo, se constituyó en sujeto de soberanía negociando el retiro de las tropas realistas y renunciando a continuar la Guerra de Independencia, con lo cual el proyecto de San Martín de reforzar con la vanguardia del disuelto Ejército Auxiliar del Perú una avanzada hacia el Alto Perú, se hizo trizas. Se fracturó también la vinculación que en tiempos de Güemes existía entre las guerrillas altoperuanas y la provincia de Salta. El armisticio definió una frontera entre territorios que a partir de su firma se diferenciaron políticamente. Las guerrillas altoperuanas y su enfrentamiento con el ejército realista quedaron aisladas y con la conclusión de la Guerra de Independencia en 1824 las Provincias del Alto Perú se pronunciarían por declararse un Estado independiente.  Güemes no defendió ninguna frontera, defendió la revolución de Buenos Aires y la independencia americana.

1 comentario:

  1. Héroes de la independencia Latinoamérica el Gral.Güemes y los infernales de la Guerra Gaucha.

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