Rosas

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viernes, 1 de abril de 2011

La Argentina en las Islas Malvinas

por Diego Luciano Mazzella

Antecedentes
El Tratado de las Tordesillas, firmado el 7 de junio de 1494, protegía los dominios de España al oeste de una línea situada a 370 leguas de las islas de Cabo Verde, meridiano que cruza prácticamente por la zona de la ciudad de San Pablo, Brasil. Es incuestionable, entonces, que Fernando de Magallanes, que se encontraba al servicio de España, fue el que explorando esas tierras le dio el nombre al Estrecho que se encuentra al extremo sur del continente sudamericano allá por 1520; y el que sin dudas descubrió las islas Malvinas en sus viajes de exploración. Algo más adelante, en 1578, los ingleses atribuirán a Sir Francis Drake el descubrimiento del Cabo de Hornos mientras que los holandeses dirán que fue descubierto por el holandés Le Maire en 1616. La segunda afirmación es la más aceptada: los holandeses fueron los que dieron con el cabo bautizándolo con el nombre de Hoorn, un pequeño pueblo de Holanda. En cuanto a las islas Malvinas, dirán los ingleses que en 1594 fue visitada por sir Richard Hawkins, y les dio el nombre de Maidenland en honor de su soberana. De haber sido así, esto habrá sido muy fugaz, porque los holandeses referirán que en 1598 ellos fueron quienes descubrieron las islas bautizándolas con el nombre de Sabal de West, en memoria del almirante que dirigió esa exploración. Y aún más, serán también los franceses los que se atribuirán el descubrimiento del archipiélago aludiendo que fueron unos buques que habían partido del puerto de San Maló, en los primeros años del siglo XVII, de donde parece que proviene el nombre de Malouinas o Malvinas.
No obstante el debate sobre el descubrimiento de las Malvinas, la primera ocupación es obra de los franceses. Luis Antonio de Bougainville, capitán de navío de la marina francesa, fue el primer fundador de una colonia en las islas por orden del rey Luis XV. La expedición partió del puerto de San Maló el 15 de septiembre de 1763, y llegó a las Malvinas el 4 de febrero de 1764, hallándolas completamente desabitadas y vírgenes. En la isla más oriental, a la que llamó Isla de la Soledad o Puerto Luis, hizo construir varias casas para los colonos, un pequeño fuerte y un obelisco debajo del cual enterró una medalla de oro en cuyo anverso llevaba la esfige de Luis XV. Tiempo después, el capitán Bougainville volvió a Francia en busca de recursos, y al regresar en 1765 encontró una colonia en funcionamiento. Cuando España tuvo conocimiento de esto, reclamó las islas Malvinas como suyas. Francia aceptó gracias a la alianza de sangre que había entre la corona de España y la de Francia, ya que ambos monarcas –borbones- eran primos entre sí. Inmediatamente se le dio la orden a Bougainville de realizar el traspaso del mando formal de las islas, el cual se hizo efectivo en 1767, tomando el control de las islas el brigadier Felipe Ruiz Puente, primer gobernador español de Malvinas. Pero he aquí que después de instalados los españoles en el dominio y posesión de Malvinas, mediante el reconocimiento más explícito y con la legalidad de una nación que acababa de concluir un arreglo perfecto, recibieron una intimación del comandante de un buque inglés de que desalojasen la isla por pertenecer ésta a la Gran Bretaña. A consecuencia de esos sucesos el gobernador de Buenos Aires, Francisco de Paula Buccarelli, envió de Buenos Aires una expedición al mando del comandante de marina don Juan Ignacio Madariaga, para desalojar a los ingleses que habían desembarcado en las islas, en un asentamiento que habían fundado llamándolo Puerto Egmont. El 10 de junio de 1770, Madariaga vence a los ingleses y éstos firman una capitulación por la cual deberían abandonar el archipiélago, hecho que se hizo efectivo recién en 1774 luego de idas y venidas diplomáticas entre España e Inglaterra. Sin embargo, los ocupantes dejarían en Puerto Egmont un placa en la que decían: “Sepan todas la naciones, que las islas Falklands, con su puerto, los almacenes, desembarcaderos, puertos naturales, habías y caletas a ellas pertenecientes, son de exclusivo derecho y propiedad de su más sagrada Majestad Jorge III, Rey de Gran Bretaña. En testimonio de lo cual, es colocada esta placa y los colores de Su Majestad Británica dejados flameando como signo de posesión por S. W. Clayton Oficial Comandante de las Islas Falklands. A.D. 1774”.
Ya entrando en el siglo XIX, con los sucesos revolucionarios en el Río de la Plata, una junta celebrada en Montevideo resolvió reagrupar sus fuerzas y evacuar la lejana población de Malvinas. Para ello se envió al bergantín Gálvez, al mando del piloto Manuel Moreno. Pablo Guillén, último gobernador español de las islas, dio cumplimiento a sus órdenes para evacuar los 45 hombres de la dotación, embarcar cañones, armas, papeles de archivo, etc. También y como cosa a destacar, se construyó una placa de plomo que se colocó en el campanario de la Real Capilla de Malvinas, con la inscripción siguiente: “Esta isla con sus Puertos, Edificios, Dependencias y quanto contiene pertenece a la Soberanía del Sr. D. Fernando VII Rey de España y sus Indias, Soledad de Malvinas 7 de febrero de 1811 siendo gobernador Pablo Guillén”. Se colocó la misma leyenda en treintena de edificios. De todo esto se labró un acta firmada por el gobernador de las islas el 13 de febrero de 1811 en la Colonia de la Soledad de Malvinas. Ese mismo día, o el siguiente, zarparon las naves y abandonaron las islas. Esta herencia pasó a pertenecer a la Argentina. Desde 1767 hasta 1811, las islas Malvinas fueron españolas, con autoridades que gobernaron en forma continua. En la última fecha aquí nombrada, se las evacuó, pero sin renunciar a ellas. En esta dura misión histórica de poseer las Malvinas, los españoles tuvieron 20 ininterrumpidos gobernadores, los cuales cumplieron 32 períodos de gobierno; en ese mantenimiento del presidio, colonia y puerto, se basan nuestros derechos soberanos a las islas. Como vemos, nunca las Malvinas fueron inglesas.
El periodo argentino (1811-1833)
Nuestro país heredó de España sus derechos sobre todo el territorio del Virreinato del Río de la Plata, del cual formaban parte las islas Malvinas. Cuando los españoles evacuaron Malvinas, dejando a salvo los derechos de Fernando VII, los argentinos ya habían iniciado el camino de la Independencia, ejerciéndola de facto desde 1810. La guerra que este proceso provocó contra España y los problemas derivados de las luchas interiores impidieron hacer efectiva la ocupación de las islas, que permanecieron sin autoridades hasta fines de 1820. Durante ese prolongado período de tiempo los únicos visitantes fueron loberos y balleneros ingleses y norteamericanos, que visitaban las costas para cazar lobos marinos, hacer aguada o matar ganado vacuno que crecía libre en las islas.
Desde mayo de 1810, gravísimos problemas aquejaban a nuestros gobiernos: la guerra de Independencia, la búsqueda del rumbo político y de la forma de gobierno, los desencuentros entre Buenos Aires y el Interior. Era una lucha por la supervivencia y recién cuando las campañas sanmartinianas alejaron algo el intento de recuperación hispánica, cuando la revolución de Riego anuló la última y grande expedición a América, es cuando se pudo mirar el territorio con su integridad y pensar en Malvinas.
El izamiento del pabellón nacional en las islas Malvinas fue realizado por la fragata Heroína al mando del coronel David Jewett (marinero nacido en Estados Unidos que sirvió meritoriamente como corsario en las guerras de Independencia) y representó un acto de voluntad soberana sobre las islas que fue aceptado en su momento por las naciones del mundo, pues no hubo actos de protesta, ni reclamaciones. En este acto que tuvo lugar a fines de octubre de 1820, la fragata Heroína entró en la Bahía de la Anunciación de la isla Soledad y fondeó frente a las ruinas de la ex-capital española; en los alrededores se encontraban cincuenta cazadores de lobos marinos con sus naves. De esta manera, el 6 de noviembre, el coronel Jewett izó el pabellón celeste y blanco en las ruinas del Puerto Soledad (ex-Puerto Luis). Como se puede apreciar, la ocupación de las islas Malvinas se hizo con toda seriedad y precedida de una comunicación que Jewett remitió a los loberos y pescadores ingleses y norteamericanos, que usufructuaban de las islas en forma indiscriminada. Dicha comunicación decía: “Fragata del Estado Heroína, en Puerto Soledad, noviembre 2 de 1820. Señor, tengo el honor de informarle que he llegado a este puerto comisionado por el Supremo Gobierno de las Provincias Unidas de Sud América para tomar posesión de las islas en nombre del país a que éstas pertenecen por la Ley Natural. Al desempeñar esta misión deseo proceder con la mayor corrección y cortesía para con todas las naciones amigas; uno de los objetos de mi cometido es evitar la destrucción de las fuentes de recursos necesarios para los buques de paso, que, en recalada forzosa, arriban a las islas, y hacer de modo que puedan aprovisionarse con los mínimos gastos y molestias, dado que los propósitos de Usted no están en pugna y en competencia con estas instituciones y en la creencia de que una entrevista personal resultará de provecho para ambos, invito a usted a visitarme a bordo de mi barco, donde me será grato brindarle acomodo mientras le plazca; he de agradecerle –a si mismo- que tenga a bien, en lo que esté a su alcance, hacer extensiva mi invitación a cualquier otro súbdito británico que se hallare en estas inmediaciones; tengo el honor de suscribirme señor, su más atento y seguro servidor, firmado Jewett, coronel de la Marina de las Provincias Unidas de Sudamérica y comandante de la fragata Heroína”. La toma de posesión de las islas fue conocida en el exterior y la noticia fue publicada en varios medios europeos, de modo que todo el mundo ya sea por estos periódicos o por la información de los loberos que presenciaron la ceremonia, estaba enterado del acontecimiento. En 1823 el gobierno concedió a Jorge Pacheco (militar que se había destacado en el cuerpo de blandengues en las fronteras con los indios y luego como capitán de milicias en las épocas de independencia) una concesión para aprovechar el ganado vacuno y los lobos marinos de la isla Soledad; el mismo fue con un socio que tomará protagonismo más adelante, Luis Vernet.
Luis Vernet, de ascendencia francesa, había nacido en Hamburgo el 6 de marzo de 1791. A los 14 años fue enviado por su padre a los Estados Unidos donde entró a prestar servicios comerciales a una casa alemana, donde se distinguió por su natural inteligencia y capacidad para el comercio. Después de viajar por Europa vino a Buenos Aires en 1817, donde empezó sus actividades comerciales, aunque con éxito variable, dedicándose entonces a comisionista, para lo que aprovechaba sus relaciones europeas. Vernet, llegado a las islas de la mano de su amigo Pacheco, realiza una acción colonizadora de primer orden al tiempo que establecía una tarea científica para el reconocimiento de las islas. Los estudios e informes de Vernet incluían noticias sobre los indígenas, posibles lugares de colonización y producciones, etc. Era el pionero que se interesaba en la exploración de la Patagonia, especialmente de la isla de los Estados.
El gobierno argentino, representado por el de Buenos Aires, que se encargaba de los asuntos patagónicos y de las islas, como lo habían hecho antes de la independencia, no podría ser ajeno a la acción colonizadora de Vernet, que al mismo tiempo que activaba zonas comerciales nunca utilizadas, confirmaba la soberanía argentina en esos territorios. En consecuencia resolvió perfeccionar los títulos de Vernet sobre las islas, nombrándolo Primer Comandante Político y Militar, reuniendo todas las atribuciones civiles y militares. El 10 de junio de 1829 se expide el siguiente documento oficial: “Cuando por la gloriosa revolución del 25 de mayo de 1810 se separaron estas provincias de la dominación de la Metrópoli, la España tenía una posesión material en las islas Malvinas, y de todas las demás que rodean al Cabo de Hornos, incluso la que se conoce bajo la denominación de Tierra del Fuego, hallándose justificada aquella posesión por el derecho del primer ocupante (...). Por esta razón, habiendo el Gobierno de la República en la sucesión de todos los derechos que tenía sobre estas Provincias la antigua Metrópoli (...), siendo necesario no demorar por más tiempo las medidas que se pueden poner a cubierto de los derechos de la República (...); el Gobierno ha acordado y decreta:
Artículo 1º.- Las islas Malvinas y las adyacencias al Cabo de Hornos en el Mar Atlántico, serán regidas por un Comandante Político y Militar, nombrado inmediatamente por el Gobierno de la República.
Artículo 2º.- La residencia del Comandante Político y Militar será en la isla de la Soledad, y en ella se establecerá una batería, bajo el pabellón de la República.
Artículo 3º.- El Comandante Político y Militar hará observar por la población de dichas islas las Leyes de la República, y cuidará en sus costas de la ejecución de los reglamentos sobre pesca de anfibios.
Artículo 4º.- Comuníquese y publíquese
Firmado: Martín Rodríguez (Gobernador interino de Buenos Aires). Salvador M. del Carril. Esto es una demostración de que la República Argentina no tenía ninguna duda de sus derechos soberanos, no sólo sobre las islas Malvinas, sino sobre las adyacentes al Cabo de Hornos, es decir la isla de los Estados, Nueva, Picton, Lennox y demás archipiélagos australes. El mismo día, el gobierno de Buenos Aires nombra a Luis Vernet gobernador de las islas Malvinas. Entre los primeros actos de Vernet, éste demanda al gobierno la construcción de un fuerte en las islas solicitando cañones para fortificarlo. También consideró necesaria la presencia de un buque de guerra para hacer respetar la Ley de Protección de pesca, y además un buque chico con un cañón para traer madera desde el Estrecho de Magallanes y para comunicarse con el río Negro y Buenos Aires en forma permanente. El gobierno aceptó darle lo solicitado, además de algunos instrumentos de herrería para instalar la herrería en la isla Soledad. Inglaterra, a pesar de todo esto, se llamó al silencio hasta 1829, cuando el Foreing Office comunicó al representante inglés en Buenos Aires, Woodbine Parish, que los actos del Gobierno de Buenos Aires afectaban la validez de los derechos de soberanía inglesa sobre las islas, los cuales resultaban de importancia creciente como punto de apoyo para el comercio, donde se abastecían los buques y lugar de carenado de las naves de guerra inglesas en el “Hemisferio Occidental” (sic). Parecía que Inglaterra desconocía o había olvidado qué: se había desentendido de las islas desde 1774; que había reconocido la soberanía española en 1771; que había abandonado Puerto Egmont en 1774; que Buenos Aires había sucedido a España en el dominio desde 1810; que había reconocido la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata (1816) y firmado un tratado de amistad y comercio con éstas (1826); y por último que desde 1820 tres comandantes militares argentinos y un gobernador representaban a las islas en el gobierno de Buenos Aires.
Volviendo a Malvinas, la isla se convirtió en una especie de factoría cuya capital es Puerto Luis, en la isla Soledad. La producción era fundamentalmente ganadera aprovechando el ganado que vagaba salvajemente; para estas tareas cumplían un rol importante los gauchos y criollos. Las otras actividades se referían a la pesca y la caza de lobos marinos y de focas en todo el archipiélago, incluyendo la isla de los Estados. En cuanto a la población, ésta no era fija, pues aunque parte de la misma se había instalado en el lugar, había pescadores, cazadores, científicos y comerciantes que vivían por temporadas o cortos espacios de tiempo. Por aquellos años ya la población pasaba del centenar y A. Gómez Lengenheim cita a más de 120 personas. Los productos de las islas no sólo iban a Buenos Aires, por donde se vendían bien y consistían en cueros vacunos, carne salada, grasa, cueros de lobos marinos y hasta cueros de conejos. Otros productos eran también maderas y pescados en salmuera. Esto es un indicador del espíritu progresista de la colonia que había asentado Vernet. Algunos diarios de la época reproducían reportes de las islas como estos: “Domingo 25 de mayo de 1828 – Buen tiempo con algunos chubascos de granizo y viento S.O. Al salir el sol tiramos tres cañonazos y a la noche otros tres. Después de almorzar carne con cuero y tortas que se habían hecho a propósito, tiramos al blanco hasta entrar el sol, cuando la gente hicieron baile en el rancho del Tonelero, el cual duró hasta el día”; “Miércoles 9 de Julio. Nublado y lluvioso con viento del S.E moderado. Nuestra gente celebró la jura de la Independencia de Buenos Aires”. Como podemos comprobar por los testimonios y por los registros históricos, la colonia se desenvolvía feliz y progresista, hasta que la intervención extranjera desató la ruina y la desolación.
El control de la depredación y la destrucción de la riqueza lobera fue la causa que desató los acontecimientos de fines de 1831. Vernet recibía todo el tiempo informes sobre las acciones depredadoras de los loberos y había solicitado al gobierno un buque de guerra; igualmente, era casi imposible detener a las docenas de loberos que pululaban entre las islas, los puertos y los canales de la accidentada geografía malvinera. No pudiendo hacer otra cosa, Vernet le hacia llegar, no bien se arrimaban a las islas, una circular donde se informaba: “a todos los Capitanes de los buques ocupados en la pesquería en cualquier parte de la costa (...) les he de inducir a desistir, pues la resistencia los expondrá a ser presa de cualquier buque de guerra perteneciente a la República de Buenos Ayres (…)”. Ante el caso omiso, Vernet decidió actuar. De esta manera ordenó detener a tres naves que eran la Harriet, capitán Gilberto Davidson; la Brukwater, capitán Daniel Careu y la Superior al mando de Esteban Congar. Luego Vernet se embarcó junto con su familia rumbo a Buenos Aires para defender su proceder. El 21 de noviembre de 1831 Jorge Slacum, cónsul de los Estados Unidos, reclamó al Gobierno sobre el apresamiento de la Harriet, en base a las declaraciones de su capitán Davidson. El Ministro de Relaciones Exteriores de Buenos Aires, Tomás de Anchorena, le contestó que el asunto estaba a consideración del Ministerio de Guerra y Marina. En nota posterior, el cónsul norteamericano negaba el derecho de Vernet a apresar a los loberos y pescadores de su país en las adyacencias al Cabo de Hornos. En respuesta a esto Anchorena contesta a Slacum que no le reconoce, en su calidad de cónsul, capacidad ni poderes para tratar el asunto que correspondía a ambos gobiernos. Para agravar la situación, el capitán de Fragata Silas Duncan, comandante de la corbeta de guerra Lexington resolvió “proteger los intereses de los norteamericanos”; así, el 9 de diciembre de 1831 la corbeta zarpaba rumbo a las Malvinas, lo cual hizo que Anchorena alertara a Slacum que el gobierno haría respetarse ante cualquier atropello llevado adelante por la corbeta Lexington.
El 27 de diciembre de 1831, a media noche, entraba en la Bahía Anunciación y al día siguiente aparecía anclada frente a Puerto Luis. Pero la nave de guerra lo hizo no con su pabellón, sino con bandera francesa, un claro acto corsario para engañar a las autoridades. Desde tierra se le contestó con el pabellón argentino y en ese momento comenzó el atropello. Apresaron la goleta Águila y con la bandera norteamericana procedieron a desembarcar, ocupan los edificios, clavan los cañones, queman la pólvora y se apoderan de todo lo que el capitán Davidson cree suyo. Sus hombres destruyen barracas, rompen puertas, toman a 25 pobladores como prisioneros, los cuales luego liberan menos a 6 que consideraban los más importantes. El 21 de enero de 1831 la Lexington abandona dejando en ruinas y semidespoblada la colonia argentina rumbo a Montevideo. Llegada la nave al puerto oriental, el Gobierno Argentino toma conocimiento del ultraje. La indignación fue unánime calificando el hecho de “infracción al derecho de gentes” y “ultraje al pabellón argentino”. Nuestro gobierno suspendió toda relación con Slacum por considerarlo principal causante del atropello. Desde entonces la Confederación Argentina protestó enérgicamente contra los EEUU, protesta tomada también por algunos medios norteamericanos como el diario “El Redactor” de Nueva York que proclamó que la acción de la Lexington era una infracción al derecho de gentes. Vernet, como veremos, nunca volverá a las islas Malvinas y jamás fue repuesto en su cargo, así sería el triste final del hombre al cual le debemos un reconocimiento por el intento magnífico de colonizar y desarrollar las Malvinas.
El gobierno envió un nuevo gobernador, el mayor Esteban Francisco Mestivier, con 25 soldados a bordo de la goleta Sarandí, heroica nave comandada por el almirante Guillermo Brown durante la guerra contra el Imperio del Brasil. La Sarandí llegó con el nuevo gobernador y lo desembarcó y 9 días después, el 24 de noviembre de 1832, zarpó para hacer una inspección. El 2 de enero de 1833, apareció fondada en Puerto Soledad la corbeta inglesa Clio, al mando del capitán Onslow. Como correspondía, se envió a un oficial en visita de cortesía a la nave inglesa y a cambio recibió una intimación para arriar el pabellón argentino y desocupar las islas, remarquemos que entre Argentina e Inglaterra no había estado de guerra. Se intentó organizar una resistencia, pero fue en vano.
A las 9 de la mañana del 3 de enero de 1833 los ingleses desembarcaron, primero izaron en un mástil que traían la bandera inglesa y luego arriaron la nuestra, la cual fue enviada al gobernador para que se la llevase. El 5 de enero el gobernador, con unos cuantos habitantes a bordo, abandonó las islas y puso proa a Buenos Aires. Antes de zarpar se nombró a Juan Simón, capataz de Vernet, Comandante Político y Militar de las islas. A partir de entonces comenzaron las reclamaciones argentinas, a las cuales los ingleses contestaron que “nunca habían renunciado a su soberanía a las islas Malvinas”. La autoridad real quedó en manos del capitán Onslow, de la Marina Real Británica y el nombramiento de Simón sólo tuvo un carácter nominal. Onslow, antes de zarpar nombró al escocés y hombre de Vernet, Guillermo Dickson, como encargado político y militar británico de las islas. Durante 1833, las Malvinas estuvieron la mayor parte del tiempo sin gobierno efectivo. Si no hubiese sido por las convulsiones que en esa época asolaban a la República, quizás algo podría haberse hecho para recuperarlas.
Debido a esta falta de gobierno, el 26 de agosto de 1833, dos gauchos y cinco indios charrúas mandados por Antonio Rivero, que trabajaban el ganado en el campo, llegaron a Puerto Soledad y porque Juan Simón les había negado el cambio de dinero metálico, en lugar de los vales que cobraban, realizaron un asesinato a mansalva de los hombres de Vernet, a saber: Juan Simón, encargado del gobierno argentino, Brisbane, hombre de confianza de Vernet, un alemán, un español y hasta el escocés Dickson cayó en la volteada. Tal fue el terror que se apoderó de Puerto Soledad que el resto de los habitantes criollos, loberos argentinos, ingleses, etc. huyó a un islote cercano para refugiarse. Desde allí se solicitó auxilio y una nave inglesa llegó, al mando del teniente de la Marina Henry Smith a poner orden, logrando rendir a los hombres de Rivero y por último a éste. Rivero fue llevado a Inglaterra y absuelto para luego terminar libre en Montevideo.
Inglaterra reconoció nuestra independencia en 1825 y firmó un tratado de amistad, navegación y comercio con nuestro país, el cual le traía ventajosas ganancias. Sin embargo, aprovechando las convulsiones internas que en ese momento atravesaba nuestra nación, atacó a un país amigo y le usurpó sus islas Malvinas. A partir de ese momento, en lo que fue la segunda gobernación de Juan Manuel de Rosas, Argentina se quejó año tras año en Londres por la ocupación de las islas a lo que estos contestaban que las “Falklands” eran inglesas; dichos reclamos cesaron luego de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros. Durante casi 40 años el país no presentó reclamos formales, sólo recién cuando reorganizado definitivamente en 1880, a pedido del presidente Julio Argentino Roca se le solicitó al Instituto Geográfico Argentino un mapa donde figuraban las islas Malvinas como argentinas. Inglaterra protestó y el ministro Ortiz le aclaró que el archipiélago pertenecía a la República Argentina, y no a Inglaterra, que se las había usurpado ilegalmente a nuestro país, hecho que hasta el día de hoy ningún argentino olvida.

Fuentes:
Saldías, A. (1945). Cap. XIX «Las islas Malvinas (1832)». Historia de la Confederación Argentina, Tomo II La Guerra y la Política Internacional, Buenos Aires: Editorial Americana.
Destefani, Laurio H. (1982), Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, ante el conflicto con Gran Bretaña, Buenos Aires: Editorial Edipress S.A.

5 comentarios:

  1. REVISIONISTAS DEL GRAL SAN MARTIN01 abril, 2011 21:56

    Hay historiadores que dudan de que la muerte de los encargados de las islas en 1833 Fuera " a mansalva" De todas maneras estas gentes obedecían a los ingleses y les coartaron todo derecho a Rivero y los suyos. Por otra parte, mientras dominaron las islas Rivero y su gente NO SE IZÓ EL PABELLÓN BRITÁNICO.Y por algo los ingleses no lo mataron y lo desembarcaron en las costas de la provincia Oriental.Dos Gauchos y cinco Charrúas, sangre libérrima...No puede decirse lo mismo de la gente que supuestamente estaban subordinadas al gobierno del Plata. Se rindieron a los ingleses y trabajaron para ellos para seguir viviendo sin sobresaltos. Incluso los ingleses nombra
    ron a uno de ellos gobernador de la isla. En una palabra, TRAIDORES. pero ,claro, Rivero era GAUCHO y nunca mereció el reconocimiento de LAS PCIAS DEL RÍO DE LA PLATA. Si algún barco argentino hubiera llegado a las islas antes que volvieran los ingleses, las Malvinas hubieran seguido siendo Argentinas, de hecho y derecho.
    ALBERTO ZARATE

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    1. AL PEDO Q LAS MALVINAS FUERAN ARGENTINAS. LAS IBAN A HACER MIER DA USTEDES. MEJOR Q SIGAN ASI Y TODOS CONTENTOS, SOBRE TODOS LOS HABITANTES QUE SE TIENEN QUE BANCAR LA VIDA DIARIA. TODOS SOMOS PATRIOTAS DESDE BUENOS AIRES

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  2. ALBERTO ZARATE01 abril, 2011 22:15

    El comentario anterior corre por mi exclusiva cuenta. Eximo a Revisionistas del Gral San Martín. Disculpas y gracias

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  3. Antonino Reyes02 abril, 2011 15:34

    totalmente de acuerdo con Alberto Zárate. Viva la Patria carajo

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  4. que apasionante es nuestra historia...ningun argentino que se jecte de serlo debe desconocerla. VIVA LA PATRIA!!!

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