Rosas

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viernes, 17 de febrero de 2012

Un aristócrata Nacional, popular y...progresista

Escribe: Juan Carlos Serqueiros

En plena “Década Infame” (José Luis Torres dixit, para referirse al período que va desde el derrocamiento de Yrigoyen el 6 de setiembre de 1930, hasta la revolución del 4 de junio de 1943; y que paradojalmente, no fue una década, sino que duró casi 13 años), la oligarquía tucumana sufriría (¡por fin un tiro pa’l lao de la justicia!) un buen susto. Y –cosa extraña-, a manos de alguien surgido nada menos que de los estratos sociales más altos, es decir, de la aristocracia: Juan Luis Nougués. ¿Y cómo y en qué contexto se produjo tal fenómeno? Pues eso es aún más extraño todavía; y es lo que voy a tratar, en apretadísima síntesis, de desarrollar a continuación.
En 1927, el descrédito del radicalismo tucumano en función de gobierno (cosa que –dicho sea de paso- les ocurrió invariablemente, porque NO SABEN GOBERNAR, lo cual demostraron con creces cada vez que –lamentablemente- les tocó hacerlo), llevó a que un joven e impetuoso Juan Luis Nougués, ganara las elecciones municipales; y acertara a llevar adelante una obra fecunda, eficaz; y fundamentalmente, con un profundo contenido social.
El prestigio ganado (sobre todo entre el pobrerío, o sea, por aquel entonces, el 90% del electorado; porque los recursos económicos para solventar su plan de urbanización y mejoras sociales, Nougués se los sacó a los ricos -¿y a quién, si no?-; y entre esos ricos, a su propia familia) a través de esa gestión, lo llevaría a alzarse con la victoria en los comicios de fines de 1931, en los que resultó electo gobernador, merced a la abstención de los radicales (que como es habitual en ellos, no entendían nada). Empezaba así, el calvario de Nougués, que habría en adelante, de sufrir la cerrada, tenaz y despiadada oposición y crítica, no sólo de la oligarquía de derecha (los conservadores, resentidos con él, por lo que ellos consideraban exacciones en su perjuicio, ocasionadas durante su período como intendente); sino además, de la oligarquía de izquierda, que también la había (y la sigue habiendo, por desgracia).
Juan Luis Nougués pretendió encarar reformas de fondo, y meter el bisturí hasta el hueso, en procura de implantar en la provincia, la justicia social. Para ello, había concebido un ambicioso proyecto de obras públicas (caminos, escuelas y viviendas), con el cual resolvería de un plumazo, y simultáneamente, los tres problemas que lo desvelaban: la desocupación, la salud y la educación.
Claro..., había un pero (siempre hay un pero), porque Nougués planeaba financiar su proyecto de obras públicas, con los impuestos, principalmente a la industria azucarera, y éstos ya habían sido liquidados con antelación, a los gobiernos que lo precedieron; de modo que quiso aplicarles a los ingenios, un impuesto adicional de… $ 0,02 por kilo de azúcar (sí, leyeron bien, dos centavos por kilo); y ahí se armó el despelote: la oligarquía de derecha y de izquierda, los diarios (el pasquín infame La Gaceta a nivel provincial, y los libelos inmundos La Nación, La Prensa y Crítica a nivel nacional), los radicales (que en eso de armar quilombo y debilitar gobiernos, son expertos, es lo único que siempre hicieron eficazmente), y hasta el gobierno nacional fraudulento y corrupto del presidente Agustín P. Justo; constituyeron una alianza formidable, contra la cual no sólo no podría Nougués, sino que no podría nadie; era demasiado para cualquiera, por fuerte, popular, honesto y bienintencionado que fuese; era demasiado…
Para colmo, Nougués había llevado al ministerio de gobierno, al periodista combativo José Luis Torres (sí, el mismo, el que acuñó lo de “Década Infame”, y que después, escribiría un libro titulado así), cuya figura le era al establishment, directamente intragable. Así las cosas, la oligarquía de izquierda, no le perdonaba a Nougués, el cagarse en Carlitos Marx; la oligarquía de derecha, no le perdonaba a José Luis Torres sus virulentos ataques; y en fin, ambas oligarquías (en el fondo, y siempre, una sola) consideraban a los dos, como un par de impresentables que había que voltear sí o sí. Y los voltearon, primero cayó José Luis Torres, a pesar de que Nougués lo bancó a morir; y después, la intervención federal, acabó con el gobierno de Juan Luis.
Injuriado y pobre (toda su inmensa fortuna particular, la gastó en la política, baste con decir que todos los gastos protocolares del gobierno, los solventó de su propio peculio), terminaría por morir de resultas de un A.C.V., en un más que humildísimo y reducido departamento, el 9 de marzo de 1960. En Tucumán, la justicia social quedaría postergada hasta el advenimiento a la presidencia de la nación, de Juan Domingo Perón; pero esa..., esa es otra historia...

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