Por Oscar Sulé
Con la Jefatura de Rosas, otorgada por todas
las provincias, tomó comienzo la federación como organismo de unidad.
La integración federativa, o sea, la unidad por la federación se
alcanza desde que Buenos Aires desembarazada el centralismo unitario se
convierte en ciudad de provincia y provincia de caudillo.
Como en ninguna otra ocasión anterior el poder emanado de Buenos Aires centralizó y unificó sin ser centralista ni unitario. Hay así un proceso federativo que se pone en movimiento en dirección contraria al centralismo porteño y que solo se perfecciona o culmina con el ingreso de Buenos Aires como una provincia con caudillo al seno de las provincias federales. Será por lo tanto el país provincial y campesino movilizado por los caudillos el que sostiene la unidad nacional siendo Buenos Aires el que impulsa y perfecciona el proceso integrativo. El federalismo no se constituyó espontáneamente, siempre hubo acá y en todos los lugares del mundo un poder federador (como ocurrió primero con el feudalismo y luego las nacionalidades).
Como en ninguna otra ocasión anterior el poder emanado de Buenos Aires centralizó y unificó sin ser centralista ni unitario. Hay así un proceso federativo que se pone en movimiento en dirección contraria al centralismo porteño y que solo se perfecciona o culmina con el ingreso de Buenos Aires como una provincia con caudillo al seno de las provincias federales. Será por lo tanto el país provincial y campesino movilizado por los caudillos el que sostiene la unidad nacional siendo Buenos Aires el que impulsa y perfecciona el proceso integrativo. El federalismo no se constituyó espontáneamente, siempre hubo acá y en todos los lugares del mundo un poder federador (como ocurrió primero con el feudalismo y luego las nacionalidades).
El poder federador, (Rosas-Buenos
Aires) es consagrado por delegación de las provincias. El partido
directorial-unitario no representó al país, solo se representó a sí
mismo teniendo la oposición del país, por lo tanto fue una facción, por
lo tanto fue un poder faccioso.
Las diferencias son ostensibles:
mientras que el partido directorial unitario quería hacer la “unidad a
palos” al decir de Agüero, nombrando los gobernadores desde Buenos
Aires, el federalismo determinó que las provincias eligieran por el
voto a sus gobernadores. Mientras el partido directorial-unitario
utilizó la aduana en función de los intereses mercantiles porteños,
estableciendo el libre comercio y reteniendo los derechos de aduana, el
federalismo se inclinó hacia el proteccionismo y devolvió derechos
aduaneros.
Mientras el directorial-unitarismo se
marchitaba intoxicado por el iluminismo racionalista europeo, el
federalismo expresaba sin contaminaciones culturales las mejores
tradiciones hispanocriollas.
Definitivamente el grupo directorial
irrepresentativo y con poluciones frustráneas fue un poder faccioso que
apeló al golpe militar y hasta el magnicidio de ayer y de hoy para
llegar al poder.
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