Por Alberto Buela Que no se ha dicho ya sobre el nuestro Poema Nacional que pudiéramos decir nosotros. Aquí sólo nos ocuparemos de un detalle: aquello que Fierro dice sobre el caballo. Claro está, que no es un detalle menor pues no se puede pensar al gaucho sin el caballo, salvo que estemos hablando de los gauchos paraguayos, que como muy bien dice don Justo Pastor Benítez en su hermoso Solar Guaraní, ellos son "gauchos de a pie", sobre todo después de la desastrosa guerra de la Triple Alianza (1865-1870) que destruyó vidas y haciendas del Paraguay.
El caballo está presente a lo largo del poema, pero contrariamente a lo que pudiera pensarse, como tema está considerado una sola vez por Fierro y la hace a propósito del trato en el amanse y la uso que le daba el indio y con una mención esporádica a la doma criolla. Esta última es relatada al comienzo nomás del poema cuando hablando de la vida bucólica del gaucho, período que va desde las primeras vaquerías hasta la época de Rosas, dice:
Yo he conocido esta tierra,
en que el paisano vivía
y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer...
era una delicia ver
cómo pasaba los días.
Y unas estrofas más adelante, relata el trabajo del domador diciendo:
El que era pion domador
enderezaba al corral,
ande estaba el animal
-bufidos que se las pela...-
y, más malo que su agüela,
se hacía astillas el bagual.
Y allí el gaucho inteligente
en cuanto el potro enriendó,
los cueros le acomodó,
y se le sentó enseguida,
que el hombre muestra en la vida
la astucia que Dios le dió
Y en las playas corcoviando
pedazos se hacía el sotreta
mientras él por las paletas
le jugaba las lloronas
y al ruido de las caronas
salía haciéndole gambetas.
!Ah tiempos! ... !Si era un orgullo
ver jinetear un paisano !
Cuando era gaucho baquiano,
aunque el potro se boliase,
no había uno que no parase
con el cabresto en la mano.
Como vemos es, más o menos, lo que se sigue realizando ahora en la doma común de los potros. Aunque hay algunas diferencias, pues, al menos en la pampa húmeda ya no se usa esa carona grande de cuero que fuera de tanto uso junto al lomillo en el siglo pasado. Hoy el recado de bastos lo ha reemplazado, aún cuando es digno de destacar que últimamente se ha producido una recuperación del lomillo, si bien no en el uso cotidiano, al menos dentro de los centros tradicionalistas y eso es halagüeño.
La primera observación que hace Fierro sobre el trato que el indio da a su pingo es acerca del tipo de paso que utilizaba.
Hace trotiadas tremendas
dende el fondo del desierto
.........................
Marcha el indio al trote largo,
paso que rinde y que dura.
Esto ha quedado en nosotros bajo el nombre de "trote criollo" paso utilizado para las largas marchas y que adquiere toda su fuerza luego de la segunda sudada, que es cuando el animal logra acomodar su cuerpo y respiración en forma plena al ritmo de este paso.
Se ocupa también de describir la forma de montar:
Siempre llenos de recelos
en los caballos en pelos
se vienen medio desnudos.
De ese modo anda liviano
no fatiga al mancarrón;
Y de cómo lo cuidan y vigilan hasta de noche:
Por vigilarlo no come
ni aún el sueño concilia;
sólo en esto no hay desidia;
se noche,les asiguro,
para tenerlo seguro
le hace un cerco la familia.
Exalta Fierro las bondades del flete aborigen, su velocidad y destreza, en dos oportunidades una estando en la frontera cuando pelea con el hijo de un cacique:
Todo pampa anda valiente
anda siempre bien montado
!Qué fletes traiban los bárbaros,
como una luz de lijeros!
Y la otra luego del duelo en defensa de la cautiva a quien le matan su hijito:
Yo me le senté al del pampa,
era un oscuro tapado
era un pingo como galgo,
que sabía correr boliao.
Inmediatamente después de este verso, ubicado en el canto X de La Vuelta comienza la larga exposición en once versos acerca del amanse y educación del caballo por parte del indio.
Es interesante notar que Fierro no se va a ocupar más del tema del caballo salvo alguna que otra esporádica mención. Es decir que prácticamente a partir de la segunda mitad del poema -La Vuelta tiene treinta y tres versos, mientras que la primera parte El Gaucho Martín Fierro sólo trece - el caballo desaparece como tema.
El pampa educa al caballo
como para un entrevero;
como rayo es de ligero
en cuento el indio lo toca;
y, como trompo, en la boca
da güeltas sobre de un cuero
Lo barea en la madrugada;
jamás falta a este deber;
luego lo enseña a correr
entre fangos y guadales;
!ansina esos animales
es cuanto se puede ver!
En el caballo de un pampa
no hay peligro de rodar,
!jué pucha! y pa disparar
es pingo que no se cansa;
con prodigalidá lo amansa
sin dejarlo corcobiar.
Pa quitarle las cosquillas
con cuidao lo manosea;
horas enteras emplea,
y,por fin, sólo lo deja,
cuando agacha las orejas
y ya el potro ni cocea.
Jamás le sacude un galope
porque lo trata al bagual
con paciencia sin igual;
al domarlo no le pega,
hasta que al fin se le entrega
ya dócil el animal.
Y yo sobre los bastos
me se sacudir el polvo,
a esa costumbre me amoldo;
con paciencia lo manejan
y al día siguiente lo dejan
rienda arriba junto al toldo.
Ansí todo el que procure
tener un pingo modelo,
lo ha de cuidar con desvelo,
y debe impedir también
el que de golpes le den
o tironén en el suelo.
Muchos quieren dominarlo
con el rigor y el azote,
y si ven al chafalote
que tiene trazas de malo,
lo embraman en algún palo
o embraman en algún palo
hasta que se descogote.
Todos se vuelven pretestos
y güeltas para ensillarlo:
dicen que es por quebrantarlo,
mas compriende cualquier bobo
que es del miedo del corcorbo
y no quieren confesarlo.
El animal yeguarizo
(perdónenmé esta alvertencia)
es de mucha conocencia
y tiene mucho sentido;
es animal consentido:
lo cautiva la paciencia.
Aventaja a los demás
el que esta cosas entienda;
es bueno que el hombre aprienda,
pues hay pocos domadores
y muchos frangoyadores
que andan de bozal y rienda.
De la lectura atenta de estos versos se desprenden tres o cuatro ideas, se destaca primero la paciencia como regla en el amanse de los potros, luego la regularidad de las tareas hasta crearle un hábito, y por sobre todas las cosas la suavidad en el manejo del animal. Como vemos si algo desaconseja Fierro es el uso de golpes y violencia en la educación del caballo. Por eso puede hablar de "muchos frangoyadores", pues frangollón es el chapucero, el que hace de prisa y mal una cosa.
Hacer un animal completo como el "moro de número", esto es, sobresaliente y destacado como el que llevó Fierro a la frontera implica mucho tiempo, y ello era un privilegio que podían darse en aquella época en donde aún "el tiempo es tardanza de lo que está por venir", y no como ahora, que se ha transformado en dinero: time is money, según nos quieren inculcar desde los medios masivos de comunicación. Así podemos decir que el rescate de aquel tiempo tan americano, entendido como "un madurar con las cosas", es una de las tareas más exigentes de la hora actual, porque en definitiva es rescatar el aspecto existencial de la vida criolla, que la intelligensia vernácula siempre asoció a la siesta, la vagancia y la indolencia nativa o gaucha.
Cuando se editan trabajos como el presente que provienen de una colección de artículos editados en distintas circunstancias, el riesgo que se corre es que se transformen en un elenco de trabajos sin un hilo conductor. De modo que se impone una breve explicación al lector del presente texto.
En primer lugar lo publicamos a solicitud de varios amigos que veían perderse esta serie de meditaciones desperdigadas por allí y allá. Y en segundo lugar porque estimamos que existe un hilo conductor, pues creemos que todos estos trabajos vienen a mostrar que lo griego es un aspecto sustantivo de nuestra cosmovisión heleno-cristiana, anfibológicamente llamada judeo-cristiana, que deber ser rescatado en todos sus aspectos si pretendemos hacer frente con cierto éxito a esta globalización que se nos viene encima desnaturalizándonos.
Lo greco es para nosotros parte de la tradición más viva que nos legara Occidente. Es por ello que pretendemos llamar la atención acerca de su reemplazo por lo judeo, sobretodo en el Occidente anglosajón, a partir de una lectura interesada, política e ideológicamente, de la naturaleza del ser occidental. El judeo-cristianismo para definir a Occidente es tan falso como el latinoamericanismo para definir a Nuestra América.
Rescatar las enseñanzas de los griegos en sus aspectos prístinos ha sido y es una tarrea de todos los tiempos y que los pensadores sin aditamentos deben llevar a cabo, aunque más no sea por una ascética de la inteligencia. Y los artístas como una zambullida en la belleza sin más
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