Rosas

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jueves, 13 de febrero de 2020

Mariano Moreno según su suegra....

Por Ancafilú
Mariano Moreno y Guadalupe Cuenca se casaron en mayo de 1804. Durante los siete años que duró el matrimonio estuvieron muy unidos y se puede sospechar que como los dos tenían fuerte carácter, la convivencia tendría sus cortocircuitos, pero no alcanzaban a empañar el amor y la admiración que tenían el uno por el otro.
Es poco lo que se sabe de Guadalupe Cuenca. Pero con solo leer alguna de las cartas para su “amado Moreno” (así lo llamaba ella), su fortaleza y su capacidad quedan a la vista. Sin lugar a dudas, no era mujer de bordado y tertulias. 
Pero pocos historiadores supieron descubrir que al lado de Moreno hubo una mujer enérgica y decidida que valía la pena conocer.
Mariano Moreno: las desesperadas cartas de amor que su esposa le ...
Así como Guadalupe amaba a Moreno, su madre, Manuela Cuenca, lo odiaba. 
La suegra del secretario de la Primera Junta escribió: Yo tuve la desgracia de haber casado a mi hija con don Mariano Moreno, abogado de ésta. Luego que logró enlace, se apoderó de toda mi casa, abusó de mis docilidades y, con achaque de trasladar toda la familia, se hizo dueño de plata labrada, alhajas y muebles, vendiendo unas y conservando otras, con tal ascendiente y despotiqueces que ya yo abatida y sin espíritu, callaba y sufría porque no padeciese dicha mi hija”.
El motivo del disgusto de doña Manuela Cuenca tenía que ver con una deuda que ella había contraído con una iglesia. Como no podía saldarla, recurrió a su yerno, que era abogado. Pero las cosas no salieron como ella esperaba.   
El documen­to original se halla en un archivo privado boliviano y fue dado a conocer por Historiador Enrique De Gandía en su libro sobre Moreno y Revela, simple­mente, aspectos privados del secretario de la Junta de Mayo.
Todo el documento denuncia un odio mortal de doña Manuela hacia Moreno. “Son las palabras de todas las suegras que detes­tan a sus yernos —comenta Gandía—.   Se hacen las víctimas y presentan como maldades los trabajos y sacrificios de los maridos de sus hijas”.
Brevemente, señalemos que Manuela Cuenca estaba eje­cutada por la justicia en vista de deudas que no podía pagar, pues se encontraba en la miseria. 
El monasterio de Santa Clara era el acreedor, y pretendía la entrega de los portones y las vidrieras de la vieja y espléndida casa de los Cuenca, que habían sido hipotecados por Mariano Moreno.  En su escrito de descar­go, la suegra lo acusa de haber vendido los muebles y de haber estado en connivencia con el administrador del monasterio, de haberle hecho firmar a ella un escrito de consentimiento de tales actos, dejándola luego plantada “a pedir limosna y se marchó con su mujer, cargando con cuanto era mío y de mis hijos, como si fueran despojos del enemigo”
“Tendríamos, pues —argumenta Gandía con gracia no exenta de lógica—, un yerno explotador, un administrador de monjas que era un crápula, una suegra que firma sin saber lo que hace, una hija que deja arruinar a su madre y a sus hermanos menores, y unos hermanos mayores que se dejan explotar y arruinar sin abrir la boca”.  
Cabe señalar que este típico problema de intereses fami­liares se producía en 1817, Moreno no podía defenderse: el odiado yerno estaba en el fondo del océano. Había muerto

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