Rosas

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viernes, 14 de febrero de 2020

Bernardino Rivadavia y los perros


Por Ancafilú
Era tal la cantidad de perros en Buenos Aires a principios de 1820, que se había instituido “el día de los perros”. Con antelación al día designado se les advertía a los dueños de los animales para que los mantuvieran contenidos en sus propiedades. Entonces, grupos de peones armados con palos, piedras, lanzas y cuchillos recorrían la ciudad matando a todos los perros que se encontraban merodeando. Estas cruentas medidas tenían como antecedentes a similares firmadas por virreyes del Río de la Plata.
Un perro en el sillón de Rivadavia - El Territorio Misiones
Rivadavia las apoyaba siendo ministro de Martín Rodríguez pero al ser elegido por la logia masónica de Bs AS "Presidente" se creyó con más autoridad, aunque ninguna provincia lo aceptó como autoridad ni una constitución lo avalaba.  Bajo la excusa de "hidrofobia" los perros eran exterminados.  En 1826, el viajero J. A. B. Beaumont nos dejó este relato: “. . . el señor rivadavia hacía su paseo a caballo por la ciudad con su escolta militar cuando he ahí que un perro sedicioso y de mala ralea mordió en una pata a su caballo; encabritóse el animal, empe­zó a patear y desarzonó al presidente, que cayó a tierra y rodó por el suelo, felizmente sin herirse. Este atentado a la dignidad presidencial se consideró tan atroz, que no era para expiarse con la muerte de un solo y miserable can. Toda la raza de los canes fue proscrita y se designó la mañana siguiente para proceder a su exterminación completa. Fue uno de los días de mayor animación y bullicio que presencié en Buenos Aires. Los amos de los perros, tomados por sorpresa, corrían de un lado a otro, en todas direcciones, buscando sus animales descarriados, y perros de toda clase muy mal heridos o apenas estropea­dos, andaban chillando por las calles; los ejecutores, segui­dos por bandas de muchachos, podían verse cumpliendo con amore su verdadera vocación, desde la mañana a la noche. La causa que se alegó para precipitar así la suerte de la raza canina no puedo certificarla, pero he narrado el episodio tal como era corriente oírlo en la ciudad”.

Pd: pobre Balcarce...él es inocente igual que los perros

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