Rosas

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martes, 22 de enero de 2013

Naides es más que naides

Por Don Singulario

-¡Hola don Singulario! ¿Hoy va seguir hablando de la Asamblea del Año XIII?

-Me vino a la memoria ese dicho que dicen que dicen los jinetes pastores. Me gustó Eduardo Galeano (y se lo robo) recordando el dicho cuando los paisanos orientales se rebelaron por la defección del Primer Triunvirato, que pacta con el virrey Elio en Montevideo, retirando las tropas que lo sitiaban a cambio de mejorar el comercio porteño
Don José Gervasio de Artigas se niega a entregar su tierra a los españoles –la de él y todos los hombres y mujeres, gauchos y milicianos, indios, negros y blancos, peones, labriegos y estancieros, sacerdotes y profesionales que la amaban por ser leales a la nueva patria que nacía–. Se aleja con sus huestes, las de la independencia. Ese ejército que renace en la huella con picas y cuchillos, con mujeres que curan heridos y empuñan lanzas y frailes que bautizan a los soldados recién nacidos, con maestros de letra y maestros de cuchillos, al decir de don Eduardo
La caravana se dirige al norte despoblando su terruño amado, en carretas, a caballo o a pie. Los indios quemando sus tolderías acompañan con flechas y boleadoras. Todos a una sin desfallecer, la Patria lo exige y don José sabe que cuenta con un pueblo de valientes. Atrás junto a las lágrimas queda el terreno arrasado. Lo llamarán la Redota.

-Qué descripción emotiva don, recuerdo la historia de Belgrano y el éxodo jujeño. Cuánto dolor y cuanta entereza. ¡Qué pueblos de valientes tenemos!

-Y llegan al Ayuí en la provincia de Entre Ríos. Cruzan el río de los pájaros, instalando el campamento. Fíjese cómo el mismo Artigas relata en un parte oficial la situación:
«El Ejército se compone de cuatro a cinco mil hombres armados con fusiles, carabinas y lanzas. Cuatrocientos indios charrúas armados con flechas y bolas y estoy persuadido, que aún en los pueblos de indios ha dispuesto formar sus compañías, porque he visto algunos corregidores uniformados Toda esta costa del Uruguay está poblada de familias, que salieron de Montevideo, unos bajo de las carretas, otras bajo los árboles y todas a la inclemencia del tiempo, pero con tanta conformidad y gusto que causa admiración y da ejemplo»
Y más adelante profetiza: «Yo llegaré muy en breve a mi destino con ese pueblo de héroes»

-¿Sabe don Singu que el Charrúa ese me gusta dada vez más?

- El momento llegó, en Buenos Aires han cambiado los vientos, el Segundo Triunvirato desplaza al conservador reaccionario y centralista anterior y la primera medida es convocar a una asamblea de todos los pueblos amigos para dejar, de una vez por todas, la dependencia de un soberano lejano y poder presentarse ante el concierto de las naciones del mundo como una más, libre e independiente.
La sociedad toda estaba convulsionada. Los acontecimientos de Europa, con Napoleón, Inglaterra, Fernando VII, las Cortes de Cádiz, Portugal y la mar en coche. Y por aquí un abismo infranqueable que atenta contra la revolución. José María Rosa patentiza la situación emergente de la siguiente manera:
«La enemistad de la oligarquía al pueblo y sus caudillos necesariamente tenía que ser profunda; así como comprender es amar, la incomprensión es la raiz del odio, y la incomprensión de los impotentes genera el más tremendo de los odios»

-¿Sabe don Singulario que esa expresión me parece ideal como rótulo a los cacerolazos? Por otra parte, ese barullo europeo me suena actual: Si cambio Fernando VII por Juan CarlosI, Napoleón por Merkel, Berlusconi o Cameron…¡Bingo!

-El “Pepe” Rosa se refería a los prelados, doctores y empresarios que se habían apropiado de la Revolución de Mayo y sus gobiernos, cooptados por la diplomacia británica. Personajes que no podían entender a los jefes populares, como en el caso de Artigas eran respetados y obedecidos sin dudar por gauchos o urbanos, clérigos y propietarios, indios y negros. Se estaba constituyendo formalmente la antinomia federales y unitarios condensada en la zoncera sarmientina de bárbaros y civilizados

­-¿Y cómo se une aquella Asamblea Constituyente (que no dictó constitución alguna) y don José Gervasio?

-Eran muy complejas las relaciones militares en la Banda Oriental, mientras Buenos Aires pactaba con Elío, el sitio a Montevideo se profundizaba o levantaba según el humor porteño. Hubo amotinamientos, deserciones y demás yerbas.
Regresado del campamento de Ayuí con su pueblo, que había asimilado la “Redota” como algo inevitable y se restablecía en sus pagos, Artigas –el Jefe de los Orientales por decisión popular– se entera por infidencias que en Buenos Aires se había convocado la Asamblea y decide realizar un congreso en el que participen todos los vecinos del casco de la villa y partidos de influencia  para nombrar su representante a simple pluralidad de votos. El lugar elegido –delante de Montevideo como figuraban en su correspondencia era el paraje Tres Cruces en el camino a Maldonado.

-Una de las hinchadas yorugas más grandes son de Peñarol ¿tiene algo que ver ese nombre?

-A ese parlamento se lo conoce también como El Congreso Oriental de Peñarol. Allí se producen hechos significativos que condicionarán la presencia oriental en la Asamblea del Año XIII.
Como siempre nos ocurre con el espacio tirano, deberemos esperar otra semana para continuar. Sólo resta recordar que el 5 de abril de 1813 Don José Gervasio de Artigas lee ante su pueblo la majestuosa “Oración Inaugural”. Elegidos los diputados, el 13 de abril se redactan las instrucciones que llevarán a Buenos Aires y que por su contenido tendrían honda trascendencia en el funcionamiento final de la Asamblea.

-Por lo que me han contado don, el título de la nota era el sonsonete del caudillo oriental para recordar su sentido de igualdad frente a los poderosos y de democracia para los gobiernos. Don Pepe Mujica hoy lo declama, demuestra y aplica…

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